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¿Cómo hacer que nuestros hijos sean felices?

Si nos preguntaran qué queremos para nuestros hijos, la mayoría de los padres y madres responderían “que sean felices”. ¿Verdad?

Pero hemos de saber que la felicidad constante y permanente no existe. Que la vida es una sucesión de circunstancias y acontecimientos que nos provocan diferentes emociones.

Hemos de aprender a manejar y a experimentar todas ellas, tanto las que nos son más agradables como las que nos son más desagradables, porque todas ellas son útiles.

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Videoguía de Inteligencia Emocional para padres y docentes

Salud Emocional

En estos días estamos recibiendo mucha información sobre qué hacer con los niños en casa. Los padres nos hemos convertido en profesores, monitores de tiempo libre, entrenadores…; además de amos y amas de casa.Y todo ello, sin olvidar que, por supuesto, seguimos trabajando desde casa. Nos espera un gran reto, del que seguro todos vamos a salir muy reforzados, y del que vamos a sacar un gran aprendizaje.

En toda esta vorágine de tareas se nos está olvidando algo fundamental: ¿estamos cuidando la salud emocional de nuestros hijos e hijas?

En esta situación es normal sentir miedo, sentir rabia, sentir frustración; los adultos lo sentimos y los niños lo notan, y por supuesto los niños también sienten miedo, rabia, tristeza y frustración.

Por eso es importante reservar espacios para hablar de lo que sentimos y ayudarles a verbalizarlo, porque ellos no siempre sabrán cómo hacerlo.

En estos días, os invitamos a trabajar la Inteligencia Emocional con vuestros hijos, y, ya de paso, con nosotros mismos.

La Inteligencia Emocional es la capacidad para identificar lo que sentimos en primera persona y también lo que sienten los demás, comprender por qué nos sentimos así, cuál es la causa y la consecuencia de mi emoción, y cómo las emociones van cambiando a lo largo del día. Saber nombrar con precisión lo que sentimos, utilizar la información de las emociones para poder hacer una buena toma de decisiones y ser capaces de manejar y regular nuestras emociones, así como responder de forma premeditada en lugar de reaccionar en automático.

Todo esto son habilidades de la inteligencia emocional, y como tales, se pueden trabajar. En esta guía os proponemos una serie de videos y ejercicios agrupados en 5 pasos para que sepáis cómo hacerlo.

Descárgate la Guía de Inteligencia Emocional para padres y Docentes en el siguiente enlace:

Las pantallas inundan la pospandemia familiar

«Nos dirigimos hacia un futuro cada vez más digital», explica María José Abad, directora de contenidos de Empantallados. El reto es «maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos»

Por José Calderero de Aldecoa

­—Irene, no sé si habré cogido el bicho. Me encuentro regular.

—Voy a comprar unos tests, porque el niño tiene fiebre.

El resultado, todos positivos. La consecuencia, confinados durante una semana. Así, todo el espacio exterior se redujo durante siete días a una pequeña terraza, que se convirtió en uno de los lugares más visitados de la vivienda de esta familia valenciana. Pero no fue, sin embargo, la única posibilidad de contacto con el exterior: «Igual que en el confinamiento de 2020, tiramos mucho de las nuevas tecnologías para hablar con la familia. Mi marido teletrabajaba desde el despacho y nuestro hijo pudo no perder el ritmo de las clases gracias al servicio de Google Classroom», explica Irene. Eso sí, «en cuanto dimos negativo –hace una semana y media– nos fuimos toda la tarde al campo», añade. El caso de esta familia no es excepcional. La experiencia de Irene, su marido y su hijo es paradigmática en lo que se refiere a la relación de las personas con las pantallas. «La pandemia ha sido como pisar el acelerador a fondo, como un tsunami que lo ha inundado todo, y lo que hay que ver es cómo podemos maximizar oportunidades y minimizar riesgos, teniendo en cuenta que nos dirigimos hacia un futuro cada vez más digital», explica María José Abad, directora de contenidos de Empantallados, una iniciativa de Fomento de Centros de Enseñanza que aspira ayudar a los padres a aprovechar la tecnología como una oportunidad más para educar. En cifras:

75 % de los jóvenes ha aprendido a hacer algo nuevo gracias a algún videotutorial

2/3 de los chicos utilizan más el móvil ahora que antes de la pandemia

78 % de la juventud reconoce que hace caso de los consejos de sus padres

Con este objetivo, Empantallados presentó el pasado martes la IV edición del estudio El impacto de las pantallas en la vida familiar, que ha sido elaborado por GAD3 y que en esta ocasión lleva por título «Familias y adolescentes tras el confinamiento: retos educativos y oportunidades». Los primeros datos que se destacan en el mismo hablan del aumento del uso de la tecnología: dos de cada tres adolescentes y el 64 % de los padres utilizan el teléfono móvil más que en la vieja normalidad. Por otro lado, el confinamiento ha acentuado una realidad que ya existía: el 56 % de los padres creen que los hijos están más enganchados a las pantallas que antes de la COVID-19. Y los chicos reconocen, en un 84 %, que usan el móvil para no aburrirse.

El reto es utilizar las pantallas con sentido

«El reto es utilizar las pantallas con sentido, teniendo claro el para qué», propone Abad. «Que cuando el joven vaya a utilizar el móvil sin que no sea porque no tiene otra cosa que hacer, sino para algo en concreto», añade. De hecho, «hay mucha diferencia cuando un adolescente utiliza el teléfono para posturear y pasar el rato, o para, por ejemplo, compartir algo que tiene que ver con sus aficiones», apunta. «Es necesario ayudar a los jóvenes a tener un proyecto personal en redes , que se creen una marca personal basada en sus hobbies. Esto les hace mejorar muchísimo».

Silvia Álava, psicóloga, fue una de las expertas que participó el martes en el presentación del estudio de Empantallados y GAD3. Foto: Empantallados.

Uso equilibrado

Por último, la directora de contenidos de Empantallados señala la importancia de fomentar un uso equilibrado de la tecnología y combinarla con otras actividades como el deporte, el voluntariado, la lectura o las excursiones por la naturaleza. «Lo ideal sería que de 0 a 2 años no hubiera pantallas. Hasta los 6 el uso tiene que ser muy limitado y controlado y, a partir de ahí, lo más importante es que haya unas normas de uso».

Trabajar la educación emocional

Más allá de la cantidad de horas, el estudio señala la salud emocional como el principal reto educativo. «El 43 % de los adolescentes creen que las pantallas producen en ellos una montaña rusa de emociones; el 55 % piensan que los ayudan a ser más felices, y el 48 % a evadirse de su realidad diaria». Para hacer frente a esta realidad, la psicóloga Silvia Álava habla de la importancia de trabajar la educación emocional. «Hay que enseñar a los chicos a ser conscientes de sus emociones, a ponerles nombre, a potenciar las buenas y regular, que no tapar, las desagradables», explica. Asimismo, destaca el papel de los padres, que son su modelo de referencia. En este sentido, «es clave ver qué ejemplo estás dando a tus hijos; ayudarlos a mejorar su autoconcepto, es decir que conozcan cuáles son sus puntos fuertes y también los flojos; permitirles que cometan errores y que estos se conviertan en una fuente de aprendizaje y no en un motivo de castigo», y por último, Álava señala la necesidad de emitir «mensajes claros, concisos, concretos y adaptados a su edad».

FUENTE: alfayomega.es

Niños responsables, niños más felices

La responsabilidad se educa, pero se aprende cuando permitimos que los niños verdaderamente interioricen y hagan propias sus obligaciones, y esto, los ayuda a ser más felices.

Por Claudia Guimaré

«¡Qué niño tan responsable y obediente!» decía mi tía Olga cuando veía un niño que para ella era merecedor de su máximo halago. Mi tía había sido maestra toda su vida, y para ella, la obediencia y la responsabilidad eran el summum de las cualidades del ser humano, especialmente en la infancia.

Para ella, ser obediente era ser responsable, porque la responsabilidad era inculcada en casa, por los padres. Y por ello, “los buenos niños” se reconocían rápidamente por obedecer sin chistar las reglas que los hacían ser ordenados, como no ensuciar la túnica, llevar los lápices con punta recién sacada en la cartuchera, no interrumpir a los mayores y hacer siempre los deberes.

Obediencia no es responsabilidad

Sin embargo, si lo pensamos un poco más, obediencia no es responsabilidad. Más aun, es todo lo contrario. Cuando obedecemos, no estamos siguiendo nuestro propio criterio. Estamos aceptando de buena gana el criterio de otro y asumiendo que tiene razón y que lo que nos sugiere debe ser la mejor opción. O en su defecto, estamos aceptando de mala gana esa indicación porque no nos queda más remedio. Pero la responsabilidad surge de la interiorización de un mandato porque nos reconocemos como los principales afectados de las consecuencias de nuestro accionar. Y sabemos por ende, que si hacemos esto, pasará esto otro. Y todos sabemos que a veces no nos basta con que otro nos adelante ese vaticinio para que nosotros lo creamos y adoptemos como propio.

Por ello, sin experimentación, sin decisión propia, sin verdadera conciencia de los resultados de nuestros actos y valorización de sus consecuencias, no podemos decir que hay genuina responsabilidad y es por esto que los niños no necesitan seguir a pie juntillas lo que se les dice. Lo que necesitan es entender de verdad y por motu propio lo que “deben” hacer ante cada situación.

El aprendizaje empieza en casa

Lo complicado es que ese aprendizaje empieza en casa desde la más tierna infancia, cuando todavía no logran imaginar cabalmente las consecuencias de sus actos por falta de experiencia: están aprendiendo. Y por eso los padres nos agarramos la cabeza cuando ante una indicación clara y simple como “no te subas ahí que te vas a caer”, el niño va corriendo a subirse y pum… se cae. Y aunque esto sea a diario para los padres un quemadero de cabeza, en el fondo sabemos bien que sólo una vez que se cayó, aprendió de verdad a que subirse ahí no es buena idea o al menos, conlleva sus riesgos.

Por eso decimos que la responsabilidad comienza en casa. Porque se la empieza a ejercitar en el día a día desde muy pequeños, mucho antes de que lleguen al jardín y sean las maestras también, quienes además de nosotros, les ayuden a desarrollar esa habilidad, ordenado juguetes y cuadernos, cuidando sus útiles y ordenando la fila para salir a jugar.

¿Y por qué los niños terminan más que obedeciendo, interiorizando estas conductas? Pues porque les hace sentir bien. Porque les hace sentir capaces. Porque les hace sentirse “grandes”. Todo lo contrario a cómo se sienten cuando se ven obligados a seguir una regla o cumplir con algo simplemente porque no tienen opción.

Cuando los hacemos responsables, genuinamente responsables, les estamos diciendo que confiamos en ellos plenamente, confiamos en sus capacidades y en su criterio. Y nada nos hace sentir mejor que eso, seamos grandes o pequeños.

Hiperpaternidad

Queremos Hijos Felices - Silvia Álava

Eva Millet, escritora, autora del libro “Hiperpaternidad” (donde habla de las consecuencias de lo que llama los padres “helicóptero), dice que cuando dejamos de hacer algo por nuestros hijos y les dejamos en libertad para hacerlo ellos, les estamos diciendo “tú puedes!” y por ende, siguiendo este silogismo, cuando por el contrario lo hacemos todo por ellos (“porque son chiquitos y no entienden aun lo que les conviene”), les estamos diciendo lo contrario, les estamos diciendo “déjame a mí que lo hago mejor” “no confío en ti para esto”. Y eso, claramente no los hace felices.

Silvia Álava, Psicóloga y autora del libro “Queremos hijos felices”, dice “la felicidad está muy ligada al sentimiento de capacidad” y sostiene que “cuando los niños no saben resolver las cosas por sí mismos, eso va en contra de su propia felicidad”; y a su vez, el psicólogo infanto-juvenil Antonio Ortuño deja claro que “la responsabilidad se lleva muy bien con dos conceptos clave: la felicidad y la inteligencia”.

¿Cómo fomentar la responsabilidad desde pequeños en casa?

Fácil de decir y difícil de hacer, aquí te dejo mis 3 principales recomendaciones para logarlo.

1. Sé el ejemplo.


El primer paso es como siempre decimos, dar el ejemplo. La semana pasada la mamá de una compañera de mi hija de la escuela me contaba que fue a hablar con la Directora para expresarle que en su familia, no eran capaces de levantarse tan temprano por lo cual su hija iba a continuar yendo una hora tarde todos los días como hasta hoy.

Más allá de las problemáticas y dinámicas de cada familia, y de que las mañanas no son fáciles en casi ningún hogar con niños pequeños, queda claro que cuando estamos educando a nuestros hijos, debemos prepararlos para el camino y no el camino a ellos.

Mostrarles desde pequeños que pueden incumplir reglas importantes como el horario de entrada porque no les queda cómodo, permitirles interrumpir la dinámica de la clase que las maestras tanto preparan, llegando a media mañana o pretender que los demás se adapten a nosotros siempre, no puede ser el camino correcto. Si nosotros no valoramos el pertenecer a un grupo y respetar sus reglas y acuerdos básicos, difícilmente nuestros hijos puedan más adelante hacerlo.

2. Permite que se equivoquen.


Hace unos días mi hija de 6 años decidió cortarse sola el cerquillo… El resultado fue una mala imitación del personaje Amelie después de volver de la guerra. Cuando le dije por qué había hecho eso sin pedir ayuda me contestó que simplemente porque ella podía sola. Y cuando le dije “pero es que así te quedó feo”, me miró y me dijo “esa es tu opinión mamá, pero acordate que es mi pelo, y a mí me gusta cómo me quedó”.

Seguramente mi madre o mi tía Olga habrían reaccionado distinto a mí en esa situación, pero la verdad es que yo, no pude más que reírme y decirle “tenés razón”. Porque al fin y al cabo la tiene. O acaso yo le consulto cómo cortarme el pelo a mi vecino de al lado y sigo su consejo aun si no me gusta su opinión? Días más tarde me dijo “en este pedacito la verdad se me fue la mano” y yo entendí que la próxima vez que quiera cortárselo, seguramente me pida ayuda, o no, pero lo haga mejor.

3. Que realmente vivan las consecuencias de sus decisiones u omisiones


Hace 15 años atrás, cuando mis hijastros eran pequeños, tuve que llevarlos un día yo al colegio. Cuando bajamos, me preguntaron dónde estaban sus mochilas puesto que ellos no las agarraban nunca, porque su madre las cargaba por ellos. Yo, en mi inexperiencia de madrastra joven y el apuro de la salida, nunca chequeé que llevasen sus mochilas porque el portafolios lo revisaba yo cada noche en casa y lo cargaba yo a la escuela.

Entonces, recuerdo que les dije “vamos a volver a casa a buscarlas y por ello yo voy a llegar tarde a mi trabajo, pero ustedes van a venir conmigo y llegarán tarde a la escuela porque las mochilas son responsabilidad de ustedes”. Mi intención no era el castigo de la llegada tarde, sino que realmente se hicieran cargo del olvido y sus consecuencias, y puedo asegurar que nunca más se olvidaron de ellas.

En el otro extremo, una amiga me decía entre risas hace poco que como habitualmente se olvidaba de ponerle postre a la hija en la lonchera, ahora su hija, de 6 años, revisa sola su mochila cada mañana antes de salir de casa para cerciorarse de que lo lleva.

El mensaje está muy claro: si sé que realmente me tengo que hacer cargo de la consecuencia de una acción, pongo atención y me encargo de hacerla.
Los niños son esponjas y aprenden a velocidad crucero. Lo que necesitan es adultos disponibles que den buenos ejemplos. Y lo que necesitamos los padres es constancia y paciencia.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA

Claudia Guimaré

Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

FUENTE: ElPais.com.uy

«El Arte de Educar Jugando» ¡hoy presentamos nuevo libro!

Estamos muy contentos porque hoy se presenta nuestro nuevo libro, «El arte de educar jugando«, dos conceptos, educar y jugar, comentados con ejemplos por 14 especialistas en diversas temáticas dentro de la psicología.

Un viaje apasionante

Ya seas padre, madre o docente, lo importante es que eres consciente de que has iniciado un viaje apasionante y a la vez de gran importancia y responsabilidad: ocuparte de la educación de uno o varios niños. Como habrás oído en multitud de ocasiones, es un proceso precioso, pero no exento de dudas, momentos difíciles y cierta incertidumbre; ¿estoy haciendo lo correcto? ¿hay una forma más fácil de conseguir los resultados esperados? ¿estoy dándole a mis hijos o alumnos lo que necesita?

Es normal sentir inseguridad

Y es bueno admitirlo, ya que es lo que nos anima a buscar respuestas y a mejorar. A lo largo de este libro iremos abordando varias temáticas que entendemos primordiales en la educación de los niños de hoy en día; por ejemplo, ¿Cómo estimular su atención y su inteligencia?; ¿Cómo trabajar la seguridad y la autoestima?; ¿Cómo promover una correcta educación afectivo-sexual?; ¿Cómo enseñarle a cuidar de su cuerpo o qué pautas debemos de seguir para introducir las nuevas tecnologías?, entre otras muchas cuestiones.

Cada capítulo ha sido escrito por un psicólogo diferente, experto en el tema, que nos va sugiriendo cómo hacerlo, con juegos y dinámicas con las que además de pasar un divertido tiempo en familia, trabajaremos áreas que son fundamentales en el correcto desarrollo de los menores. Esperamos que el viaje a lo largo de estas páginas sea de gran ayuda y, sobre todo, muy fructífero.

Ya está a la venta en librerías y en El Corte Inglés, Amazon o La Casa del Libro

Libro escrito por: Lucía Boto, Aroa Caminero, Carolina Cárcamo, Tatiana Fernández, Manuel Gámez, Bárbara Martín, Estíbaliz Mateos, Margarita Montes, Raquel Prieto, Isabel Quesada, María Rosa del Rincón, Sara Ríos, Nicolás Sánchez, Gema Valenzuela y Silvia Álava.

Cómo ayudar a tu hijo a ser él mismo y no dejarse influenciar por los demás. Colaboración con La Vanguardia

Que los niños se dejen llevar por los otros depende en gran medida de los padres y de sus pautas educativas.

Por ROCÍO NAVARRO MACÍAS

El ser humano es tremendamente influenciable, solo hay que dirigir la atención al poder que han atesorado los llamados influencers en las redes. Desde la pubertad, o incluso antes, los niños emulan, por ejemplo, los bailes, estilo y forma de hablar de los tiktokers. Pero su permeabilidad ante ellos no depende tanto del entorno o de lo que hagan esas personas como de las figuras que se encargan de su cuidado más directo. El influjo que ejerzan los padres será clave para que los pequeños se dejen influenciar por amigos o personajes o se mantengan firmes ante su propio criterio. Así que si a uno le preocupa que su hijo sea él mismo y no se deje llevar por otros a medida que crezca, tiene mucho margen para actuar en sus manos desde que es pequeño.

“Los niños son tremendamente influenciables porque tienen que aprender la forma de aproximarse al mundo. Cuando nacen, su mente es como una hoja en blanco, y en función de lo que ven, de cómo se comportan los demás y de todos los estímulos que reciben construyen su imagen del mundo”, comparte Silvia Álava, doctora en psicología clínica y de la salud.

Cuanto más pequeños son, más copian a sus figuras de referencia, y el comportamiento de estas determinará si en el futuro los niños serán asertivos con sus propias opiniones o desarrollarán una personalidad manipulable. “Es importante que tengamos presente que el entorno familiar es el que va a ejercer mayor influencia”, advierte Francisco Castaño, profesor de educación secundaria, autor del libro La mejor versión de tu hijo (Plataforma Editorial, 2020) y cofundador del proyecto Aprenderaeducar.org.

La influencia negativa

Muchos progenitores ven replicado su comportamiento en sus hijos. Esto sucede porque los niños son grandes observadores y la influencia es algo que no solo se ejerce con mensajes conscientes, sino también a través del comportamiento cotidiano. “Los padres son el espejo en el que se miran. Pero lo que va a influir, sobre todo, en la personalidad de los más pequeños, con otras personas, con sus iguales, con su pareja cuando sea mayor, con sus futuros hijos… es cómo responden los adultos a las pequeñas interacciones del día a día”, explica Álava.

Por ejemplo, si el niño vive en un entorno en el que se falta al respeto de forma habitual, entenderá que este es un código válido. Esto sería un ejemplo de influencia negativa. “Por ejemplo, si un padre pierde los nervios y grita a su hijo, también perderá legitimidad al decirle que no se debe gritar. El niño probablemente lo hará”, añade la psicóloga. 

Algo en lo que coincide Castaño: “Suelo decir que educamos más con lo que hacemos que con lo que decimos. Si estamos con el móvil en la mesa, ellos también. Si no ordenamos la ropa, ellos tampoco. Hemos de tener presente que si queremos que los hijos actúen de algún modo en concreto, nosotros debemos hacerlo igual”.

Educar a réplicas

Otra forma de influencia negativa es desear que los hijos cumplan las expectativas que sobre ellos tienen los padres. “A veces se pretende que sean iguales a nosotros o, mejor dicho, que actúen de acuerdo a las expectativas que se tienen de ellos. Esto es negativo, ya que lo que se ha de conseguir es que cada hijo llegue a ser su mejor versión, no la que los padres tienen pensado para él”, aclara el educador. 

Por ello, Castaño anima a reconocer a los hijos tal cual son, no intentar modelarlos según un patrón. “Es importante aceptar sus gustos y aficiones. No intentar influenciar en gustos musicales, en modo de vestir o en amigos”, comparte.

No obstante, la influencia no tiene que ver tanto con la persona en sí, sino con el tipo de mensaje que se ofrece. “Si el comportamiento va a conseguir que el niño mejore y crezca, la influencia será positiva”, comparte la psicóloga. 

Estas son algunas pautas para ejercer un influjo que enriquezca a los pequeños:

Fomentar la asertividad. Que sea capaz de decir lo que siente y piensa

Uno de los fundamentos para que los niños puedan desarrollar su propio criterio y no dejarse llevar por opiniones de iguales o personajes virtuales es educarlos en la asertividad. “Es muy importante ejercer un modelo de asertividad que no sea un rasgo de personalidad, sino un estilo de comportamiento. Lograr que sea capaz de decir lo que se quiere y piensa teniendo en cuenta que el interlocutor puede tener una opinión diferente”, sugiere Álava.

Y subraya la importancia de la forma en que estos mensajes se manifiestan. “Hay que hacerlo sin herir los sentimientos del otro y respetando que pueda decir algo distinto”, añade. Por ello anima, por ejemplo, a resolver conflictos de forma asertiva. Por ejemplo, si un niño recibe un empujón es importante indicarle que la respuesta más adecuada es decir: ‘No me gusta que me empujes o que me hables así’. “De esta forma, tendrán habilidades y recursos para desenvolverse con éxito en la vida. También serán menos manipulables”, indica Álava.

Desarrollar el sentido lógico. Establecer límites razonados y dar margen a que decidan

Otra herramienta necesaria para evitar que los niños caigan en influencias poco deseables es favorecer el sentido lógico. “Para favorecer este comportamiento conviene preguntarles qué piensan y qué opinan. Siempre desde un entorno con límites, pero muy razonados y explicados”, matiza Álava. Muchas veces, las normas no se aplican de esta forma, sino recurriendo al poder del adulto y al “porque lo digo yo”. Pero esta actitud puede desencadenar también en una falta de iniciativa. “Si se educa dando órdenes, sin razonar como: ‘Hazte la mochila, recoge la ropa, ve al baño…’, esto repercute en que solo realizarán ciertos quehaceres cuando se les diga. Lo ideal es que ellos tomen decisiones sobre lo que está a su alcance”, aconseja Castaño.

Distinguir entre opiniones y hechos. Enseñar que los mensajes no siempre son verdad

Mantener la influencia de los otros a raya dependerá también del aprendizaje del conocimiento científico que tengan. Gracias a ello, serán capaces de distinguir entre opiniones y hechos. “Muchas personas se dedican a opinar, pero no hablan de hechos objetivos. Desde pequeños deben conocer lo que son las opiniones, y que cada persona puede tener una propia y diferente. Cuando son más mayores y hablamos de redes sociales es importante hacerles ver que los mensajes que se comparten no tienen por qué ser verdad. Cuanto más capaces sean de distinguir qué es un hecho y una opinión, menos influenciables serán”, concluye la psicóloga.

FUENTE: LaVanguardia.com

“Si queremos que nuestro hijo cambie su conducta, el cambio debe empezar en nosotros” Entrevista para Educar es Todo

 Por María Dotor Periodista + INFO

‘Seis cuentos para educar en disciplina positiva’ es el último libro publicado por el Centro de Psicología Álava Reyes, escrito por una una de sus profesionales, la psicóloga Silvia Álava.

Seis historias protagonizadas por trapecistas, ovejas, piratas y piedras mágicas recorren las páginas de este libro con el fin de enseñar a los más pequeños conceptos como las rutinas, la pertenencia, la persistencia, el perdón, el enfado o la autoestima de un modo sencillo.

Pero, además, es un manual para nosotros, las madres y padres, ya que contiene una guía práctica para enseñarnos a aplicar desde casa esta disciplina positiva para conseguir que nuestros hijos cumplan normas, pidan perdón, gestionen sus emociones, etc…

1. Silvia, seis cuentos para niños, pero también explicaciones para los padres que nos pueden servir en la crianza y educación de nuestros hijos… Un libro que es la herramienta perfecta para toda la familia…

Exacto, es que el cambio está en nosotros, los adultos. Cuando estamos educando, los responsables somos los padres. Incluso, cuando estamos hablando del adolescente, el cambio tiene que empezar en nosotros. Es el adulto el que tiene que actuar de forma diferente para que el niño actúe diferente. Cuando trabajo con familias les pido que hagan un registro, no solo de lo que hace o dice su hijo, sino de lo que le contestan ellos. Y la clave, la mayor parte de las veces, está en nuestra respuesta.

2. La herramienta que propones en este libro para relacionar con nuestros hijos es la disciplina positiva. Cuando hablamos de educar en positivo, hay mucha gente que lo relaciona con el hecho de no poner normas y límites a los niños. ¿Por qué ocurre esto? 

Es cierto que existe un mal entendido y confundimos disciplina positiva con ausencia de normas y límites, pero nada más lejos de la realidad. Cuando hablamos de disciplina positiva, por supuesto que hay normas y límites, lo que pasa es que las normas y los límites se han explicado y anticipado. Es decir, las normas atienden a una lógica y un razonamiento, no se ponen bajo el esquema del “aquí mando yo”.  No podemos olvidar que las normas y los límites no las ponemos para que los niños nos obedezcan porque sí, sino para que los niños y las niñas activen el autocontrol. Por eso, las normas deben estar explicadas, anticipadas, enunciadas en positivo y adaptadas a la edad de los niños. Por otra parte, me gustaría quitar de la cabeza de algunos padres que las normas y los límites anulan la personalidad nuestros hijos. No, para nada, les dan seguridad, confianza y les ayudan a adquirir autocontrol.  

     3. ¿Cómo definirías tú la disciplina positiva? 

Educar desde el respeto. Teniendo en cuenta que el niño debe respetar a los adultos, pero nosotros también al niño. Le tenemos en cuenta, su opinión, sus emociones, sus necesidades. Quizá algo diferencial cuando hablamos de disciplina positiva es que no castigamos. Porque, ¿qué es el castigo? Es una sanción. En disciplina positiva no hay castigo, hay consecuencias. Las consecuencias son lógicas (las hemos anticipado previamente, el niño sabe lo que va a ocurrir) y tienen que ver con la conducta. Es decir, si tu hijo no echa la ropa al cesto de la ropa sucia, un castigo sería no dejarle ir al cine el sábado con sus amigos, algo que no tiene nada que ver con su conducta. La consecuencia sería que no le lavamos la ropa porque no está en el cesto. De esta forma, fomentamos la autonomía de nuestros hijos, y que aprendan a hacer las cosas por sí mismos.  

4. De hecho, la neurociencia nos dice que no hay que sentirse mal para aprender…

No es que no haya que sentirse mal para aprender, es que la neurociencia ha demostrado que las emociones agradables favorecen el aprendizaje, y las desagradables lo entorpecen. Lo que necesitan los niños para aprender es tiempo, calma, paciencia y repetición. Por tanto, vamos a educar sintiéndonos todos bien, sin el grito, sin la amenaza y el castigo. Lo que nos traerá un resultado mucho más beneficioso para el niño, pero también para nosotros, que nos sentiremos mejor. 

Portada del libro ‘Seis cuentos para educar en disciplina positiva’.

5. Cuando hablamos de disciplina positiva, hay muchas madres que argumentan que a ellos no les funciona porque si no le castigan, su hijo no les hace caso…

Cuidado, es que los niños han aprendido que hasta que no les decimos las cosas cinco veces, no nos tienen que hacer caso. Pero es que, además, ellos saben que desde que se lo decimos la primera vez hasta la quinta, les hacemos mucho caso. Y, sin embargo, si lo hacen bien a la primera, nadie le mira. Entonces, el niño, que lo que quiere es tu atención, no lo hace hasta la quinta. Probemos a hacer lo contrario, cuando estás obedeciendo, te presto atención, me quedo a tu lado. Muy importante también es ir avisando de lo que va a ocurrir. Por ejemplo, yo sé que mi hijo no va a querer dejar de jugar para irse a bañar, pues le voy a ir avisando. “Oye, en 5 minutos vamos a recoger los juguetes”. Y, en lugar de castigar, alentar: “Qué bien, porque lo vamos a hacer muy rápido y nos va a sobrar tiempo para leer un cuento juntos”.  

6. Otra frase recurrente suele ser esta: “Está muy bien eso de razonar con el niño, pero es difícil hacerle entrar en razón”. 

Los niños son capaces de razonar perfectamente, pero la clave está cuando tratamos de hacerlo. En medio de una pataleta nadie puede razonar, hagámoslo después, en calma. Lo hablamos después, explicándole con un lenguaje que ellos entiendan porqué tiene que ducharse y dejar de jugar. Y, además, lo hacemos respetando su emoción: “Cariño, entiendo perfectamente que quieras seguir jugando, es lógico, por eso te sientes enfadado, pero sabes que todos los días hay que dedicar un ratito al baño”.  

 7. ¿La disciplina positiva ve la educación como un proceso a largo plazo y el autoritarismo quiere el resultado ya? 

Podría ser una buena definición. A veces queremos conseguir las cosas ya, es lógico, necesitamos el resultado hoy. Lo que ocurre es que el “porque lo digo yo” no suele funcionar. ¿Las madres y padres queremos que nuestro hijo se lave los dientes porque nosotros se lo decimos o que aprenda por qué se tiene que lavar los dientes y lo haga siempre, independientemente de que estemos delante? Yo creo que lo segundo. Se trata de que entiendan en todo momento el porqué de las cosas. Y hay que explicárselo con su lenguaje: hay que lavarse los dientes porque si no vienen los bichitos, por ejemplo. 

8. ¿Cómo será de adulto un niño al que le han educado en la disciplina positiva y cómo será de adulto un niño al que le han educado desde el autoritarismo? 

Está demostrado que los niños cuyos padres son figuras más autoritarias, pueden llegar a funcionar muy bien en el colegio, a nivel de notas, pero pueden ser menos críticos y, a nivel emocional, les costará más reconocer sus emociones y las de los demás. La sobreprotección tampoco ayuda. Las consecuencias serían falta de autonomía, seguridad… 

Educado con disciplina positiva educamos de una forma más democrática, buscando consensos, y conseguimos niños seguros, autónomos, capaces de reconocer y regular sus emociones.

 María DotorPeriodista+ INFO

«La salud mental de la sociedad está muy tocada» Colaboración con OKDiario

Silvia Álava
Silvia Álava, psicóloga. @SilviaÁlava

Psicóloga sanitaria y educativa. Silvia Álava (Valladolid, 1979) asegura que, a pesar de haber mejorado mínimamente la percepción social de patologías como la ansiedad o la depresión, aún hay estigma alrededor de la salud mental. “Por desgracia, hay un sector de la sociedad o hay determinadas personas que creen que este tipo de enfermedades son un síntoma de debilidad o que es algo que te has buscado y en absoluto es así”, añade.

Álava, que opta a estar entre el Top 100 de Mujeres Líderes de España por su amplia labor de divulgación de su especialidad psicológica relacionada con la educación, relata también que la pandemia ha dejado una sociedad “muy tocada” y muy divorciada. “Hemos observado más separaciones, el confinamiento ha sido lo mismo que unas vacaciones muy largas y muchas parejas se han dado cuenta de que su matrimonio no funcionaba”, aclara.

¿Sigue siendo la salud mental un tema a esconder?

Hemos mejorado bastante y nos atrevemos cada vez más a decir si nos pasa algo o tenemos algún problema a nivel de salud mental, pero lo cierto es que aún no lo hemos normalizado. Sí que decimos si tenemos una gripe, pero aún no nos atrevemos a comentar que tenemos un trastorno de ansiedad, del estado del animo o depresión. Está ahí ese estigma porque, por desgracia, hay un sector de la sociedad o hay determinadas personas que creen que este tipo de enfermedades son un síntoma de debilidad o que es algo que te has buscado y en absoluto es así.

La otra parte, además de la poca normalización de la que hablas, es el altísimo repunte del consumo de ansiolíticos y antidepresivos. ¿Muchos fármacos y pocos psicólogos?

El problema es que tenemos un modelo muy medicalizado. ¿Y qué pasa? Que los que están absorbiendo los problemas de salud mental son los profesionales de la Medicina Primaria y ésta no puede hacer una terapia psicológica, y tampoco se remiten todos los casos a Salud Mental. Entonces, lo que están haciendo es recetar ansiolíticos y antidepresivos que, ojo –advierte–, en algunas ocasiones son necesarios, no vamos a decir que no; pero, claro, también tenemos que hacer una terapia que nos ayude con técnicas de control de la ansiedad, el manejo de las emociones o con herramientas que nos ayuden a comprender qué es lo que nos pasa, por qué nos sentimos así y, sobre todo, cómo manejarlo.

¿Entonces?

Al final la medicación, por decirlo así, hace que me pueda sentir un poco mejor, pero no me enseña técnicas que me permitan regular mis emociones cuando tengo una crisis de ansiedad, un ataque de ira o un trastorno del estado de ánimo. Y me refiero sobre todo a estas patologías de salud mental porque en estos momentos están disparadas, es lo que más estamos viendo con la pandemia, aunque habría más, claro.

¿Hay repunte de visitas a las terapias psicológicas a raíz de la pandemia?

Creo que todos los que trabajamos en salud mental te vamos a decir lo mismo. En este momento, de verdad, la salud mental de la sociedad está muy tocada, el equilibrio emocional tras un año de pandemia no se ha recuperado porque no hemos vuelto a hacer lo que hacíamos, no lo hemos dejado olvidado en un cajón. Hemos regresado a una realidad en la que el virus sigue en la calle y con un montón de medidas restrictivas, por eso, las estrategias que teníamos y que nos ayudaban a regularnos emocionalmente las hemos perdido.

Pasamos a los niños. No sé, la verdad, si es más sencillo parirlos o educarlos, Silvia.

(Reímos)

¡Ambas cosas son complicadas! Pero, la educación comienza en el minuto cero y termina al final de nuestra vida. Es un proceso muy constante en el que, además, hay que intentar hacerlo de una forma correcta y ¡hacerlo siempre!

Ahora que hay tantos tipos de educación, ¿Cómo saben los padres que la que eligen es la correcta y no están perjudicando al niño? La educación de antes no es la de ahora.

Lo más importante siempre es observar a los niños, María. Ver qué hacen, cómo reaccionan, ver qué pasa en casa para saber lo que tu hijo necesita. No hay modelos buenos y malos, sino que debemos atender a las necesidades de los niños. A las fisiológicas, por supuesto no se las podemos negar, aunque últimamente con la crisis sanitaria hay algunos niños que no lo están pasando bien. Pero, sobre todo, debemos atender a las necesidades emocionales porque, a lo mejor, no sé, tienes dos hijos y cada uno de ellos tiene necesidades diferentes. Por eso, aunque tú te puedas empeñar en que te gusta este o el otro sistema de educación, a tus hijos puede que nos les valga o no les vaya bien y debemos hacer adaptaciones.

«Haz lo que yo diga y no lo que yo haga», la típica frase de padres cuando te mandan algo y les reprochas que ellos sí lo hacen. Supongo que el modelo de observación en casa también es importante, ¿no?

¡Fundamental! Es fundamental. Ellos observan lo que tú haces, así que muchas veces las respuestas a los problemas las vamos a tener en la actuación que están teniendo los padres. Muchas veces, sin quererlo, pensamos que lo estamos haciendo muy bien y en absoluto es así. Quizá, insisto que sin querer, estamos reforzando cosas que no debemos o ciertos comportamientos que creemos que son una llamada de atención de los niños, pero hay un mensaje detrás que debemos leer.

Con respecto a la disciplina positiva, que se basa, entre otras cosas, en la comunicación y el razonamiento con los niños. Vamos a ver, ¿es posible eso? Pregunto.

Claro que sí. Con los niños hay que razonar muchísimo, el caso es que debemos saber el momento en el que debemos hacerlo. Es decir, ¿debemos hacerlo en el momento álgido de la pataleta? No, claro que no. Todos debemos calmarnos, los niños y los adultos, pero cuando todo ha pasado debemos hablarlo y explicar qué ha pasado y las razones por las que se ha armado. Hay que razonar mucho, la clave es elegir muy bien momento. Cuando hay estallido emocional, mejor no hacerlo porque sufrimos un secuestro emocional y vamos a decir algo de lo que después nos arrepentiremos.

Otra consecuencia de esta pandemia, además de los problemas económicos y la ansiedad, que en muchas ocasiones son dos conceptos indisolubles, han sido los divorcios. ¿También percibís aumento de separaciones?

Claro, es que esta pandemia ha sido como unas vacaciones largas en las que muchas parejas se han dado cuenta de que su matrimonio no funciona y ha habido un ascenso de las separaciones. Y, además, también observamos que muchas parejas no se separan porque económicamente no pueden mantener dos casas, así que siguen viviendo juntos pero no están bien y los niños lo ven. En este sentido, el principal problema que observamos es que los niños viven en un ambiente de hostilidad, de agresividad, en un ambiente donde se falta al respeto.

Y entonces, ¿qué les decís?

Les aconsejamos que es mucho mejor que los padres se separen antes de seguir en ese ambiente. Aunque, claro, el problema es que también se dan algunos casos en los que la hostilidad sigue a pesar de la separación donde, además, se usa a los niños para herir al otro.

¿Y los niños cómo gestionan esto?

A ver, vemos un poco de todo, pero algunos tienen trastornos del estado de ánimo, están un poco tristes o también muestran estados disruptivos, es decir, se empiezan a portar mal como llamada de SOS diciendo: “Estoy en un ambiente que no quiero, que no me gusta”. A veces el niño te monta el numerito, pero hay que pensar que el niño no sabe decirte que no está bien.

Los niños miran el modelo que tienen en casa, en definitiva.

Claro, si tú lees, ellos leerán; si tú gritas, ellos gritarán. Unos padres totalmente sobrepasados no pueden ayudar a sus hijos a regular sus emociones, eso es así. No es que no quieren atender las emociones de sus hijos, es que muchos padres no están atendiendo ni las suyas propias.

¿Qué pasa si tu hijo varón te ve que te pintas las uñas y te pide que se las pintes a él? Seguro que hay padres que les dicen que eso es cosa de niñas, ¿o no?

Claro, no pasa nada por pintarles las uñas. Pero, ojo, hay que prepararles también para la sociedad en la que vivimos. Me explico: si en un momento dado el niño quiere ir con las uñas pintadas, tendré que explicarle y darle herramientas para que en un momento dado, si alguien le dice algo, sea lo suficientemente seguro para que no se hunda. Hay que trabajar por la igualdad, por supuesto, pero también debemos dotar a los niños de la seguridad para que vayan en contra de lo que socialmente es lo típico.

Al final, hablando contigo me doy cuenta de que lo más importante…

¡Es el sentido común! Y de esto andamos últimamente un poco justos. Continuamente se nos olvida que esto es lo más importante y esto es el problema, no nos damos cuenta de que hay cosas que no podemos hacer.

¿Estamos criando a niños seguros, pero también pequeños Napoleones?

¡Claro! Es que, cuidado, podemos fomentar su seguridad, pero insistiendo en lo importante que es no imponer. Puedo decir qué quiero y qué pienso, pero respetar siempre. Todos tendemos a provocar emociones en los demás, si provoco emociones negativas lo más probable es que no quieran hacer nada conmigo. Sentido común una vez más.

@MaríaVillardón

FUENTE: OkDiario.com

Claves para ayudar a nuestros hijos a gestionar sus emociones. Colaboración con Gestionando Hijos

Los psicólogos Silvia Álava y Ángel Peralbo nos ayudan a comprender y gestionar la difícil situación que estamos viviendo

Algunos de los grandes retos que presenta la tesitura actual es aprender a gestionar nuestras emociones, ayudar a nuestros hijos a gestionar las suyas, y hacerlo de forma que minimicemos, en la medida de lo posible, las consecuencias psicológicas que se puedan derivar. Pero este no es un objetivo sencillo, requiere de trabajo, consciencia y constancia.

Así pues, hemos entrevistado a Silvia Álava y Ángel Peralbo, psicólogos del equipo de Centro de Psicología Álava Reyes, dirigido por María Jesús Álava, para que nos den claves sobre cómo conllevar esta situación y ayudar también a nuestros hijos a hacerlo.

En estas semanas de confinamiento hemos tenido que hacer frente a una situación desconocida y sin precedentes que ha despertado muchas emociones en nosotros y en nuestros hijos, especialmente relacionadas con el miedo, la incertidumbre, la ansiedad… ¿Qué importancia tiene la gestión emocional en estos momentos?
Ángel Peralbo:
 Ante una situación como la que estamos viviendo de confinamiento, de «parada técnica» impuesta, necesaria y nada previsible porque no existían precedentes, y donde, no nos olvidemos, se pueden estar viviendo problemas de salud, dentro o fuera del ámbito de la familia, lo primero que se genera es un estado de indefensión a partir del cual se va a poner en marcha cierto abanico de emociones, propio del ser humano ante situaciones alarmantes. Es el primer escudo protector que desplegamos las personas ante estímulos que, potencial o realmente, nos pueden desequilibrar. Hay que entender que las emociones tienen el cometido de ayudarnos a adaptarnos, y, por tanto, una de sus principales funciones es activar y generar acciones que reequilibren y devuelvan el ajuste que nuestro cerebro necesita para seguir funcionando con la mayor normalidad posible. Esto solo lo conseguimos gracias a esa gestión emocional que es la que nos va a permitir pasar de los estados de alarma a estados sostenibles, adecuados e incluso positivos, como los más propicios para vivir y disfrutar.

En estos momentos, una adecuada gestión de las emociones va a consistir en:
— Detectar e identificar cómo nos sentimos, cuál es la emoción básica o compleja que predomina, qué indicadores internos aprovecha nuestro cuerpo para que lo podamos notar. Cada persona es muy distinta también en este sentido y, así, hay niños que pueden mostrar más nerviosismo a través de indicadores como el bloqueo o un exceso de movimiento y otros pueden mostrar más preocupación a través de conductas de cierta agresividad o aislamiento.

 Identificar cuál es el motivo por el que se siente o nos sentimos de esta forma concreta, para conocer tanto la etiqueta, el nombre de la emoción, como lo que les lleva o nos lleva a ella. No es lo mismo sentir frustración porque el confinamiento no me permite hacer lo que yo quiero, que miedo a contagiarme o tristeza por pensar que esto va a ser un auténtico desastre.

— Expresar lo que sentimos y buscar la forma de canalizar esas emociones, además de manejarlas para que no nos inunden, no permanezcan en el tiempo y se conviertan en estados habituales y, por el contrario, sirvan de señales que desde la aceptación de la difícil situación, nos permiten poner en marcha estrategias que nos calmen y que nos ayuden a pensar con realismo y optimismo, como claves de superación de esta etapa negativa.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que gestionen sus emociones cuando muchas veces nosotros mismos no somos capaces de hacerlo?
Ángel Peralbo:
 El primer precepto que debemos tener en cuenta es que las emociones en las personas son las características más experienciales y menos teóricas que existen, lo que quiere decir que no es suficiente con decirle a alguien cómo tiene que regularse, sino que además hay que enseñarle a hacerlo y encargarse de que practique.

Dicho esto, el mecanismo más básico por el que el niño va a aprender es por imitación, lo que, teniendo en cuenta su gran destreza como observadores, va a llevar a los padres a cuidar mucho cómo muestran su miedo, su desesperación, su angustia, etc.

Por tanto, como adultos, los padres empezarán por su propia gestión emocional, de igual modo que en un avión que sufre un episodio de descompresión no se les debe poner la mascarilla primero a los niños. Y lo harán poniendo en marcha esa gestión emocional de la que hablábamos antes.

No obstante, los padres no tienen que mostrar que son perfectos y que nada les afecta; más bien, deben buscar esa calma para que los niños vean y validen como normales en estas circunstancias esas emociones de carácter negativo, y, a partir de ahí, esforzarse por regularlas, paliar sus efectos, ayudando a los niños a expresarlas y a canalizarlas, aportándoles esas estrategias, como las técnicas de relajación, que tanto ayudan en la autorregulación y que, en un momento como el que estamos viviendo, bien puede ser una actividad para hacer juntos, padres e hijos, como una manera más de enseñar que todos buscamos y encontramos esa regulación emocional.

Lo que a los niños les va a permitir regularse será que reciban ayuda para expresar lo que sienten, será ayudarles a entender por qué lo sienten y llevar a cabo juntos estrategias para conseguir que se sientan calmados y tranquilos.

No queremos transmitir nuestros miedos y preocupaciones a nuestros hijos, pero tampoco queremos decirles mentiras y ocultarles la realidad… ¿Qué podemos hacer?
Ángel Peralbo:
 La idea es, como decíamos antes, identificar bien lo que sentimos y expresarlo, explicarlo y conducirlo para aprender a paliarlo y que no acapare todas las respuestas, ni las nuestras como adultos, ni las de los niños.

¿Qué no debemos hacer? Ni negarlo ni excedernos.
— No debemos negarlo ni hacer como si no pasara nada, puesto que nuestros hijos pueden ser simples, por su edad, pero se darán cuenta de que algo no va bien, y, como no sabrán qué, se darán su propia explicación, lo que puede ser aún más contraproducente y preocupante que lo que ocurre en realidad.

— No debemos darles más información que la que por su edad, por su nivel de comprensión y por su capacidad de conocimiento pueden digerir. La información por sí sola no se traduce en conocimiento; por tanto, hay que darles información ajustada, real y acompañada de la seguridad del adulto, que no debe faltar en ningún caso.
Esforzarnos por mantener la calma nos va a permitir escoger bien, en cada momento y en función de cómo están los niños, el recurso adecuado. Si están alterados, la cercanía y la seguridad que les brinda esa presencia tranquila del adulto es lo adecuado; si están tranquilos pero preguntan y tratan de conocer lo que ocurre, la explicación serena y real les ayudará a ir entendiendo.

Oímos mucho que tenemos que resistir y ser fuertes, pero hay veces en las que se hace muy complicado. ¿Podemos elegir cómo sentirnos, está en nuestras manos elegir nuestro estado de ánimo?
Ángel Peralbo:
 En primer lugar, entendemos que no escogemos el dolor, ni siquiera la preocupación, natural en este tipo de circunstancias, ni, en mucho menor grado, las causas que pueden provocarlos, como en este momento el Covid-19. En segundo lugar, sabemos que, de forma natural, esas circunstancias, esas preocupaciones y ese dolor nos van a llevar a todo ese conjunto de emociones no escogidas, viscerales, automáticas, que nuestro bagaje primigenio y heredado nos facilita; pero a pesar de ello, lo que podemos y debemos hacer es ejercer la capacidad que tenemos de regularnos, de reequilibrarnos, de ajustarnos a través de las posibilidades que nos brinda también nuestro cerebro y que con trabajo y esfuerzo personal, siempre nos permite pasar de esos patrones automáticos a respuestas adaptativas, de regulación, que nos llevan a la calma, a la tranquilidad, al afrontamiento de las dificultades aceptadas y que nos encaminan a resistir, a fortalecernos, a ver luz al final del túnel y a sentirnos lo suficientemente fuertes como para acompañar estas vicisitudes con resiliencia e incluso como una inevitable oportunidad para mejorarnos, poniéndonos a prueba y superándonos en alguna medida. Las crisis vitales que se pueden producir ante estas adversidades suelen ser momentos donde nuestro estado de ánimo aterriza para subir, con trabajo personal, más alto que nunca.

Cuando todo esto acabe vamos a tener que hacer un esfuerzo por recuperarnos y volver a la normalidad, levantarnos otra vez y ayudar a nuestros hijos también. Esto se relaciona mucho con el concepto de resiliencia; ¿se puede educar en la resiliencia?
Silvia Álava:
 El término resiliencia procede de la física de los materiales: es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Cuando nos referimos a los humanos, la resiliencia es la capacidad de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adverso.

No hablamos de resiliencia como una capacidad estática, sino como «procesos resilientes» que abarcan múltiples factores que se pueden entrenar, y que se puede enseñar a los hijos. Se trata de fomentar lo que se llama resiliencia proactiva. Para ello:

— Evita ser sobreprotector con tus hijos. Los niños cuyos padres tienen un estilo educativo sobreprotector, además de desarrollar menos capacidades emocionales, generan menos procesos de resiliencia. Dárselo todo hecho, o evitar que se tengan que esforzar para conseguir sus objetivos, es un impedimento para el desarrollo de la resiliencia.

— No busques culpables. La actitud de víctima es justo la contraria a la de ser resiliente. Se trata de ver qué es lo que cada uno de nosotros puede hacer para solventar o mejorar la situación. Se trata de poner el foco en nosotros, no en los demás.

— Trabaja la responsabilidad. Que cada hijo sea autónomo y responsable de sus cosas ayudará a que sea más resiliente.

— Enséñales a poner el foco en lo positivo de cada situación; por ejemplo, los buenos momentos que estamos viviendo juntos, estar más tiempo con papá y mamá…

— Promueve su autoestima, que se sientan seguros y capaces de resolver las situaciones. No dejes de reconocer sus logros, pero, sobre todo, enséñales a que ellos mismos sean capaces de reconocerlos.

— Trabaja la perseverancia. Es una de las fortalezas del carácter más relacionadas con la motivación de logro y una clave fundamental para conseguir los objetivos.

— Sé realista y no te equivoques: las personas resilientes también sufren. Emociones como la tristeza, el enfado, la frustración… surgen de forma natural en situaciones como las que estamos viviendo en estos momentos y en los eventos traumáticos. Ser resiliente no significa que no sientas emociones negativas, sino que has aprendido a manejar mejor dichas emociones.

Un tema que nos preocupa mucho en estos momentos es cómo superar la muerte de un familiar o un ser querido, sobre todo teniendo en cuenta la imposibilidad de estar cerca y despedirnos en los últimos momentos de su vida. ¿Qué podemos hacer para llevar esto de la mejor manera posible y a la vez ayudar a nuestros hijos a gestionarlo?
Silvia Álava: 
Durante la crisis del coronavirus muchas personas están perdiendo seres queridos, familiares y amigos, con el agravante de no poder acompañarlos en su enfermedad, ni haber podido despedirse de ellos. Estas circunstancias dificultan el duelo y también afectan a los niños. Es importante que tengamos en cuenta también a los niños en esta situación, para que puedan participar en el duelo.

Os recomendamos observar las siguientes recomendaciones:

Los niños se dan cuenta de que algo ocurre. No les mientas y dales la noticia lo antes posible. Para ello, debes transmitirles el mensaje adecuado a su edad. Explícales que el familiar ha muerto y que no podemos ir al entierro, ni al funeral, porque con la cuarentena no se puede salir de casa, dado que además de existir la posibilidad de infectarnos, se podrían infectar también el resto de los familiares. Que entiendan que el abuelo o la abuela o los tíos, también se podrían poner malitos… No es momento de ocultarles la realidad.

— Deja espacio para que ellos asimilen la noticia. Puede que en ese momento no lo entiendan o no sean capaces de asimilarlo. Pero en algún momento preguntarán y debes estar preparado para responder a sus preguntas.

— Explícales que, en esta situación, por el Covid-19, no podemos ir a ver al familiar al hospital cuando está malito, ni tampoco, en caso de fallecimiento, ir al funeral, ni al entierro.

— Cuando son pequeños necesitan buscar un culpable porque no entienden por qué no han podido ir a verlo. Alguien que «haga de malo» o una autoridad superior. Se les puede explicar que no podemos ir a despedirnos porque está prohibido, que no es por nuestra propia decisión.

— Utiliza el contacto físico (siempre y cuando no estés infectado o con síntomas de Covid-19), y dales la mano según se lo explicas, o acarícialos. Un abrazo en estos momentos puede decir más que mil palabras.

— Favorece que puedan despedirse, mediante una carta o un dibujo.

— Fabrica una caja de los recuerdos, donde podamos guardar algún objeto de nuestro familiar, fotografías… que permita que los niños puedan acceder a ello siempre que quieran.

Estando las 24 horas del día con nuestros hijos e hijas y habiéndoles privado de la independencia de la que gozaban anteriormente, ¿cómo podemos evitar caer en la sobreprotección? Sobre todo, teniendo en cuenta que estamos viviendo una situación en la que nos preocupan mucho las consecuencias que se puedan derivar…
Silvia Álava
: La situación de confinamiento es un momento clave para trabajar la autonomía y la responsabilidad de los niños, que, además, es justo lo contrario de la sobreprotección.

— Se trata de trabajar la idea del equipo. En casa vivimos varias personas y todos somos miembros de una familia que funciona como un equipo, y por tanto, habrá que resolver las cosas en equipo. Eso significa: fuera los conceptos de «hay que ayudar a mamá». No, todos vivimos en esta casa, las cosas se hacen entre todos y vamos a distribuir las tareas en función de la edad y de las posibilidades de cada miembro de la familia.

— Además, durante el confinamiento tenemos tiempo; es el momento ideal para que los niños se hagan mucho más autónomos. Que hagan ellos sus cosas, aunque tarden más que los adultos.

 Educa en responsabilidad. Que cada miembro de la familia se haga responsable de sus cosas. En el caso de los niños, de sus deberes, de hacer las tareas escolares, del estudio… Es un momento fantástico para que puedan hacerlo. Se trata de darles más libertad y más espacio para que sean ellos quienes actúen y asuman las consecuencias de hacerlo.

— Se trata de educar para conseguir que nuestros hijos sean más seguros, más autónomos, más responsables, que entiendan la situación que estamos viviendo, tanto su complejidad como los peligros que conlleva, sin pretender asustarlos o meterles miedo.

— Fomentar la higiene y el cuidado, para evitar posibles futuros contagios. Los niños asustados no tienen recursos para afrontar las situaciones peligrosas. Los niños informados y educados en responsabilidad, sí.

Hablando de consecuencias, ¿cuáles son los efectos adversos que podemos tener, tanto nosotros como nuestros hijos, tras pasar por una situación como la actual? ¿Podemos hacer algo para intentar evitarlos?
Silvia Álava:
 Nunca habíamos vivido una situación como la actual, así que a fecha de hoy no existe evidencia científica de cómo puede afectar a los niños esta situación. Sin embargo, podemos llevar a cabo las siguientes acciones para evitar, en la medida de lo posible, los efectos negativos del confinamiento.

Cinco acciones que nos pueden ayudar a evitar las consecuencias negativas del confinamiento:
1. Explica bien a tu hijo lo que está ocurriendo. Los niños son muy buenos detectado que algo ocurre y captan mucha información. Sin embargo, no tienen la experiencia necesaria para interpretar la realidad. Necesitan que sus progenitores decodifiquen el mensaje. Es decir, que se lo expliquen en unos términos adecuados a su edad y a su propio desarrollo.

2. Requieren que sus necesidades tanto fisiológicas como emocionales estén cubiertas. No pongamos sólo el foco en que estén hechos los deberes; debemos dejar un espacio para que puedan expresar sus emociones, para que exterioricen cómo se sienten en esta situación.

3. Valida sus emociones, es normal tener miedo, y los padres deben saber cómo gestionarlo. No tenemos que quitarle importancia, pero sí tranquilizarlos y proporcionarles seguridad.

4. Mantén horarios y rutinas, eso les hará sentirse seguros.

5. Cuida cómo estás tú. Los niños necesitan que sus padres muestren seguridad y que manejen la situación desde la calma y la serenidad.

FUENTE: La Opinión de Murcia

¿Para qué sirven las emociones? Vídeo

No hay emociones buenas ni malas, todas son útiles en algún momento, descúbrelo en este vídeo.