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Videojuegos: «Hay que alarmarse cuando interfiere en el resto de la vida»

Ningún estudio confirma que potencien la violencia y los expertos discrepan sobre si generan dependencia

Por HELENA RODRÍGUEZ

El pasado día 12, un chaval de 15 años mató a tiros a sus padres y hermano en Elche. Poco después, salía a la luz que el crío era «adicto» al videojuego ‘Fortnite’ y que habría cometido los crímenes porque le habían castigado sin wifi. Se dejaba de lado el acceso a las armas por parte del menor y se reabría un viejo debate:

¿Causan adicción los videojuegos? ¿Fomentan la agresividad?

No es un tema nuevo. Los jóvenes que entraron en el Instituto Columbine el 20 de abril de 1999 y mataron a trece personas jugaban al ‘Doom’ y José Rabadán, conocido como el ‘asesino de la catana’, mató a sus padres y a su hermana en Murcia en 2000. Tenía 16 años y cuando se supo que pasaba horas jugando al ‘Final Fantasy’, muchos padres prohibieron a sus hijos ese videojuego. Hasta ahora, nada relaciona este tipo de entretenimiento con las conductas violentas, lo mismo que «ningún manual de psicología contempla como tal la adicción a los videojuegos», reconoce la psicóloga Silvia Álava.

La OMS

La primera institución en dar un paso adelante en este sentido ha sido la Organización Mundial de la Salud que desde hace pocas semanas coloca la adicción a los videojuegos en el apartado de desórdenes mentales de su lista de enfermedades. Algunas entidades ya han incorporado programas relacionados con este tema. Es el caso de Cetras, el centro de tratamiento y rehabilitación de adicciones sociales, fundado en Valladolid en 1993, y que recientemente ha incorporado programas de atención por adicción al teléfono móvil y las nuevas tecnologías.

Tras la agresividad hay otros factores

La mayoría de los expertos coincide en que «los videojuegos no potencian conductas violentas» y que tras un arranque de agresividad como el ocurrido en Elche hay otros factores. «Ha de haber una predisposición genética, un problema previo», explica Úrsula Perona, psicóloga y divulgadora. Además, la ensalada de tiros, golpes o puñaladas que aparece en ellos «aumenta la tolerancia a los comportamientos agresivos y puede actuar como detonante», apunta Perona. Ella sí ve una relación entre la conducta del menor alicantino y un ‘enganche’ patológico. «Los videojuegos generan adicción porque lograr las metas que nos ponen genera satisfacción inmediata y hacen que el cerebro segregue dopamina, la hormona del placer. Al prohibirle jugar, se desencadenó la violencia extrema y eso pasa con las adicciones».

Horas con los videojuegos

En septiembre de 2021, se hizo público el primer caso clínico en el mundo de un menor que tuvo que ser hospitalizado por el abuso de esta forma de ocio: un adolescente de Castellón con «grave adicción comportamental al ‘Fortnite’». El chico pasaba horas con este videojuego, que supera los 250 millones de usuarios en el mundo, no salía de casa y prefería no interactuar socialmente, entre otros síntomas. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre este caso, pero insisten en que «hay que valorar otras cuestiones».

Juan Manuel Machimbarrena, psicólogo clínico, mantiene que este tipo de ocio electrónico no es adictivo. «El ‘Fortnite’, el ‘Roblox’ o el ‘Call of Duty’ son títulos a los que habrá un tipo de personalidades que se aficionan en mayor medida, pero no creo que generen una adicción como tal, ni equivalente a la que causan las drogas».

Hay que alarmarse cuando interfiere en el resto de su vida

Entonces, ¿barra libre a los chavales para que echen horas cortando cabezas o pasando plataformas en la consola? Tampoco es eso. «Hay que alarmarse cuando interfiere en el resto de su vida. Pero si eso ocurre, siempre es por algún motivo, porque les recompensa más estar ante la pantalla que en su realidad», advierte Machimbarrena. Es decir, que el abuso «sería el síntoma, no la causa».

Su colega Cristina Isasi va en la misma línea y apunta a la necesidad de controlar lo que hacen los menores ante las pantallas. «Hay que poner límites. Los padres tienen que saber en qué consiste el juego, qué valores transmite y también deben educar en la frustración, ya que tras una reacción de enfado demasiado violenta porque a un menor se le quita la videoconsola, lo que hay es un problema», explica. Ante la duda, como recuerda Silvia Álava, hay que fijarse en las pegatinas PEGI. «Si el juego no corresponde con la edad del crío, lo que hay que hacer es decirle: ‘Lo siento, pero este juego no es para ti’», zanja.

Los videojuegos y la tecnología como herramientas

Machimbarrena cree que las etiquetas sirven y que efectivamente «no todos son para todas la edades», pero también apunta que «todo depende de la madurez del crío». En todo caso, apuesta por el ocio compartido. «Ver a qué juegan, implicarnos en ello, controlar un poco y solo si se ve que es extremadamente violento, restringir». Y deja una comparación para la reflexión: «No puedes no dejarles jugar porque pueden hacerse adictos, como no puedes no dejarles practicar deporte porque se lesionan. Los videojuegos y la tecnología son herramientas, son una vía de escape como lo son la lectura o cualquier otro juego y como tal debemos tratarlos».

FUENTE: elnortedecastilla.com

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