Los niños de hoy son los adultos de mañana: ayudémosles a encontrar la felicidad

En un artículo de opinión publicado en la edición papel de la revista Ser Padres, la psicóloga Silvia Álava, autora del libro ‘Queremos que crezcan felices’, defiende el impacto en la vida adulta de tener una infancia feliz

La psicóloga Silvia Álava, autora del libro ‘Queremos que crezcan felices’, defiende el impacto en la vida adulta de tener una infancia feliz.  Lo hace en este artículo titulado “Los niños felices de hoy son los adultos de mañana”:

“El mayor deseo de padres y madres es que sus hijos sean felices. Y todo influye. El sentimiento de culpabilidad, la importancia de las normas y los límites, la influencia de las nuevas tecnologías o el uso del refuerzo en la educación de nuestros hijos, son solo algunos de los temas que toco en mi libro (‘Queremos que crezcan felices’). 

Además, dedico un lugar especial a los valores como la honestidad, la gratitud, el esfuerzo, la responsabilidad… y para eso es fundamental la actitud de los padres, porque los niños copian a los adultos de referencia en su vida. El futuro de la sociedad está en nuestros hijos: los niños felices de hoy serán los adultos de mañana, que transmitirán grandes valores a otros”.

Algunas cifras alarmantes 

Según un estudio realizado en 2007 por Iñaki Piñuel y Araceli Oñate y recogidos en el libro ‘Mobbing escolar: violencia y acoso psicológico contra los niños’, uno de cada cuatro escolares de entre 7 y 17 años tiene baja su autoestima

La encuesta en que se basó esta obra, realizada a 25.000 estudiantes españoles, concluía que el 28% de los chavales tiene sensación de miedo e intranquilidad sin conocer el motivo; el 27% confesaba que en ocasiones se encuentra sin esperanza y que pensar en el futuro les produce miedo y angustia; mientras que el 25% siente nervios, ansiedad y angustia.

Centrándose en la autoestima,

Dicho estudio revelaba que el 38% de los estudiantes aseguraba no tener mucho de qué presumir; el 32% afirmaba que a veces piensa de sí mismo que es malo y que no tiene remedio; el 28% aseguraba que no le gusta su forma de ser; el 23% que si volviera a nacer le gustaría ser diferente y, por último, el 20% que cree que es más débil que los demás

Estas cifras nada halagüeñas se rematan con otras igual de desalentadoras: el 25% de los escolares afirma que a veces tiene ganas de morir y el 26% se odia a sí mismo. 

Estos datos van en la línea del el Barómetro de Opinión de la Infancia y la Adolescencia 2024 en España que acaba de publicar UNICEF. Este afirma que el 41% de los adolescentes de 13 a 18 años cree haber tenido un problema de salud mental en el último año.

FUENTE: SERPADRES.ES

El impacto del mal uso de la tecnología en adolescentes

Más de la mitad de los adolescentes de España han utilizado Internet alguna vez para sentirse mejor cuando han estado tristes o enfadados. Este es uno de los datos que muestra el I Estudio sobre la percepción de la salud mental en adolescentes y el mal uso de la tecnología, realizado por la aseguradora DKV en colaboración con la comunidad de madres y padres Educar es todo. Este informe nace para observar la posible relación entre los problemas de salud mental en ese sector de la población y el uso de la tecnología, para el que ha encuestado a 1.476 adolescentes, 1.630 madres y padres y 105 docentes, que respondieron preguntas sobre hábitos de vida y su manera de relacionarse.

El informe muestra entre sus resultados una probable vinculación entre una mayor posibilidad de sufrir ansiedad, estrés y depresión cuando se hace un mal uso de la tecnología. Entre los datos recopilados, siete de cada diez adolescentes asegura que utiliza el móvil gran parte del tiempo cuando está con amigos, el 35% de los encuestados admite que come o cena mientras ve la televisión, el móvil o la tableta. Además, el 45,1% de los adolescentes encuestados asegura tener problemas para desconectarse de la tecnología.

Por otro lado, el estudio muestra como el 30% de madres y padres tienen la percepción de que sus hijos pasan demasiado tiempo ante las pantallas, mientras que el 89,5% de los docentes considera que los adolescentes tienen dificultades para controlar el tiempo de uso de dispositivos conectados a Internet.

Uso saludable

En la presentación del informe, los doctores Silvia Álava y Rafael Guerrero ofrecieron una serie de recomendaciones, desde no introducirlas hasta pasados los tres años de edad, limitarla a 30 minutos hasta los cinco y establecer unas pautas cuando el adolescente tenga móvil propio.

Fuente: elpais.com

La primera escuela donde se enseña a manejar las emociones es el hogar

En esta cuarta entrega de «Consulta con…», la psicóloga y divulgadora de salud mental Silvia Álava apuesta por introducir el aprendizaje emocional en las aulas, e insiste en la importancia del papel de padres y madres para que niños y niñas desarrollen una buena salud mental.

«Los niños de ahora están peor que antes». «Los chavales no saben gestionar la frustración, ya no se les puede decir que no a nada».

¿Cuántas veces has escuchado estas afirmaciones? Quizá, incluso las hayas pensado o dicho. Pero, ¿te has preocupado alguna vez por la salud mental de los «niños de ahora»?

Llega a nuestro estudio derrochando cariño, amabilidad, alegría. Se nota que está acostumbrada cuando se pone delante de un micrófono. Se mueve como pez en el agua. Silvia Álava sabe expresarse, comunicar, decir las cosas con claridad, espontaneidad y cercanía sin perder de vista la seriedad que rodea a un ámbito como la salud mental. Encima, la de los más pequeños. No es un juego, aunque a veces padres, madres y educadores traten de convertirlo en uno para enseñar a sus hijos a poner nombre y entender sus emociones.

Papel activo en la salud mental

Ellos, precisamente, tienen un «papel activo» en su salud mental. «Cuando estamos demasiado encima o les sobreprotegemos demasiado e intentamos ponerles todo demasiado fácil, no les estamos permitiendo que desarrollen estrategias y habilidades socio-emocionales», recuerda la psicóloga y divulgadora.

En esta nueva entrega de Consulta con…, Álava destaca la importancia de estar presentes en el día a día y ser conscientes. «Hay que dejar de ir en automático para empezar a hacer una conducción manual, siendo consciente de lo que yo siento y necesito, pero también de lo que necesita mi hijo o hija o mi alumno», afirma. Porque esa consciencia es fundamental para entender que no hay emociones buenas o malas.

«Todas nos dicen algo. Hay que aprender a leer esa información y entender para qué me puede servir, para qué me puede ayudar», asegura.

Álava apuesta por introducir la salud mental en el día a día y la programación de los centros educativos, medida con la que, señala, disminuirían los trastornos mentales, el bullying y los problemas de convivencia, entre otros. Pero esta tarea no solo corresponde a los educadores. «Tiene que ir de la mano de las familias. La primera escuela donde se enseña a manejar las emociones es el hogar«, subraya.

Divulgación de la salud mental

Más allá de las paredes de la vivienda familiar o la escuela, las redes sociales se han convertido en un canal por el que cientos de personas hablan y lanzan consejos y herramientas para la salud mental… con y sin formación. En este sentido, la especialista recomienda «tener cuidado con cómo se está divulgando la salud mental». «Está genial ponerla encima de la mesa y decir que no la estábamos cuidando, pero tampoco se puede banalizar», avisa.

Para concluir una charla que se ha convertido en toda una masterclass, Álava nos deja un mensaje positivo. «La vida es difícil, pero eso no significa que no sea linda. Significa que necesitamos los recursos, las herramientas, para poder desenvolvernos con éxito. Y, sobre todo, sentir que tengo esas capacidades para solventar mi día a día», concluye.

FUENTE: magisnet.com

Sharenting. El peligro de publicar fotos de tus hijos en las redes sociales

El término “nativos digitales”, acuñado por Marc Prensky en 2001, ha sido ampliamente malinterpretado. Se refiere a las generaciones que han nacido en la era digital y parecen manejar la tecnología con facilidad. Sin embargo, nacer rodeado de tecnología no significa automáticamente comprender los riesgos que conlleva habitar el mundo online.

Los niños necesitan supervisión, pero ¿están los padres realmente preparados para acompañarlos y guiarlos en su alfabetización digital?

La realidad es que no siempre es así. Afortunadamente, todos podemos educarnos para proteger a los menores de los peligros que acechan en las redes sociales. Uno de estos riesgos es el sharenting, un término que combina las palabras en inglés share (compartir) y parenting (paternidad). Este fenómeno se refiere a la tendencia de muchos padres a compartir fotos y vídeos de sus hijos en redes sociales. Tan común se ha vuelto esta práctica que en 2016 el diccionario británico Collins incluyó el término.

Los riesgos del sharenting

A pesar de su aparente inocencia, el sharenting no está exento de peligros, y los padres no siempre son conscientes de ellos. Por ejemplo, la Policía Nacional advierte que muchas de las imágenes incautadas en redes de pedófilos provienen de fotos compartidas por los propios padres. Una vez que algo se publica en Internet, deja de ser completamente nuestro; se convierte en propiedad de la plataforma y puede ser accesible para personas con intenciones nada apropiadas, como el uso en pornografía infantil, ciberacoso o suplantación de identidad.

Además, cada foto y vídeo que publicamos contribuye a la creación de la huella digital de nuestros hijos, una marca que los acompañará el resto de sus vidas. Lo que hoy puede parecer una imagen tierna o divertida, mañana podría ser motivo de vergüenza para ellos. Cada vez más menores expresan su incomodidad o descontento con el contenido que sus padres comparten sobre ellos, y algunos, al llegar a la adolescencia, exigen que se borren esas publicaciones, lo que no siempre es fácil de lograr.

Amor y orgullo

¿Significa esto que los padres que practican el sharenting quieren menos a sus hijos? En absoluto. En muchos casos, esta práctica nace del amor y el orgullo que sienten por ellos.

Los padres quieren compartir esos momentos especiales con el mundo, pero a veces olvidan los riesgos que esto conlleva. Es posible sentirse igualmente orgulloso sin necesidad de exponer la vida de los hijos en redes sociales.

Un tema más delicado surge cuando los padres utilizan las imágenes de sus hijos para obtener seguidores, likes o incluso beneficios económicos. Los psicólogos advertimos que es fundamental estar orgullosos de los hijos y decírselo, pero es muy distinto utilizar su imagen como medio para obtener reconocimiento personal.

Realizarse a través de los hijos no es saludable, ya que les impone una carga emocional y una responsabilidad que no les corresponde, generando una presión innecesaria.

La perspectiva de los hijos

A menudo, los padres no son conscientes de los peligros del sharenting. Algunos piensan que no es “tan grave” o que sus hijos disfrutan apareciendo en las redes. Incluso muchos les crean cuentas personales. Sin embargo, que algo les parezca divertido a los niños no significa que estén a salvo de los riesgos. Además, lo que hoy les parece un juego, mañana puede incomodarles o afectar su vida social y emocional, tanto en el presente como en el futuro.

Un ejemplo preocupante es la tendencia de compartir vídeos de fiestas como los baby showers, donde los padres descubren el sexo del bebé ante la cámara. Aunque estas celebraciones parecen inocentes, en algunos vídeos se observa la decepción o tristeza de los padres, emociones que quedan grabadas y compartidas en redes.

Con el tiempo, estos niños pueden ver esos vídeos y sentirse no deseados o poco valorados. Peor aún, esos momentos íntimos quedan expuestos a miles de personas en Internet.

En algunos vídeos salen los hermanos que ven la cara de alegría de sus padres por tener un hermanito con expresiones del tipo “¡qué bien!, ¡yo siempre quise una niña!” cuando ellos son chicos y de nuevo pueden sentirse no queridos y, además, emocionalmente desatendidos.

Con el agravante de que ese momento tan íntimo y vulnerable ha quedado expuesto a todo el mundo en las redes sociales.

Conclusión

Antes de subir esa foto de tus hijos e hijas a las redes sociales, tómate un momento para reflexionar: ¿realmente eres consciente de los riesgos que conlleva esta práctica?

Publicar fotos de tus peques no es solo compartir un momento bonito con los demás, también puede poner en peligro su seguridad y bienestar emocional a largo plazo. Es por eso que, educarse y ser consciente de estos riesgos es fundamental para protegernos en este mundo digital en el que nos movemos hoy en día.

Las cápsulas que acompañan este texto están extraídas del webinar Sharenting. ¿Dónde está el límite? con Sílvia Álava, autora del texto. Para ver el seminario web completo, haz clic aquí.

Menores adictos a las pantallas: «Han venido a consulta niños de 8 años que se despiertan a las 4 de la mañana para estar con el móvil»

Para dormir, para comer, para socializar, para entretenerse, para estudiar o para buscar refugio emocional. Ya no hay casi ámbitos de la vida en los que las tecnologías y, en concreto, las pantallas, no jueguen su papel. El problema es que, como todo, usarlas sin conciencia puede derivar en adicción, y el riesgo es mayor cuanto menor sea la edad. Los pediatras y psicólogos llevan un tiempo alertando de un uso problemático de los dispositivos digitales y las aplicaciones móviles entre menores de edad, que llegan a las consultas con retrasos en su desarrollo cognitivo y conductas adictivas que acaban repercutiendo en su salud mental. 

Pero, aunque se han llegado a crear unidades especializadas para tratar estos casos entre los más pequeños, la adicción a los móviles y a los dispositivos digitales no está todavía recogida en la clasificación oficial de trastornos mentales, lo que dificulta mucho la recopilación de datos que muestren la verdadera envergadura de la cuestión. «Aun así, vemos que es algo que interfiere cada vez más en el día a día de los chicos y a edades más tempranas. Al final, muchos dispositivos electrónicos y muchas aplicaciones están precisamente hechas para enganchar. Si ya los adultos perdemos la noción del tiempo, pues los niños, con un cerebro que todavía no está completamente formado, aún más», cuenta a 20minutos Silvia Álava, psicóloga sanitaria y educativa. 

Álava participó en un estudio elaborado por DKV y la ONG Educar es Todo que evidencia la relación entre un uso incorrecto de la tecnología y los trastornos emocionales de los adolescentes. Tras entrevistar a más de 1.400 niños de entre 10 y 17 años, 1.600 familias y una centena de docentes, la investigación reveló que el 45% de los adolescentes reconoce tener problemas para desconectarse de la tecnología y más de la mitad acude a los dispositivos electrónicos (móviles, tabletas, ordenadores, etc.) para estar mejor cuando se han sentido solos, tristes o enfadados. Además, más de uno de cada tres asegura que come o cena con un dispositivo tecnológico y la mitad que se lleva el móvil a la habitación al irse a dormir. 

Cuando se convierte en el centro de su vida

«Aunque no esté reconocido en el manual de trastornos psiquiátricos, sí que vemos que cada vez son más los padres y madres que vienen preocupados porque intuyen que su hijo puede tener un problema de adicción a la tecnología», explica la psicóloga. ¿Cómo lo detectan? Porque los niños tienen ataques de ira o cambios bruscos de humor cuando no se pueden conectar o jugar a un determinado videojuego, por ejemplo. La cuestión, detalla Álava, no reside tanto en la cantidad de tiempo que dedican a las pantallas, sino más bien a la interferencia que el uso de esa tecnología está causando en sus vidas. «Empiezan a bajar las notas escolares, no hacen los deberes, dejan de quedar con sus amigos o de estar con la familia porque pasan a estar metidos en la habitación con la tableta o el móvil», apunta.

Otra señal de alarma es que el menor entre en un bucle en el que no pueda parar de pensar y hablar sobre la tecnología a la que está enganchada, que pasa a ser un elemento elemental en su vida. «Hay chicos y chicas que están continuamente hablando de ese videojuego, de esa red social o buscando el huequito para grabar un vídeo y subirlo a TikTok. Yo he tenido a niños en consulta que se han despertado a las cuatro de la mañana para jugar a Brawl Stars», señala la psicóloga educativa. 

Síndrome de abstinencia y trastornos en el ánimo

Además, añade, esas conductas van agravándose a la larga, ya que cada vez quieren más tiempo, más complementos del videojuego, más likes en la red social; y, cuando no están en ello, piensan en el momento en el que podrán estarlo. «Llega un punto en el que no tienen autocontrol. Muchas veces incluso ellos mismos te dicen que quieren dejar de usar esa herramienta porque son conscientes de que les atrapa. Sufren hasta el síndrome de abstinencia, cuando se la quitas, lo pasan muy mal. Y ese sufrimiento se transforma en ira», dice Álava, que asegura también que en ocasiones utilizan esos dispositivos como «chupete emocional» para «tapar sus emociones desagradables, como demuestra el estudio en el que participó. 

En la investigación, destaca, se observa también una correlación del mal uso de la tecnología e internet con una mayor probabilidad de sufrir trastornos del estado de ánimo, es decir, más depresión, más ansiedad, más estrés, más hiperactividad. Y, como consecuencia, menos relación con sus iguales e incluso «un menor desarrollo del índice prosocial», porque pierden la capacidad de empatizar. De hecho, según el informe, el 70% de los adolescentes encuestados asegura que está con el móvil casi todo el tiempo que pasa con los amigos y rara vez no lo usan cuando están con sus familiares.

Retrasar la edad del primer móvil 

En España, los niños tienen un móvil, de media, antes de los 11 años. Una edad muy temprana todavía para poder enfrentarse a todo el mundo online sin las herramientas suficientes. «Cuanto más temprana es la edad, menos desarrollado está el cerebro y más sensibles son a todo aquel contenido que está generado precisamente para impactar o generar esa adicción. Por eso insistimos siempre en que hay que intentar retrasar lo máxima la llegada del dispositivo electrónico, y sobre todo de móviles inteligentes», subraya la psicóloga. 

Lo ideal, dice, es que antes de los 3 años no haya prácticamente ningún contacto con las pantallas; que de los 3 a los 5 se limite el tiempo de uso a unos 30 minutos al día; y que no se les conceda su primer dispositivo hasta, mínimo, los 14 años. «Estoy convencida de que muchos padres que dejan a sus bebés viendo dibujos cuando comen realmente no saben el daño que les puede hacer», añade. Para Álava, el término con el que han acuñado a estas nuevas generaciones como «nativos digitales» ha hecho «mucho daño», porque, según sostiene, «da la sensación de que como son nativos no hay que enseñarles a usar la tecnología de forma correcta».

Hechas para la adicción: «Los números enganchan»

La psicóloga incide en que la mayoría de aplicaciones móviles están creadas para enganchar a sus usuarios y casi todas tienen un denominador común para ello: su faceta social. «Todas tienen una sala de chat, un espacio donde puedes hablar con otros», asegura. Además, también están pensadas para generar cierto «alivio emocional» y permiten marcarse objetivos. 

«Nos enganchamos a los relojes inteligentes porque nos dicen cuántos pasos llevamos, cuantas calorías quemadas, etc. Pues esto es parecido. Los números enganchan. Instagram se iba a quitar los likes y no lo ha hecho porque lo saben. Es como un concurso de a ver si llego a tener más ‘me gusta’ que tú, si puedo redondear el número en el siguiente post que suba. Y luego están las recompensas de los videojuegos, que son además imprevisibles y los avatares que pueden ir perfilándose», señala. En esa línea, Álava explica que otra de las características de estas plataformas es que permiten jugar con la identidad, con hacerte pasar por otra persona. «Te puedes crear un avatar completamente diferente, lo que hace que los chicos que no se encuentren especialmente bien con ellos mismos tengan muchas más probabilidades de engancharse». 

«El mejor control parental son los padres»

Al final, de lo que se trata sobre todo es de acompañarles y enseñarles a utilizar correctamente la tecnología, siendo conscientes de los riesgos que acarrea y de que no todo lo que se encuentran es real. Incluso aunque muchos adolescentes ya sepan cómo saltarse el control parental, Álava defiende en la utilidad que tiene instalarlo de todos modos, más de una forma simbólica, para que les llegue el mensaje de que no están haciendo algo bien. «Pero el mejor pin parental son los padres», asevera la psicóloga, que asegura que los padres deben estar supervisando en todo momento qué es lo que ven o en qué páginas entran. 

Aunque, sostiene, «tendríamos que empezarnos a plantear que quizás esto se tiene que regular y que no podemos poner el 100% del peso en las familias». Álava echa en falta leyes que prevengan esos usos adictivos de las tecnologías entre los más pequeños y recrimina la poca colaboración de las plataformas y empresas tecnológicas.

FUENTE: 20MINUTOS.ES

Colecciones de cromos: cuando la falta de información puede convierte un juego inocente en un peligro

Varias asociaciones de consumidores denuncian a empresas como Panini o juegos como Fornite por no ser transparentes con sus clientes.

Por Minerva Marcos López_minervamarcos

Es una de las colecciones más tradicionales que aparecen en las estanterías de los kioscos y de las librerías a finales de verano. Con su llegada, anuncian que queda poco para la vuelta a la rutina y son, especialmente, los más pequeños los que los esperan con ansias. Los cromos, generalmente de fútbol, son unos de los coleccionables más habituales y que han pasado, en muchos casos, de generación en generación. El principal objetivo de quienes compran el álbum es llegar a obtener todas las estampas, pero, conseguirlo, no siempre es una tarea fácil. Algunos, que normalmente coinciden con los jugadores más deseados, pueden tardar mucho en salir y, mientras tanto, el gasto de las familias, poco a poco, sobre a sobre, aumenta sin darse cuenta.

Ocurre algo similar con algunos videojuegos

Ocurre algo similar con algunos videojuegos muy populares, como son Fortnite o Minecraft, que se presentan como gratuitos. Los menores se los descargan, se enganchan y pronto aparece la primera trampa. Sí, es gratis, pero se pueden tener más ventajas si compras alguna de las múltiples mejoras que están a disposición del usuario y que son infinitas. Pagas con dinero, pero en el mundo virtual se refleja de manera muy distinta: se quita cualquier referencia económica, como el símbolo del euro o dólar, y se cambia por otros iconos que, visual y mentalmente, eliminan por completo la sensación de gasto real.

Estas dos situaciones tienen varios nexos de unión. La primera es que los menores, usuarios habituales tanto de cromos como de este tipo de videojuegos, son un público vulnerable que, en muchas ocasiones y a menor edad, no son conscientes del dinero que están destinando a esta forma de ocio. La segunda es que los propios comercializadores tampoco son transparentes con el producto que ofrecen y las consecuencias que puede acarrear para el bolsillo de los clientes. Esta realidad ha llevado a algunas asociaciones de consumidores a actuar por la falta de transparencia en lo referente al gasto. En el caso de los cromos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) estima que completar un álbum puede costar 600 euros.

Un rincón para los coleccionistas

Eros tiene solo ocho años y el brillo en su mirada le delata. Es domingo por la mañana y ha acudido junto con sus padres a uno de los puntos de encuentro más concurridos de Madrid. En medio del Rastro, entre puestos cargados de antigüedades, la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo se alza como un templo para los coleccionistas. Decenas de personas van allí cada fin de semana a conseguir las estampas que se les resisten. Los hay que van directamente a lo fácil. Varios puestos, montados de manera improvisada en el suelo, venden los cromos más codiciados, en algunos casos, a precio de oro. Otros, a la vieja usanza, apuestan por el intercambio de toda la vida.

Entre ellos, está Eros. «Llevo dando la lata para que me traigan…», confiesa. Es su primera vez y no puede estar más emocionado porque, como afirma su madre, Ana Muñoz, ha tenido mucha suerte. «Nos han regalado cromos», cuenta. Nada más llegar al punto de encuentro, esta familia ha conocido a Daniel Vergara. Roza la treintena, pero también ha caído en la fiebre de los cromos, en este caso, la colección de LaLiga. «Nos regalaron el álbum cuando estábamos de vacaciones. Vinimos un primer día a ver cómo funcionaba esto y ya nos hemos enganchado hasta que hemos terminado», apostilla.

Iniciativas entre familias

En solo dos meses, Vergara ha conseguido terminar la colección. «Ha sido poquito tiempo. Pero porque hemos cambiado mucho. Si no cambias y te gastas el dinero en cajas, sí que se te va el sueldo y el tiempo», confiesa. En su caso, estima que ha gastado unos 100 euros. Aunque ya ha completado el álbum, había vuelto al Rastro para regalar a los niños que quisieran todos los cromos que le habían sobrado. Alrededor de él, hay varios menores que, con la ayuda de sus padres, repasan en un cuaderno cuáles necesitan. «Ese no lo tengo. Mamá, táchalo», ordena Eros a su progenitora.

Este tipo de iniciativas son muy positivas para las familias, ya que, de esta forma, cumplen el deseo de sus hijos, pero no gastan más de lo previsto. Ahora, un sobre con ocho cromos de LaLiga, la colección más popular, cuesta un euro. Muñoz admite que ella intenta dosificar las compras, pero hay veces que se le escapa de las manos. «Intento pocos, a lo mejor dos o tres [sobres], pero es que su abuela cada vez que va a comprar, se va con ella y [le compra] bastantes. Es que dices, ‘bueno, es un euro, mamá’ y tú vas a comprar el pan y venga un euro, un euro… Pero cuando ves todos los cromos, cuando los tiene en el álbum, dices ‘madre mía'».

Ellos no han hecho cuentas, pero creen que llevan más de 100 euros gastados y acaba de empezar la colección. Es complicado saber cuánto dinero se va a necesitar para completar un álbum porque hay estampas que se resisten o salen con menos frecuencia. Por este motivo, OCU ha interpuesto una denuncia contra Panini, empresa que comercializa los cromos de LaLiga, entre otros, porque considera que la marca no está siendo transparente con sus clientes y se les está ocultando información que necesitan saber.

Una denuncia a Panini y a sus álbumes de «600 euros»

«Desde OCU consideramos que Panini está vulnerando la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios al no ofrecer esta información clara y detallada sobre el coste y proceso final de las colecciones. Nosotros, desde luego, calificamos esta práctica como engañosa, ya que además se da el hecho de que son consumidores vulnerables, en su mayoría menores de edad y pueden no tener una visión global de lo que significa ese gasto», explica Ileana Izverniceanu, directora de Comunicación de OCU.

Según un estudio que ha hecho la organización, el coste medio de completar esta colección ronda los 600 euros. Lo que pide OCU es que Panini indique en sus álbumes o en los propios sobres de cromos la estimación de lo que una persona se puede gastar en total. Una iniciativa que a padres como Juan Molano, que también ha acompañado a su hijo, de 8 años, para intercambiar estampas en el Rastro, le parece bien, aunque no sabe si realmente servirá para mucho. «Al final te pueden poner una estimación, pero como no te toque un cromo puede multiplicarse por dos, por tres o por lo que sea, porque si no te sale uno vas a ir a por él. Habrá gente que tenga suerte y que le toque cuando lleva 200€ y otros que llevarán 1.200 y no les llegará nunca», apostilla. En su caso, calcula que lleva 200 euros gastados y aún no ha terminado.

«Lo que hacen empresas como Panini es que los cromos que son más codiciados, que son los que son más difíciles de encontrar, los introducen a los sobres en cantidades muy, muy limitadas. Con esto se obliga al consumidor a comprar más y más sobres con el objetivo de encontrar esos cromos», apostilla Izverniceanu. De hecho, la propia empresa pone a disposición de los clientes a los que solo les quede uno o dos cromos para terminar, que directamente se pongan en contacto con ellos para comprar, por un coste más elevado, esa estampa en concreto.

Videojuegos «casi» gratis

En los cromos el dinero se va gastando poco a poco, igual que ocurre con videojuegos como Fortnite o Minecraft. A ellos juegan millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas menores de edad. Pueden descargarse de manera totalmente gratuita, pero una vez comienzan a introducirse en ellos, hay mejoras que solo pueden conseguir pagando. Se emplea dinero real, pero la manera que tiene de presentarse en la pantalla es muy diferente. Esto hace al usuario desvincularse de la realidad y no ser consciente de cuánto lleva realmente gastado.

La Asociación de Usuarios Financieros (Asufin) y otras 22 asociaciones de consumidores han denunciado estas prácticas. «Con las monedas premium tenemos problemas porque suelen presentarse como gemas, oro u otros elementos vistosos que se alejan del dinero real y que se puede perder la percepción de lo que realmente te está costando. Pierdes, por tanto, la noción de lo que estás pagando. Estimula el gasto y crea patrones adictivos. Está demostrado», argumenta Patricia Suárez, presidenta de Asufin.

Más transparencia

La organización denuncia que los clientes deberían conocer «de manera transparente y clara cuánto se están gastando en cada momento». Según apunta Suárez, los niños europeos desembolsan, de media, 39 euros al mes en compras. «Ojo, estamos hablando de menores de edad, pero te puedo dar más datos. El 84% de los que tienen entre 11 y 14 años juegan a videojuegos», añade.

Iván, el hijo de María José García, empezó a jugar a Fortnite a los 10 años, al igual que el resto de sus amigos. Su madre afirma que sí le han comprado extras para el videojuego y estima que se han gastado alrededor de 50 euros. «Me parece fatal que se presente el juego como gratuito y luego sea un sacadineros, porque para las mejoras, para subir de nivel… Claro, como todos los niños o sus amigos lo tienen, ¿cómo se va a quedar sin pase de batalla?», apostilla García.

«Si tengo que dejar mi videojuego, mi ánimo cambia, me vuelvo más apático e irritable»

Silvia Álava, doctora en Psicología y experta en menores, advierte sobre este aspecto. «Tienen la sensación de que ‘si no lo compro voy a fracasar porque no voy a ser capaz de pasarme la pantalla y el resto de mis amigos sí’. Entonces están jugando con ese sentido de pertenencia del grupo y con esas emociones de ‘si no lo haces, vas a fracasar’ y, en cambio, ‘si lo haces, vas a conseguir pasarte esa pantalla'», afirma. Esto genera en ellos un sentimiento de «frustración» y puede dar lugar a una adicción en algunos de ellos, que, incluso, compran a espaldas de los padres.

García admite que su hijo ha podido ser insistente muchas veces para comprar más mejoras del videojuego, pero cuando ella se ha negado, el menor ha aceptado y nunca lo ha hecho sin su consentimiento. Pero Álava sí conoce menores que han ido más allá. «Vemos casos en los que directamente cogen la tarjeta de sus padres y lo están comprando sin esa autorización, o que la tarjeta se queda grabada dentro del videojuego y entonces ni tan siquiera ya tienen que pedir autorización y de repente llegan cargos especialmente altos, que es cuando los progenitores se enteran», añade la experta.

Un público vulnerable y el rol de los padres

Álava insiste en que al ser menores son un público vulnerable porque no son conscientes del gasto que están haciendo y, además, al ser virtual y no ver el dinero de manera física todavía es más complicado concienciarse. En este sentido, la experta asegura que el papel de los padres es fundamental para hacer comprender a sus hijos la importancia del dinero tanto en el caso de los cromos como en el de los videojuegos. Además de guiarles para distingir si se trata de «deseo o de necesidad».

En el caso de los cromos, una de las cosas que, sostiene, «siempre» recomiendan es que sean los menores los que administren su propia paga en lugar de recibirlos comprados por sus padres o abuelos, donde no ven la transacción económica. «Es muy importante que sean ellos quienes vayan al kiosco, lo pidan y que salga de su dinero, de esa propina, para que sean capaces de valorarlos y estimen si les merece la pena o no. En el caso de los videojuegos, una cosa súper importante es nunca dejar las tarjetas asociadas a el videojuego», agrega.

La experta lanza un recordatorio para los progenitores: «Si nosotros no somos capaces de valorar el dinero, de valorar lo que nos estamos gastando en los videojuegos, en los cromos, ¿Qué es lo que ocurre? Que a ellos no les vamos a enseñar a que hagan esa correcta valoración del dinero».

FUENTE: cadenaser.com

Resiliencia colectiva: No es momento de tapar o negar emociones por la DANA

Los adultos podemos reconocer a nuestros hijos «yo también tengo miedo, pero estamos juntos, te doy la mano y te abrazo. Dar seguridad a los niños es clave»

Escrito por Laura Peraita

«Los niños no son tontos y vivan en Valencia o no, saben que algo muy grave ha pasado», asegura Silvia Álava, Doctora en Psicología. Sin embargo, añade que cuando son pequeños su nivel cognitivo y emocional no les permite entender lo sucedido por los efectos de la DANA ni toda su dimensión. «Lo mejor ante este tipo de situaciones es no ocultarles la verdad. Hay que contársela de manera adaptada a su edad y lenguaje. Ellos tienen miedo, pero si descubren que les estamos ocultando algo, tendrán más miedo aún, al creer que es algo muy dañino. Su creatividad no tiene límites y pueden sufrir más de lo que les corresponda».

Hay que dejar que los niños se expresen

Apunta que hay que dejar también que los niños se expresen. «Es bueno que reconozcan que tienen miedo, no es momento de tapar o negar emociones. Como adultos, es importante poder reconocer ‘yo también tengo miedo y es normal, pero no te preocupes porque estamos juntos y, por eso, te doy la mano y te abrazo’. Hay que darles sobre todo seguridad. Acompañarles emocionalmente, que sientan que su adulto de referencia les protege. Bien es cierto, que los niños de las localidades afectadas, no siempre va a ser posible que sus padres les acompañen porque están inmersos en las duras tareas de reconstrucción de sus hogares. En caso de estar en casa de amigos u otros familiares deben tener en cuenta estas premisas de dejar que se expresen y hacerles sentir muy seguros y que sus padres se encuentran bien».

Hasta que no cumplen aproximadamente los seis años se entiende lo que implica la muerte

Explica que hasta que no cumplen los seis años no entienden lo que implica la muerte, pero preguntarán por los seres queridos que no están. «¿Dónde está el abuelo? ¿Pero cuándo vendrá? La idea de no retorno es incomprensible a ciertas edades y hay que estar preparados porque preguntarán con insistencia cuándo volverán a ver a ciertas personas»

No hay que descartar, tal y como afirma Silvia Álava, que es muy probable «que muchos niños tengan regresiones; es decir, que vuelvan a hacerse pis encima, que demanden que les den de comer, que quieran dormir en la cama de sus padres… Es normal. Para ellos es una forma de exteriorizar lo que sienten porque por su edad aún no saben verbalizar sus emociones y lo exteriorizan con las regresiones. No merece la pena pelear ahora por eso; no pasa nada. Es mejor abrazarles y más adelante que vuelvan a su situación de antes».

El duelo va a ser compartido

Ante tanto dolor y sufrimiento, esta Doctora en Psicología advierte que las familias de las localidades afectadas directamente por la DANA, «al vivir en pueblos en los que la mayoría de la población se conoce, el duelo va a ser compartido: todos tienen sus casas destrozadas, han perdido a algún familiar, a amigos o vecinos, sus negocios, sus coches… Se trata de un dolor que comprenden, con el que empatizan lo que, en cierto modo, les hará que sea algo más llevadero. En estos pueblo en el que todos se conocen -insiste-, el fallecimiento y desaparición de personas queridas es más sentido y comprendido por el entorno».

FUENTE: abc.es

Más de la mitad de los adolescentes buscan refugio en Internet cuando se sienten solos, tristes o enfadados

La investigación revela que más de uno de cada tres come o cena con un dispositivo tecnológico. 

Los adolescentes ven en internet y las redes sociales un refugio al que acudir cuando están mal. Más de la mitad de los niños de entre 10 y 17 años ha usado el mundo online para sentirse mejor cuando se han sentido solos, tristes o enfadados. Una tendencia que preocupa a pediatras y psicólogos educativos, que avisan de que cuanto más indebido es el uso que hacen de estas herramientas, mayor es la probabilidad de que sufran ansiedad, estrés y depresión. 

Así lo advierten DKV y la ONG Educar es Todo en su I Estudio sobre la percepción de la salud mental de los adolescentes y el mal uso de la tecnología. Una investigación para la cual han contado con la participación de 1.475 adolescentes, 1.630 progenitores y 105 docentes, que coinciden, en mayor o menor medida, en que los jóvenes españoles pasan demasiado tiempo con el móvil. Los resultados, presentados este miércoles en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid por los psicólogos educativos Silvia Álava y Rafa Guerrero, evidencian que, cuanto mayor es la percepción de los propios adolescentes de que están haciendo un uso incorrecto de la tecnología, mayor es el índice autopercibido de los trastornos emocionales. 

El 30% de los padres y madres creen que sus hijos están siempre o casi siempre con el móvil

Tras preguntar a padres y adolescentes sobre cómo afecta la tecnología a sus hábitos de vida —como la alimentación, el deporte o el sueño— y a la calidad de las relaciones familiares entre iguales, el estudio apunta que el 30% de los padres y madres creen que sus hijos están siempre o casi siempre con el móvil y/o los videojuegos, y que esa proporción aumenta diez puntos, hasta el 40%, al preguntar a los propios adolescentes. De hecho, el 45% de los niños encuestados reconoce que tiene problemas para desconectarse de la tecnología

En general, las respuestas de los adolescentes son mucho menos alarmantes que la de los adultos, y son los profesores los que más advierten de un uso indebido de los dispositivos tecnológicos entre sus alumnos y de los efectos que ello está teniendo en su propio desarrollo personal, social y académico: cerca del 90% asegura que los adolescentes tienen una gran dificultad de desconexión. Tanto es así, que más de uno de cada tres adolescentes confiesan que comen o cenan con el móvil, una tableta o viendo la televisión. «Este es un resultado que a nosotros nos preocupa», ha subrayado Rafa Guerrero, quien ha explicado que eso implica estar desconectado de lo que realmente se está haciendo.

El psicólogo educativo ha alertado también de otro resultado que les inquieta: la mitad de los menores encuestados reconoce que se llevan el móvil a la habitación cuando se van a dormir. Algo que, según ha detallado, puede incidir en el propio desarrollo de los adolescentes, ya que los dispositivos emiten una luz azul que incide en una parte del cerebro encargada de regular los ciclos de vigilia y noche. «También nos encontramos con que los que se van a dormir con el móvil y hacen un mal uso del dispositivo duermen menos horas, y duermen peor, lo que tiene un efecto dominó, ya que tiene consecuencias luego al día siguiente, en el instituto, por ejemplo», ha apuntado. 

Efectos en sus relaciones sociales y en la salud mental

Ese mal uso de las tecnologías interfiere también en el ámbito social de los menores y en su capacidad para relacionarse, tanto con los adultos como con sus iguales. El 70% de los adolescentes asegura que está con el móvil casi todo el tiempo que pasa con sus amigos y rara vez no lo usan cuando están con los familiares. «Si resulta que la esencia del ser humano y lo que nos hace sentir bien, que es ser vistos por un grupo de iguales, lo estamos sustituyendo por una relación tecnológica o incluso con gente que no conocemos de nada, pues entonces tenemos un problema», ha advertido Guerrero, que también ha señalado el riesgo de utilizar la tecnología como una herramienta de regulación emocional. 

Más enfados, rabietas, peleas o engaños.

Son algunos de los problemas de conducta enumerados por las familias de aquellos adolescentes que hacen un mayor uso indebido de los dispositivos digitales. Esto, ha explicado Silvia Ávila, puede vincularse con lo apuntado por Herrero, ya que cuanto peor usan las tecnologías, menor es el «índice prosocial».

También en esos contextos, ha contado la psicóloga, se observan más síntomas relacionados con la hiperactividad: se concentran menos, les cuesta más hacer los deberes, están más revoltosos y son más impulsivos. «Hay una correlación estadísticamente significativa entre ese mal uso de la tecnología y mucha problemática en términos de salud mental», ha subrayado Ávila, quien ha asegurado que con estos datos se pone «evidencia científica» a lo que los psicólogos ya ven todos los días en consulta. «No se pueden usar las pantallas como ese chupete emocional», ha insistido. 

Recomendaciones para un buen uso 

En conclusión, el problema no es tanto el dispositivo en sí, sino más bien el uso que se hace de él, tal y como ha recalcado Torres. La diferencia en las adicciones a los móviles respecto a otro tipo de adicciones, ha explicado, es que los dispositivos ya se usan en todas las esferas (para trabajar, para estudiar, para socializar, etc.). «Por eso el gran objetivo es aprender a vivir con ello, teniendo en cuenta cuáles son los peligros», ha añadido. 

Que ningún niño menor de 3 años esté expuesto a las pantallas 

Ambos expertos han emitido una serie de recomendaciones para un uso saludable de las tecnologías, destacando la importancia de que ningún niño menor de 3 años esté expuesto a las pantallas para que puedan madurar fuera de ellas. De los 3 a los 5 años, ha apuntado Álava, lo ideal sería que el uso de teléfonos, tabletas o la televisión se redujera a unos 30 minutos al día, y siempre acompañados por sus padres. 

Y, una vez tengan su primer dispositivo —lo recomendable es que no sea antes de los 14 años—, aconsejan establecer un «contrato de uso» y asegurarse de que «el tiempo online nunca supere al tiempo offline», es decir, que no pasen más tiempo con los dispositivos que a otras actividades como leer, quedar con amigos, estar con la familia o practicar deporte. 

FUENTE: 20MINUTOS.ES

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