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Una generación eternamente desconcentrada: «No puedo hacer nada durante más de quince minutos sin mirar el móvil»

Por JAVIER LACORT @jlacort

Imagine, querido lector, que está empezando a ver una película, a leer un libro o trabajando con su ordenador. ¿Cuántos minutos pasarán antes de que su mano empiece a acercarse a su bolsillo para sacar de ahí su teléfono y consultar notificaciones o abrir redes sociales para ver qué hay? Seguramente, muy pocos.

«He perdido la concentración que tenía antes. En el trabajo saco todo adelante, pero tengo pequeñas desconexiones mirando el móvil. Luego me cuesta horrores leer un libro, soy incapaz. Me puse un tope de tiempo de uso del móvil, pero me acababa dando igual y volvía a mirarlo cada diez minutos». Este es el principio del testimonio de Toni (nombre modificado, como todos los del reportaje, para preservar su anonimato), periodista especializado en videojuegos, sobre su capacidad de atención, que ha visto erosionada a sus 35 años. «Cuando tenía 25 me concentraba más y podía pasar horas viendo o haciendo algo concreto. Ahora mismo hacer algo así me cuesta muchísimo».

Roberto, editor de vídeo en una productora audiovisual, explica que nota algo muy similar que ha ido a más. «En redes sociales no publico demasiado, pero así y todo me paso el tiempo consumiendo contenido en redes sociales. TikTok fue un antes y un después. Me tuve que poner un limitador de tiempo de uso para intentar controlarlo, porque es un pozo. Es infinito, siempre ves más y más vídeos que te gustan, no paras, no tienes que pensar ni que buscar nada. Parece que te lee la mente para darte lo que te gusta. Eso engancha muchísimo». Tiene 28 años.

Sara, redactora de tecnología de 36 años, cuenta un testimonio muy similar. «El 1 de enero de 2021 publiqué como uno de mis objetivos de año nuevo controlar mejor esto. Acabar con mis distracciones ha sido una cruzada. Me distraigo muy fácilmente, Twitter, Instagram y YouTube me han hecho muchísimo daño. He logrado avances, pero tengo recaídas. Me queda mucho camino».

«En nuestras pantallas todo va tan rápido que cuando pasas al mundo real todo parece ir demasiado lento»

Estos testimonios son fáciles de encontrar a nuestro alrededor en cuanto uno dedica un par de minutos a hablar sobre la capacidad de mantener la atención en algo, especialmente fuera de la pantalla de nuestro móvil. Empezar admitiéndolo en el caso de uno mismo suele servir para que el otro se quite la máscara y lo reconozca también. Miramos el móvil cada diez o quince minutos si tenemos la más mínima oportunidad, lo cual no siempre significa que sea un buen momento para hacerlo. Desviamos nuestra atención demasiado a menudo. Nos aburrimos con demasiadas cosas.

Silvia Alava

«Si nos pasa a tanta gente es que hay algo detrás. Tiene que ver con cómo están hechas las pantallas, buscan captar al máximo nuestra atención con el mínimo esfuerzo por nuestra parte», explica la psicóloga Silvia Álava. «Cuando lees un libro o haces alguna otra actividad, el proceso de atención sostenida lo has de hacer tú. Cuando miras a una pantalla, eso lo hace ella sola, los estímulos cambian mucho, a nivel visual y auditivo. Todo se mueve a tal velocidad que cuando vas a la velocidad del mundo real parece aburrido, lento. De ahí salen cosas como ver vídeos o escuchar audios a 2x. En el mundo real te aburres porque no estás hiperestimulado, eres tú quien ha de mantener la atención».

Roberto hablaba sobre TikTok como el punto de inflexión. No es casual. «TikTok es el ejemplo perfecto: vídeos muy cortos hechos para enganchar, cambian constantemente. Son estímulos. Como saben los mecanismos neuropsicológicos que hay tras la atención, consiguen engancharnos«, explica Silvia. Esto, según la psicóloga, tiene sus efectos en nuestro día a día: estamos tan acostumbrados a contenido rápido, de estímulos inmediatos, que cuando vemos producciones largas como una película nos aburrimos si no hay acción desde el minuto uno.

Desconexiones laborales

Los cuatro entrevistados coinciden en que estas distracciones tienen consecuencias en su trabajo. Si bien no se dan situaciones dramáticas, sí son más de las que les gustaría. Nadie ha sido despedido por ello, pero sí tienden a trabajar más horas de las debidas para compensar esos despistes, o a alargar mucho las entregas hasta el tope fijado. «Me cuesta mucho pasar más de quince minutos mantenerme concentrado. Cuando no queda otra y has de estar al 100% sí, porque no te queda otra. El resto del tiempo vas picoteando, haciendo pausas, buscar estar ocupado con algo que no requiera mucho esfuerzo», dice Roberto.

«A mí me ha pasado incluso en reuniones de trabajo, hablando con mis compañeros, me distraigo. Hace unos años no me ocurría», cuenta Sara. «Algo que también noto es que tampoco disfruto del ocio como antes. No sé gestionarlo bien, me viene la necesidad de mirar el móvil y se me va mucho tiempo así en lugar de haciendo lo que realmente quiero hacer», explica. Añade que hay límites que no sobrepasa, como cuando está en el cine. «Hay gente que es incapaz de estar dos horas viendo una película sin consultar el móvil y molestar a los demás con la luz, yo eso sí que no lo hago».

Los estímulos rápidos y constantes que comentaba Silvia también influyen en los momentos en que somos más propensos a las distracciones. O que buscamos más el móvil como evasión instantánea. «Noto que me distraigo más cuando tengo alguna tarea larga, difícil o incómoda. Si tengo por delante algo que sé que me va a llevar muchas horas, mi cerebro me invita a distraerme con otra cosa», nos explica Sara, y así empiezan las sesiones de scroll, de paso de una red social a otra, consulta de la mensajería, etc.

Un estudio de Gloria Mark, profesora de informática en la Universidad de Irvine e investigadora en informática social, ya advirtió en 2008 del peaje del «trabajo interrumpido«. Los flujos de atención intermitente por la consulta del correo cada poco tiempo derivaban en un peor rendimiento, pero también en un mayor estrés para el empleado por el cambio de foco de atención. En 2008. Hoy, con todo lo que ha llegado desde entonces, sabemos que la multitarea mata la productividad. Pasar del trabajo a la consulta constante del móvil es otra forma de multitarea.

«Quiero volver a hacer algo con mis manos»

Roberto, como muchos otros en esta era, ha acabado usando principalmente pantallas tanto para su ocio como para su negocio. Trabaja editando vídeos y se entretiene viendo otros vídeos, jugando a videojuegos o consumiendo redes sociales. Un punto de inflexión. «Ahora tengo ganas de apuntarme a hacer cerámica, porque tengo ganas de hacer cosas con las manos. Algo que no requiera el ordenador. Igual que en el deporte. Pero luego en el gimnasio ves gente sentada un buen rato con el móvil…».

El smartphone ha canibalizado decenas de utensilios, desde el calendario hasta la agenda telefónica pasando por el reproductor de música. Roberto, además de cerámica y deporte, quiere volver a descentralizar algunas actividades y desligarlas del smartphone. «Hace poco quería comprarme una Game Boy, de las tradicionales, las de cartuchos. No quiero un emulador en mi móvil, quiero un cacharro independiente. Últimamente he visto incluso gente interesada en recuperar su iPod para escuchar música sin depender del móvil«.

Silvia explica este sentimiento hablando de autosatisfacción, realización. «Si hacemos algo creativo con las manos, nos sentimos especialmente bien, útiles, conectamos con nuestra parte creativo. Cosas de la época de nuestros abuelos, como el ganchillo, están volviendo por eso.

Más allá de la satisfacción de actividades artísticas y de creación, también sabemos que el aburrimiento es en cierta forma necesario, sobre todo para generar espacios vacíos en los que comenzamos a pensar, generamos ideas y fluye nuestra creatividad. No necesariamente ligada al trabajo, sino simplemente para tener momentos en los que pensar en nosotros mismos. La mano buscando el móvil en cuanto tenemos un momento de aburrimiento, como en una sala de espera o mientras subimos en ascensor, también va matando esos espacios.

Salidas

francisco tabernero

Además de a Silvia, preguntamos a otro psicólogo, Francisco Tabernero, si llegados a este punto hay vuelta atrás o nuestra capacidad de concentración se ha erosionado de forma permanente. Buenas noticias. «Esto es algo que se puede recuperar una vez te pones a trabajar en esos procesos de atención, no hablamos de un daño cerebral», dice Silvia. Francisco coincide: «Si se me estuviese deteriorando la atención es que se me estaría deteriorando el cerebro, y no es así. Simplemente, el comportamiento compulsivo de consultar el teléfono está interfiriendo con tareas que impiden la atención sostenida».

Ese comportamiento compulsivo se asemeja al de un fumador buscando su cigarrillo cada poco tiempo, aunque Francisco lo encaja más en las mecánicas de los juegos de azar. «El cigarro no te aporta un placer o un beneficio, no es refuerzo positivo, se fuma por refuerzo negativo, para aliviar el síndrome de la abstinencia. Lo del móvil explica una conducta adictiva, porque no sabemos cuándo nos caerá la recompensa. Como en una tragaperras. Entramos constantemente buscando el premio en forma de una foto que compartir con los amigos, un vídeo que nos haga reír, un texto que nos guste leer… El símil es con la tragaperras».

La salida pasa principalmente con una concienciación que vaya acompañada de acciones graduales para hacer un uso más consciente del móvil, y menos por inercias adquiridas. «Por ejemplo, fijarse la meta de pasar quince minutos sin mirar el móvil. Luego, media hora. Luego, una hora… Así vamos deshabituándonos», dice Francisco. «Más que un problema de atención, es de conducta«.

«Hay gente que, sin que sea tanto su principal motivo, viene a consulta porque es muy adicta al móvil y ya le está afectado a todos los niveles de su vida. Incluso a la autoestima». Como con los casos de ludopatía, a menudo se acude a terapia cuando los síntomas ya son tan evidentes que todo el círculo social los ha percibido como algo grave. No es lo habitual llegar a ese extremo, pero tampoco parece que la pérdida de atención en muchos ámbitos a causa del móvil sea un problema residual.

Imagen destacada: Javier Lacort con Midjourney.

FUENTE: xataka.com

¿Cuánto tiempo dejo el móvil a mi hijo?… depende…

En ese vídeo resolvemos las dudas sobre la cantidad de tiempo que los niños pueden tener de acceso a las nuevas tecnologías. Depende de la edad de nuestro hijo y de sus características.

¿A qué edad le dejo el móvil? - Silvia Álava

Recomendamos:

  • Antes de los dos años: cero pantallas 
  • De dos a cinco años: 30 minutos 
  • De seis a doce años: una hora 
  • De 12 a 14 años: 90 minutos 
  • De 14 a 16 años: dos horas 

FUENTE: Internet Seguro

El primer móvil como regalo: cómo configurarlo y qué tener en cuenta para que los niños lo usen con responsabilidad. Colaboración con Maldita.es

El uso de los dispositivos electrónicos en los más pequeños siempre suele ser un factor de preocupación para padres y madres. Ahora, con las celebraciones de Navidad a la vuelta de la esquina, muchas familias regalarán a sus hijos su primer móvil. ¿Qué consejos pueden seguir para que este nuevo paso en la vida digital de los niños sea adecuada?¿Deberíamos configurar el móvil de alguna manera para que sea más seguro?

En nuestro Twitch hablamos sobre la relación de los niños con Internet y tocamos un tema que suscita dudas a muchos padres y madres: ¿qué edad mínima es la recomendada para que los menores tengan un móvil propio? No hay una edad específica que haga la magia, pero sí que sacamos la conclusión de que antes de los 13 igual era un poco complicado gestionar esa relación que establecen los menores con sus móviles.  

Silvia Álava, psicóloga especializada en Psicología Educativa, remarca la importancia de “saber cuál es el objetivo por el que le regalamos uno de estos dispositivos a nuestro hijo o hija: si es un móvil, saber si es para poder localizarlo, para que hable con sus amigos o para conectarse a Internet”. 

Para Laura Cuesta Cano, experta en Educación Digital y profesora de Cibercomunicación en la Universidad Camilo José Cela, “lo más recomendable es que se empiece por un dispositivo sin conexión móvil a Internet y de baja gama, y según tengan más edad y, por tanto, más responsabilidad, iremos incorporando tarifa de datos (nunca datos ilimitados) y terminales más avanzados”.

Acordar límites horarios y lugares de uso para asegurarnos de que se utiliza responsablemente

Establecer las condiciones de uso y el límite de tiempo en el que se puede estar con el móvil es una de las medidas que más recomiendan las expertas consultadas por Maldita.es

Para ello, un método de asegurar y establecer estos horarios y el tiempo es a través de “un acuerdo o un contrato firmado por padres e hijo, en el que se reflejen todas estas condiciones”, como propuso en la Maldita Twitchería María Lázaro, docente, bloguera y autora de “Redes sociales y menores”. Una medida que también apoyan Laura Cuesta y Silvia Álava.

En Internet segura for Kids (IS4K), el centro de seguridad en Internet para menores de edad en España, tienen disponible un modelo de acuerdo que pueden rellenar y elaborar los mayores con los más pequeños para regular el uso de los dispositivos electrónicos, como el tiempo o los lugares en los que se permite usarlos y en los que no. 

Evitar el ‘desplazamiento digital’: que otras actividades lúdicas se dejen de hacer por los dispositivos

Sumado a las condiciones de uso que cada familia acuerde, Silvia Álava también comenta a Maldita.es que “no tenemos que olvidarnos de que los llamados ‘nativos digitales’ lo son porque han nacido con la tecnologíano porque sepan usarlas desde pequeños, y por eso tenemos que enseñarlos y estar con ellos”.

No se trata de espiar a escondidas lo que hacen con los dispositivos, sino enseñar a usarlos y acompañarlos mientras se usan, porque el contenido que puedan ver les puede quedar grande”, aclara.

En el mismo sentido, esta especialista hace hincapié en evitar el denominado “desplazamiento digital”, es decir, que todo el ocio sea a través de estas tecnologías y se dejen de hacer otras actividades. “Si por usar los dispositivos, se deja de ir al parque, de leer libros, de jugar a otros juegos, ahí es donde se produce este desplazamiento digital, por lo que es importante fijar bien el uso de las pantallas”, apostilla Álava.

Además de acompañar, los padres deben ser un referente en el uso de las nuevas tecnologías

Cuesta, además, añade que “regalar un móvil a los pequeños implica también una reflexión por parte de los padres, que piensen si se está preparado para esta decisión y si se tiene el tiempo suficiente para aprender las competencias digitales que les ayudarán a enseñar a sus hijos el uso responsable de cuestiones como redes sociales, la apertura de perfiles o la privacidad”. De nada sirve lamentar cuando cumplan 16 algo que llevan haciendo desde que tienen 13. 

Nos da algunas pautas muy claras: “Debemos convertirnos en sus mejores referentes, tratando de adoptar en la medida de lo posible las normas saludables que hayamos definido en casa, como no usarlo por las noches, no cargarlo en la habitación o no sacarlo mientras se está en reuniones familiares o con amigos”. El uso excesivo de pantallas también puede llegar a ser perjudicial, de modo que es importante controlar también el tiempo que pasan frente a ellas.

Esto es algo que también resaltan en otros materiales de Pantallas Amigas, como en la guía ‘Educar en familia con el ejemplo’, en la que también recomiendan que los padres de los pequeños “establezcan momentos de desconexión, dejen a un lado el móvil cuando están con otras personas cara a cara o prescindan del móvil mientras se realizan actividades que requieran atención o concentración”.

¿Y qué hay del móvil en sí?

¿Habría que instalar alguna aplicación de control parental o configurar el teléfono de alguna manera para que lo usen con seguridad? Con las aplicaciones de control parental que podamos encontrar en las tiendas de Android o iOS hay que tener cuidado y revisar muy bien qué permisos necesitan y a qué información acceden, como ya os hemos advertido en Maldita.es. A veces es peor el remedio que la enfermedad y usar sin control este tipo de aplicaciones puede derivar en que usen y compartan más datos de los menores de los que deberían. 

Los móviles suelen contar con algunas herramientas que se pueden configurar para controlar el tiempo que se usa el dispositivo o a qué contenido se accede, por lo que no necesitaríamos depender de ninguna aplicación externa. Es lo que prefieren desde organizaciones como Pantallas Amigas, cuya responsable de formación, Leire Lasuen, señala a Maldita.es que “en Android se puede gestionar a través de Family Link y en iOS mediante Tiempo de uso”. 

Ojo, que si los hijos tienen un dispositivo Android sus padres van a poder usar ambas herramientas indiferentemente  del sistema operativo que utilicen, mientras que si el pequeño tiene un iPhone, sólo se podrá supervisar mediante otro iPhone.

Family Link en Android…

En el caso de Android, se puede configurar en el menú de “Bienestar digital y control parental” de los ajustes del dispositivo. Lasuen incide en “configurarlo primero en el teléfono del adulto y luego en el del hijo”. Tal y como indican en una guía publicada en su web, “el sistema nos guiará a través de la configuración de Family Link, que preguntará de quién es el dispositivo (hijos o padres) y, a partir de ahí, podremos seleccionar los ajustes, como consultar y limitar el tiempo de pantalla, supervisar las aplicaciones y aplicar filtros”. 

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Control parental en Android.

… y Tiempo de uso en iOS

Si usamos iOS, el sistema operativo de Apple, “Tiempo de uso permite evitar compras en la tienda, bloquear contenido explícito y para adultos, restringir las apps y funciones integradas y limitar el tiempo de uso de cada aplicación, así como restringir los datos a los que acceden las aplicaciones”, como explica Lasuen y refleja otra guía de Pantallas Amigas. Para activar esta función, “tenemos que ir al menú de Tiempo de uso dentro de los Ajustes del dispositivo y seleccionar si es el del menor o el de los padres, y a partir de ahí ajustar los tiempos según haya acordado cada familia y los ajustes de contenido y privacidad”, resume la responsable formativa de Pantallas Amigas. 

Control parental en iOS.

A pesar de que estas funciones son útiles para controlar el uso de los móviles por los más pequeños, Jorge Flores, presidente de Pantallas Amigas, puntualiza que “es una herramienta que se puede aprovechar por parte de las familias pero que, en ningún caso, debe tratar de sustituir la necesaria tutela y educación de nuestros hijos que les permita ir adquiriendo las competencias necesarias para una vida digital autónoma y saludable”.

FUENTE: www.maldita.es

5 actos que a nosotros nos facilitan la vida, pero que a nuestros hijos se la dificultan. En Faro de Vigo.

Darles el teléfono móvil cuando tienen emociones desagradables o no promover que ellos se resuelvan sus problemas son algunos de estos actos

Por María Dotor

Muchas de las cosas que hacemos en nuestro día a día van encaminadas a facilitarnos la vida. Es lógico, tenemos que compaginar el trabajo con la vida familiar, con las tareas domésticas, con nuestra vida social, en pareja… No hay horas en el día, y si no desarrollamos estrategias para facilitarnos esa cotidianidad, es imposible que lleguemos a todo, pero… ¿nos hemos parado a pensar en las consecuencias que tienen algunos de esos actos para nuestros hijos? Aunque, a corto plazo, puedan resultar beneficiosos, no lo son en absoluto a la larga. Lo entenderemos mejor viendo ejemplos:

1. Darles de comer, vestirles…

Te voy a proponer que realices un ejercicio utilizando Google imágenes. Se trata de que pongas en el buscador “niños autónomos” y le des a buscar. ¿Qué fotos te muestra? Sí, efectivamente, nos muestra fotos de niños de tan solo cuatro años comiendo perfectamente, sin marcharse o preparando un pastel solos, sin ayuda de sus padres…

También aparecen niños jugando con su tren mientras, al fondo, sus padres leen tranquilamente. Y ahora os pregunto: ¿estas fotos se corresponden con la realidad? El psicólogo Alberto Soler hizo este mismo ejercicio al inicio de una ponencia titulada ‘Educar niños autónomos’. Las risas entre el público no se hicieron esperar.

En realidad, matizaba Alberto, eso “no tiene mucho que ver con la autonomía. La autonomía se parece mucho más a un niño que está hasta arriba de espaguetis con tomate. Ese niño autónomo al que sus padres le han permitido comer solo, con sus manos, ponerse hasta las trancas de salsa de tomate”.

Puedo ver vuestras caras imaginándoos todo el tomate por el suelo. Sus manos, su cara, la mesa…toda la cocina manchada de tomate. Nuestro instinto nos lleva, inmediatamente a pensar: ¿qué necesidad tengo yo de esto? Mañana le doy yo de comer que, además, acabamos antes. ¿Es así? 

Sí, y es porque tenemos la falsa creencia de que la autonomía de los más pequeños implica una mayor comodidad para los padres, que cuando nuestros hijos sean autónomos podremos estar tranquilamente leyendo mientras nuestro hijo prepara bizcochos en la cocina sin manchar nada.

Pensamos que los niños autónomos se levantan solos, se preparan solitos el desayuno, se cepillan los dientes, se visten solos, mientras nosotros hacemos otra cosa. En realidad, aclara Alberto, “fomentar la autonomía de los niños implica lograr prácticamente lo mismo que lograríamos haciendo por ellos las cosas pero invirtiendo mucho más tiempo y esfuerzo”.

Es algo que a corto plazo no parece que nos sea rentable, pero que a medio y largo plazo sale mucho a cuenta. Si estamos dispuestos a fomentar la autonomía de nuestros hijos, al principio tendremos que limpiar mucho tomate. En definitiva, tendremos que dejar a un lado nuestra comodidad de darles nosotros de comer, asegurándonos que no manchan nada.

Lo mismo ocurre con otras actividades como vestirles. Es más fácil que lo hagas tú. En 3 minutos le habrás puesto el pantalón, la camiseta, los zapatos y te habrá sobrado tiempo para peinarle, pero… ¿qué estamos consiguiendo con esto, más allá de facilitarnos a nosotros la existencia? Nuestros hijos no aprender a vestirse si siempre les vestimos nosotros. Si queremos niños autónomos es esencial dejarles hacer.

2. Calmarles con elementos externos

Solo hay que ir a un restaurante a comer un sábado para ver un ejemplo. Niños sentados en la mesa entreteniéndose con un móvil o una tableta que le han dejado sus padres para que les deje comer a ellos tranquilos. Sí, es entendible, necesitamos un rato de paz, de conversación con nuestra pareja o amigos, y nuestro hijo no aguanta dos horas sentado en una silla sin moverse, en la misma posición, lo cual es más lógico aún. Cuando ha llorado ya un par de veces, le damos el móvil, que sabemos que le calma, y todos tranquilos.

El psicólogo Rafa Guerrero, en este sentido, habla de los dispositivos como “chupetes emocionales” para nuestros hijos. Y lo explica así:

“Creemos, de manera bien intencionada e inconscientemente, que dándole a nuestro hijo el móvil para no prolongar más su rabieta o tristeza le estamos haciendo un gran favor. Y desde luego que no es así. Si cada vez que tiene un mal día o siente una emoción desagradable, le doy el móvil o la tableta, le estoy anestesiando emocionalmente. Estamos perdido una gran oportunidad para que conecte con lo desagradable que es sentir miedo o tristeza, o incluso aburrirse y desarrolle elementos internos para calmarse”.

Rafa relaciona la calma que le proporcionamos a nuestros hijos con elementos externos, en este caso los dispositivos, con la adicción. Si nuestros hijos no aprender a calmarse por sí mismos, siempre buscarán la calma fuera, en otros elementos, que en este ejemplo puede ser un dispositivo, pero mañana podrían ser las drogas, la comida…

3. Restringir sus movimientos

¿Recuerdas cuando eras pequeña el parque de juegos en el que te metían tus padres? Era una especie de cuadrilátero del que no podías escaparte. Cuando estábamos allí, nuestros padres estaban tranquilos, podían, incluso, irse a otra habitación a hacer tareas domésticas. Pero ¿qué pasaba contigo? Te estaban restringiendo tu capacidad de movimiento, de explorar.

Bien, dicho esto, es lógico que, a veces, necesitemos dejar a nuestros niños en algún sitio “seguro” mientras nosotros hacemos otras cosas, pero no podemos convertir esto en la norma. Los niños necesitan movimiento para su correcto desarrollo psicomotriz.

Emmi Pikler fue una conocida pediatra nacida en Viena que ejerció en Budapest en los años 30. Creía en la importancia de que el niño fuera lo más autónomo posible y pensaba que era importante dejarles libertad para que resolvieran las situaciones por sí solos.

Una de las cosas que hacía era retirar todos los equipamientos que animaban la pasividad de los bebés, como los asientos o los andadores. “Si el niño está en una trona no puede jugar por su cuenta. Si algo se cae, no puede cogerlo y tiene que depender de que la madre lo rescate. Tiene que pedir ayuda en lugar de aprender cómo resolver un problema. Un niño limitado o confinado se convertirá en un niño pasivo o enfadado”, decía Emmi.

Así, dice su hija, «enseñaba cómo un niño pequeño, movido por su propia iniciativa, es capaz de estar activo, moviéndose continuamente, para explorar. A los padres les animaba a respetar la necesidad de los hijos de espacio y de su propio ritmo: Cada hito del desarrollo motor es alcanzado por la propia iniciativa del bebé como resultado de sus propios esfuerzos”.

4. No pensar en sus “tiempos”

Dejemos atrás el verano, volvamos a la época escolar, cuando teníamos que madrugar para llevar a los niños al cole y luego irnos nosotros al trabajo. Bien, cuando ponías el despertador, ¿cómo calculabas el tiempo que necesitabas para hacer todo y salir a tiempo de casa? La mayoría calculamos el tiempo pensando en lo que tardamos nosotros, los adultos, olvidándonos que el tiempo de los niños es mayor.

No tienen ni la misma destreza del adulto, ni la misma capacidad para hacer las tareas, y, además, los niños se distraen con una gran facilidad, y aunque reciban una orden muy clara, como por ejemplo vístete, basta que se encuentren un juguete o un hilito en la alfombra para ponerse a jugar con él.

Por ello, la psicóloga Silvia Álava nos recomienda “pensar en el tiempo que nuestro hijo necesita para realizar una determinada tarea en función de su edad, de su grado de autonomía y sus características, no lo que nosotros necesitamos, ni el tiempo en el que nosotros creemos que tendría que hacerlo”.

De esta forma, no tendremos que acabar haciendo nosotros tareas para las que ya están preparados ellos, como ducharse o prepararse la mochila y no les llevaremos siempre con prisas. Empezar el día agobiados no le gusta a nadie.

5. Adelantarnos a sus problemas

Decía la experta en talento y liderazgo Noelia López-Cheda en esta ponencia que “si resolvemos todos sus problemas de nuestros hijos, nosotros somos el problema” y nos contaba una anécdota que nos ha pasado a muchos.

Un día, su hija Emma le dijo a la llega del cole: “mamá, se me ha olvidado la hoja de los ejercicios de matemáticas, ¿lo dices en el grupo y que te lo manden?”. Ella, se dispuso a hacerlo mientras «dejaba las llaves en la entrada, soltaba el bolso en la silla, sacaba el teléfono del bolsillo y dejaba la bolsa de la compra en el suelo». Entonces, se dió cuenta. Y pensó: «pero ¿qué narices estoy haciendo? Y así se lo hizo saber a su hija.

  • Emma cariño, no es mi responsabilidad que se te hayan olvidado los deberes, es la tuya, por lo tanto, mañana dices a la profesora que no los llevas porque se te olvidaron y que la próxima no se te olvidarán.
  • Pero ¡¡¡mamá!!!! ¡¡me pondrán mala nota!!!!!
  • No pasa nada, la próxima seguro que ya no te la pone.
  • Y ¿por qué no lo pides al grupo, CON LO FÁCIL QUE ES?
  • Pues precisamente porque ese grupo no está para ser el paralelo de tu agenda sino para cosas urgentes del colegio. Tú no debes confiar en que el móvil de tu madre responda a tus olvidos ya que, es tu responsabilidad traer tu agenda con tus ejercicios. Yo tengo mi agenda y no te pido a ti que me recuerdes si tengo que responder a un cliente, si tengo que preparar un material….así que cada uno debe asumir su parte.

Y como esto, más cosas. Les metemos el bocata en la mochila para que no se les olvide y “pasen hambre” en el recreo, les recordamos que hoy es el último día para llevar el papel de la excursión… Y todo porque no soportamos la idea de que nuestros hijos fracasen, se equivoquen, sufran… y nos adelantamos a sus problemas.

Como dice la psicóloga Begoña Ibarrola “a nuestros hijos no les podemos quitar las piedras del camino para que no tropiecen, les tenemos que enseñar a saltarlas”. No lo olvidemos.

FUENTE: FaroDeVigo.es

Mamá, vivo enganchado al móvil. Colaboración con el diario El Mundo

Espiar el móvil de mi hijo adolescente… ¿Sí o no? Colaboración con el diario QUÉ!

AdolescenteNo podemos entender un adolescente sin su teléfono móvil. Nos guste o no, el aparato es su anclaje al mundo. Y las redes sociales sus apéndices. Ahora bien: ¿Puede un menor inmaduro explorar en solitario la realidad a través de internet? Los profesionales de la psicología y la educación aseguran que no. ¿Significa eso que debo espiarle? Es mejor no llamarlo así, dicen los expertos. Cambiar el término por ‘acompañar’ o ‘tutelar’. Resulta revelador que el Tribunal Supremo, con una sentencia, haya avalado que los padres ‘fisguen’ el Facebook de los hijos

Padres y madres ‘coraje’ agobiados por sus hijos, por lo qué harán y lo que no en internet durante un montón de horas. Y un dilema que no resulta disparatado: ¿Puedo y debo espiar a mi hijo? La palabra mágica es ‘sentido común ‘. Básicamente, la mejor de las guías para afrontar el reto de educar a chicos cuyas cabezas chisporrotean de estímulos y de impactos negativos y positivos.

Todos los expertos consultados coinciden en un cuestión: Control, tutela y acompañamiento no es, en ningún caso, espiar a nuestro hijos. «Es más, saber lo que hacen los menores es una obligación moral y legal como padres. Y eso no es espiar en el caso de las redes sociales y sus perfiles públicos. Otra cosa sería entrar en un diario que el menor guarda con un candado», asegura la psicóloga Silvia Álava, del gabinete Álava-Reyes. «La clave es precisamente eso, el respeto a la intimidad. Pero, ojo si tenemos fundadas sospechas de que ocurre algo malo con nuestro hijo, como por ejemplo el ‘ciberbuying’ o acoso sexual,  debemos intervenir, conocer y en su caso denunciar. Hay límites parta la intimidad de un menor», zanja Valentín Martínez-Otero, psicólogo y pedagogo, y autor del libro ‘El discurso educativo’.

Si uno se pregunta si la Ley española avala su forma de ‘espionaje’ a los hijos, la respuesta es que sí. Aunque efectivamente el término no sea el mejor, y pese a que ocurra en circunstancias especiales, con claros indicios de peligro. ¿Qué queremos decir? El Tribunal Supremo avala en una reciente sentencia que el deber de tutela prevalece sobre el derecho a la intimidad en casos como el acoso sexual. Y eso incluye que los padres controlen elFacebook de los hijos. O sea, que nuestro deber de guarda y amparo justifica ciertos controles.

adolescentes y redes

Y la resolución tiene especial relevancia por que sienta jurisprudencia ante los dilemas que se plantean a los magistrados en los órganos judiciales. Considera que los padres de la menor no podían inhibirse ante la sospecha fundada de que su hija estaba siendo objeto de dicho acoso.

Lo que ocurrió en este caso fue que un mayor de edad sospechoso de haber acosado sexualmente a una menor de 13 años mantuvo contactos ilegales con ella e intercambió material de contenido sexual. Fue condenando a tres años de prisión por un delito de abuso sexual a una menor y una multa de 8.000 euros por cinco delitos de exhibicionismo cometidos con otras tantas menores por medio de Facebook. Pero el acusado aseguró que las pruebas en su contra se había conseguido de manera ilícita. ¿Ilícita? Sí. Y es que un día cualquiera, la hermana de la menor acosada entró en su habitación y descubrió a su hermana viendo fotos de un hombre desnudo. Pudo ser esta hermana la que le proporcionó a la madre la clave de acceso que utilizaba la chica en Facebook. La mujer entró en el perfil de su hija y comprobó que un acosador le estaba proponiendo relaciones sexuales.

«Todos los padres consideramos que la calle, al menos ciertas calles, pueden resultar peligrosas para nuestros hijos. De tal modo que no les dejamos ir solos o a ciertas horas. Pues bien, internet y las redes sociales pueden ser tan peligrosos o más. Por eso los padres tienen que conocer, han de saber de la actividad de sus hijos en la red y ejercer cierto acompañamiento», asegura la psicóloga Silvia Álava.
¿Y el derecho a la intimidad? «¿Qué intimidad? Tenemos que decir a nuestros hijos que los contenidos que ellos suben en una red social abierta no es suyo. Legalmente, es de la empresa, del dueño de la plataforma que utilizan. En mi opinión, el deber de tutela obliga los padres a ese seguimiento. Mucho más si sospechan algo, como en el caso de la sentencia. Ahí hay que actuar», zanja esta terapeuta.

¿Significa eso que tengo todo el derecho del mundo a bucear en la vida de mi hijo? «Evidentemente no. Al menos, dicho así. La sentencia hay que contextualizarla y es entendible en situaciones extraordinarias. El comportamiento de la madre en ese caso es vital. Necesario. En casos mucho más normales y sin evidentes sospechas, los padres han de controlar, conocer y acompañar a sus hijos. Sin llegar, directamente a la intromisión. Eso puede crear un ambiente irrespirable y contraproducente en casa».

Adolescentes, Padres y MóvilesLa Sala Penal subraya que, como regla general, los menores tienen derecho a que se respete su intimidad, y una menor de 15 años en pleno uso de sus facultades «tiene que otorgar el consentimiento a los padres o tutores» para que éstos puedan desvelar sus mensajes. Ahora bien, también resalta que«esos espacios de privacidad e intimidad» pueden «ceder en presencia de otros intereses constitucionalmente protegibles». ¿Qué ocurrió en el caso grave que nos ocupa? Muy sencillo. Al ser la madre de la víctima quien accedió a los mensajes sin que su hija le dijera que no expresamente, su acción fue absolutamente legal por ser «titular de la patria potestad de la menor» con obligación de actuar para la guarda y amparo de la menor.

«Tenemos que pensar, además, que los últimos responsable de lo positivo o negativo que haga un menor en internet y en otros ámbitos de la vida son sus padres o tutores. Sería injusto que no pudieran velar pro actos de terceros, aunque sean los hijos, si después ellos pueden ser considerados responsables. Por eso, siempre un consejo: hablar, hablar y hablar con nuestros hijos», asegura la psicóloga Silvia Álava.
Lo más curioso llega al final de la sentencia que nos ocupa. La Ley no puede «hacer descansar en los padres unas obligaciones de velar por sus hijos menores y al mismo tiempo desposeerles de toda capacidad de controlar en casos como el presente». O sea, que la madre actuó como debía.

En otros casos, mesura, templanza, interés y dedicación. Y, lo dicho, una amplísima dosis de sentido común.

FUENTE: Diario Qué!

 

El móvil no es un juguete pero ya lo tienen dos de cada tres niños. En el diario ABC

Os adjunto el artículo del diario ABC en relación a la utilización de los teléfonos móviles como regalo de Reyes:

 

Niños y móvil

 

Ayer llegaron los Reyes Magos. Y en este momento seguro que su hijo, nieto o sobrino estarán conectando el flamante «smartphone» que Sus Majestades de Oriente le acaban de dejar. No podía ser de otra manera tras meses de feroz campaña en la que la frase «todos lo tienen menos yo» ha funcionado como un martillo pilón. Pero lo peor es que tiene toda la razón. El 67% de los menores entre 10 y 15 años ya tenía en 2015 un teléfono móvil, según los datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística, y un 49% de los padres, según la empresa de telecomunicaciones «holaMOBI», ha intercedido para que los Reyes traigan esta Navidad un dispositivo móvil. Así que tranquilícese, simplemente su pequeño ha pasado a formar parte de esos dos de cada tres niños que en España ya tienen el deseado -y a la vez temido- regalo.

Oponerse a las nuevas tecnologías es batalla perdida. «El mundo es digital», afirma Silvia Álava, psicóloga y autora del libro «Queremos que crezcan felices». Para esta experta, los móviles tienen una parte muy positiva en el desarrollo de los menores porque «les hacen más autónomos y que se interesen por otro tipo de cosas. No hay que demonizarlo», asegura. Y con ella coincideGuillerno Fouce, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, quien confirma que «estimulan a los niños porque mejoran su coordinación motora e impulsan su creatividad. Hay fantásticos programas educativos».

Que un niño tenga un móvil -para tranquilidad de padres, madres, abuelos o tíos- no es en sí bueno o malo. Eso sí, advierte Álava, «como padres tenemos que ser conscientes de que un teléfono no es solo un aparato para recibir llamadas sino que es un dispositivo que permite a un niño conectarse a internet. A ninguno se nos ocurriría dejar solo a un pequeño por la calle por los peligros que entraña. ¿Por qué vamos entonces a abandonarle a su suerte en las redes sociales, donde hay buenas cosas pero también mala gente?», plantea esta psicóloga.

El contacto de los menores con realidades para las que no están preparados puede tener consecuencias no deseables. «En internet hay videos que no les corresponde ver por su edad y su desarrollo cognitivo. Esa imposibilidad de comprenden lo que están vieno les pueden generar ansiedad y pesadillas. Hay que evitarlo», previene Álava, para quien la edad más apropiada para que un menor tenga un móvil se sitúa en los 14 años. «Es cuando tienen un grado de madurez óptimo. Es difícil aguantar la presión -reconoce- pero es la edad adecuada», insiste.

Conductas de riesgo

La nueva realidad de la comunicación a través de las redes sociales es otro de los puntos delicados -advierte Álava- que padres y madres deben tener en cuenta porque «les pueden venir grandes y ser peligrosas para ellos si no se les enseña a usarlas».

Los menores son además capaces de adoptar conductas de riesgo en su imparable e incansable búsqueda de estímulos. «No son solo los juegos violentos, hay otros de rol en los que construyen personajes para interactuar con otros avatares. Empiezan con conversaciones en grupo y acaban en conversaciones privadas con personajes que no tienen por qué ser niños. Juegan a ser mayores pero no lo son», indica Fouce.

La clave para evitar que este regalo se convierta en una experiencia extremadamente desagradable está en la comunicación entre padres e hijos. «Debemos enseñar a los niños a usar el móvil. Aunque desconozcamos casi todo sobre las nuevas redes sociales, sí podemos inculcarles unas normas básicas; como que no se puede colgar todo en la red porque una imagen o un mensaje, una vez que son enviados, se convierten en algo público. También que por escrito se pueden malinterpretar muchas conversaciones y que no hay que chatear nada que uno no se atrevería a decir cara a cara. Así evitaremos muchos problemas de ciberacoso que se están produciendo ahora», señala Silvia Álava.

Igualmente es importante, añade Fouce, «que los niños hablen de lo que van descubriendo en las redes, que lo compartan con los padres». Se trataría de que los menores participen de la gestión de riesgos. «Hay que marcar unos límites, pero para que los gestionen ellos. Que sepan cuántas horas van a poder disfrutar del móvil para que ellos mismos las administren. Y también hacer que sean conscientes de que existen contenidos que pueden causarles daño», concluye Fouce.

Álava aún pide más. «Puede que no nos apetezca, pero si nuestro hijo tiene Facebook, Instagram, WhatsApp… tendremos que participar de esas redes sociales. Así comprenderán que si podemos ver lo que ellos están colgando es porque ha dejado de ser privado. No estamos abriendo a escondidas su correo o su diario privado; lo han colgado y es público, también para sus padres».

 

FUENTE: Diario ABC