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Hablamos de las rupturas de pareja y las redes sociales en las Noticias Fin de Semana de Antena 3 Tv

Os adjunto el link al telediario de las Noticias Fin de Semana de Antena 3, donde hablamos sobre las rupturas en la era digital. Pincha en la imagen para ver el vídeo, que comienza en el minuto 27:28

Silvia Álava Noticias Fin de Semana2

 

Viernes de Podcast: Hablamos de «Bullying, acoso escolar» en Capital Emocional, de Capital Radio

Capital Emocional - Silvia Álava

Duración: 60:00m
“Las 365 reflexiones de lo realmente importante en nuestra vida” elige como reflexión: “Oro parece plata no es” como punto de partida desde el que no dejarse llevar por las apariencias. Tras ella, la Conversación profundizará de manera especial en la “Gestión del talento excelente: Asociación Celera” con Francisco Martínez. Justo después serán la Escuela Europea de Coaching y Rosa Barriuso quienes, en la “La Píldora de la Felicidad”, compartan con nosotros lo relativo a “Madres y madres de adolescentes” atendiendo al rol actual de la mujer, máxime en un día tan señalado como es hoy, día de la mujer. Desde Tech-Inno-Emoción retomamos nuevamente lo relativo a “Virtual Bullying (2)”, gracias a SMS Europa y Daniel Kumpel. Y, lo mismo para la parte final del programa, aprovechando que esta semana se la dedicamos a los más pequeños con nuestra Sección “Educa” y Silvia Álava Sordo: “Bullying, acoso escolar (2)”. ¡Eleva tu dosis de Capital Emocional!

Qué hacer (y qué no) en el grupo de WhatsApp de padres del colegio. Colaboración con el diario ABC

En ocasiones, la raya roja entre el buen uso y el abuso de estos grupos de progenitores de niños en edad escolar es difusa

whatsapp

Las fotos personales de las paellas del domingo, los goles de nuestro equipo favorito, los postres hechos en casa o el descuento de turno. ¿Dónde está el límite a la hora de enviar ciertos mensajes en los grupos de WhatsApp de padres del colegio? ¿Cómo podemos hacer un mejor uso de la herramienta sin caer en el absurdo? Es habitual que por cada hijo se formen grupos de clase, de extraescolares, cumpleaños, o festivales de fin de curso con el objeto de disponer de un canal de comunicación ágil que ayude a mantenerse informados sobre novedades e imprevistos. El chat sustituye a los corrillos de la puerta del colegio, y puede ser un medio muy eficaz para distribuir información importante en cuestión de segundos.

Entonces… ¿por qué tiene tan mala fama? Los problemas surgen, explica Guillermo Cánovas, director del Observatorio para la Promoción del Uso Saludable de la Tecnología: EducaLIKE, «cuando algunas familias hacen un uso inapropiado que puede derivar en distintos malentendidos, como sucede en no pocas ocasiones». Una de ellas, «y quizá la más habitual –prosigue–, es el bombardeo constante de mensajes sobre cuestiones poco relevantes o que solo afectan a algunos alumnos».

Bombardeo constante

Muchos padres, continua este experto, «se quejan de que al abrir los mensajes de grupo pueden encontrarse a veces con 100 o 200 mensajes sobre intendencia tipo “¿quién ha cogido el baby de mi hijo?” al que se suceden docenas de mensajes del tipo:“yo no” “yo tampoco” “luego lo miro” , “a mi me pasó el viernes”, “así que si alguien ha encontrado el de fulanito, que me lo deje en la mochila”, “¿has preguntado en conserjería?».

«Tienen cosas buenas, pero la mayoría de las conversaciones son de este tipo, que no son del todo informativas y están llenas de emoticonos de besitos y aplausos pero, sobre todo, el principal error que cometen los padres es el de sacar a sus hijos las castañas de fuego, preguntando por fechas de exámenes y deberes», remarca Eva Bailén, autora del libro «Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo».

Asumir responsabilidades

Es por este motivo por el que a muchos profesores tampoco les gusta el empleo que los padres hacen de los grupos de WhatsApp. «Mi padre no descolgó un teléfono jamás para preguntar cuáles eran mis deberes. Si al niño se le olvida su tarea, es su problema. Estamos eximiendo a los menores de sus responsabilidades», apunta el docente y autor de numerosos libros de educación Óscar González.

Este tipo de acciones a través de la herramienta de WhatsApp «nos llevan a la hiperprotección de los niños», añade Eva Millet, madre, periodista y autora del libro «Hiperpaternidad». «Pidiendo que manden una foto de la página de tareas al chat de clase nos convertimos en la agenda de nuestros hjos, en madre secretaria, en su asistente personal… y les hacemos flaco favor», advierte.

Así lo corrobora la psicóloga Silvia Álava, del centro de psicología Álava Reyes, para quien «la responsabilidad de lo que pasa en el colegio es del niño, que es quien debe saber cuáles son sus deberes, qué día son las excursiones, o cuándo tiene que llevar la flauta o el bocadillo». Esta cuestión es, a juicio de Álava, «más grave de lo que parece»: «Al final, con estos grupos de WhatsApp estamos haciendo niños especialmente cómodos, e impidiendo que aprendan a asumir las responsabilidades que les corresponden según su edad».

No es poco frecuente tampoco, señala Cánovas, que algunos de estos grupos se utilicen «para poner en común quejas, acusaciones o juicios de valor sobre personal del centro educativo, produciéndose en ocasiones verdaderos linchamientos virtuales, en lugar de utilizar los canales adecuados ya establecidos para cada situación». Sean profesores o no, utilizar el chat para atacar, discutir o agredir verbalmente a otro integrante es algo que, a juicio del policía Pere Cervantes, coautor junto con Oliver Tauste del libro «Tranki pap@s», no se debería hacer jamás «primero, porque podría ser constitutivo de delito, y segundo, porque el cara a cara todavía suele funcionar».

Abandonar el grupo

Ante situaciones como estas hay padres y madres (mayoritarias en estas lides) que optan por salirse de los grupos. «Deberíamos evitar juzgar a quien decida dejar de pertenecer al grupo. Todo el mundo puede tener motivos para salir de dichos chats en un momento dado, pero casi nunca su objetivo es molestar u ofender a los demás. Seguro que preferirían salir de forma discreta y sin hacer que nadie se sintiera mal, pero no pueden evitar que aparezca el dichoso mensajito de «fulanito» ha abandonado el grupo». aclara Cánovas. «En cualquier caso, no se peor madre o padre por esto», concluye Millet. Porque como dice B. D, madre de una niña en edad escolar, «yo no estoy en ninguno, y mi hija ha sacado súper buenas notas y tiene un montón de amigas».

O permanecer, con sentido común

Lo cierto es que sí hay muchos padres de nativos digitales interesados en esta herramienta, pero que no han recibido nunca formación sobre cómo utilizar correctamente los medios que la tecnología pone a nuestro alcance, lo que da lugar a la improvisación sobre la marcha. Pero para generar buen ambiente y que el grupo sea útil hay algo que según Guillermo Cánovas nunca falla: «El sentido común, y procurar que no se llene de mensajes que no interesan a la mayoría. Seamos constructivos y no olvidemos que los niños aprenden de la forma que sus padres se relacionan entre ellos y con el colegio».

¿Por qué ven porno nuestros hijos? Colaboración con la revista Mujer Hoy

Artículo realizado por Paka Díaz

Casi el 10% de los consumidores de pornografía en internet son menores de 10 años, niños y niñas que creen que lo que están viendo son situaciones reales. ¿Qué es lo que buscan?¿Les estamos protegiendo? ¿Estamos ciegos o preferimos no saber?

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Ua mujer, digamos que se llama Susana, descubre en el historial de su ordenador portátil un reguero de páginas pornográficas. Lo primero que hace es preguntarle a su marido, pero él niega haber estado en esas webs. Ambos repasan el camino dejado de videos de Youtube que van pasando del último al primero, que es… ¡de Bob Esponja! Se miran incrédulos. ¿Puede su hija de ocho años haber estado consumiendo porno? ¿Cómo ha llegado hasta ahí? Cuando Susana le pregunta a la pequeña, la niña lo niega. Pero ante el tono tranquilo de su madre y su insistencia, acaba por confesar la verdad: en el colegio había escuchado algunas palabras y quería saber lo que significaban. Al ponerlas en el buscador, salieron aquellos vídeos. «Mami, ¿es eso lo que hacéis cuando hacéis sexo?», pregunta, pero Susana, atribulada, solo atina a decir: «Luego hablamos».

El caso no es aislado. Según el proveedor de ciberseguridad Bitdefender, pese a que las webs piden confirmar la mayoría de edad, casi el 10% de los consumidores de porno en internet tiene menos de 10 años. Además, la Asociación Protégeles señala que el 53,5% de los adolescentes españoles de entre 14 y 17 años suele ver porno en Internet, mientras que un 4,1% de los menores de 11 y 12 años recibe contenidos sexuales en el móvil.

¿Qué está pasando? Nada nuevo en cuanto a contenido aunque sí respecto al modo de acceso a la información. Tendemos a ver a los niños como seres angelicales, pero lo cierto es que el sexo despierta una curiosidad casi innata en ellos, que se ve acentuada por las respuestas incómodas que suelen dar los adultos cuando se menciona el tema. A veces, los niños se atreven a preguntar pero, si los mayores evitan hablar de sexo y ellos no se sienten escuchados, harán lo que hacemos todos cuando tenemos dudas: buscar en Internet. Según la compañía de seguridad Kaspersky Lab, el 39,9% de las búsquedas de los niños españoles estaba relacionada con contenidos pornográficos.

En primer lugar, Susana y su marido tendrían que haber instalado contraseñas en sus dispositivos móviles para impedir a su hija navegar indiscriminadamente por la red. «A nadie se le ocurriría dejar solo en la calle a su hijo de siete u ocho años. Del mismo modo, en internet hay que acompañarles y explicarles los riesgos virtuales», afirma Silvia Álava, directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes.

Seguros en la red

  • Lo primero es poner el ordenador en un lugar que permita ver la pantalla. Además, se puede activar un sistema de control parental con alguna compañía de seguridad (muchas incluso ofrecen sistemas para monitorizar su actividad online a distancia). Sin embargo, hay que tener en cuenta que «prohibirles» internet no sirve de nada: si un niño quiere acceder a la web, va a acceder antes o después. Así que lo importante es que entiendan los peligros que puede haber en ella, dedicarles tiempo, educarles. Cuéntales que es ilegal que los menores accedan a páginas pornográficas pero, sobre todo, aliéntales a confiar en ti para hablar del tema sexual con naturalidad. También puedes limitar el usos de los dispositivos electrónicos (las comidas, el tiempo de estudio, y la noche deben ser sagrados). Finalmente, da ejemplo y «desconecta»: aprenden por imitación y ver a los padres siempre enganchados a los dispostivos fomenta que ellos también lo hagan.

Que los dispositivos electrónicos a los que tengan acceso los niños estén protegidos con filtros adecuados para su edad es primordial. El más conocido de ellos es el control parental. «Este módulo filtra los contenidos a los que los niños pueden acceder», explica Alfonso Ramírez, director general de Kaspersky Lab Iberia, una empresa de software de seguridad, que señala que los niños están muy por delante de los padres en tecnología. «Y, sin embargo, no son conscientes de los riesgos», advierte.

Las amenazas más comunes para los menores en internet son la pornografía, los virus o las cuentas robadas, pero también el ciberacoso, que sufre un 7% de menores, según el estudio Growing Up Online, elaborado por la citada firma. Ramírez considera que la educación en materia de seguridad es fundamental, por eso han creado, con la Fundación Alia2, el proyecto Familia Segura (www.familiasegura.es) para concienciar a padres, niños y profesores sobre los riesgos y darles herramientas de prevención.

Para la Unesco, la educación sexual debería ser tan importante como las matemáticas

Otra manera de evitar que los niños busquen términos como «sexo» en internet es que tengan información y no les parezca algo «prohibido» y, por tanto, tentador. Cuando los investigadores Douglas Kirby y Nanette Ecker presentaron las Directrices Internacionales de Sexualidad de la UNESCO, en 2009, aseguraron que la educación sexual debería ser «tan importante como las matemáticas» en las escuelas. Sin embargo, en nuestro país la educación afectivo-sexual se mantiene en un limbo del que nadie se quiere hacer cargo.

Una niña hablando con su madre

La psicóloga Silvia Álava, directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes y autora de Queremos que crezcan felices (JdeJ Editores), nos da consejos para los padres.

Hablemos de sexo

  • No dejes ni una pregunta sin contestar. Lo que tú no resuelvas, será rastreado en internet.
  • Darles una buena educación afectivo-sexual les ayudará a sentirse bien, a aceptarse y a relacionarse con los otros.
  • Conviene hablar antes de la adolescencia, antes de que la figura del padre y la madre cambie y dejen de considerarles sus héroes/heroínas.
  • Si te dejan desconcertado, gana tiempo preguntando: «¿Tú qué crees?» o «¿Qué te han dicho?». Así sabrás lo que bulle en sus cabezas.
  • Mejor da respuestas concretas que largos discursos.
  • Si les ayudas sin aspavientos, sabrán que siempre pueden acudir a ti para resolver sus problemas.
  • Si os pone nerviosos hablar de sexo, conversa mientras hacéis alguna actividad que permita una charla casual.
  • Nombra las cosas por su nombre y con naturalidad.
  • No despaches el tema rápido, dedícale el tiempo necesario y respeta los silencios y pudores de los menores.

«Ni está incluida en el currículo escolar, ni está regulada fuera de él; solo aparece como una mera recomendación, sin establecer quién y cómo debe realizarla o qué contenidos deben incluirse en cada etapa educativa», explica Raquel Hurtado López, psicóloga y sexóloga de la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE). A juicio de esta experta, «la educación sexual se entiende, de modo erróneo, como una forma de adoctrinamiento y no como lo que es: una herramienta apoyada en hechos científicos que permite ayudar a que chicos y chicas vivan su sexualidad de una forma positiva y libre de riesgos», señala.

Así, aunque la ONU dice que todas las personas deben tener acceso a una educación sexual de calidad, en nuestro país se ha convertido en un tema político y polémico. En Alemania, sin embargo, se imparte en las escuelas y es obligatoria. El objetivo es educar pero también prevenir para los menores sepan detectar y evitar los abusos sexuales.

Katharina von der Gathem es educadora sexual y autora del premiado libro Cuéntamelo todo (Takatuka, 2015). En él responde a 101 preguntas relacionadas con el sexo formuladas que alumnas y alumnos de 3º y 4º de Primaria le dejaban de forma anónima. «A los nueve y 10 años, los niños suelen ser increíblemente abiertos y curiosos, les divierte saber qué les va a pasar en la pubertad. Seamos realistas, los niños ven sexo en todas partes: anuncios, películas, internet, en el patio de la escuela o con los hermanos mayores. No podemos taparles los ojos y las orejas -añade-. Cuando los adultos escuchamos la palabra sexo pensamos en vergüenza, erotismo y oscuros secretos, pero los niños solo sienten curiosidad porque miran el mundo con naturalidad y sin prejuicios. Si preguntan, es porque quieren saber».

En su libro, Katharina von der Gathem contesta preguntas variopintas como: «¿Cuánto mide un espermatozoide?»; «¿Podemos no llegar a la pubertad?». O, la gran duda: «¿Cómo se hace el sexo?». «Con frecuencia, los padres me dicen: «A mi hijo ese tema no le interesa». Si ellos supieran…», comenta la autora, que señala que ha notado un incremento de dudas infantiles que parecen inspiradas en lo que ven en internet. «Encuentro cada vez más preguntas del tipo: «¿Cómo se hace sexo entre tres?» o «¿Hay que tragarse el esperma?». Por eso es aún más importante que los adultos nos ofrezcamos como interlocutores y tomemos en serio a los niños y a sus preguntas», señala.

La psicóloga Silvia Álava también cree fundamental que los padres se impliquen en la educación afectivo-sexual de sus hijos. «Ellos le pueden enseñar los valores familiares», explica y sugiere que la mejor forma de comenzar es hablar al niño del amor y la amistad que hay entre ellos, de su compañerismo, de cómo se ayudan… Y luego ir avanzando para crear un clima de confianza con los hijos donde se llamen a las cosas por su nombre: pene, vulva, testículos… «Que sientan que es algo natural. Si el niño tiene una duda, tienen que ayudarle a resolverla adecuando la información a su edad. Que no quede ni una pregunta en el aire. Si tú no la contestas, recurrirán a internet».

En caso de «pillarlos» consumiendo porno, o de encontrar el rastro en el historial del ordenador o del móvil, hay que afrontarlo con naturalidad. Lo fundamental es que entiendan que la pornografía no es la realidad. Uno de los problemas del consumo de pornografía por parte de los menores es que, al no estar formados, no tienen capacidad para entender lo que ven, ni para saber qué es ficción. Un dato muy significativo: el 53% de los niños que reconocían haber visto pornografía y el 39% de las niñas la consideraban como una representación realista del sexo, según un estudio de la Universidad de Middlesex (Gran Bretaña). En esa misma encuesta, el 39% de los adolescentes de entre 13 y 14 años y una quinta parte de los niños de 11 y 12 años afirmaron querer imitar el comportamiento que habían visto en pantalla.

El problema en cifras

  • El 30% de los niños españoles ya tiene un smartphone a los 10 años y el 70%, a los 12. Desde los dos años, juegan con los de sus padres y tienen acceso a videos de Youtube.
  • El 39,9% de las páginas que visitan los niños españoles tienen contenidos pornográficos, según Kaspersky Lab.
  • El 53% de los púberes y adolescentes de entre 11 y 16 años ha visto pornografía explícita en la red, el 38% en un ordenador portátil y el 33% desde un teléfono móvil. Casi el 60% de ellos lo hizo en su casa., según un estudio de la Universidad de Middlesex (Reino Unido).
  • El 45% de los menores accede a la red desde ordenadores que no tienen filtros de contenidos.
  • El 70% de los adolescentes duerme con el teléfono encendido durante toda la noche.
  • El 12″ 8% de los jóvenes ha accedido a páginas de contenido sexual. ¿El motivo que aducen? Curiosidad.
  • El uso de ordenador entre los menores es casi universal (94,9%). El 95,2% de ellos accede a internet.

Si nuestro primer contacto con la sexualidad es a través es esa «realidad» deformada, alejada de la parte afectiva, podemos hacernos mucho daño», explica Silvia Álava, que considera que, además, tiene un componente agresivo y violento, y muestra a la mujer como un objeto de uso «algo que no favorece la igualdad ni el respeto». Además, «lamentablemente, en muchos casos es la única fuente de información sobre el tema», añade Raquel Hurtado López, quien considera que el sexo sigue siendo un tabú.

«La mayor parte de los adultos no ha recibido una educación sexual adecuada. De esta forma, se transmiten no solo el sonrojo al hablar de ello, sino también muchos mitos», añade. Así que, volviendo al caso de Susana, lo primero que debería tener claro es que tiene que hablar con su hija con naturalidad de los vídeos que ha visto, preguntarle por sus dudas y ayudarla a resolverlas. ¡Y poner contraseñas en todos los dispositivos electrónicos de casa!

 

FUENTE: mujerhoy.com

¿Hay que dar la paga a los niños? Colaboración con el diario El Correo

 

  • paga a los niñosTres psicólogos orientan a los padres sobre cuánto dinero dar a sus hijos, con qué condiciones, con qué periodicidad y para qué fin

La paga empieza a estar en desuso. Pero los psicólogos insisten en que es una herramienta magnífica para empezar a trabajar la responsabilidad, la frustración… y para que los chavales sepan que el dinero no cae del cielo ni se estira como un chicle. Tres psicólogos orientan a los padres sobre la asignación a dar a los niños: desde un 1 euro, como defienden algunos profesionales, a una paga un poco más generosa como apuntan otros, pero en todo caso, una suma modesta. Paga con condiciones claro. ¿A quién le toca ahora comprar las chuches?

«Es un intrumento educativo» 

Guillermo Fouce. Psicólogos sin Fronteras

«Con 8 años no deberíamos darles más de un euro a la semana»

Silvia Álava. Psicóloga

«6 años es una buena edad para que empiecen a recibir dinero»

Mariola Bonillo. Psicóloga

Todo lo que puedes hacer para lograr hijos bien educados. Colaboración con el diario ABC

Los expertos señalan las pautas a seguir para que tu hijos sean respetuosos

Niños buenos

¡Ya estoy harta! Ya está bien, señores, de seguir aguantando». Así de efusiva y enfadada se mostraba hace unos días Eva Romero, profesora del Instituto Isidro Arcenegui de Marchena (Sevilla), al exponer en el claustro de profesores su indignación «por la mala educación de los alumnos y el proteccionismo de los padres, que quieren que sus hijos aprueben sin sufrir. Me pagan por enseñar, no por aguantar», clamaba.

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué cada vez más docentes se quejan de que sus alumnos les faltan al respeto? ¿Por qué el profesor Don José es ahora para los alumnos Pepe o Pepito? ¿Quién tiene la verdadera responsabilidad de dotar de buena educación a los niños: los padres o el colegio?

Para María Jesús Álava Reyes, directora del Centro de Psicología Álava Reyes, es evidente que se ha producido un deterioro en la buena educación y el respeto a los demás y «muchas familias no son conscientes del mal que están haciendo a sus hijos al consentir que sean egoístas, que se crean con derecho a todo, que puedan conseguir las cosas sin esfuerzo, a cambio de nada….».

Explica que este cambio en la pérdida de valores se debe fundamentalmente a que los padres suelen trabajar los dos –padre y madre– y pasan menos tiempo con los hijos y cuando les ven, al final del día, piensan «pobrecillos para un rato que les vemos no les vamos a regañar, ni a corregir lo que han hecho mal para no fomentar un enfado».

«Los niños acceden cada vez antes a las redes sociales donde aparentan que juegan de forma inocente, pero, en realidad, les ofrecen modelos en los que el que transgrede las normas es el líder y ellos asumen que también así triunfarán»

Francisco Castaño, profesor de Secundaria y cofundador de «Aprender a Educar.org», añade que hay padres que simplemente no educan bien porque no saben cómo hacerlo. «Si un niño no deja de saltar en el sillón no hay que reprimirle a gritos. Es mejor decirle con voz normal que deje de hacerlo porque no está actuando correctamente y anunciarle que después no podrá ver dibujos animados si continúa en su actitud. Y, eso sí, siempre debe cumplir la consecuencia de su mal acto. Sin embargo, los padres entienden que sin broncas no se logran resultados y entran en ellas sin conseguir resultados, o simplemente las evitan para evitar no enfadar al pequeño».

A todo ello se suma, tal y como señala Álava Reyes, que los niños acceden cada vez antes a las redes sociales donde aparentan que juegan de forma inocente, pero, en realidad, les ofrecen modelos en los que el que transgrede las normas es el líder y ellos asumen que también así triunfarán. «Tanto es así –puntualiza Álava Reyes–, que hay padres que acuden a consulta porque son víctimas de una excepción. Piden ayuda porque sus hijos son generosos, sensibles y respetuosos y, por eso precisamente, son rechazados por el resto de niños que no quieren jugar con ellos».

«Hay mucha dejación –asegura esta psicóloga–. Los padres no asumen que es en la familia donde se les debe inculcar el respeto, la empatía, el saber escuchar, el saber estar… y lo dejan todo en manos del colegio donde piensan que les enseñarán todas las normas de conducta».

Estas familias prefieren la vía cómoda y llegan, incluso, a culpar al profesor de no educar a los hijos. «Los niños deben llegar al colegio con una formación cívica y social –asegura Pedro José Caballero, presidente de Concapa–. El docente enseña contenidos sin olvidar que debe guiar a sus alumnos para que cumplan unas normas necesarias para una buena convivencia. Lo ideal es trabajar de forma conjunta tanto familias, profesores y centros educativos, pero también la Administración. Si la Administración no apuesta por la conciliación familiar y laboral no será posible que los padres se impliquen de verdad en la educación de sus hijos y todos los intentos que hagamos los docentes fracasarán».

La educación básica empieza en casa

Añade Caballero que también perjudica mucho el hecho de que hay padres que desautorizan a los profesores. Acuden a los centros y, delante de sus hijos, discuten con el docente llevándole la contraria y diciéndoles que su forma de trabajar no es la correcta. «Es un error. Los hijos, al estar presentes, se crecen y ven de inmediato una pérdida de autoridad en su maestro. El gran perjudicado será el pequeño porque al día siguiente irá a clase y no le respetará y surgirá el conflicto. La educación básica, pese a quien le pese, empieza en casa: enseñarles a dar las gracias, a pedir por favor, a estar en silencio cuando habla un adulto… Pero lo importante –señala el presidente de Concapa– es ir a la par docentes y padres porque ambos quieren lo mejor para el niño».

«Ni los padres pueden educar solos, ni la escuela puede educar sola. La unión hace la fuerza»

Francisco Castaño insiste en que la familia es el eje de la vida de los niños. «En el hogar, que es el contexto de referencia, formalizan sus primeros vínculos y afectos, desarrollan sus habilidades y aprenden formas de relacionarse, cuidarse, organizarse y cooperar. En casa deben sentirse seguros y confiados. A posteriori, en la escuela estos hábitos y formas de gestionarse les serán útiles para ampliar su contexto emocional. Los centros educativos, más allá de tener la función de impartir conocimientos, son el primer ámbito de socialización de los más pequeños. Ni los padres pueden educar solos, ni la escuela puede educar sola. La unión hace la fuerza».

El profesor Víctor Arufe, autor del blog Educación, Innovación y Emprendimiento, recomienda a los padres que intenten llevar a los niños a un colegio donde se trabajen todo tipo de valores y convivan diferentes tipos de familias. «Los centros deben garantizar el trabajo y desarrollo de todos los valores, tanto dentro como fuera del aula. De la misma forma, un colegio que sólo acoge un perfil muy definido de familias debe garantizar el trabajo y enfoque correcto de la educación de su alumnado. Habitualmente se suele asociar a los centros públicos como una pequeña representación de lo que es el mundo, y a los centros privados como una burbuja en la cual sólo viven determinadas familias. Sea cual sea el tipo de centro, se debe educar en todo tipo de valores porque privar al niño de determinada información no favorece su pensamiento crítico».

Explica que conforme avance en edad se debe trabajar más intensamente este punto crítico de los valores. «Las familias deben ser conscientes de que a los niños se les debe educar hacia la solidaridad, colaboración con las personas más desfavorecidas, la inclusión educativa… Si se observa que el centro no está trabajando correctamente se debe reforzar el trabajo de valores en casa. A veces se cae en el error de pensar que «si pago por la educación de mi hijo, éste tendrá una mejor educación». Que un niño sepa rechazar los valores negativos existentes en la sociedad es fruto del trabajo familiar y respaldo de los centros. Si desde que nacen, los padres le dotan de una gran autoestima, curiosidad por las cosas, empatía, motivación, sacrificio, juego limpio, etc., conseguirán a un gran adulto».

¿Hay que dejar ganar a los niños en los juegos? Colaboración con el diario El Correo

 

Existen maneras de evitar que los chavales se pillen una rabieta cuando pierden al parchís. Tres psicólogos explican cómo educar a los críos en la competición, para que sepan gestionar la frustración y no acaben rompiendo el tablero

Dejar ganar a los niños

En las consultas de psicología infantil se encuentran todos los días niños con rabietas. Chavales que se llevan el balón a casa y aquí no juega nadie, que tiran el tablero del parchís porque han perdido… Y muchos padres concluyen que a la próxima, le van a dejar ganar. Para que se quede contento, para que no la monte. Efectivamente se quedará contento, pero con el parche que estamos poniendo al asunto estamos abriendo sin querer un agujero por otro lado.

Lo advierten los psicólogos: los niños necesitan perder para aprender a manejar la frustración. «Si dejamos a nuestro hijo que gane siempre y haga trampas acabará convertido en un pequeño dictador que reventará cuando un día las cosas no salgan como desea. Y reventará porque no está acostumbrado a que se tuerzan las cosas». Insiste Guillermo Fouce, de Psicólogos sin Fronteras, en que «perder educa más que ganar» y que «aunque genera tristeza» es mejor aprender a gestionarla desde pequeños, «para que después no sean adultos con reacciones desubicadas».

 

Además, a esa frustración por haber perdido, explica la psicóloga Silvia Álava, se le puede dar la vuelta y convertirla en la gasolina «que empuje a intentarlo de nuevo». «Lo que hay que trabajar es que el niño que ha perdido vuelva a jugar otra partida, para que no desista». Y les va a costar más volver a intentarlo a los menores con baja tolerancia a la frustración. Lo dice porque ha tratado a más de uno. «Hay críos que dicen: ‘Me enfado y no juego y encima destrozo el juego para que no juegue nadie’».

Para no llegar a ese punto habrá que educarles en cómo gestionar la frustración. Y eso también se hace, por contradictorio que parezca, dejándoles ganar alguna vez. «Si los adultos juegan con los niños les tienen que dejar ganar alguna vez. Si pierden de manera sistemática es probable que acaben abandonando el juego, que se produzca un rechazo», advierte la especialista.

Su colega Mariola Bonillo, del Centro de Psicología Área Humana, ofrece unas ilustrativas pautas, en función de la edad. «Cuando tienen de 2 a 3 años lo importante es motivarles para que jueguen, porque así aprenderán que los juegos tienen reglas, que hay que esperar el turno… En este caso, está bien dejarles ganar, que salgan un poco antes en la carrera, ayudarles con los juegos de destreza… La idea es que vean que ganan, no todas las veces, pero sí un número significativo de ellas, para que se motiven y sigan jugando». A esa edad tienen que ser juegos rápidos, «que no les exijan atención más allá de diez minutos». Propone la psicóloga las carreras al aire libre, los juegos de cartas de memorizar fotos… Cosas sencillas que les introduzcan en el mundo de las reglas y las normas, que les enseñen a ser pacientes y esperar a que les toque…

Otra actitud habrá que tomar cuando el niño cumpla los 4 años. «A esa edad ya saben que los juegos tienen normas, que hay que aguardar el turno… Empiezan a interiorizar lo que es una competición y aparecerán las emociones de alegría relacionadas con ganar y las de tristeza asociadas a perder». Y con ello, aparecen en muchas familias los problemas porque los chavales reaccionan con una rabieta cuando pierden. «En ese caso hay que parar el juego, preguntarles por qué se sienten tristes, o por qué se están enfadando. Hay que ayudarles a gestionar esa rabia. Decirles que si lo intentan de nuevo quizá les salga, que si una o dos veces no ha salido en el dado el número que desean igual sale a la próxima, que lo que no vale de ninguna manera es tirar el juego o romperlo».

A esta edad, coinciden los psicólogos, el juego no solo les ayuda a aprender a generar la frustración que sienten cuando pierden, «también cumple la función social de relacionarse con otros niños, que es fundamental en esa franja del desarrollo». Y eso debe estar por encima del resultado. «Hay que felicitarles por el simple hecho de que se animen a jugar, aunque pierdan luego. Es importante que antes de empezar a jugar se les diga: ‘¡Qué bien que vayas a jugar!’».

 

En la línea de la máxima de que lo importante es participar, «hay que potenciar entre los niños de esa edad la idea de que lo más valioso del juego no es ganar sino participar, porque el mero hecho de participar es divertido, porque es emocionante, porque te permite estar con amigos…».

Y si pierden, que pierdan. «A esa edad deben exponerse al juego, que un adulto les dé la solución no ayuda. Si les chivamos la resolución de un juego en ese momento no se cogerán una rabieta pero no les estaremos preparando para ese momento en el que perderán, porque acabarán perdiendo».

A partir de 4 años, y sobre todo hasta los 12, la estrategia debe ser la misma, que trabajen las emociones negativas que conlleva ser el perdedor en las competiciones. La rabia, la tristeza y también «la vergüenza, que aparece de niños y se intensifica en la etapa adolescente», cuando el grupo de referencia empieza a ser «los amigos, los iguales».

 

Un niño le quiere quitar el juguete a otro… ¿qué hacemos?

Ocurre muchas veces… y los padres no saben cómo reaccionar. Hay un niño que tiene un juguete en la mano y a su lado hay otro se lo quiere quitar. La madre (o el padre) del primero le dice a su hijo se lo deje al compañero y es probable que le riña si no lo hace. Por otro lado, la madre (o el padre) del segundo le dirá lo contrario, que no se lo quite, que no es suyo. Mientras tanto los niños, ajenos al debate entre los mayores, siguen actuando por instinto. Uno tratando de arrebatar a otro el muñeco y el dueño haciendo fuerza para que no se lo quiten. Como en casi todo, el término medio y la lógica dan el mejor resultado. «La madre del niño que intenta quitarle de las manos el juguete al otro debe decirle: ‘Ahora mismo lo tiene él, pero cuando acabe de jugar lo puedes usar tú’. Eso sería lo mejor porque a los niños no se les puede dejar que jueguen de forma caprichosa. Además, tienen un sentido de posesión tremendo, les parece que todo es suyo. Un sentido, por otro lado, efímero porque al de un rato seguro que acaba dejando tirado ese muñeco que unos minutos antes no se dejaba arrebatar de ninguna manera», explica el psicólogo Guillermo Fouce.

Espiar el móvil de mi hijo adolescente… ¿Sí o no?

No podemos entender un adolescente sin su teléfono móvil. Nos guste o no, el aparato es su anclaje al mundo. Y las redes sociales sus apéndices. Ahora bien: ¿Puede un menor inmaduro explorar en solitario la realidad a través de internet? Los profesionales de la psicología y la educación aseguran que no. ¿Significa eso que debo espiarle? Es mejor no llamarlo así, dicen los expertos. Cambiar el término por ‘acompañar’ o ‘tutelar’. Resulta revelador que el Tribunal Supremo, con una sentencia, haya avalado que los padres ‘fisguen’ el Facebook de los hijos

Padres y madres ‘coraje’ agobiados por sus hijos, por lo qué harán y lo que no en internet durante un montón de horas. Y un dilema que no resulta disparatado: ¿Puedo y debo espiar a mi hijo? La palabra mágica es ‘sentido común ‘. Básicamente, la mejor de las guías para afrontar el reto de educar a chicos cuyas cabezas chisporrotean de estímulos y de impactos negativos y positivos.

Todos los expertos consultados coinciden en un cuestión: Control, tutela y acompañamiento no es, en ningún caso, espiar a nuestro hijos. «Es más, saber lo que hacen los menores es una obligación moral y legal como padres. Y eso no es espiar en el caso de las redes sociales y sus perfiles públicos. Otra cosa sería entrar en un diario que el menor guarda con un candado», asegura la psicóloga Silvia Álava, del gabinete Álava-Reyes. «La clave es precisamente eso, el respeto a la intimidad. Pero, ojo si tenemos fundadas sospechas de que ocurre algo malo con nuestro hijo, como por ejemplo el ‘ciberbuying’ o acoso sexual,  debemos intervenir, conocer y en su caso denunciar. Hay límites parta la intimidad de un menor», zanja Valentín Martínez-Otero, psicólogo y pedagogo, y autor del libro ‘El discurso educativo’.

Si uno se pregunta si la Ley española avala su forma de ‘espionaje’ a los hijos, la respuesta es que sí. Aunque efectivamente el término no sea el mejor, y pese a que ocurra en circunstancias especiales, con claros indicios de peligro. ¿Qué queremos decir? El Tribunal Supremo avala en una reciente sentencia que el deber de tutela prevalece sobre el derecho a la intimidad en casos como el acoso sexual. Y eso incluye que los padres controlen el Facebook de los hijos. O sea, que nuestro deber de guarda y amparo justifica ciertos controles.

Y la resolución tiene especial relevancia por que sienta jurisprudencia ante los dilemas que se plantean a los magistrados en los órganos judiciales. Considera que los padres de la menor no podían inhibirse ante la sospecha fundada de que su hija estaba siendo objeto de dicho acoso.

Lo que ocurrió en este caso fue que un mayor de edad sospechoso de haber acosado sexualmente a una menor de 13 años mantuvo contactos ilegales con ella e intercambió material de contenido sexual. Fue condenando a tres años de prisión por un delito de abuso sexual a una menor y una multa de 8.000 euros por cinco delitos de exhibicionismo cometidos con otras tantas menores por medio de Facebook. Pero el acusado aseguró que las pruebas en su contra se había conseguido de manera ilícita. ¿Ilícita? Sí. Y es que un día cualquiera, la hermana de la menor acosada entró en su habitación y descubrió a su hermana viendo fotos de un hombre desnudo. Pudo ser esta hermana la que le proporcionó a la madre la clave de acceso que utilizaba la chica en Facebook. La mujer entró en el perfil de su hija y comprobó que un acosador le estaba proponiendo relaciones sexuales.

«Todos los padres consideramos que la calle, al menos ciertas calles, pueden resultar peligrosas para nuestros hijos. De tal modo que no les dejamos ir solos o a ciertas horas. Pues bien, internet y las redes sociales pueden ser tan peligrosos o más. Por eso los padres tienen que conocer, han de saber de la actividad de sus hijos en la red y ejercer cierto acompañamiento», asegura la psicóloga Silvia Álava.
¿Y el derecho a la intimidad? «¿Qué intimidad? Tenemos que decir a nuestros hijos que los contenidos que ellos suben en una red social abierta no es suyo. Legalmente, es de la empresa, del dueño de la plataforma que utilizan. En mi opinión, el deber de tutela obliga los padres a ese seguimiento. Mucho más si sospechan algo, como en el caso de la sentencia. Ahí hay que actuar», zanja esta terapeuta.

¿Significa eso que tengo todo el derecho del mundo a bucear en la vida de mi hijo? «Evidentemente no. Al menos, dicho así. La sentencia hay que contextualizarla y es entendible en situaciones extraordinarias. El comportamiento de la madre en ese caso es vital. Necesario. En casos mucho más normales y sin evidentes sospechas, los padres han de controlar, conocer y acompañar a sus hijos. Sin llegar, directamente a la intromisión. Eso puede crear un ambiente irrespirable y contraproducente en casa».

La Sala Penal subraya que, como regla general, los menores tienen derecho a que se respete su intimidad, y una menor de 15 años en pleno uso de sus facultades «tiene que otorgar el consentimiento a los padres o tutores» para que éstos puedan desvelar sus mensajes. Ahora bien, también resalta que «esos espacios de privacidad e intimidad» pueden «ceder en presencia de otros intereses constitucionalmente protegibles». ¿Qué ocurrió en el caso grave que nos ocupa? Muy sencillo. Al ser la madre de la víctima quien accedió a los mensajes sin que su hija le dijera que no expresamente, su acción fue absolutamente legal por ser «titular de la patria potestad de la menor» con obligación de actuar para la guarda y amparo de la menor.

«Tenemos que pensar, además, que los últimos responsable de lo positivo o negativo que haga un menor en internet y en otros ámbitos de la vida son sus padres o tutores. Sería injusto que no pudieran velar pro actos de terceros, aunque sean los hijos, si después ellos pueden ser considerados responsables. Por eso, siempre un consejo: hablar, hablar y hablar con nuestros hijos», asegura la psicóloga Silvia Álava.
Lo más curioso llega al final de la sentencia que nos ocupa. La Ley no puede «hacer descansar en los padres unas obligaciones de velar por sus hijos menores y al mismo tiempo desposeerles de toda capacidad de controlar en casos como el presente». O sea, que la madre actuó como debía.

En otros casos, mesura, templanza, interés y dedicación. Y, lo dicho, una amplísima dosis de sentido común.

FUENTE: Diario Qué!

Normas y límites: ¿Qué deben saber los padres? Colaboración con InfoSalus

Los niños necesitan que los adultos y el entorno les vayan guiando y les digan si se están comportando de forma correcta o no, aprender las normas básicas de educación, el respeto a los demás y la importancia del esfuerzo y la constancia. Pero ¿cuál es la mejor forma de hacerlo sin ser demasiado restrictivos o permisivos?

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Según explica a Infosalus Silvia Álava, psicóloga infantil y autora de ‘Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia’ (JdeJ Editores, 2015), muchos padres tienen miedo a poner normas y límites a sus hijos porque tienen la creencia errónea de que poner normas y límites a los niños sería como vivir en una dictadura militar en la que ellos son los autoritarios y dictadores.

«Sin embargo, esto no es así, los niños deben saber qué se puede hacer y qué no. Las normas y límites son como los carriles de la autopista por los que sabes que debes ir para no tener un accidente de tráfico», apunta la autora, responsable del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes.

Estos límites y normas son del tipo no pegar, no faltar al respeto o no montar una pataleta desproporcionada. Los límites y normas se refieren a cosas muy básicas y deben ser solo unas pocas porque si son muchas los niños las olvidan, así que es mejor instaurar una que aglutine a muchas, como por ejemplo ‘se obedece a la primera’.

«Es bueno explicarles que en casa hay normas y límites y para ello, hacer por ejemplo una reunión familiar en la que los padres se presenten como un bloque», apunta la psicóloga que señala que ambos progenitores deben consensuar en privado qué comentar a los hijos.

Pero ¿qué pasa si no se ponen estas normas y límites? Las consecuencias para Álava son que si los niños crecen sin estos límites y normas no las interiorizan y son rechazados por sus iguales: si pega, no trabaja, falta al respeto, puede tener problemas de socialización y los niños, sus iguales, pueden no querer relacionarse con él.

PASOS A SEGUIR PARA INSTAURAR NORMAS Y LÍMITES

  1. La psicóloga infantil indica a Infosalus algunos consejos para que implantar normas y límites saludables en el día a día de los más pequeño sea más fácil y eficaz:

    1. Pensar qué tiene que hacer el niño: para ello los padres se tienen que poner de acuerdo y hacerlo a solas porque si hay incongruencias en la forma de actuar, los niños las detectan y el resultado puede no ser el deseado.
    2. Cómo tiene el niño que realizar aquello que se le pide: según su edad le podremos pedir más o menos, así por ejemplo, con dos años, realizaremos con él la tarea, con cuatro le diremos que lo haga él mientras estamos cerca observándole y con seis debería hacerlo él solo.
    3. Establecer consecuencias: siempre enunciarlas en positivo ya que al final las amenazas y las regañinas hacen que estemos más pendientes de ellos y les dediquemos el tiempo que desean, aunque sea en negativo.
    4. Transmitir firmeza: con ello el niño entenderá que estamos seguros de lo que le pedimos y es importante para ello la constancia y no mostrarnos enfadados, emplear gritos ni amenazas. «Si monta una pataleta y cedemos, agravamos el problema y reforzamos su conducta, por lo que la próxima vez será más difícil que realice la tarea», señala Álava.

    EVITAR COMPARACIONES ENTRE HERMANOS

Hay que observar qué dice y hace el niño y cómo le contestamos y si le prestamos más atención cuando no cumple con las reglas. «Tenemos que tener cuidado porque sin querer podemos prestar más atención al niño que no cumple las normas. Hay que evitar los enfados y castigos», apunta la psicóloga que acentúa la necesidad de transmitir al niño que si se cumplen las normas se les prestará la atención que desean.

«No se trata de comparar entre hermanos, hay que tener especial cuidado con esto ya que resulta contraproducente», en vez de ello, Álava señala que es mejor dirigirles mensajes como ‘estoy con el que cumple las normas’ y no dejar al otro hermano seguir con su actividad sin cumplir con la tarea que le corresponde, en ese caso es mejor retirar el juguete, la tele o la tableta, según el caso.

Otro truco que apunta la psicóloga infantil como ayuda para los padres con los niños más reticentes es incluir una actividad reforzante que dure unos minutos después de la tarea a cumplir que más cuesta para incentivar al pequeño en el cumplimiento de las normas.

Por último, entre las reglas principales para conseguir asentar los límites y normas entre los peques está el «reconocer su logro siempre que hayan obedecido y decirles lo orgullosos que nos sentimos cuando se portan bien», concluye en las páginas del libro dedicadas a este tema la autora.

FUENTE: infosalus.com

La primera huelga de deberes empieza este fin de semana entre fuertes críticas de los profesores. Colaboración con el diario ABC

Ceapa llama a que los niños no hagan tareas escolares durante el mes de noviembre y los docentes la califican de «disparatada»

Este fin de semana comienza una nueva huelga en el sistema educativo español. Aunque esta es un tanto especial porque se trata de una huelga de deberes, la primera que vive nuestro país. La asociación mayoritaria de padres y madres de alumnos de la escuela pública, Ceapa, ha llamado a las familias a que durante los fines de semana de noviembre no se hagan tareas en casa. «Tratamos de recuperar el tiempo libre de nuestros hijos, que ya tienen jornadas de 65 horas semanales con los deberes. Necesitamos ese tiempo para hacer otra cosa que no sea ejercer de policías de nuestros hijos. El objetivo es que desaparezcan los deberes», explica a ABC el presidente de Ceapa, José Luis Pazos.

deberes escolares

Deberes y rendimiento

El debate de los deberes no es exclusivo de España. Países como Francia ya han vivido su jornada de «lápices caídos». Pero la realidad es que en todos los países que han particpado en las pruebas PISA se realizan deberes, desde las poco más de dos horas a la semana de Finlandia, a las casi 10 de Rusia. Nuestro país es el cuarto que más tareas fuera del horario escolar manda a sus alumnos. Y la propia OCDE reconoce que «el número medio de horas que los alumnos destinan a los deberes no suele estar relacionado con el rendimiento global del sistema escolar». Factores como la calidad de la enseñanza y el modo en que se organizan los centros serían más determinantes. De hecho, pese a ser de los que más deberes mandamos, tanto en Matemáticas, Lectura o Ciencias, nuestros alumnos estaban por debajo de la media de la OCDE en las pruebas PISA 2012.

Ahora bien, conviene no olvidar que «los alumnos que no hacen deberes tienen más riesgo de bajo rendimiento», subraya la directora general adjunta de Educación de la OCDE, Montserrat Gomendio, La clave según ella está en «hacer deberes. Pero no muchas horas». En España la media está en seis horas y media semanales y la OCDE señala que «por encima de las cuatro horas semanales, apenas tiene un impacto significativo en el rendimiento».

Niños estresados

Hacer demasiados deberes no solo no es efectivo sino que estresa a los niños. Según una encuesta de la Organización Mundial de la Salud, a los 15 años (cuarto de ESO), un 70% de las chicas y un 60% de los chicos españoles dicen sentirse agobiados por los deberes. Y si volvemos a la OCDE, nos encontramos con que nuestro país se coloca como el segundo en el que los chicos entre 11 y 15 años se sienten «muy presionados por las tareas escolares». La parte positiva es que, pese a los deberes, el informe destaca que los niños españoles son los más felices.

La autoridad del profesor

Aunque desde Educación siempre se había mantenido que el tema de los deberes era una cuestión de cada centro, ayer mismo, el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo,admitió que el debate «está en la sociedad» y hay que abordarlo. «Habrá que ver si son excesivos, a partir de qué edad deben mandarse y si son adecuados», afirmó Méndez de Vigo, que no obstante rechazó las formas. «Ha llegado el momento no de hacer huelgas, sino de entrar en el espíritu colaborativo del pacto nacional por la Educación. La huelga implica una gran desconfianza hacia los profesores», lamentó.

También desde la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (Concapa) piensan que el boicot no es lo más adecuado. «Sabemos que es un problema que todos sufrimos a principios de curso, pero seguimos diciendo que son necesarios en su justa medida. Hay que educar a los niños en el cumplimiento de las normas y en que con esfuerzo y dedicación se consiguen las metas. No llamar a los niños a la insumisión. Las familias buscamos conciliación laboral y familiar y está claro que si hay deberes es mas complicado pero tenemos que sentarnos todos a la mesa a discutirlo, incluyendo a los empresarios», asegura a ABCPedró José Caballero, presidente de Concapa.

Autonomía del alumno

En el sector docente, el llamamiento a la huelga ha sentado mal. El presidente de Educación de CSIF, Mario Gutiérrez, califica la iniciativa de «descabellada» porque pone al profesor «a los pies de los caballos». Según Gutiérrez, «es lícito pedir un debate sobre los deberes escolares para que se debata en los ámbitos pedagógicos, pero otra cosa muy diferente es llevar a los alumnos a incumplir las instrucciones y tareas que el profesorado tiene dentro de su programación educativa, un proceso dirigido a favorecer la mejora de las habilidades», subraya.

El sindicato independiente ANPE también rechaza de plano la iniciativa porque «lanza un mensaje demoledor sobre la relación profesor-alumno» y recuerda que los deberes buscan «afianzar lo aprendido en el aula, inculcar hábito de estudio, fomentar el esfuerzo personal e incluso la organización y planificación del trabajo del alumno».

Son para los niños

En este sentido, la psicóloga Silvia Álava, especializada en el entorno educativo y autora del libro «Queremos que crezcan felices», defiende que los niños necesitan practicar los nuevos conocimientos y afianzar la mecánica de muchos aprendizajes», y destaca la importancia de que aprendan a valorar el esfuerzo y adquieran la rutina del estudio desde pequeños. «Eso no quiere decir que tras ocho horas de colegio tengan que estar más horas haciendo ejercicios en casa», dice. Pero sí «veinte minutos». Y da, además, un dato clave en este debate. «Los deberes son responsabilidad del niño no de los padres. No es bueno sobreprotegerlos y estar todo el tiempo a su lado suplantándoles en la tarea». Entre otras cosas porque, a veces, los niños utilizan los deberes como «una forma de llamar la atención» para tener a los padres a su lado toda la tarde.

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FUENTE: Diario ABC