Ser feliz no implica estar alegre todo el día

Ser feliz no implica estar #alegre todo el día, sino que está más relacionado con entender las #emociones, saber lo que nos ocurre, el porqué y cómo manejarlo, todas ellas, habilidades de la inteligencia emocional

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¿Cómo sobrevivir a los terribles 2 de tu hijo sin perder los nervios?

Es posible afrontar las rabietas desde el respeto y evitar que tus hijos se contagien, aunque aún no hayan cumplido todavía los 4 años.

ROCÍO NAVARRO MACÍAS

Si hay algo que define dos años, también conocidos como los terribles 2, son las rabietas. La etapa comprendida entre los 24 y los 36 meses se caracteriza por episodios recurrentes de enfado, llantos y gritos. Un periodo que puede ser todavía más desafiante si entra en la ecuación un segundo hijo que aún no ha cumplido los cuatro años. 

Aunque estos capítulos pueden hacer perder los nervios hasta a los padres de espíritu zen, forman parte del desarrollo evolutivo normal de los niños. Manejar la reactividad personal y ayudar a los pequeños a salir de estos momentos de forma digna son aspectos clave para evitar que las pataletas se contagien.

“Las mal llamadas “rabietas” no son demostraciones de poder, sino expresiones emocionales completamente naturales y normales, fruto del desarrollo emocional de una persona”, comparte Tania García, educadora sociofamiliar y autora del libro sobre autoestima infantil Quiérete mucho (Vergara, 2022). Tomando una perspectiva amplia de la situación, se trata de un gran cambio para los pequeños que comienzan a ser conscientes de que son seres independientes.

“En torno a los dos años hay un momento evolutivo que es muy bonito para los niños, van desarrollando la conciencia de que son personas, que importan y pueden expresar su opinión… Como no saben regularse, la forma de sublebarse y reivindicar su sitio es la rabieta”, explica Silvia Álava, psicóloga clínica y de la salud y autora de El Arte de Educar Jugando (J de J editores, 2021).

El porqué de las rabietas

Cuando se siente frustrado, cansado, triste, con miedo, enfado… no tiene otro mecanismo

Cuando los niños comienzan a sentirse independientes, también se topan con la realidad de que no todos sus deseos pueden cumplirse y, entonces, se desata la tormenta. “Lo habitual es que en torno a los dos años todos los niños tengan rabietas. A los 3 ó 4 años empieza a madurar dentro del cerebro lo que se llama la red de control ejecutivo o, en otras palabras, la capacidad de regulación emocional. Antes de ese momento, cuando un niño entra en una fase de rabieta no sabe salir, es materialmente imposible”, comenta Álava.

Por ello necesitan a sus padres para superar estos capítulos. “El cerebro de una niña o un niño es puramente emoción y como tal, cuando se siente frustrado, cansado, triste, con miedo, enfado… no tiene otro mecanismo que gritar, patalear, llorar…”, analiza García.Lee también

Este tipo de situaciones se tornan más problemáticas cuando los adultos malinterpretan los hechos o la propia rabieta merma sus recursos y paciencia. Ser consciente de que los niños no entran en ellas por molestar, ni fastidiar es fundamental para que los padres las resuelvan de forma adecuada. 

“Si las personas adultas estigmatizamos esas expresiones viéndolas como algo perjudicial o una lucha de poder, tan solo conseguiremos aportar una educación emocional nula, sin permitir que los niños vivan sus propios sentimientos”, continúa la educadora.

¿Y si hay dos pequeños?

Cuando las rabietas de los menores acaparan la atención los más mayores las replicarán

Los hermanos mayores suelen ser modelos para los más pequeños, pero cuando las rabietas de los menores acaparan la atención de los padres, los más mayores pueden replicarlas para reclamar el interés de sus padres. Lee también

“Cuando tenemos varios hijos es interesante que reciban siempre más atención en positivo que en negativo. Es decir, que los progenitores no se centren en el enfado y eviten así que la rabieta tenga esa ganancia secundaria de dejarlo todo para intervenir”, recomienda Álava. Además de actuar con calma y conocimiento, es importante tratar a los hijos de forma individualizada. “Cada hijo necesita que pasemos aunque sean unos minutos a solas, aportándoles el acompañamiento emocional personalizado que necesitan de sus padres”, aconseja García.

¿Cómo manejar las rabietas?

Si tu nivel de tolerancia comienza a flaquear, abandona el conflicto unos minutos

Cuando las rabietas se cuentan por varias al día, durante semanas o meses, es normal que a los adultos les sobrepase la situación. La razón se encuentra en el umbral de tolerancia a la frustración. “Son varios los motivos que pueden hacer que un adulto pierda los nervios. Primero, porque son situaciones desagradables y, segundo, porque como adulto mantienes una planificación del día y 15 minutos de rabieta pueden romperla. En otras palabras: ‘Me frustro porque las cosas no salen yo creía que tenían que salir”, explica la psicóloga. Lee también

Para elevar este umbral es importante practicar el apego seguro, lo que implica nombrar la emoción y pedir ayuda. “Parar, analizar el motivo de la reacción e identificar la emoción que sentíamos en ese momento ayuda a explicar la reacción, pero no desde la culpa. Nos hace ver de forma lógica que existe una causa y una consecuencia. Esto aporta opciones para no volver a cometer el error o, al menos, intentar evitarlo”, indica Álava.

Si el adulto siente que su nivel de tolerancia comienza a flaquear, puede ser de ayuda abandonar el conflicto durante unos minutos para evitar ponerse al nivel de los pequeños. Esta herramienta debe abordarse no como un castigo, sino como una búsqueda de calma. La experta aconseja utilizar frases como: Cuando me gritas o me pegas no me gusta, me haces daño y me tengo que ir un momento. “Si te quedas dentro, lo más probable es que te enciendas a nivel emocional y acabes con un grito y de la peor forma. Es importante respirar y volver con otra actitud para ofrecerles una salida digna”, concluye Álava.

FUENTE: lavanguardia.com

¿Cómo potenciar el sentido del humor en nuestros hijos?

El sentido del humor permite aumentar el optimismo y autoestima de nuestros hijos, nos ayuda en su crianza y en el hogar.

Por Silvia Sánchez de Educar es Todo

El sentido del humor es una excelente herramienta educativa. La risa nos proporciona energía, conexión con los demás, creatividad y optimismo. El humor ayuda a buscar alternativas, a pensar de forma racional y nos proporciona sentimientos positivos de alegría y gozo. En este artículo veremos qué beneficios tiene y cómo fomentarlo en nuestros hijos.

Qué beneficios tiene el sentido del humor en nuestros hijos

El gran Carles Capdevila mencionaba en una de las ponencias de un evento Educar es todo, que “uno de los principales problemas que tenemos los padres hoy en día es que hablamos de la educación de nuestros hijos muy preocupados. Nos lo tomamos muy en serio y eso es muy importante, pero casi preferimos estar angustiados a estar alegres”. Frente a esta actitud, subraya que “cuando eduquemos y cuando hablemos de la paternidad y la maternidad, creo que es importante que intentemos buscar esta sonrisa, esta alegría, la espontaneidad, la naturalidad. Que nos levantemos por la mañana diciendo: “Esto es muy difícil, pero vamos a divertirnos”.

Por su parte, la psicóloga Silvia Álava en su libro “queremos que crezcan felices”, menciona que el sentido del humor es un recurso que se puede trabajar con nuestros hijos desde que son pequeños. Algunos beneficios que propone son:

  • Aprendemos a relativizar los problemas. Cuando utilizamos el humor en los conflictos confrontamos nuestra interpretación de la realidad. Lo importante no es lo que nos pasa, si no la interpretación que hacemos sobre ello. Somos los reporteros y reporteras de nuestras vidas.
  • La risa, y el sentido del humor nos centra en el aquí y el ahora. Es el mindfulness de los niños. Es más, los efectos cerebrales de la meditación y del humor son parecidos, pues se producen altos niveles de ondas gamma, que permiten una mejor sincronización neuronal de distintas áreas cerebrales destinadas a la atención, a la memoria de trabajo, al aprendizaje…”
  • La risa nos conecta con los demás, potencia la proximidad, la amistad y el amor. Y además predispone a la cooperación, al buen ambiente, reduce la agresividad y facilita la comunicación.
  • La risa es fundamental para la salud mental. Reduce la ansiedad, el estrés y la depresión. No se trata de querer estar todo el rato riéndose, pero dejar hueco a la risa en nuestro día a día nos ayuda a vivir la cotidianeidad con más alegría, optimismo y energía.
  • La risa refuerza la autoestima y el autoconcepto. Reírse de uno mismo, de nuestros errores, nos ayuda a aceptarnos mejor, a entender nuestra imperfección sin complejos y a seguir adelante.

Cómo potenciar el sentido del humor

El sentido del humor nos acerca a los otros y reduce las tensiones en los grupos, también en nuestra familia. Silvia Álava nos propone algunas acciones para fomentar este hábito en nuestra familia:

  1.  Generar buen ambiente. Las madres y padres debemos aprender a reírnos de las situaciones cotidianas en lugar de enfadarnos. La confianza es la clave.
  2.  Aprender a reír. Se puede aprender a desarrollar el sentido del humor, ya que este no es una capacidad innata. Para que nuestros hijos lo utilicen es necesario que tengan un buen modelo y ahí nosotros jugamos un papel clave.
  3.  Afrontar los problemas desde el sentido del humor. Silvia nos menciona que necesitamos relajarnos, pensar qué haría otro en nuestro lugar y cómo nos ven los demás. Mostrarle al niño que cuando uno aprende a reírse de sí mismo relativiza el problema y se predispone a solucionarlo de forma positiva.
  4.  No todo vale, tampoco para reírse. Los valores, y especialmente el respeto, son los pilares de la educación. Y la risa también debe sostenerse por esos valores. Es importante enseñarles a reírse de sí mismos y enseñarles a reírse con los demás, pero no de los demás. El respeto hará que no se rían de una estrepitosa caída de la que son testigos, pero les hará capaces de reírse con un amigo cuando este afronte con humor una caída.
  5.  No queramos ser dramáticos con los contratiempos del día a día. Imagina que la deliciosa cena que estabas preparando se quema. Una verdadera pena, sí, pero podemos vivirlo de dos maneras: como un drama que se une a todos los problemas que hemos tenido durante el día y demuestran que “hoy no es nuestro día” o con lógico fastidio pero decidiendo salir de este dramatismo para lamentar que, vaya, “así no me van a aceptar en Masterchef”. En el fondo, todos los pequeños contratiempos son oportunidades para dramatizar o para aprender y reír. Y no podemos elegir qué nos va a pasar durante el día, pero tal vez si podamos decidir con qué actitud vamos a vivir eso que nos pasa.

Será importante promover el humor y la risa durante toda la vida, ya que en ocasiones, esas ganas de bromear y jugar desaparecen con la edad, dando lugar a los reproches y enfados.

FUENTE: elperiodicodearagon.com

¿Cómo podemos explicar la guerra a los niños?

¿Debemos ocultarles la realidad de la guerra a nuestros hijos? ¿Qué podemos hacer si sienten miedo? Os resolvemos vuestras dudas

Por Alicia Mendoza

Todos y todas estamos expuestos a la información que llega sobre la guerra en Ucrania, también nuestros hijos. Los niños y niñas son conscientes de que algo malo está pasando: lo escuchan en nuestras conversaciones, se lo dicen en la escuela, se lo cuentan sus amigos o lo oyen de refilón en el telediario.

Ante esta situación tan grave que está sufriendo este país, ¿debemos ocultárselo a nuestros hijos? ¿Cómo podemos contarles la guerra sin que sufran?

No debemos ocultarles la situación de guerra

Debemos tener en cuenta que nuestros hijos nos miran y observan su alrededor constantemente. Ocultarles esta realidad que está sucediendo no es una buena opción, pues de alguna forma acabarán enterándose, ya se por algún comentario que hagamos, por la televisión o porque lo comentan con sus amigos. «Ellos son los primeros que se están dando cuenta de que está ocurriendo algo. Plantearnos la opción de protegerles y de que es mejor que no se enteren de nada, no va a ser viable, porque con esa capacidad de observación que tienen se dan cuenta de que están ocurriendo cosas», comenta la psicóloga Silvia Álava.

La clave está en usar un lenguaje adaptado a su edad

Si a nosotros como adultos nos cuesta entender la complejidad de la invasión al país ucraniano, para los niños va a ser aún más complicado comprenderlo. Por eso, Álava recomienda «explicarles y traducirles en todo momento lo que está ocurriendo en un lenguaje que ellos sean capaces de entender». «Tenemos que codificar: ellos tienen una capacidad de observación muy grande, pero no tanto a la hora de poder entender lo que está pasando. Así que necesitan que se lo expliquemos en un lenguaje adecuado a su edad: si tenemos un hijo de 2 años, pues de 2 años, si tenemos de 5, de 5; si tenemos de 7, de 7 años…», añade.

Nuestros hijos e hijas tendrán muchas preguntas sobre la guerra. Aunque nosotros no tengamos todas las respuestas por toda la incertidumbre que hay, debemos responder a aquello que nos pregunten, y si no les sabemos responder, podemos decirles con sinceridad que no sabemos la respuesta, pero que podemos buscarla juntos. «Es muy importante que vean que cualquier inquietud que puedan llegar a tener, se las vamos a ir contestando. Porque si ellos ven que si nosotros, los adultos de referencia, no les contestamos las dudas, van a ir a buscarlas a otros sitios, y lo más probable es que se metan en redes sociales o en Internet», señala la psicóloga.

Evitar que vean imágenes de guerra

Aunque debemos se sinceros con nuestros hijos y no ocultarles lo que ocurre, sí que debemos evitar que vean imágenes de guerra en las que solo van a descodificar terror y horror. Por eso, Álava comenta que una cosa es contestarle a sus preguntas y «no dejarle al margen de lo que ocurre en el mundo» y otra cosa es dejar vía libre para que le lleguen imágenes de guerra, ya que «si son imágenes muy duras para un adulto, lo son más para un niño». «Sabemos que esas imágenes pueden tener un impacto emocional muy fuerte. Vamos a evitar que las vean», recomienda.

Si nuestros hijos tienen miedo de la guerra, ¿cómo podemos ayudarles?

Ante una situación tan horrible como es la guerra, nuestros hijos pueden sentir diferentes emociones, tales como miedo, tristeza o enfado. Cuando tengan estas reacciones, como padres y madres debemos acompañarles en estas emociones. Para ello, el primer paso, es validar su emoción. Álava nos proporciona un ejemplo de cómo podemos hacerlo: «Es normal tener miedo, porque es una guerra. Todos tenemos miedo cuando hay una guerra. Es normal que estés triste e incluso es normal que estés enfadado porque no entiendes por qué alguien quiere invadir un país». Debemos evitar decir expresiones como «no tengas miedo» «no pasa nada, eso está muy lejos», porque con ellas invalidamos sus emociones y no les permitimos vivirlas.

Tras escucharles y validar su emociones, podemos buscar alguna forma de calmarlas. Una forma de hacerlo es, más allá de contarles con un lenguaje adaptado la desgracia que está sucediendo, explicarles que también hay gente buena que está ayudando y que no se puede perder la esperanza. Incluso podemos hacerles sentir partícipes de alguna forma de ayuda para el pueblo ucraniano. Álava comenta que pueden buscar con nosotros una ONG que recoja alimentos o ropa para que nuestros hijos, al donar algo, puedan también sentir que están aportando su granito de arena.

FUENTE: La Opinión de Zamora

Cómo sustituir castigos por consecuencias: 6 ejemplos prácticos

Casos en los que se puede sustituir un castigo desproporcionado a los hijos por una consecuencia lógica

Por Alicia Mendoza Martín

Cada vez más, padres y madres apuestan por una crianza sin castigos.

Se suele pensar que este tipo de educación está libre de normas, de límites y de consecuencias. No es así. Los actos que cometen tanto los niños como los adultos conllevan ciertas consecuencias.

El objetivo de aplicar consecuencias ante sus actos no es hacerles sentir mal, ni imponer una pena desproporcionada e ilógica como hace el castigo, sino que el objetivo es hacerles entender poco a poco que sus actos siempre tienen consecuencias sobre los demás. Las consecuencias buscan un aprendizaje, los castigos son solo punitivos.

Como ya te contábamos en este artículolas consecuencias pueden diferenciarse en naturales o en lógicas. Las naturales son aquellas que suceden por una causa-efecto natural. Por ejemplo, si nuestro hijo no hace los deberes, la consecuencia natural es que al día siguiente no los va a llevar hechos al cole. En las consecuencias lógicas intervenimos los padres para guiarles y ayudarles a reflexionar sobre sus actos. Para poder aplicarlas, deben cumplir estos puntos:

  • Han de estar relacionadas con la conducta que queremos corregir.
  • Tenemos que haberlas comentado y llegado a un acuerdo antes con el hijo.
  • Han de ser respetuosas con ellos.
  • Han de ser proporcionadas a la conducta que se quiere corregir.

Aunque mediante nuestra intervención los hijos van a ir aprendiendo y asimilando sus conductas, debemos acercarnos a la raíz del problema más allá de aplicar consecuencias lógicas. ¿Por qué nuestro hijo tiene esa emoción? ¿Tiene sus necesidades cubiertas? ¿Por qué expresa su rabia, por ejemplo, contestándonos mal?

Os dejamos con algunos ejemplos prácticos donde podemos sustituir un castigo desproporcionado por una consecuencia lógica.

1. ¿Qué consecuencia lógica podemos aplicar cuando nuestro hijo pequeño da una mala contestación, con mal tono o se enfrenta a nosotros?

Desde la infancia hasta la adolescencia nos encontramos a veces que nuestros hijos nos contestan mal, nos insultan o quieren enfrentarse a nosotros. Puede que quizás se nos venga a la mente que ante esta falta de respeto debemos mandarles directamente a su cuarto castigados. Pero podemos hacerle ver que hay que cambiar esos malos gestos desde las consecuencias lógicas de sus actos.PUBLICIDAD

Silvia Álava, psicóloga infanto-juvenil, nos cuenta que podemos plantear a nuestros hijos que al habernos tratado mal, como consecuencia no nos apetece estar con ellos durante un ratito. “Tienes que entender que ahora mismo y durante un ratito, no me apetece hablar contigo porque me has insultado y no me has tratado con respeto. Entiende que yo necesito un espacio para que se me pase”, nos cuenta Silvia sobre cómo abordarlo con ellos. Es posible que, si nuestro hijo está enfadado, no reaccione ante nuestras palabras. Por eso, debemos darles tiempo también a ellos para que se calmen y puedan entender nuestra perspectiva.

Asimismo, les podemos plantear una comparativa para que entiendan el daño que nos ha hecho al faltarnos al respeto. “Imagínate que un amigo en el colegio te trata mal, te empuja y te pega. Luego te dice: vente a jugar conmigo. ¿Te apetece jugar con él? No, verdad. Necesitas un tiempo hasta que se pase y te pida perdón”, ejemplifica Álava. De esta forma, permitimos que los hijos reflexionen sobre sus actos y como nos dice Álava, que “vayan aprendiendo la dinámica del mundo, las reglas no escritas de la sociedad”.

2. ¿Qué consecuencia lógica podemos aplicar si les digo de hacer algo, lo repito mil veces y no lo hacen? (Si no hacen sus deberes, si no se quieren duchar, si no recogen su habitación…)

Nos habremos encontrado en esta situación. Les decimos a nuestros hijos: “Cariño, ¿puedes recoger tu habitación?” Pasa un tiempo y vemos que no lo ha hecho. O incluso se lo hemos repetido mil veces y no nos ha hecho caso. Si no hacen sus deberes, como consecuencia natural, al día siguiente irán a clase sin haberlos hecho; si no se quieren duchar, no irán limpios al día siguiente; y si no recogen su habitación, la tendrán desordenada y vivirán en un pequeño caos. ¿Cómo podemos actuar los adultos para que vayan aprendiendo que tienen que hacer sus tareas sin imponerles castigos?

Silvia ve que estos escenarios los podemos plantear así: podemos explicarles que, al no haber hecho la tarea que tenían pendiente, se les ha acabado el tiempo para hacer la tarea siguiente que tenían muchas más ganas de hacer (jugar, leer, ver la tele…). “Cuando yo te digo una cosa y no lo haces a la primera, ¿sabes lo que pasa? Que luego no nos queda tiempo para jugar, para poner la tele, para hacer algo juntos. Ahora no da tiempo, porque lo perdimos cuando lo gastaste no recogiendo la habitación, no queriendo ir a la ducha”. De esta manera, Álava explica que no se trata del “como no me has obedecido, te quedas sin la Tablet”, sino que es una consecuencia lógica por usar su tiempo de juego y de diversión en negarse a hacer las tareas: hemos usado todo el tiempo esperando a que recogieras la habitación y hoy no podremos jugar con la Tablet porque es la hora de dormir.

Nos explica la psicóloga que si sabemos que les cuesta realizar estas tareas (recoger, hacer los deberes…), vamos a poner otra más agradable tras ellas, y explicarles “desde la calma y la serenidad” que para hacer estas últimas nos tiene que haber dado tiempo a realizar las más duras antes. “Tiene que saber que tiene que tener los deberes hechos para que haya tiempo para la Tablet, para encender la tele…”. Al fin y al cabo, se trata de haber hablado con ellos antes y haber consensuado que, para que dé tiempo a coger los dispositivos electrónicos, se debe haber hecho las tareas antes.

Álava también señala que podemos usar la emoción de la sorpresa para que ellos vayan entiendo la lógica de sus actos. “¡Aaaaah! Pero si yo pensaba que esto ya no lo querías hacer, como no hiciste los deberes y teníamos muy claro que para hacer esto tenías que tener hecho los deberes…”

Asimismo, Álava remarca que, para que sea efectivo esto, en el día a día tenemos que prestar más atención cuando están haciendo una tarea que cuando no la están haciendo. Es decir, cuando decimos a nuestro hijo que recoja la habitación y lo hace, nosotros nos solemos ir a hacer otra cosa; por el contrario, cuando no quiere recogerla, nos quedamos ahí con él y le decimos “recoge”, “te he dicho que recojas”. Por eso, debemos poner nuestra atención más en positivo (nos quedamos con él cuando recoge su habitación) y no tanto en negativo (cuando no lo hace, no debemos prestarles la misma atención y repetirles mil veces “recógela”).

3. ¿Qué consecuencia podemos aplicar si pega a su hermano u a otro niño? 

Cuando un niño pega a alguien, esa otra persona, ya sea otro niño o un hermano, se va a sentir molesto, triste y dolorido. Lo primero que debemos hacer como padres es separarles y después les hablamos para que entiendan la situación en la que se encuentran. “A nadie nos gusta que nos peguen. ¿A ti te gustan que te peguen? No. Cuando tú pegas, es normal que tu amigo no quiera estar contigo”, ejemplifica Álava.

Es decir, la consecuencia lógica es que nuestro hijo no va a poder estar con su amigo durante un tiempo hasta que a la otra persona se le pase su emoción y pueda perdonarle. Si pega a su hermano, como padres y madres podemos decirle que se va a quedar un rato sin jugar con nosotros porque vamos a estar jugando con su hermano que está dolido y no quiere estar con él durante un tiempo.

Las consecuencias deben ir acompañadas con pedir perdón. “Perdonar implica que yo soy consciente de que te he hecho daño. Que no sea el pedir perdón porque así de esta forma ya te quitas las consecuencias, pedir perdón es para que aprendan cómo aliviamos el malestar de esa persona”, contempla Álava.

No hay que olvidar que los niños pequeños no tienen desarrollado por completo la parte de su cerebro que controla sus impulsos, por lo que es normal en su desarrollo natural que tengan impulsos de pegar o morder tanto a nosotros como padres y madres como a sus pares.

4. En cuanto a las pantallas, ¿cómo cambiar el castigo de “si te pasas de la hora, te quedas sin Tablet” a una consecuencia lógica?

Pongamos en situación que nuestro hijo ha estado con los videojuegos más de la cuenta o se ha quedado viendo la tele más tiempo del que tiene establecido.

Para que esto no vuelva a suceder, Álava señala que debemos explicarles claramente cuál es el horario de uso de las pantallas y su tiempo máximo. Asimismo, podemos avisarles cuando faltan cinco minutos para que estén con preaviso y sepan que deben dejarlo. “Y si se pasan de la hora, ahí sí que podemos decirles: confié en ti, tú me dijiste que lo ibas a apagar”. Es decir, en ese momento les explicamos nuestra emoción de decepción al ver que ha traicionado nuestra confianza. Como consecuencia, les podemos señalar que al día siguiente tendrám la Tablet, pero a su tiempo habitual se les restará el tiempo que estuvieron jugando de más.

5. ¿Y si suspende asignaturas por no haber dado un palo al agua?

Seguro que alguna vez hemos escuchado: hasta que no apruebes las asignaturas te quedas sin salir de casa, no vas a ver a tus amigos. Suena ilógico privar a alguien de necesidades como socializar por haber suspendido.

“No es lo mismo que haya sido un examen más difícil y no pasa nada por suspenderlo, frente al típico ‘bah, ya me lo sé’”, aclara Álava. Por eso, primero debemos averiguar junto a ellos por qué ha suspendido. En el caso de que nuestros hijos no hayan querido estudiar, les explicamos que van a tener que invertir más tiempo en sus estudios frente a lo que lo hacían anteriormente. Esto no significa privarle de hacer excursiones, tener vacaciones o salir con sus amigos, sino que se trata de invertir más tiempo de su día a día en estudiar. “No lo has estudiado cuando tocaba, ahora toca estudiarlo en el tiempo que tenías que hacer otra cosa. Si el hijo quiere coger la tablet, plantearle con lógica y coherencia: ‘no, a ti te toca estudiar más, ahora ese tiempo que estabas con las pantallas, lo tienes que invertir en estudiar’”, explica Álava.

6. Mi hijo se quita el cinturón o mi hijo me suelta la mano al cruzar. ¿Debo aplicar consecuencias o poner un límite?

Hay que hacer una distinción entre diferentes situaciones: las que conllevan peligro para el niño y las que no. Por ejemplo, en los momentos en los que nuestro hijo no quiere montarse en la silla del coche o quiere cruzar sin cogernos de la mano, reaccionamos, le damos la mano o le colocamos en la silla, y después les explicamos por qué es peligroso ir en el coche sin la silla o sin el cinturón. “Cuando tu vida corre peligro primero te salvo, y luego educamos”, señala Álava. Aunque nuestros hijos hagan pataletas y quieran ir libres, hay que establecer un límite muy claro que ellos también deben conocer. Con poca edad, la capacidad de razonamiento de ese niño o niña no está desarrollada, por lo que la explicación tampoco les servirá. Por eso, como sentencia Álava, “ante todo, protegerles ante estos peligros, aunque no les apetezcan darnos la mano”.

FUENTE: diariodemallorca.com

Centenares de docentes llenarán el Auditorio para innovar desde el corazón en las VI jornadas del profesorado Innovaedum.

No os podéis perder estas VI jornadas del profesorado Innovaedum donde participaré junto a Francesco Tonucci, Siro López, Catherine L’ecuyer, Pablo González-Conejero y Ruth Lorenzo son los ponentes de las VI jornadas del profesorado Innovaedum. Este encuentro que organizan Direcmur y el Centro de Profesores y Recursos Región de Murcia es la gran cita de la innovación en la educación. Se celebra el 5 de marzo en el Auditorio Regional Víctor Villegas de Murcia.

“Innovamos desde el corazón” es el lema. Además de las ponencias, este año se expondrán 17 microexperiencias educativas de éxito puestas en práctica en centros educativos de la Región de Murcia. De las jornadas y de otros temas relacionados con la educación ha hablado en ‘Las Noticias de la Noche’ el presidente de Direcmur, Rubén Escavy (mira la entrevista haciendo click aquí).

Más info en: http://www.educarm.es/plancentrodeprofesores

y en https://www.innovaedum.com/

Intervención en las Noticias de Antena 3 a raíz del alumno que apuñaló al profesor en un colegio de Murcia

La Policía encontró material inflamable en la mochila del alumno que apuñaló al profesor, aunque no llegó a utilizarlo.

Un alumno de 13 años apuñalaba este miércoles al profesor, de 41 año, en el colegio Monteagudo de Murcia. Las últimas novedades sobre este caso señalan a que este menor también había llevado a clase material inflamable, no solamente el puñal.

El joven había fabricado una especie de cóctel molotov casero. La Policía encontró ese material inflamable en el interior de la mochila del alumno, aunque no llegó a utilizarlo.

Durante los próximos 15 días el chico de 13 años no podrá venir a clase y el profesor ya ha recibido el alta hospitalaria. El Grupo de Menores de la Policía Nacional está investigando porque este alumno actuó así.

El alumno apuñaló al profesor cuando él se encontraba de espaldas, escribiendo en la pizarra, en mitad de la clase y delante del resto de los alumnos.

Además del objeto punzante, según confirman fuentes oficiales, también llevaba material inflamable en su mochila. El niño se estaba medicando y cuando llegaron los agentes lo encontraron, desorientado y aturdido. «Se dejan llevar por ese estallido emocional y hacen cosas de las que luego se arrepienten«, explica la psicóloga infantil Silvia Álava.

No es el único caso de violencia en las aulas, «probablemente debido a debido a la fatiga pandémica», comenta el psicólogo sanitario, Abel Domínguez.

Los expertos advierten del impacto que estas agresiones pueden suponer en los profesores, «puede sufrir desmotivación, aumento de estrés» y aseguran que puede afectar tanto a su calidad de vida como la enseñanza de los alumnos.

¿Llegas tarde a casa por trabajo? Qué hacer cuando la conciliación es imposible

La conciliación laboral, familiar y personal sigue siendo un mito para una gran mayoría de madres y padres

Por Marina Borrás

No os contamos nada nuevo si os decimos que la gran mayoría de personas que trabajan sufren una falta de conciliación laboral-familiar-personal que cada vez afecta más a su salud mental. Pero no solo a la suya; si son padres, también afecta a la salud y el desarrollo de sus hijos.

Es muy fácil caer en el mantra de que hay que pasar más tiempo con los niños y niñas, pero también poco realista. Imagino a una madre soltera que hace malabares para compaginar su trabajo, las tareas del hogar, el cuidado de otros familiares y la crianza de sus hijos riéndose (por no llorar) leyendo los consejos sobre priorizar la familia antes que el trabajo. Como si eso fuera tan sencillo. ¡Y encontrar tiempo para ella misma ni te cuento!

Y, entonces, ¿qué hacemos?

Madres, conciliación y carga mental

Los datos del Ministerio de Igualdad del Gobierno de España del último trimestre de 2020 demuestran una realidad desoladora: el 94% de las personas en activo que pidieron reducciones de jornada por cuidado de hijos o mayores fueron mujeres. Las mujeres representaron el 74,37% en el cómputo total de personas empleadas a tiempo parcial y el 89% entre quienes piden una excedencia por cuidado de hijos

Coral Herrera, comunicadora, escritora e investigadora, explica que “mientras los cuidados sigan en recargando nuestros hombros y sigan siendo sostenidos por las mujeres, nuestro mundo no va a cambiar, y necesitamos un cambio. Necesitamos tiempo para vivir, tiempo para criar, tiempo para ser nosotras mismas y necesitamos hacer realidad el mito de la conciliación, que hoy en día no es más que un mito, y además es una trampa que nos hace creer a las mujeres que podemos con todo, un poco a costa de nuestra salud física”.

Las consecuencias de la falta de conciliación en niños y niñas

En cuanto los efectos de esta falta de conciliación en niños y niñas, Iore Molero, responsable de la campaña de Unicef “Por la Conciliación Real”, declara que “la falta de tiempo tiene un impacto tremendo sobre los niños. Lo que hemos visto a través de la campaña es que los niños quieren estar con sus familias, echan de menos a sus padres. La falta de presencia de los padres y madres en el crecimiento de los niños puede desembocar en una peor gestión de las emociones y mayor inseguridad, entre otros problemas futuros”.

El psicólogo Alberto Soler añade que “una vez satisfechas el resto de necesidades básicas, los niños necesitan la presencia y cercanía de sus padres, y que éstos respondan de manera sensible a sus necesidades. Éstos son los ingredientes básicos para el establecimiento de una relación de apego”.

Sobre la trampa del tiempo de calidad

Sin embargo, Alberto Soler hace hincapié en que “los niños no necesitan un poco de ‘tiempo de calidad’, sino que necesitan tiempo, y por supuesto también que al menos parte de este tiempo sea “de calidad”, claro. Pero este concepto es muy tramposo, porque contrapone cantidad y calidad como si fueran incompatibles. Y no lo son; para que el tiempo sea de calidad no es necesario que hagamos nada muy especial, nuestras actividades cotidianas, vivir juntos y compartir tiempo ya tiene mucho valor y es fuente de aprendizajes y bienestar para nuestros hijos: hacer recados, la compra, preparar la cena, leer, ir al supermercado, dar un paseo…”.

“La gran mayoría (si no todos) preferiríamos poder pasar más tiempo con ellos”, admite el psicólogo, “pero muchas veces no podemos porque tenemos otras obligaciones, y parece que nos tenemos que consolar con esto del tiempo de calidad”.

“Sin embargo, creo que tiene más sentido tratar de organizarnos para poder disfrutar todo el tiempo posible con nuestros hijos, que seguir con nuestros ritmos frenéticos, consolándonos con la historia esta del tiempo de calidad; infancia sólo tienen una, estos años pasan muy rápido, y luego los echaremos de menos”.

Organizar el tiempo cuando se trabaja mucho

Como ya hemos dicho, y como el mismo Alberto Soler reconoce, muchas veces organizarse para trabajar, cuidar, encargarse de las tareas cotidianas, descansar y sobrevivir es “una verdadera yincana”.

«Muchos padres y madres tienen que lidiar con el sentimiento de culpa por no llegar a todo»

Silvia Álava – Psicóloga

A esto, la psicóloga Silvia Álava añade que “es muy difícil dedicar un tiempo de calidad a los niños si no pasamos un mínimo de tiempo con ellos, por ejemplo, los momentos importantes de la vida de nuestros hijos son fundamentales”. Cuando son pequeños, “el momento del baño, del masaje, de piel con piel… conviene que se esté haciendo. También intentar todos los días dejar abierto un espacio de confidencias, por ejemplo cuando se van a la cama sabemos que muchos niños es cuando quieren contar las cosas, pues intentar llegar a tiempo para escucharles y que nos cuenten las cosas importantes que han ocurrido en su día”. Organizar nuestro tiempo para no ir con la lengua fueraEducar es Todo

Por lo tanto, tenemos que tener muy claras “qué necesidades de los niños se pueden delegar y las que no, que son sus necesidades emocionales. Entonces, cada madre y cada padre tiene que detectar qué momentos son los que les necesitan, que tienen que estar ahí para escuchar, para saber qué le pasa, que el niño les pueda contar… y hay que crear esos espacios”.

El sentimiento de culpa de las madres y padres

Silvia Álava añade un ingrediente fundamental en todo este tema de la falta de conciliación: la culpa. “Muchos padres y madres tienen que lidiar con el sentimiento de culpa por no llegar a todo, por tener que estar trabajando cuando creen que sus hijos los necesitan… por eso, es muy importante poder trabajar esa culpa para que esos momentos en los que sí que puedan estar sean momentos de atención plena, de estar plenamente disponible para ellos, sin ningún tipo de distracción”.

Por lo tanto, tenemos que intentar que, cuando lleguemos a casa, nuestros hijos sepan que estamos presentes. Marian Rojas Estapé, conocida psiquiatra y escritora, explica que “empiezan a surgir estudios que demuestran que, cuando estamos con nuestros hijos y tenemos el teléfono delante, ellos perciben sensación de abandono. Perciben que no son lo más importante, que hay otra prioridad”.

Por eso, Marian hace hincapié en que “hay pocos piropos en esta vida como el de cuando estás con esa persona, el mundo se para, porque toda su atención la tiene puesta en ti”.

En definitiva, madres y padres debemos intentar, en la medida de lo posible, estar presentes cuando lleguemos a casa del trabajo para atender las necesidades emocionales de nuestros hijos. Sin embargo, somos conscientes de que la responsabilidad de la conciliación (o, más bien, de su falta) no puede recaer en madres y padres. Eso es totalmente injusto. Mientras sigamos sin políticas efectivas que permitan de verdad poder conciliar vida familiar y laboral, ¡y por supuesto personal!, seguiremos con madres y padres sobrecargados y, probablemente, bastante ausentes y llenos de culpa. Y eso, en el año 2022, no se debería permitir.

FUENTE: Levante Diario

Organizar nuestro tiempo para no ir con la lengua fuera

Os contamos junto a la pedagoga Maite Vallet consejos para no ir siempre con prisas.

Nos gustaría disponer de más tiempo, pero eso no está en nuestras manos: tenemos trabajos con horarios extensos, muchos compromisos, las tareas de casa, llevar a los niños al cole, a las extraescolares… y al final vivimos siempre con la sensación de “no me da tiempo a todo, tengo que ir siempre corriendo y con la lengua fuera”.

La psicóloga Silvia Álava propone pararnos a pensar cómo organizamos nuestro tiempo y cómo podemos hacerlo para pasar un tiempo de mayor calidad con nuestros hijos. Para ello, Silvia nos aconseja observar y analizar dónde están las fugas de tiempo: el niño está protestando, le estás mandando más cosas de las que puede hacer a la vez, le estamos sobrecargando de actividades o a lo mejor le estamos pidiendo que haga las cosas más rápido de lo que puede. Porque a la hora de organizar el día a día solemos planificar los tiempos en función de lo que tarda un adulto y, por ejemplo, le dejamos menos tiempo a nuestro hijo para que se vista, no puede hacerlo tan rápido y nos entran las prisas y el estrés.

ESTABLECER RUTINAS Y HORARIOS EN FAMILIA

Maite Vallet, pedagoga y formadora de profesores y padres, propone elaborar un horario en familia de las actividades que deben realizar antes de entrar en el colegio y después de salir de él. Si les ayudamos a reflexionar sobre todas las tareas, nuestros hijos se sienten implicados, respetados y satisfechos cuando cumplen los horarios y conocen las tareas que se deben realizar.

Otra ventaja de elaborar un horario de tareas en casa es que, si lo hemos hecho con su participación, realmente juntos, podrían reducirse las peleas por irse al baño o lavarse los dientes, porque es una tarea marcada en el horario que hemos elaborado juntos.

PLANIFICAR LA AGENDA Y RESPETAR LOS TIEMPOS PACTADOS

Del mismo modo que en el trabajo bloqueamos tiempo para tareas y lo cumplimos, es importante entender que el tiempo que le hemos dicho al niño que vamos a dedicar a alguna actividad es sagrado. Pero Silvia Álava recuerda que es importante dejar tiempo para pequeños imprevistos para tener un pequeño colchón de tiempo que no nos haga ir corriendo si, por ejemplo, no encontramos un calcetín.

GESTIONAR EL TIEMPO DEL NIÑO Y HACÉRSELO SABER

Por ejemplo decirle que ahora no puedo atenderte porque estoy haciendo la cena pero cuando termine me acercaré. Pero hay que cumplirlo, porque si cuando hemos acabado el niño está tranquilo no vale ponerse con otra cosa. Se trata de respetar ese tiempo que le he reservado. Cuando el niño es pequeño, le podemos dejar con una actividad planificada para que rellene ese tiempo.

EDUCAR NIÑOS RESPONSABLES Y AUTÓNOMOS

En realidad ese es el objetivo de la educación, que nuestros hijos sean autónomos. Muchas veces es cierto que no nos da tiempo a todo, pero porque en realidad estamos asumiendo tareas que nuestros hijos podrían hacer por sí solos, como vestirse, ducharse solos o incluso colaborar en la limpieza y el orden en casa. Por eso Silvia nos invita a enseñar a nuestros hijos a asumir sus tareas de manera progresiva, cuando ya estén preparados.

“Si favorecemos su correcta autonomía desde que nuestros hijos son pequeños, será cada vez más fácil porque iremos consiguiendo que cada vez sean más responsables y autónomos, pero hay que darles el tiempo que los niños necesitan”, señala Silvia Álava. Podemos empezar a preparar la mochila con ellos y paulatinamente dejarles que lo hagan y decirles que solo supervisaremos. Cuando yo asumo las responsabilidades de ese hijo o hija al final no aprende, porque piensa: “Si papá o mamá lo van a hacer, ¿para qué lo voy a hacer yo?”, nos indica Silvia.

«Debemos asumir que no llegamos a todo y, a partir de ahí, elegir y priorizar es fundamental para no frustrarnos por no cumplir unas expectativas poco realistas»

Lucía Galán, Pediatra

PRIORIZAR Y DISTINGUIR LO QUE ES IMPORTANTE DE LO QUE NO LO ES

En ocasiones nos gustaría cocinar una cena maravillosa, pero no tenemos el tiempo suficiente, así que eso no va a ser tan importante, se trata de resolver la situación. Lo mismo ocurre con las actividades que planificamos por la tarde con nuestros niños.

“En el momento que estamos viendo que tenemos que meter las actividades extraescolares casi casi con calzador y tenemos que ir corriendo de una a otra, hay que pararse y analizar si realmente tiene sentido que haga tres deportes en la misma tarde”, señala Silvia.

«Asumir que no llegamos a todo», como nos decía Lucía Galán (Lucía, mi pediatra) y, a partir de ahí, «elegir y priorizar» es fundamental para no frustrarnos por no cumplir unas expectativas poco realistas.

«Los niños tienen que aprender a aburrirse, que es muy bueno. Además, todavía ningún niño se ha muerto de aburrimiento”

Silvia Álava, Psicóloga

DEJARLES TIEMPO LIBRE

Como nos dice Silvia Álava, la mayoría del tiempo de nuestros hijos está planificado por un adulto: profesores, padres, monitores de extraescolares… Es importante, afirma Silvia Álava, que nuestros hijos aprendan a “gestionar su tiempo libre, decidir a qué juegan o simplemente aprender a aburrirse, que es muy bueno”, porque, bromea, “todavía ningún niño se ha muerto de aburrimiento”.

Silvia subraya la trascendencia de que nuestros hijos tengan tiempo libre solos porque, señala, “la única persona que nos va a acompañar toda la vida somos nosotros mismos”, así que es importante enseñarles a “estar a gusto con ellos mismos”. 

FUENTE: www.elperiodico.com

¿Te has convertido en un padre o una madre dron?

No debemos abusar del control y supervisión a nuestros hijos que nos permiten los dispositivos electrónicos

Por Alicia Mendoza

Todos conocemos cómo funciona un dron: a través de un control a distancia, este aparato vuela y muestra las imágenes de cualquier lugar en tiempo real. Puede sobrevolar nuestras cabezas e incluso entregar a las personas diferentes objetos. Pero los drones también sirven para controlar y vigilar todo lo que sucede.

Para Eva Millet, periodista experta en educación y crianza y autora del libro ‘Hiperpaternidad’, la función que realiza un dron también se puede aplicar a la paternidad/maternidad, o mejor dicho la hiperpaternidad.

Ser un padre dron, para la experta, consiste en «supervisar cada aspecto de la vida de los hijos», en gran medida por el uso de las tecnologías. Así nos lo contaba en nuestro evento ‘La educación importa’, en el que afirmaba que usamos la gran cantidad de aparatos electrónicos actuales para vigilar y controlar a nuestros hijos e hijas

Este tipo de hiperpaternidad está condicionado por una sobreprotección a nuestros hijos. Adoptamos este tipo de postura por el temor a que los niños “se traumen” y “no sufran”. Y las consecuencias para los niños son negativas. “Les transmiten el mensaje de <<sin mí, sin mi protección y sin mi ayuda, sin mi intervención tú no puedes>>”, a lo que Millet añade que repercute “a su autoestima” ya que hace que los niños sean “menos autónomos, más inseguros, más frágiles, no se atreven a lanzarse a explorar su mundo porque tienen miedo”.

Versión actualizada del padre helicóptero

Antes del uso de la terminología de ‘padre dron’ se usaba el término ‘padre helicóptero‘. La psicóloga Silvia Álava nos contaba en este taller cómo son estos padres helicópteros, padres sobreprotectores que satisfacen necesidades de los niños sin haberlas ellos pedido antes. «Antes de que al niño no le pueda pasar nada, yo ya estoy aquí como un helicóptero encima sobrevolando para que a este niño no le ocurra nada. ¿Cuál es el problema? En ocasiones los niños ni tan siquiera llegan a pedir las cosas, porque antes de que las pidan ya se las hemos dado. No les hemos dado la oportunidad de generar un deseo, ni de ganárselo. Antes de que haya un problema, ya se lo hemos resuelto», contaba.

Los padres dron se convierten así en la la versión del siglo XXI de los padres helicóptero, ya que ahora tenemos más dispositivos electrónicos que “nos permiten actuar cual drones”, como señala Millet, para supervisar cada aspecto de la vida de los hijos. «La esencia es la misma, pero ahora disponen de un arsenal de nuevas tecnologías para sobreproteger y controlar en exceso las vidas de sus hijos”, aclara Millet.

Hacemos uso de todas las apps de control parental y vigilancia en exceso, no nos ponemos límites a la supervisión que hacemos de nuestros hijos, y como dice Eva Millet, nos convertimos así en otra variedad de hiperpadres: los padres-espía. “El debut son las aplicaciones que permiten controlar al bebé, incluso antes de que nazca. El móvil se convierte en una especie de cordón umbilical que no se corta nunca porque luego aparecen los grupos de WhatsApp de la clase, para ejercer de secretarios», explica.

¿Cómo detectar que somos unos padres dron?

  • No fomentamos su autonomía: no permitimos que nuestros hijos aprendan solos, que exploren, que coman solos. Les damos todo masticado para que no encuentre ningún bache en el camino.
  • Traspasamos los límites del control parental: El control parental es una herramienta efectiva para que nuestros hijos puedan relacionarse de forma sana con la tecnología, pero no puede la única herramienta que usemos en su educación digital ni debe usarse para prohibir.
  • Usando apps de vigilancia: En el mercado de apps existen numerosas aplicaciones para vigilar y monitorizar los movimientos de un individuo, en este caso de nuestros hijos. La geolocalización que poseen ciertas apps solo se debe usar en caso de peligro o de incertidumbre, no se puede usar para controlar cada movimiento de los niños
  • Resolviendo cada uno de sus conflictos: Si cuando tienen un problema no dejamos que ellos mismos busquen una solución o no les permitimos negociar, en el futuro no sabrán enfrentarse a otros problemas mayores de la vida.

FUENTE: www.elperiodicodearagon.com