Y un año después… ¿Qué hemos aprendido?
Por Ana María Herrarte – Consultora
Me bajé de un bus en el que iba a Guatemala a un importante viaje de trabajo y aunque, por mi alto sentido de responsabilidad, dudé mucho al tomar la decisión, luego me daría cuenta de que había sido una de las mejores decisiones de mi vida, pues me evitó estar alejada de mi casa por un período quizás hasta de seis meses.
El 16 de marzo me tuve que ir a «encerrar» a mi casa porque ya soy del segmento de alto riesgo y lo que creí que duraría unas pocas semanas se convirtió en meses.
Aprendí a pagar todos mis recibos de servicios en la banca en línea
Tomé un Diplomado de E-Commerce y otro de Marketing Digital. Impartí algunas conferencias. Cuando vi que el tiempo pasaba, tuve que entrar en la modalidad de «home office». Afortunadamente ya estaba bien familiarizada con el uso del Zoom.
En 2018 había iniciado un proceso de reinvención profesional para el cual, en la búsqueda de nuevos rumbos, me certifiqué como Coach y tomé una certificación en Business Intelligence. A finales de 2019 empecé a trabajar en el proyecto de fundar un Instituto de Transformación Digital, porque sabía que ahí estaría el futuro del mundo (la pandemia me daría la razón) y la capacitación sería un factor clave. En marzo de 2020 ya estaba bien avanzada con este proyecto, pero rápidamente comprendí que las clases presenciales en aquellas condiciones no iban a ser posibles y nuevamente me tuve que volver a reinventar (esto suena redundante, pero no sé de qué otra forma expresarlo). Estoy a punto de concluir mi nuevo emprendimiento, BIZNET, en pocos días lo «presentaré en sociedad».
En agosto le dio covid a mi mamá, cuando tuve que autorizar que quedara hospitalizada con un 40 % de probabilidad de vida, sufrí mucho pensando en que me podría pasar aquello de que en esos momentos las personas no morían, simplemente desaparecían. Milagrosamente superó la enfermedad. En septiembre fui yo la contagiada, no la pasé muy mal porque no necesité hospitalización, pero el miedo de lo que me podía suceder era inevitable.
Dejé de viajar, de comer en restaurantes, de ir al salón de belleza y al gimnasio y muchas cosas más. Pero decidí usar mi perfume favorito, el Allure de Chanel, que simbólicamente lo guardaba para ocasiones especiales, hasta para estar en mi casa, porque lo cotidiano se volvió especial.
Todo esto me ha pasado en tan solo un año y es por eso que aunque muchas personas prefieren pensar que 2020 no existió, yo lo considero el año del aprendizaje profundo.
He buscado en Internet «qué hemos aprendido de la pandemia» y me he encontrado contenidos realmente inspiradores. Por ejemplo,
Álvaro Valderrama escribe en CNN en Español: «Adaptarme al cambio, lograr un equilibrio emocional, disfrutar cada día, ser consecuente y redescubrir el concepto de libertad. Esto es lo que he aprendido con el coronavirus».
La psicóloga Silvia Álava dice: «Este año ha servido para poner en jaque nuestro sistema de creencias, de valores, para hacernos conscientes de nuestra debilidad, para reflexionar sobre la necesidad de vivir en paz con la naturaleza, que ha demostrado que nos gana con un simple virus microscópico, y sobre todo, para aprender a estar bien con uno mismo».
Cualquiera que haya sido nuestro aprendizaje, ahora nos toca aplicar lo aprendido y por eso vuelvo a compartir una de mis frases favoritas:
«Qué bonita la gente que no teme volver a empezar de cero. A pesar de los años. A pesar de los daños». Feliz primer aniversario.