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Cómo consigo que mi hijo se porte bien

Los malos comportamientos de nuestros hijos nos preocupan y desgastan, pero a la vez, sentimos que no tenemos herramientas para hacerlos frente.

La mayor parte de las conductas problemáticas se dan en los primeros años de nuestros hijos y lo paradójico es que como madres y padres nos empezamos a preocupar cuando son preadolescentes. Sin embargo, cuando echamos la vista atrás, nos preguntamos por qué hemos acudido a un profesional cuando tienen 12, 14 o 16 años. Sentimos que ya es demasiado tarde y no tenemos herramientas. Para hacer frente a estos primeros momentos de la infancia podemos contar con un diario de conducta, en este caso, de la mano de la psicóloga Silvia Álava.

Descargar: Registro Diario de Conducta

Si te preocupan y desgastan los malos comportamientos de tus hijos, aquí podrás descargar gratuitamente esta herramienta útil para cualquier problema o conducta que desees cambiar.  Puedes descargar el Diario de Conducta haciendo clic sobre la imagen de debajo.

¿Qué es y para qué sirve un registro diario de conducta?

El diario de conducta es un recurso que se suele utilizar tanto en el ámbito de la psicología como en el aula. En definitiva, es una tabla que nos permite observar los comportamientos de nuestro hijo y revisar cómo estamos reaccionando. Silvia Álava, en su libro “Queremos hijos felices”, nos recuerda que los niños aprenden por modelado, es decir, copian a sus figuras de referencia. Además, si tenemos en cuenta las bases de la disciplina positiva, los niños y los adultos buscamos la pertenencia al grupo y para ello, adaptamos nuestro comportamiento en función a nuestras creencias.

Este recurso permite entender el contexto donde se produce el mal comportamiento, a veces no somos conscientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor y lo que decimos. Cuando nuestra hija llora por las mañanas para ir al colegio porque quiere ir al parque de al lado, y aunque tratamos de explicarle que no puede, sigue llorando, quizá no nos paramos a pensar que podemos buscar una ruta alternativa para evitarlo. Como adultos, nos permite recuperar el control de la situación y ofrecernos una disciplina personal para parar, reflexionar y tomar consciencia del problema.

Cuando vivimos un conflicto con nuestro hijo o hija no nos damos cuenta de lo que ocurre, ni antes ni durante, pero cuando nos obligamos a escribir tenemos la posibilidad de revisar y observar. Puede que veamos que con nuestra reacción le estamos dando un matiz más grave al asunto y quizá, solo requiere de más paciencia u otra organización por nuestra parte. Por ejemplo, si hay conflictos durante el desayuno, quizá no nos percatemos de que el tiempo establecido para ese momento del día sea insuficiente para nuestros hijos, que con la edad que tienen les estamos poniendo la ropa, los zapatos o el desayuno, y que para hacerlo autónomamente necesitan levantarse antes. En ocasiones, vemos las cosas desde un punto de vista adultocentrista y no desde las necesidades de los niños.

¿Cómo utilizo el diario de conducta?

La mayoría de las conducta problema pasan inadvertidas o no les damos la suficiente importancia. Por eso importante observar las conductas de nuestros hijos, sus emociones, qué le ha provocado ese malestar. Para ello contamos con esta herramienta: el diario de conducta. ¿Qué necesitamos para utilizarlo?

  1. La observación será nuestra principal herramienta de evaluación en las primeras edades.
  2. La información clara y precisa será crucial en nuestra intervención.
  3. La delimitación de las “conductas problema” será clave.
  4. Realizarlo, mínimo, durante una semana y observar cómo respondemos ante sus conductas. Después de este tiempo, veremos muy claro qué es lo que está ocurriendo. Evaluaremos la situación y nos daremos cuenta de cosas como que siempre terminamos cediendo cuando tiene una rabieta o que repetimos las cosas 17 veces y terminamos haciéndolo por él porque perdemos la paciencia.
  5. Escribirlo en el momento, no dejarlo para después. Si lo dejamos para más tarde es probable que se nos olviden detalles significativos. Cuando son pequeños y nos ven escribiendo es probable que se queden parados y no hagan nada. Se darán cuenta de esta dinámica, pero volverán a lo suyo otra vez. Si nos preguntan, con un escueto “estoy tomando notas”, es suficiente.
  6. Escribir todo lo que ocurre hasta que queda “resuelto” el conflicto. Por ejemplo: si el conflicto es que el niño ha comenzado a no tomar desayuno y llora todos los días, debemos escribir desde que se sienta en la mesa hasta que lo llevamos al colegio y queda extinguida la situación. En el cuadro debe estar incluido todo lo que ha pasado durante ese transcurso de tiempo.

En las edades más tempranas estaremos especialmente atentos a los primeros signos de falta de interiorización de las normas. Un signo crucial será el cambio repentino en la conducta o en el rendimiento escolar que muestra nuestro hijo, ahí nos está diciendo que hay algo que le está influyendo, pueden ser los amigos, algo que ha observado en casa o nuestros comentarios o actitudes hacia él.

Silvia Álava: “Si queremos que nuestro hijo cambie su conducta, el cambio debe empezar en nosotros”

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Silvia Álava: “Si queremos que nuestro hijo cambie su conducta, el cambio debe empezar en nosotros”

Partes del diario de conducta

Cada vez que nuestro hijo o hija tiene un mal comportamiento que queremos cambiar debemos coger este recurso y empezar a escribir. La experta recomienda que seamos muy literales en nuestra redacción, debemos poner con exactitud lo que ocurre, hacemos, decimos, etc.

  1. Día y hora. Debemos poner la fecha y la hora.
  2. Situación.  ¿Dónde estamos, quiénes y qué hacemos? Por ejemplo: Estamos en casa, en el salón y los niños están jugando a la PlayStation. Nosotros estamos leyendo y es hora de hacer la cena y poner la mesa.
  3. Conducta problema. ¿Qué hace o dice el niño? Literalmente. Por ejemplo: “Déjame en paz, no me da la gana”, “¿eres tonta? ¡estaba jugando con mi Play!”.
  4. Respuesta de la madre, padre o persona presente. Literalmente qué hacemos o decimosPor ejemplo: “ya te he dicho que hay que hacerlo”, “me da igual si no quieres dejar la Play, hay que poner la mesa” A continuación, se la quito y volvemos a gritarnos: “¿por qué me lo apagas?”, “Porque te he dicho que ya no se juega más”, “Mamá, por favor, 5 minutos más”, “Te he dicho que no”… Como se ha mencionado anteriormente, hay que volver a redactar todo hasta que la situación queda extinguida.

¿Qué hacer después de una semana?

Tras una semana dejando por escrito lo que ocurre, es momento de sentarnos y leer. Siguiendo el ejemplo, quizá nos demos cuenta que siempre nos retan cuando hay que poner la mesa, que les dejamos jugar justo 10 minutos antes de ponernos a cenar, que no avisamos con el suficiente tiempo, que terminamos poniendo la mesa nosotros o que siempre les gritamos y no les damos opción a hablar. Como se ha mencionado anteriormente, nos da pistas sobre cómo reaccionamos y claves para ver por qué nuestro hijo se comporta así.

Tras este proceso de reflexión es posible buscar otras alternativas como: que necesita que le delimitemos mejor el horario de juego, hacer preavisos, asegurarnos que nos ha entendido o que le quitemos los mandos en silencio y le llevemos hacia la mesa. Sin duda no es un proceso que nos lleve al éxito inmediato, necesitaremos de ensayo y error para ajustar nuestra respuesta a las necesidades de nuestro hijo. Sin embargo, sí nos proporcionará claves para el mayor objetivo como madres y padres: no cometer los mismos errores y actuar cuando sea demasiado tarde.

FUENTE: elperiodico.com