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Celebramos el día Mundial del Niño

Por la inclusión de todas las niñas y todos los niños

El 20 de noviembre es un día importante: se celebra el Día Universal del Niño y se conmemoran los aniversarios de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (1959) y la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño (1989).

Esta Convención, la más universal de los tratados internacionales, establece una serie de derechos para los niños y las niñas, incluidos los relativos a la vida, la salud y la educación, el derecho a jugar, a la vida familiar, a la protección frente a la violencia y la discriminación, y a que se escuchen sus opiniones.

Todos los miembros de nuestra sociedad —padres y madres, personal docente y sanitario, dirigentes gubernamentales, líderes religiosos, personalidades de la política, el mundo empresarial, la sociedad civil y los medios de comunicacs ión— desempeñan un papel clave en el bienestar de la infancia.

Así, este Día Mundial nos ofrece un punto de partida para llevar a cabo medidas inspiradoras para defender, promover y celebrar los derechos del niño a través de diálogos y acciones que construirán un mundo mejor para los niños.  

¿Qué vas a hacer por la inclusión de los niños y las niñas?

El Día Mundial de la Infancia es la jornada anual de acción de UNICEF por y para los niños y las niñas.

Desde el cambio climático, la educación y la salud mental, hasta el fin del racismo y la discriminación, los niños, las niñas y los y las jóvenes alzan sus voces sobre los temas que más les afectan a su generación y reclaman a los adultos un futuro mejor.

En este Día Mundial de la Infancia es crucial que el mundo escuche sus ideas y reivindicaciones.

El 20 de noviembre, los niños y niñas abogan por un mundo más igualitario e inclusivo.

¿Qué se puede hacer en este día?

El 20 de noviembre es una ocasión especial para que todo el mundo conozca los derechos de los niños y para recordar la importancia de trabajar para conseguir el bienestar de todos los niños y las niñas del mundo.

Es un buen día para conocer las distintas formas de colaborar con los niños más vulnerables, para que sus derechos sean reconocidos y garantizar su bienestar y desarrollo.

FUENTE UNICEF y Naciones Unidas

¿Qué puede pasar cuando le entregas un móvil a tu hijo o a tu hija?

Os comparto esta nueva campaña de UNICEF #LeDasUnMóvilyYa

La guía que no viene con el móvil

#LeDasUnMóvilyYa

Con la llegada del primer móvil nos surgen muchas dudas y preguntas para mantenerles seguros en internet.

Madres y padres somos responsables de que esa experiencia sea lo más segura posible, que pueda ser informada y con unas pautas de uso y límites claros.

Descarga la guía que no viene con el móvil, con 10 pasos para ayudar a tus hijos a hacer un buen uso de él -> DESCARGAR GUÍA

Y aquí Más recursos y materiales sobre la campaña

La vuelta al cole en Trece al Día de TreceTV

Os comparto este nuevo vídeo de mi intervención en el programa Trece al Día donde hablamos sobre la vuelta al cole y todo lo que implica para la familia.

También dedicamos un parte de nuestra conversación a hablar sobre el acoso escolar, algo que cada vez necesita mayor atención por parte de todo el entorno escolar.

Videoguía de Inteligencia Emocional para padres y docentes

Salud Emocional

En estos días estamos recibiendo mucha información sobre qué hacer con los niños en casa. Los padres nos hemos convertido en profesores, monitores de tiempo libre, entrenadores…; además de amos y amas de casa.Y todo ello, sin olvidar que, por supuesto, seguimos trabajando desde casa. Nos espera un gran reto, del que seguro todos vamos a salir muy reforzados, y del que vamos a sacar un gran aprendizaje.

En toda esta vorágine de tareas se nos está olvidando algo fundamental: ¿estamos cuidando la salud emocional de nuestros hijos e hijas?

En esta situación es normal sentir miedo, sentir rabia, sentir frustración; los adultos lo sentimos y los niños lo notan, y por supuesto los niños también sienten miedo, rabia, tristeza y frustración.

Por eso es importante reservar espacios para hablar de lo que sentimos y ayudarles a verbalizarlo, porque ellos no siempre sabrán cómo hacerlo.

En estos días, os invitamos a trabajar la Inteligencia Emocional con vuestros hijos, y, ya de paso, con nosotros mismos.

La Inteligencia Emocional es la capacidad para identificar lo que sentimos en primera persona y también lo que sienten los demás, comprender por qué nos sentimos así, cuál es la causa y la consecuencia de mi emoción, y cómo las emociones van cambiando a lo largo del día. Saber nombrar con precisión lo que sentimos, utilizar la información de las emociones para poder hacer una buena toma de decisiones y ser capaces de manejar y regular nuestras emociones, así como responder de forma premeditada en lugar de reaccionar en automático.

Todo esto son habilidades de la inteligencia emocional, y como tales, se pueden trabajar. En esta guía os proponemos una serie de videos y ejercicios agrupados en 5 pasos para que sepáis cómo hacerlo.

Descárgate la Guía de Inteligencia Emocional para padres y Docentes en el siguiente enlace:

Mi hijo/a tiene mucho carácter, ¿Cómo debemos actuar sus padres?

Cuando un niño o niña se muestra “difícil” es seguro que actúa así porque se siente mal. No se siente merecedor o merecedora de ser bien tratado.

Por Raquel de Diego

Muchas veces los niños actúan de una forma que a los adultos no nos gusta nada de nada. Nos resultan incómodos para la convivencia. Incluso pueden resultan agresivos. ¿Me está provocando con su actitud?

Imaginaos que estáis llegando a casa. Que venís de la calle de cualquier actividad agradable. Abrís la puerta, y os encontráis la casa llena de humo. Un humo negro que apenas os deja respirar ni ver nada. ¿Qué haríais? Pues posiblemente os lleguen a la mente varias opciones, como llamar a los bomberos para pedir ayuda, salir de casa corriendo llenos de miedo, o entrar en vuestra casa y comprobar de dónde viene el fuego que está provocando ese humo, ¿no es cierto?

Si aplicásemos este ejemplo en la conducta que nos preocupa de los niños, enseguida podríamos darnos cuenta de que ese humo es la conducta de ese niño: es un síntoma de que algo en su interior no va bien. Es la clave que nos deja ver que tiene un fuego encendido. Y su fuego no le deja apenas ni respirar ni ver con claridad.

Silvia Álava: “Si queremos que nuestro hijo cambie su conducta, el cambio debe empezar en nosotros” María Dotor

Cuando un niño se muestra “difícil” es seguro que actúa así porque se siente mal. No se siente merecedor o merecedora de ser bien tratado. Ni siquiera se da cuenta de que esté haciendo daño a los demás en el grado en el que lo esté haciendo, porque no tiene que ver con un enfrentamiento personal, tiene que ver con castigarse a sí mismo.

Ha aprendido a lanzar una defensa que no le ayuda a estar mejor, aunque pueda que consiga el beneficio de llamar una atención… al precio que sea, o ser protagonista de algo… de lo que sea, o que alguien le nombre… aunque sea con un insulto.

Necesita que alguien le ayude a sacar todo ese fuego que le quema desde lo más profundo de su ser; le envuelve, le confunde. Quiere romper con todo, porque todo le hace daño en ese momento. Es más que posible que él no sepa ni de donde salió ese rescoldo que le aviva de nuevo una llama, que seguramente se produjo hace mucho tiempo. Y eso le genera un conflicto importante en su autoestima.Cómo enseñar a nuestros hijos a gestionar sus emociones

En la infancia se forjan conexiones a través de las experiencias de afectividad y protección

Los niños necesitan sentirse queridos, bien tratados y tomados en cuenta desde que son bien pequeños. Y cada niño, y cada niña tiene su propia sensibilidad. No por las mismas cosas nos sentimos igual de afectados. ¿O acaso te daban vergüenza las mismas cosas a ti que a tus hermanos, o amigos?, ¿cómo reaccionabas cuando te mandaban callar en clase? Seguro que en cada uno de nosotros, aún en las mismas situaciones, generamos emociones diferentes y con distinta intensidad. Ahora no podemos olvidar que nuestros hijos tengan su propia sensibilidad…

Por eso que podemos ver la casa llena de humo y salir huyendo, o mirar detrás del humo y encontrar ese fuego que puede llegar a estropear grandes cimientos si no lo atendemos pronto.

“Y el fuego se apaga con serenidad, tomando medidas para no quemarnos ni propagarlo”.

Una buena opción siempre puede ser no darle la espalda.

¿Y qué mas se puede hacer si me está provocando con su actitud?

  • Puedes “salir” emocionalmente por un momento de la situación, y darte cuenta de que no es un enfrentamiento directo hacia ti. Necesita soltar ese atasco emocional que no sabe cómo canalizarlo, y algo le ha saltado como alarma para que estalle con esa actitud que muestra.
  • No avivar el conflicto o la conducta con reproches o castigos en ese momento. Deja que se enfríen las llamas, simplemente dile de forma muy firme sin perder el amor que sientes por él o ella en las formas ni las palabras, que esa no es la manera. Que puede contar contigo para estar de otra manera más tranquila.
  • Escuchar sin juicios, mantener la calma, y ofrecerle contención. Si te percibe con una actitud conciliadora podréis retomar lo ocurrido más adelante. Hablándole con cariño y realizando otra actividad agradable juntos, puede confiar en contarte qué le ocurre de forma voluntaria.
  • Emplear la despersonalización, y la metáfora, para evitar sentirse de nuevo atacado por esa emoción que le bloquea y tomar perspectiva sobre la situación: “a veces pasa que sale DON GENIO, o DOÑA PEREZA y hace que se complique la convivencia…”. “Hay que saber cuándo la pulga empieza a molestar al perro, porque se rasca tanto que se hace herida y no se deja curar por nadie”

Todos los niños y niñas quieren llegar a sentirse queridos, y eso no solo depende de nosotros, como madres y padres. Depende también de cómo les ayudemos a quererse a sí mismos. Podemos acompañarles durante todo el camino de vuelta a casa y poder encontrarse en un lugar seguro, sin llamas.

FUENTE: farodevigo.es

¿Qué puedo hacer? Mi hijo muerde

A los 2-3 años, los niños empiezan a morder para hacer daño. La psicóloga Silvia Álava nos da consejos para poner fin a esta situación

Por .María Dotor Periodista + INFO

Los niños, desde que nacen, exploran con la boca. Su modo de conocer el mundo que les rodea es llevándoselo a la boca, lo que explica que muerdan y chupen todo tipo de objetos. Pero es alrededor de los dos o tres años cuando las madres y padres empezamos a notar que nuestros hijos muerden de otra manera: con fuerza y haciendo daño. ¿Es normal este comportamiento? ¿Cómo debemos reaccionar los adultos? ¿Hay alguna estrategia para evitarlo? De esto hablamos con la psicóloga Silvia Álava.

¿Es normal que mi hijo muerda?

Lo primero que tenemos que saber es que es totalmente normal que los niños muerdan. “Hasta que el lenguaje no está completamente desarrollado, los niños no tienen recursos/habilidades para defenderse, para expresarse… y recurren a métodos más rudimentarios, como puede ser morder” nos explica Silvia Álava. Por tanto, “cuando los niños son tan pequeños, no debemos darle tanta importancia al hecho de que muerda”, lo que no significa que no tengamos que enseñarle que morder no está bien. “Aunque sepamos que es algo normal, nosotros no debemos validarlo, y debemos ir explicando al niño que morder no está bien, que morder hace daño a la otra persona”, aclara Álava.

¿Qué hacer si mi hijo muerde?

Ahora que ya sabemos que es totalmente normal que nuestros hijos muerdan como forma de expresar sus emociones, entre ellas el enfado, o para defenderse, también tenemos que tener claro que ,nosotros, los adultos, no debemos validar esta forma de actuar. Por tanto, ¿cómo debemos actuar? Silvia Álava nos da algunas pautas:

  • Estamos hablando de niños muy pequeños, que no dominan en lenguaje, por tanto, hay que evitar discursos muy largos, porque no los van a entender.
  • En cambio, sí podemos utilizar frases cortas, contundentes del tipo: “No, no mordemos”. “Que nos muerdan, duele”. Y acompañar estas palabras con un gesto de dolor, tristeza. Que vean en nuestra cara que no está bien lo que ha hecho.
  • Enfadándonos , regañándoles o castigándoles no conseguiremos nada, pero es que además, le estamos lanzando un mensaje contradictorio: nosotros queremos que ellos tengan habilidades para expresar emociones o pedir las cosas sin recurrir al mordisco, y nosotros le estamos dando un modelo agresivo, así no sirve. Desde la calma les explicamos, de forma sencilla, que morder duele.

Cuando ya empiezan a ser un poquito más mayores (a partir de los 4 años), podemos desarrollar su empatía: “cuando a ti te muerden, te duele. Por tanto, tú no muerdas, porque haces daño”.
Trabajar el lenguaje de nuestros hijos, para que aprendan a pedirnos las cosas, aunque sea con gestos. Porque, cuando puedan expresarse con el lenguaje, como ya no necesitarán recurrir al mordisco, dejarán de morder.

¿Cómo puedo conseguir que mi hijo no muerda si tiene ya 5 años?

¿Qué ocurre si muerde un niño de 5-6 años, que ya tiene completamente desarrollado el lenguaje?

“Esto ya no es tan normal, por tanto, en este caso, los padres debemos ser muy contundentes, con frase tipo: “Me ha dolido mucho el mordico que me has dado, lo siento, pero yo no juego con quién me muerde”. En este caso, estamos hablando de un niño que sí tiene estrategias y recursos para expresarse y, aún así, recurre al mordisco.

Cuando haya pasado un rato, nos dice Álava, “debemos preguntarle por qué mordió y ayudarle a entender que el enfado le ha llevado a morder”. El siguiente paso sería invitarle a “buscar juntos formas de expresar el enfado que no pasen por hacer daño a los demás, porque, recordemos, el niño no puede evitar sentir una emoción, en este caso el enfado, pero sí puede ir aprendiendo a controlar la forma en la que expresa dicha emoción”.

Fuera etiquetas

A menudo, los adultos etiquetamos a los niños en función de sus conductas: “Este niño es un vago, es violento, es competitivo”. En este caso, un niño que muerde, puede ser etiquetado como mordedor. “Las etiquetas tienen dos problemas fundamentales: el primero es que son muy fáciles de poner, pero muy difíciles de quitar. Las ponemos porque forman parte del modo en el que funciona nuestro cerebro, nos vienen muy bien, pero una vez etiquetamos a una persona, ésta tiende a comportarse de acuerdo con la etiqueta que le hemos puesto, lo cual acaba condicionando sus oportunidades y su desarrollo”, nos recuerda el psicólogo Alberto Soler.

Por tanto, evitemos etiquetar a nuestro hijo, simplemente, digámosle que su conducta no está bien. “Cambiar el verbo ‘ ser’ por el verbo ‘estar’ suele funcionar”, nos dice Alberto. En vez de decir que tu hijo es agresivo (porque muerde), decir que está comportándose de forma agresiva. De esta forma, diferenciamos al niño de la conducta

FUENTE: EducarEsTodo.com

¿Sabes por qué es tan malo educar desde el miedo?

Por ROCÍO NAVARRO MACÍAS

Para muchos padres palabras como miedo, castigo o amenazas están ligadas con la educación. Tradicionalmente, la manera de criar a los niños se ha asociado con estos factores que, aunque pueden dar resultado en el corto plazo, tienen efectos negativos en los pequeños. Interferir en el desarrollo emocional saludable y anular su capacidad crítica son algunos de los más destacables. “El miedo es una emoción muy primitiva que nos sirve para sobrevivir. Pero también puede ser aprendido. Los padres temerosos y autoritarios hacen a sus hijos temerosos y dependientes o, por el contrario, autoritarios. En este último caso sería solo una forma de hacerse valer, ya que son grandes dependientes con una enorme inseguridad”, comparte el psicólogo infantil Antonio Labanda.

Pero los problemas no acaban aquí. Algunos progenitores relacionan esta forma de educación basada en la autoridad y la amenaza con el respeto. Aunque nada tienen que ver la una con la otra. “Educar desde el respeto, la tolerancia y la empatía son aspectos importantes para que nuestros hijos crezcan con la mayor autonomía, la máxima independencia y con autoconcepto, queriéndose a sí mismos y a los demás”, comenta Labanda. En estos modelos la intimidación y el miedo se sustituye por el diálogo y el establecimiento de normas bien explicadas. “Esto hace que tengamos un camino recorrido para que sean maduros, responsables y capaces de tomar decisiones por ellos mismos”, continúa el psicólogo.

¿Cómo saber si educas desde el miedo?

El miedo siempre lleva implícito una amenaza. En la práctica, se identifica a través de indicaciones como “si te no te comes el plato, te quedarás sin jugar”. Intimidar es una de las características de la educación desde el miedo, también conocida como modelo autoritario. “Este sistema busca la autoridad sin tener en cuenta al otro. Ese planteamiento de normas consigue un efecto de dependencia del niño al adulto o bien hace que se rebele contra la autoridad y provoca un comportamiento agresivo”, explica Labanda.

Por su parte, Silvia Álava, especialista en psicología educativa, lo relaciona con frases como “Me voy a enfadar muchísimo, si…” o “Vas a perder la tablet, si…”. “Es una técnica similar a las utilizadas para adultos en las campañas contra el tabaquismo o el alcohol y sabemos que no funciona”, comparte Álava. En niños, las amenazas pueden provocar un cambio, pero no está motivado por el convencimiento. “Es importante instaurar conductas que sean más saludables desde el convencimiento, no desde el miedo de que me vaya a pasar algo malo. Por ejemplo: “conviene lavarse las manos para no tener virus” o “conviene recoger la habitación porque aporta calma, paz…”, añade.

Las consecuencias de educar desde el miedo

Subestimar los efectos que el aprendizaje a través del miedo produce en los niños, puede alterar el clima de confianza en la familia, provocar faltas de respeto o desarrollar estilos de apego poco recomendables.

– Se diluye el clima de confianza en la familia

Si los niños no pueden expresar su voluntad o pensamientos por miedo a que se les regañe o castigue, cada vez compartirán menos su vivencias en el entorno familiar. “Cuando ese niño o niña se enfrente a una situación difícil no se va a atrever a contarlo a adultos de referencia. Porque esas personas les evocan miedo. No respeto y confianza”, expone Álava. Un comportamiento que seguirán también cuando comentan errores. “Hay que tener mucho cuidado porque se entorpece el clima de confianza y es más probable que en la adolescencia no compartan lo que les ocurre”, añade la psicóloga.

 – Cada vez se necesita más miedo

A medida que el niño evoluciona, las dosis de miedo han de ser mayores para que los resultados que los padres quieren conseguir surtan efecto. Esto se traduce en actos de violencia física o verbal. “No debemos olvidar que los niños nos copian y no podemos pedir respeto y, en otro momento, alzar la voz o agarrarlo con fuerza, porque habré perdido mi credibilidad. Además, los niños copian a sus figuras de referencia por lo que replicarán este tipo de comportamiento”, indica Álava. Por su parte, Labanda recomienda para mantener una buena convivencia familiar las relaciones basadas en tres elementos básicos: “el amor, los límites y la comunicación”.

– Un estilo de apego desaconsejable

Este tipo de educación anula, en muchos aspectos, la voluntad del menor. Algo que se traduce, por ejemplo, en una pérdida de iniciativa. “El niño espera que el adulto le diga lo que tiene o no tiene que hacer”, subraya Labanda.

– Sin empatía

Plantear un estilo de crianza autoritario descuida la educación emocional en aspectos tan importantes para el desarrollo infantil como la empatía. Los padres no se ponen en la piel del menor, ni en las circunstancias que han desencadenado su comportamiento. Álava aconseja reforzar la empatía mediante fórmulas como: “Entiendo que no te apetece recoger tu habitación”, “Sé que te enfadas porque no quieres dejar de jugar. Aún así habíamos quedado en que solamente teníamos media hora”…

– Aprenden menos

Está comprobado que el miedo obstaculiza el aprendizaje. “Los niños no aprenden con miedo, sino en un ambiente de seguridad, respeto, confianza y calma”, advierte Álava. La especialista anima a cambiar la amenaza por el reto: “Venga, sé que lo vas a hacer todo y luego vamos a jugar”, en lugar que “si no lo haces, no jugamos”.

¿Cómo reforzar el respeto en la educación?

Las ventajas de poner en práctica un modelo de educación democrática, basado en el respeto y la tolerancia, son múltiples y dotarán al niño de herramientas fundamentales para su vida adulta. “El estilo educativo democrático es el que da a los niños unas reglas adecuadas a su edad y consensuadas con ellos (lógicamente dependerá de la edad de este). Los límites y las normas deben estar adecuadas a su edad, ya que les ayuda a entender correctamente la realidad y a ir asumiendo cada vez mayor independencia y autonomía”, recomienda Labanda.

Para que funcione este sistema es crucial que las normas estén bien establecidas y no improvisarlas. Las reglas son importantes porque actúan como un sistema de referencia para los niños, que les aporta seguridad y equilibrio emocional. “Las normas deben ser coherentes y claras. Si son pequeños deben ser cortas y muy pocas. Según van avanzando en edad pueden ser más complejas, pero siempre desde el principio de la coherencia entre los adultos y consensuadas. Es decir, haciéndoles partícipes de la norma, ya que desde la imposición es posible que no la vea como suya y no la interiorice”, aclara el psicólogo.

Asimismo, Álava subraya la importancia de hablar sobre qué es el respeto. “Es algo muy abstracto, incluso dos adultos pueden tener diferentes nociones”. En la práctica, la psicóloga aconseja explicar a los más pequeños que está relacionado con no pegar, no tirar las cosas, hablar con buenas formas, decirlas con cariño…”, concluye.

FUENTE: LaVanguardia.com

¿Qué podemos exigir a cada niño o niña?

«En educación es muy importante conocer qué podemos exigir a cada niño, a cada edad y en cada momento»

Estos son los motivos por los que la mejor manera de aprender es… jugando

Las actividades lúdicas son un elemento imprescindible para el buen desarrollo cognitivo de los niños

Por Rocío Navarro Macías.


Cuenta el biólogo y activista animal Mark Bekoff que el juego es un entrenamiento para lo inesperado. Pero la adaptación al cambio, no es la única aptitud que los momentos de ocio basados en la diversión fomentan. Enfocar la enseñanza desde el paradigma del juego conlleva numerosos beneficios como que los conocimientos se graban mejor en la memoria. Este tipo de experiencias nutren su imaginación y les dota de aptitudes y herramientas esenciales para la vida.

“A través del juego estamos trabajando procesos cognitivos como la atención, la planificación, la memoria. También la función ejecutiva, que es la capacidad de organizar la conducta y dirigirnos a una meta. Significa que planificamos, organizamos, mantenemos la atención y vamos controlando si obtenemos los objetivos. Algo fundamental en el colegio, pero también en la vida adulta”, comenta Silvia Álava, psicóloga infantil y autora de El Arte de Educar Jugando (J de J Editores, 2021). Repasamos los motivos por los que se aprende mejor jugando.

El Arte de Educar Jugando

Un elemento vital. Pero, ¿qué es el juego?

Puede que el concepto se asocie mentalmente a determinados recursos o dinámicas establecidas, pero no se circunscribe a estos parámetros. Se trata de una actividad lúdica en la que se disfruta. En la emoción que despiertan está la clave de su definición. “El juego es el proceso en el que el niño se está divirtiendo. No tiene por qué estar relacionado con materiales o una actividad concreta. El desencadenante de un juego para un niño puede ser una pelusa o sus propias manos”, comparte Álava.

Son momentos de vital importancia para los menores, a través de los que expanden su imaginación, interactúan con otras personas y desarrollan su espíritu de aventura. “Es un elemento básico en la vida de los niños e imprescindible para su desarrollo. Asimismo, es un valioso instrumento para educar, ya que permite aprender de forma espontánea mientras los niños se divierten, sin sentirse evaluados ni presionados”, comparte Aroa Caminero, neuropsicóloga y especialista en psicología infantil.

La recomendación de las expertas es que cuanto más pequeños sean los niños, más jueguen. “Hasta los 6 años se aconseja que dediquen la mayor parte de su tiempo a actividades lúdicas”, añade. A partir de este momento, es deseable que realicen actividades lúdicas al menos una hora y media diaria.

Todos tienen beneficios. ¿Juego libre o dirigido?

Los padres no deben empeñarse en pautar este tipo de actividades. De hecho, uno de los recursos más valiosos desde este paradigma es el juego libre. “Es imprescindible que permitamos a los niños tiempos mayoritarios de juego libre, en el que de forma espontánea deciden a qué jugar, en qué momento, con qué y con quién. A través del mismo, potencian su personalidad y favorecen procesos cognitivos como la creatividad”, afirma la neuropsicóloga.

No obstante, la modalidad dirigida también tiene su razón de ser. “Favorece la consecución de objetivos concretos como la estimulación de ciertos procesos cognitivos que el menor necesite mejorar. El adulto puede proponer estrategias para mejorar y contribuir a la regulación emocional durante su aprendizaje”, añade. En la práctica, si a un niño le cuesta controlar su conducta, el juego con cartas dirigido por el adulto le ayudará a entrenar el seguimiento de instrucciones, paciencia, atención y planificación en las jugadas. 

También puede aprender a tolerar la frustración y perseverar en la propuesta. “La vida tiene todos los colores y todas las emociones, si lo que hacemos es evitar que sientan las desagradables estamos enseñando un modelo de vida irreal. Esto hace que les sea muy duro afrontar los momentos en los que se sienten mal”, matiza Álava.

Modula el estrés. Emociones positivas para aprender mejor

La ciencia ha demostrado que a través del juego se reducen los niveles de estrés, algo que mejora la adquisición de capacidades. “Las emociones agradables favorecen el aprendizaje y hace que las cosas se memoricen mejor. Con emociones desagradables los niños sufren ansiedad y se bloquean”, indica Álava. En la neurociencia está la explicación a este beneficio. “El juego desarrolla la curiosidad y todo lo que se aprende a través de ella activa las bases cerebrales del placer y libera endorfinas. 

Este proceso permite consolidar mejor los aprendizajes”, expone Caminero. Algo que se ve también favorecido por la motivación inherente al juego, que implica estados de máxima atención y memoria. “Se mejoran desde aptitudes sensoriales y motoras, hasta procesos más complejos como la capacidad de planificación”, continúa la neuropsicóloga

Según su nivel de desarrollo. Un juego para cada etapa

Uno de los aspectos más importantes para maximizar las ventajas de aprender jugando es adaptar las propuestas lúdicas a cada rango de edad. “Un niño pequeño que juegue a algo de mayores se va a frustrar porque no lo va a entender. Y uno mayor se aburrirá con otro indicado para edades inferiores. Aunque sí podría jugar con uno pequeño porque entiende que están jugando juntos”, aconseja Álava. Asimismo, los adultos deben ajustar sus expectativas a la etapa evolutiva en la que se encuentra el niño. “Por ejemplo, los niños de 2 y 3 años atienden uno o dos minutos, no se puede pretender que lo hagan durante más tiempo”, añade la psicóloga.

De 0 a 2 años

Observar el tipo de juego que aparece de forma espontánea en los niños puede dar muchas pistas sobre las capacidades que necesitan desarrollar en cada etapa. “Por ejemplo, desde el nacimiento hasta los dos años, predomina lo que se conoce como juego funcional o de ejercicio. Es algo que consiste en una acción repetitiva por el placer de obtener un resultado inmediato. Puede ser morder, chupar, golpear objetos, arrastrarse, caminar, esconderse, sonreír o tocar a personas. Este tipo de juego beneficia el desarrollo sensorial, la coordinación óculo manual, el desarrollo del equilibrio, …”, sugiere Caminero. De hecho, de estas experiencias motoras y sensoriales depende el desarrollo cerebral de los primeros años de vida y son la base para otros procesos más complejos.

Hasta los seis

A partir de los 3 años, aparece el juego simbólico:“ Es aquel que permite al niño imitar, representar, ensayar, proyectar o fantasear a través de juguetes o conductas. Por ejemplo, jugar a papás y mamás”, comparte Caminero. Son dinámicas mediante las que comprenden el entorno y comienzan el aprendizaje sobre los diferentes roles, lo que favorece el desarrollo del lenguaje y de la memoria. “A partir de los 4 años se inicia la teoría de la mente o la capacidad de entender las opiniones, ideas e intenciones de los demás”, añade.

Un poco más adelante, entre los cinco y los seis adquieren la capacidad de planificación y el control de la conducta. “Aparece en los niños el juego de reglas, que favorece el aprendizaje de la espera de turnos y de seguimiento de normas entre otras cosas”.

Buscar el ‘momentum’. Aprovechar la vida cotidiana

En su libro, Álava y sus colaboradores animan también a integrar el juego en las rutinas de la vida cotidiana y mejorar, a partir de ellas, los procesos cognitivos. “Por ejemplo, utilizar el momento de hacer la compra para fomentar la organización, haciendo la lista. Los más pequeños pueden trabajar la paciencia contribuyendo a buscar los alimentos”, indica Álava. 

Otro beneficio colateral de integrar el juego es mejorar la comunicación entre padres e hijos. “El momento de irse a la cama es muy bueno, ya que se adquiere un estado de relajación en el que los niños están más abiertos a compartir sus vivencias. Por ejemplo, se puede adelantar 15 minutos el momento de ir a dormir para obtener información que en otras circunstancias no se conseguiría”, analiza Álava. Los adultos pueden iniciar este intercambio contándoles alguna experiencia que les haya ocurrido a lo largo del día y, a continuación, dejar que los niños cuenten aquello que les apetezca.

Confiar en la sabiduría popular

Quienes hayan vivido en su propia piel el juego de las sillas habrán experimentado emoción, descarga de estrés y diversión. Pero esta dinámica está también acompañada de beneficios cognitivos. “Entre ellos el proceso de inhibición, que es fundamental para el autocontrol. Le estás diciendo a tu cerebro que la orden que tenías marcada de caminar en círculos hay que desactivarla e iniciar otra que es buscar una silla. En la sabiduría popular hay mucha ciencia”, comenta Álava. Asimismo, las cosquillas también desencadenan procesos deseables en los pequeños. “Regulan las emociones, desestresan y, como implican contacto físico, refuerzan vínculos”, concluye Álava.

FUENTE: LaVanguardia.com

Libro escrito por: Lucía Boto, Aroa Caminero, Carolina Cárcamo, Tatiana Fernández, Manuel Gámez, Bárbara Martín, Estíbaliz Mateos, Margarita Montes, Raquel Prieto, Isabel Quesada, María Rosa del Rincón, Sara Ríos, Nicolás Sánchez, Gema Valenzuela y Silvia Álava.

Aprender jugando, vital para que los niños crezcan felices y seguros de sí mismos

‘El arte de aprender jugando’ es una iniciativa conjunta de 15 psicólogos para favorecer el desarrollo integral de los menores de una manera entretenida y adaptada a cada franja de edad.

Por NACHO MENESES Madrid 

Criar a un hijo de la mejor manera posible, cubriendo sus necesidades y facilitando un desarrollo pleno y feliz, es sin duda un objetivo irrenunciable para cualquier padre o madre. Una carrera de fondo llena de incertidumbres en la que es común cuestionarse si podríamos hacerlo mejor, especialmente cuando la pandemia que vivimos impone desde hace más de un año una carga sin precedentes para grandes y pequeños: estrés, inseguridad, falta de contacto social, trabajo y educación a distancia… “Hay un montón de necesidades emocionales que atender, y eso hace que los niños nos necesiten más que nunca, que estemos presentes en su vida”, afirma Silvia Álava, psicóloga infantil y autora, junto a otros 14 especialistas, del libro El arte de educar jugando (JdeJ, 2021).

No se trata de ofrecer fórmulas mágicas

No se trata de ofrecer fórmulas mágicas, sino de resaltar la importancia del juego como herramienta educativa: “Los menores pasan gran parte de su vida jugando y cuando lo hacen desarrollan muchos procesos, no solamente a nivel cognitivo (la concentración, la atención, la memoria, el razonamiento lógico…), sino también a niveles de seguridad, autoestima o habilidades sociales”, explica Álava. “Podemos conseguir educarles poniendo en valor los juegos o las actividades y la familia, porque al final no es solo el valor educativo de lo que aprenden, sino la cohesión que existe en el hogar, la conexión que conseguimos con ellos y cómo podemos fomentar ese apego, ese vínculo”.

Estimular su cerebro; fomentar el desarrollo de la atención, de las habilidades sociales o de la inteligencia emocional; o desarrollar su autoestima, su seguridad y su pensamiento crítico son algunos de los aspectos que se abordan en esta obra, sin olvidar el educarles en las nuevas tecnologías e igualdad de género y cómo conseguir una correcta educación afectivo-sexual. A través de actividades y juegos en familia, se trabajan áreas que son fundamentales para el desarrollo de los menores, de la mano de psicólogas y psicólogos expertos en cada área. Y se hace aprovechando muchas veces situaciones cotidianas, para que ello no constituya una carga adicional para los padres.

Una habilidad por capítulo

En cada capítulo, se presenta una habilidad, se explica por qué es importante y se proponen juegos y actividades para hacer todos juntos y divididos por edades (de cero a tres, de tres a seis, de seis a nueve y de nueve a 12). “En el de la inteligencia emocional, por ejemplo, explicamos que es esa capacidad que todos tenemos para percibir las emociones en nosotros mismos y en los demás. Todas las emociones son buenas, porque nos dan información para tomar decisiones, comprenderlas y poder regularlas”, cuenta Álava. “Cuando los niños tienen un problema emocional o de autorregulación, el aprendizaje puede verse afectado en un 30 o 40 %”, añade la experta.

Para trabajar el autocontrol con los más pequeños, por ejemplo, hay un juego llamado Esta vez gana el último, que consiste en una carrera de caracoles en la que el objetivo es ir despacito sin llegar a quedarse parados, y que puede alternarse añadiendo otras órdenes para que de repente sean liebres (y vayan deprisa) o ranas (y vayan saltando). “Y en el capítulo de hábitos de vida saludables, introducimos actividades lúdicas para conseguir que los niños aprendan a irse a la cama a su hora, a no protestar y el por qué es necesario ir ralentizando el ritmo de nuestra rutina en las últimas horas de la tarde, proponiendo tareas como leer un cuento”, añade.

La psicóloga Silvia Álava.
La psicóloga Silvia Álava.

Estimular su cerebro y su capacidad de atención

El hecho de que el cerebro de los niños esté en constante evolución hace que las capacidades que tienen a nivel sensorial, motor, cognitivo o socioemocional sean diferentes en cada momento vital. “Por lo tanto, va a ser fundamental que, a la hora de educar, nos ajustemos a esas características y a esas capacidades”, explica Aroa Caminero, neuropsicóloga infantil y coautora del libro. Además, “sabemos que se aprende mucho mejor a través de las emociones positivas y que los niños, cuando hacemos con ellos juegos y otras actividades lúdicas, están activando las áreas cerebrales del placer, de la curiosidad y de la motivación”.

El momento de ir al supermercado es una buena oportunidad para estimular estos procesos cognitivos. “Los papás de niños pequeños pueden llevarlos cuando la compra sea un poco rapidita, y si pueden ponerles en un carrito de su tamaño, mejor, porque estarán entretenidos y además estimularán la parte motora”, explica. “A partir de los seis años, podemos aprovechar para que nos ayuden a hacer la lista de la compra, y que sean los encargados de ver lo que tenemos que coger y lo que no. Y en la última etapa, cerca de los 12 años, nos pueden ayudar no solamente a ahorrar, sino también a hacer un planning de los gastos domésticos para que podamos utilizarlo de manera conjunta y que aprendan también toda la parte de razonamiento matemático, de priorización…”

Capacidad de prestar atención

Otra de las habilidades que se trabajan es la capacidad de prestar atención, una herramienta que dotará a estos niños de constancia y perseverancia para sus actividades diarias, lo que les permitirá a la larga llegar a conseguir mayores éxitos. “Además, prestar atención es una condición necesaria para que puedan aprender conceptos nuevos y memorizarlos”, argumenta Tatiana Fernández, doctora en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid y coautora de esta obra. Un aspecto que, como con el resto de áreas, se trabaja de diferente manera según la edad del menor.

De cero a seis años, por ejemplo, la atención es principalmente involuntaria, de manera que las actividades se centran en trabajar el autocontrol y la paciencia, para que aprendan a esperar para conseguir aquello que desean (por ejemplo, una pintura). A partir de los tres, pueden practicar encontrando la salida de laberintos con lápiz y papel, o pintando mandalas que deben terminar usando distintos colores; de seis a nueve se puede entrenar la atención selectiva, retándoles a que encuentren cosas; y de nueve a 12, cultivar la atención al detalle a través de, por ejemplo, distintos tipos de manualidades.

La importancia del pensamiento crítico y de la autoestima

El pensamiento crítico se refiere no solo a la capacidad de identificar, evaluar, clasificar e interpretar lo que está a nuestro alrededor, sino que influye también en el desarrollo de la creatividad, la resolución de conflictos, la empatía, la autonomía, la autocrítica y la adaptación a las situaciones nuevas. “Cuando un niño no ha sido educado en el pensamiento crítico, aumenta la posibilidad de que sea arrastrado, por ejemplo, por manipuladores emocionales, el abuso de sustancias o comportamientos delictivos solo por la necesidad de aprobación de sus iguales”, afirma Bárbara Martín, coautora. “Fake news, phishing, viralidad, cultura de la posverdad… Dotar a los niños de pensamiento crítico les ayudará a no creer todo lo que ven, leen y escuchan, y podrán formular sus propias conclusiones para decidir de una manera informada”, explica.

Fomentar un correcto desarrollo de su autoestima es otro de los aspectos fundamentales. “Un niño con una fuerte autoestima es un niño que se siente satisfecho, que se quiere a sí mismo y que es capaz de disfrutar en las diferentes situaciones, encajar en el grupo y aprovechar los recursos de los que dispone. En definitiva, se convierte en una persona feliz, que es lo que evidentemente queremos para nuestros hijos”, explica Lucía Boto, autora de este capítulo. Según mantiene la experta, es necesario validarles, dedicarles tiempo en exclusiva y hacer que se sientan importantes para reforzar su seguridad en sí mismos.

Vencer el miedo y fomentar las habilidades sociales

Para Silvia Álava, resulta fundamental dotar a los niños de estrategias y herramientas para que puedan enfrentarse a situaciones de la vida cotidiana, porque en caso contrario “no se sienten capaces de aprender igual que los demás, o creen que necesitan siempre a sus padres para que les resuelvan las situaciones del día a día”. “Herramientas entre las que no se puede obviar una gestión adecuada del miedo”, prosigue, “ya que esta emoción es parte de su desarrollo evolutivo”. Según mantiene Álava, las actividades del libro tienen como objetivo que los padres y madres comprendan cómo sus hijos pueden manifestar esta emoción, y que los puedan acompañar de forma adecuada a través del juego.

Pero ¿qué pueden hacer los adultos al respecto? “Primero, recordar que cada niño o niña puede manifestar más un miedo que otro, o ser más sensible, y eso no nos tiene en principio que preocupar”, cuenta Gema Valenzuela, especialista en conducta infantil, trauma y apego. “En estas situaciones es importante estar calmados (…) y ofrecerles seguridad para que vayan interiorizando la creencia de que el mundo es un lugar seguro. Y el juego mejora la percepción que tienen de nosotros como figura de seguridad”, incide.

Contacto con los demás

Si hay un aspecto de nuestras vidas que se ha visto mermado a causa de la covid es el contacto que tenemos con los demás. “Y precisamente por eso cobra especial relevancia el que, como padres, se trabaje este aspecto con los niños, porque, al final, no son habilidades innatas, y si no las trabajamos con ellos, no las van a aprender de una manera adecuada”, explica Sara Ríos, psicóloga sanitaria del Instituto Psicoeducativo Elea: “Tanto en lo que respecta a las habilidades sociales básicas (cómo escuchar al otro, iniciar o terminar una conversación sin ser brusco) como complejas (toma de decisiones, el saber decir que no y hacerlo de una manera correcta…)”.

“Aunque de cero a tres años los niños no son socialmente activos, es bueno que le vayamos acostumbrando a que estén con gente. De tres a seis empiezan a tener sus primeras relaciones sociales, y se puede enseñarles a saludar y presentarse a los demás a través de actividades como un teatro de presentaciones”, detalla Ríos. “De seis a nueve, sus relaciones son algo más intensas y van apareciendo conflictos y, según nos acercamos a los 12, las relaciones sociales ya son algo vital, y por eso es bueno que las consolidemos y que las trabajemos con ellos”, termina esta experta.

FUENTE: ElPaís.es

Libro escrito por: Lucía Boto, Aroa Caminero, Carolina Cárcamo, Tatiana Fernández, Manuel Gámez, Bárbara Martín, Estíbaliz Mateos, Margarita Montes, Raquel Prieto, Isabel Quesada, María Rosa del Rincón, Sara Ríos, Nicolás Sánchez, Gema Valenzuela y Silvia Álava.