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Antena 3 Noticias: hablamos sobre Acoso Escolar y violencia

Os adjunto el enlace al vídeo de Antena 3 Noticias del día 27 donde hablamos sobre sobre el acoso y la violencia escolar. Pincha en la imagen para ver el vídeo, la noticia comienza en el minuto 6:48

Silvia Álava - Antena 3

Los padres de las personas con éxito tienen esto en común. Colaboración con el diario La Vanguardia

Cómo actúen los progenitores es determinante en el futuro de sus hijos, según la ciencia

Es un hecho que los padres desean lo mejor para sus hijos. Felicidad y un futuro prometedor son los dos propósitos más comunes de los progenitores para sus vástagos. Pero ¿y si, al menos el segundo, estuviese directamente relacionado con ellos?
Aunque no existe una receta concreta que pueda predecir si los niños serán adultos de éxito, la ciencia ha encontrado rasgos que suelen darse en los padres de aquellos que mejor se han desenvuelto en la vida.
“Las verbalizaciones y actos de los padres orientan a sus hijos al éxito o al fracaso. Imaginemos que un niño intenta hacer una suma y le decimos que es muy complicada para él, le transmitimos que necesita ayuda, que es incapaz”, indica Sonia Martínez, psicóloga y directora de los centros Crece Bien. Un comportamiento que dejará una huella en el futuro.

Sin embargo, existen otras pautas que surtirán en el porvenir el efecto contrario. Esto es lo que los padres de los niños con éxito tienen en común.

 

1. Dotan de responsabilidad a sus hijos
Para que en el futuro desarrollen competencias, tomen decisiones y resuelvan problemas, tendrán que adquirir responsabilidades desde la infancia
Para que en el futuro desarrollen competencias, tomen decisiones y resuelvan problemas, tendrán que adquirir responsabilidades desde la infancia (AE Pictures Inc. / Getty)

Aspectos tan banales como preparar la maleta para ir al colegio o llevarla al salir de clase influyen en la confianza futura del pequeño. “El niño debe aprender a trabajar de forma autónoma para poder enfrentarse a la vida adulta”, sostiene la psicóloga Silvia Álava, directora de psicología infantil en el centro Álava Reyes.
Uno de los asuntos clave a los que la experta alude son los deberes. Según cuenta, los padres nunca deben hacer las tareas de sus hijos, incluso si no son capaces de realizarlas sin su ayuda. “Al día siguiente habrán de afrontar la reacción de su profesora. En este caso tendrá que ser el niño quien resuelva la situación y asuma las consecuencias de no cumplir con sus obligaciones”, comenta.

2. Les enseñan habilidades sociales

Los padres deben fomentar el comportamiento social, porque si el niño se siente reforzado querrá repetirlo

Los padres deben fomentar el comportamiento social, porque si el niño se siente reforzado querrá repetirlo (Thomas Barwick / Getty)

Un estudio desarrollado por la Universidad de Pensilvania, encontró una correlación entre las habilidades sociales en niños de guardería y su éxito como adultos dos décadas más tarde.
La investigación desarrollada durante 20 años, demostró que los niños más competentes que cooperaban con sus compañeros, los ayudaban y entendían su estado de ánimo eran más propensos a obtener un título académico o un trabajo a la edad de 25 que aquellos con habilidades sociales limitadas.
“Hay que entrenarles y enseñarles, igual que enseñamos a comer. Los padres deberían guiar a sus hijos cuando se están relacionando. En aspectos como la forma de actuar si le quitan un juguete, cómo integrarse para jugar con grupo de niños…”, aclara Sonia que añade que es importante preguntarles tras la experiencia sobre sus sensaciones y reforzar el comportamiento.

3. Tienen expectativas

Entre los errores más frecuentes de los padres, está confundir las expectativas que ponen en sus vástagos con sus inquietudes no resueltas
Entre los errores más frecuentes de los padres, está confundir las expectativas que ponen en sus vástagos con sus inquietudes no resueltas (Caiaimage/Sam Edwards / Getty)

Creer en el potencial de los niños es fundamental para que ellos mismos lo desarrollen. “Es lo que se denomina el efecto Pigmalión”, afirma Silvia.
Otro estudio de la Universidad de California en Los Ángeles descubrió que las expectativas que los padres tienen de sus hijos desarrollan un efecto enorme en el logro de las mismas.
Se analizaron datos de 6.600 niños y se entrevistó a sus padres. Entre ellos descubrieron que solo del 57% de los niños de los que habían sacado peores notas se esperaba que fuesen a la universidad, mientras que la cifra ascendía al 96% entre quienes obtuvieron las mejores calificaciones.
“Pero esto tiene que ser de una forma equilibrada. Los padres no deben proyectar sus frustraciones o deseos no cumplidos en sus herederos, pues podría ser contraproducente”, asegura Silvia.

4. Crean una relación saludable
Una de los pilares para que el vínculo entre padres e hijos sea positivo es generar un clima de confianza. “Esto se consigue prestándoles atención cuando hablan o escucharles de forma activa”, enfatiza Álava.

No se puede actuar en contradicción con lo que se dice”

SILVIA ÁLAVA

Psicógola infantil

Asimismo, los padres deben dar ejemplo de aquello que inculcan en sus hijos. Pues los niños actúan reproduciendo los comportamientos de los mayores. “No se puede actuar en contradicción con lo que se dice. De esta forma solo conseguiremos que desconfíen de nosotros”, continúa.

5. Valoran los errores

Cuando los padres ayudan al niño a buscar soluciones ante un error, le están orientando a ser resolutivo
Cuando los padres ayudan al niño a buscar soluciones ante un error, le están orientando a ser resolutivo (John Lund/Nevada Wier / Getty)

Equivocarse es fundamental para avanzar. “Ante el fracaso tenemos dos maneras de actuar: corregirlo, mejorar y aprender o no volverlo a hacer. Es importante enseñarle al niño a buscar el camino para hacerlo bien”, señala Sonia.
Es una forma de tomarse la vida como un reto y no tirar la toalla ante situaciones difíciles. “Cuando los padres le ayudan a buscar soluciones y alternativas, están orientando al niño a que”, aclara.

6. La madre trabaja
Lo dice un estudio desarrollado por la Escuela de Negocios de Harvard. Parece que tras analizar a 50.000 adultos en 24 países desarrollados los investigadores concluyeron que las hijas de madres trabajadoras estudiaban durante más tiempo, tenían más probabilidades de encontrar un trabajo en un puesto de supervisión y obtenían ingresos más altos.

 

FUENTE: Diario La Vanguardia

¿Hay que dejar ganar a los niños en los juegos? Colaboración con el diario El Correo

 

Existen maneras de evitar que los chavales se pillen una rabieta cuando pierden al parchís. Tres psicólogos explican cómo educar a los críos en la competición, para que sepan gestionar la frustración y no acaben rompiendo el tablero

Dejar ganar a los niños

En las consultas de psicología infantil se encuentran todos los días niños con rabietas. Chavales que se llevan el balón a casa y aquí no juega nadie, que tiran el tablero del parchís porque han perdido… Y muchos padres concluyen que a la próxima, le van a dejar ganar. Para que se quede contento, para que no la monte. Efectivamente se quedará contento, pero con el parche que estamos poniendo al asunto estamos abriendo sin querer un agujero por otro lado.

Lo advierten los psicólogos: los niños necesitan perder para aprender a manejar la frustración. «Si dejamos a nuestro hijo que gane siempre y haga trampas acabará convertido en un pequeño dictador que reventará cuando un día las cosas no salgan como desea. Y reventará porque no está acostumbrado a que se tuerzan las cosas». Insiste Guillermo Fouce, de Psicólogos sin Fronteras, en que «perder educa más que ganar» y que «aunque genera tristeza» es mejor aprender a gestionarla desde pequeños, «para que después no sean adultos con reacciones desubicadas».

 

Además, a esa frustración por haber perdido, explica la psicóloga Silvia Álava, se le puede dar la vuelta y convertirla en la gasolina «que empuje a intentarlo de nuevo». «Lo que hay que trabajar es que el niño que ha perdido vuelva a jugar otra partida, para que no desista». Y les va a costar más volver a intentarlo a los menores con baja tolerancia a la frustración. Lo dice porque ha tratado a más de uno. «Hay críos que dicen: ‘Me enfado y no juego y encima destrozo el juego para que no juegue nadie’».

Para no llegar a ese punto habrá que educarles en cómo gestionar la frustración. Y eso también se hace, por contradictorio que parezca, dejándoles ganar alguna vez. «Si los adultos juegan con los niños les tienen que dejar ganar alguna vez. Si pierden de manera sistemática es probable que acaben abandonando el juego, que se produzca un rechazo», advierte la especialista.

Su colega Mariola Bonillo, del Centro de Psicología Área Humana, ofrece unas ilustrativas pautas, en función de la edad. «Cuando tienen de 2 a 3 años lo importante es motivarles para que jueguen, porque así aprenderán que los juegos tienen reglas, que hay que esperar el turno… En este caso, está bien dejarles ganar, que salgan un poco antes en la carrera, ayudarles con los juegos de destreza… La idea es que vean que ganan, no todas las veces, pero sí un número significativo de ellas, para que se motiven y sigan jugando». A esa edad tienen que ser juegos rápidos, «que no les exijan atención más allá de diez minutos». Propone la psicóloga las carreras al aire libre, los juegos de cartas de memorizar fotos… Cosas sencillas que les introduzcan en el mundo de las reglas y las normas, que les enseñen a ser pacientes y esperar a que les toque…

Otra actitud habrá que tomar cuando el niño cumpla los 4 años. «A esa edad ya saben que los juegos tienen normas, que hay que aguardar el turno… Empiezan a interiorizar lo que es una competición y aparecerán las emociones de alegría relacionadas con ganar y las de tristeza asociadas a perder». Y con ello, aparecen en muchas familias los problemas porque los chavales reaccionan con una rabieta cuando pierden. «En ese caso hay que parar el juego, preguntarles por qué se sienten tristes, o por qué se están enfadando. Hay que ayudarles a gestionar esa rabia. Decirles que si lo intentan de nuevo quizá les salga, que si una o dos veces no ha salido en el dado el número que desean igual sale a la próxima, que lo que no vale de ninguna manera es tirar el juego o romperlo».

A esta edad, coinciden los psicólogos, el juego no solo les ayuda a aprender a generar la frustración que sienten cuando pierden, «también cumple la función social de relacionarse con otros niños, que es fundamental en esa franja del desarrollo». Y eso debe estar por encima del resultado. «Hay que felicitarles por el simple hecho de que se animen a jugar, aunque pierdan luego. Es importante que antes de empezar a jugar se les diga: ‘¡Qué bien que vayas a jugar!’».

 

En la línea de la máxima de que lo importante es participar, «hay que potenciar entre los niños de esa edad la idea de que lo más valioso del juego no es ganar sino participar, porque el mero hecho de participar es divertido, porque es emocionante, porque te permite estar con amigos…».

Y si pierden, que pierdan. «A esa edad deben exponerse al juego, que un adulto les dé la solución no ayuda. Si les chivamos la resolución de un juego en ese momento no se cogerán una rabieta pero no les estaremos preparando para ese momento en el que perderán, porque acabarán perdiendo».

A partir de 4 años, y sobre todo hasta los 12, la estrategia debe ser la misma, que trabajen las emociones negativas que conlleva ser el perdedor en las competiciones. La rabia, la tristeza y también «la vergüenza, que aparece de niños y se intensifica en la etapa adolescente», cuando el grupo de referencia empieza a ser «los amigos, los iguales».

 

Un niño le quiere quitar el juguete a otro… ¿qué hacemos?

Ocurre muchas veces… y los padres no saben cómo reaccionar. Hay un niño que tiene un juguete en la mano y a su lado hay otro se lo quiere quitar. La madre (o el padre) del primero le dice a su hijo se lo deje al compañero y es probable que le riña si no lo hace. Por otro lado, la madre (o el padre) del segundo le dirá lo contrario, que no se lo quite, que no es suyo. Mientras tanto los niños, ajenos al debate entre los mayores, siguen actuando por instinto. Uno tratando de arrebatar a otro el muñeco y el dueño haciendo fuerza para que no se lo quiten. Como en casi todo, el término medio y la lógica dan el mejor resultado. «La madre del niño que intenta quitarle de las manos el juguete al otro debe decirle: ‘Ahora mismo lo tiene él, pero cuando acabe de jugar lo puedes usar tú’. Eso sería lo mejor porque a los niños no se les puede dejar que jueguen de forma caprichosa. Además, tienen un sentido de posesión tremendo, les parece que todo es suyo. Un sentido, por otro lado, efímero porque al de un rato seguro que acaba dejando tirado ese muñeco que unos minutos antes no se dejaba arrebatar de ninguna manera», explica el psicólogo Guillermo Fouce.

¿Cuánto tiempo tienes para mí? Colaboración con el diario El Correo

«Hay niños a los que les sale rentable portarse mal porque es la manera de que sus padres les presten atención». Dos psicólogas debaten sobre el poco tiempo que hay para el disfrute familiar y advierten de la necesidad de dedicar a los niños «al menos media hora al día, pero media hora de calidad»

El panorama es el siguiente: de veinticuatro horas que tiene el día no llega a tres y media el tiempo libre que nos queda para dedicarlo al hogar y la familia. Más a las mujeres (4,29 horas), que a los hombres (2,32), pero poco en ambos casos. El dato es de un informe del Instituto de Política Familiar. Un dato entre muchos, todos en la misma línea: solo el 12% de los trabajadores españoles tienen horario flexible y únicamente el 8% utiliza el teletrabajo (empleo desde casa), una opción que se extiende al 30,2% en Suecia. El permiso de maternidad en España es de 16 semanas, muy por debajo de las 26 de media en Europa y solo el 0,24% de los asalariados piden una excedencia para el cuidado de hijos o familiares dependientes, excedencia con una duración máxima de 3 y 2 años respectivamente pero que no está remunerada.

Dibujo que una niña ha hecho en un concurso escolar organizado a nivel nacional.

Una de las consecuencias de todo esto es que los padres tienen poco tiempo para pasar con sus hijos. Menos desde hoy, con la ‘vuelta al cole’. Poco tiempo y mucho menos aún para ‘disfrutar’ de ese rato. Porque no cuenta igual. «El importante es el tiempo de calidad, es decir, el rato que se pasa jugando, conversando… con los niños», explica Silvia Álava, psicóloga y autora de los libros ‘Queremos hijos felices’ y ‘Queremos que crezcan felices’. Lamenta que haya «una mayor atención en negativo que en positivo» con los chavales y recurre a ejemplos reconocibles en muchos hogares: «Hay niños que esperan a que venga su padre a las ocho de trabajar para hacer los deberes porque saben que es la única manera de poder estar un rato con él. Y críos que tardan en meterse a la ducha o en cenar porque saben que así sus padres van a estar detrás de ellos, les van a dedicar atención».

Pero esa atención, insiste la psicóloga, debe ofrecerse de otra manera. «Si llegas a casa y tu hijo ha hecho los deberes él solo, en lugar de decir: ‘Ale, qué bien, que juegue con la tablet, que así yo tengo tiempo para responder los WhatsApp’, hay que decirle: ‘Como has hecho la tarea ya, vamos a jugar un rato’. Y lo mismo con ese niño que se mete a la ducha a la primera: ‘Como has obedecido y te has bañado rápido, ahora tenemos media hora para estar juntos’».

 

Lo están pidiendo los chavales a gritos. A trazos de dibujo más bien porque la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles ha organizado un concurso entre escolares de toda España. Un certamen bajo el título: ‘¿Cuánto tiempo tienes para mí?’. La ganadora ha sido una niña de Zaragoza de entre 6 y 12 años que se ha dibujado jugando sola con una muñeca. Una ilustración en tonos rosas con una leyenda: ‘Sería muy feliz si en lugar de jugar sola jugase con mis padres’. «Desde bebés los niños perciben si sus padres están con ellos o no. Por eso a los chavales les sale rentable portarse mal, porque es una manera de que les presten atención», concluye la experta.

En un país en el que cuatro de cada diez trabajadores se queda más rato en la oficina del que tiene acordado por contrato y solo el 28,6% tienen jornada continua matinal, buscar tiempo para estar con los hijos no es fácil, pero se puede hacer. «La clave es buscar ese tiempo de calidad. Yo propongo que padres e hijos cenen siempre juntos, media hora o cuarenta y cinco minutos sin distracciones, sin televisión ni móvil ni tablet. Que charlen, que todos cuenten qué tal ha ido el día», sugiere Silvia Álava. De esa forma los chavales saben que tienen un rato en familia y «los padres dejan de sentirse culpables por no poder dedicarles tiempo».

 

Porque así se sienten. «Se sienten mal por salir tan tarde de trabajar, por no tener tiempo para ver a sus hijos. Pero es que a algunos niños les apuntan a dos actividades extraescolares al día: música, judo, natación… Es mejor quitar alguna actividad y guardar ese rato para llevarles al parque». Tiempo de calidad, insisten los expertos. «Ese rato que estamos jugando con los niños, haciendo bromas… reduce el estrés en los padres», advierte Mariola Bonillo, psicóloga sanitaria del centro de Psicología Área Humana de Madrid. Y enmienda la culpa, un sentimiento muy negativo «porque bloquea y paraliza». Coincide con su colega Silvia Álava en que «media hora» es el mínimo de tiempo que padres e hijos deben pasar juntos al día disfrutando. «Y ese disfrute puede ser jugando en el parque o haciendo la compra juntos, o ayudando a poner la mesa».

Mujeres que vuelven a trabajar

Cuando hay hermanos y, sobre todo, en el caso de los mellizos. ¿Es importante que cada hijo pase un tiempo solo con sus padres o es preferible que las actividades sean todas conjuntas?

No. Debe haber siempre una parte individual, al menos diez minutos para cada hijo. Es bueno para que los niños desarrollen ese sentimiento de individualidad. Es muy importante en el caso de los mellizos, que no siempre tengan la sensación de que son dos para todo, y estén pendientes del afecto que los padres le dan al otro. Pero también es fundamental en hermanos que sean de diferentes edades. Y si los dos niños quieren sentarse siempre en el mismo lado del coche, por ejemplo, hay que negociar con ellos, un día cada uno, esa es la manera. Llegar a acuerdos desde la calma, empatizar con los niños porque no siempre la razón la lleva el adulto.

Y ocurre en muchos hogares con dos adultos que uno pasa más tiempo con los niños que el otro. Entonces será ese otro el que deberá buscar el hueco. Porque siempre lo hay, solo se trata de buscar el modo, reiteran los especialistas. «Ese papá o esa mamá que no llega antes de que se acuesten los niños tendrá que llamarles por teléfono para preguntarles qué tal el día. Aunque el niño alguna vez no se quiera poner al teléfono porque esté jugando o haciendo otra cosa. Pero que sepa que han llamado para preguntar por él».

El que pasa menos tiempo con los niños se siente culpable. Pero ocurre a veces que una mujer que ha pedido una excedencia para cuidar de sus hijos quiere volver luego a trabajar y en cierto modo también se siente culpable por querer hacer otra cosa que no sea estar todo el día con los niños.

En los primeros meses de vida del bebé la madre le tiene que ofrecer toda la atención, pero es importante no olvidar que la mujer también tiene vida en otras esferas. Hay muchas mujeres que después de un tiempo cuidando a los hijos dicen que les apetece volver al trabajo, a la rutina de antes, y eso no quierte decir que no quiera a su niño por encima de todo. Hay que normalizar ese pensamiento porque era la vida que esa persona tenía antes de que llegaran los niños. Hay que quitarse esas culpas absurdas.

¿Cuántos regalos deben recibir los niños? Colaboración con el diario El Correo

  • «No más de tres o cuatro juguetes». Dos psicólogos orientan a los Reyes Magos sobre las edades más indicadas para regalar puzzles, el Monopoly, el primer móvil…

A partir del cuarto paquete da igual lo que haya dentro, porque el niño no le va a hacer ni caso. Y los aitites, que han visitado con los Reyes Magos cinco jugueterías porque ‘La patrulla canina’ estaba agotada, se llevan un chasco tremendo: «¡Pero si ni siquiera lo ha mirado!». Sí lo ha mirado, pero no lo ha visto. Porque está saturado.

Este viernes de madrugada llegan Melchor, Gaspar y Baltasar (a Bilbao se acercarán antes, este mismo jueves por la tarde), la despedida de las Navidades y el segundo atracón de regalos. Porque aquí nos ha visitado antes el Olentzero y a otros sitios se acerca Papa Noel. Si los chavales juntaran los paquetes que han recibido ya y los que caerán esa noche no cabrían en el árbol. Pero el problema no es tanto de espacio, sino educacional. Lo advierten los psicólogos, que alertan sobre el efecto pernicioso de atiborrar a los pequeños de envoltorios de celofán.

¿Cuántos regalos debería recibir un chaval en Navidad?

Es la pregunta del millón, pero nunca más de tres o cuatro juguetes. Si hay más, que sea ropa, un estuche, un libro, una pizarra para que jueguen a profesores y más adelante les sirva como herramienta de estudio…

La recomendación la hace Silvia Álava, autora del libro ‘Queremos hijos felices’. Y no lo van a ser más (felices) por recibir más regalos. «Si a una casa llegan el Olentzero y los Reyes no tiene que traducirse en el doble de paquetes. No hay que inundarles. Y la limitación debe empezar cuando escriben la carta. Hay que decirles que pidan poquito, que hay muchos niños a los que repartir».

No tanto por la economía familiar, que también, sino por su propio desarrollo. «A partir del cuarto regalo el niño los abre de forma compulsiva». Y el efecto ya no es ni la ilusión ni la sorpresa. «Cuando hay tantas cosas el crío acaba despreciándolas, como están colapsados ya no hacen ni caso, no les emociona nada», advierte Guillermo Fouce, de Psicólogos sin Fronteras y profesor en la Universidad Complutense de Madrid.

Pero los Reyes suelen ser muy generosos y dejan algo también en casa de los abuelos, de los tíos, de los padrinos…

Controlar eso es sumamente difícil. Una opción puede ser dejar que el niño abra todos y después negociar cuáles se usan y cuáles se guardan. Si a una niña le regalan tres muñecas se puede quedar con dos para jugar y reservar la tercera en el armario para cuando se estropee alguna de las otras dos -sugiere Fouce-.

La otra alternativa es no darles todos los regalos y guardar alguno para el cumpleaños o para otra fecha del año. «Y sobre todo hay que insistir a los familiares en que hablen con los Magos para que no les traigan juguetes. Lo ideal es que en casa de los padres dejen un par de los juguetes que hayan pedido, en casa de los aitites otro juguete, pero en las de los demás parientes es mejor que los ‘Reyes’ traigan cosas útiles».

Por si Melchor, Gaspar y Baltasar andan faltos de ideas, Guillermo Fouce hace unas recomendaciones por edades. «A un niño de 6 años es una burrada regalarle un móvil o una tablet, porque es una tecnología que no sabe manejar. Puede haber una tablet en casa, eso sí, y dejar que el crío la use si se porta bien y estudia, pero no regalársela para que haga lo que él quiera. Igual que esos coches de niños que son casi como para adultos. Es un regalo excesivo y, además, se les está lanzando un mensaje peligroso: que las cosas son gratis y que no hay que esforzarse para conseguirlas. A esa edad son regalos muy apropiados los puzzles y los juegos de construcciones porque fomentan la imaginación y la creatividad. También se recomiendan los juegos de cartas, las muñecas para que interactúen, los patines para que hagan deporte al aire libre…».

¿Y a los 10 años?

Hay padres que se vuelven locos y les regalan un móvil de última generación. Pero no se dan cuenta de que un chaval de 10 años no puede controlar esa tecnología y, además, va a acabar dependiendo del móvil. Para esa edad son ideales los juegos de mesa, el tradicional Monopoly por ejemplo, los juegos de mímica, los de preguntas y respuestas… Es una fase en la que los menores deben socializar porque se está configurando parte de su personalidad. Por eso no son recomendables los juegos individuales. Si les regalas un móvil para que hablen con sus amigos por WhatsApp van a perder la costumbre del contacto físico, de ver a la gente en carne y hueso.

Con 13 o 14 años, señala el experto, ya se puede regalar el ansiado móvil «pero es conveniente decirles lo que ha costado, incluso cuánto ganan sus padres, para que se hagan una idea del esfuerzo económico que supone en casa comprarle un teléfono. Es más, cuando se les regala algo caro, no está de más que su uso se condicione a que tengan buena conducta, aprueben todas las asignaturas…».

Porque los regalos, insisten los psicólogos, «son una herramienta de educación». De ahí la importancia de que el Olentzero y los Reyes «regalen con moderación, sin gastarse mucho, nunca por encima de las posibilidades familiares porque los regalos son una manifestación de nuestro modo de vida y también sirven para no generar la falsa realidad de que las cosas son gratis. Los niños creen que basta con decir ‘quiero esto y esto y esto’ para conseguirlo, y no es así».

¿Los niños siempre reciben regalos, pero ellos deben regalar también?

Sí, claro. Hay que fomentar entre los menores la importancia de hacerse regalos. Es educativo porque más allá de lo que haya dentro del paquete, regalar significa que alguien te importa. Por eso se hace hincapié en el colegio en que el día de la madre y del padre los chavales preparen alguna manualidad para ellos. Y también está bien que compren alguna cosa con su dinero, les sirve para aprender a administrarse cuando ya reciben paga. Así se darán cuenta de que cuando uno quiere cinco cosas no siempre puede comprarlas. Aprenden que hay que priorizar, que hay que elegir -advierte Fouce-.

¿Por qué viajar solo antes de los 18 años cambia la vida? Colaboración con Condé Nast Traveler

Hay quienes, de niños, gritan eso de «Mamá, ¡quiero ser artista!» Mi reivindicación -y la de muchos-, sin embargo, fue por otro lado: «¡Mamá, ¡quiero irme sola de viaje!» Yo misma busqué la escuela de inglés a la que quería acudir, el destino -un pueblo costero de Reino Unido-, y la duración de mi estancia, tres semanas; aprendí más durante ese tiempo que durante el resto del curso escolar. Y no hablo solo de inglés.

Por Marta Sader

La sensación que proporciona a una adolescente de 16 años ir sola en avión, manejarse en el aeropuerto, coger un taxi en un país desconocido, llegar a la casa de una familia con una cultura diferente -en mi caso, india-, convivir con ellos y conocer jóvenes de todos los países es de absoluta libertad. Es imposible experimentar tantas y tan intensas emociones y experiencias quedándote en tu ciudad.

A la vuelta, sientes que tu vida ha cambiado para siempre. No sólo has aprendido a desenvolverte en otro idioma: te has puesto a prueba, has logrado ser autosuficiente y has podido conocerte mucho mejor a ti misma, a la vez que has re-evaluado todo lo que sabías acerca del mundo y de tu propio país. Ahora, el gusanillo del viaje se ha instalado en ti hasta el final de los días.

Viajar siendo tan joven te ayuda a conocerte a ti mismo y desarrollar empatía por otras culturas

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D. R.

¿POR QUÉ ES TAN GENIAL VIAJAR ANTES DE LOS 18?

Desde la compañía de cursos de idiomas en el extranjero Speak&Fun coinciden con mi yo adolescente en que viajar antes de los 18 es una vivencia extraordinaria por cinco razones básicas:

«1. Porque te lo pasarás mejor que nunca. Es indescriptible la sensación de libertad e ilusión que vas a experimentar cuando hagas tu primer viaje al extranjero. Si vas con amigos de tu instituto, la experiencia todavía puede ser más memorable.

2. Porque ya te vas haciendo mayor. Y la mejor manera de crecer es enfrentarse a lo desconocido, dando pasos importantes para tu vida personal y tu futura vida laboral.Conocer otro país, hablar en inglés durante unos días e interactuar con un entorno diferente al que has conocido son cosas que te servirán para toda la vida.

3. Porque practicarás idiomas… pero de verdad. Tendrás que defenderte con lo que sepas. En casa de la familia autóctona en la que te alojes, podrás vivir una divertida experiencia y te lo pasarás muy bien viéndote a ti mismo hablar otra lengua.

4. ¡Porque viajar mola! Londres, Bournemouth, Dublín… hay muchas ciudades que quizás no conoces todavía. Tener la oportunidad de conocerlas junto a tus mejores amigos y compañeros es algo que te encantará. Es uno de esos viajes que ya no se te olvidan en la vida.

5. Porque conocerás chicos y chicas de tu edad. En tu escuela, tendrás la oportunidad deconocer a otros jóvenes de distintos países que también han venido a estudiar idiomas. Una oportunidad preciosa de hacer amigos que quizás vuelvas a ver muy pronto».

Aprender a descifrar un mapa forma parte de la experiencia

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D. R.

LA OPINIÓN DE LA EXPERTA

Para Silvia Álava, directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes y profesora del Máster en Psicología Infanto-Juvenil del ISPCS, las ventajas de viajar solo antes de cumplir la mayoría de edad también son indiscutibles: «Viajar solos -aunque a cargo de un monitor o adulto responsable- aporta seguridad y confianza a los jóvenes y resulta en que aprendan a valerse por sí mismos, lo cual es muy positivo. Permitiéndolo, fomentamos la autonomía de nuestros hijos, pues no están papá y mamá para resolver cada problema, aumentando así su autoestima. Además, viajar al extranjero es especialmente bueno porque los niños empiezan a ver otro mundo, otras culturas, otras formas de hacer las cosas, y aprenden también relativismo cultural, entendiendo que lo suyo, a pesar de ser lo conocido, no tiene por qué ser lo mejor».

En cuanto a la edad más adecuada para comenzar a viajar, Silvia no pone límites. Sin embargo, hace hincapié en la necesidad de una organización responsable del menor, que no tienen aún edad legal para manejarse solo: «No hay edades específicas, depende de las características de cada niño, de su grado de maduración y autonomía. Por lo general, a partir de los 12 años pueden ir a aprender otras lenguas , a hacer un intercambio, a vivir en un campamento… No obstante, tampoco podemos darle toda la libertad de golpe, porque no están preparados; hay que ir poquito a poco, y procurar que puedan hacer viajes con organizaciones para que trabajen más su autonomía, empezando, por ejemplo, por un campamento y siguiendo con un pequeño viaje por España. Eso sí, a la hora de viajar al extranjero, tienen que conocer el idioma; de otro modo, puede ser estresante».

Que tus hijos viajen antes de los 18 les formará y les abrirá la mente al mundo

Que tus hijos viajen antes de los 18 les formará y les abrirá la mente al mundo

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Por ello, la psicóloga desanconseja completamente las estancias en el extranjero concebidas como castigo por un comportamiento fuera de lugar, por malas notas, etc. «Un viaje al extranjero, a una familia, a un internado o a un campamento nunca puede ser un castigo, no puede vivirse como eso. Es un error forzar a alguien a aprender idiomas. No obstante, la situación es diferente cuando el niño tiene un poquito de miedo y necesita que el padre lo empuje un poco, animándolo con frases como ‘Te lo vas a pasar fenomenal, vas a volver súper contento’, etc».

Silvia desaconseja planear una estancia en el extranjero a modo de castigo

Silvia desaconseja planear una estancia en el extranjero a modo de castigo

D. R.

Pero ¿y si son los padres quienes tienen miedo? En ese caso, lo mejor es sacudírselo y pensar en todas las ventajas que ya hemos mencionado: «Los padres tienen que dejar a sus hijos cierta libertad, pues su mayor enemigo es la sobreprotección. Además, hemos de tener en cuenta que siempre que haya una organización responsable del viaje, no tiene por qué haber ningún problema», concluye la experta.

¡Fuera miedos!

¡Fuera miedos!

FUENTE: http://www.traveler.es/viajes/mundo-traveler/articulos/viajar-antes-18-anos-menores-experiencia-cambia-vida/9811

¿Qué nos hace más felices: tener tiempo o dinero? Colaboración con BuenaVida de el diario El País

Si le dieran a elegir entre un aumento de sueldo y una reducción de jornada, ¿qué escogería? De la respuesta depende su felicidad

que-nos-hace-mas-felices Silvia Alava

El éxito está asociado a tener más de todo. Más cosas, más reconocimiento, más sueldo. Y tiene sentido: ya hemos contado cómo puede ayudarnos a la felicidad el dinero bien utilizado, pero ¿y el tiempo? Al estereotipo de persona exitosa normalmente va unido el de trabajador ajetreado que apenas tiene tiempo para dedicar a sus aficiones, a sus amistades, a su familia. Si el objetivo en esta vida es ser feliz, ¿lo conseguiremos a base a amontonar euros o será necesario disponer de tiempo libre para dedicarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos?

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Precisamente un estudio publicado recientemente en la revista Social Psychological and Personality Science ha preguntado a casi 4.500 personas si valoran más el dinero o el tiempo para alcanzar la felicidad. El 64% declaró que prefería tener dinero, sin embargo, la investigación también arrojó que aquellos que daban más importancia a disponer de tiempo resultaban ser más felices.

La idea surgió de una vivencia personal de uno de sus artífices, Hal E. Hershfield. Sucede que este profesor recibió una invitación para participar en un seminario en otro estado diferente del que reside. Y sucede también que tenía en su hogar una niña nacida hace apenas 12 semanas. El dinero que le pagasen serviría para ayudar a la crianza de la criatura, pero también perdería un fin de semana para disfrutar con ella en esa etapa tan sensible de los bebés. En este caso, ¿qué le hacía más feliz, el tiempo o el dinero?

Según la consultora Price Waterhouse Coopers, los ‘millenials’ prefieren disponer de más tiempo libre que tener un gran salario

Los resultados de su investigación son los ya citados: “Si tuviéramos a dos personas que fueran por lo demás iguales, aquella que decidiera que el tiempo es más importante que el dinero sería más feliz que la que solo optara por el dinero”, explican Hershfield y su colega Cassie Mogilner Holmes, ambos miembros de la Universidad de California en Los Ángeles, en un artículo de The New York Times. Por cierto, el profesor Hershfield decidió quedarse en casa, y disfrutar de los días con la niña antes que de los dólares. Algunos de los entrevistados también acabaron en acuerdo con la investigación: un 25% de los que eligieron dinero; preguntados un año después, cambiaron de idea y optaron por el tiempo.

Cuestión de edad

No es el único estudio de este tipo: a principios de año una investigación de la Universidad de British Columbia en Vancouver (Canadá) arrojó que valorar el tiempo sobre el dinero está asociado a mayores niveles de felicidad, sobre todo cuando para conseguir ese dinero son precisas amplias jornadas laborales. También concluyó que, según aumenta la edad, el tiempo pasa a cobrar más importancia en las prioridades de las personas. Tiene lógica: cada segundo que pasa se convierte en un bien más escaso. Ya lo decía el poeta José Manuel Caballero Bonald: “Somos el tiempo que nos queda”.

Los más jóvenes parecen haber tomado nota del veterano poeta: valorar el tiempo parece ser una tendencia en la llamada generación de los millennials (nacidos entre 1980 y 1995): según un estudio de 2013 de la consultora Price Waterhouse Coopers esta horquilla de edades prefiere disponer de más tiempo libre y poder compatibilizar su vida laboral y personal antes que tener un gran salario. Los millennials consideran el trabajo solo un medio para tener estabilidad y bienestar, pero no el único medio. De hecho, un 21% de las mujeres y un 15% de los hombres, según el estudio, estarían dispuestos a renunciar a parte de su salario en pos de más flexibilidad.

El psicólogo Dan Gilbert, profesor en la Universidad de Harvard y autor del superventas Tropezar con la felicidad (Destino), explicó, en una reciente visita a España, que, llegados a cierto límite, la cantidad de dinero que se gane no proporciona una felicidad extra. Ese límite son los 60.000 euros. A partir de ahí, en cuestiones de felicidad, da igual ganar 60.000 euros o 60.000 millones. Por eso los multimillonarios no disfrutan, comparativamente, de tanta felicidad como de dinero (nada nos dice que Amancio Ortega o Bill Gates sean personas tan felices como adineradas).

Las cuatro claves de la felicidad son gratis

“Una vez tenemos cubiertas las necesidades básicas, que son fundamentales para nuestro bienestar, un aumento en nuestra riqueza puede generar algo de felicidad pero a corto plazo”, explica Silvia Álava, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes. “Después ocurre lo que llamamos la adaptación hedonista: nos acostumbramos a las cosas que tenemos, nos comparamos con los demás y queremos más”. Quizás a ustedes les haya pasado: han conseguido un coche un poco más potente, una casa un poco más grande, pero, pasada la primera satisfacción, no podría decirse que son más felices que antes. “Lo que si puede causar un incremento duradero del bienestar es invertir en cosas que nos hagan crecer como personas o mejoren nuestras relaciones con los demás”, apunta la psicóloga. Por ejemplo, un curso de guitarra o para hacer cupcakes, apuntarse a excursiones o actividades deportivas, son actividades que puede hacer más por nuestro buen ánimo que los citados cochazo y mansión.

“Lo que si puede causar un incremento duradero del bienestar es invertir en cosas que nos hagan crecer como personas o mejoren nuestras relaciones con los demás” (Silvia Álava, psicóloga)

Así, las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan, según explica Gilbert, no cuestan un duro: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. No cuestan dinero, pero sí necesitan tiempo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, declaró el psicólogo. Es un hecho establecido dentro de la psicología que tener variadas y sanas relaciones con las personas, una vida social intensa y saludable (más allá de los likes de Facebook), es una de las cosas que más influye en nuestro bienestar y para ello es imprescindible el tiempo. “No podemos cifrar nuestra felicidad en los grandes eventos de la vida, tenemos que aprender a disfrutar de los pequeños momentos: un café mañanero con un compañero de trabajo, contar un cuento a nuestro hijos al anochecer”, concluye Álava. Vamos, que muchos pocos hacen un mucho. Y para ello hace falta mucho tiempo y no tanto dinero. Aunque, claro, lo ideal es el combo: conseguir un trabajo que nos den mucho millones mensuales trabajando solo un par de horas al día. No abundan.

Los famosos también sufren. Colaboración para el diario El País

Selena Gomez y Adele son las últimas estrellas en desvelar sus problemas psicológicos, algo que ayuda a los jóvenes con crisis

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El reino del pop se había quedado sin princesa hasta que Selena Gomez (Texas, 1992) pisó los escenarios. Después de la debacle de Britney Spears en 2007, debido a su alcoholismo, depresión y múltiples polémicas, el trono exigía una nueva representante y la tímida, sonriente y dulce exniña Disney estaba preparada para hacerse con él. Lo que Gomez no podía imaginar era que, 14 años después de su debut en televisión, la ansiedad y depresión que pausaron la carrera de su antecesora la perseguirían de cerca.

“He descubierto que la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión son efectos secundarios del lupus, y estos pueden representar sus propios desafíos”, confesó en agosto de este año a la revista People cuando anunció que haría un alto en su carrera.

Como ella, más estrellas han demostrado que son de carne y hueso y han experimentado algún episodio depresivo, al igual que 15 millones de personas al año, según National Institute of Mental Health. Adele reveló que tras dar a luz en 2012 a su hijo, Angelo, tuvo depresión posparto. El cantante Zayn Malik abandonó su gira este verano debido a los ataques de pánico que sentía. Demi Lovato,Catherine Zeta-Jones, Ben Stiller y Jim Carrey también han roto el silencio y han hablado de su bipolaridad.

Que una celebridad padezca algún tipo de trastorno mental no es nada nuevo, pero que hablen de él con soltura y no teman ser juzgados sí lo es. Y lo más importante, ayuda a normalizar la forma en que se abordan estas enfermedades. “Es vital que se hable de este tema y que se entienda que padecer un trastorno mental es algo que le puede pasar a cualquiera. Es importante que los famosos ayuden a quitar el estigma que lo rodea”, asegura la psicóloga Silvia Álava, directora del Centro de Psicología Álava Reyes.

“Compartiendo sus experiencias, las estrellas dan la oportunidad de hablar de depresión, ansiedad o bipolaridad a gran escala”, subrayaba Katrina Gay, directora de comunicación de National Alliance on Mental Illness (EE UU), al periódico USA Today. Generar ruido alrededor de este tema, que antes solía ser tabú, permite que los jóvenes, además de normalizarlo, se animen a pedir ayuda. “No solo se trata de hacerlo público y hablar de ello. Es importante que también se divulgue cómo se solventó el episodio, que se dé un buen ejemplo a los adolescentes. Que se les motive a buscar ayuda profesional”, añade Álava.

Porque si a alguien escuchan los adolescentes es a sus ídolos. El discurso que realizó Demi Lovato durante la pasada convención demócrata en el que habló de la importancia de que el Estado le preste más atención a los trastornos mentales generó más de 10.600 tuits desde su inicio a las 19.47 (horario del este de EE UU) hasta el fin de la emisión, a las 23.33, según datos de la consultora Nielsen. Esto indica que las interacciones duraron todo el evento, incluso cuando ella ya había finalizado su intervención.

“Cuanto más se identifique un fan con una estrella, más probabilidad hay de que en un momento de crisis pida ayuda. En este caso la fama ayuda a mejorar la calidad de vida”, concluye Gay.

 

FUENTE: http://elpais.com/elpais/2016/11/10/estilo/1478802172_745633.html

Reglas básicas para comunicar a los hijos el divorcio de los padres. Colaboración con la revista SModa del diario El País

Decírselo los dos juntos, no hablar mal del otro y no caer en comprarle con regalos son algunas de las claves.

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El amor muchas veces no dura para toda la vida. A veces porque la pareja se deteriora por los roces de la convivencia, porque ha aparecido otra persona o simplemente porque ya no sois los mismos que eráis cuando empezasteis la relación. El problema está en que lo que parece un asunto de dos, se convierte en algo más complejo cuando hay hijos de por medio. Porque vuestra separación no solo supone un cambio en vuestras vidas, sino también en las suyas. Aunque seguir por los hijos no parece una opción lógica, si al final solo vamos a hacerles vivir en un ambiente tenso e incluso podemos hacerles cargar con esa culpa, lo que sí debemos tener en cuenta es cómo hacer las cosas lo mejor posible. Empezando por el principio, es decir, cómo vamos a contarles que “mamá y papá se separan”.

Sí, es cierto que ya no se trata de una noticia tan impactante como hace unos años, principalmente porque seguro que no va a ser el único niño de clase con padres separados. Ahora lo raro es casi que sigan casados. Sin embargo, la psicopedagoga Laura Aguilera aporta que “que los padres se separen es un aspecto muy importante para los niños, tanto ahora como hace años, que no se veía con tanta frecuencia. La idea de que los padres se separen implica un cambio en su rutina diaria, a la que al inicio les cuesta adaptarse”, por lo que siempre hay que planificar cómo vamos a abordarlo. Igualmente, también depende de cómo sea nuestra separación, ya que “no es lo mismo la separación de unos padres que simplemente han dejado de quererse en el sentido del amor romántico, pero se respetan mutuamente y llevan una separación civilizada”, que los padres que se separan por algo razones complicadas como una infidelidad o incluso en casos extremos unos malos tratos.

Lo que debemos decir y lo que debemos evitar

“Es fundamental comunicárselo al niño de la forma correcta, a ser posible los dos juntos y evitando que los niños piensen que es por ellos, por su mal comportamiento, por lo que han hecho o han dicho, pero sobre todo tenemos que dejarles tiempo para que lo asimilen”, aporta la especialista en psicología infantil Silvia Álava. Entre las cosas que debemos hacer está el “responder a las preguntas que hagan. En el momento de dar la noticia de la separación, los niños más pequeños pueden dar respuestas sorprendentes, como ‘vale, y ahora, ¿puedo jugar con mis juguetes?’, pero poco a poco irán entendiendo la nueva situación”.

Otra idea que destaca la psicóloga es la de dejar que durante el proceso el niño pueda expresarse libremente y no imponerle nuestras ideas. Por ejemplo, “el niño tiene que poder decir que echa de menos a su padre o a su madre cuando no está con él o con ella”, sin que nos pongamos todos nerviosos. Eso implica, entre otras cosas, “no luchar por el papel del bueno de la película”, sino intentar ser un bando unido y darle mensajes juntos del estilo: “Los dos te queremos y los dos queremos estar contigo”.

Por supuesto, habrá que controlar nuestras propias emociones y evitar que nuestro hijo/a oiga descalificaciones de nuestro ex. “No olvidemos que por muy mal marido o esposa que una persona sea, no deja de ser la madre o el padre del niño”. Eso también significa que no hay que caer en usar tretas del estilo “llenar al niño de regalos, pensando que de esa forma no nos echará de menos, o que con eso conseguiremos que nos prefiera ante el otro progenitor”. Silvia Álava aclara que así, “lo único que estamos haciendo es llenarle de cosas, lo que de verdad será duradero es que sepa que sus padres están ahí para quererle, escucharle, ayudarle a resolver sus problemas”. Pese a ello, sí que es positivo remarcarle todo aquello que pueda ver como positivo de la nueva situación. Por ejemplo el “tendrás dos casas, dos habitaciones, y harás un montón de cosas con mamá y con papá, pero por separado”, ya que como explica la psicóloga “se trata de que el niño aprenda a ser feliz en la nueva situación”.

La edad del niño importa

Aunque tengamos cuarenta años e hijos propios, que nuestros padres nos digan que se separan es una noticia que impacta, porque al final es un cambio en la propia estructura de nuestra vida. Incluso aunque no vivamos con ellos, supondrá un cambio en nuestras rutinas. Sin embargo, la edad que tiene el niño cuando se entera de que sus padres ya no van a seguir siendo una pareja es un factor bastante determinante.

En este punto Laura Aguilera hace una distinción de cómo llevará el niño la situación y qué tener en cuenta según los años que tenga, para que ciertas reacciones no nos pillen por sorpresa, teniendo en cuenta que siempre influye el grado de maduración del mismo.

  • Hijos menores de 5 años: En este caso las explicaciones deben ser muy sencillas, concretas, cortas y claras, ya que todavía no comprenden lo que sucede del todo. “Tanto el padre como la madre se perciben por el hijo como una unidad inseparable. En estos casos, lo adecuado es explicarle brevemente al hijo qué progenitor será el que deje el domicilio, se le presentará el nuevo hogar de éste, así como se le expondrá cuándo lo verá y en qué entornos”, apunta Aguilera.
  • Hijos de cinco a ocho años: Ahora ya necesitan más información, porque la separación de sus padres les afecta a nivel emocional y personal. La psicóloga aclara que “en estas edades es cuando hay riesgo de que los niños se culpen a ellos mismo por la separación de sus padres, así como fantasear con que algún día volverán a estar juntos”.
  • Hijos de nueve a doce años: “A estas edades los niños pueden ver el divorcio de sus padres como algo que no pueden controlar, por lo que no interiorizan un sentimiento de culpa”, aclara Álava. Quizás por ello, suelen culpar más a los padres y se plantean aspectos morales de lo que está bien y lo que está mal. “En ocasiones pueden tomar partido en un bando de los dos progenitores, pero todo dependerá del tipo de relación que mantengan y de cada caso en particular”, insiste la experta.
  • Hijos adolescentes: Ya sabemos que esta es una etapa de emociones y comportamientos contradictorios, por lo que no es de extrañar que estos salgan en una situación de divorcio. “Son capaces de asimilar esta ruptura familiar de forma más madura, pero como adolescentes que se enfadan y experimentan frustración ante la situación, volviéndose más introvertidos, como forma de expresión de su inconformidad ante la separación de sus padres” concluye la psicóloga.

Otros factores a tener en cuenta pueden ser por ejemplo el sexo, a lo que Aguilar aclara que “no tiene por qué tener una reacción diferente el hecho de que el niño de padres separados sea de género masculino o femenino. Si bien es cierto que los niños podrían ser más propensos a tener una conducta más disruptiva y oposicionista, mientras las niñas pueden ser más introvertidas y optar por sentirse culpables de la separación”. Igualmente, el hecho de ser hijo único o de tener hermanos también ha de ser tenido en cuenta, puesto que como aporta la psicopedagoga “es más complejo si hay más hermanos, por un motivo muy claro, y es el hecho de que la edad de cada hermano implicará un tipo de explicación de la separación diferente, debido a su capacidad de entender la situación”. Así su recomendación pasa por reforzar el vínculo entre ellos en contrapartida, ya que “en una buena relación entre hermanos, éstos pueden ver uno en el otro, un apoyo importante”.

 

FUENTE: http://smoda.elpais.com/belleza/reglas-basicas-comunicar-los-hijos-divorcio-los-padres/

El juego, la llave para hacer del cepillado una rutina divertida para los niños

El 32% de los niños sufre caries antes de cumplir los seis años, según la última Encuesta Nacional de Salud, debido a que su esmalte es más débil y aún no son expertos en cepillarse los dientes.

Para saber hacerlo de una manera correcta y al mismo tiempo divertida, Oral B ha organizado un taller con padres y niños en el que han contado con los consejos de expertos como el odontopediatra Eduardo Bratos y la psicóloga infantil Silvia Álava. «Tanto el cepillo como la pasta de dientes tienen que ser las adecuados para una correcta higiene dental «, recomienda el doctor y añade que el cepillo eléctrico es totalmente recomendable para los más pequeños porque  «cuando va creciendo el niño se va modificando la estructura y la cabeza del cepillo para poder acceder a las zonas más difíciles». Además de contar con las herramientas adecuadas, también es importante la ayuda y la motivación de los padres. Silvia Álava recomienda emplear el juego como la estrategia para conseguir hacer del cepillado una rutina divertida. «Podemos utilizar el juego para motivarles con aplicaciones como la de Oral B que nos va a ayudar a mantener esos dos minutos de cepillado», explica. -Redacción-