“Los menores expuestos a la fama corren el riesgo de sufrir ansiedad o depresión”. Colaboración con el diario El País
La psicóloga advierte de que los niños y adolescentes que triunfan en YouTube no están preparados para asimilar la presión mediática
Para muchos niños y adolescentes, grabar un vídeo y pedir a sus padres que lo suban a YouTube supone un juego, en el que imitan lo que ven en la plataforma. Pero cuando este juego desborda el ámbito cercano y el niño pasa a tener miles o incluso millones de seguidores, sufre los mismos riesgos de la sobreexposición y la fama de los actores infantiles y juveniles, entre los que no faltan ejemplos de juguetes rotos. «Si los adultos muchas veces no somos capaces de soportar la presión, para los niños y adolescentes es mucho más difícil, al no tener herramientas para gestionarla», explica Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica y de la Salud.
«No entienden que en la vida real la gente no te regala cosas ni te hace el mismo caso», dice esta especialista en niños y adolescentes. «Corren el riesgo de no ver el mundo como es en realidad, sino mediado por este trato de favor. En personalidades en construcción —el cerebro acaba de madurar a los 25 años—, les hace un flaco favor, no están preparados para digerirlo».
Álava alerta a los padres contra la mercantilización de la imagen de sus hijos o el intentar realizar sus propias aspiraciones a través de ellos. «El niño no está capacitado para entender las repercusiones de lo que hace: cuánta gente me va a ver, si me van a reconocer… No sabes cómo va a reaccionar cuando sea mayor, si te va a decir que no quería hacer eso y que lo viera todo el mundo», afirma. «Los adolescentes puede que sí entiendan esas consecuencias, pero muchos no están preparados para asimilarlo», advierte.
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De ahí pueden surgir problemas como «la ansiedad por no conseguir suficientes likes (me gustas) o por si las marcas van a dejar de patrocinarlos; o incluso la depresión, por ejemplo si un vídeo sale peor que el anterior», dice la psicóloga. «El problema no es tanto cuando consiguen likes,sino cuando no, porque surgen ideas irracionales, de que ya no gusto, cuando lo primero que tienen que hacer es gustarse a sí mismos».
Los chavales, aquí más bien adolescentes, que continuamente exponen su extimidad —un término que los expertos empezaron a usar con el auge de las redes sociales y la telerrealidad para definir el hacer externa la intimidad— «pueden sufrir cierta disonancia entre lo que cuelgan y su vida real», afirma Álava. «Tú vendes que estás mostrando tu vida diaria, pero no es real. Proyectamos una imagen, un escaparate de lo que queremos que vean». Y para los adolescentes que siguen a estos chicos, también tiene consecuencias. «Muchas veces comparan su vida con la del youtuber o instagramer, y la suya les parece poco interesante, sin pensar que los momentos aburridos, como tener que ir al instituto o hacer la cama, no los muestran. Tienen una imagen distorsionada de la realidad, que les genera una gran frustración».
Álava recomienda a los padres de niños y adolescentes youtubers «minimizar los riesgos: cumplir unos horarios de trabajo y supervisar que no afecte a los otros aspectos de su vida: que les vaya bien en el colegio, que sigan teniendo tiempo para realizar actividades, relacionarse con sus amigos… Es decir, que no se vea afectada su vida de niño o adolescente», afirma. «Y en el momento en el que deje de ser divertido, en el que noten que sienten presión, ansiedad o prefieren hacer otra cosa, es el momento de parar».