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¿Qué nos hace más felices: tener tiempo o dinero? Colaboración con BuenaVida de el diario El País

Si le dieran a elegir entre un aumento de sueldo y una reducción de jornada, ¿qué escogería? De la respuesta depende su felicidad

que-nos-hace-mas-felices Silvia Alava

El éxito está asociado a tener más de todo. Más cosas, más reconocimiento, más sueldo. Y tiene sentido: ya hemos contado cómo puede ayudarnos a la felicidad el dinero bien utilizado, pero ¿y el tiempo? Al estereotipo de persona exitosa normalmente va unido el de trabajador ajetreado que apenas tiene tiempo para dedicar a sus aficiones, a sus amistades, a su familia. Si el objetivo en esta vida es ser feliz, ¿lo conseguiremos a base a amontonar euros o será necesario disponer de tiempo libre para dedicarnos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos?

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Precisamente un estudio publicado recientemente en la revista Social Psychological and Personality Science ha preguntado a casi 4.500 personas si valoran más el dinero o el tiempo para alcanzar la felicidad. El 64% declaró que prefería tener dinero, sin embargo, la investigación también arrojó que aquellos que daban más importancia a disponer de tiempo resultaban ser más felices.

La idea surgió de una vivencia personal de uno de sus artífices, Hal E. Hershfield. Sucede que este profesor recibió una invitación para participar en un seminario en otro estado diferente del que reside. Y sucede también que tenía en su hogar una niña nacida hace apenas 12 semanas. El dinero que le pagasen serviría para ayudar a la crianza de la criatura, pero también perdería un fin de semana para disfrutar con ella en esa etapa tan sensible de los bebés. En este caso, ¿qué le hacía más feliz, el tiempo o el dinero?

Según la consultora Price Waterhouse Coopers, los ‘millenials’ prefieren disponer de más tiempo libre que tener un gran salario

Los resultados de su investigación son los ya citados: “Si tuviéramos a dos personas que fueran por lo demás iguales, aquella que decidiera que el tiempo es más importante que el dinero sería más feliz que la que solo optara por el dinero”, explican Hershfield y su colega Cassie Mogilner Holmes, ambos miembros de la Universidad de California en Los Ángeles, en un artículo de The New York Times. Por cierto, el profesor Hershfield decidió quedarse en casa, y disfrutar de los días con la niña antes que de los dólares. Algunos de los entrevistados también acabaron en acuerdo con la investigación: un 25% de los que eligieron dinero; preguntados un año después, cambiaron de idea y optaron por el tiempo.

Cuestión de edad

No es el único estudio de este tipo: a principios de año una investigación de la Universidad de British Columbia en Vancouver (Canadá) arrojó que valorar el tiempo sobre el dinero está asociado a mayores niveles de felicidad, sobre todo cuando para conseguir ese dinero son precisas amplias jornadas laborales. También concluyó que, según aumenta la edad, el tiempo pasa a cobrar más importancia en las prioridades de las personas. Tiene lógica: cada segundo que pasa se convierte en un bien más escaso. Ya lo decía el poeta José Manuel Caballero Bonald: “Somos el tiempo que nos queda”.

Los más jóvenes parecen haber tomado nota del veterano poeta: valorar el tiempo parece ser una tendencia en la llamada generación de los millennials (nacidos entre 1980 y 1995): según un estudio de 2013 de la consultora Price Waterhouse Coopers esta horquilla de edades prefiere disponer de más tiempo libre y poder compatibilizar su vida laboral y personal antes que tener un gran salario. Los millennials consideran el trabajo solo un medio para tener estabilidad y bienestar, pero no el único medio. De hecho, un 21% de las mujeres y un 15% de los hombres, según el estudio, estarían dispuestos a renunciar a parte de su salario en pos de más flexibilidad.

El psicólogo Dan Gilbert, profesor en la Universidad de Harvard y autor del superventas Tropezar con la felicidad (Destino), explicó, en una reciente visita a España, que, llegados a cierto límite, la cantidad de dinero que se gane no proporciona una felicidad extra. Ese límite son los 60.000 euros. A partir de ahí, en cuestiones de felicidad, da igual ganar 60.000 euros o 60.000 millones. Por eso los multimillonarios no disfrutan, comparativamente, de tanta felicidad como de dinero (nada nos dice que Amancio Ortega o Bill Gates sean personas tan felices como adineradas).

Las cuatro claves de la felicidad son gratis

“Una vez tenemos cubiertas las necesidades básicas, que son fundamentales para nuestro bienestar, un aumento en nuestra riqueza puede generar algo de felicidad pero a corto plazo”, explica Silvia Álava, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes. “Después ocurre lo que llamamos la adaptación hedonista: nos acostumbramos a las cosas que tenemos, nos comparamos con los demás y queremos más”. Quizás a ustedes les haya pasado: han conseguido un coche un poco más potente, una casa un poco más grande, pero, pasada la primera satisfacción, no podría decirse que son más felices que antes. “Lo que si puede causar un incremento duradero del bienestar es invertir en cosas que nos hagan crecer como personas o mejoren nuestras relaciones con los demás”, apunta la psicóloga. Por ejemplo, un curso de guitarra o para hacer cupcakes, apuntarse a excursiones o actividades deportivas, son actividades que puede hacer más por nuestro buen ánimo que los citados cochazo y mansión.

“Lo que si puede causar un incremento duradero del bienestar es invertir en cosas que nos hagan crecer como personas o mejoren nuestras relaciones con los demás” (Silvia Álava, psicóloga)

Así, las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan, según explica Gilbert, no cuestan un duro: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. No cuestan dinero, pero sí necesitan tiempo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, declaró el psicólogo. Es un hecho establecido dentro de la psicología que tener variadas y sanas relaciones con las personas, una vida social intensa y saludable (más allá de los likes de Facebook), es una de las cosas que más influye en nuestro bienestar y para ello es imprescindible el tiempo. “No podemos cifrar nuestra felicidad en los grandes eventos de la vida, tenemos que aprender a disfrutar de los pequeños momentos: un café mañanero con un compañero de trabajo, contar un cuento a nuestro hijos al anochecer”, concluye Álava. Vamos, que muchos pocos hacen un mucho. Y para ello hace falta mucho tiempo y no tanto dinero. Aunque, claro, lo ideal es el combo: conseguir un trabajo que nos den mucho millones mensuales trabajando solo un par de horas al día. No abundan.

Los famosos también sufren. Colaboración para el diario El País

Selena Gomez y Adele son las últimas estrellas en desvelar sus problemas psicológicos, algo que ayuda a los jóvenes con crisis

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El reino del pop se había quedado sin princesa hasta que Selena Gomez (Texas, 1992) pisó los escenarios. Después de la debacle de Britney Spears en 2007, debido a su alcoholismo, depresión y múltiples polémicas, el trono exigía una nueva representante y la tímida, sonriente y dulce exniña Disney estaba preparada para hacerse con él. Lo que Gomez no podía imaginar era que, 14 años después de su debut en televisión, la ansiedad y depresión que pausaron la carrera de su antecesora la perseguirían de cerca.

“He descubierto que la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión son efectos secundarios del lupus, y estos pueden representar sus propios desafíos”, confesó en agosto de este año a la revista People cuando anunció que haría un alto en su carrera.

Como ella, más estrellas han demostrado que son de carne y hueso y han experimentado algún episodio depresivo, al igual que 15 millones de personas al año, según National Institute of Mental Health. Adele reveló que tras dar a luz en 2012 a su hijo, Angelo, tuvo depresión posparto. El cantante Zayn Malik abandonó su gira este verano debido a los ataques de pánico que sentía. Demi Lovato,Catherine Zeta-Jones, Ben Stiller y Jim Carrey también han roto el silencio y han hablado de su bipolaridad.

Que una celebridad padezca algún tipo de trastorno mental no es nada nuevo, pero que hablen de él con soltura y no teman ser juzgados sí lo es. Y lo más importante, ayuda a normalizar la forma en que se abordan estas enfermedades. “Es vital que se hable de este tema y que se entienda que padecer un trastorno mental es algo que le puede pasar a cualquiera. Es importante que los famosos ayuden a quitar el estigma que lo rodea”, asegura la psicóloga Silvia Álava, directora del Centro de Psicología Álava Reyes.

“Compartiendo sus experiencias, las estrellas dan la oportunidad de hablar de depresión, ansiedad o bipolaridad a gran escala”, subrayaba Katrina Gay, directora de comunicación de National Alliance on Mental Illness (EE UU), al periódico USA Today. Generar ruido alrededor de este tema, que antes solía ser tabú, permite que los jóvenes, además de normalizarlo, se animen a pedir ayuda. “No solo se trata de hacerlo público y hablar de ello. Es importante que también se divulgue cómo se solventó el episodio, que se dé un buen ejemplo a los adolescentes. Que se les motive a buscar ayuda profesional”, añade Álava.

Porque si a alguien escuchan los adolescentes es a sus ídolos. El discurso que realizó Demi Lovato durante la pasada convención demócrata en el que habló de la importancia de que el Estado le preste más atención a los trastornos mentales generó más de 10.600 tuits desde su inicio a las 19.47 (horario del este de EE UU) hasta el fin de la emisión, a las 23.33, según datos de la consultora Nielsen. Esto indica que las interacciones duraron todo el evento, incluso cuando ella ya había finalizado su intervención.

“Cuanto más se identifique un fan con una estrella, más probabilidad hay de que en un momento de crisis pida ayuda. En este caso la fama ayuda a mejorar la calidad de vida”, concluye Gay.

 

FUENTE: http://elpais.com/elpais/2016/11/10/estilo/1478802172_745633.html

Reglas básicas para comunicar a los hijos el divorcio de los padres. Colaboración con la revista SModa del diario El País

Decírselo los dos juntos, no hablar mal del otro y no caer en comprarle con regalos son algunas de las claves.

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El amor muchas veces no dura para toda la vida. A veces porque la pareja se deteriora por los roces de la convivencia, porque ha aparecido otra persona o simplemente porque ya no sois los mismos que eráis cuando empezasteis la relación. El problema está en que lo que parece un asunto de dos, se convierte en algo más complejo cuando hay hijos de por medio. Porque vuestra separación no solo supone un cambio en vuestras vidas, sino también en las suyas. Aunque seguir por los hijos no parece una opción lógica, si al final solo vamos a hacerles vivir en un ambiente tenso e incluso podemos hacerles cargar con esa culpa, lo que sí debemos tener en cuenta es cómo hacer las cosas lo mejor posible. Empezando por el principio, es decir, cómo vamos a contarles que “mamá y papá se separan”.

Sí, es cierto que ya no se trata de una noticia tan impactante como hace unos años, principalmente porque seguro que no va a ser el único niño de clase con padres separados. Ahora lo raro es casi que sigan casados. Sin embargo, la psicopedagoga Laura Aguilera aporta que “que los padres se separen es un aspecto muy importante para los niños, tanto ahora como hace años, que no se veía con tanta frecuencia. La idea de que los padres se separen implica un cambio en su rutina diaria, a la que al inicio les cuesta adaptarse”, por lo que siempre hay que planificar cómo vamos a abordarlo. Igualmente, también depende de cómo sea nuestra separación, ya que “no es lo mismo la separación de unos padres que simplemente han dejado de quererse en el sentido del amor romántico, pero se respetan mutuamente y llevan una separación civilizada”, que los padres que se separan por algo razones complicadas como una infidelidad o incluso en casos extremos unos malos tratos.

Lo que debemos decir y lo que debemos evitar

“Es fundamental comunicárselo al niño de la forma correcta, a ser posible los dos juntos y evitando que los niños piensen que es por ellos, por su mal comportamiento, por lo que han hecho o han dicho, pero sobre todo tenemos que dejarles tiempo para que lo asimilen”, aporta la especialista en psicología infantil Silvia Álava. Entre las cosas que debemos hacer está el “responder a las preguntas que hagan. En el momento de dar la noticia de la separación, los niños más pequeños pueden dar respuestas sorprendentes, como ‘vale, y ahora, ¿puedo jugar con mis juguetes?’, pero poco a poco irán entendiendo la nueva situación”.

Otra idea que destaca la psicóloga es la de dejar que durante el proceso el niño pueda expresarse libremente y no imponerle nuestras ideas. Por ejemplo, “el niño tiene que poder decir que echa de menos a su padre o a su madre cuando no está con él o con ella”, sin que nos pongamos todos nerviosos. Eso implica, entre otras cosas, “no luchar por el papel del bueno de la película”, sino intentar ser un bando unido y darle mensajes juntos del estilo: “Los dos te queremos y los dos queremos estar contigo”.

Por supuesto, habrá que controlar nuestras propias emociones y evitar que nuestro hijo/a oiga descalificaciones de nuestro ex. “No olvidemos que por muy mal marido o esposa que una persona sea, no deja de ser la madre o el padre del niño”. Eso también significa que no hay que caer en usar tretas del estilo “llenar al niño de regalos, pensando que de esa forma no nos echará de menos, o que con eso conseguiremos que nos prefiera ante el otro progenitor”. Silvia Álava aclara que así, “lo único que estamos haciendo es llenarle de cosas, lo que de verdad será duradero es que sepa que sus padres están ahí para quererle, escucharle, ayudarle a resolver sus problemas”. Pese a ello, sí que es positivo remarcarle todo aquello que pueda ver como positivo de la nueva situación. Por ejemplo el “tendrás dos casas, dos habitaciones, y harás un montón de cosas con mamá y con papá, pero por separado”, ya que como explica la psicóloga “se trata de que el niño aprenda a ser feliz en la nueva situación”.

La edad del niño importa

Aunque tengamos cuarenta años e hijos propios, que nuestros padres nos digan que se separan es una noticia que impacta, porque al final es un cambio en la propia estructura de nuestra vida. Incluso aunque no vivamos con ellos, supondrá un cambio en nuestras rutinas. Sin embargo, la edad que tiene el niño cuando se entera de que sus padres ya no van a seguir siendo una pareja es un factor bastante determinante.

En este punto Laura Aguilera hace una distinción de cómo llevará el niño la situación y qué tener en cuenta según los años que tenga, para que ciertas reacciones no nos pillen por sorpresa, teniendo en cuenta que siempre influye el grado de maduración del mismo.

  • Hijos menores de 5 años: En este caso las explicaciones deben ser muy sencillas, concretas, cortas y claras, ya que todavía no comprenden lo que sucede del todo. “Tanto el padre como la madre se perciben por el hijo como una unidad inseparable. En estos casos, lo adecuado es explicarle brevemente al hijo qué progenitor será el que deje el domicilio, se le presentará el nuevo hogar de éste, así como se le expondrá cuándo lo verá y en qué entornos”, apunta Aguilera.
  • Hijos de cinco a ocho años: Ahora ya necesitan más información, porque la separación de sus padres les afecta a nivel emocional y personal. La psicóloga aclara que “en estas edades es cuando hay riesgo de que los niños se culpen a ellos mismo por la separación de sus padres, así como fantasear con que algún día volverán a estar juntos”.
  • Hijos de nueve a doce años: “A estas edades los niños pueden ver el divorcio de sus padres como algo que no pueden controlar, por lo que no interiorizan un sentimiento de culpa”, aclara Álava. Quizás por ello, suelen culpar más a los padres y se plantean aspectos morales de lo que está bien y lo que está mal. “En ocasiones pueden tomar partido en un bando de los dos progenitores, pero todo dependerá del tipo de relación que mantengan y de cada caso en particular”, insiste la experta.
  • Hijos adolescentes: Ya sabemos que esta es una etapa de emociones y comportamientos contradictorios, por lo que no es de extrañar que estos salgan en una situación de divorcio. “Son capaces de asimilar esta ruptura familiar de forma más madura, pero como adolescentes que se enfadan y experimentan frustración ante la situación, volviéndose más introvertidos, como forma de expresión de su inconformidad ante la separación de sus padres” concluye la psicóloga.

Otros factores a tener en cuenta pueden ser por ejemplo el sexo, a lo que Aguilar aclara que “no tiene por qué tener una reacción diferente el hecho de que el niño de padres separados sea de género masculino o femenino. Si bien es cierto que los niños podrían ser más propensos a tener una conducta más disruptiva y oposicionista, mientras las niñas pueden ser más introvertidas y optar por sentirse culpables de la separación”. Igualmente, el hecho de ser hijo único o de tener hermanos también ha de ser tenido en cuenta, puesto que como aporta la psicopedagoga “es más complejo si hay más hermanos, por un motivo muy claro, y es el hecho de que la edad de cada hermano implicará un tipo de explicación de la separación diferente, debido a su capacidad de entender la situación”. Así su recomendación pasa por reforzar el vínculo entre ellos en contrapartida, ya que “en una buena relación entre hermanos, éstos pueden ver uno en el otro, un apoyo importante”.

 

FUENTE: http://smoda.elpais.com/belleza/reglas-basicas-comunicar-los-hijos-divorcio-los-padres/

El juego, la llave para hacer del cepillado una rutina divertida para los niños

El 32% de los niños sufre caries antes de cumplir los seis años, según la última Encuesta Nacional de Salud, debido a que su esmalte es más débil y aún no son expertos en cepillarse los dientes.

Para saber hacerlo de una manera correcta y al mismo tiempo divertida, Oral B ha organizado un taller con padres y niños en el que han contado con los consejos de expertos como el odontopediatra Eduardo Bratos y la psicóloga infantil Silvia Álava. «Tanto el cepillo como la pasta de dientes tienen que ser las adecuados para una correcta higiene dental «, recomienda el doctor y añade que el cepillo eléctrico es totalmente recomendable para los más pequeños porque  «cuando va creciendo el niño se va modificando la estructura y la cabeza del cepillo para poder acceder a las zonas más difíciles». Además de contar con las herramientas adecuadas, también es importante la ayuda y la motivación de los padres. Silvia Álava recomienda emplear el juego como la estrategia para conseguir hacer del cepillado una rutina divertida. «Podemos utilizar el juego para motivarles con aplicaciones como la de Oral B que nos va a ayudar a mantener esos dos minutos de cepillado», explica. -Redacción-

Los expertos alertan sobre la última tendencia del “padre helicóptero”, que solo consigue hijos inseguros y faltos de carácter. Colaboración con el diario El País

El 'padre mánager' es una de las tipologías más nefastas. En la imagen, Paul Giamatti y Alex Shaffer en la película 'Win win' (2011).
El ‘padre mánager’ es una de las tipologías más nefastas. En la imagen, Paul Giamatti y Alex Shaffer en la película ‘Win win’ (2011). CORDON

¿Te consideras un buen padre? Quizá eres de los que ayudan a sus hijos a hacer los deberes, actúan como vigilantes de la playa en el parque para que no se hagan daño y exprimen el grupo de whatsapp del colegio hasta que el móvil eche humo. Bien: entonces no eres un buen padre. Eres lo que se denomina un “hiperpadre” o un “padre helicóptero”, que sobrevuela constantemente alrededor de sus vástagos; un perfil cada vez más habitual y, según muchos expertos, cargado de implicaciones negativas para los hijos.

Lo cual no deja de ser curioso: hasta hace muy poco tiempo se acusaba a los padres de no estar lo suficientemente encima de sus retoños. De casa al trabajo y del trabajo al gimnasio, muchos papás pasaban olímpicamente de los niños, que, resignados, pasaban las horas encerrados en su cuarto dándole fuerte a los videojuegos. Al parecer, nos hemos dado cuenta de que eso no hacía ningún bien a los pequeños y nos hemos ido al otro extremo. Igual de perjudicial.

Debemos tener una casa perfecta, un coche perfecto y unos dientes perfectos, y unos hijos perfectos entran en ese cuadro

¡Por mi hijo, mato!

Varias son las causas que han propiciado el alumbramiento del superpapá. “Una es que los árboles genealógicos se han invertido”, explica la autora Eva Millet, que acaba de publicar un libro dedicado precisamente a este tema, Hiperpaternidad (Plataforma Editorial, 2016). “Hoy las familias son nucleares, hay 1,3 niños de media en este país, y los hijos son el centro, el sol: reciben toda la atención”. En la actualidad, además, los tratamientos de fertilidad están a la orden del día. A esos niños, pequeños milagros para sus padres, ¿cómo negarles algo? Esta experta destaca también una fuerte presión social, sobre todo en clases pudientes. “Debemos tener una casa perfecta, un coche perfecto y unos dientes perfectos, y unos hijos perfectos entran en ese cuadro”.

Silvia Álava, psicóloga, autora de libros como Queremos hijos felices (JdeJ Ediciones, 2014) y Queremos que crezcan felices (JdeJ Ediciones, 2015), describe así el concepto de hiperprogenitor: “Son padres que se caracterizan por estar excesivamente encima de sus hijos, anticipándose de tal forma a sus necesidades que se lo dan todo”. Y señala que también les mueve un sentimiento de culpabilidad. “Los padres se sienten culpables porque no están con los hijos todo el tiempo que les gustaría, porque tienen una jornada laboral muy larga y no llegan a recogerlos del cole… Entonces les culpa mucho más decirles que no”, aduce.

Al servicio de los hijos

Pero, ¿de qué clase de atenciones excesivas estamos hablando? Por ejemplo, vestirlos por la mañana o darles el desayuno cuando tienen edad para hacerlo solos. Nos brindamos a ello por comodidad. “Dejar que los niños hagan las cosas solos requiere mucho más esfuerzo, hay que enseñarles. Se pierde mucho más tiempo si tenemos que dejar que el niño se levante, desayune y se vista solo; tardamos menos haciéndoselo nosotros. Pero así no estamos fomentando su seguridad y su autonomía. Es importante ir pidiéndole al niño en cada momento lo que es capaz de hacer”, dice Silvia Álava.

Se pierde mucho más tiempo si tenemos que dejar que el niño se levante, desayune y se vista solo; tardamos menos haciéndoselo nosotros. Pero así no estamos fomentando su seguridad y su autonomía

Algo parecido ocurre con los deberes del colegio. “Los padres no pueden acumular responsabilidad de los niños. Es el niño el que tiene que ser responsable de hacer esos deberes”, añade esta especialista. “Cuando son pequeños, se les puede ayudar a resolver dudas, pero el padre no tiene que estar a su lado haciendo los deberes”.

Un estudio publicado este mismo año por la Universidad de Queensland(Australia) respalda este punto de vista. Sostiene que los progenitores demasiado implicados en los deberes entorpecen el desarrollo de sus hijos: “Una mayor participación de los padres para garantizar la conclusión de los deberes puede evitar la exposición del niño a las consecuencias negativas de no haber asumido la tarea ellos mismos. Irónicamente, los esfuerzos extremos por los padres para promover los logros académicos podrían socavar el desarrollo de la independencia y la adaptación de sus hijos”, determinan los investigadores.

Padres guardaespaldas y padres-mánager

Otra modalidad de padre proceloso es el que merodea alrededor de su hijo en el parque con la misión de prevenir accidentes. Es cierto que nuestra experiencia augura una caída antes de que se produzca, y exponer al niño a ella es duro. Pero es lo que recomiendan los expertos. “El padre tiene que estar a su lado y avisar: ‘Ten cuidado, que a lo mejor te caes’. Pero hay que dejar que el niño se caiga. Y si se cae, el padre no puede gritarle enfadado, sino ayudarle a levantarse, limpiarle las manos… Evitando que el niño se caiga no estamos ayudando a que aprenda a esforzarse; al mismo tiempo, tenemos que enseñarle a levantarse tras cada una de las situaciones que no han salido bien”, aconseja la psicóloga Silvia Álava.

“Los accidentes pueden pasar en cualquier lugar”, dice Eva Millet. “Mi hija se hizo una contusión en la cabeza haciendo ballet en casa. Nos tenemos que relajar, porque los ponemos nerviosos. Si un niño está frustrado y mal, se hará daño en cualquier lado. Si un niño confía en sí mismo, se ve capaz, lo hará bien y hay que dejarlo más suelto”.

Aunque todo esto lo hacemos con la mejor intención, conseguimos el efecto opuesto: un niño hipercustodiado es un niño que crece con problemas

También está ampliamente documentado el caso de los “padres-mánager”, una modalidad que rara vez se da en las madres. “Son aquellos papás que quieren que su hijo sea el nuevo Messi, Ronaldo o Nadal”, define Eva Millet. “Se convierten en sus mánagers y dedican sus energías, dinero y tiempo en crear un futuro astro del deporte. Y ya sabemos que eso no siempre surge. Conozco un caso de un niño que juega superbién al tenis, y desde que era pequeño el padre está detrás, con horas y horas de práctica. Y este crío hace poco ha tenido una crisis de ansiedad, con 13 años, que tuvieron que llamar a la ambulancia. Porque ya no puede más: del tenis, de su papá y de toda la presión que le han puesto”.

Consecuencias negativas

Aunque todo esto lo hacemos con la mejor intención, conseguimos el efecto opuesto: un niño hipercustodiado es un niño que crece con problemas. “Al final no desarrolla sus propias habilidades y competencias”, advierte Silvia Álava. “Si en lugar de que se vista él lo estoy vistiendo yo, cuando vea que sus amiguitos lo hacen y él no, se puede sentir mal. Es peligroso incluso a nivel emocional. Los niños cuyos padres tienen un estilo de educación sobreprotector desarrollan muchas menos competencias emocionales que los que tienen otro estilo de educación. A la larga, los niños van a ser más inseguros, infelices y más probables víctimas de acoso”. Suena fuerte , pero es así: un estudio de la Universidad de Warwick (Reino Unido) relaciona sobreprotección en casa y bullying en la escuela.

Hay que dejar que el niño se caiga. Y si se cae, el padre no puede gritarle enfadado, sino ayudarle a levantarse, limpiarle las manos… Evitando que el niño se caiga no estamos ayudando a que aprenda a esforzarse

“Crea hijos muy agobiados y con pocas ganas de aprender”, añade Eva Millet. “Están quemados: al habérseles inculcado tantas cosas desde pequeños, se les mata un poco la curiosidad. En los más mayores se fomenta una obsesión mercenaria por las notas: un notable les parece poco. Estos niños a los que siempre se les ha dicho que son lo más, tienen una inflada noción de sí mismos, pero, por otro lado, una tolerancia muy baja a la frustración y poca autonomía. El problema de criar a un hijo como a un pequeño príncipe es que puede acabar como Kim Jong-un. Otro tema que me fascina es la cantidad de miedos que tienen los niños hoy. Si tu hija no usa la cisterna porque le da miedo el ruido y tú te pasas diez años haciéndolo por ella, nunca superará ese temor”, remacha Millet.

En su justa medida

De acuerdo: no por ser más esforzados con los hijos vamos a ser mejores padres. Pero dado que nuestro objetivo es ser los mejores papás del mundo, ¿cómo saber cuál es la medida exacta? No es muy complicado. “Los niños nos van dando pistas”, dice Silvia Álava. “Desde pequeñitos ya ves que cogen la cuchara y quieren comer solos. Luego nos vamos a dar cuenta de que cuando se lo pedimos a los niños, son capaces de hacerlo”.

Estos niños a los que siempre se les ha dicho que son lo más, tienen una inflada noción de sí mismos, pero, por otro lado, una tolerancia muy baja a la frustración y poca autonomía

Conviene, pues, levantar el pie del acelerador y aplicar lo que Eva Millet denomina underparenting: aminorar las atenciones (hasta el nivel adecuado). Esta escritora especializada en temas de educación nos aporta cinco trucos para bajar poco a poco la guardia con nuestros hijos:

  1.  No les lleves la mochila. “Lo primero que hacen los niños cuando salen del colegio es tender la mochila a los padres, y estos se la cogen. Si pesa mucho, les quitas dos o tres libros, pero la tienen que llevar: aprenden que es responsabilidad suya y que ellos pueden. Es un gesto muy simbólico, pero podría aplicarse a muchas cosas del día a día”, asegura.
  2. Practica una vigilancia distante. “Es lo que yo llamo una sana desatención: observar a los hijos pero sin intervenir a la mínima de cambio”. O lo que es lo mismo, actúa como un árbitro de tenis y no como uno de baloncesto.
  3. Mantente alejado de los deberes. “No hay que hacer las tareas del colegio con ellos ni por ellos. Ayudarles a organizarse su trabajo, eso sí”. Por otra parte: ¿quién necesita ponerse al día en logaritmos y derivadas?
  4. Aligera la agenda. “Confía en ellos y no lo tengas todo programado, que no haya siempre cosas por hacer”. Con el colegio, las extraescolares, la academia de inglés y el partido del sábado ya van bien servidos: no les metamos más presión.
  5. Ignora las odiosas comparaciones. “Hay que evitar ponerse nervioso si el hijo del vecino ha ido a tal sitio o ya está aprendiendo un idioma. Hay tiempo, la vida es muy larga”, sostiene Eva Millet.

En resumidas cuentas, hay que estar al lado de los hijos cuando estos lo necesitan, no 24 horas al día. De lo contrario, el resultado es una tensa estampa familiar de niños y padres estresados. “Los niños necesitan padres relajados”, razona Eva Millet, parafraseando a uno de los científicos que entrevista en su libro. Y añade en tono tranquilizador: “Con buena voluntad y sentido común podemos tener unos hijos fantásticos”.

Clausura del V Encuentro con la Psicología «5 Problemas / 5 Respuestas»

Os adjunto la reseña que aparece este mes en la Guía del Psicólogo de COPMadrid y que se hace eco del estupendo ciclo de conferencias organizadas un año más por Lecina Fernández y en las que he tenido oportunidad de participar:

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Decálogo para educar en la felicidad. Colaboración con SerPadres

La psicóloga Silvia Álava nos da las claves para afrontar uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los padres de hoy.

 ¿Cuál es la respuesta más común entre los padrescuando se les pregunta qué quieren para sus hijos? Que sean felices. Partiendo de esta premisa, la psicóloga infantil Silvia Álava, en una conferencia organizada por el colegio Liceo Europeo, ha analizado a través del humor y las situaciones cotidianas, los retos que afrontan los padres.

Para Álava, autora de los libros Queremos hijos felices (que ya va por su tercera edición) y su continuación Queremos que crezcan felices, de reciente publicación, en los padres de hoy en día prevalecen un excesivo sentimiento de culpa, sobreprotección y un afán de perfección que en palabras de la psicóloga “no existe, porque no existen las personas perfectas”.

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Prepara a tu hijo para el camino

En la conferencia ofrecida en el colegio Liceo Europeo, Silvia Álava animó a los padres a perder el miedo al fracaso para no extender esa frustración a los hijos y “preparar a tu hijo para el camino, no el camino para tus hijos. Los que preparan el camino son padres “apisonadora”, que impiden que sus hijos desarrollen competencias emocionales, lo que les generará más inseguridad e infelicidad en el futuro”.

Además, la directora del área infantil en el Centro de Psicología Álava Reyes mostró un decálogo para educar en la felicidad:

  1. El mayor regalo para un niño es la atención. Esta atención debe ser de calidad, mediante una escucha activa. Nos sentimos escuchados por los ojos. Necesitamos que nos miren.
  2. No les presiones. Ofrece al niño pequeños retos, que siempre son más efectivos que el castigo.
  3. Mide bien lo que le pides al niño. No le exijas lo que no pueden hacer. La búsqueda de la perfección en los hijos hace que en muchas ocasiones se les exijan cosas para las que no están preparados.
  4. Refuerza cada paso que dé, aunque sea pequeño. Todos necesitamos el reconocimiento de los que nos rodean. El niño irá ganando en confianza y autonomía.
  5. Busca cosas que se le den bien, donde pueda destacar aunque sean fuera del ámbito escolar. La práctica deportiva es muy útil, en este sentido, porque además muestra que las cosas que dan más felicidad se ganan con esfuerzo continuado.
  6. Mitiga defectos y potencia virtudes. Es necesario reforzar en positivo, sin comparaciones. El niño también agradece que los padres se muestren orgullosos de él y se lo haga saber a él y a sus seres queridos.
  7. Si lo necesitas, pide ayuda. El afán de perfeccionismo de los padres hace que muchas veces no pidan ayuda y esto, sumado a la falta de tiempo y el cansancio, genera frustración.
  8. Enséñale a pensar y dótale de recursos. Evitar el “ya lo hago yo” o “espera a que llegue a casa y lo hacemos”. Son mensajes que hacen sentir al niño que él no es capaz. Por el contrario, hay que optar por el “¿Tú qué piensas? ¿Cómo lo harías?”.
  9. Busca con él los momentos felices. Las pequeñas cosas del día aportan felicidad. Hay que buscar que esos momentos sean de calidad, prestando atención al niño.
  10. La vida es más que un boletín de notas. Este punto está directamente relacionado con el 5 y con el 8. Ninguno de nosotros recuerda como momentos felices hacer los deberes con nuestros padres.

La primera huelga de deberes empieza este fin de semana entre fuertes críticas de los profesores. Colaboración con el diario ABC

Ceapa llama a que los niños no hagan tareas escolares durante el mes de noviembre y los docentes la califican de «disparatada»

Este fin de semana comienza una nueva huelga en el sistema educativo español. Aunque esta es un tanto especial porque se trata de una huelga de deberes, la primera que vive nuestro país. La asociación mayoritaria de padres y madres de alumnos de la escuela pública, Ceapa, ha llamado a las familias a que durante los fines de semana de noviembre no se hagan tareas en casa. «Tratamos de recuperar el tiempo libre de nuestros hijos, que ya tienen jornadas de 65 horas semanales con los deberes. Necesitamos ese tiempo para hacer otra cosa que no sea ejercer de policías de nuestros hijos. El objetivo es que desaparezcan los deberes», explica a ABC el presidente de Ceapa, José Luis Pazos.

deberes escolares

Deberes y rendimiento

El debate de los deberes no es exclusivo de España. Países como Francia ya han vivido su jornada de «lápices caídos». Pero la realidad es que en todos los países que han particpado en las pruebas PISA se realizan deberes, desde las poco más de dos horas a la semana de Finlandia, a las casi 10 de Rusia. Nuestro país es el cuarto que más tareas fuera del horario escolar manda a sus alumnos. Y la propia OCDE reconoce que «el número medio de horas que los alumnos destinan a los deberes no suele estar relacionado con el rendimiento global del sistema escolar». Factores como la calidad de la enseñanza y el modo en que se organizan los centros serían más determinantes. De hecho, pese a ser de los que más deberes mandamos, tanto en Matemáticas, Lectura o Ciencias, nuestros alumnos estaban por debajo de la media de la OCDE en las pruebas PISA 2012.

Ahora bien, conviene no olvidar que «los alumnos que no hacen deberes tienen más riesgo de bajo rendimiento», subraya la directora general adjunta de Educación de la OCDE, Montserrat Gomendio, La clave según ella está en «hacer deberes. Pero no muchas horas». En España la media está en seis horas y media semanales y la OCDE señala que «por encima de las cuatro horas semanales, apenas tiene un impacto significativo en el rendimiento».

Niños estresados

Hacer demasiados deberes no solo no es efectivo sino que estresa a los niños. Según una encuesta de la Organización Mundial de la Salud, a los 15 años (cuarto de ESO), un 70% de las chicas y un 60% de los chicos españoles dicen sentirse agobiados por los deberes. Y si volvemos a la OCDE, nos encontramos con que nuestro país se coloca como el segundo en el que los chicos entre 11 y 15 años se sienten «muy presionados por las tareas escolares». La parte positiva es que, pese a los deberes, el informe destaca que los niños españoles son los más felices.

La autoridad del profesor

Aunque desde Educación siempre se había mantenido que el tema de los deberes era una cuestión de cada centro, ayer mismo, el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo,admitió que el debate «está en la sociedad» y hay que abordarlo. «Habrá que ver si son excesivos, a partir de qué edad deben mandarse y si son adecuados», afirmó Méndez de Vigo, que no obstante rechazó las formas. «Ha llegado el momento no de hacer huelgas, sino de entrar en el espíritu colaborativo del pacto nacional por la Educación. La huelga implica una gran desconfianza hacia los profesores», lamentó.

También desde la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (Concapa) piensan que el boicot no es lo más adecuado. «Sabemos que es un problema que todos sufrimos a principios de curso, pero seguimos diciendo que son necesarios en su justa medida. Hay que educar a los niños en el cumplimiento de las normas y en que con esfuerzo y dedicación se consiguen las metas. No llamar a los niños a la insumisión. Las familias buscamos conciliación laboral y familiar y está claro que si hay deberes es mas complicado pero tenemos que sentarnos todos a la mesa a discutirlo, incluyendo a los empresarios», asegura a ABCPedró José Caballero, presidente de Concapa.

Autonomía del alumno

En el sector docente, el llamamiento a la huelga ha sentado mal. El presidente de Educación de CSIF, Mario Gutiérrez, califica la iniciativa de «descabellada» porque pone al profesor «a los pies de los caballos». Según Gutiérrez, «es lícito pedir un debate sobre los deberes escolares para que se debata en los ámbitos pedagógicos, pero otra cosa muy diferente es llevar a los alumnos a incumplir las instrucciones y tareas que el profesorado tiene dentro de su programación educativa, un proceso dirigido a favorecer la mejora de las habilidades», subraya.

El sindicato independiente ANPE también rechaza de plano la iniciativa porque «lanza un mensaje demoledor sobre la relación profesor-alumno» y recuerda que los deberes buscan «afianzar lo aprendido en el aula, inculcar hábito de estudio, fomentar el esfuerzo personal e incluso la organización y planificación del trabajo del alumno».

Son para los niños

En este sentido, la psicóloga Silvia Álava, especializada en el entorno educativo y autora del libro «Queremos que crezcan felices», defiende que los niños necesitan practicar los nuevos conocimientos y afianzar la mecánica de muchos aprendizajes», y destaca la importancia de que aprendan a valorar el esfuerzo y adquieran la rutina del estudio desde pequeños. «Eso no quiere decir que tras ocho horas de colegio tengan que estar más horas haciendo ejercicios en casa», dice. Pero sí «veinte minutos». Y da, además, un dato clave en este debate. «Los deberes son responsabilidad del niño no de los padres. No es bueno sobreprotegerlos y estar todo el tiempo a su lado suplantándoles en la tarea». Entre otras cosas porque, a veces, los niños utilizan los deberes como «una forma de llamar la atención» para tener a los padres a su lado toda la tarde.

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FUENTE: Diario ABC

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Desde el silencio sepulcral hasta despojarle del ocio extra. Le proponemos una reacción ejemplarizante para cada situación de estrés. Y sin gritos

ninos-insoportablesLa alimentación, los buenos modales, los estudios y la realización de las tareas domésticas son las cuatro grandes cuestiones en torno a las que giran la mayor parte de las discusiones familiares, como apunta el estudio Padres e hijos en la España actual del profesor Gerardo Meil, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. «Los hijos siempre nos van a plantear situaciones difíciles que nos sacan de nuestra tranquilidad, de nuestra zona de confort. Lo primero que hay que ver es si esa rabieta es algo puntual o está ocurriendo con frecuencia. También hay que tener en cuenta la edad del niño: no es lo mismo una rabieta a los dos que a los 10 años”, afirma Susana Cruylles, psicóloga clínica, terapeuta de familia, y codirectora de La Escuela de Padres (Madrid). La buena noticia es que se trata de un mal común. Y la mejor, que es (o debería ser) temporal y puntual. “Todas las familias pasan por etapas difíciles y todo tiene solución”, tranquiliza la especialista.

Puede que esté pensando que eso suena muy bonito en teoría, pero difícil en la práctica. Todo es cuestión de hacerlo bien. Aunque el castigo continuado repercute en una baja autoestima (“al niño se le está mandando una imagen negativa de él, como si todo lo que hace, lo hiciera mal”, dice Cruylles), sí existen “castigos” que funcionan. “Yo prefiero llamarlo ‘consecuencias’ en vez de castigos, pero sí, funcionan y estarán siempre bien aplicados si vemos que mejora el comportamiento. Para que funcionen tenemos que saber que cada niño es diferente. Para cada uno en particular, y a cada edad, son útiles unos castigos o consecuencias diferentes. Por eso es importante conocer a nuestros hijos y saber qué les gusta y motiva para que cuando hagan algo mal podamos aplicar la consecuencia adecuada en base a eso”, explica la especialista Cruylles.

Hemos planteado cinco situaciones concretas con las que usted seguramente habrá tenido que lidiar, y expertas en psicología infantil y juvenil explican cómo gestionarlas.

1. En un arrebato de ira, su hijo de unos 5 años le dice: «¡Déjame en paz, ojalá te mueras!»

Por su puesto, su hijo no quiere verle muerto. Como dice Cristina Otaduy Vivo, especializada en psicopedaogía y directora de Psicotaduy Educación y Salud(Valencia), “un niño de esa edad no es consciente de la gravedad de las acusaciones que puede llegar a usar en sus rabietas, simplemente, desea expresar su estado emocional de ansiedad y frustración, la agresividad que siente dentro de sí mismo, y transmitir su oposición”. Pero al mismo tiempo, también hay que hacerle entender que, como aclara Silvia Álava Sordo, psicóloga y directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes(Madrid), “lo dicho es una cosa muy grave y sus palabras, más allá del enfado, duelen y causan tristeza”.

Cómo reaccionar: Primero, conténgase. «Generalmente, con esa situación el niño busca que la situación explote, que el padre se enfade muchísimo, y así tener más tiempo para no hacer lo que le estaban ordenando, además de ganar atención”, afirma Silvia Álava. Y a continuación, actúe ante él como si, efectivamente, usted no existiera. «Han de mirar al niño con seriedad, y dejar de hacerle caso durante un ratito e incluso si hace falta, salir de la habitación e irse a otro sitio», añade Álava. ¿Cuánto tiempo ha de durar el mutismo absoluto? Los psicólogos suelen aplicar la regla de un minuto por año; es decir, el niño de cinco años se quedará unos cinco minutos sin padre o madre. “Lo normal es que el niño acuda corriendo al progenitor y no respete ese límite de tiempo. Cuando pregunte por qué no se le hace caso, es cuando hay que explicarle con calma y seriedad que eso que dijo es una muy serio, que ha dolido y que ahora ha de esperar a que se pase para que pueda hablar con él”, indica Álava, autora del libro Queremos hijos felices (JdeJ Editores). Según esta psicóloga, esto hará pensar al niño y funcionará mejor que el simple «¡ahora te dejo sin jugar!».

2. El hijo adolescente reniega de usted pero exige el dinero de papá y mamá

Es la típica reacción de esa edad, cuando necesita sentirse autónomo pero, al mismo tiempo, aún no puede prescindir de la ayuda de sus padres. “Reflexione profundamente de cuándo, cómo y por qué han llegado a esta situación. Y valore también cómo se siente como persona, no como padre, cuando su hijo le trata de ese modo, y por qué se lo permite. Si la respuesta es: ‘Es que es nuestro hijo y hay que ir a por él al cole’, no vale. Hay que ver qué haríamos sin el filtro emocional si fuera otro chico”, comenta Otaduy.

«Si su hijo le grita ‘¡Ojalá te mueras!’, deje de hacerle caso durante un rato e incluso, si hace falta, salga de la habitación y váyase a otro sitio» (Silvia Álava, psicóloga infantil)

Cómo reaccionar: Si tras hablarlo con él no entra en razón, pasemos a la acción. “Se le despoja de aquello que pagamos con nuestro dinero, porque no somos sus banqueros sino sus padres. A partir de ese momento se tendrá que ganar su móvil, su wifi, su ordenador, lo que sea. En lugar de tener más privilegios, tendrá menos. Y si no quiere que vayamos al cole a por él, le diremos que si nos habla con ese mal tono sí iremos, y que además, haremos lo posible para que se nos vea bien vistos, pero si lo hace con educación actuaremos de acuerdo a lo que consideremos necesario”, expone Otaduy. El objetivo es transmitir el mensaje de que el respeto y las normas son necesarias para la convivencia, y en este caso, se escriben y se cumplen.

3. Es un tirano con sus hermanos

Si un menor la paga con otro hermano, es necesario, según la experta, hacerle sentir fuera de la manada. “El mensaje es que como familia, nos ayudamos unos a otros, pertenecemos a un grupo. Si todo se hace con respeto y consideración, se permanece unido”. Y para quien no respeta, la cosa cambia.

Cómo reaccionar: Se trata de excluirle del grupo de forma temporal. “Alejarle de lo que yo denomino el círculo de las palabras. Dejarle en silencio. Y mostrarle que como no ha cumplido la norma del respeto al grupo, no se hablará con él, pero sí con los hermanos; no se le besará, no se le abrazará y se irá solo a la cama. La exclusión dependerá de la gravedad del maltrato a los otros”, advierte la psicóloga Otaduy.

4. Es destructivo: aficionado a romper juguetes ajenos o vaciar el bote de gel por placer

Para corregir y prevenir, conviene explicarle al crío que aquello que rompe o malgasta tiene un precio. “Son niños que no dan valor a lo material porque lo obtienen gratis, y no les cuesta esfuerzo obtener esas cosas”, afirma Otaduy. Y si es demasiado pequeño para que entienda lo que es un «precio», hágaselo saber obligándole a subsanar el desperfecto con algo personal (si ha desperdiciado la platilina de otro niño, haga que le regale la suya).

Cómo reaccionar: “Si se trata del gel que acabamos de comprar, le retiraremos de la hucha o del valor de sus cromos de fútbol o de su colección de muñecas, el valor del gel, por ejemplo. Y para ser precavidos, sería más fácil si en lugar de un bote grande de gel, le dejamos un recipiente pequeño, para que se acostumbre a otras cantidades. Esto se puede aplicar a todo lo que suele despilfarrar”.

5. Es de los de «no, no y mil veces no»

Puede ser una negativa a pasar un día en el campo, a merendar en casa de una tía, a bañarse, a ingerir alimentos… Es una actitud bastante habitual entre los cuatro y seis años y, si es reiterativa en situaciones concretas (por ejemplo, salir al campo) conviene averiguar si no esconde algún mal recuerdo o miedo a los bichos.

Cómo reaccionar: Según Silvia Álava, “lo primero es no hacerle mucho caso y lo segundo, ponerle un reto. Por ejemplo, decirle: ‘Mira, vamos a ir a pasar el día en el campo y tú vas a ser el encargado de llevar el picnic de la comida o de escoger el sitio donde vamos a comer’. O si se trata de ir al supermercado, asignarle la tarea de que ser el responsable de encontrar y colocar en el carro tres cosas de la lista. El objetivo es darle una atención en positivo, de que sea también protagonista del plan, pero no a través de una rabieta con la que se acostumbra a tener nuestra atención solo si nos enfadamos”. Ante todo, no se agobie. Como sospechamos, los hijos no están en contra de sus padres y, como asegura Susana Cruylles, “las rabietas son algo evolutivo y sano para mostrar sus necesidades y preferencias”. Así que, sea paciente y confíe en los consejos de las expertas.

 

FUENTE: BuenaVida diario El País