Escrito por : Patricia M. Liceras
La Navidad es más especial con niños alrededor y uno de sus principales alicientes es, precisamente, contemplar la ilusión en los rostros de los más pequeños ante la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos.
Por eso, cada año, los padres, pero también los abuelos, tíos o primos, se emplean a fondo en alimentar esa ilusión contándoles con fruición la historia del barbudo que viene del frío y del viaje desde el Lejano Oriente de Melchor, Gaspar y Baltasar; llevándoles a la cabalgata; visitando la Casa de la Navidad; escondiendo a conciencia los regalos; dejando la luz del árbol encendida en Navidad o agua y comida para los camellos en la Noche de Reyes.
“Les ilusionamos con Papá Noel y los Reyes Magos porque seguimos siendo niños. Todos llevamos uno dentro, aunque tengamos 80 años y muchas arrugas”, señala el psicólogo clínico Esteban Cañamares.
”Para muchos adultos es algo muy bonito porque es una manera de retroceder en el tiempo y volver a su propia infancia. Desde ese lugar de la memoria tratan de contagiar a los niños la misma expectación y emoción que ellos vivieron”, dice por su parte la psicóloga Silvia Álava, autora de los libros Queremos hijos felices y Queremos que crezcan felices.
Aceptar las frustraciones
Sin embargo, hay padres que, en aras de la transparencia, rechazan transmitir estas creencias porque consideran que es engañar a los niños. “Todo depende de cómo nos contamos la vida a nosotros mismos, de la interpretación que hacemos de lo que nos pasa. Puede que algunos de estos padres vivieran el momento en el que se descubre la verdad de forma traumática”, apunta Álava, para quien «hay que evitar la sobreprotección de los menores, que deben aprender a aceptar las decepciones y frustraciones”.
El misterio se rompe de forma natural con la evolución cognitiva del niño, que deriva en el fin del pensamiento mágico. A partir de los siete años, comienza a distinguir la fantasía de la realidad por sí solo. Descubre que no existen las hadas ni los duendes, ni los superhéroes; tampoco Papá Noel y los Reyes Magos.
Años de ilusión que “compensan”
“Llegado el momento, comprenderá que ha estado creyendo en una fantasía que le ha hecho conocer la ilusión y sentir emociones muy especiales durante años. Eso es algo que compensa y por este motivo los mayores mantenemos la magia”, afirma Álava. “Hay una edad para cada cosa. No se trata de engañar, sino de ilusionar e ilusionarnos, y eso no hace daño”.
Para Cañamares, “más que una mentira, Papá Noel y los Reyes Magos se han convertido en una creencia y en un ritual transmitido de los mayores a los pequeños”. Rituales que, según este psicólogo,“nos permiten, aún en la adultez, evadirnos de la realidad, de un mundo en ocasiones poco amable, y confiar incluso en lo que no vemos, como cuando éramos niños, emocionándonos y haciéndonos contagiar la magia y la ilusión”.
FUENTE: Coca Cola Journey