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¿Los castigos deben variar según las edades?

La extinción es una herramienta que podemos utilizar en todas las edades, lo que variará en función de la edad del niño, es la duración de la misma:

  • Con los niños muy pequeños (hasta dos-tres años), basta con decirles “así no estoy contigo”, y en el momento que dejen de llorar, que vean que les hacemos caso.
  • Según va creciendo, iremos aumentando el tiempo que estaremos extinguiendo (sin hacerles caso), por ejemplo, para un niño de 5 años, si te digo que por gritar, llorar… vas a estar cinco minutos sin que te hagamos caso, esto será suficiente para el niño se de cuenta que así no consigue atención, y además cinco minutos se recuperan fácilmente, y nos da opción a seguir con las actividades que teníamos pensadas para ese día.
  • Según van creciendo, el tiempo fuera (en el que no estamos con el niño), puede aumentar.
  • Con niños más mayores, (8-10 años), 10 minutos puede ser un tiempo ajustado.

 

¿Qué tipo de castigos se deben poner y cuándo o por qué motivos?

En pocos casos el castigo es efectivo. Para que lo sea, tiene que ser lo más contingente posible a la conducta que quisiéramos castigar, es decir lo más cercano posible, y por un periodo de tiempo corto. De nada sirve castigar a un niño sin ver la televisión el fin de semana si se ha peleado con su hermano el jueves, porque cuando llegue el momento de la aplicación del castigo, primero no se acordará del motivo y, segundo, rompemos la posibilidad de premiar las conductas en ese intervalo del jueves al sábado.

Cuando un niño no se está portando bien, debemos de utilizar la extinción. Así no te voy a hacer caso, no quiero estar contigo, y dejemos de hacerle caso. Está demostrado que cuando los niños están haciendo algo mal, y están realizando una llamada de atención, cualquier intento de diálogo con ellos o de razonamiento es completamente nulo, no nos va a servir. Hay que razonar con los niños, y mucho, pero no en esas situaciones de tensión, si no cuando estén calmados. Pero a lo que siempre son sensibles es al lenguaje no verbal, que tan olvidado queda en estos momentos. No hace falta hablar, y mucho menos gritar,  basta que miremos al niño con seguridad y firmeza y que vea que con esa actitud no va a conseguir nada. Pero tiene que verlo, no escucharlo.

Los niños tienen que aprender que su conducta tiene unas consecuencias, y tenemos que avisarles de cuáles son. Suele ser más útil explicarles que las cosas se las tienen que ganar, y que por eso si gritas, o chillas, no vas a ver la tele porque no te lo has ganado, no es que “yo te castigo sin tele”, sino que tú no te ganas ver la tele hoy, por cómo te has portado. Hay que definir las consecuencias de cada acto, y los niños deben aprender que cuando empiecen a portarse bien de nuevo, recuperan ese privilegio.

Cuando les castigamos a todo, entonces se desmotivan, porque pierden el aliciente, y lo más probable que ocurra es “si ya estoy castigado a todo, ¿para qué me voy a portar bien?”

Otra cosa que ocurre con los castigos muy largos, es que en ocasiones son difíciles de cumplir y muchas veces “se levantan”, por no poder llevarlos a cabo, con lo que el adulto pierde la autoridad sobre el niño. No podemos amenazar con nada que no vayamos a cumplir. Es mejor ser más concreto con la consecuencia, y que sea inmediata.

 

El castigo en la educación de los niños

Este mes he tenido la ocasión de participar en la sección el debate de la Revista Mía, sobre educación, y el tema elegido ha sido el castigo. Durante esta semana, iremos comentando aspectos sobre el mismo. ¡Os invito a participar!

¿Se debe castigar o no a un niño?

La psicología nos ha demostrado que en pocos casos el castigo es efectivo. El objetivo en la educación es consolidar las conductas positivas en los niños y extinguir las conductas negativas, y eso se consigue mucho mejor mediante el refuerzo y la extinción que con el castigo. Consideramos refuerzo a cualquier consecuencia positiva que sigue a la conducta deseada del niño, y ojo, no lo equivoquemos con premios materiales, el mejor refuerzo para los niños puede salirnos muy barato, es la atención de sus padres. Se trata de aprender a reforzarles cuando estén realizando las conductas que queremos instaurar, es decir, esté con ellos y refuerce y premie al niño mientras se porta bien, y no le preste más atención cuando está realizando las conductas disruptivas que queremos que desaparezcan, esto es lo que se llama extinción

 

Pequeñas manías nada inocentes (y IV)

CONSEJOS ÚTILES

  • Lo primero que tenemos que hacer es  aceptar que esas pequeñas manías se han instalado como parte de los hábitos cotidianos de nuestra vida.
  • Nos ayudará muchísimo identificar las situaciones en las que solemos realizar ese comportamiento. Para eso podemos utilizar el registro que presentamos en está página.
  • Gracias a esa autobservación realizada con el registro, nos haremos conscientes del ritual que antecede a esa “manía”, y podremos cortar la costumbre en los pasos previos a su realización.
  • Busca acciones que sean incompatibles con las conductas problemáticas, por ejemplo, sal de casa con el dinero justo para lo que tengas que comprar, ponte un pañuelo en el pelo en la situaciones que has comprobado que más te lo tocas, o coloca una señal en el baño que te recuerde que ya te lavaste las manos y que no es necesaria una segunda vez.
  • Solicita ayuda a tus familiares y amigos para que te avisen cuando estás realizando alguna de estas “manías”  y sobre todo para que te feliciten por tus logros.
  • Nuestra principal arma es sin duda alguna el autocontrol y sobre todo potenciar nuestra fuerza de voluntad.

Pequeñas manías nada inocentes (III)

¿Qué puedo hacer para no sentir que tengo que volver a limpiar el baño, tocarme el pelo o comprar determinado artículo?

Realizar una actividad mental que te distraiga. El cerebro se ha quedado “enganchado” en la parte interrumpida del ritual;  por lo que tenemos que “desengancharlo” distrayéndolo con determinados trucos,  como pueden ser: enumerar mentalmente las películas que protagoniza tu actor o actriz favorita, cantar una canción que te guste o incluso repasar las tablas de multiplicar. Cualquier actividad que te distraiga te hará dejar de pensar en eso que no has realizado.

 

Lo que sin duda nos aportará una gran ayuda es realizar un registro como este:

Día/Hora

Situación.

Qué es lo que estaba haciendo, donde y con quién

Conducta problema

Me toco el pelo, es la segunda vez que me lavo las manos, he limpiado el baño por tercera vez en el día….

¿He podido parar mi manía?  
         

 

Pequeñas manías nada inocentes (II)

Hay en muchas familias donde varios miembros realizan exactamente el mismo ritual, ¿es genético?

No, en absoluto, lo que ocurre es que los humanos principalmente aprendemos por imitación, los niños copian la conducta de sus padres, hermanos u otras personas que sean referentes en su entorno.

¿Por qué no nos quedamos  a gusto hasta que no las hemos “terminado”?

Porque la mayoría de las veces, estas ”pequeñas manías” se han convertido en un ritual;  son una cadena de actos que está grabada como una secuencia en el cerebro; de tal forma que ante situaciones similares tienden a repetirse según el orden establecido, y cuando las interrumpimos, el cerebro percibe como extraño nuestro comportamiento, como si lo hubiésemos dejado inacabado.

 

Pequeñas manías nada inocentes (I)

¿Puede traducirse en un problema esas manías que consideramos inocentes como  lavarse mucho las manos, comprar en exceso, limpiar exageradamente, tocarse el pelo o no pisar un determinado color de baldosas?

Cuando el no realizar una de estas conductas que acabamos de enumerar interfiere de tal forma que no te permite llevar a cabo las actividades de tu vida cotidiana, o el no hacerla te hace sentir mal, entonces, si que existe un problema.

 

¿Por qué se mantienen estas manías?

Porque nos volvemos inconscientes sobre ellas. Se han convertido en un hábito y como tal no nos damos cuenta que los estamos realizando,  aunque sean claramente visibles a cualquier persona de nuestro entorno. Esto nos ocurre porque están totalmente automatizados.

 

Batalla en la mesa (y VI)

Si tenemos dos hijos y uno come bien pero el otro se porta mal, ¿cómo deben actuar los padres? ¿Se puede comparar a los niños?

Tenemos que pararnos a observar a ambos hijos y sobre todo pensar ¿quién es el que tiene más atención? Lo habitual es que, precisamente el que peor se porta es el que acapara la atención del adulto con frases del tipo «come…pórtate bien…» y al hermano que está comiendo correctamente es al que no hacemos caso.

Se trata de dar la vuelta a la situación, vamos a atender y hacer caso al que se porta bien. Eso no implica el entrar a comparar a ambos, si no, dejarles muy claro que vamos a hacer caso al que se porte bien (y además tenemos que especificar ¿qué es eso de portarse bien en la mesa?), y que con el que no esté comiendo, se esté distrayendo, o se dedique a jugar en la comida no queremos estar. De esta forma reforzaremos al hermano que se porta bien, pero sin entrar en comparaciones entre ambos.

 

Batalla en la mesa (V)

¿Puede verse la televisión mientras se come o es mejor que la familia charle durante la misma?

Es muchísimo mejor eliminar la tele de la comida, pues de esta forma favorecemos la comunicación durante la comida. Y no nos engañemos, es más fácil mantener una conversación con la tele apagada. De esta forma, conseguiremos principalmente tres objetivos:

  • Que los niños tarden menos en comer, pues eliminamos un elemento distractor, muchas veces los niños se quedan “abducidos” delante del televisor, además, con la tele puesta se premia la lentitud, pues cuanto más tarde en comer, más rato de tele veo.
  • Que los niños se centren en la comida, no solo en ingerir los alimentos, si no en conseguir buenos hábitos alimentarios, además de un comportamiento correcto en la mesa.
  • Darle importancia a la comunicación familiar. No podemos olvidar la parte social de la comida, durante la misma no solo ingerimos alimentos, si no que conversamos con nuestros compañeros de mesa. Si hemos dicho que es bueno realizar al menos una comida en familia, aprovechemos el momento para charlar, que cada miembro pueda contar sus vivencias del día…

Batalla en la mesa (IV)

¿Hasta qué punto es importante que padres e hijos compartan la hora de la comida?

Eso sería lo ideal. Quizás como el coincidir a la hora de la comida entre semana puede ser muy complicado, porque los niños están en el colegio, los padres trabajando… se puede intentar coincidir en la cena y los fines de semana. Compartiendo la comida, ayudamos a que los niños se sientan más integrados en la dinámica familiar, aprovecharemos el momento para conversar y que cada uno cuente sus cosas…

¿Hay que establecer unos horarios más o menos fijos para que el niño se acostumbre?

Sí, lo ideal es mantener unos horarios que nos faciliten además de mantener una rutina que favorezcan la regularidad de las ingestas.