Leer libros con tus hijos, la mejor manera de reforzar su seguridad

Hay muchas maneras de dedicar a los hijos tiempo de calidad; por ejemplo: leyéndoles un cuento por la noche, lo cual también significa ayudarlos en su crecimiento.

Por Alicia Kelsey López Medina

Uno de los hábitos que brinda mayor bienestar es la lectura, haciendo que sea necesario fomentarla en los niños. De hecho, numerosos expertos destacan que leer libros con tus hijos es la mejor manera de reforzar su seguridad a nivel social y emocional, además de que les ayudará en su intelecto.

Es por ello que se recomienda incorporar la lectura desde temprana edad en los menores, haciéndola parte de la rutina diaria. Una de las mejores maneras de lograrlo es leyéndoles a tus hijos un cuento en la noche; quizás haya personas que lo relacionan con una actividad cliché, pero la realidad es que es una forma de aumentar su seguridad y estimularlos.

Protegidos y sin miedos

Leer libros con tus hijos ayudará a que se sientan seguros, tranquilos y protegidos. Por lo tanto, es una herramienta para reducir sus miedos, dormir solos, o dormir con la luz apagada. Hay que recordar que, según expertos como la psicóloga Silvia Álava, los niños viven una etapa de miedos de los dos a los seis años de edad.

Amados

Otro beneficio de la lectura es que los niños se sienten amados, porque están con los seres más importantes para ellos: sus padres. Y tenerles cerca, escuchar su voz y que les expliquen las cosas los hace sentir más cercanos. Este tiempo es vital para ellos e igual para ti, porque refuerza los lazos afectivos y la confianza.

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Los niños pasan mucho tiempo jugando. Jugar no es sólo divertirse, cuando los niños juegan están aprendiendo y se consolidan muchos procesos cognitivos. A través del juego se adquieren conocimientos, valores, además de generarse emociones agradables.

Queremos que los niños y niñas aprendan lo máximo posible, que no se retrasen en el colegio, que sigan el ritmo impuesto por el centro educativo, y en ocasiones se nos olvida que muchos aprendizajes se pueden realizar a través del juego.

La neuropsicología nos muestra que el aprendizaje se consolida mejor a través de las emociones agradables. Pensar que los niños tienen que sufrir o pasarlo mal para aprender no tiene ninguna base científica. Lo que se aprende jugando se retiene y se reproduce mejor.

Seis grandes beneficios del juego infantil:

  1. Cuando los niños juegan, adquieren autonomía, dado que según van creciendo les iremos pidiendo que cada vez se entretengan solos durante más tiempo, que sean ellos quienes decidan a qué jugar y que sean capaces de dirigir su juego.
  2. El juego aumenta la seguridad de los niños y la confianza. Ellos son los que dirigen el juego y conocen las reglas, lo que hace que se sientan líderes y capaces.
  3. El juego también sirve para desarrollar la autoestima, dado que los niños aprenden a conocerse, saber cuáles son sus fortalezas y cómo mejorar sus habilidades.
  4. A través del juego también se desarrollan habilidades sociales, especialmente en las interacciones grupales, ya que hay que aprender a negociar, a ceder, a seguir las reglas… todas ellas habilidades esenciales en la vida adulta.
  5. El juego sirve para desarrollar múltiples procesos intelectuales, como el razonamiento lógico y abstracto, la memoria, la atención, la organización espacial, la función ejecutiva…
  6. Muchas de las competencias emocionales necesarias para tener éxito en la vida se pueden desarrollar a través del juego.

Conociendo los beneficios del juego, ¿a qué esperar para aprender jugando? Descárgate gratis nuestra vídeo-guía #AprenderJugando:

Niños más independientes y menos sobreprotegidos, ¿Cómo lo hacemos?

Hablamos con Hola.com para dar con las claves sobre cómo evitar la sobreprotección y crear niños seguros, capaces y que puedan desarrollar habilidades socioemocionales. En definitiva, niños que sean felices.

Por POR MARTA DÍAZ DE SANTOS

Todos los niños atraviesan una etapa, durante aproximadamente los dos años de edad, en la que descubren que ellos también pueden hacer las cosas por sí mismos y se sienten con ganas de indagar e investigar. “Muchos lo identifican como la etapa del: “yo”, “solito”, “a mí”, es un momento muy especial que debemos de aprovechar para fomentar su autonomía y que se sientan más capaces”, asegura Silvia Álava Sordo, doctora en psicología clínica y de la salud y autora del libro ‘Dani quiere ser mayor’.

Nos cuenta que el deseo natural de los padres es que sus hijos sean felices y tengan una buena autoestima. “Sin embargo, no siempre somos conscientes de que está en nuestra mano hacer mucho para que se desarrollen correctamente y sean unos niños seguros, o todo lo contrario”.

Hay adultos que malentienden el amor hacia sus hijos y piensan que, haciéndoles todo, serán más felices. Detrás de este comportamiento, suelen estar ideas del tipo: “ya crecerá y tendrá tiempo de sufrir”, “si a mí no me cuesta nada”… sin ser conscientes de las implicaciones que esto tendrá en su desarrollo.

La experta concluye que los niños cuyos padres tienen un estilo educativo más sobreprotector suelen desarrollar menos competencias emocionales, desarrollan menos herramientas para desenvolverse con éxito en la vida, son más inseguros, pueden tener más problemas de autoestima y es más probable que sean víctimas de bulling y que desarrollen trastornos de ansiedad. Como conclusión, a la larga pueden ser más infelices.

“Sin embargo, cuando los adultos les acompañamos desde que son bebés y les vamos enseñando a valerse por sí mismos, les estamos dotando de herramientas y estrategias para que: se sientan seguros y capaces, para que desarrollen habilidades socioemocionales, aprendan a sentirse seguros y queridos, con una mayor autoestima, y en definitiva sean más felices”, indica.

Cómo evitar la sobreprotección: acompaña a tu hijo

La protección es algo normal, natural e instintivo, además de necesario para nuestra propia supervivencia”, indica Silvia Álava Sordo. El problema, nos confiesa, es cuando estamos demasiado encima y pasamos de proteger a nuestros hijos a sobreprotegerlos.

“No se trata tampoco de no atenderlos o dejarlos solos y que ellos no cuenten con nuestra ayuda. Hay que acompañar al niño, estar a su lado, escuchando de forma atenta sus problemas y alentándole para que los resuelva. El mensaje a trasmitirles es tú puedes. Se trata de estar a su lado, permitiéndole que haga las cosas solo, que coma solo, aunque se manche, que investigue por el parque, pero sin perderle de vista…”, sostiene la experta.

Decálogo para evitar la sobreprotección

  • Deja que el niño experimente: “Los bebés necesitan explorar y conocer el mundo que les rodea, y esa necesidad sigue vigente cuando el niño crece. Permítele que lo haga, y vigila, sin que él lo note, que no hay ningún peligro”.
  • Fomenta su independencia: “Que aprenda a jugar él solo, a entretenerse sin que un adulto esté las 24 horas del día encima de él”.
  • Trabaja su autonomía: “Que el niño aprenda a resolver sus necesidades fisiológicas básicas, como el control de esfínteres, el comer, que aprenda a vestirse solo, a dormir…”
  •  No hables por él: “Si estamos en un restaurante, que pida él las cosas al camarero, si vamos al parque, que pregunte él si puede jugar con los otros niños”.
  • Ayúdale a reflexionar sobre cuál es la mejor solución: “En ocasiones los niños no saben cómo resolver sus problemas. Prueba a escucharle, a preguntarle cómo cree que lo podría solucionar y ayúdale a reflexionar sobre la mejor solución. Tiene que aprender a proponer opciones, a valorarlas y a elegir la más adecuada”.
  • Fomenta su pensamiento crítico: “No le des la solución a sus problemas, pregúntale su opinión y ahonda con él sobre el porqué de las cosas”.
  •  Fomenta que juegue con otros niños: “Que cuando está con los demás, permitas que se vaya con otros niños, que se aleje y que disfrute con los demás”.
  •  Permite que colabore en casa asignándole tareas adecuadas para su edad: “Con un año puede dejar la ropa sucia en el cesto, con dos años puede llevar el pan o las servilletas a la mesa… se trata de ir asumiendo sus responsabilidades según vayan creciendo y que vean que pueden hacer las mismas cosas que los demás”.
  • Respeta su ritmo de aprendizaje: “No todos los niños aprenden a la misma velocidad, se trata de alentarle a que haga las cosas y se enfrente a pequeños retos, pero sin presionarle. Puede que su hermano con dos años y medio llevara una bicicleta sin ruedines y que él no lo consiga hasta los cuatro”.
  • Que practique nuevos deportes o actividades que le supongan un cierto esfuerzo, constancia y rutina.

Propuestas de la experta:

En definitiva, no se trata de dejarles solos y que terminen frustrándose, ya que hay cosas que no saben hacer, sino que deberemos de acompañarlos en el proceso, para que aprendan durante el mismo. Para ello, debemos de incluir dos elementos esenciales en la ecuación: tiempo y paciencia. Los niños tardan en aprender y sabemos que las prisas no son buenas.

  • La psicóloga nos plantea planificar las tareas que pueden hacer tus hijos: “Dependiendo de la edad y de sus características, podrán hacer más o menos”.
  • Reservar el tiempo necesario para que puedan hacerlas: “El tiempo que el menor necesita, no en el que tú crees que debería haberlo hecho”
  • Trabajar la persistencia y el sentido del esfuerzo: “Las cosas rara vez salen bien a la primera, se trata de enseñarles el valor del esfuerzo, que adquieran tolerancia a la frustración y que vean cómo van mejorando y cómo, al final, lo consiguen”.
  • Tener paciencia: “El estrés no ayuda a aprender, de hecho, interfiere en el mismo llegándonos incluso a bloquear tanto a los niños como a los adultos”.
  • Trabajar desde la emoción: “La neuroeducación nos ha demostrado que los aprendizajes se generan y consolidan mejor, a través de las emociones positivas, como, por ejemplo, la calma, la curiosidad, la satisfacción…”
  • Utilizar la motivación extrínseca: por ejemplo, con refuerzo social, “mostrándoles nuestro reconocimiento ante su esfuerzo y lo mayores que se están haciendo”.
  •  Y, sobre todo, la motivación intrínseca: “Es decir, que reconozcan las emociones asociadas al proceso del aprendizaje, por ejemplo, reconociendo lo orgullos que están cuando consiguen hacer las cosas ellos solos y se esforzaron haciéndolo lo mejor posible”.
  • Tener muebles y los espacios adaptados a ellos para favorecer su autonomía, de manera que no dependan de un adulto. Cosas sencillas como colgar el abrigo al entrar en casa, guardar la ropa en su sitio, colgar la toalla después del baño… “Así, las podrán hacer ellos solos y no necesitarán la ayuda de un adulto”.

FUENTE: Hola.com

Participación en el programa A vivir de cadena Ser: «Las preguntas de Broncano y Burque»

¿Tus amigos te hacen más inteligente?

Nuestras amistades de la infancia nos pueden haber influido mucho. Un estudio publicado por la Universidad Internacional de Florida confirma que la inteligencia de un adolescente de 15 años está correlacionada con la del que era su amigo a los 11. Hablamos con Javier del Pino y Burque, sobre la influencia de las amistades cuando somos más pequeños.

Quitarse la mascarilla, motivo de ansiedad para adolescentes: ¿Cómo ayudarles a sentirse más seguros sin estar tapados?

Los psicólogos insisten en la importancia de no forzar y darles su tiempo. Muchos reconocen que sienten vergüenza al quitarse la mascarilla por miedo al qué dirán los demás sobre su aspecto físico.

Para muchos adolescentes, quitarse la mascarilla supone un motivo de ansiedad: que se les vean los granos, su verdadera imagen… admiten que se sienten más seguros tapados. Los psicólogos insisten en la importancia de no forzar y darles su tiempo. Porque, aunque parece algo fácil quitarse la mascarilla, para algunos implica mucho más. Manuel, de 13 años, lo ve a diario en su colegio.

«Hay algunos que se levantan un poco la mascarilla por debajo, le dan un mordisco al bocadillo y se vuelven a tapar», cuenta este menor del Colegio Sagrado Corazón-Fundación Spínola de Sevilla. Se sienten desnudos («es como si me quito los pantalones», comenta una alumna), y les genera inseguridades: «Siempre piensas en qué le pareces a la otra persona cuando te bajas la mascarilla».

Para José Luis Barrejón, orientador de Secundaria y Bachillerato de Brains International School, está claro lo que sucede con esta nueva problemática: «Permite tapar aquellas características de su físico con la que no se sienten tan cómodos». Una valoración a la que se suma Silvia Álava, doctora en Psicología: «Esa sensación de seguridad hace que no quieran quitarse la mascarilla».

Les sucede más a ellas que a ellos. Para adentrarse más en esta cuestión, un equipo de laSexta se fija en un grupo de estudiantes que se juntan en el patio. Son nueve, y seis de ellos tienen la mascarilla puesta, y otros dos, aunque quitada, la mantienen cerca, algo que evidencia un empleo alternativo de la mascarilla. En el Brain International Schools de La Moraleja, los menores hablan de esas inseguridades.

A Luna, de 12 años, le costó quitársela: «Pensaba que iban a decir cosas sobre mí, lo mismo que le pasó a mis amigas. Teníamos vergüenza«. Aunque es normal, según dicen los orientadores, al tratarse de una época de cambios, altos y bajos de autoestima, como es la adolescencia. «Es una época de cambios físicos y de presión sobre su imagen», ha destacado Ana Herrero, coordinadora del Departamento de Orientación de este centro educativo.

La solución pasa por trabajar la autoestima y por no forzar. «Es importante, si no se quieren quitar la mascarilla, no forzar, darles tiempo y validar las emociones que están sintiendo», ha expuesto Silvia Álava. Así, todos, también ellos, nos iremos adaptando a la que siempre ha sido nuestra realidad, tanto dentro como fuera de las aulas.

FUENTE: lasexta.com

¿Cómo sobrevivir a los terribles 2 de tu hijo sin perder los nervios?

Es posible afrontar las rabietas desde el respeto y evitar que tus hijos se contagien, aunque aún no hayan cumplido todavía los 4 años.

ROCÍO NAVARRO MACÍAS

Si hay algo que define dos años, también conocidos como los terribles 2, son las rabietas. La etapa comprendida entre los 24 y los 36 meses se caracteriza por episodios recurrentes de enfado, llantos y gritos. Un periodo que puede ser todavía más desafiante si entra en la ecuación un segundo hijo que aún no ha cumplido los cuatro años. 

Aunque estos capítulos pueden hacer perder los nervios hasta a los padres de espíritu zen, forman parte del desarrollo evolutivo normal de los niños. Manejar la reactividad personal y ayudar a los pequeños a salir de estos momentos de forma digna son aspectos clave para evitar que las pataletas se contagien.

“Las mal llamadas “rabietas” no son demostraciones de poder, sino expresiones emocionales completamente naturales y normales, fruto del desarrollo emocional de una persona”, comparte Tania García, educadora sociofamiliar y autora del libro sobre autoestima infantil Quiérete mucho (Vergara, 2022). Tomando una perspectiva amplia de la situación, se trata de un gran cambio para los pequeños que comienzan a ser conscientes de que son seres independientes.

“En torno a los dos años hay un momento evolutivo que es muy bonito para los niños, van desarrollando la conciencia de que son personas, que importan y pueden expresar su opinión… Como no saben regularse, la forma de sublebarse y reivindicar su sitio es la rabieta”, explica Silvia Álava, psicóloga clínica y de la salud y autora de El Arte de Educar Jugando (J de J editores, 2021).

El porqué de las rabietas

Cuando se siente frustrado, cansado, triste, con miedo, enfado… no tiene otro mecanismo

Cuando los niños comienzan a sentirse independientes, también se topan con la realidad de que no todos sus deseos pueden cumplirse y, entonces, se desata la tormenta. “Lo habitual es que en torno a los dos años todos los niños tengan rabietas. A los 3 ó 4 años empieza a madurar dentro del cerebro lo que se llama la red de control ejecutivo o, en otras palabras, la capacidad de regulación emocional. Antes de ese momento, cuando un niño entra en una fase de rabieta no sabe salir, es materialmente imposible”, comenta Álava.

Por ello necesitan a sus padres para superar estos capítulos. “El cerebro de una niña o un niño es puramente emoción y como tal, cuando se siente frustrado, cansado, triste, con miedo, enfado… no tiene otro mecanismo que gritar, patalear, llorar…”, analiza García.Lee también

Este tipo de situaciones se tornan más problemáticas cuando los adultos malinterpretan los hechos o la propia rabieta merma sus recursos y paciencia. Ser consciente de que los niños no entran en ellas por molestar, ni fastidiar es fundamental para que los padres las resuelvan de forma adecuada. 

“Si las personas adultas estigmatizamos esas expresiones viéndolas como algo perjudicial o una lucha de poder, tan solo conseguiremos aportar una educación emocional nula, sin permitir que los niños vivan sus propios sentimientos”, continúa la educadora.

¿Y si hay dos pequeños?

Cuando las rabietas de los menores acaparan la atención los más mayores las replicarán

Los hermanos mayores suelen ser modelos para los más pequeños, pero cuando las rabietas de los menores acaparan la atención de los padres, los más mayores pueden replicarlas para reclamar el interés de sus padres. Lee también

“Cuando tenemos varios hijos es interesante que reciban siempre más atención en positivo que en negativo. Es decir, que los progenitores no se centren en el enfado y eviten así que la rabieta tenga esa ganancia secundaria de dejarlo todo para intervenir”, recomienda Álava. Además de actuar con calma y conocimiento, es importante tratar a los hijos de forma individualizada. “Cada hijo necesita que pasemos aunque sean unos minutos a solas, aportándoles el acompañamiento emocional personalizado que necesitan de sus padres”, aconseja García.

¿Cómo manejar las rabietas?

Si tu nivel de tolerancia comienza a flaquear, abandona el conflicto unos minutos

Cuando las rabietas se cuentan por varias al día, durante semanas o meses, es normal que a los adultos les sobrepase la situación. La razón se encuentra en el umbral de tolerancia a la frustración. “Son varios los motivos que pueden hacer que un adulto pierda los nervios. Primero, porque son situaciones desagradables y, segundo, porque como adulto mantienes una planificación del día y 15 minutos de rabieta pueden romperla. En otras palabras: ‘Me frustro porque las cosas no salen yo creía que tenían que salir”, explica la psicóloga. Lee también

Para elevar este umbral es importante practicar el apego seguro, lo que implica nombrar la emoción y pedir ayuda. “Parar, analizar el motivo de la reacción e identificar la emoción que sentíamos en ese momento ayuda a explicar la reacción, pero no desde la culpa. Nos hace ver de forma lógica que existe una causa y una consecuencia. Esto aporta opciones para no volver a cometer el error o, al menos, intentar evitarlo”, indica Álava.

Si el adulto siente que su nivel de tolerancia comienza a flaquear, puede ser de ayuda abandonar el conflicto durante unos minutos para evitar ponerse al nivel de los pequeños. Esta herramienta debe abordarse no como un castigo, sino como una búsqueda de calma. La experta aconseja utilizar frases como: Cuando me gritas o me pegas no me gusta, me haces daño y me tengo que ir un momento. “Si te quedas dentro, lo más probable es que te enciendas a nivel emocional y acabes con un grito y de la peor forma. Es importante respirar y volver con otra actitud para ofrecerles una salida digna”, concluye Álava.

FUENTE: lavanguardia.com

Hablamos del miedo a quedarnos sin comida en Ya Es Mediodía

Os comparto mi participación en el programa Ya Es Mediodía de Tele5 en el hablamos sobre ese impulso que nuevamente se repite en España y que nos lleva a ver imágenes de supermercados con estanterías vacías.

Los jóvenes, la felicidad y las pantallas. Colaboración con ThinkBig

Hoy en día la mayor fuente de ocio de los jóvenes tiene un origen digital. Lo mismo ocurre con los niños y los adolescentes. Es cierto que las pantallas nos proporcionan momentos muy agradables, ofreciendo muchos beneficios, así:

Nos permiten amplificar nuestras oportunidades de relacionarnos en un ámbito social. Podemos establecer y mantener amistades que, sin las nuevas tecnologías no serían posibles, incluso buscar a quienes tienen nuestros mismos intereses para formar una comunidad sin la necesidad de vivir cerca.

Las redes sociales e Internet favorecen el aprendizaje.

Gracias a ellas tenemos la posibilidad de acceder a cualquier tipo de interés. Los jóvenes pueden encontrar aquello que les interese, fomentando su curiosidad y abriendo puertas al aprendizaje. Además, se potencia la creatividad, pueden crear y distribuir contenidos, lo que también da pie a autorregularse sobre qué contenido subir, cuál puede ser hiriente, etc.

Gracias a las nuevas tecnologías hemos podido teletrabajar durante el confinamiento y muchas organizaciones valoran el teletrabajo como una opción para conciliar la vida laboral y personal. Las opciones para formarse a todos los niveles también se han disparado teniendo alcance a cursos y universidades de todo el planeta. Incluso las posibilidades de ocio se vuelven infinitas, Internet nos da acceso a la cultura, al cine, a la información, etc., casi en tiempo real.

Las pantallas dificultan la interpretación de las emociones

Sin embargo, y pese a los estudios realizados, no existe ninguna evidencia que relacione, de forma directa, el uso de las nuevas tecnologías con la felicidad. Es cierto que aportan muchos beneficios a nuestra vida y es importante ser conscientes de ello. Aunque, a fecha de hoy, no podemos afirmar que nos ayuden a ser más felices. Por contra, sí que hay estudios que nos muestran cómo su abuso podría llegar a interferir en nuestro bienestar emocional.

Cuando existe un exceso en el uso de las pantallas, nos dificulta interpretar las emociones de los demás. Siendo más difícil comunicamos a través de este medio, que cuando lo hacemos cara a cara, dado que perdemos la información que nos da la comunicación no verbal.

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La importancia de la empatía

Hay estudios como el de la Dra. Sherry Turkley que muestran que en los últimos 20 años se ha detectado una caída de la empatía del 40% en los estudiantes universitarios, debido al abuso de las nuevas tecnologías. En sus investigaciones, los chicos y las chicas que dedicaban más tiempo a sus móviles, perdían capacidad para empatizar, porque no eran capaces de reconocer los matices en la cara de las personas. Los sentimientos nos hacen mostrar en el rostro una riqueza de expresiones, que algunos adolescentes, ante la falta de contacto personal, no saben descifrar. La buena noticia es que estas habilidades se recuperaban en cuanto volvían a tener interacciones cara a cara de una forma normalizada.

Curiosidad, autocontrol y estabilidad emocional

Por otro lado, gracias a los estudios de Jean Twenge en Estados Unidos, sabemos que un exceso en el número de horas de exposición a las pantallas, en los adolescentes y niños americanos, se asociaba a una disminución de su bienestar. En sus investigaciones, los niños y adolescentes que más horas empleaban en ocio electrónico mostraron una menor curiosidad, autocontrol y estabilidad emocional. Además, en el grupo donde más se utilizaban las pantallas electrónicas, el número de casos de ansiedad y depresión era el doble. Otros autores hablan de un menor desarrollo de lenguaje cuando los niños están sobreexpuestos a las pantallas en edades tempranas, falta de atención o menor desarrollo de las habilidades sociales.

También es importante tener en cuenta el balance entre el ocio digital y otras variables, como, por ejemplo, el deporte y la actividad física. Así, hay estudios realizados en países como China, Australia y Canadá que confirman que el incremento de las horas ante las pantallas, junto con una insuficiente actividad física, pueden ser factores de riesgo que podrían llegar a incrementar los síntomas de depresión, ansiedad e insatisfacción con la vida académica en los niños y adolescentes.

Un uso más moderado de los dispositivos electrónicos

Por tanto, no podemos afirmar que las pantallas estén vinculadas con la felicidad en los niños y jóvenes, pero tampoco todo lo contrario, sino que dependerá mucho del uso que le demos, del contenido y de que no caigamos en el abuso.

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Según los estudios, los jóvenes y adolescentes que invierten más tiempo en practicar deporte, quedar con amigos, leer, compartiendo su tiempo con los demás en actividades de voluntariado, etc., se sienten más felices, que aquellos que pasan más tiempo solos ante las pantallas. Los efectos negativos se disparan claramente, al pasar más de cinco horas diarias delante de las pantallas. Autores como Sonja Lyubomirsky, reconocida estudiosa en el campo de la felicidad, plantea que el ocio digital tiene un efecto positivo para desconectar siempre y cuando cumpla unas condiciones:

  • Marcar un “límite diario”: resulta útil para descansar de nuestras obligaciones diarias, ver una serie de televisión, ojear las redes sociales, cuando no se supera el límite de los 45 – 60 minutos. A partir de entonces, ya no sería tanto para desconectar, sino “vegetar”.
  • Mejor “muchos pocos”: igual que ocurre en otras áreas de nuestra vida, es mejor tener pequeños momentos de bienestar repartidos a lo largo de un extenso periodo de tiempo, que un gran atracón de felicidad en un momento puntual. Por eso, para incrementar nuestra felicidad es más recomendable ver cada día un capítulo de nuestra serie favorita, que un maratón sin parar de todos los capítulos seguidos.

Se trata de utilizar correctamente las nuevas tecnologías, para poder disfrutar de sus múltiples beneficios.

El objetivo es evitar el desplazamiento digital, es decir, que las pantallas desplacen el tiempo de otras actividades, que sabemos que también están relacionadas con el bienestar emocional y la salud. Como pueden ser las actividades deportivas y sociales, la lectura, la participación en actividades que requieran un compromiso, el respetar las horas de sueño necesarias para un correcto descanso. Sin olvidarnos de mantener una alimentación equilibrada.

FUENTE: https://blogthinkbig.com/jovenes-felicidad-pantallas

Niños felices: claves para fomentar la felicidad en nuestros hijos

Todos queremos que nuestros hijos sean felices, pero ¿les estamos dando las herramientas que les van a permitir alcanzar el tan ansiado bienestar emocional?

Por María Dotor

Si hay que algo que queremos las madres y padres por encima de todo es que nuestros hijos sean felices. Pero ¿qué es realmente ser feliz? Solo si sabemos lo que se esconde detrás de la felicidad podremos ayudar a nuestros hijos a disfrutar de ella. A averiguarlo nos ayudó la psicóloga Silvia Álava en un IGLIVE con motivo de la publicación de su último libro: ‘¿Por qué no soy feliz?’

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¿Qué es realmente ser feliz?

«Tenemos una idea equivocada de lo que es la felicidad. Tendemos a pensar que ser felices es no tener problemas, que todo a nuestro alrededor vaya bien, estar alegres 24/7, pero esta idea es la que nos aleja de la felicidad y nos lleva a frustrarnos», nos decía Silvia Álava, según la cual la felicidad «tiene que ver más con encontrarnos bien, a gusto, en calma y en paz con nosotros mismos». Por tanto, el objetivo, «más que la felicidad, es el bienestar emocional, y el bienestar emocional no viene de serie, se trabaja».

Este fue uno de los primeros aprendizajes que nos dejó el encuentro con Silvia Álava: la felicidad no depende tanto de nuestras circunstancias, sino de cómo afrontamos nosotros estas circunstancias, por tanto, es algo en lo que se puede trabajar. «Para ser feliz no necesitamos cambiar las circunstancias de la vida. Necesitamos cambiar la forma de entenderla y de enfrentarnos a ella».

«Para ser feliz no necesitamos cambiar las circunstancias de la vida. Necesitamos cambiar la forma de entenderla y de enfrentarnos a ella».

Silvia Álava – Psicóloga y autora de ‘¿Por qué no soy feliz?’

¿Qué hay del componente genético? ¿Hay algo en nuestro ADN que nos predisponga a la tristeza o a la felicidad? «Sí, se sabe que el 50% de nuestra capacidad para ser felices se debe a nuestra genética. El 10% a las circunstancias que nos rodean y el otro 40% está en nuestra mano. Pongámonos a trabajar sobre este 40%, ahí está la clave», nos dice Silvia.

El origen de la infelicidad de nuestros hijos

Uno de los errores más comunes que cometemos en la educación es sobreproteger a los niños, de tal forma que procuramos evitar que sientan cualquier emoción desagradable. «Algunos padres malinterpretan el amor y piensan que es mejor proteger a sus hijos de cualquier emoción desagradable, o intentan protegerse ellos mismos del dolor que supone verles sufrir».

¿Por qué hacemos esto? «Solemos creer que la vida es muy complicada y que ya tendrán tiempo de sufrir, mientras puedan que disfruten y que sean lo más felices posible. Sin embargo, cuando hacemos esto, no nos damos cuenta de que no estamos permitiendo a nuestros hijos aprender regular esas emociones y cuando aparezcan, estarán desprotegidos, no sabrán qué hacer. Y este es, sin duda, el origen de su infelicidad.»

La sobreprotección es un enemigo de la felicidad. Sobreprotegiendo a nuestros hijos les dejamos sin recursos emocionales para desenvolver en la vida

Silvia nos ponía un ejemplo: «Si mi hijo llega a casa del cole llorando porque ha perdido su pelota y nosotros le decimos que no debe llorar, que no pasa nada, que ahora mismo vamos a comprar otra, lo que estamos haciendo es, en primer lugar, negar su emoción, y en segundo lugar anestesiarle emocionalmente, haciéndole «feliz» otra vez dándole otra pelota». ¿Qué debemos hacer entonces? Silvia nos proponía que «aprovechemos las pequeñas situaciones del día a día para hacer esa educación emocional».

Ante el ejemplo anterior, es conveniente, nos decía, hacer cuatro cosas:

  1.  Nombrar la emoción: «Estás triste».
  2.  Validar la emoción: «Es lógico que estés triste, yo también lo estaría»
  3.  Explicar la causa: «Estás triste porque has perdido tu pelota favorita».
  4.  Buscar una solución juntos: «¿Qué se te ocurre que podemos hacer para arreglarlo?». Podemos darle pistas: «Mañana podemos ir a buscarla a objetos perdidos del cole, y si no está, pediremos una por tu cumple. Mientras podemos jugar con la raqueta».

«No se trata de hacer sufrir a los niños inúltimente, ni de frustrarles de manera gratuita, sino de permitirles sentir sus emociones sin juzgarles, enseñándoles a identificar la causa y la consecuencia de su emoción y enseñarles a regularlas. O lo que es lo mismo, enseñarles habilidades de la inteligencia emocional, tan necesarias en la vida».

Enseñar a nuestros hijos a valorar lo que tienen es un aprendizaje que les acercará a la felicidad FREEPIK

Los enemigos de la felicidad

Aunque la felicidad, en palabras de la propia Silvia Álava, es algo interno que nadie «nos puede dar y que nadie nos puede quitar», sí que existen personas, circunstancias, cosas que pueden alterar nuestro bienestar emocional y el de nuestros hijos, una de estas cosas es la comparación social. «En ocasiones, dicha comparación viene propiciada por los propios padres y entorno familiar, que nos instan a «ser los mejores» o que preguntan no solo qué nota hemos sacado, sino también la nota que han sacado el resto de compañeros de clase. Sin ser conscientes, este modelo de comparación continua con los demás es otorgar a nuestros hijos una fuente de insatisfacción permanente».

«El modelo de comparación continua con los demás es otorgar a nuestros hijos una fuente de insatisfacción permanente».

Silvia Álava – Psicóloga

Por supuesto que en la vida es aconsejable querer mejorar, alcanzar meta… El problema, dice Silvia, es cuando «el objetivo no es sentirse orgulloso y satisfecho con respecto a lo que haces, sino hacer más que los demás». En este caso, nuestros hijos estarán desarrollando una autoestima externa, que depende de la validación de los otros, y no una autoestima interna, en la que tú te valoras sin tener en cuenta lo que hacen los demás.

El falso «Si quieres, puedes»

Otro gran enemigo de la felicidad es la filosofía del «si quieres, puedes», que transmite la idea de que debemos perseguir nuestros sueños, luchar por ellos y, si no los conseguimos es que somos unos fracasados o no lo hemos intentado con todas nuestras fuerzas. Silvia nos advierte de los riesgos de transmitir esto a nuestros hijos: «Se nos olvida que cada persona es un mundo, con su casuística y sus circunstancias, y que no siempre va a poder conseguir lo que sueña. A veces, porque no es realista en lo que quiere, tiene que ajustar sus expectativas». Por tanto, sería fundamental enseñar a nuestros hijos que, como dijo Ortega y Gasset «Yo soy yo y mis circunstancias», y que estas me condicionan profundamente. De no hacerlo, cuando no llegue a algo, se frustrará.

«Hay que enseñar a nuestros hijos que cada persona es un mundo, con su casuística y sus circunstancias, y que no siempre va a poder conseguir lo que sueña. Este aprendizaje le va a evitar muchas frustraciones»

Silvia Álava – Psicóloga

¿Y qué hay de disfrutar y amar lo que tenemos y dejar de anhelar lo que no tenemos? Silvia Álava recuperó una cita de San Agustín: «La felicidad es seguir deseando todo lo que uno ya posee», por tanto, centrarnos en lo que no tenemos en vez de valorar lo que tenemos puede llevarnos a entrar en un estado de «inconformidad constante».

FUENTE: FarodeVigo.es

El libro que desvela cómo disfrutar de la vida y ser felices a pesar de las dificultades

Por CARMEN RAYA

Con motivo de la celebración el 20 de marzo del Día internacional de la Felicidad, y pese a las circunstancias que estamos viviendo, Silvia Álava quiere que aprendas a ser feliz (o a potenciar al máximo dicho sentimiento) y para eso ha formulado una serie de consejos, 10 para ser exactos, que pueden contribuir a incrementar nuestra felicidad y que además cuentan con el respaldo de la investigación científica. Todas están en el libro ‘¿Por qué no soy feliz?’ de la psicóloga Silvia Álava.

1.    Pasar tiempo con amigos o familiares. Todas las personas nos sentimos más felices cuando estamos con otras personas, cuando nos sentimos integrados y sentimos que pertenecemos a un grupo o una familia. Si tuviéramos que traducir toda la literatura científica de las causas de la felicidad humana en una sola palabra sería “social”. Somos con diferencia la especie más social de la Tierra. Si tuviera que predecir tu felicidad y solo pudiera saber una cosa de ti, no me interesaría conocer tu sexo, religión o ingresos. Querría saber sobre tu red social: amigos, compañeros de trabajo, familiares… y la solidez de tus lazos con ellos.

2.    Hablar con los amigos y compañeros. Cuidar las relaciones sociales. Cuidar y quedar con los amigos y hacer nuevas amistades también se relaciona con la felicidad.

3.    Llevar un “Diario de Gratitud”, anotar cada día, al menos, tres cosas por las que estamos agradecidos, o aquello que más nos han gustado del día, tomando el tiempo de reflexión necesario para ser conscientes de las cosas buenas. Aumentará nuestra satisfacción general y nos ayudará a dormir con un espíritu más positivo.

4.    Trabajar por una causa mayor. Tener un fin, un objetivo en la vida que nos mantenga con energía, por el que levantarse cada mañana.

5.    Realizar actos altruistas. Ofrecer nuestro tiempo y/o nuestro dinero es una vía para alcanzar la felicidad, compartir, dar lo que no necesitamos y que para otros puede significar todo un tesoro, es una gran labor que todos podemos realizar.

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6.    Enviar mensajes positivos. Reforzar los comportamientos positivos de los demás y aprender a enviar mensajes de refuerzo y en positivo, incrementará nuestras emociones positivas y hará que nos sentimos más felices.

7.    Hacer como mínimo 30 minutos de ejercicio al día. Cuando nos movemos segregamos endorfinas que hacen que nos sintamos mejor.

8.    Dar las gracias. La gratitud es uno de los mayores predictores de la felicidad. Cuando agradecemos las cosas que hacen por nosotros las personas que nos rodean, incrementamos nuestra felicidad.

9.    Tener ilusión porque llegue algo. Crear y fomentar nuestras propias ilusiones: las cosas tienen la importancia que nosotros les damos, no hace falta que sean cosas materiales en las que tengamos que gastar dinero, incluso, mejor si el dinero no interviene: dar un paseo, charlar con un amigo, disfrutar de una buena comida…

10.     Reforzar nuestras virtudes. Cada vez que utilizamos una habilidad, sea la que sea, experimentamos un subidón de positivismo. Especialmente cuando ejercitamos una fortaleza de nuestro carácter, un rasgo propio y arraigado en nosotros. Por eso es importante pararnos a observar, saber cuáles son nuestras fortalezas y ser conscientes de que las estamos poniendo en práctica.

FUENTE: Stilo.es