Silvia Álava alerta sobre los perjuicios que causan los ‘padres helicóptero’ en el diario El Norte de Castilla
La psicóloga advierte de que la obsesión por sobreprotegerles contribuye a criar hijos infelices
Sobreprotección. Esa es la palabra maldita, el origen de muchos de los casos que la psicóloga Silvia Álava Sordo se encuentra cada día en su consulta. No es la primera vez que se escucha esta palabra en la Escuela de Padres de El Norte de Castilla. La pronunció Javier Urra. Y también Bernabé Tierno. Y la repiten muchos expertos una y otra vez con un símbolo de alerta en rojo vivo dibujado junto a ella.
No es para menos.
«Si no hemos hecho nada para que aprendan a tolerar la frustración, no aprenderán cómo evitarla», advertía la psicóloga vallisoletana ayer en el salón de actos de EspañaDuero, que acogió esta segunda jornada bajo el patrocinio de Adeslas, Alimerka y Coca Cola.
Y es que las consecuencias de la sobreprotección son nefastas. «Estos niños sobreprotegidos tienen más posibilidades de ser víctima de acoso escolar», explicó Álava. Y claro, «a la larga serán más infelices».
Justo lo contrario de lo que quieren sus padres. «El primer día que vienen a la consulta siempre me gusta terminar preguntando qué quieren conseguir para sus hijos, y la respuesta que más nos dan, independientemente del diagnóstico, es que sean felices». La paradoja educativa. Por querer obsesivamente que sean felices, lo que se consigue es exactamente lo contrario. Los psicólogos han tipificado estos comportamientos sobreprotectores. Los llaman ‘padres helicóptero’ o ‘padres apisonadora’. «Son los que resuelven sus problemas antes de que pida ayuda. El niño no desarrolla sus propios recursos y sus competencias, porque se los resolvemos nosotros. Hay que dejarles, que se caigan, que aprendan a levantarse. También se llaman padres apisonadora, que allanan los caminos antes de que pasen los hijos», explicó Silvia Álava.
Y de ahí se derivan otros problemas. Porque un comportamiento sobreprotector suele ir acompañado de otras cosas que multiplican el conflicto. Como sentirse culpables por no dedicar a los hijos suficiente tiempo. «Ese sentimiento de culpa hay que trabajarlo, aumentar la cantidad de tiempo que les dedicamos a veces no es posible, pero sí es muy importante la calidad de ese tiempo». ¿Cómo? Pues por ejemplo evitando distraerse cuando se esté con ellos durante ese tiempo que, por breve que sea, sí es única y exclusivamente para estar con ellos.
Ayudar, no sustituir
Los niños tienen problemas. Todos los días. Y la tendencia de ese ‘padre helicóptero’ es a solucionárselos. Silvia Álava propone un camino algo más complicado pero también más fructífero a largo plazo. «Primero hay que escucharle sin distracciones. Ponernos a su nivel, mirándole a los ojos. No quitar importancia al problema. Y luego intentar que sea él quien encuentre la solución». A veces no es fácil.O no tiene la capacidad de razonamiento suficiente como para llegar a esa solución por sí mismo.Entonces es cuando hay que intervenir, pero sin pasarse. «Si no se le ocurre la solución, darle pistas que favorezcan su razonamiento y su lógica para que él llegue a ella».
El libro de Silvia Álava –‘Queremos hijos felices’– está enfocado a niños de entre 0 y 6 años. Por eso muchas de las pistas que lanzó durante su conferencia, y durante las intervenciones con el público, tenían que ver con sentar unas bases desde las que empezar a trabajar. A la hora, por ejemplo, de encomendar unas tareas que deben obedecer. «Hay que tener claro qué tienen que hacer. Y decirle las tareas de una en una. Establecer cómo hacerlo, un tiempo límite. Y las consecuencias de hacerlo. Pero consecuencias en positivo. La tableta, el ordenador, ver la tele, te lo vas a ganar pero haciendo lo que te corresponde, obedeciendo a la primera», puso como ejemplo.
Otra pista. Esta, contra las rabietas. «Lo que quiere el niño es nuestra atención. Si le retiramos la atención, además hay que retirarles lo que están haciendo». Es decir, no vale con decir ‘no te hago caso’ si el niño sigue viendo la tele, porque entonces la medida no será efectiva. Y esa cesión, a la larga, acaba teniendo efectos dañinos. «Muchas veces vemos casos bastante complicados que tienen en la base el miedo de los padres a decirles que no, a que se fueran a enfadar los niños. Y el niño ha cogido una fuerza que no le correspondía».
Vista la conferencia, cabe coincidir con ella en algo: «Hay un gran desnivel entre la preparación que recibimos para desempeñar bien nuestros trabajos y la formación que tenemos para ser padres, para educar a nuestros hijos».
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir