Si los padres no educan con el mismo criterio, están promoviendo que los hijos se envalentonen. Colaboración con el diario ABC
Según el fallo del juez Luis Columna -una decisión que ha sido recurrida en apelación ante la Audiencia Provincial de Almería-, F. R. se «extralimitó en su derecho de corrección, pues cuando un padre lo ejerce tiene que ser a través de actos que beneficien a la menor y que la protejan de alguna manera».
El auto tiene fecha del pasado 21 de agosto y, conforme a su redacción, al magistrado no le consta que la menor sufriera lesiones por estos hechos, aunque «las dos bofetadas» fueron reconocidas en el tribunal por el condenado. Columna considera, por ello, probada la «infracción penal» de un delito de malos tratos paterno-filial recogido en los artículos 153, apartados 2 y 3 del Código Penal.
F. R. ha sido condenado no solo a la pena privativa de libertad, sino también a no acercarse a su hija a menos de cien metros durante los próximos 19 meses y 15 días. En la exposición de hechos probados, el auto avala que el acusado tenía la guarda de la menor en el momento de autos, el pasado 1 de agosto, al estar separado de la denunciante. La razón que dio el padre para «coger a su hija de los pelos» es que «la menor no acataba las indicaciones de carácter educativo que le daba».
Para Trinidad Bernal, doctora en Psicología y directora de un servicio de mediación familiar en Madrid, la clave de este caso reside en la separación de los progenitores. «Cuando la voz educativa no es unísona, se desautoriza a la otra parte y desemboca en la conducta opuesta por los hijos», explica. «La agresión física por parte del padre es censurable, pero la raíz está en la discrepancia entre los progenitores, que si no educan con el mismo criterio, están promoviendo que los niños se envalentonen y planten cara por cualquier motivo. Estas discordancias dan alas a los jóvenes», añade. Bernal aconseja solventar los conflictos entre los dos progenitores con la fórmula de la mediación y no utilizando a los hijos como monedas de cambio.
«El padre debe regular sus emociones»
Entonces, ¿cuál es el mejor método para resolver desencuentros como el surgido entre F. R. y su hija? La doctora Bernal ofrece una recomendación: «Dar una respuesta enérgica y unánime; nunca utilizar la vía de la agresión física porque el hijo no aprende de ella». «Lo único que el padre condenado está transmitiendo a su hija es que la manera para resolver las cosas es a través de la imposición de la fuerza», remata.
Silvia Álava, directora del Centro de Psicología Álava Reyes, sintoniza con el juez Columa en que se intente «proteger a un menor que ha sufrido un abuso físico o emocional por su padre». A juicio de la autora del libro «Queremos hijos felices» (JDEJ Editores), «se tiene que poner normas a los hijos y decir “no” a lo que piden». El comportamiento mesurado que el padre debe conseguir -dice- es «regular sus emociones y no perder los papeles, porque hay niños capaces de manipular a sus padres si no ven una respuesta firme».