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Desconectar y reconectar con uno mismo

Todos hemos sentido alguna vez que no podemos más, que nuestras “baterías” se agotan y que no somos capaces de seguir con nuestra vida… No obstante, nuestras obligaciones “nos pueden”, y al final continuamos adelante sin escuchar a nuestro cuerpo.

¿Qué nos ocurre cuando no escuchamos a nuestro cuerpo? Cuando negamos nuestras emociones, diciendo que “no pasa nada, yo puedo…”

 Lo más probable es que en lugar de mejorar la situación, la empeoremos. Por negar una emoción esta no desaparece, lo más probable es que termine saliendo en forma de “estallido emocional”, haciendo o diciendo algo de lo que luego nos arrepentimos, o en un bajo estado de ánimo, depresión, ansiedad, o en un problema somático, por ejemplo, dolor de cabeza o problemas gastrointestinales.

Sin embargo, lo que es aún más peligroso es negar nuestras necesidades. Por ejemplo, no escuchar a nuestro cuerpo cuando necesita descansar. ¿Qué es lo que nos ocurre? Que el cansancio se puede trasformar en fatiga. La diferencia es fundamental, dado que cuando estamos cansados, tras descansar, nos sentimos mejor. Sin embargo, con la fatiga es diferente. El descanso deja de ser efectivo y seguimos igual de fatigados.

Todos necesitamos tiempo de descanso, y también un tiempo para regular las emociones, cuando nos han ocurrido acontecimientos desagradables, y no hace falta que sean grandes traumas, sino las situaciones desagradables del día a día.

El hecho es que, nos cuesta pararnos a valorar cómo nos sentimos, es más, en ocasiones tenemos tanto miedo a reconocer que estamos sintiendo algo desagradable, que lo intentamos tapar de cualquier forma, y para ello, tiramos de, por ejemplo, dispositivos electrónicos, para entretenernos e intentar tapar esa emoción desagradable. Es decir, utilizamos el móvil como un “chupete emocional”. Con los niños hacemos lo mismo, para evitar que experimenten emociones desagradables les dejamos el móvil o la Tablet para que se calmen, no se aburran, no se enfaden, no estén tristes…

Se trata por tanto de perder el miedo a reconocer lo que estamos sintiendo. Etiquetar esa emoción. Ponerla nombre es el primer paso para poder regularla. Estoy cansada, triste, agotada… investigando el porqué, cuál es la causa de mi emoción, quizás es porque tenemos una sobrecarga de trabajo, no sólo a nivel laboral, sino de tareas de la casa, más las obligaciones familiares… y como consecuencia, eso hace que no me apetezca , como, por ejemplo, practicar deporte, quedar con un amigo o amiga para desahogarme…

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