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Las verdaderas razones por las que los padres lloran en las graduaciones escolares de sus hijos

Varias expertas explican el carrusel de sentimientos que afloran cuando los hijos finalizan una etapa escolar

Por Laura PeraitaSEGUIR

Los padres se lo recomiendan unos a otros por estas fechas: «No os olvidéis los pañuelos para secaros las lágrimas». Y es que, año tras año, los actos de graduación escolar de los hijos se han convertido en todo un evento que en muchos colegios no solo se celebran al acabar los alumnos Bachillerato, sino que abarcan desde las primeras etapas de Infantil y Primaria.

No cabe duda de que este tipo de actos son todo un acontecimiento y un motivo de gran alegría tanto para la comunidad escolar, los alumnos y las familias, pero,

¿Qué emociones sienten exactamente los padres para que a una gran mayoría se les salten las lágrimas en una gala tan alegre?

Patricia Jiménez García-Escribano, directora del Máster en Psicología de la Intervención Social y Comunitaria de la VIU ( Universidad Internacional de Valencia), recuerda que la alegría también va acompañada de llanto, no solo la tristeza. Asegura que para los progenitores ver a sus hijos recogiendo un reconocimiento supone una escenificación que representa la celebración del éxito tras un año de madrugones, de luchar para que hagan los deberes, estudien los exámenes, de convencerles para que vayan a extraescolares, de superar múltiples trifulcas familiares para la organización y optimización del tiempo… «En estos actos afloran muchísimos sentimientos al mismo tiempo, lo que puede resultar a veces desconcertante: orgullo, al ver cumplidos logros y metas propuestos durante el curso; alegría y tranquilidad, por ver superada una etapa; tristeza, al finalizar una fase como es la infancia por hacerse mayores; incertidumbre, ante la duda de cómo se van a desenvolver en la siguiente etapa, sobre todo cuando salen de la Universidad y se enfrentan al mundo laboral; sensación de nido vacío, cuando dejan la etapa escolar y se pierde en cierto modo el control sobre ellos por emprender su vida laboral…

Paso del tiempo

En esta misma línea se manifiesta Silvia Álava Sordo, Doctora en Psicología, cuando añade que el cambio de etapa implica, en primer lugar, ser consciente de que ese bebé que entró no hace demasiado tiempo por la puerta del centro escolar va creciendo y superando cursos. «Esa toma de conciencia del paso del tiempo da, en muchas ocasiones, cierto vértigo porque supone mirar hacia atrás y darnos cuenta de que los años pasan muy rápido, casi se nos escapan, y muchos padres reflexionan sobre su propia maternidad y paternidad, sobre si de verdad han aprovechado bien el tiempo al lado de sus hijos y han disfrutado lo suficiente de su infancia».

Llorar, un acto muy humano

Esta Doctora en Psicología, no obstante, advierte que no hay que sentirse mal o avergonzado por soltar lágrimas en actos de este tipo. «Llorar, emocionarse, es un acto muy humano, lo que ocurre es que nos cuesta expresar emociones y ponerles nombre. Ya es hora de eliminar falsas creencias como la de que llorar y emocionarse es símbolo de debilidad, porque no es así».

Verbalizar lo sentido

Otro de los motivos que justifica este tipo de emociones es la gran satisfacción de los progenitores al ser testigos de un evento en el que se conmemoran los logros de su hijo. «Para ellos supone un gran orgullo ver cómo progresa y que sea motivo de celebración. El problema —señala Álava Sordo— es que no sabemos expresar lo que sentimos con palabras y lo exteriorizamos con lágrimas. Deberíamos perder el miedo y poner palabras a todo lo que sentimos porque todos los días nos pasan cosas. Una forma de empezar a hacerlo es aprovechar momentos, como la cena, para hablar con los hijos sobre lo que hemos hecho y cómo nos hemos sentido durante el día».

«A los profesores también nos cuesta no llorar»

En las graduaciones no solo lloran los padres. Celia Prieto, maestra de Infantil del Colegio Alameda, confiesa que llora igual o más que las familias el día que sus alumnos de 5 años celebran su graduación. «Como profesora paso muchísimos nervios ese gran día. Es un momento en el que reflexionas sobre todo el tiempo que has pasado con ellos, en el que recuerdas el día que atravesaron por primera vez la puerta del colegio con tan solo tres añitos y con el miedo instalado en sus caras por separarse, muchos de ellos, por primera vez de sus padres. Te das cuenta de todo lo que han evolucionado. Desde el inicio han aprendido a ser respetuosos, esperar turno, relacionarse con los demás, adaptarse a nuevas rutinas y hábitos saludables… Les has visto crecer y formarse como personitas».

Una faceta nueva de sus hijos

Para los padres es toda una sorpresa y orgullo ver sobre el escenario cómo se desenvuelven sus pequeños y representan un papel que han aprendido e interpretan con gran ilusión. Descubren una faceta nueva de sus hijos, el culmen de todo lo que han trabajado en el día a día en la escuela. «Si a toda actuación se le añade, además, la proyección de imágenes entrañables de los niños durante el curso y la música, la lágrima está más que asegurada porque la emoción va directa al corazón de padres y docentes», advierte Prieto.

Explosión de emociones

Es más, reconoce que cuando coge el micrófono y dedica unas palabras de agradecimiento a sus pupilos «se me entrecorta la voz y tengo que hacer grandes esfuerzos por no llorar. Siento una explosión de emociones con una mezcla de orgullo, de reconocimiento a su esfuerzo, de gran alegría por el trabajo bien hecho durante tres años y, a la vez, de tristeza porque llega el momento de separarme de ellos, de cerrar una etapa y den el salto a una nueva y, en definitiva, se hagan más mayores. Verbalizar todos estos sentimientos cuando clavan sus ojos en los míos es muy difícil lograrlo sin lágrimas».

FUENTE: ABCEducación