Juegos que nos ayudan a enseñar esfuerzo y perseverancia a los niños
Potenciar la valentía y la persistencia en los niños podrá dejar un poco de lado la competitividad que puede ser dañina para ellos
A veces pensamos que debemos enseñar a los niños a ser competitivos, ya que, de este modo, garantizamos que sea exitoso a lo largo de su vida. Ahora conocerás los juegos que nos ayudan a enseñar esfuerzo y perseverancia a los niños, para desterrar la arraigada y vieja creencia de que si no enseñamos a los niños a ser competitivos no van a conseguir nada en la vida, aunque esta afirmación es poco válida, pues la competitividad no garantiza el éxito. Además, fomentarla puede tener grandes consecuencias en el desarrollo de los niños.
Ideas de juegos para fomentar el esfuerzo y la constancia en los niños
Como bien sabes, el juego es una de las herramientas más poderosas que tenemos los padres y las madres a la hora de fomentar valores en nuestros hijos y no es diferente cuando queremos educarles en el esfuerzo más que en la competitividad. En este sentido, hay una serie de estrategias que podemos utilizar cuando estamos jugando en familia.
Un primer paso para fomentar el esfuerzo en los niños y ayudarles a tolerar mejor la frustración es no dejarles ganar siempre. Eso tampoco quiere decir que debamos ser excesivamente duros con ellos. Se trata de encontrar un equilibrio en el que los niños no vean su autoestima afectada, pero que tampoco crean que siempre van a ganar.
Para lograr lo anterior de manera efectiva, los juegos de mesa y los deportivos son los que mejor enseñan a nuestros hijos a ganar y a perder. Es decir, a través del juego diario podemos fomentar el valor del esfuerzo y también la persistencia para obtener lo que se desea. Los niños aprenden de manera efectiva muy rápidamente a través de la imitación y eso lo obtienen con el juego.
Un ejemplo de este esfuerzo es el que se da cuando los niños aprenden a ir en bici: primero deben ir en triciclo, luego ya con los ruedines y, por último, sin pedales. En este caso, por ejemplo, es importante hacerles ver a los niños que no porque se caigan una vez, ya deben dejar la bici de lado. Todo lo contrario: deben esforzarse y, finalmente, conseguirán ir en bici como auténticos profesionales. Así, les enseñamos que equivocarse está bien y que debemos aprender de los errores.
Otro ejemplo es cuando estamos jugando a un juego de mesa. Cuando los niños van perdiendo, es muy posible que se enfaden y que empiecen a protestar, incluso a tirar los tableros y alejarse de la zona de juego. En este caso, es relevante hacerles ver que, cuando ellos van ganando, no se quejan, pero que no hacen lo mismo cuando es al revés. Así que debemos trabajar con ellos para que aprendan a reconocer y a gestionar sus emociones, a la vez que les hacemos ver que lo importante no es ganar, sino pasar tiempo con la familia.
Aun si con esta reflexión el niño no cambia de actitud, es muy saludable darle un tiempo fuera del juego para que gestione esta emoción negativa que está sintiendo. En ningún caso, sin embargo, los padres debemos parar el juego, ya que esto le daría el poder al niño de decidir cuándo empieza y cuándo acaba el juego. Es dejarle claro que solo se trata de un tiempo fuera.
Valorar el esfuerzo que hacen nuestros hijos es fundamental para que estos crezcan en valores como la perseverancia. Hacerles ver que en la vida todo es una competición y que solo siendo los mejores llegarán al éxito es un error de muchos padres que, lejos de ayudarles a ser exitosos, solo mina la autoestima infantil y destruye los vínculos familiares.
Por qué NO se debe fomentar la competitividad en los niños
La competitividad, lejos de ayudarnos a ser los mejores, tiene graves consecuencias, sobre todo, en el desarrollo infantil. Por un lado, exigir a los niños mucho y educarles para que sean competitivos, puede llevar a una gran falta de autoestima. Cuando un niño ve que es incapaz de cumplir con lo que se espera de él, siente que no tiene la capacidad suficiente para realizar las tareas que se le encomiendan y se ve minimizado.
Por otro lado, esta sensación de no poder cumplir con lo que le exige, puede afectar al vínculo entre padres e hijos, ya que estos se sentirán alejados o poco valorados por sus figuras de referencia. A los niños se les queda la idea grabada de que sus padres solo los querrán si siempre sobresalen en la escuela, en el deporte o hasta en casa, por ejemplo.
Las comparaciones también merman a los niños y más cuando son entre hermanos. Situaciones como: ‘Tu hermano ya obtuvo una medalla en atletismo y tú llegas en último lugar’, lejos de estimularlo a mejorar puede mermar en su autoestima, ya que al compararlo el niño pensará que valoran más a su hermano o a cualquier otra persona por los resultados obtenidos y no por sí mismo.
Para evitarlo se debe dejar de lado la competitividad como recompensa o como el único camino para ser reconocido como alguien exitoso. El éxito de los niños se mide de distintas maneras, quizá un pequeño sobresale más en matemáticas pero para las manualidades no es experto y habrá otros que en el arte encontrarán mayores logros que en los deportes. De ahí que la competitividad entendida como camino para triunfar está mal aplicada.
Los valores que SÍ se deben potenciar: la perseverancia y el esfuerzo
Los especialistas siempre recomiendan centrarse en el proceso y valorar el esfuerzo, más que en el resultado final. Así, es importante que los padres dejemos de poner el foco en el ‘tienes que ganar’ y cambiarlo al ‘vas a esforzarte’. Del mismo modo, debemos reforzarles la idea de que confiamos en ellos, de que sabemos que van a hacer todo cuanto puedan para conseguir lo que se proponen. Sin embargo, también debemos reforzarles la idea de que no siempre van a ser los primeros en todo. Y está bien…
Adicionalmente, también debemos enseñar a nuestros hijos a identificar la sensación de orgullo que nos invade cuando hacemos las cosas bien hechas, independientemente del resultado final. Esta emoción de orgullo, la sensación de satisfacción es de energía alta y hará que los pequeños de la familia se sientan mucho mejor aún cuando no consigan ser los primeros.
Hacer énfasis en que lo que logren es por su propio mérito, por sí mismos y que es el resultado de su propia persistencia, que no importa si ganan una competencia o si no sacan una nota sobresaliente en algún examen o materia del cole. Los niños que comprenden que sus logros son resultado de su propio esfuerzo entienden que es el camino para aprender a valorarse a sí mismos.
Estos dos valores son los que deben fomentarse siempre en los niños y no porque la competitividad en sí misma sea mala, no, pero entendida como la única manera de llegar al éxito es lo que no beneficia a un pequeño que aún está desarrollándose, porque afectará su manera de tolerar la frustración y siempre tendrá la sensación de no poder complacer a quienes le presionan. ¡Evítalo siempre!
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