Colecciones de cromos: cuando la falta de información puede convierte un juego inocente en un peligro
Varias asociaciones de consumidores denuncian a empresas como Panini o juegos como Fornite por no ser transparentes con sus clientes.
Por Minerva Marcos López_minervamarcos
Es una de las colecciones más tradicionales que aparecen en las estanterías de los kioscos y de las librerías a finales de verano. Con su llegada, anuncian que queda poco para la vuelta a la rutina y son, especialmente, los más pequeños los que los esperan con ansias. Los cromos, generalmente de fútbol, son unos de los coleccionables más habituales y que han pasado, en muchos casos, de generación en generación. El principal objetivo de quienes compran el álbum es llegar a obtener todas las estampas, pero, conseguirlo, no siempre es una tarea fácil. Algunos, que normalmente coinciden con los jugadores más deseados, pueden tardar mucho en salir y, mientras tanto, el gasto de las familias, poco a poco, sobre a sobre, aumenta sin darse cuenta.
Ocurre algo similar con algunos videojuegos
Ocurre algo similar con algunos videojuegos muy populares, como son Fortnite o Minecraft, que se presentan como gratuitos. Los menores se los descargan, se enganchan y pronto aparece la primera trampa. Sí, es gratis, pero se pueden tener más ventajas si compras alguna de las múltiples mejoras que están a disposición del usuario y que son infinitas. Pagas con dinero, pero en el mundo virtual se refleja de manera muy distinta: se quita cualquier referencia económica, como el símbolo del euro o dólar, y se cambia por otros iconos que, visual y mentalmente, eliminan por completo la sensación de gasto real.
Estas dos situaciones tienen varios nexos de unión. La primera es que los menores, usuarios habituales tanto de cromos como de este tipo de videojuegos, son un público vulnerable que, en muchas ocasiones y a menor edad, no son conscientes del dinero que están destinando a esta forma de ocio. La segunda es que los propios comercializadores tampoco son transparentes con el producto que ofrecen y las consecuencias que puede acarrear para el bolsillo de los clientes. Esta realidad ha llevado a algunas asociaciones de consumidores a actuar por la falta de transparencia en lo referente al gasto. En el caso de los cromos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) estima que completar un álbum puede costar 600 euros.
Un rincón para los coleccionistas
Eros tiene solo ocho años y el brillo en su mirada le delata. Es domingo por la mañana y ha acudido junto con sus padres a uno de los puntos de encuentro más concurridos de Madrid. En medio del Rastro, entre puestos cargados de antigüedades, la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo se alza como un templo para los coleccionistas. Decenas de personas van allí cada fin de semana a conseguir las estampas que se les resisten. Los hay que van directamente a lo fácil. Varios puestos, montados de manera improvisada en el suelo, venden los cromos más codiciados, en algunos casos, a precio de oro. Otros, a la vieja usanza, apuestan por el intercambio de toda la vida.
Entre ellos, está Eros. «Llevo dando la lata para que me traigan…», confiesa. Es su primera vez y no puede estar más emocionado porque, como afirma su madre, Ana Muñoz, ha tenido mucha suerte. «Nos han regalado cromos», cuenta. Nada más llegar al punto de encuentro, esta familia ha conocido a Daniel Vergara. Roza la treintena, pero también ha caído en la fiebre de los cromos, en este caso, la colección de LaLiga. «Nos regalaron el álbum cuando estábamos de vacaciones. Vinimos un primer día a ver cómo funcionaba esto y ya nos hemos enganchado hasta que hemos terminado», apostilla.
Iniciativas entre familias
En solo dos meses, Vergara ha conseguido terminar la colección. «Ha sido poquito tiempo. Pero porque hemos cambiado mucho. Si no cambias y te gastas el dinero en cajas, sí que se te va el sueldo y el tiempo», confiesa. En su caso, estima que ha gastado unos 100 euros. Aunque ya ha completado el álbum, había vuelto al Rastro para regalar a los niños que quisieran todos los cromos que le habían sobrado. Alrededor de él, hay varios menores que, con la ayuda de sus padres, repasan en un cuaderno cuáles necesitan. «Ese no lo tengo. Mamá, táchalo», ordena Eros a su progenitora.
Este tipo de iniciativas son muy positivas para las familias, ya que, de esta forma, cumplen el deseo de sus hijos, pero no gastan más de lo previsto. Ahora, un sobre con ocho cromos de LaLiga, la colección más popular, cuesta un euro. Muñoz admite que ella intenta dosificar las compras, pero hay veces que se le escapa de las manos. «Intento pocos, a lo mejor dos o tres [sobres], pero es que su abuela cada vez que va a comprar, se va con ella y [le compra] bastantes. Es que dices, ‘bueno, es un euro, mamá’ y tú vas a comprar el pan y venga un euro, un euro… Pero cuando ves todos los cromos, cuando los tiene en el álbum, dices ‘madre mía'».
Ellos no han hecho cuentas, pero creen que llevan más de 100 euros gastados y acaba de empezar la colección. Es complicado saber cuánto dinero se va a necesitar para completar un álbum porque hay estampas que se resisten o salen con menos frecuencia. Por este motivo, OCU ha interpuesto una denuncia contra Panini, empresa que comercializa los cromos de LaLiga, entre otros, porque considera que la marca no está siendo transparente con sus clientes y se les está ocultando información que necesitan saber.
Una denuncia a Panini y a sus álbumes de «600 euros»
«Desde OCU consideramos que Panini está vulnerando la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios al no ofrecer esta información clara y detallada sobre el coste y proceso final de las colecciones. Nosotros, desde luego, calificamos esta práctica como engañosa, ya que además se da el hecho de que son consumidores vulnerables, en su mayoría menores de edad y pueden no tener una visión global de lo que significa ese gasto», explica Ileana Izverniceanu, directora de Comunicación de OCU.
Según un estudio que ha hecho la organización, el coste medio de completar esta colección ronda los 600 euros. Lo que pide OCU es que Panini indique en sus álbumes o en los propios sobres de cromos la estimación de lo que una persona se puede gastar en total. Una iniciativa que a padres como Juan Molano, que también ha acompañado a su hijo, de 8 años, para intercambiar estampas en el Rastro, le parece bien, aunque no sabe si realmente servirá para mucho. «Al final te pueden poner una estimación, pero como no te toque un cromo puede multiplicarse por dos, por tres o por lo que sea, porque si no te sale uno vas a ir a por él. Habrá gente que tenga suerte y que le toque cuando lleva 200€ y otros que llevarán 1.200 y no les llegará nunca», apostilla. En su caso, calcula que lleva 200 euros gastados y aún no ha terminado.
«Lo que hacen empresas como Panini es que los cromos que son más codiciados, que son los que son más difíciles de encontrar, los introducen a los sobres en cantidades muy, muy limitadas. Con esto se obliga al consumidor a comprar más y más sobres con el objetivo de encontrar esos cromos», apostilla Izverniceanu. De hecho, la propia empresa pone a disposición de los clientes a los que solo les quede uno o dos cromos para terminar, que directamente se pongan en contacto con ellos para comprar, por un coste más elevado, esa estampa en concreto.
Videojuegos «casi» gratis
En los cromos el dinero se va gastando poco a poco, igual que ocurre con videojuegos como Fortnite o Minecraft. A ellos juegan millones de personas en todo el mundo, muchas de ellas menores de edad. Pueden descargarse de manera totalmente gratuita, pero una vez comienzan a introducirse en ellos, hay mejoras que solo pueden conseguir pagando. Se emplea dinero real, pero la manera que tiene de presentarse en la pantalla es muy diferente. Esto hace al usuario desvincularse de la realidad y no ser consciente de cuánto lleva realmente gastado.
La Asociación de Usuarios Financieros (Asufin) y otras 22 asociaciones de consumidores han denunciado estas prácticas. «Con las monedas premium tenemos problemas porque suelen presentarse como gemas, oro u otros elementos vistosos que se alejan del dinero real y que se puede perder la percepción de lo que realmente te está costando. Pierdes, por tanto, la noción de lo que estás pagando. Estimula el gasto y crea patrones adictivos. Está demostrado», argumenta Patricia Suárez, presidenta de Asufin.
Más transparencia
La organización denuncia que los clientes deberían conocer «de manera transparente y clara cuánto se están gastando en cada momento». Según apunta Suárez, los niños europeos desembolsan, de media, 39 euros al mes en compras. «Ojo, estamos hablando de menores de edad, pero te puedo dar más datos. El 84% de los que tienen entre 11 y 14 años juegan a videojuegos», añade.
Iván, el hijo de María José García, empezó a jugar a Fortnite a los 10 años, al igual que el resto de sus amigos. Su madre afirma que sí le han comprado extras para el videojuego y estima que se han gastado alrededor de 50 euros. «Me parece fatal que se presente el juego como gratuito y luego sea un sacadineros, porque para las mejoras, para subir de nivel… Claro, como todos los niños o sus amigos lo tienen, ¿cómo se va a quedar sin pase de batalla?», apostilla García.
«Si tengo que dejar mi videojuego, mi ánimo cambia, me vuelvo más apático e irritable»
Silvia Álava, doctora en Psicología y experta en menores, advierte sobre este aspecto. «Tienen la sensación de que ‘si no lo compro voy a fracasar porque no voy a ser capaz de pasarme la pantalla y el resto de mis amigos sí’. Entonces están jugando con ese sentido de pertenencia del grupo y con esas emociones de ‘si no lo haces, vas a fracasar’ y, en cambio, ‘si lo haces, vas a conseguir pasarte esa pantalla'», afirma. Esto genera en ellos un sentimiento de «frustración» y puede dar lugar a una adicción en algunos de ellos, que, incluso, compran a espaldas de los padres.
García admite que su hijo ha podido ser insistente muchas veces para comprar más mejoras del videojuego, pero cuando ella se ha negado, el menor ha aceptado y nunca lo ha hecho sin su consentimiento. Pero Álava sí conoce menores que han ido más allá. «Vemos casos en los que directamente cogen la tarjeta de sus padres y lo están comprando sin esa autorización, o que la tarjeta se queda grabada dentro del videojuego y entonces ni tan siquiera ya tienen que pedir autorización y de repente llegan cargos especialmente altos, que es cuando los progenitores se enteran», añade la experta.
Un público vulnerable y el rol de los padres
Álava insiste en que al ser menores son un público vulnerable porque no son conscientes del gasto que están haciendo y, además, al ser virtual y no ver el dinero de manera física todavía es más complicado concienciarse. En este sentido, la experta asegura que el papel de los padres es fundamental para hacer comprender a sus hijos la importancia del dinero tanto en el caso de los cromos como en el de los videojuegos. Además de guiarles para distingir si se trata de «deseo o de necesidad».
En el caso de los cromos, una de las cosas que, sostiene, «siempre» recomiendan es que sean los menores los que administren su propia paga en lugar de recibirlos comprados por sus padres o abuelos, donde no ven la transacción económica. «Es muy importante que sean ellos quienes vayan al kiosco, lo pidan y que salga de su dinero, de esa propina, para que sean capaces de valorarlos y estimen si les merece la pena o no. En el caso de los videojuegos, una cosa súper importante es nunca dejar las tarjetas asociadas a el videojuego», agrega.
La experta lanza un recordatorio para los progenitores: «Si nosotros no somos capaces de valorar el dinero, de valorar lo que nos estamos gastando en los videojuegos, en los cromos, ¿Qué es lo que ocurre? Que a ellos no les vamos a enseñar a que hagan esa correcta valoración del dinero».
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