Vacaciones con niños: el pueblo sí es para ellos. Colaboracion con Mujer Hoy del diario ABC
La rutina y el juego libre son más productivos para tus hijos que un viaje transoceánico. Por eso los expertos recomiendan el pueblo o la playa de siempre como edén de la infancia. allí se forjan los recuerdos y la personalidad.
Hasta hace no tanto, el verano de la mayoría de las familias españolas consistía en un lento discurrir playero o piscinero a lo largo de uno o dos meses de descanso escolar: las madres, bocata de Nocilla va, bocata de Nocilla viene; los niños, juegos, chapuzones y escaramuzas imaginarias hasta mas allá de la media noche; los padres, yendo y viniendo en un quiero y no puedo vacacional.
Hoy, sin embargo, pocos pueden suscribir este plan: muchas familias tienen apenas 15 días de descanso, con lo que los pequeños han de trocear su estío entre abuelos, colonias y campamentos urbanos. Y las vacaciones del núcleo familiar, aunque más cortas, ofrecen más posibilidades: el turismo low cost ha abierto la puerta del mundo. Asumimos que la experiencia de visitar otro país, conocer otras culturas, escuchar otros idiomas y probar otras comidas enriquecerá a nuestros hijos, por no hablar de lo mucho que nos apetece conocer Nueva York o Estambul.
Pero, ¿a los niños también les apetece? Y, lo que es más importante, ¿les beneficia? Oliver James, uno de los psicólogos británicos más populares de su país, debido a su presencia en televisión, defiende lo contrario.
En su experiencia, los niños desean regularidad y volver a lugares conocidos que les ofrezcan seguridad. Los recuerdos que los mayores guardamos de nuestras vacaciones de infancia son hoy un tesoro que los psicólogos aconsejan regalar a los niños.
Silvia Álava, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes y autora del libro Queremos que crezcan felices (JdJ Editores), defiende el contacto con la naturaleza. «Es una decisión que impacta positivamente, tanto en nuestro organismo como en el de los niños. Si, además, entramos en esa rutina diaria típica de la vida tranquila de los pueblos, los beneficios para ellos se multiplican. Por otro lado, ir de forma repetida, año tras año, al mismo sitio, les permite establecer lazos de amistad muy interesantes para su desarrollo interpersonal. Las vacaciones tradicionales les conceden más libertad, tanto para relacionarse entre ellos como para estar solos, sin la intervención permanente de los adultos».
La sobreexigencia y el estrés bloquean
Si tan claras están las ventajas de las vacaciones de puro descanso en los entornos más familiares, ¿por qué vemos a tantos niños arrastrándose en los tours turísticos? «Porque los padres se proyectan en sus hijos -explica esta psicóloga-. Como en su época no tuvieron la ocasión de viajar y ellos lo viven positivamente, piensan que sus hijos lo van a apreciar también. Proyectamos nuestros deseos y carencias en nuestros hijos y olvidamos que se tienen que desarrollar de manera diferente a como lo hicimos nosotros. Los padres tenemos que ajustar las expectativasque depositamos en nuestros hijos». De altas expectativas habla también la psicóloga Alicia Banderas Sierra en Niños sobreestimulados (Cúpula), donde advierte acerca de imponer a los niños «agendas de ejecutivos».
«Los padres han pasado en pocos años de querer que sus hijos sean felices a aspirar a que sean brillantes -explica Banderas-. Existe un ímpetu desmesurado por desarrollar la inteligencia de los niños, sin respetar sus tiempos de maduración. Frente a lo que se suele creer, los niños no son esponjas, y su cerebro tiene una capacidad limitadaque se degrada si se le da un mal uso. Necesitan descansar y jugar libremente, pero ya ni los juegos lo permiten, porque también se les exige que sean productivos y les ayuden con algún contenido instrumental«.
Los padres estimulan a sus hijos para que sean brillantes, pero no fuertes o felices.
Por eso, después de cursos escolares exigentes en los que apenas hay tiempo para salirse del horario, unas vacaciones sin tareas y sin agenda pueden aligerar un poco la saturación mental de los más pequeños. «Un turismo que da por hecho que el niño va a poder asumir todos los estímulos puede producir justo lo contrario de lo que los padres buscan. De hecho, las tareas demasiado exigentes disminuyen su capacidad de aprender. Su cerebro no puede con todo y genera bloqueo, desmotivación y estrés». Para la psicóloga, las vacaciones que siguen una estricta planificación, típicas del turismo cultural urbano, son un error. Sobre todo para los menores de 10 o 12 años. «Lo que necesitan es liberarse de las tareas y jugar de forma libre, a su ritmo, decidiendo por sí mismos«.
Para Banderas, el elemento diferencial fundamental que se da en las vacaciones tradicionales y que se pierde en las programadas es el juego libre. «Es necesario volver al juego no estructurado ni planificado, cuya única finalidad de aprendizaje es desarrollar la imaginación. De otra manera, lo que fomentamos es una recepción pasiva de información. La creatividad, sin embargo, requiere de un mundo propio, con reglas no impuestas, de cierta falta de horarios y hasta de momentos de soledad.
Problemas creativos
«Cuando los niños corren por los prados solos o con otros niños y se encuentran con problemas, son ellos los que los solucionan. Con la sobreestimulación y el intervencionismo constante de los adultos, aniquilamos su creatividad y capacidad para generar soluciones alternativas a los problemas», dice Banderas.
Resulta notable cómo, en solo siete años, la preocupación de esta psicóloga se ha desplazado de los «niños tiranos«, a los que dedicó otro libro de advertencia en 2010, a esta nueva obsesión por el rendimiento cognitivo de los pequeños. La aceleración del cambio social es innegable. «Empecé a ver en consulta que los niños ya no pedían que su papá y su mamá estuvieran en casa, sino poder quedarse ellos tranquilamente. Hoy los padres parecen más monitores de tiempo libre que otra cosa. Y la creatividad ocurre a medio camino entre los estados de aburrimiento y la ansiedad que generan los pequeños desafíos que se producen en el juego. Los niños buscan naturalmente ese equilibrio entre aburrimiento y ansiedad, pero nuestra intervención lo destruye».
Niños heridos
Así denomina la psicóloga Alicia Banderas a los niños estresados y desmotivados debido a la cantidad de actividades y tareas que les programan sus padres, también en verano. «Como no las eligen ni las desean, al final nos encontramos con adolescentes a los que no les gusta nada, porque no han tenido la oportunidad de elegirpor sí mismos. Les negamos la fundamental experiencia de la autorrealización, la sensación de hacer algo que te interesa, que te sacia. Es una pedagogía que te facilita la vida, por ejemplo, a la hora de no coger trabajos que no te gustan»