Menores adictos a las pantallas: "Han venido a consulta niños de 8 años que se despiertan a las 4 de la mañana para estar con el móvil"

Menores adictos a las pantallas: «Han venido a consulta niños de 8 años que se despiertan a las 4 de la mañana para estar con el móvil»

Para dormir, para comer, para socializar, para entretenerse, para estudiar o para buscar refugio emocional. Ya no hay casi ámbitos de la vida en los que las tecnologías y, en concreto, las pantallas, no jueguen su papel. El problema es que, como todo, usarlas sin conciencia puede derivar en adicción, y el riesgo es mayor cuanto menor sea la edad. Los pediatras y psicólogos llevan un tiempo alertando de un uso problemático de los dispositivos digitales y las aplicaciones móviles entre menores de edad, que llegan a las consultas con retrasos en su desarrollo cognitivo y conductas adictivas que acaban repercutiendo en su salud mental. 

Pero, aunque se han llegado a crear unidades especializadas para tratar estos casos entre los más pequeños, la adicción a los móviles y a los dispositivos digitales no está todavía recogida en la clasificación oficial de trastornos mentales, lo que dificulta mucho la recopilación de datos que muestren la verdadera envergadura de la cuestión. «Aun así, vemos que es algo que interfiere cada vez más en el día a día de los chicos y a edades más tempranas. Al final, muchos dispositivos electrónicos y muchas aplicaciones están precisamente hechas para enganchar. Si ya los adultos perdemos la noción del tiempo, pues los niños, con un cerebro que todavía no está completamente formado, aún más», cuenta a 20minutos Silvia Álava, psicóloga sanitaria y educativa. 

Álava participó en un estudio elaborado por DKV y la ONG Educar es Todo que evidencia la relación entre un uso incorrecto de la tecnología y los trastornos emocionales de los adolescentes. Tras entrevistar a más de 1.400 niños de entre 10 y 17 años, 1.600 familias y una centena de docentes, la investigación reveló que el 45% de los adolescentes reconoce tener problemas para desconectarse de la tecnología y más de la mitad acude a los dispositivos electrónicos (móviles, tabletas, ordenadores, etc.) para estar mejor cuando se han sentido solos, tristes o enfadados. Además, más de uno de cada tres asegura que come o cena con un dispositivo tecnológico y la mitad que se lleva el móvil a la habitación al irse a dormir. 

Cuando se convierte en el centro de su vida

«Aunque no esté reconocido en el manual de trastornos psiquiátricos, sí que vemos que cada vez son más los padres y madres que vienen preocupados porque intuyen que su hijo puede tener un problema de adicción a la tecnología», explica la psicóloga. ¿Cómo lo detectan? Porque los niños tienen ataques de ira o cambios bruscos de humor cuando no se pueden conectar o jugar a un determinado videojuego, por ejemplo. La cuestión, detalla Álava, no reside tanto en la cantidad de tiempo que dedican a las pantallas, sino más bien a la interferencia que el uso de esa tecnología está causando en sus vidas. «Empiezan a bajar las notas escolares, no hacen los deberes, dejan de quedar con sus amigos o de estar con la familia porque pasan a estar metidos en la habitación con la tableta o el móvil», apunta.

Otra señal de alarma es que el menor entre en un bucle en el que no pueda parar de pensar y hablar sobre la tecnología a la que está enganchada, que pasa a ser un elemento elemental en su vida. «Hay chicos y chicas que están continuamente hablando de ese videojuego, de esa red social o buscando el huequito para grabar un vídeo y subirlo a TikTok. Yo he tenido a niños en consulta que se han despertado a las cuatro de la mañana para jugar a Brawl Stars», señala la psicóloga educativa. 

Síndrome de abstinencia y trastornos en el ánimo

Además, añade, esas conductas van agravándose a la larga, ya que cada vez quieren más tiempo, más complementos del videojuego, más likes en la red social; y, cuando no están en ello, piensan en el momento en el que podrán estarlo. «Llega un punto en el que no tienen autocontrol. Muchas veces incluso ellos mismos te dicen que quieren dejar de usar esa herramienta porque son conscientes de que les atrapa. Sufren hasta el síndrome de abstinencia, cuando se la quitas, lo pasan muy mal. Y ese sufrimiento se transforma en ira», dice Álava, que asegura también que en ocasiones utilizan esos dispositivos como «chupete emocional» para «tapar sus emociones desagradables, como demuestra el estudio en el que participó. 

En la investigación, destaca, se observa también una correlación del mal uso de la tecnología e internet con una mayor probabilidad de sufrir trastornos del estado de ánimo, es decir, más depresión, más ansiedad, más estrés, más hiperactividad. Y, como consecuencia, menos relación con sus iguales e incluso «un menor desarrollo del índice prosocial», porque pierden la capacidad de empatizar. De hecho, según el informe, el 70% de los adolescentes encuestados asegura que está con el móvil casi todo el tiempo que pasa con los amigos y rara vez no lo usan cuando están con sus familiares.

Retrasar la edad del primer móvil 

En España, los niños tienen un móvil, de media, antes de los 11 años. Una edad muy temprana todavía para poder enfrentarse a todo el mundo online sin las herramientas suficientes. «Cuanto más temprana es la edad, menos desarrollado está el cerebro y más sensibles son a todo aquel contenido que está generado precisamente para impactar o generar esa adicción. Por eso insistimos siempre en que hay que intentar retrasar lo máxima la llegada del dispositivo electrónico, y sobre todo de móviles inteligentes», subraya la psicóloga. 

Lo ideal, dice, es que antes de los 3 años no haya prácticamente ningún contacto con las pantallas; que de los 3 a los 5 se limite el tiempo de uso a unos 30 minutos al día; y que no se les conceda su primer dispositivo hasta, mínimo, los 14 años. «Estoy convencida de que muchos padres que dejan a sus bebés viendo dibujos cuando comen realmente no saben el daño que les puede hacer», añade. Para Álava, el término con el que han acuñado a estas nuevas generaciones como «nativos digitales» ha hecho «mucho daño», porque, según sostiene, «da la sensación de que como son nativos no hay que enseñarles a usar la tecnología de forma correcta».

Hechas para la adicción: «Los números enganchan»

La psicóloga incide en que la mayoría de aplicaciones móviles están creadas para enganchar a sus usuarios y casi todas tienen un denominador común para ello: su faceta social. «Todas tienen una sala de chat, un espacio donde puedes hablar con otros», asegura. Además, también están pensadas para generar cierto «alivio emocional» y permiten marcarse objetivos. 

«Nos enganchamos a los relojes inteligentes porque nos dicen cuántos pasos llevamos, cuantas calorías quemadas, etc. Pues esto es parecido. Los números enganchan. Instagram se iba a quitar los likes y no lo ha hecho porque lo saben. Es como un concurso de a ver si llego a tener más ‘me gusta’ que tú, si puedo redondear el número en el siguiente post que suba. Y luego están las recompensas de los videojuegos, que son además imprevisibles y los avatares que pueden ir perfilándose», señala. En esa línea, Álava explica que otra de las características de estas plataformas es que permiten jugar con la identidad, con hacerte pasar por otra persona. «Te puedes crear un avatar completamente diferente, lo que hace que los chicos que no se encuentren especialmente bien con ellos mismos tengan muchas más probabilidades de engancharse». 

«El mejor control parental son los padres»

Al final, de lo que se trata sobre todo es de acompañarles y enseñarles a utilizar correctamente la tecnología, siendo conscientes de los riesgos que acarrea y de que no todo lo que se encuentran es real. Incluso aunque muchos adolescentes ya sepan cómo saltarse el control parental, Álava defiende en la utilidad que tiene instalarlo de todos modos, más de una forma simbólica, para que les llegue el mensaje de que no están haciendo algo bien. «Pero el mejor pin parental son los padres», asevera la psicóloga, que asegura que los padres deben estar supervisando en todo momento qué es lo que ven o en qué páginas entran. 

Aunque, sostiene, «tendríamos que empezarnos a plantear que quizás esto se tiene que regular y que no podemos poner el 100% del peso en las familias». Álava echa en falta leyes que prevengan esos usos adictivos de las tecnologías entre los más pequeños y recrimina la poca colaboración de las plataformas y empresas tecnológicas.

FUENTE: 20MINUTOS.ES

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