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Qué es el ‘sharenting’ y cómo puede afectar a tus hijos que compartas fotografías suyas en redes sociales

Desde simplemente compartir una fotografía de tu bebé en tu cuenta, hasta influencers que ganan dinero compartiendo cada detalle de su vida en familia, el sharenting es una práctica popular en la era digital que tiene consecuencias para los menores. 

Por Magdalena Torga.

Menores de tres años con miles de seguidores de Instagram, padres y madres influencers ganándose la vida compartiendo momentos diarios (y privados) de su vida en familia, o tu amigo de toda la vida publicando una foto de su recién nacido en las historias de Facebook. A A todo ello se le denomina sharenting, una práctica propia de la era de las redes sociales en la cual los progenitores documentan y comparten en sus redes sociales momentos de las vidas de sus hijos e hijas.

El sharenting,

Un término construido en inglés con las palabras share (compartir) y parenting (paternidad), es un comportamiento extendido entre las nuevas generaciones, uno al que la mayoría no le ve maldad alguna, pero que puede traer peligros y consecuencias para los menores de edad expuestos. Nace de la necesidad humana de compartir y socializar, pero se vuelve peligrosa si no se tiene cuidado ni control sobre las personas que acceden al contenido.

“Internet se ha convertido en un escaparate en el que absolutamente todo se convierte en un producto, incluidas las personas”, afirma Irene Montiel, psicóloga jurídica. La experta explica que hay dos formas de hacer sharenting: una privada y respetuosa con autorización de los hijos y con un entorno controlado; y otra “pública, negligente y no consentida, que ofrece el contenido a cualquier persona que quiera asomarse a tu vida”.

Maternidad, lifestyle, care and gym

El último tipo de sharenting es uno que ha tomado gran fuerza en la última década, con creadores de contenidos que se dedican a compartir momentos familiares íntimos en las redes. Por ejemplo, Estefi Unzu (@Verdeliss), quien define su contenido como “Maternidad, lifestyle, care and gym”, acumula más de 2.12M de suscriptores en Youtube, y 1.4M de seguidores en Instagram. Vídeos como “Primer día de colegio de Miren” y “7 hijos y un recién nacido” acumulan más de 500 mil visualizaciones. Mientras, “El Parto en casa de Deva” llega a los 1.2 millones de vistas.

Un verdadero éxito de audiencia, que de acuerdo a la psicóloga Silvia Álava, se atribuye a la necesidad de valorar lo que otros hacen en familia. “Hay seguidores que lo hacen desde un punto aspiracional de ‘me gustaría ser como esta persona’, y otros que lo hacen por el tradicional cotilleo”, añade la también escritora.

Para Montiel, el consumo de este contenido en muchas ocasiones se mueve por la curiosidad o la necesidad de comparar nuestras vidas con los demás, pero advierte que “también hay personas que buscan activamente en las redes imágenes de niños y niñas con las que poder satisfacer sus deseos sexuales, aunque las imágenes no tengan ese tono”.

Una generación víctima del oversharing

La sobreexposición ha llevado a la generación actual de niños a tener infancias más públicas que nunca antes. Otra consecuencia del sharenting es la huella digital no consentida que crean los padres sobre sus hijos, especialmente si se hace un uso de las redes sociales irresponsable. Los menores pueden crecer y no estar de acuerdo con su presencia en redes, ya que el oversharing es un acto no consentido en la mayoría de los casos.

“Los padres no son realmente conscientes de los efectos que puede tener a nivel familiar”, explica Álava, que añade que un menor puede autorizar el uso de sus fotos, pero que es realmente responsabilidad de los adultos entender que la privacidad de ellos es sagrada. “Ha habido menores muy expuestos en redes sociales que al alcanzar la mayoría de edad han pedido a sus padres que eliminen el contenido”, concluye la psicóloga.

Las expertas destacan las consecuencias que pueden tener en la dinámica familiar una práctica irresponsable del sharenting. “Puede tener efectos sobre el bienestar emocional y psicológico de los menores, generando tensiones y conflictos con los padres y madres”, argumenta Montiel, que añade que, a nivel interno, los niños pueden ver afectada su autoestima o les puede generar cierta ansiedad social.

El mito del sharenting responsable

Entonces, ¿hay una forma realmente responsable de compartir contenido sobre tus hijos en redes sociales? Para Álava, la forma más segura de compartir el contenido familiar es no hacerlo a través de redes, sino hacerlo solamente con personas de tu círculo cercano y de confianza. “Es interesante pararnos y preguntarnos si realmente el resto de la humanidad necesita tener una foto de mi hijo o hija”, añade Silvia y recalca que la información y privacidad de los menores debería ser sagrada.

Desde la perspectiva de Irene Montiel, no hay forma de compartir contenido familiar de forma responsable, ya que “toda la información que se sube a la red es susceptible de acabar en manos de personas malintencionadas o empresas con intenciones puramente económicas”. Eso sí, la psicóloga jurídica añade que hay formas de hacerlo mejor utilizando canales cifrados de extremo a extremo, como WhatsApp, solicitando siempre el permiso de los menores y compartiendo solo con personas cercanas.

FUENTE: compromiso.atresmedia.com

Todo lo que no pensabas que puedes conseguir si lees con tus hijos. Colaboración con el diario ABC

Varios expertos indican los grandes beneficios de la lectura en familia.

Laura PeraitaLaura Peraita

La lectura aporta riqueza. Nadie lo discute.

Esta es una de las razones por las que los padres deben fomentarla en familia desde que sus hijos son bien pequeños. Para ello, lo primero que deben hacer es «ser referentes de un modelo de satisfacción; es decir, que los niños vean que los adultos cuando leen es por placer, porque les ofrece un tiempo de serenidad, descanso y disfrute», asegura Fernando Alberca, profesor y autor de «Pequeños grandes lectores».

También es importante que, después de la lectura, comenten al pequeño lo emocionante que ha sido conocer a un determinado personaje, cómo ha logrado su hazaña, las aventuras que ha tenido que superar, descubrir cómo se vivía en épocas pasadas… «con lo que se contagia y se amplifica ese entusiasmo por lo que ofrecen las páginas de un libro», asegura este profesor.

Leer ayuda a los más pequeños a que aprendan a comunicarse.

Insiste, además, en que leer ayuda a los más pequeños a que aprendan a comunicarse, a que sientan emociones y sepan transmitir sus propios pensamientos. «A través de los personajes «viven» en otros tiempos, se ponen en su piel y sienten miedo, ira, alegría, frustración…, gracias a su imaginación. Estas experiencias —prosigue Alberca— les dota de herramientas fundamentales para que, el día de mañana, cuando tengan que enfrentarse a una situación que les genere estos sentimientos puedan identificarlos y sepan cómo salir de ella. Es una aportación muy interesante, sobre todo porque la infancia actual se enfrenta a mayores riesgos —desafecto, acoso escolar…—, que los niños de generaciones anteriores». Asegura este profesor que «si los padres fueran verdaderamente conscientes de todos estos valores añadidos de la lectura se empeñarían más en leer en familia y no en pensar que es una labor que se debe cubrir solo desde el ámbito escolar».

Tiempo de lectura

De la misma opinión es la doctora en Psicología Silvia Álava Sordo, quien considera que al igual que en los hogares hay momentos de ocio para ver la televisión, conectarse a internet o jugar, «debe establecerse un tiempo de lectura que, dependiendo de la edad de los hijos, se realice de manera más o menos distendida».

Conectar con adolescentes.

Cuando son muy pequeños, lo ideal es sentarse a su lado y leerles el libro o cuento con diferentes entonaciones, dando viveza a la narración, mostrándoles y analizando los dibujos y, después, comentar lo que se ha leído para que disfruten doblemente. «Según van creciendo y aprenden a leer con algo de soltura, se puede jugar a que cada uno lea una página en alto y, posteriormente, reflexionar sobre el personaje, los valores que como padres nos interese destacar de la historia para que los asimile, etc. Lo que no se debe hacer —continúa Álava Sordo— es corregirles en la entonación o puntuación cuando se trata de un momento de disfrute porque pueden perder el interés».

Lectura para establecer un mayor vínculo.

Cuando ya rozan la adolescencia, esta psicóloga considera que la lectura es también una herramienta estupenda para fomentar la comunicación con ellos. «Hay padres que optan por leerse el mismo libro que ha seleccionado su hijo para, después, ir comentando personajes, acontecimientos, intrigas, desenlaces… En definitiva, para acercarse a sus hijos, conocer más cómo piensan y establecer mayor vínculo».

La lectura, a cualquier edad, ayuda también a relajar una situación conflictiva, «sobre todo cuando son niños pequeños y tienen un berrinche, ya que suelen responder muy positivamente si se les ofrece leer un libro juntos. Por todo ello, los padres no deben escatimar a la hora de ofrecerles este tipo de ocio calmado y relajante», concluye Silvia Álava Sordo.

FUENTE: Diario ABC

«Mi hijo no está obligado a compartir» ¿Está en lo cierto la madre de este ‘post’ viral? Colaboración con el diario El Español

En la Jungla. La publicación de una madre estadounidense ha generado un debate en Facebook sobre si los niños deben compartir siempre sus juguetes en el parque. Imagen de los niños que ilustra el ‘post’ de Alanya Kolberg Facebook Por MARÍA S. SÁNCHEZ La escena le resultará familiar a muchos padres porque ocurre cada día en […]

El texto viral de la madre que no quiere forzar a su hijo a compartir juguetes en el parque. Colaboración con Verne, de el diario El País

«Tienen que entender que compartir es bueno, no tenerle miedo al castigo por no compartir», indica una psicóloga.

Por EMILIO SÁNCHEZ HIDALGO

Mi hijo no está obligado a compartir nada con los vuestros. Así se titula el texto viral que Alanya Kolberg, una madre de Estados Unidos, publicó en Facebook el 19 de abril y que se ha compartido 214.000 en seis días. Aborda un tema en el que muchos padres no parecen ponerse de acuerdo: cómo deben compartir sus juguetes los niños en el parque. Puedes leer la carta íntegra en español al final del artículo.

La madre relata cómo un grupo de niños se acercó a pedirle varios de sus juguetes a su hijo. Asegura que se vio «sobrepasado». Según Kolberg, entonces le indicó a su hijo que «puedes decirles que no, Carson. Solo di que no. No tienes que decir nada más». «Por supuesto, en cuanto dijo que no, los niños corrieron a decirme que no estaba compartiendo. No tiene que compartir con vosotros -les contesté-. Ha dicho que no. Si quiere compartir, lo hará», continúa.

La madre resume así su opinión en el último párrafo de su post viral: «La próxima vez que tu copo de nieve* acuda a ti, nervioso porque otro niño no está compartiendo, por favor recuerda que no vivimos en un mundo donde es obligatorio ceder todo lo que tienes solo porque lo ha dicho otra persona y no voy a enseñarle a mi hijo que así son las cosas».

En los comentarios de la publicación, otros padres coinciden con su opinión: «Estoy de acuerdo al 100% contigo. Siempre he enseñado a mis hijos que deben decir no si no quieren hacer algo»; «ningún niño debería ser obligado a compartir si no quiere»; «no sé cuántas veces me ha pasado lo mismo: mi hijo siempre comparte y los demás no».

Compartir

Cómo aprender a compartir

Las dos psicólogas infantiles consultadas vía telefónica por Verne sobre este asunto critican cómo se expresa esta madre estadounidense, pero le otorgan parte de razón. «Un niño debe aprender a compartir sus juguetes y, a la vez, a entender que los de los demás no le pertenecen. Eso sí, cuando los padres nos metemos en una discusión entre niños, solemos complicar las cosas», indica Silvia Álava, psicóloga infantil y autora del libro Queremos hijos felices.

Yolanda Cuevas, psicóloga en disciplina positiva infantil, cree que «en ese momento la madre no debería haber dicho algo así». «Sin embargo, parte del mensaje que transmite es importante. Un niño debe aprender a tomar sus propias decisiones. Si le forzamos a compartir los juguetes en el parque amenazándole con castigarle, no vamos a conseguir nada. Los valores no se pueden forzar. Hay que comprenderlos», añade Cuevas.

Pero, como explica Álava, los niños no nacen con esa capacidad. Esta psicóloga asegura que hasta los cuatro años, normalmente, no son capaces de empatizar. Es decir, «no pueden ponerse en el lugar del otro, de ir más allá del todo es mío». A esa edad, según Álava, es cuando los niños pueden aprender a negociar: «Entonces es cuando empiezan a entender que debes dejarle tus juguetes a un niño para que otro día te los deje él». «Pero antes de los cuatro años les debe sonar el término compartir o ya se habrán convertido en unos tiranos», añade.

«Desde que son muy pequeños podemos hacerles ver que se van a sentir mejor compartiendo que siendo egoístas. Tienen que entender que compartir es bueno, no tenerle miedo al castigo por no compartir. A la vez, tenemos que darles libertad para tomar sus propias decisiones», indica Cuevas. De hecho, la madre explica en su post que el niño llevaba los juguetes para una amiga en particular.

Álava insiste en la idea de libertad, con una crítica a los padres: «Normalmente, hay que dejar que se apañen solos. Dos niños pueden discutir por un juguete, pero se les va a pasar en dos minutos. Si se meten los padres, lo normal es que acabe en una discusión. Y los adultos sí somos rencorosos».

MI HIJO NO ESTÁ OBLIGADO A COMPARTIR NADA CON LOS VUESTROS

ALANYA KOLBERG

Nada más llegar al parque, a Carson se le acercaron al menos seis niños, todos pidiendo a la vez que compartiera su Transformer, su figura de Minecraft y su camión. Se le veía sobrepasado y apretó los juguetes contra su pecho mientras los niños intentaban cogerlos. Me miró.

-Puedes decirles que no, Carson -le dije-. Solo di que no. No tienes que decir nada más.

Por supuesto, en cuanto dijo que no, los niños corrieron a decirme que no estaba compartiendo.

-No tiene que compartir con vosotros -les contesté-. Ha dicho que no. Si quiere compartir, lo hará.

Eso hizo que otros padres me miraran mal. Pero esto es lo que pienso: si yo, una adulta, fuera al parque con un bocadillo, ¿tengo la obligación de compartirlo con desconocidos? ¡No!

¿Podría cualquier adulto bien educado, un desconocido, intentar agarrar el bocadillo y tendría derecho a enfadarse si lo apartara? De nuevo, no.

Así que en realidad, aunque me estás mirando mal, seguramente pensando que mi hijo y yo somos unos maleducados, ¿a quién le faltan modales aquí? ¿A la persona que no quiere dar sus tres juguetes a seis desconocidos o los seis desconocidos que exigen que se les dé algo que no les pertenece, a pesar de que el propietario se siente claramente incómodo?

El objetivo es enseñar a nuestros hijos cómo comportarse de adultos. Sé de muchos adultos que claramente nunca aprendieron a compartir de niños, pero sé de bastantes más que no saben decir que no a otra gente, o poner límites, o cuidarse a sí mismos. Yo incluida.

En cualquier caso, Carson solo trajo los juguetes para compartirlos con la hija pequeña de mi amiga, con quienes habíamos quedado en el parque. Lo que no quería era compartirlos con esos chicos codiciosos porque tenía ganas de sorprenderla con los juguetes.

La próxima vez que tu copo de nieve* acuda a ti, nervioso porque otro niño no está compartiendo, por favor recuerda que no vivimos en un mundo donde es obligatorio ceder todo lo que tienes solo porque lo ha dicho otra persona y no voy a enseñarle a mi hijo que así son las cosas.

*Copo de nieve (snowflake) es un término con el que se suele hablar de forma despectiva de las personas que, según quien lo usa, se muestran hipersensibles ante opiniones contrarias.

FUENTE: verne.elpais.com