¿Son los videojuegos de tu hijo adecuados para su edad? Colaboración con Consumer
La violencia y las estrategias para monetizar los juegos online pueden provocar una dependencia excesiva y transmitir valores inadecuados para su edad.
Por Nacho Meneses
Es gratuito, pero genera 3.000 millones de dólares en beneficios, y en solo dos años ha atraído la pasión y el fervor de 2.000 millones de usuarios repartidos por todo el mundo. Hablamos, claro, del videojuego online Fortnite, todo un fenómeno social en el que 100 jugadores pertrechados con los más variopintos accesorios combaten en cada partida hasta que solo queda un superviviente. Entre esos jugadores, hay muchos menores. Incluso niños que aún no tienen la edad mínima para la que está recomendado: 12 años. En las siguientes líneas profundizamos en este videojuego y analizamos cómo la violencia y las estrategias para monetizar los juegos online pueden provocar una dependencia excesiva en los niños.
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¿Es un problema que niños más pequeños utilicen este tipo de juegos? Si se pone 12 años es “porque hasta esa edad la moral no está plenamente desarrollada; la estética del juego puede que esté concebida para niños pequeños, pero el contenido no… Cuanto más pequeños, más sensibles son, y hay que tener un cuidado especial en que nada interfiera con el correcto desarrollo de la moral”, explica Silvia Álava, psicóloga infantil.
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¿Son los videojuegos perjudiciales?
Aunque no pueda decirse que haya una relación de causalidad entre este tipo de videojuegos y conductas violentas en la vida real, “lo que sí hay que plantearse es el tipo de valores que quieres fomentar en tu hijo. Somos demasiado benevolentes con el tema de los videojuegos… Hay niños de 8 a 11 años jugando al Fortnite y también niños de 12 jugando a juegos de 18”, añade Álava. Dependiendo de sus características, el código PEGI incluye diferentes clasificaciones para los videojuegos, que van desde los 3 a los 18 años.
Más que por jugar a videojuegos, el problema se presenta en el caso de que el menor, por hacerlo, deje de llevar un estilo de vida saludable y de atender otras actividades necesarias como los estudios, la lectura, las actividades al aire libre o la vida familiar. Aunque si el menor abusa del juego, este puede llegar a afectar al correcto desarrollo de la atención: “El esfuerzo de atención sostenida no lo tiene que hacer el niño, sino que lo hace el juego, porque cambia rápidamente de estímulos visuales y auditivos”, afirma Álava. “Te lo guía todo el juego… Por eso ocurre que los niños se aburren tan rápido en la vida real. Si en los videojuegos te lo dan todo hecho, en la vida real lo tienes que hacer tú. Hay que alternar los dos tipos de juegos”.
Gratis, hasta cierto punto
En el estudio mencionado, el miedo a sentirse desplazado era un motivador importante a la hora de jugar: si todo el mundo lo hace, ¿me voy yo a quedar fuera? Hoy en día, el videojuego se ha convertido en una herramienta básica de socialización, y muchas veces incluyen chats de voz para quedar con los amigos del colegio y conversar con los nuevos contactos que se hacen dentro del juego.
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El verdadero peligro puede que no venga de la violencia, sino de un elemento de presión social que lleva a “glorificar las cuestiones de estatus a través de las compras de skins y accesorios, y por el hecho de que tengas que pagar para obtener aquellos que te hagan destacar dentro del grupo social al que pertenece el menor”, añade Arnedo. Algo que puede hasta llegar a ocasionar problemas de autoestima. Y como hay cosas que solo puedes conseguir aleatoriamente, se empuja al usuario a estar más horas jugando y a gastar más dinero. A fin de cuentas, como apunta Álava, “el juego está hecho para que el niño se enganche”.
Lee el artículo completo en FUENTE: Consumer
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