Doce pautas para que el castigo a los niños no sea un castigo y sea más efectivo. Colaboración con La Opinión de Murcia
El objetivo final a la hora de corregir un mal comportamiento debe ser educar a los pequeños
La conveniencia o no de los castigos en los niños es un debate antiguo y controvertido. Mientras algunos no son partidarios de recurrir a ellos, otros expertos en educación infantil consideran que sí pueden ser útiles en determinados casos. Apuntan, no obstante, que es necesario cambiar con refuerzo positivo el concepto de castigo.
«La opción más adecuada es plantear la situación no como un castigo sino como una oportunidad que se ofrece al niño para elegir portarse bien o no portarse mal y ganarse así algo especial», señala la psicóloga infantil Silvia Álava. «Si el niño se porta mal y no puede hacer algo que le gusta no se debe trasladar al menor la idea de que se trata de un castigo sino que el mensaje es que no se lo ha ganado», señala.
En cualquier caso, los expertos señalan para que un castigo resulte realmente efectivo y consiga el efecto buscado es necesario que los padres sigan una serie de pautas y tengan en cuenta estas consideraciones:
- No recurrir de forma constante a los castigos. Si se castiga por y con todo al niño éste puede entrar en un estado de desmotivación y el efecto conseguido ser el opuesto al deseado. Aplicar un castigo debe ser algo excepcional, no la norma. «Muchos padres abusan del castigo, confundiéndolo con buena educación. Con ello consigue que la situación empeore cada vez más», señala Álava.
- El castigo debe ser inmediato. Si el castigo no se realiza al momento y se aplaza unos días se corre el riesgo de olvidar ejecutarlo o que el niño ni recuerde el motivo además de que se pierde la posibilidad de que el niño se porte bien hasta que llegue el día del castigo.
- El castigo no debe ser muy largo. No es viable, por ejemplo, imponer un mes de castigo porque los padres no van a poderlo mantener y el niño puede considerar que si ya está castigado durante un tiempo largo no hay motivo para portarse bien.
- El castigo debe ser proporcionado. A menudo los padres caen en el error de dejarse llevar por el enfado inicial y recurren a una extrema severidad, imponiendo un castigo a todas luces desproporcionado.
- Castigos proporcionales a la edad del pequeño. Debemos tener en cuenta la edad del niño a la hora de aplicar un castigo. Hay que tener claro que no es lo mismo pedir una cosa a un menor de 3 años que a uno de 9.
- No castigar a toda la familia. Los castigos deben afectar exclusivamente al niño o niña que se han portado mal. No es conveniente que su castigo se extienda también a sus hermanos ni a la familia en general.
- Evitar los gritos. Gritar a un niño nunca es conveniente, tampoco a la hora de aplicar un castigo. Los padres somos un ejemplo para los hijos, de manera que si recurrimos de forma habitual a los gritos, los pequeños de la casa se acostumbrarán y recurrirán también a ellos en sus relaciones con nosotros, con sus hermanos, amigos…
- El bienestar de los niños, lo primero. Los castigos no deben suponer jamás un daño físico para el niño. Tampoco deben humillar o afectar al bienestar o a la autoestima de los pequeños.
- Argumentar el motivo del castigo. Es necesario que expliquemos a los niños por qué se les castiga. Como indicábamos en estas líneas, no obstante, hay que intentar evitar la palabra ´castigo´. Es mejor argumentar que se trata de una oportunidad que damos a los pequeños para elegir portarse bien y obtener así una recompensa.
- No prometer regalos si se porta bien. Cuando hablamos de ofrecer una recompensa, los expertos señalan que no debe ser algo material, ya que sino les estaremos acostumbrando a obtener premios por conductas que deberían salir de forma natural. Los especialistas en educación infantil señalan que las recompensan deben ser por ejemplo jugar a su juego favorito, preparar su comida favorita, transmitirle nuestras felicitaciones por lo bien que se ha portado, dedicarle unas caricias y una gran sonrisa…
- Elogios cuando se porta bien. Debemos reforzar con mensajes positivos a nuestro hijo cuando se porta bien o realiza alguna acción positiva. El elogio reconforta la confianza de los pequeños, aunque también hay que destacar que tampoco es bueno sobrepasarse con constantes halagos.
- No prestarle atención cuando se porta mal. A menudo cometemos el error de centrarnos en el hijo que se porta mal, convirtiéndole en el centro de nuestra atención. Esta actitud puede provocar que el niño automatice su mal comportamiento para llamar de forma constante la atención de los padres. Una mala actitud es más fácil cambiarla si la ignoramos, mientras si por el contrario, una buena conducta es reforzada con elogios y premios.
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