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¿Cuál es la edad ideal para enviar a un niño de campamento? ¿Es recomendable?

Depende mucho de la madurez y de lo autónomo que sea el crío, pero los expertos consideran que a partir de los 8 años están preparados para pasar quince días fuera de casa.

Así se contiene ahora la tensión en las aulas

Yoga, mindfulness, pintar mandalas e incluso técnicas como sujetar un hielo en la mano para que el alumno se calme

Por MARTA FDEZ. VALLEJO

«Coge el hielo con la mano hasta que se derrita». El escolar ha perdido los nervios en el aula y grita alterado a su profesor. Agarra el hielo y centra su atención en cómo se derrite dentro de su puño… Se calma. Es una de las técnicas que los docentes aplican para hacer frente a los momentos de tensión en las aulas, cada vez más numerosos por las secuelas del covid. Los colegios han introducido nuevas actividades que ayudan a atajar conflictos y a rebajar el estrés y la ansiedad: yoga infantil, ejercicios de respiración, juegos de relajación, mindfulness, música, dibujar mandalas…

Los problemas de convivencia en clase «han aumentado con la pandemia», advierte Laura Sequera Molina, coordinadora estatal del Servicio de Defensor del Profesor del sindicato Anpe. «El clima de tranquilidad que es necesario para aprender está amenazado. Se pierde mucho tiempo en el aula en calmar situaciones de tensión, un tiempo que se debería dedicar a aprender», advierte. El último informe del Defensor del Profesor, que se presentó el pasado miércoles, muestra que un 23% de los alumnos causan conflictos en el aula. Escolares que se enfrentan a sus profesores, peleas entre compañeros, chavales más impulsivos… 

Un estudio realizado por Unicef muestra la dimensión de esta factura emocional que ha pasado el confinamiento y las restricciones en la relación a los menores. Durante la pandemia «la mitad de los niños se angustiaban fácilmente, se enojaban más que antes, estaban irritables, ansiosos y tenían altibajos emocionales». Uno de cada diez menores recibieron atención psicológica, un porcentaje que se eleva al 18% en el caso de los adolescentes.

El 23 % de alumnos tienen actitudes conflictivas o enfrentamientos con profesores que rompen el ritmo de la clase. En el último curso, tras la pandemia, ha aumentado un 2%

La técnica del hielo para calmar a un alumno forma parte del curso que han impartido psiquiatras a docentes del País Vasco, en el que han aprendido actividades para controlar la tensión en las aulas. Enseñar a niños y adolescentes a respirar de forma pausada es otra de las medidas para afrontar momentos de nerviosismo. La actividad es sencilla: cuatro segundos de inspiración abdominal por la nariz y seis segundos de expiraciones por la boca. Los profesores reparten también pelotas antiestrés para que los chavales puedan rebajar su ansiedad.

Cantar los problemas

Garazi Munain es profesora en una escuela de Lemoa, en Bizkaia, y aplica estas técnicas para calmar a los escolares y trabajar sus habilidades emocionales, aprendidas en los cursos del Gobierno Vasco. «Utilizo una música relajante a primera hora cuando llegan, al subir del patio y por la tarde. A la vez pueden dar un pequeño masaje en la espalda al compañero que tienen delante», cuenta. Pone en práctica también ejercicios de respiración. «Lo hacemos con garbanzos, inspiran mientras cogen un garbanzo de un vaso y lo dejan sobre la mesa y expiran el tiempo que pasa mientras lo recogen de la mesa y lo depositan de nuevo en el vaso. Les relaja», asegura.

En clase trabajan también los sentidos. «Por ejemplo, miramos durante 30 segundos un objeto del aula que hemos elegido y luego hablamos sobre sus detalles, una dinámica que ayuda a fijarse en las cosas y superar miedos», añade. Por otro lado, los pequeños aprenden a expresar sus problemas «cantando» para rebajar la importancia que le dan. Y hay más actividades que buscan mejorar la convivencia en el aula:«Una vez a la semana escriben de forma anónima algo bueno que ven en un compañero y lo meten en un sobre. Después se leen esos mensajes en clase». Para ayudar a los pequeños a expresar sus sentimientos usan «un semáforo con colores que indican los estados de ánimo: rojo, naranja, azul, verde… Al entrar colocan una pinza en el color que define mejor cómo se encuentran».

Formación en la Universidad

El Colegio de la Psicología de Madrid y la Consejería de Educación de esa comunidad también han formado ya a más de 1.300 profesores para detectar y hacer frente a las secuelas emocionales de la pandemia en las aulas. «Han aumentado los estallidos de rabia de alumnos, la agresividad contra los profesores y compañeros, que son fruto de la situación traumática que han vivido. Las técnicas de respiración, relajación y mindfulness ayudan a prevenir estas situaciones y a regular sus emociones», señala la psicóloga Silvia Álava, que ha participado en el programa. Los expertos han visitado institutos de Madrid para aplicar técnicas de «ventilación emocional». «Se trata de enseñar a los adolescentes a mostrar lo que sienten, eso que hace que se disparen y pierdan el control», explica.

De 8 a 11 minutos tarda de media el docente en calmar el aula y crear un clima adecuado para poder dar clase. El tiempo también ha aumentado tras la crisis sanitaria.

La Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), especializada en estudios relacionados con la enseñanza, incluye la formación en mindlfuness a futuros docentes. «Son técnicas que se utilizan desde hace años en colegios de Estados Unidos y están ya validadas, se ha comprobado que obtienen muy buenos resultados», comenta la profesora de la UNIR Marian Cobelas. «Sirven para calmar a los escolares y para mejorar la atención y el rendimiento académico».

Así, la pandemia ha abierto las puertas a actividades que no se hacían antes en los colegios y que se han integrado en los programas escolares. El yoga infantil o la relajación aparecen ya en los horarios de muchos centros y también pintar mandalas para ayudar a la concentración.

Juegos de mindfulness para calmar a los más pequeños

Escuchar el corazón

Consiste en que los niños salten durante un minuto en el sitio. Luego hay que pedirles que se sienten con los ojos cerrados y pongan las manos en el pecho para que puedan sentir su corazón y su respiración. Mientras están en esa posición se les pregunta qué notan en sus cuerpos. Hay que explicarles cómo el movimiento les puede ayudar a cambiar su estado de ánimo.2

El ruido de las abejas

Este ejercicio tomado del yoga es muy bueno para tranquilizar a los niños. Deben taparse las orejas con los dedos índice, cerrar los ojos e imitar el sonido de las abejas: bzzzzzzzz. Este ejercicio permite trabajar el control de la respiración y es un recurso fantástico para practicar con los más pequeños y calmar sus ánimos en momentos de nerviosismo.3

Soy una rana

Hay que adoptar la postura de una rana y notar cómo aumenta y disminuye la tripa con cada respiración. Es uno de los ejercicios más populares de mindfulness y consigue que los niños se centren en su respiración. Mientras hacen el ejercicio se les explica que la rana da grandes saltos, pero también sabe quedarse quieta observando y atenta para cazar una mosca.4

Disfruto de una fruta

Esta actividad entrena a los niños a comer lentamente, atentos a los estímulos sensoriales, y contribuye a desarrollar una relación placentera con la comida. Es recomendable hacerlo con fruta, ya que son fragantes, vistosas y con texturas muy variadas. Consiste en invitar a los pequeños primero a observar el aspecto, la textura, los olores con la fruta en la mano. Luego se les pide meter el trozo de comida lentamente en la boca, con los ojos cerrados, sin morderlo y explorarlo con la lengua. Finalmente, poco a poco, ir masticándolo conectando con las sensaciones que se despiertan. Hay otros ejercicios de observación muy beneficiosos. Se trata de mirar fijamente 30 segundos cualquier objeto como un bolígrafo, una planta… y después hablar de sus detalles.

Rutinas diarias en los colegios

  • Las actividades para mejorar el bienestar emocional de los alumnos y rebajar tensiones en el aula pueden ser «rutinas diarias» que se hacen en pocos minutos. La Universidad Internacional de la Rioja propone algunas.
  • Ejercicios de respiración Es bueno hacerlos a primera hora del día o después de una actividad de movimiento e intensidad, como es el juego al aire libre en el recreo. Es suficiente con cinco minutos. El maestro puede hacer juegos con los alumnos, decirles que piensen que son un árbol y, mientras mueven los brazos como si fueran ramas, inspiran y expiran. Los ejercicios de respiración se pueden hacer a la vez que se escucha música relajante.
  • Sonidos relajantes El niño se sienta con los ojos cerrados mientras el profesor hace sonar una campana, un cuenco tibetano, un palo de lluvia o cualquier sonido relajante. Los escolares se irán tranquilizando en sintonía con el sonido.
  • El frasco de la calma El frasco de la calma se elabora con agua, glicerina y purpurina. Si no se mueve el frasco, el agua se ve clara; pero si se agita, la purpurina se extiende y ya no se ve. El mensaje para el niño es que «cuando estamos agitados no podemos ver las cosas claras ni pensar». En algunos colegios utilizan también el rincón de la calma, con cojines, cuentos y este frasco para momentos de crisis.
  • El parte meteorológico Una actividad en el aula que busca que los niños expresen cómo se sienten y puedan liberar tensiones es el juego del parte meteorológico. Los alumnos dibujan su situación: una tormenta, lluvia, nubes, sol.. según el estado anímico en que se encuentran.

FUENTE: elcomercio.com

Mis hijos tienen 4 y 11 años… ¿a qué pueden jugar juntos? Colaboración con El Correo

La psicóloga Silvia Álava nos da ideas de juegos para que niños de edades dispares se entretengan juntos

Por YOLANDA VEIGA

En esta campaña rara que nos está tocando vivir, los más peques, sin alcanzar a comprender las dimensiones de lo que ocurre, están notando las consecuencias como los adultos. No pueden jugar como antes. Nada de partidos de fútbol ni multitudes en las piscinas y los parques. Esta vez toca jugar entre los hermanos, o con los primos, o con los vecinos cercanos. Dos, tres… cuatro niños a la vez. Pero, ¿es fácil que eso suceda cuando tienen edades muy dispares? ¿Pueden jugar juntos dos hermanos de 4 y 11 años? Y, en caso afirmativo, ¿a qué pueden jugar que les entretenga a ambos?

Siempre va a tener que ser el niño mayor el que se tenga que amoldar un poco al pequeño

Silvia Álava, psicóloga especializada en infancia del gabinete Álava Reyes, nos da unas pautas para ayudar a los pequeños que se sacan una o dos cabezas a jugar juntos. Le planteamos varias situaciones, con casos de edades muy distintas. Y al margen de sus recomendaciones, una advertencia inicial: «Siempre va a tener que ser el niño mayor el que se tenga que amoldar un poco al pequeño. Cuando uno pequeño juega con uno mayor a veces no entiende el juego y nos encontramos con chavales que corren detrás de los mayores aunque no entiendan muy bien de qué va la cosa. Pero se lo pasan bien porque les da la sensación de que están participando».

Dos hermanos de 2 y 5 años

A cuidar muñecos

«Ya pueden empezar a compartir el juego. El de 2 años todavía está en una edad en la que va a jugar junto a su hermano, no con su hermano. No es que haya un juego en el que la interacción vaya a ser entre los dos niños, sino que la interacción es triangular, a través del juguete que hayan elegido. Lo más seguro es que el de 2 se sentará al lado del de 5 y tratará de copiar lo que hace el mayor. Éste, a su vez, le puede dirigir un poco el juego. Podrían estar jugando a cuidar muñecas, a profesores».

Amigos de 3, 7 y 8 años

Al ‘pilla pilla’

«Los de 7 y 8 años pueden tener un juego más complejo, con normas claras, desde juegos de mesa a juego simbólico o dinámicas de ejercicio físico tipo ‘pilla pilla’. El de 3 años va a estar a su lado pero estará corriendo y haciendo cosas parecidas, más imitando el juego de los mayores, que sí estarán jugando. Es importante que los mayores entiendan que el pequeño no puede jugar al mismo nivel que ellos y que le asignen alguna tarea sencilla: ‘tú nos sigues’, por ejemplo. Si hay movimiento puede correr detrás de ellos, que le dejen correr, pero que no sea él el que siempre se la queda porque no va a ser capaz de pillar a ninguno».

Una chavala de 12 años con sus padres

Al ‘Cluedo’ o el ‘Monopoly’

«A los 12 años están entrando en la adolescencia y el tipo de procesamiento ya es más parecido al de un adulto. Pueden tener un desarrollo de pensamiento lógico muy bueno, que es útil, sobre todo, para los juegos de mesa que interesen a ambos: cartas, ajedrez, ‘El Cluedo’ para resolver misterios, el ‘Monopoly’… Y si les ponemos a jugar a los videojuegos van a estar encantados todos. Con los chavales de 12 años se pueden tener conversaciones super interesantes y hay que preguntarles cosas para que vayan desarrollando la lógica».

Dos primos de 6 y 9 años

A disfrazarse e inventar películas

«Pueden jugar a muchísimas cosas juntas porque a los 6 ya hay un desarrollo evolutivo que hace que los niños puedan seguir los juegos de normas y de reglas. Desde los tradicionales juegos de mesa de normas hasta el juego simbólico: inventan que son profesores, que viven en el mar de sirenas… Es una edad muy buena y hay un tipo de juego muy rico con una interacción entre ambos que va a ser bastante parecida. Podrían entretenerse bastante bien. Los juegos de mesa les van a venir bien pero el juego simbólico, de roles… que imaginen películas, disfraces… es una edad genial para eso».

Un niño de 4 con su hermana de 11

La mayor le lleva a caballito

«En este caso, con esas edades tan dispares, la interacción ya no es tan rica. La de 11 juega mucho con uno de 4 años pero tiene que entender que está jugando con él básicamente para entretenerle. Debe saber que le va a tener que explicar todo, que el de 4 no va a saber las normas del juego si es que las tiene, así que se las va a tener que ir diciendo por el camino. Estamos pasándonoslo bien pero el juego lo va a tener que dirigir la de 11 años. Podrían hacer carreras, que la mayor le llevara a caballito… Todo lo que sea juego de contacto físico le va a gustar muchísimo al pequeño y a la de 11 le va a gustar sentirse mayor».

FUENTE: Diario El Correo