Sentirnos satisfechos con nosotros mismos depende, en gran parte, de muchos factores, biológicos, psicológicos y contextuales, y pasa necesariamente por una buena salud del cuerpo y de la mente.
El bienestar emocional era como, haciendo uso de la expresión metafórica, tener un elefante gigante en medio del salón. Estaba allí, pero no queríamos verlo. Daba vueltas por todos lados, se agitaba con fuerza, cambiaba de humor, saltaba de una habitación a otra, no nos dejaba en paz. Hasta que un día llegó la pandemia y tuvimos que hacerle frente.
“Lo que ha hecho la COVID-19 en esos dos años de restricciones ha sido destapar un problema de salud mental que ya teníamos”, deja claro la psicóloga Silvia Álava Sordo casi al comienzo del encuentro ‘Salud y bienestar emocional, en el punto de mira’, organizado en Sevilla por el Grupo Joly en colaboración con BBVA. Ya en 2019, antes de que estallara la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó de que un 25% de la población mundial estaba afectada,
“lo que pasa es que no hablábamos de ello”,
dice Álava.
Íbamos tirando, más o menos, con pequeñas estrategias de regulación emocional —quedo con un amigo si tengo un mal día de trabajo, hago un viaje si me veo muy estresado—, hasta que la crisis sanitaria bloqueó esas vías de escape. Y todo saltó por los aires.
Entendemos el concepto de bienestar no como una dicotomía entre enfermedad y salud. Nuestro enfoque es más holístico y tiene en cuenta factores biológicos, psicológicos y contextuales, llámense sociales, económicos, laborales, de expectativa de vida o de dificultades derivadas de la transición a la vida adulta”, describe Beatriz Martín Padura, directora general de la Fundación FAD Juventud. Al final, se trata de si la persona está satisfecha (o no) con su vida, resume.
“La mitad de los españoles opinamos que nuestra salud mental podría ser mejor”, comenta Francisco Rey Blázquez, director comercial y de Desarrollo de Negocio en BBVA Seguros, a tenor de una encuesta de Sanitas. Pero la incertidumbre — agravada por el incremento del Índice de Precios de Consumo (IPC) y la crisis energética, que se han desatado por la invasión rusa en Ucrania— no ha ayudado mucho a que el panorama mejore.
¿Estás durmiendo bien?
Álava cuenta que una de sus primeras preguntas en terapia es: “¿Estás durmiendo lo suficiente?” La falta de sueño provoca irritabilidad y merma la capacidad de control sobre las emociones. “Hemos de cuidar de nuestro cuerpo y de nuestras emociones”, recalca. Hacer deporte, tener una buena red social de amigos y familiares, alimentarse de manera saludable y consciente, “perder el miedo a mirar hacia dentro”, aprender a parar, y a gestionar mejor lo que sentimos, y a vivir en el presente, y a pedir ayuda…, así, todo mezclado porque todo suma para atrapar ese intangible que llamamos bienestar.
“El bienestar físico y el emocional están totalmente relacionados, máxime cuando hablamos de autopercepción”, subraya Padura. Una discapacidad, una enfermedad, una dolencia, un estilo de vida y una alimentación incorrecta impactan en el bienestar emocional, y a la inversa, lo que pasa por la mente afecta al cuerpo.
Sentirse mal física y emocionalmente limita la vida de quienes se encuentran en esa situación. Muchas, a tenor de los datos: a mediados de 2020 había en España 2,1 millones de personas con un cuadro depresivo (el 5,25% de la población mayor de 15 años), según la Encuesta Europea de Salud. Unas 230.000 de ellas habían caído en una depresión grave.
Los colectivos de mayor riesgo son las mujeres y los jóvenes, estos últimos han hecho frente a una tormenta perfecta de inestabilidad económica y sanitaria, paro, incertidumbre ante el futuro y pérdida de relaciones sociales debido a la pandemia. Y en los mayores, los problemas de soledad han hecho mella, según defiende el Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).
En el último Barómetro Juvenil Salud y Bienestar de la Fundación FAD (de 2021), un 50% de los jóvenes entrevistados declaró tener estrés, ocho de cada diez había experimentado algún síntoma de malestar emocional en el último año (tristeza, apatía, problemas de concentración) y un 16% reconocieron sufrir problemas de salud mental “con mucha frecuencia”, 10 puntos más que en el barómetro anterior, de 2017. En paralelo, se ha ensombrecido la autopercepción sobre la propia salud: el porcentaje de quienes manifiestan disfrutar de una buena o muy buena salud ha bajado del 86,7 % al 54,6% en cuatro años.
En opinión de la directora de la Fundación Fad Juventud, las soluciones pasan por ofrecer a la población afectada herramientas de autoayuda y mayores recursos públicos para atender a la salud, así, sin apellidos, tanto física como emocional. Y concede que la pandemia, al menos, ha servido, si no para avanzar en quitar los tabúes o dar a los trastornos mentales la importancia que merecen, sí para tomar conciencia de su importancia.
Aunque aún falta mucho por hacer, las familias españolas están cada vez mejor informadas y, sobre todo, están pidiendo ayuda a los expertos. Para muestra un botón: el de salud ha sido el segmento que más ha crecido dentro del ramo seguros, destaca Francisco Rey, lo que en su opinión demuestra una demanda al alza.
FUENTE: bbva.com