-Muchos padres de hoy se ven perdidos ante tanta información de cómo educar a sus hijos.
-Los padres de hoy lo tienen más difícil que nunca. Porque se les junta que es verdad que están muy preparados a nivel profesional pero luego tienen un nivel de exigencia altísimo. A los padres de hoy en día se les exige prácticamente que sean perfectos en todas las facetas de su vida, incluida la paternidad. Pero es que la sociedad también exige a los niños que sean perfectos. Los niños desde bien pequeños ya tienen que estar apuntados a idiomas, a algún deporte, sacar unas notas estupendísimas… Creo que debemos relajarnos, intentar disfrutar de la paternidad, y que los niños disfruten de la niñez. Los padres deben ya no solo trabajar ese sentimiento de culpabilidad, sino también que somos imperfectos. Deben asumirlo. Lo van a hacer lo mejor posible, pero nunca hay que buscar ser el padre perfecto, porque el padre perfecto y la madre perfecta no existen.
-Los niños de hoy, también parecen estar expuestos a demasiada información, y a un altísimo nivel de exigencia. Con cuatro años van a clases de chino, de equitación, de música, y de predeporte.
-Los niños necesitan tiempo para jugar, y también necesitan tiempo para aburrirse. Hay momentos y edades para todo. Pero incluso cuando son un poquito más mayores, que ya no estamos hablando de niños pequeños, a partir de los 6 años, también necesitan un «tiempo en blanco», por así decirlo. Lo que no podemos pretender es que un niño tenga desde que se levanta hasta que se acuesta incluida toda la tarde completamente planificada de tal forma que no les sobra ningún minuto libre. Ese ritmo no hay quien lo aguante. Porque eso implica estar en una continua capacidad de atención, de organización, de planificación… no les das tiempo para distraerse un minuto con un muñeco. Los niños de hoy en día tienen que aprender a aburrirse.
Es genial aprender a aburrirse, aprender a estar con uno mismo… Si están todo el tiempo con un adulto que les guía, les planifica la tarea, no les dejas favorecer su autonomía, no les dejas generar recursos… No decimos que los niños no tengan que hacer actividades, pero sí que hay que reservar un tiempo libre para que estén ellos solos, que aprendan a entretenerse, que aprendan a aburrirse, y a generar una serie de competencias.
-Pero ahora todos los niños van a extraescolares. Parece que si no puede jugar en desventaja con otros niños de su entorno.
-Respecto a esto, es importante saber que cada niño tiene una velocidad de desarrollo. Y que no le podemos comparar ni con los amigos ni con los hermanos. Eso hay que asumirlo. A lo mejor el hijo del vecino tiene otra realidad, u otras competencias diferentes. Cada niño puede tener unos puntos en los que destaque, y esto no significa que sean ni mejores ni peores. Dentro de la familia, educar no es favorecer una competición para ver qué hijo es el mejor. Cada niño tiene que hacerlo lo mejor que pueda según sus posibilidades. Y nosotros tenemos la responsabilidad de reforzar según sus posibilidades, pero no se les puede exigir a todos los niños lo mismo. Eso es una faena. Porque hay algunos que pueden dar muchísimo y otros no te pueden dar todo. Y por supuesto no puedes compararle con amiguitos o vecinos…
-Muchas veces son ellos mismos los que a edades muy tempranas se miden con aquellos niños que les rodean de forma habitual.
-Sí. También ocurre. Pero muchas veces los niños no entienden que los chavales con los que tratan son mayores que ellos. Y un año en un pequeño de esas edades es muchísimo, es un mundo. Sobre todo porque maduran cognitivamente como a estirones. Igual que cuando crecen en altura. En este sentido a los 6 años hay un cambio muy importante, donde la función ejecutiva se empieza a regular. Entorno a los 8 o 9 años se produce otro cambio importante. De pronto se produce ese estirón y se ve todo de golpe. De la noche a la mañana no pero si de una semana a otra. No desesperemos. Cuando se trabaja con los niños determinados aspectos de su evolución y no vemos resultados no es que no se estén consiguiendo objetivos. Es que los niños necesitan un determinado periodo de tiempo para ir asimilando el aprendizaje.
-En el libro nos ofrecen un consejo muy básico, como es no poner etiquetas al niño. ¿Qué alternativas hay?
-El niño nunca va a funcionar bien con etiquetas. Una de las cosas en las que insistimos mucho es que en castellano existen dos verbos, ser y estar. Podemos decir «tú no eres malo; te estás portando mal, y en concreto hoy porque no has hecho los deberes, porque has gritado a tu hermano…». Debemos especificar exactamente lo que está haciendo mal en ese momento.
-¿Dónde está el límite para llevar al niño a una consulta en el psicólogo infantil?
-La consulta de psicología infantil se ha polarizado mucho. Vemos casos en los extremos, por así decirlo: Padres cuyos hijos no tienen ningún problema de salud mental, que no tienen ninguna patología ni nada clínico. Son historias que se valoran y a los que simplemente se les ayuda porque quieren aprender a hacerlo mejor. Quieren tener menos desgaste emocional en el día a día. O que ven que les está costando más toda la parte emocional del niño. O que quieren aprender sobre regulación emocional, y cómo afecta o cómo tolerar la frustración, cómo se autocontrola. No son en absoluto casos patológicos, pero que acuden a consulta porque quieren saber qué es lo que pueden hacer para mejorar. Por otro lado están los otros casos en el otro extremo, que son patologías más complicadas. Casualmente, son familias que tardan más en venir a consulta. Si que es verdad que se complica pero siempre hay un margen de reacción y un margen de mejoría, si no, no me dedicaría a esto en concreto.
-A su juicio, ¿en qué aspecto deberíamos trabajar sí o sí todas las familias?
-En inteligencia emocional (IE). Aunque de unos años a esta parte ya se empieza escuchar, sigue siendo un tema desconocido. Hay muchas teorías y modelos para trabajarla. A mí me gusta mucho el modelo de Salovey y Mayer, de la Universidad de Yale (EUA), que fueron los que propusieron el propio término de IE. Ellos proponen un modelo basado en cuatro habilidades: la percepción emocional, la comprensión emocional, la facilitación emocional y la regulación emocional.
Hay muchos estudios que relacionan precisamente la regulación emocional con un factor de predicción de éxito en la vida. Y también mucha gente que piensa erróneamente que las emociones hay que suprimirlas o hay que dejar de sentirlas, cuando eso es absolutamente imposible. Tu tienes una emoción y la vas a sentir irremediablemente.
Lo que hay que hacer es aprender a regularlas. Tenemos que entender que cuando afloran en determinados momentos, esas emociones van a facilitarme las cosas, y simplemente tengo que dejarlas que fluyan, porque son apropiadas para esa situación. Si me ha pasado algo puede ser normal que surja la tristeza, y me tengo que permitir mi ratito de estar triste. Pero si yo tengo que ir a dar una conferencia o hablar en público o tengo una reunión en el trabajo y me estoy poniendo nerviosa, eso tengo que aprender a regularlo. Porque ahí los nervios y la ansiedad no me aportan nada, no me ayudan, y me van interferir en mi desempeño.
Los niños también deben aprender a regular las emociones. Hay muchos padres que confunden regular las emociones con aceptar el estallido emocional. Si a determinada edad el niño se frustra por algo, y le permitimos una pataleta que no está ajustada a su edad, con un estallido de gritos y contestaciones, el niño volcará su frustración en los padres.
-¿Cuál debería ser la actitud de los padres ante una pataleta de un niño de 6 o más años?
-En ese momento no se puede dialogar, hay que decirle que se calme. El niño tiene que aprender a calmarse. El problema fundamental es que intentamos dialogar con los niños y hacerles razonar en el momento de estallido emocional, y entonces lo único que conseguimos es que la situación, por así decirlo, termine de explotar. Porque además, como padre o como madre, es muy difícil mantener la calma con un niño gritando. En ese momento hay que dejar que la situación pase, y será cuando el niño esté tranquilo, cuando realmente se pueda hablar y tratar de razonar con él. Al niño le ha podido sentar mal una cosa pero eso no le da derecho a volcar su frustración con la persona que tiene delante. Ya sea su padre, su madre o su hermano.
-¿Qué hacemos con un niño manipulador en casa?
-Los niños manipuladores tienen muy claro su objetivo y no les importa en un determinado momento darle la vuelta a la situación para salirse con la suya. Hay que tener cuidado con los niños que tienen esa tendencia a manipular y ven que la manipulación les sale bien, porque entonces lo van a seguir haciendo. El problema es que se ven muy reforzados, porque consiguen su objetivo. Pero cuando sean un poquito más mayores, o fuera de casa, se van a dar cuenta de que la manipulación no funciona.
Por eso nosotros insistimos tanto en el libro como en consulta que en casa se le puede querer mucho y permitirles todo, porque el amor hacia los hijos es incondicional, pero el problema es que esos niños luego tienen que salir a la sociedad y sus amigos y sus profesores no van a tener un amor incondicional hacia ellos. Los padres sí, y es genial que lo tengan porque además es su labor. Pero también lo es ayudarles a que sean capaces de regularse, de aprender unas básicas que luego le permitan ser feliz en el trabajo y en la vida.
-¿Cuáles son los síntomas más claros de baja tolerancia a la frustración?
-Cuando algo no les sale a la primera a estos niños, o no les sale como creen que les tendría que estar saliendo, entonces se enfadan, y tiran lo que están haciendo al suelo, o tachan, y borran el dibujo. Cuando son más mayores, abandonan y se van del juego. Además se crean ellos mismos una película mental que cada vez les va bloqueando más. Por eso es muy importante que trabajen la frustración. Porque con ella no se consigue nada en la vida. Y encima, les hace sentirse francamente mal, porque cada vez es más difícil conseguir resultados. Hay que entrenar a los niños en el esfuerzo y en la constancia y en que aprendan que es raro que las cosas nos salgan bien a la primera. Que lo normal es que todos tengamos que hacerlo varias veces antes de tener éxito. Ojo, que también hay que ajustar un poco los objetivos que les pedimos.
-Los niños se pelean. ¿Cómo podemos darles alternativas, sin intervenir?
-Lo ideal es que si tienen la misma edad, es decir, si es entre iguales, que aprendan a resolverlo entre ellos sin intervención de un adulto. Porque si intervenimos, no aprenden los recursos y la próxima vez no sabrán como solucionarlo porque pensarán que ya vendrá alguien a solucionárselo. Pero eso no quita para que una vez que ya ha pasado la pelea, hablemos sobre ello, y veamos qué pasó. Para que les preguntemos: ¿Qué es lo que tú sentías? ¿Qué es lo que sentía el otro niño? ¿Por qué discutíais? ¿Cómo se te ocurre a ti que podíais arreglarlo? Si vemos que una situación es muy repetitiva, podemos intentar ensayarla y llegar en común a una solución. Lo que en psicología llamamos «role-playing».
-Los niños de hoy tienen móvil cada vez antes. ¿Qué opina de esto? ¿Cuáles cree que deberían ser las normas en una familia?
-Es importante que quede claro que el móvil lo pagan los padres, y que los niños entiendan desde el primer momento que no tienen derecho al móvil. Que si nos cogemos la Ley de Derechos del Niño, en ninguno de los punto o cláusulas pone que los niños tengan derecho al móvil. El móvil se lo tienen que ganar. ¿Y cómo se lo tienen que ganar? Cada familia tiene que decidir cuáles son las cosas que hay que cumplir. Si los chavales tienen que haber hecho los deberes, que haber estudiado, haber recogido la casa, ayudado a poner la mesa, a hacer la cama… que no está mal que los niños ayuden en casa y que aprendan a ser cada vez más autónomos. La familia es un equipo donde todos tienen que hacer cosas. Papá y mamá no están para servir al niño. Están para darle su amor incondicional, pero no para ser sus súbditos.
Fuente: diario ABC Carlota Fominaya