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Viernes de podcast: ¿Cómo trabajar la Inteligencia Emocional con los niños? Programa Capital Emocional en Capital Radio

Iniciamos una nueva sección los viernes con los podcast de mis colaboraciones. Pincha en la imagen para escuchar el podcast del programa en la web de Capital Radio:

Capital Emocional 4 de mayo 16- Capital Radio - Silvia Álava

Los 7 errores (con solución) más comunes en la vuelta al cole. Colaboración con MujerHoy

Cuenta atrás. Los niños están de los nervios en los días previos al comienzo de curso, no porque tengan ganas de retomar la actividad escolar, sino porque las largas vacaciones de verano han trastocado sus hábitos.

Digamos que el cuerpo y la mente de los «peques» piden «cole» a gritos o lo que es lo mismo, necesitan rutinas, horarios y disciplina.

vuelta al coleEn esta particular cuenta atrás no son poco los adultos que, en lugar de ayudar a los niños a que la vuelta al cole les resulte más llevadera y «preparatoria», provocan con su forma de hablar y de actuar, que se les haga aún más cuesta arriba. Con la ayuda de la psicóloga infantil Silvia Álava Sordo, autora de ‘Queremos hijos felices’ y ‘Queremos que crezcan felices’, repasamos los siete errores más comunes que suelen cometer los padres en el arranque de septiembre:

1. Exprimir al máximo las vacaciones, pero no en el sentido positivo, sino mostrando demasiada laxitud con los horarios: los niños se acuestan tarde, comen a deshora y comen lo que quieren.

  • Solución: Ajustar los horarios y hábitos de forma paulatina a los que tendrán en la etapa escolar. «No sólo hablamos de los ritmos de vigilia y sueño y las comidas, sino también de aquellas tareas que habitualmente hacían solos como vestirse y que, de alguna manera, se han relajado durante las vacaciones», explica la psicóloga.

2. Transmitir mensajes de apatía, angustia o cansancio. En estos días son comunes por parte de los padres, en cualquier tipo de conversación, frases como: «Ay, qué horror la vuelta al trabajo», «Ya se ha acabado lo bueno» y otras expresiones que hacen que ellos se queden con el mensaje de que lo malo es el colegio y trabajar y lo bueno, las vacaciones. «Los niños nos ganan con creces en capacidad de observación. Se dan cuenta de todo lo que pasa y cuando nos oyen hablar sobre un determinado tema captan los mensajes perfectamente, aunque nos creamos que no», explica.

  • Solución: Los mensajes relacionados con la vuelta al cole y al trabajo han de transmitirse en positivo. Serán útiles frases del tipo: «¡Qué bien que vuelvas pronto al cole porque allí te encontrarás con tus amigos de nuevo, les podrás contar lo bien que lo has pasado en verano. Podrás hacer nuevos amigos y este curso aprenderás un montón de cosas que te van a encantar!». La experta comenta que, no se trata de transmitir «el mundo piruleta», pero sí que es importante que todos los mensajes sean realistas, pero optimistas.

3. Dejar los preparativos escolares para última hora. A los niños les transmite mucha más seguridad y tranquililidad que los libros, el uniforme (si lo llevan), la ropa que van a necesitar y el material escolar básico esté preparado días antes del primer día de colegio.

  • Solución: Preparar con varios días de antelación lo que los niños tienen que llevar en el primer día de colegio. Llevar las cosas preparadas no sólo les da seguridad, sino que además les ayuda a que aprendan a planificarse.

4. No dejar que el niño participe en los preparativos. Eso de «Venga, ahí lo tienes todo para cuando vayas al colegio» es un gran error.

  • Solución: Es importante que el niño acompañe al adulto en alguna de las tareas que forman parte de los preparativos (no es necesario en todas, claro), por ejemplo, a recoger alguno de los libros, o a adquirir parte del material, o puede resultar útil y positivo (además de que supone pasar un «momento único» con ellos) que ayude a poner el nombre en los libros o fichas, o a que participe a la hora de forrar o proteger los libros y cuadernos.

5. No aprovechar los materiales o cosas del año pasado. Hay que mostrar a los niños que las cosas tienen un valor material y que es importantes conservarlas y cuidarlas para poder usarlas durante mucho tiempo. Aunque es cierto que en el arranque de curso se suelen comprar muchas cosas nuevas que se necesitan, otras compras son totalmente accesorias.

  • Solución: Mostrar al niño que si, por ejemplo, la mochila o el estuche están eb buen estado, no es necesario comprar otro. Darles ejemplo en ese sentido les ayuda a valorar las cosas y a entender que el dinero no crece de los árboles.

6. Recordarles los errores del pasado. «Acuérdate de la cantidad de veces que perdiste la agenda», «Este año espero que no te castiguen tanto como el año pasado», «Seguro que tendré que comprar este año más pantalones porque eres un desastre y siempre estás por el suelo» son auténticos mazazos para el niño.

  • Solución: Si nos vienen a la mente esos recuerdos, es importante darles la vuelta para transmitirlos en positivo, mostrando la confianza de que lo que trae este año escolar en una mejora en las capacidades, habilidades, actitudes y comportamientos del niño.

7. Llegar tarde el día de la vuelta al cole. El día en el que arranca de nuevo la etapa escolar lo ideal sería que papá o mamá (o los dos) acompañasen al pequeño al centro. En el caso de que sea posible, es importante llegar con tiempo para que el niño pueda saludar a sus amigos, saber en qué clase le ha tocado, intercambiemos saludos y comentarios con otros padres y con la profesora, si es posible. o importante llegar con tiempo, para que el niño pueda saludar a sus amigos, para que se pueda incorporar, saber en qué clase le ha tocado….

  • Solución: Al igual que en otros puntos citados anteriormente la organización y planificación es algo en lo que los adultos debemos darles ejemplo.

Y por último, pedimos a la experta un consejo extra para los padres que están más nerviosos en estos días, aquellos que llevan a sus hijos por primera vez al colegio. «En este caso es importante que cuiden el modo en el que se despiden del pequeño cuando lo dejan en el colegio. Sabemos que cuesta separarse de él, pero es mejor que le lleven de la mano, en lugar de en brazos, que saluden a la profesora con alegría y tranquilidad y que hagan lo más corta posible la despedida. Los padres suelen tener mucha más angustia ese día que los niños. Deben trabajar su rostro, sus gestos y sus palabras para evitar transmitirles angustia o tristeza. Los niños confían en sus padres y si les ven tristes interpretarán que el lugar en el que les dejan no es lo mejor para ellos», explica.

¿Necesitan los más pequeños un teléfono móvil?

RIESGOS DE INTERNET. LOS NIÑOS NO DEBEN QUEMAR ETAPAS. EL MAL USO DE LA TECNOLOGÍA AL EXPONERSE A CONTENIDOS INADECUADOS PUEDE ARREBATARLES SU INOCENCIA Y EXPONERLOS A PELIGROS MAYORES.

Portada Queremos que Crezcan_felicesA los más pequeños de la casa no les hace falta un teléfono móvil para sobrevivir. Así de claro. No lo digo yo, sino la psicóloga Silvia Álava, que en su libro “Queremos que crezcan felices” da un pequeño tirón de orejas a los padres por nuestra excesiva permisividad con el uso de las tecnologías.

Su teoría es clara: si nos pasamos el día advirtiéndoles de los peligros de la calle, si no les dejamos ir solos ni a la vuelta de la esquina, ¿por qué les permitimos navegar en solitario por Internet?

«Los niños no están preparados para tener un teléfono móvil ni para el uso de las redes sociales. Debemos marcarles unas pautas y cerciorarnos de que las cumplan», asegura Álava en el libro.

Es cierto que estamos ante una generación de nativos digitales y que no podemos permanecer ajenos a las tecnologías, pero creo que en ocasiones las cosas se nos están yendo de las manos. ¿Es normal que bebés de año y medio cuenten ya con su propia tableta? Álava recomienda aguardar hasta los 14 años para empezar a tener móvil, una espera que a muchos se nos antoja larguísima. De hecho, pese a mi radical oposición, logré aguantar hasta que mi hija tuvo 11 años para comprarle el dichoso aparato, lo que dice bastante poco en favor de mi firmeza como madre. Eso sí, pacté unas estrictas condiciones: el teléfono solo se utiliza el fin de semana y no tiene redes sociales ni tarjeta de datos.

Las redes sociales conllevan bastante peligros. Los periodistas sabemos muy bien que una metedura de pata te puede costar la reputación de toda una vida. Si nosotros, adultos con experiencia, pensamos una y tres veces a la hora de escribir un mensaje, ¿tiene la madurez suficiente un niño de nueve años para subir una foto en Facebok? ¿Y si cuelga de manera inocente la foto de su herma- no llorando y éste se convierte en objeto de burlas en el colegio?

Niños e internet

Conozco bastantes problemas provocados por el mal uso de redes sociales. Imágenes inapropiadas, perfiles falsos creados para desacreditar a la gente.

Fue un buen día en el que mi marido cogió la tableta y comprobó estupefacto que el historial estaba repleto de contenidos porno. Mi hija y su amiga se habían dedicado a investigar en Google sobre el término pene y sus derivados y, a sus nueve años, habían visto escenas inapropiadas.

Pensé: ¡Si esto me sucede con nueve, qué es lo que me quedará por ver a los 15! Desde entonces, estoy bastante alerta y procuro que permanezcan el menor tiempo posible delante de la tableta y el móvil.

Sé que pueden ser muy útiles para el entretenimiento y el aprendizaje con juegos y vídeos educativos, pero, en otros aspectos, considero que les roban a nuestros hijos parte de la infancia y de la inocencia.

 

FUENTE: Opinion.com

Un verano sin prisas. Colaboración con la revista MujerHoy

Tras un fin de curso casi agónico,ha llegado el momento de parar. Los niños han acabado agotados. ¿Por qué te empeñas en convertir sus vacaciones en otra carrera? ¿Están acabando los hiperpadres con el verano?

Un verano sin prisas

Así se han pasado los niños españoles los últimos nueve meses: engullendo el desayuno a toda prisa, vistiéndose a matacaballo, saliendo de casa a toda velocidad para no llegar tarde al colegio; encadenando cinco horas de clases con otras dos (como media) de extraescolares, siempre volando de una obligación a otra porque el coche está en doble fila. Y después a casa corriendo porque todavía hay que hacer los deberes, bañarse, cenar… Y así un día tras otro, tras otro, tras otro.

Cumplen con un agenda tan apretada que pondría en serios apuros a muchos adultos. ¿Resultado? Los escolares han llegado a la meta del verano con la lengua fuera. Lo hemos comprobado. Después de un fin de curso casi agónico, con exámenes y tareas un día sí y otro también, Amanda, de 13 años, no encuentra las fuerzas para salir de la cama el primer día de las vacaciones.

Ni rastro de ese entusiasmo lleno de energía que le presuponemos a la recién estrenada libertad. «¿Qué es lo primero que harás ahora que no hay que ir a clase?», preguntamos. «Nada, no quiero hacer nada», es su respuesta mientras deambula, en modo zombie, de la cama directamente al sofá. Su lenguaje verbal y corporal lo está diciendo a gritos. Está agotada.

Los «hiperpadres» están creando un nuevo tipo de niñez, la del «hijo dirigido»

Según la Sociedad Española de Estudios de Ansiedad y Estrés, más del 8% de la población infantil y el 20% de los adolescentes es víctima de estos males, y la cifra sigue aumentando. Las consultas de psicólogos han notado el incremento y eso, advierten, que muchos menores ni siquiera saben que eso que les pasa se llama estrés. Y como no saben verbalizarlo tampoco pueden pedir ayuda.

«Pretendemos que lleven el ritmo de vida de los adultos y no nos damos cuenta de que no están preparados, de que no tienen ni los mecanismos de los mayores, ni sus estrategias para regular el estrés y la ansiedad», advierte la psicóloga Silvia Álava, directora del Área Infantil Centro de Psicología Álava Reyes y autora del libro Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia (JdeJ Editores).

Por eso, cuando soportan una gran carga de presión, es muy habitual que lo somaticen y su malestar acabe manifestándose en forma de irritabilidad, tics, comportamientos regresivos (chuparse el dedo o hacerse pis en la cama) y también de dolor de tripa, de cabeza… En los adolescentes se acentúa ese carácter huraño y esquivo, se cierran (aún más) en sí mismos, se vuelven desafiantes, rehúyen la comunicación y resuenan los portazos. Es su manera de decir: «¡Estoy harto!».

Las causas son muchas veces inevitables: separaciones, mudanzas y cambios de todo tipo (de casa, de ciudad, de colegio, de amigos y hasta las transformaciones físicas que implica crecer) son terreno abonado para el estrés, que no es otra cosa que la manifestación de la dificultad para adaptarse. Pero, sobre todo, hay que buscarlas en la falta de sueño, las prisas y «unos padres con niveles de ansiedad muy altos», señala Álava.

¿Hasta el infinito… y más alla?

Está claro que la preocupación por «el futuro» de nuestros hijos multiplica su nivel de competitividad a edades cada vez más tempranas: se les exigen cada vez más conocimientos, cada vez mayores aptitudes, cada vez mejores resultados.

Carl Honoré, que se hizo célebre por su libro Elogio de la lentitud, escribió también Bajo presión, en el que señala cómo el empeño por sacar lo máximo de los hijos ha llegado a límites exagerados. «Queremos que sean los mejores en todo: que sean artistas, buenos estudiantes y deportistas, y que su vida discurra sin dificultades, dolor ni fracasos».

El tiempo libre es tan escaso que, cuando lo tienen, no saben gestionarlo.

El autor, que también es padre, defiende la tesis de que la infancia ha sido secuestrada por una generación de «hiperpadres», que están creando un nuevo tipo de niñez que califica como la del «niño dirigido»: los pequeños son ahora objeto de mayor preocupación e intervención por parte de los adultos que en cualquier otro momento de la historia, y son educados según un plan maestro en el que el fracaso no está previsto.

Y así las cosas, sentirse incapaces de cumplir con tantas expectativas puede interferir en su correcto desarrollo y provocar frustración y rabia, baja autoestima, dependencia, inseguridad y falta de confianza, pobre asertividad, tristeza, insomnio, bajo rendimiento, miedo, angustia, ansiedad, depresión… ¡STOP! Estamos en vacaciones, el momento de vivir los días en slow motion, de apagar el fuego de esa olla a presión y de volver a poner a cero el contador del estrés.

A Carla, la hermana pequeña de Amanda, le gusta montar a caballo, patinar, sacar a pasear a su perro, nadar… Pero ante la pregunta de a qué quiere dedicar el largo estío, reniega de sus aficiones y responde en la misma dirección que su hermana: «A descansar», dice escueta y clara. Aunque muchas de sus intenciones se estampan contra los planes y las necesidades organizativas de los padres, que van, directamente, en la dirección opuesta: campamentos, deportes, cursillos, idiomas, talleres, viajes, cuadernos de repaso…

Aún no han hecho más que empezar y todas las vacaciones de los niños ya están programadas. Es cierto que, en la mayoría de los casos no queda otra porque hay que hacerlas encajar, sí o sí, con el trabajo de los padres y otras circunstancias. Pero, en la medida de lo posible, conviene no alejarse demasiado de algunos requerimientos mínimos.

Por ejemplo, la elección de actividades debe realizarse de forma conjunta entre padres e hijos, teniendo en cuenta sus gustos, sus preferencias y su carácter. Además, el contenido debe ser eminentemente lúdico y, a ser posible, al aire libre. Otras pautas básicas: respetar el horario de las comidas y los ritmos de sueño de los niños, y proponerles actividades al aire libre y deportes… «Conocemos los beneficios del deporte tanto en la salud como en el estado de ánimo – afirma Álava-, y también es una buena herramienta para liberar el estrés acumulado. Pero no le sobrecargues de actividades, no es necesario ir corriendo de un sitio a otro. Procura que esté siempre con más niños. Recuerda que la risa también ayuda a relajarnos y liberarnos del estrés».

Los niños siguen necesitando sus rutinas, sus límites y sus obligaciones

Las vacaciones, para ellos como para nosotros, son para desconectar de las tareas cotidianas y saltarse algunas normas, pero sin perder de vista que, para sentirse seguros y felices, los niños siguen necesitando sus rutinas, sus límites y sus obligaciones: si se ha comprometido con alguna actividad, tendrá que asistir y también cumplir con las tareas domésticas o responsabilidades que le sean asignadas.

¿Y qué pasa con los famosos cuadernillos de vacaciones y las tareas de repaso? La experta responde: «En vacaciones los niños tienen que descansar del curso, pero eso no significa que el cerebro no siga trabajando o que se tenga que frenar el aprendizaje. Los niños pueden seguir aprendiendo a través de los juegos: con las cartas, por ejemplo, trabajan la atención dividida; los juegos de mesa son muy buenos para trabajar la atención sostenida y el seguimiento de las normas; y el tres en raya para mejorar la planificación y el uso de estrategias…».

Esa es la clave: jugar. Porque jugando se instruyen en valores, entrenan aptitudes y, además, fulminan el estrés. Aunque también hace milagros la opción contraria: el aburrimiento.

Vacaciones reales, no virtuales

Para nadie es un secreto que los niños pasan ya más tiempo navegando en internet que viendo la televisión. Lo realmente alarmante es que el tiempo que pasan diariamente delante de una pantalla llega a una media de cinco horas. Atención: los profesionales advierten que, antes que relajarlos, el abuso de la tecnología puede generar también mucho estrés.

  • Dónde, cuándo y cómo. Ni en la mesa, ni en la cama, ni en clase. Los hábitos se forman en la infancia y perduran para toda la vida. Por eso conviene establecer normas sobre el uso de la tecnología. No prohibir su uso, sino establecer límites.
  • Predicar con el ejemplo. ¿Qué autoridad puede tener un padre que le pide a su hijo que coma verduras si él mismo no las prueba? Con la tecnología pasa igual: los chavales no soltarán el móvil si los padres nos pasamos todo el día enganchados a la pantallita.
  • Tiempo muerto. Las actividades no virtuales, individuales o en familia, tienen que primar en el tiempo de ocio: un deporte, un juego, charlar, cocinar… Se puede, incluso, ver una película, pero sin ningún dispositivo electrónico a mano.
  • Atento a las señales. Si abandona aficiones que antes le encantaban, si se aísla y deja de ver a sus amigos, si pasa mucho tiempo hablando del juego de moda, si se enfada, se pone triste o violento cuando le pides que apague cualquier aparato… ¡Ojo! Estás ante una posible adicción y hay que tomar medidas: poner una clave de acceso a los dispositivos, para controlar su uso; no permitir juegos que no sean aptos para su edad; dejárselos solo cuando haya cumplido su obligaciones; y pactar la hora en que se va a terminar el juego sin derecho a prórroga.

Dolce far niente…

No nos costará mucho rememorar esas laaaaargas tardes de verano de nuestra infancia. La hora de la siesta en la que teníamos la impresión de que los minutos no pasaban nunca y el mundo entero parecía aletargado y sumido en un silencio apenas interrumpido por retazos del Tour de Francia en alguna televisión cercana. Era el momento más tedioso del día. Con demasiado calor para hacer cualquier cosa, los niños dejábamos transcurrir el tiempo viendo pasar las moscas. Literalmente. Calor, moscas y aburrimiento. Hoy, el tiempo libre es para los chavales un bien tan escaso que, cuando lo tienen, acaban por no saber gestionarlo.

Cuando un niño se aburre nos saltan todas las alarmas… Padecemos horror vacui parental. Pero la realidad es que no pasa nada porque se aburran. «La única persona que tenemos garantizado que nos va a acompañar el resto de nuestra vida somos nosotros mismos, así que conviene que ellos aprendan a estar a gusto consigo y a ser autónomos a la hora de entretenerse», recomienda Álava.

Los ratitos de soledad y aburrimiento suponen un descanso necesario para la mente, que, al desconectarse de las tareas impuestas (aunque sean de ocio), puede vagar libremente, soñar, fantasear, improvisar… Y pueden ser enormemente productivos: estimulan la creatividad, la autonomía, la resistencia a la frustración, la capacidad de resolución de problemas y la motivación. Cualidades, todas ellas, por cierto, muy valoradas en cualquier MBA ejecutivo. Por si a algún padre le parece que su hijo está perdiendo un tiempo precioso y necesita justificar su aburrimiento.

 

FUENTE: Revista MujerHoy

Lo que hay que hacer y lo que NO hay que hacer en caso de rabietas infantiles. Colaboración con Papás e Hijos

Duda de un lector a Silvia Álava, psicóloga Directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes. Además de la autora del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”.

Hola Doctora, le escribo para hacer una consulta.

Tengo un niño de 2 años de edad, desde hace una semana se esta despertando en la noche y comienza a hacer rabietas, comienza a llorar y llorar, tira la cabeza hacia atrás, tira patadas, le hemos pegado pero creo que eso no es la manera correcta.

Algunas veces este cuadro también lo hace en el día.

Que puedo hacer, como puedo actuar.

De que forma le puedo ayudar.

Le agradezco su repuesta.

Saludos

Atentamente

Julio

rabietas-infantiles-que-hacer

En estos casos lo primero que tenemos que hacer es valorar exactamente que es lo que puede estar ocurriendo. ¿A qué hora sucede esto? ¿el niño se llega a despertar? En torno a los dos años suelen ser habitual que los niños tengan terrores nocturnos. En estos casos a pesar de que el niño puede llorar, gritar o incorporarse, sigue dormido y cuesta despertarle. En estos casos el niño no recordará lo que ha soñado y suelen producirse en la primera mitad de la noche. Ante esta situación no es necesario que los padres lo despierten, basta con que le tranquilicen y vigilen que no se haga daño.

La situación difiere si es durante el día, o el niño está completamente despierto. Evolutivamente, en torno a los dos años de vida los pequeños pasan por una fase de autoafirmación personal, en la que parece que su respuesta favorita es “no”; quieren probar al adulto y quieren verse como “seres independientes que tienen una voluntad propia”, no obstante, pese a que su apariencia es de ser ya mayores, todavía son inmaduros; se muestran muy dependientes de sus padres y controlan poco los impulsos. A esta edad, las rabietas son normales. Pero lo que no podemos permitir es que una fase por la que todos los niños pasan se convierta en un problema.

Lo que hay que hacer en caso de rabietas *:

  • La actuación de los padres debe ser inmediata, no ceder, mantenerse en su decisión, y “extinguir” el comportamiento del niño. Es decir, dejarle muy claro que cuando se comporte así no le vamos a hacer caso. Muchas veces, aunque no consiguen su objetivo, han acaparado la atención del adulto, y esto puede ser para ellos mucho más valioso que aquello por lo que lloraban.

Lo que NO hay que hacer en caso de rabietas:

  • Muchos padres se desesperan intentando que sus hijos entiendan la situación con grandes charlas y explicaciones sobre el porqué de las cosas, de su orden… No se dan cuenta de que de esa forma sólo están consiguiendo que el niño obtenga atención, y que, además, el pequeño no atiende al “discurso” porque su propio desarrollo evolutivo se lo impide, se le queda muy grande y ha “desconectado” de él.

Estos temas están ampliamente desarrollados en el libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores.

 

 

¿Quieres plantear una duda a nuestros expertos? ¡Escríbenos a info@papasehijos.com?

Quizás te interese leer: El porqué de las rabietas infantiles y cómo evitarlas.

*Extraído del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores

Cómo trabajar la impulsividad en los niños. Colaboración con Guiainfantil.com

5 consejos para enseñar a los niños a manejar la frustración. Colaboración con Guíainfantil.com

Os adjunto el vídeo de la colaboración realizada con GuíaInfantil.com:

Cómo lograr que tu hijo te haga caso. Colaboración con el diario ABC

Los expertos consideran que los castigos no son eficaces. Prefieren hablar de establecer consecuencias

CastigoLa pasada semana dio la vuelta al mundo la actuación de un padre japonés que decidió abandonar a su hijo de siete años en un bosque como castigo por tirar piedras a los coches y a las personas. El niño estuvo desaparecido seis días. ¿Son este tipo de castigos eficaces? ¿Hasta dónde deben reprimir los padres una conducta?

Los expertos lo tienen claro. La decisión del padre japonés es inaceptable, «más que un castigo es maltrato», asegura Susana de Cruylles, psicóloga clínica y terapeuta de familia del Hospital Universitario Príncipe de Asturias. Explica que lo primero que hay que hacer es dejar claro a los niños cuáles son las normas para que sepan que tienen que cumplirlas, y que si no lo hacen, tendrán consecuencias, «no nos gusta hablar de castigos», apunta.

Estas consecuencias deben ser siempre acordes al daño cometido, porque no tiene sentido dejarle sin ver la televisión un mes por romper un plato, y una tarde por suspender todos los exámenes. «Los padres no deben caer en el error de poner consecuencias desorbitadas ni estallar con ellos por estar muy estresados por los problemas del trabajo».

La cuestión es que, cuando esto ocurre y la consecuencia es desmedida, pasados unos minutos en el que el padre reflexiona con más calma, se da cuenta de que la sanción es exagerada «y tiende a arrepentirse y a quitársela al niño, lo que también es un error porque siempre deben cumplirla. Por tanto, los castigos no deben ser excesivos y, por supuesto, nunca pueden suponer agresiones físicas. Si se da un cachete a un niño, le estaremos enseñando que cuando uno se enfada la respuesta es pegar», explica Susana de Cruylles.

Motivarles

Una de sus recomendaciones que aporta Silvia Álava, psicóloga y autora de «Queremos hijos felices» y «Queremos que crezcan felices», es que en vez de amenazar o sancionar al hijo, se intente mostrarle que debe cumplir las normas, pero de forma positiva. Es decir, en vez de decirle «si no haces los deberes te quedas sin tele», se le debe indicar «cuando termines los deberes podrás encender la televisión».

Según esta psicóloga los castigos son poco efectivos, «es mejor motivarles y apremiarles –asegura Silvia Álava–. De esta forma, aprenderá la cultura del esfuerzo y que las cosas se las debe ganar. Asumirá que él es el que decide si quiere un premio o un castigo. El foco estará en él y no en el padre».

Las claves de una sanción efectiva

  • Obligado cumplimiento
  • Siempre que se imponga una medida por un mal comportamiento, el niño debe cumplirla. Por ello, los padres no deben excederse.
  • Mejor en positivo
  • Es más adecuado decirle «cuando termines los deberes podrás ver la tele» que «como no los hagas no hay tele».
  • Inmediatez
  • Según su edad, la sanción debe ser lo más inmediata posible para que pueda demostrar cuanto antes que ha aprendido.

FUENTE: Diario ABC

¿Cómo conseguir que mis hijos me obedezcan? Colaboración con Papás e Hijos

Hijos que no obedecenDuda de una lectora a Silvia Álava, psicóloga Directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes. Además de la autora del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”.

Querida Silvia,

Hola Silvia

Mis tres hijos (9, 7 y 5) tienen por costumbre ponerse a jugar cada vez que decimos de salir a la calle o asearse antes de cenar o jugar cuando deben ir a la cama. A veces los ignoro para mostrarles que no llaman así mi atención pero no sirve más que para ponerme más nerviosa.

Les refuerzo cuando hacen lo que deben en su momento. Siempre estoy en el dilema “no importa, sólo están jugando perooo no es lo que toca ahora”

No sé si soy demasiado estricta y me da miedo salirme de la rutina porque considero que deben tener marcadas unas pautas pero ¿dónde está el límite?

Cada vez que les digo lo que tienen que hacer, la mayor se enfada, no “soporta” que le diga lo que tiene que hacer. El pequeño sólo juega pero la mediana, que es súper responsable me dijo el otro día que no me hacia caso porque quería “ganarme”.

Lucho constantemente entre lo que quiero y lo que debo.

Gracias,

Madre de tres

silvia alava sordo psicologa infantil

Silvia Álava, psicóloga Directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes.

 

Conseguir que los niños obedezcan y al ser posible a la primera, ¡es el sueño de todos los padres!, pero como bien dices en ocasiones es difícil de conseguir y los niños se ponen a jugar o a realizar otra tarea en el momento más inoportuno. En tu consulta dices que has intentado ignorarles, pero no lo has conseguido, pues al final te has puesto nerviosa, es decir, los niños sabían que en el fondo no los estabas ignorando, sino que estabas pendiente de ellos (sino, no te hubieras puesto nerviosa), y además tu hija mediana te lo ha dejado claro, su objetivo es el reto, saber hasta donde puede llegar, y “quiere ganarte”.

Creo que lo primero que tendrías que hacer es marcar ese límite que mencionas. Tener claro donde está, no solo te ayudará a ti a marcar la pauta y a establecer las rutinas, sino que lo que parece que es lo que tus hijos están buscando, al no estar claro, los niños lo buscan y además te lo dicen: “quiero ganarte”.

Es importante que las normas estén claras desde el principio y que los niños sepan cuales son las normas de la familia. Por ejemplo una norma que se podría poner sería: se obedece a la primera. Eso implica que las cosas se van a decir solo una vez. Será importante que esta norma esté explícita, que los tres sepan que a partir de hoy las cosas se dicen solo una vez, y que tú vas a hacer caso a quien sí que obedezca.

Párate a observar, ¿quién de tus tres hijos se lleva más atención por tu parte, el que obedece y va a comer, o el que no lo hace y entonces le persigues para cumpla lo establecido?. Lo habitual es que la final la atención la acapare quien no está obedeciendo, así que los otros rápidamente le copian pues también quieren que estés pendiente de ellos. Es por eso que hay que darle la vuelta a esta situación y a partir de ahora, dejarles claro que las cosas se dicen una vez. Si por ejemplo los niños están entretenidos antes de la comida, puede funcionar bien si te aviso que en cinco minutos hay que apagar la tele, o la tablet porque vamos a cenar,además enunciarlo en positivo, “sé que vais a obedecer a la primera y mamá se pondrá muy contenta”.Cuando ya ha llegado la hora, basta con que les recuerdes que ya les avisaste hace cinco minutos que tocaba cenar y que ahora llega el momento de obedecer a la primera. Y presta atención de los tres al que te obedece. Eso sí si no apagaron el dispositivo electrónico que tuvieran entre manos, apágaselo tú.

Con las normas claras, por ejemplo: “se obedece a la primera”, las consecuencias establecidas, “yo haré caso a quien me esté obedeciendo”, y enunciando las cosas en positivo “lo vais a hacer muy bien y yo me pondré muy contenta”, seguro que vuestro día a día mejorará mucho. No obstante, en el libro “Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron”, tienes muchas más ideas sobre cómo conseguirlo.

 

Lo que hay que hacer y lo que NO hay que hacer en caso de rabietas infantiles. Colaboración con Papás e Hijos

rabietas-infantilesDuda de un lector a Silvia Álava, psicóloga Directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes. Además de la autora del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”.

Hola Doctora, le escribo para hacer una consulta.

Tengo un niño de 2 años de edad, desde hace una semana se esta despertando en la noche y comienza a hacer rabietas, comienza a llorar y llorar, tira la cabeza hacia atrás, tira patadas, le hemos pegado pero creo que eso no es la manera correcta.

Algunas veces este cuadro también lo hace en el día.

Qué puedo hacer, como puedo actuar.

De qué forma le puedo ayudar.

Le agradezco su repuesta.

Saludos

Atentamente

Julio

En estos casos lo primero que tenemos que hacer es valorar exactamente que es lo que puede estar ocurriendo. ¿A qué hora sucede esto? ¿el niño se llega a despertar? En torno a los dos años suelen ser habitual que los niños tengan terrores nocturnos. En estos casos a pesar de que el niño puede llorar, gritar o incorporarse, sigue dormido y cuesta despertarle. En estos casos el niño no recordará lo que ha soñado y suelen producirse en la primera mitad de la noche. Ante esta situación no es necesario que los padres lo despierten, basta con que le tranquilicen y vigilen que no se haga daño.

La situación difiere si es durante el día, o el niño está completamente despierto. Evolutivamente, en torno a los dos años de vida los pequeños pasan por una fase de autoafirmación personal, en la que parece que su respuesta favorita es “no”; quieren probar al adulto y quieren verse como “seres independientes que tienen una voluntad propia”, no obstante, pese a que su apariencia es de ser ya mayores, todavía son inmaduros; se muestran muy dependientes de sus padres y controlan poco los impulsos. A esta edad, las rabietas son normales. Pero lo que no podemos permitir es que una fase por la que todos los niños pasan se convierta en un problema.

Lo que hay que hacer en caso de rabietas *:

  • La actuación de los padres debe ser inmediata, no ceder, mantenerse en su decisión, y “extinguir” el comportamiento del niño. Es decir, dejarle muy claro que cuando se comporte así no le vamos a hacer caso. Muchas veces, aunque no consiguen su objetivo, han acaparado la atención del adulto, y esto puede ser para ellos mucho más valioso que aquello por lo que lloraban.

Lo que NO hay que hacer en caso de rabietas:

  • Muchos padres se desesperan intentando que sus hijos entiendan la situación con grandes charlas y explicaciones sobre el porqué de las cosas, de su orden… No se dan cuenta de que de esa forma sólo están consiguiendo que el niño obtenga atención, y que, además, el pequeño no atiende al “discurso” porque su propio desarrollo evolutivo se lo impide, se le queda muy grande y ha “desconectado” de él.

Estos temas están ampliamente desarrollados en el libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores.

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*Extraído del libro: “Queremos Hijos Felices. Lo que nunca nos enseñaron”. Ed. JdeJ editores