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La adaptación hedónica: un arma de doble filo que no solo genera felicidad

– La adaptación hedónica es la capacidad de las personas para adaptarse a diferentes situaciones

– Tiene que ver con nuestra supervivencia y nos permite ser felices a pesar de la adversidad

– Sin embargo, la adaptación hedónica es un arma de doble filo ya que también hace que nos habituemos a lo bueno

Por Aldara Martitegui

Cuando Martina y su grupo de amigas de la universidad entraron en el apartamento que habían alquilado en una remota isla de Grecia para pasar dos semanas de vacaciones, se les cayó el alma a los pies. Las paredes estaban desconchadas; el olor a cerrado y humedad era insoportable. Hablaron con el responsable de la agencia que, tras disculparse por el desastre del apartamento, les explicó que por supuesto les devolverían el dinero que habían adelantado, pero que lamentablemente no tenían ningún otro alojamiento disponible en toda la isla para esas fechas.

No había muchas opciones. O Martina y sus amigas renunciaban a sus dos semanas de vacaciones y cogían un avión de vuelta a España o se adaptaban a lo que había. El positivismo de algunas de las chicas compensó el negativismo de las otras y, finalmente, decidieron que un apartamento cochambroso no iba a arruinar sus vacaciones: se quedaban.

Después de ventilar, limpiar y hacer algunos cambios, el tugurio empezó a parecerles menos tugurio. El primer gran cambio en su manera de percibir el apartamento ocurrió tras dormir allí la primera noche. Las chicas desayunaban en la terracita cuando una de ellas dijo: “Pues no sé a vosotras, pero a mí este apartamento ya no me parece tan terrible…incluso me parece que los desconchones de las paredes tienen su encanto”.

Esa fue la última conversación que tuvieron sobre el tema que las había mantenido tan ocupadas el día anterior. No volvieron a hablar del asunto hasta el día que regresaban a España en el aeropuerto…”Y pensar que estuvimos a punto de perdernos esto por unas humedades en el apartamento…¿quién se acuerda ahora de eso?”

Qué es la habituación hedónica

La adaptación hedónica o hedonista es la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos a las diferentes situaciones que vamos viviendo a lo largo de la vida, ya sean buenas o malas.

El ser humano tiene la capacidad de acostumbrarse pronto a los a cambios, lo cual puede ser muy beneficioso en determinadas ocasiones, como la que vivieron Martina y sus amigas. La adaptación hedónica es en cierto modo un mecanismo de supervivencia.

Aunque nos sucedan situaciones o sucesos traumáticos (o simplemente eventos negativos del día a día), generalmente sobrevivimos a ellos, nos sobreponemos y conseguimos reorganizar nuestra vida. La adaptación hedónica se manifiesta en situaciones negativas sencillas y poco trascendentales como la que vivieron Martina y sus amigas, pero también en otro tipo de acontecimientos mucho más adversos, como el diagnóstico de una enfermedad grave o la pérdida de un ser querido.

Cristina perdió casi toda la movilidad en un brazo después de sufrir un accidente. Aunque desde su entorno no dejaba de recibir elogios por cómo había superado esa pérdida de movilidad y se había adaptado a su nuevo estado, a ella le daba un poco de coraje. “No sé por qué me admiran…ellos hubieran hecho lo mismo que yo: adaptarse…No queda más remedio. No tengo ningún mérito”, decía.

Para que se produzca ese salto resiliente, los humanos contamos como aliada con esa capacidad para adaptarnos hedónicamente a las situaciones adversas

La adaptación hedónica -esta capacidad que traemos “de serie” los seres humanos porque nos permite adaptarnos al entorno y por tanto tiene que ver con nuestra supervivencia- es también la puerta a la famosa resiliencia.

La psicología entiende la resiliencia como la capacidad de los seres humanos no solo de superar las circunstancias adversas, sino de adaptarse positivamente a ellas y salir transformados y fortalecidos. Como vemos, es mucho más que superar las circunstancias adversas. Ser resiliente tiene más que ver con trascender esa situación de dificultad o sufrimiento. Para que se produzca ese salto resiliente, los humanos contamos como aliada con esa capacidad para adaptarnos hedónicamente a las situaciones adversas.

Ser resiliente implica un proceso de adaptación, aceptación e integración del sufrimiento para luego poder trascenderlo. Por tanto, la adaptación hedónica podría interpretarse en cierta manera como la base biológica de la resiliencia, ya que en un primer paso nos ayuda a adaptarnos a la adversidad y nos abre las puertas para trascenderla y ser felices a pesar de ella.

Un arma de doble filo

La adaptación hedónica, como hemos visto, es una herramienta estupenda que nos ayuda a vivir en condiciones muy incómodas y, en un plano más espiritual, nos facilita el camino hacia la resiliencia. Sin embargo, no debemos olvidar que este fenómeno es un arma de doble filo. De la misma manera que terminamos acostumbrándonos y tolerando las circunstancias adversas, la adaptación hedónica también hace que nos habituemos rápidamente a todo lo bueno que nos rodea y dejemos de valorarlo.

Desde la psicología, el fenómeno de adaptación hedónica se utiliza para explicar, por ejemplo, por qué -como demuestran numerosos estudios- la mayoría de las personas a las que les toca la lotería, un año después sienten que son igual de felices que antes de ganarla. Su nivel de felicidad de referencia vuelve a ser el mismo (incluso en algunos casos más bajo) porque se han habituado a la nueva situación.

Otro caso muy visible de adaptación hedónica es el de personas que pasan años de su vida luchando por conseguir un puesto de trabajo o por tener una familia y, cuando consiguen su anhelado objetivo, se siguen sintiendo insatisfechas «¿por qué no soy feliz si tengo todo lo que soñé?» Es una pregunta muy habitual en las consultas de los psicólogos.

Lo que sí podemos trabajar o aprender, con el fin de vivir una vida más plena y satisfactoria, son estrategias para que la adaptación hedónica no nos arrebate la felicidad

Si a este fenómeno de adaptación hedónica, que nos impide disfrutar de nuestros logros por pura habituación, sumamos el hecho de que vivimos en una cultura consumista que, de alguna manera nos está permanentemente retando a conseguir cosas, poniendo el foco en lo que no tenemos más que en lo que tenemos, es comprensible que haya tantísimo nivel de insatisfacción en nuestra sociedad.

Obviamente, este segundo componente cultural que tanto afecta a nuestra felicidad difícilmente lo podremos cambiar desde una acción individual. Lo que sí podemos trabajar o aprender, con el fin de vivir una vida más plena y satisfactoria, son estrategias para que la adaptación hedónica no nos arrebate la felicidad.

El primer paso es precisamente este: tomar conciencia de que este fenómeno existe y tal vez hacer una recapitulación de cómo a lo largo de nuestra vida nos ha ido afectando.

Cuándo y cómo luchar contra la adaptación hedónica

Cuando empecé a estudiar periodismo soñaba con trabajar en una gran televisión, en la sección de Internacional: soñaba con trabajar en un lugar que me ayudara a entender el mundo e informar sobre él, que mi trabajo me motivara para aprender más cosas, viajar, conocer otros lugares y reportear. Cuando lo conseguí, más que satisfacción, lo que sentí fue un gran vacío.

Otro ejemplo es el de esas personas que creen que si se casan serán más felices. Sin embargo, está demostrado que el matrimonio tiene efectos pasajeros sobre la felicidad de las personas, como explica la psicóloga Silvia Álava en su libro ¿Por qué no soy feliz? “Cuando una pareja se casa se produce una inyección de felicidad cuyos efectos duran aproximadamente dos años. A partir de esa fecha su nivel vuelve al que tenían antes de la boda a no ser que proactivamente ejerciten una mejora continua”, explica.

En la frase “proactivamente ejerciten una mejora continua” está la clave para no caer en la adaptación hedónica. ¿Cómo evitarla? La única manera es conectando intencionadamente, cada día de nuestra vida, con aquellas cosas buenas que nos rodean y que habitualmente pasan desapercibidas porque solemos estar más enfocados en lo que vendrá (y en cómo lograrlo) que en lo que ya tenemos. Está claro que necesitamos tener sueños y objetivos para mantener la motivación alta, pero, ¿dónde está el límite? Debemos saber que, efectivamente, soñar nos motiva, pero soñar demasiado desvía nuestra atención del presente y nos impide disfrutar de lo que ya tenemos.

Aprender a estar más presentes

Para terminar, me gustaría compartir un cuento que ilustra muy bien esta idea de la adaptación hedónica y de cómo muchas veces nos impide disfrutar de nuestros logros. Es una fábula anónima que relata el momento en que un agricultor descansa contemplando su huerto cuando recibe la visita de un viajero:

Cuenta la historia que, una calurosa mañana de verano, un hombre se encontraba sentado sobre la hierba, bajo las ramas de un frondoso roble, disfrutando de la suave brisa y de la hermosa vista de su huerto. Aquel día había decidido darse un buen descanso para contemplar con placer los árboles y las hortalizas que durante tanto tiempo había ido cuidando con esmero.

 Acertó a pasar por allí un caminante, con quien inició una animada conversación. Al cabo de un rato, el caminante, que pudo ver claramente en la luz que desprendían los ojos del agricultor el amor que sentía hacia su huerto, comenzó a sugerirle por qué no se esforzaba un poco más.

En vez de perder el tiempo ahí sentado podría dedicarse a mejorar la producción de su huerto. El recién llegado no hacía más que dar consejos: “trabajando más en el huerto, le dijo, podrá aumentar la producción de tomates, con cuyos beneficios podría comprar más tierras, cultivar más y, en un futuro, incluso establecer una empresa de tomate en conserva”. Así el caminante le hizo una y otra propuesta a nuestro agricultor.

A cada nueva sugerencia, el dueño del huerto preguntaba al caminante: “Y todo eso, ¿para qué?”

Todas las respuestas del caminante llevaban a una sola razón final: “Porque, si trabaja usted con esfuerzo y diligencia, un día podrá venir aquí y sentarse a disfrutar y simplemente ser feliz contemplando lo que ha alcanzado”.

Un largo silencio se hizo entre ambos, hasta que nuestro agricultor, después de una profunda inspiración respondió: “Y, ¿qué cree usted que estoy haciendo yo en este momento?”

FUENTE: niusdiario.es