Explicamos las claves del bienestar emocional y los enemigos de la felicidad tras el Blue Monday
Por Noemí Valle
El Blue Monday no es el día más triste del año por muchas campañas de marketing que nos intentan convencer de lo contrario. La cuesta de enero, las estrecheces económicas a raíz de la Navidad y el mero hecho de que empieza la semana, no implican que nuestro bienestar emocional se tenga que ver alterado, aunque como explica Silvia Álava, doctora de psicología clínica y salud: “al tener una idea en la cabeza preestablecida de que algo va a salir mal, hace que vayamos buscando la acción que lo confirme.” El mero hecho de creer que un día va a ser catastrófico llega a ser el móvil que desencadena una fecha gris.
Silvia Álava expone todos esos enemigos de la felicidad y los métodos para poder incrementar el bienestar emocional en su último libro: ¿Por qué no soy feliz? (Harper Collins). Hace hincapié en la amistad y la familia como red de apoyo y de disfrute, así como en la importancia de practicar el autocuidado, mirándonos desde el prisma de la comprensión, huyendo de esa manía del ser humano de fustigarse por los fallos cometidos, hablarnos a nosotras mismas como lo haría una amiga. Ahí lo entendimos todo. Hay que tendernos la mano, no ponérnosla en el cuello.
Hablas de que, en las redes sociales, colgamos únicamente la proyección de nuestra vida. Un universo donde se tiende constantemente a compararse con los demás, precisamente porque todo lo que aparece son vidas idílicas. ¿Es posible vivir una vida plena si estás rodeada de estímulos inalcanzables que parece que no dejan de devaluar la tuya?
Yo creo que sí, es que va depender muchísimo de otros factores como nuestras variables de personalidad. En unos capítulos del libro lo que decimos es: “si quieres ser infeliz, espía a tu vecino”. Hoy en día basta que te asomes a las redes sociales y ahí no todo el mundo, pero sí un gran porcentaje de la gente, sube una vida proyectada maravillosa que parece que siempre están de vacaciones o haciendo cosas chulas, sin rastro de fotos en las que alguien salga un poco mal. Esto es un problema cuando entramos en la comparación social, en “yo soy menos que los demás, yo hago cosas menos interesantes” o cuando las usamos como “anestesiador emocional”, es decir, para evadirnos de nuestros propios sentimientos, para no nos damos ese permiso a sentir y ver que es lo que nos pasa y conocer nuestro interior para aprender a estar mejor con nosotros mismos.
¿La imposición de la felicidad permanente o esa necesidad que nos crea la sociedad de ser felices a toda costa, donde no hay cabida para la tristeza, nos hace más infelices?
Nos hace más infelices en el momento que nos hemos creído que esto era posible. Si realmente nos hemos pensado que la felicidad es estar todos lo días bien, haciendo cosas que nos gustan, maravillosas y estupendas vas a comprar todas las papeletas no solamente para ser infeliz sino para estar bastante mal, porque la vida tiene cosas agradables y cosas desagradables, incluso aunque tengas el trabajo más maravilloso del mundo, algún día tendrás que hacer cosas que no te apetezcan. La felicidad va más de entender cómo me estoy sintiendo, de comprender y saber regular esas emociones más desagradables para que no me atrapen y potenciar las emociones agradables y de vivir en calma, a gusto con nosotros mismos siendo coherentes con nuestros valores, con la persona que somos.
Algo que me parece muy interesante también, es la felicidad hedónica que en cierto modo va ligado a la clase social, porque es evidente que ciertas experiencias que nos prometen la felicidad: viajes, restaurantes, etc., no son asequibles para todos los bolsillos.
Esa felicidad hedónica ese “quiero hacer cosas muy chulas” no tiene que estar solamente asociado al tema económico de “voy a comer a un restaurante, me voy de viaje”, puede ser también: “hago un plan con los amigos que es gratis”. Es esa sensación de “tengo que hacer cosas y hacer cosas agradables”, no significa que no esté bien, pero si que hay que completar con esa parte de la felicidad más pseudo armónica, saber que estás construyendo algo para el futuro, más allá de hacer cosas simplemente divertidas, que por supuesto hay que hacerlas, sino la vida sería bastante aburrida.
Hablas también en el libro sobre el director o directora que llevamos dentro, a veces capaz de crear auténticos dramas y otras veces situaciones ideales y optimistas, aunque muy improbables. ¿En qué momento el exceso de fantasía puede llegar a suponer un problema?
Hay personas que se crean tal cantidad de películas mentales que ya tienen series autobiográficas con varias temporadas, (ríe). La fantasía no es mala, pero llega a ser un problema cuando vivimos en el temor continuo de que pase algo malo, que fallemos en el trabajo, y que luego nos echen, y tener que irnos de nuestro piso…,ahí es cuando me creo una película mental que no me está aportando ningún tipo de emoción agradable y que encima ni siquiera sé si va a ser real, parte de una magnificación de una situación.
A veces somos nosotros nuestro principal enemigo y sufrimos inútilmente. Esto de: “ponte en lo peor y así luego estás preparado”, no es verdad, no previene. Cuando te pones en lo peor, en el hipotético caso que pase, ya has sufrido dos veces, desde que te empezaste a poner en lo peor hasta que pasó, y además, cuando pasa ya no te queda ni fuerza, ni energía para enfrentarte a ese problema; y si no llega a pasar has perdido la oportunidad haber estado haciendo otras cosas más divertidas o agradables.
Sobre el blue monday, ¿es posible que este malestar general en la población que se espera en dicha fecha, a pesar de no tener ninguna base científica pueda llegar a crearse? ¿Podemos llegar a contagiarnos de todas esas emociones negativas por el mero hecho de que se espera que las tengamos?
Es una pregunta muy interesante porque el Blue monday no lo ha creado ningún psicólogo ni nadie de salud mental, sino una empresa de marketing para vender billetes de avión. En psicología hay una cosa que se llama el sesgo cognitivo que consiste en que nosotros no podemos procesar toda la información que nos rodea y muchas veces los estímulos que procesamos son los que vienen a confirmar la hipótesis que yo tengo. Yo me levanto el lunes diciendo: “va a ser un mal día” y entonces lo que ocurre es que las cosas buenas no las proceso, pero las malas sí. Se atasca la cafetera e inmediatamente pienso: “ya sabía que hoy iba a tener un mal día” o se estropea el ascensor y pienso: “claro, es que es el Blue monday”. Son cosas que pueden pasar cada día pero al tener una idea en la cabeza preestablecida de que algo va a salir mal, hace que vayamos buscando la acción que lo confirme.
¿Cuáles dirías que son las claves para conseguir un bienestar emocional?
Va a depender muchísimo de cada persona y su personalidad, pero podemos hacer muchas cosas para encontrarnos bien. Lo primero de todo, una red social activa y buena. Los amigos son un tesoro en la vida e incluso hay muchos estudios que hablan de que son un protector ante una enfermedad mental. Tener una buena red de apoyo que nos escuche en un determinado momento, con la que podamos ventilar las emociones, crear y hacer cosas agradables y divertidas es muy importante, así como la familia, que también es una fuente de emociones.
También es importante invertir en los pilares básicos del edificio, si no dormimos bien, si no nos alimentamos de forma sana y si no hacemos un mínimo de deporte y nos movemos, es más complicado. Hay que intentar potenciar al máximo las emociones agradables, haciendo cosas que nos gustan, siendo amable con los demás, agradecidos, poniendo el foco en todo aquello que tenemos, huir de la rumiación, que psicología nos referimos a eso de estar dándole vueltas una y otra vez a las cosas, y sobre todo, practicar el autocuidado. Es necesario cuidarnos a nosotras mismas igual que cuidamos a los demás. Una de las técnicas que explico en el libro es probar a hablarte como si fueras una amiga, evitar decirse a una misma “¿cómo has podido ser tan tonta?, porque a una amiga no le diríamos eso, sino: “ha sido un error, cualquiera se puede despistar, etc”. Dejar de tratarnos con toda esa inquina. No fustigarnos.
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