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Prevenir el acoso escolar desde el minuto cero. Colaboración con el diario El País

El problema crece cada año y sufre de un mismo mal: la falta de respeto

CAROLINA GARCÍA Twitter

El acoso escolar es una realidad en nuestro país. Y además, es un problema que crece cada año en torno a una misma pauta de comportamiento: la falta de respeto. Parece difícil educar a nuestros hijos en valores cuando en la televisión, en la radio, en las redes sociales se representa el insulto y la rabia como algo normal. El acoso escolar o bullying, que puede a llevar, en casos extremos, a la muerte del menor, debe ser erradicado.

Esta lacra afecta al 4 % del alumnado, según datos del Ministerio de Educación, que pondrá en marcha este curso 2016-2017 un teléfono gratuito, atendido por psicólogos y que no deja huella telefónica, similar al que está habilitado para combatir la violencia machista, según anunció el Gobierno el pasado agosto. El servicio será también accesible para personas con discapacidad.

La Fundación ANAR, asociación que ayuda a niños y adolescentes en riesgo, dispone del teléfono 900 20 20 10, «número al que los estudiantes pueden llamar con toda la libertad y en el que se aconseja a las víctimas que den a conocer su situación a la familia y al entorno de amigos para que le puedan ayudar», según explican en su web. En el año 2015, su último informe, esta organización atendió 369.969 peticiones de ayuda en toda España, de las que 25.000 referían a algún tipo de violencia escolar. Estos casos crecieron un 75% con respecto al año anterior.

Alumnos

Atajemos el acoso desde el primer día de clase (o antes)

Prevenir el acoso escolar es una labor que los padres deben comenzar en casa. “Deben educar en empatía a su hijo, a ponerse en el lugar del otro; es importantísimo que el pequeño se acepte cómo es y que se guste. Debe aprender a asumir sus defectos”, explica Silvia Álava, psicóloga, escritora y directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes. “Además, tienen que trabajar la comunicación asertiva con él, que es aquella que ‘me permite respetarme a mí mismo, respetando siempre a los demás’. Que me ayuda a expresar lo que siento, sin herir a nadie”, prosigue Álava.

Una cuestión también importante es trabajar la relación de confianza con el menor. Muchos pequeños tardan en contar lo que les está ocurriendo, por vergüenza o por miedo. “Si les transmitimos que vamos a entenderles, que les escuchamos, que comprendemos sus problemas, que pueden confiar en nosotros, será mucho más fácil que, si está ocurriendo algo, nos lo cuenten”, añade.

Además, existen algunas pistas que podemos observar en el hogar, en caso de que el niño esté inhibido o sea muy introvertido. “No son síntomas, pero pueden ayudar”, recalca Álava. “Por ejemplo, si el niño está más tristón, si, de repente, sufre cambios drásticos de conducta, como comer mucho o dejar de hacerlo, no puede conciliar el sueño, etcétera. Pero, sin duda, la clave más importante es si, de forma reiterada, el pequeño expresa que no quiere ir al colegio. Repito no son síntomas, son pequeñas pistas”. En el colegio también se pueden dar cuenta de que algo raro pasa. Normalmente, estos menores suelen estar aislados en el patio, en los cambios de clase y su material escolar, sus libros o sus gafas aparecen rotos.

Hay veces en las que los padres se deciden por un cambio de colegio y esto no soluciona nada. Cada niño es un mundo. La experta explica que si el niño solicita de forma reiterada este cambio de centro, hay que pensarlo, aunque “tampoco se trata de decirle al pequeño que tiene que aguantar». El niño necesita contar con habilidades socioemocionales. Los padres deben conseguir, con la ayuda del colegio y en algunos casos de un especialista, que sus hijos sean autónomos, que se sientan seguros y asienten unas bases de comportamiento que consigan que el niño se respete y respete a los demás”, explica la experta.

Cómo actuar cuando sabemos lo que ocurre

“Lo primero que hay que tener en cuenta es que hay que trabajar tanto con los padres del acosado como los del acosador. Normalmente, enfocamos solo los esfuerzos en ayudar a la víctima, pero no reeducamos al acosador, lo que puede llevar a que esta situación se dé con otros niños, que se repita”, explica la experta.

La colaboración del colegio es fundamental. «Casi todos los centros cuentan con un protocolo de actuación en el que se activan distintos puntos que afectan al profesor y a los alumnos, entre otros entornos. No hay que olvidar trabajar con los testigos mudos, que son aquellos que han visto lo sucedido y no lo cuentan. Muchas veces ellos tienen la clave». Y lo que está claro es que ante cualquier agresión verbal o burla, los docentes deben cortar la situación desde el minuto cero, a través de la enseñanza en valores como la empatía, la solidaridad y el respeto a los demás», subraya esta psicóloga.

«Con todo esto, con esta preparación previa, el alumno puede sentir que tiene herramientas y puede enfrentar el problema. Y si ha sufrido acoso, con todo esto, puede tener una nueva oportunidad y creer que las cosas pueden cambiar. Que se siente fuerte», concluye Álava.

EL 75% DE LOS PADRES NO CONTROLA EL MÓVIL DE SU HIJO

Cuando le regalamos un móvil a nuestro hijo, ¿somos conscientes de cómo lo usa? ¿sabemos a los sitios que entra? ¿con quién se comunica? Una última encuesta elaborada por S2 Grupo, especializada en ciberseguridad, asegura que no. Según este informe, el 75% de los padres no hace ningún tipo de control parental del móvil de sus hijos y el 29% regaló a su hijo un smartphone antes de los 12 años. “Los padres no podemos olvidarnos de que también debemos ejercer nuestra función de cuidado en el entorno de las nuevas tecnologías”, ha destacado, en un comunicado, Miguel A. Juan, socio-director de S2 Grupo.

Control parental para evitar el acoso

Los datos expuestos contradicen los temores de los padres. A un 31% le inquieta que su hijo acose a otros pequeños; que envíe fotos íntimas, entre otras cuestiones, y a un 21% le preocupa que su hijo sea víctima de acoso, según explica el texto. El 18% reconoció que su pequeño había sufrido algún tipo de acoso.

Acuerdo entre padres e hijos para el uso del móvil

Para solucionar el problema, S2 Grupo ha creado un contrato en el que se incluyen 18 puntos que intentan hacer una reflexión sobre “tener un uso responsable del móvil”. Entre estos puntos, se encuentran, siempre sin invadir la intimidad de los jóvenes, revisar periódicamente el móvil para comprobar las aplicaciones, la configuración y el estado de seguridad adecuados. Además, incluye términos relacionados con la gestión del tiempo; el envío de fotografías personales o aprender a usarlo de forma correcta en sitios públicos. “Con este acuerdo, buscamos que los más pequeños se den cuenta de que el teléfono móvil no es un juguete ya que pueden exponerse a muchos riesgos como ser víctimas de chantajes o acoso, entre otros”, concluye el texto.

Este Acuerdo entre padres e hijos para el uso del primer teléfono móvil se puede descargar e imprimir desde la página web www.Hijosdigitales.es. 

La muerte de un hijo no se supera nunca, se integra en la vida de los padres. Colaboración con el diario ABC

Consejos de los expertos para asimilar este tipo de fallecimientos

Duelo por la muerte de un hijoLa muerte de un hijo nunca está en el guión de la vida de un padre. Las personas estamos preparadas para asistir al fallecimiento de los padres, pero no de los hijos. Perder a un hijo para siempre es algo que va contra natura, que rompe los esquemas de una familia y que provoca un gran estrés físico y emocional muy difícil de evitar. La situación se agrava cuando los padres se sienten responsables y sufren un intenso sentimiento de culpa al entender que la seguridad de los hijos es competencia de ellos.

Eso, al parecer, le debió pasar al padre que este martes en la comunidad de Madrid decidió suicidarse pegándose un tiro con una escopeta en el mismo lugar en el que el día anterior murió su hija por un accidente de moto, moto que él le regaló.

Hay personas sufren un verdadero choque emocional, que no aceptan el fallecimiento de un hijo. Se piensa que lo que ha ocurrido no es real. Solo hay dolor, rabia, ira, desesperación… Por eso es importante, según explica la psicóloga Silvia Álava, del Centro de psicología Álava Reyes, que en los primeros momentos los padres estén siempre acompañados por otras personas muy cercanas. «No se puede relativizar la muerte, es un asunto muy delicado y difícil de asimilar —asegura—. Por ello, hay que llorar, y mucho, porque hay que airear los sentimientos. Sin embargo —advierte— cada persona lo hace de una manera diferente, cada uno necesita su tiempo, y las personas que les rodean no deben agobiar, solo acompañar».

Aprender a vivir con la ausencia

Según esta psicóloga hay que ser realista. «La muerte de un hijo no se supera nunca, sino que se integra en la vida de los padres. Es un trauma y hay que aprender a vivir con ello. Y se puede hacer y, aunque al principio parezca imposible, también se puede llegar a ser feliz con el paso del tiempo».

Apunta que la ausencia de un hijo se asimila. «Hay que dejar pasar tiempopara que los sentimientos de tristeza y dolor pasen a ser de nostalgia».

Esta especialista explica que los padres no pueden encerrarse. Poco a poco deben recuperar su rutina de vida y volver al trabajo, a centrarse en los otros hijos, a llevarles al colegio y a sus actividades extraescolares, incluso volver al gimnasio o salir con amigos. «El paso del tiempo es un gran aliado».

También es importante tener en cuenta que durante el duelo, la relación de pareja puede verse afectada porque se ha dañado la ilusión y el proyecto vital familiar. Esta situación puede producir desajustes entre los padres. Según la psicóloga clínica Susana de Cruylles «es necesario hablar y expresar las emociones, pedir lo que uno necesita y atenderse mutuamente. Asegura que igual que los padres se ponen de acuerdo en la formacion de la familia y en la educacion de los hijos, «deben intentar hacer este proceso juntos, llegando a acuerdos y respetándo los ritmos de cada uno. Los rituales de despedida y muerte propios de cada sociedad, como misas o funerales, suelen ayudar en este proceso».

«La culpa y el reproche —prosigue esta psicóloga que atendió a familiares de las víctimas del 11-M y del accidente aéreo de Spanair en Barajas— es un sentimiento que aparece con frecuencia cuando un ser querido muere, y aún es más habitual en la muerte de hijos por la responsabilidad de un padre hacia un hijo. Lo ideal es hablarlo y expresarlo, pero si no se puede compartir en pareja porque hay mucho dolor, se debe pedir ayuda profesional».

FUENTE: Diario ABC

Depresión postvacacional y vuelta al cole. Colaboración con Noticias Cuatro

Os adjunto el vídeo del reportaje de Noticias Cuatro sobre la llamada depresión postvacional, en el que tengo el placer de participar:

Campamento de verano para nuestros hijos: ¿sí o no? colaboración con EuropaPress

Respondemos tus dudas en esta colaboración para Europapress: ¿Es bueno llamarles? ¿Hay que obligarles a ir?

campamentos«Muchos padres tienen miedo porque sus hijos son un poco tímidos o inseguros y creen que lo pueden pasar mal en un campamento», asegura la psicóloga infantil Silvia Álava en sus libros Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia (de 6 a 12 años) y Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron (de 0 a 6 años).

Los padres no deben tener miedo de llevar a sus hijos a un campamento. Las experiencias que los niños viven durante esos días tienen beneficios muy positivos. «El hecho de relacionarse con más niños les ayudará a integrarse, por lo que, aunque les pueda costar un poco más entablar amistad, les será muy beneficioso y facilitará su socialización», añade Silvia Álava.

¿A PARTIR DE QUÉ EDAD PUEDEN IR DE CAMPAMENTO?

Los campamentos urbanos son ideales para los niños, pues pueden ir desde muy pequeños, a partir de los 3 años, ya que tienen una dinámica muy parecida a la del colegio. En cambio, si se trata de un campamento que obliga al niño a dormir fuera de casa, habrá que fijarse detenidamente en las características de cada niño. Su madurez y autonomía ayudarán a los padres a decidir cuándo es el momento adecuado.

Si se busca un campamento fuera de nuestro país, con el objetivo de reforzar un idioma, lo aconsejable es esperar hasta que el niño sea más mayor e independiente, hasta los 12 años aproximadamente.

¿QUÉ TIPO DE CAMPAMENTO ELEGIMOS?

Multiaventura y deportes, cultura y aprendizaje… Existen diversas opciones, pero hay que tener siempre en cuenta cuáles son los gustos del niño. Si se trata de una persona muy tímida, deberemos buscar uno en el que se sienta cómodo y nada cohibido. En cambio, si se trata de un niño muy activo e hiperactivo, la adrenalina y la diversión de un deporte pueden ser grandes claves. Si al pequeño no le llama la atención ningún deporte, pero sí se muestra partidario de la naturaleza, será me …

¿VAMOS A VERLES? ¿LES LLAMAMOS POR TELÉFONO?

En los campamentos, los niños deberán acatar las normas que establezcan sus monitores. Una de las reglas más comunes es la restricción del uso del móvil, que ayuda a no interrumpir el funcionamiento previsto para las actividades del día a día.

Si queremos sorprender a nuestro hijo y visitarle, los mejor es ir el día que el campamento lo tenga establecido. También se podrá pactar con el niño lo que él prefiere. El día de la visita, si ve que van los padres de todos sus amigos menos los suyos, lo único que se conseguirá es que se sienta mal.

¿Y SI NO QUIERE IR DE CAMPAMENTO?

Es comprensible que una sensación de miedo e incertidumbre se apodere de ellos al ser una experiencia nueva y diferente. En ocasiones, les provoca cierto reparo no saber cómo actuar en las diferentes situaciones que se les pueden llegar a plantear. No es conveniente que el pequeño vea el campamento como una obligación o castigo. Para poder tranquilizarles, es muy positivo que, durante el año, hayan participado en alguna actividad parecida, como granjas escuela o convivencias.
Si nuestros hijos van a un campamento aprenderán a:

  1. Relacionarse tanto con niños de su misma edad como con otros un poco mayores o más pequeños.
  2. Jugar a través de la diversión y felicidad.
  3. Convivir, en un marco lleno de respeto.
  4. Entender que las normas no existen únicamente en casa con sus padres, también en toda la sociedad. El campamento tiene sus propias normas y horarios.

    Leer mas: http://www.europapress.es/chance/tendencias/noticia-campamento-verano-hijos-si-no-20160702050007.html

    (c) 2015 Europa Press. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.

El peligro de jugar a matar: los videojuegos en primera persona. Colaboración con diario ABC

ARÁNZAZU SACO Madrid 

El brutal asesinato de 9 personas cometido en Múnich el pasado día 22 por Ali David Sonboly, un chico de 18 años «obsesionado» con los videojuegos en los que el jugador dispara en primera persona (los llamados «first person shooters» o FPS), ha vuelto a levantar el debate sobre el impacto negativo de estos juegos en la sociedad. Pero, ¿en qué consisten estos shooters? Y, sobre todo ¿cómo pueden contribuir a aumentar la agresividad de jóvenes y adultos?

Los FPS son videojuegos de contenido bélico que cosechan un gran éxito principalmente «entre el público masculino de diferentes franjas de edad», según explica a ABC Emanuele Carisio de la Asociación del Desarrollo Español de Videojuegos (DEV).

Pero el factor diferenciador es que se juega en primera persona, es decir, el usuario maneja el personaje desde una perspectiva subjetiva, lo que hace que resulten «más envolventes y adictivos», según el sociólogo Javier de Rivera.

Los gráficos hiperrealistas, el dinamismo y, por supuesto, una gran variedad de armas son algunos de los atributos de estos videojuegos que, según De Rivera «están diseñados para «enganchar» a los jugadores» entre otros factores con la parte narrativa que insta al jugador a, por ejemplo, completar misiones a cambio de recompensas.

Para José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación de Psiquiatría Privada (Asepp), estos juegos son una forma de canalizar la violencia «muy peligrosa», pues «se hace desde el anonimato y el aislamiento». Cuando una persona en esas condiciones potencia su agresividad y la desarrolla a través de estos videojuegos, las barreras con las que todos nos controlamos en sociedad «se deslizan», según explica el psiquiatra.

Por otra parte, López Rodríguez cree que es esperable «un efecto contagio» en el modo de operar -con una agresividad y estética idéntica a la mostrada en los shooters- de otros «lobos solitarios».

Estos videojuegos bélicos, a pesar de la temática, no están hechos para entrenar en el uso de las armas. «Si no, en vez de una mando o un joystick se usarían simuladores de pistolas. Son juegos de acción y reflejos, nada más», señala Carisio. Aunque como señalan desde la asociación de desarrolladores de videojuegos «esto puede cambiar con los próximos juegos de realidad virtual».

En todo caso, los desarrolladores buscan el máximo realismo llegando incluso a copiar armas como el reconocido fusil AK-47. La gran incógnita es si deben pagar a las empresas armamentísticas, en concepto de propiedad intelectual, un canon para poder usar las reproducciones de las armas en el juego.

«No me sorprendería, es lo mismo que si un videojuego quiere utilizar un modelo de coche real, tiene que pagar a la empresa fabricante», señala Emanuele Carisio. Pero en ese caso los compradores de shooters estarían contribuyendo a la «financianciación» del sector armamentístico sin tener constancia explícita de ello.

Pese a que el sistema PEGI -el mecanismo utilizado por la industria del videojuego para orientar sobre la edad adecuada para el consumo de estos productos-, clasifica la mayoría de los shooters para mayores de 18 años, la realidad es que cualquier niño puede acceder a ellos.

Distinguir el bien del mal

Como apunta la psicóloga de familia Silvia Álava «los padres no se plantean dar a sus hijos alcohol o tabaco pero existe una permisividad con los videojuegos de contenido bélico que no es positiva».

El problema estriba, como explica Álava, en que los niños hasta los 12 años no desarrollan completamente la moral, «antes de esa edad les cuesta diferenciar el bien del mal».

No obstante, cruzada esa primera etapa vital, jugar a shooters no provoca que estos niños desarrollen una personalidad agresiva a no ser que «existan patologías previas» de disposición a la violencia, según aclara la psicóloga.

 

FUENTE: Diario ABC

«Mamá: ¿por qué no viene papá este verano con nosotros?» Colaboración con el diario ABC

Claves para que los niños no sufran estas vacaciones la separación de sus padres

Niños y divorcioLa alegría que supone para la mayoría de los niños la llegada de las vacaciones, para otros se torna en incertidumbre. Es el caso de los hijos de padres recién divorciados. Por primera vez no pasarán el verano todos juntos. No planificarán en común un destino ni prepararán a la vez las maletas haciendo esfuerzos para que todo quepa en el coche. Este año habrá un asiento vacío.

Se trata de una situación nueva tanto para los progenitores como para los niños, por eso es importante tener en cuenta una serie de aspectos para queesta nueva experiencia sea vivida de la mejor manera posible para, fundamentalmente, evitar que los más pequeños sufran.

Lo que está claro, según apunta Nora Rodríguez, directora y fundadora deHappy Schools Institute, es que después de la separación o divorcio, los niños pasan mucho estrés por las tensiones y discusiones de las que son testigos, por la propia separación, la mudanza, la readaptación… Tardan una media de dos años en quitarse de la cabeza su sueño de que sus padres volverán a estar juntos. Por eso, durante el verano, podrán insistir en ir a ver a mamá para que les acompañe a ir a la playa.

destacar los aspectos positivos

Para Silvia Álava, directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes, un buen punto de partida es pensar siempre en positivo y explicarles a los niños los aspectos buenos de pasar las vacaciones por separado y cómo estar la mitad del verano con papá y la otra mitad con mamá puede ser también divertido. «Harán cosas diferentes, tendrán posibilidad de hacer el doble de amigos… », asegura.

En la otra cara de la moneda están los padres, que tras meses de conflictos hasta que se materializa la separación, perciben el verano como una épocapara retomar su actividad social, como una vía de escape y de liberación. Por este motivo, es importante que cuando el padre o madre esté con su hijo tenga en cuenta y acepte que no le apetezca seguir el ritmo adulto de tanta fiesta, barbacoas o cenas de amigos de uno de su progenitores. «En el caso de hijos adolescentes –explica Nora Rodríguez– será más habitual que no quieran irse con uno de sus padres bajo el argumento de que si ahora sus padres hacen lo que quieren también ellos tienen derecho y libertad para elegir dónde ir en vacaciones. Hay que dejarles las cosas claras».

Para evitar este tipo de situaciones, Rodríguez recomienda estrechar vínculos afectivos con los hijos con mucha anterioridad y llegar a pactos con ellos sobre el tipo de vacaciones que les apetece. «Una buena opción es ofrecerles ir a algún destino donde puedan practicar aquellas actividades que más les gusten, hacer algo diferente a lo que hacían cuando viajaba la familia unida y que les haga sentir que son tenidos en cuenta en esta nueva realidad que les toca vivir».

Los protagonistas

El verano es una época de grandes posibilidades para un mayor acercamiento a los hijos que han sufrido un proceso de separación o divorcio en la familia. «No se trata de que los lleven al cine, a comer, al parque de atracciones, a cenar… Es un buen momento –prosigue– para compartir actividades cotidianas en las que el padre, o madre en su caso, haga sentir al niño protagonista, por ejemplo, al hacer la cena, la compra, solucionar un problema doméstico o ir a tomar un helado después de un paseo en bici juntos. No hay que olvidar que el niño necesita reescribir su biografía y cualquier momento es bueno para establecer un diálogo que haga que la relación se estreche».

Llegado el momento también es positivo recordarle las vacaciones cuando iban todos juntos porque no puede renunciar a su vida pasada y porque le ayudará a asimilar su nueva situación.

Es habitual afirmar que los niños se adaptan a todo «pero no es cierto», puntualiza Rodríguez. Matiza que no lo hacen hasta que han pasado cuatro años desde el divorcio o, quizá, no se adapten nunca. «Ellos sufren mucho la ruptura de la relación de sus padres, que son sus modelos de referencia y seguridad. Por ello este periodo debe plantearse como de acercamiento y deber hacerse esfuerzos para evitar situaciones absurdas que hacen más daño a los hijos».

Nora Rodríguez hace referencia a cuando, por ejemplo, el padre le hace un regalo al niño y cuando llega a casa de la madre se lo tira, o cuando la madre le compra unas zapatillas y el padre le compra otras de marca para que no use las anteriores… Esta guerra lo único que consigue es desorientar a los pequeños, que no entienden lo que ocurre. Los expertos recomiendan a los progenitores que dejen al niño su propio espacio.

Silvia Álava recomienda, además, poner un especial cuidado en no descalificar la figura del otro progenitor. «Los conflictos de pareja son de la pareja, no de los niños, por lo que siempre deben de permanecer fuera de su ámbito. No olvidemos que por muy mal marido o esposa que una persona sea, no deja de ser la madre o el padre del niño, y que, por tanto, como tal, se merece un respeto. La regla de oro a seguir en las separaciones tanto en vacaciones como en periodo escolar será no hablar mal del excónyuge delante del niño. El padre o la madre –prosigue– debe respetar que el ex conyuge se comporte de forma diferente, y cuando los niños dicen es que con mamá hacemos esto o con papá hacemos lo otro, la mejor respuesta es no entrar a criticar ni a comentar. Sonríe al niño o a la niña y simplemente dile, “muy bien, pero ahora estás con papá/mamá, y lo vamos a hacer de esta forma”», apunta.

FUENTE: Diario ABC

Un verano sin prisas. Colaboración con la revista MujerHoy

Tras un fin de curso casi agónico,ha llegado el momento de parar. Los niños han acabado agotados. ¿Por qué te empeñas en convertir sus vacaciones en otra carrera? ¿Están acabando los hiperpadres con el verano?

Un verano sin prisas

Así se han pasado los niños españoles los últimos nueve meses: engullendo el desayuno a toda prisa, vistiéndose a matacaballo, saliendo de casa a toda velocidad para no llegar tarde al colegio; encadenando cinco horas de clases con otras dos (como media) de extraescolares, siempre volando de una obligación a otra porque el coche está en doble fila. Y después a casa corriendo porque todavía hay que hacer los deberes, bañarse, cenar… Y así un día tras otro, tras otro, tras otro.

Cumplen con un agenda tan apretada que pondría en serios apuros a muchos adultos. ¿Resultado? Los escolares han llegado a la meta del verano con la lengua fuera. Lo hemos comprobado. Después de un fin de curso casi agónico, con exámenes y tareas un día sí y otro también, Amanda, de 13 años, no encuentra las fuerzas para salir de la cama el primer día de las vacaciones.

Ni rastro de ese entusiasmo lleno de energía que le presuponemos a la recién estrenada libertad. «¿Qué es lo primero que harás ahora que no hay que ir a clase?», preguntamos. «Nada, no quiero hacer nada», es su respuesta mientras deambula, en modo zombie, de la cama directamente al sofá. Su lenguaje verbal y corporal lo está diciendo a gritos. Está agotada.

Los «hiperpadres» están creando un nuevo tipo de niñez, la del «hijo dirigido»

Según la Sociedad Española de Estudios de Ansiedad y Estrés, más del 8% de la población infantil y el 20% de los adolescentes es víctima de estos males, y la cifra sigue aumentando. Las consultas de psicólogos han notado el incremento y eso, advierten, que muchos menores ni siquiera saben que eso que les pasa se llama estrés. Y como no saben verbalizarlo tampoco pueden pedir ayuda.

«Pretendemos que lleven el ritmo de vida de los adultos y no nos damos cuenta de que no están preparados, de que no tienen ni los mecanismos de los mayores, ni sus estrategias para regular el estrés y la ansiedad», advierte la psicóloga Silvia Álava, directora del Área Infantil Centro de Psicología Álava Reyes y autora del libro Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia (JdeJ Editores).

Por eso, cuando soportan una gran carga de presión, es muy habitual que lo somaticen y su malestar acabe manifestándose en forma de irritabilidad, tics, comportamientos regresivos (chuparse el dedo o hacerse pis en la cama) y también de dolor de tripa, de cabeza… En los adolescentes se acentúa ese carácter huraño y esquivo, se cierran (aún más) en sí mismos, se vuelven desafiantes, rehúyen la comunicación y resuenan los portazos. Es su manera de decir: «¡Estoy harto!».

Las causas son muchas veces inevitables: separaciones, mudanzas y cambios de todo tipo (de casa, de ciudad, de colegio, de amigos y hasta las transformaciones físicas que implica crecer) son terreno abonado para el estrés, que no es otra cosa que la manifestación de la dificultad para adaptarse. Pero, sobre todo, hay que buscarlas en la falta de sueño, las prisas y «unos padres con niveles de ansiedad muy altos», señala Álava.

¿Hasta el infinito… y más alla?

Está claro que la preocupación por «el futuro» de nuestros hijos multiplica su nivel de competitividad a edades cada vez más tempranas: se les exigen cada vez más conocimientos, cada vez mayores aptitudes, cada vez mejores resultados.

Carl Honoré, que se hizo célebre por su libro Elogio de la lentitud, escribió también Bajo presión, en el que señala cómo el empeño por sacar lo máximo de los hijos ha llegado a límites exagerados. «Queremos que sean los mejores en todo: que sean artistas, buenos estudiantes y deportistas, y que su vida discurra sin dificultades, dolor ni fracasos».

El tiempo libre es tan escaso que, cuando lo tienen, no saben gestionarlo.

El autor, que también es padre, defiende la tesis de que la infancia ha sido secuestrada por una generación de «hiperpadres», que están creando un nuevo tipo de niñez que califica como la del «niño dirigido»: los pequeños son ahora objeto de mayor preocupación e intervención por parte de los adultos que en cualquier otro momento de la historia, y son educados según un plan maestro en el que el fracaso no está previsto.

Y así las cosas, sentirse incapaces de cumplir con tantas expectativas puede interferir en su correcto desarrollo y provocar frustración y rabia, baja autoestima, dependencia, inseguridad y falta de confianza, pobre asertividad, tristeza, insomnio, bajo rendimiento, miedo, angustia, ansiedad, depresión… ¡STOP! Estamos en vacaciones, el momento de vivir los días en slow motion, de apagar el fuego de esa olla a presión y de volver a poner a cero el contador del estrés.

A Carla, la hermana pequeña de Amanda, le gusta montar a caballo, patinar, sacar a pasear a su perro, nadar… Pero ante la pregunta de a qué quiere dedicar el largo estío, reniega de sus aficiones y responde en la misma dirección que su hermana: «A descansar», dice escueta y clara. Aunque muchas de sus intenciones se estampan contra los planes y las necesidades organizativas de los padres, que van, directamente, en la dirección opuesta: campamentos, deportes, cursillos, idiomas, talleres, viajes, cuadernos de repaso…

Aún no han hecho más que empezar y todas las vacaciones de los niños ya están programadas. Es cierto que, en la mayoría de los casos no queda otra porque hay que hacerlas encajar, sí o sí, con el trabajo de los padres y otras circunstancias. Pero, en la medida de lo posible, conviene no alejarse demasiado de algunos requerimientos mínimos.

Por ejemplo, la elección de actividades debe realizarse de forma conjunta entre padres e hijos, teniendo en cuenta sus gustos, sus preferencias y su carácter. Además, el contenido debe ser eminentemente lúdico y, a ser posible, al aire libre. Otras pautas básicas: respetar el horario de las comidas y los ritmos de sueño de los niños, y proponerles actividades al aire libre y deportes… «Conocemos los beneficios del deporte tanto en la salud como en el estado de ánimo – afirma Álava-, y también es una buena herramienta para liberar el estrés acumulado. Pero no le sobrecargues de actividades, no es necesario ir corriendo de un sitio a otro. Procura que esté siempre con más niños. Recuerda que la risa también ayuda a relajarnos y liberarnos del estrés».

Los niños siguen necesitando sus rutinas, sus límites y sus obligaciones

Las vacaciones, para ellos como para nosotros, son para desconectar de las tareas cotidianas y saltarse algunas normas, pero sin perder de vista que, para sentirse seguros y felices, los niños siguen necesitando sus rutinas, sus límites y sus obligaciones: si se ha comprometido con alguna actividad, tendrá que asistir y también cumplir con las tareas domésticas o responsabilidades que le sean asignadas.

¿Y qué pasa con los famosos cuadernillos de vacaciones y las tareas de repaso? La experta responde: «En vacaciones los niños tienen que descansar del curso, pero eso no significa que el cerebro no siga trabajando o que se tenga que frenar el aprendizaje. Los niños pueden seguir aprendiendo a través de los juegos: con las cartas, por ejemplo, trabajan la atención dividida; los juegos de mesa son muy buenos para trabajar la atención sostenida y el seguimiento de las normas; y el tres en raya para mejorar la planificación y el uso de estrategias…».

Esa es la clave: jugar. Porque jugando se instruyen en valores, entrenan aptitudes y, además, fulminan el estrés. Aunque también hace milagros la opción contraria: el aburrimiento.

Vacaciones reales, no virtuales

Para nadie es un secreto que los niños pasan ya más tiempo navegando en internet que viendo la televisión. Lo realmente alarmante es que el tiempo que pasan diariamente delante de una pantalla llega a una media de cinco horas. Atención: los profesionales advierten que, antes que relajarlos, el abuso de la tecnología puede generar también mucho estrés.

  • Dónde, cuándo y cómo. Ni en la mesa, ni en la cama, ni en clase. Los hábitos se forman en la infancia y perduran para toda la vida. Por eso conviene establecer normas sobre el uso de la tecnología. No prohibir su uso, sino establecer límites.
  • Predicar con el ejemplo. ¿Qué autoridad puede tener un padre que le pide a su hijo que coma verduras si él mismo no las prueba? Con la tecnología pasa igual: los chavales no soltarán el móvil si los padres nos pasamos todo el día enganchados a la pantallita.
  • Tiempo muerto. Las actividades no virtuales, individuales o en familia, tienen que primar en el tiempo de ocio: un deporte, un juego, charlar, cocinar… Se puede, incluso, ver una película, pero sin ningún dispositivo electrónico a mano.
  • Atento a las señales. Si abandona aficiones que antes le encantaban, si se aísla y deja de ver a sus amigos, si pasa mucho tiempo hablando del juego de moda, si se enfada, se pone triste o violento cuando le pides que apague cualquier aparato… ¡Ojo! Estás ante una posible adicción y hay que tomar medidas: poner una clave de acceso a los dispositivos, para controlar su uso; no permitir juegos que no sean aptos para su edad; dejárselos solo cuando haya cumplido su obligaciones; y pactar la hora en que se va a terminar el juego sin derecho a prórroga.

Dolce far niente…

No nos costará mucho rememorar esas laaaaargas tardes de verano de nuestra infancia. La hora de la siesta en la que teníamos la impresión de que los minutos no pasaban nunca y el mundo entero parecía aletargado y sumido en un silencio apenas interrumpido por retazos del Tour de Francia en alguna televisión cercana. Era el momento más tedioso del día. Con demasiado calor para hacer cualquier cosa, los niños dejábamos transcurrir el tiempo viendo pasar las moscas. Literalmente. Calor, moscas y aburrimiento. Hoy, el tiempo libre es para los chavales un bien tan escaso que, cuando lo tienen, acaban por no saber gestionarlo.

Cuando un niño se aburre nos saltan todas las alarmas… Padecemos horror vacui parental. Pero la realidad es que no pasa nada porque se aburran. «La única persona que tenemos garantizado que nos va a acompañar el resto de nuestra vida somos nosotros mismos, así que conviene que ellos aprendan a estar a gusto consigo y a ser autónomos a la hora de entretenerse», recomienda Álava.

Los ratitos de soledad y aburrimiento suponen un descanso necesario para la mente, que, al desconectarse de las tareas impuestas (aunque sean de ocio), puede vagar libremente, soñar, fantasear, improvisar… Y pueden ser enormemente productivos: estimulan la creatividad, la autonomía, la resistencia a la frustración, la capacidad de resolución de problemas y la motivación. Cualidades, todas ellas, por cierto, muy valoradas en cualquier MBA ejecutivo. Por si a algún padre le parece que su hijo está perdiendo un tiempo precioso y necesita justificar su aburrimiento.

 

FUENTE: Revista MujerHoy

No, el hijo favorito no es el mayor de los hermanos. Colaboración para SModa

La relación de los padres con sus hijos varía según la edad y las vivencias con los mismos, pero es importante tener claro cómo evitar los celos entre hermanos.

Modern family - Hermanos - Hijos favoritos

Lo que hay que hacer y lo que NO hay que hacer en caso de rabietas infantiles. Colaboración con Papás e Hijos

Duda de un lector a Silvia Álava, psicóloga Directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes. Además de la autora del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”.

Hola Doctora, le escribo para hacer una consulta.

Tengo un niño de 2 años de edad, desde hace una semana se esta despertando en la noche y comienza a hacer rabietas, comienza a llorar y llorar, tira la cabeza hacia atrás, tira patadas, le hemos pegado pero creo que eso no es la manera correcta.

Algunas veces este cuadro también lo hace en el día.

Que puedo hacer, como puedo actuar.

De que forma le puedo ayudar.

Le agradezco su repuesta.

Saludos

Atentamente

Julio

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En estos casos lo primero que tenemos que hacer es valorar exactamente que es lo que puede estar ocurriendo. ¿A qué hora sucede esto? ¿el niño se llega a despertar? En torno a los dos años suelen ser habitual que los niños tengan terrores nocturnos. En estos casos a pesar de que el niño puede llorar, gritar o incorporarse, sigue dormido y cuesta despertarle. En estos casos el niño no recordará lo que ha soñado y suelen producirse en la primera mitad de la noche. Ante esta situación no es necesario que los padres lo despierten, basta con que le tranquilicen y vigilen que no se haga daño.

La situación difiere si es durante el día, o el niño está completamente despierto. Evolutivamente, en torno a los dos años de vida los pequeños pasan por una fase de autoafirmación personal, en la que parece que su respuesta favorita es “no”; quieren probar al adulto y quieren verse como “seres independientes que tienen una voluntad propia”, no obstante, pese a que su apariencia es de ser ya mayores, todavía son inmaduros; se muestran muy dependientes de sus padres y controlan poco los impulsos. A esta edad, las rabietas son normales. Pero lo que no podemos permitir es que una fase por la que todos los niños pasan se convierta en un problema.

Lo que hay que hacer en caso de rabietas *:

  • La actuación de los padres debe ser inmediata, no ceder, mantenerse en su decisión, y “extinguir” el comportamiento del niño. Es decir, dejarle muy claro que cuando se comporte así no le vamos a hacer caso. Muchas veces, aunque no consiguen su objetivo, han acaparado la atención del adulto, y esto puede ser para ellos mucho más valioso que aquello por lo que lloraban.

Lo que NO hay que hacer en caso de rabietas:

  • Muchos padres se desesperan intentando que sus hijos entiendan la situación con grandes charlas y explicaciones sobre el porqué de las cosas, de su orden… No se dan cuenta de que de esa forma sólo están consiguiendo que el niño obtenga atención, y que, además, el pequeño no atiende al “discurso” porque su propio desarrollo evolutivo se lo impide, se le queda muy grande y ha “desconectado” de él.

Estos temas están ampliamente desarrollados en el libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores.

 

 

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*Extraído del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores

Cómo trabajar la impulsividad en los niños. Colaboración con Guiainfantil.com