¿Qué tipo de castigos se deben poner y cuándo o por qué motivos?

En pocos casos el castigo es efectivo. Para que lo sea, tiene que ser lo más contingente posible a la conducta que quisiéramos castigar, es decir lo más cercano posible, y por un periodo de tiempo corto. De nada sirve castigar a un niño sin ver la televisión el fin de semana si se ha peleado con su hermano el jueves, porque cuando llegue el momento de la aplicación del castigo, primero no se acordará del motivo y, segundo, rompemos la posibilidad de premiar las conductas en ese intervalo del jueves al sábado.

Cuando un niño no se está portando bien, debemos de utilizar la extinción. Así no te voy a hacer caso, no quiero estar contigo, y dejemos de hacerle caso. Está demostrado que cuando los niños están haciendo algo mal, y están realizando una llamada de atención, cualquier intento de diálogo con ellos o de razonamiento es completamente nulo, no nos va a servir. Hay que razonar con los niños, y mucho, pero no en esas situaciones de tensión, si no cuando estén calmados. Pero a lo que siempre son sensibles es al lenguaje no verbal, que tan olvidado queda en estos momentos. No hace falta hablar, y mucho menos gritar,  basta que miremos al niño con seguridad y firmeza y que vea que con esa actitud no va a conseguir nada. Pero tiene que verlo, no escucharlo.

Los niños tienen que aprender que su conducta tiene unas consecuencias, y tenemos que avisarles de cuáles son. Suele ser más útil explicarles que las cosas se las tienen que ganar, y que por eso si gritas, o chillas, no vas a ver la tele porque no te lo has ganado, no es que “yo te castigo sin tele”, sino que tú no te ganas ver la tele hoy, por cómo te has portado. Hay que definir las consecuencias de cada acto, y los niños deben aprender que cuando empiecen a portarse bien de nuevo, recuperan ese privilegio.

Cuando les castigamos a todo, entonces se desmotivan, porque pierden el aliciente, y lo más probable que ocurra es “si ya estoy castigado a todo, ¿para qué me voy a portar bien?”

Otra cosa que ocurre con los castigos muy largos, es que en ocasiones son difíciles de cumplir y muchas veces “se levantan”, por no poder llevarlos a cabo, con lo que el adulto pierde la autoridad sobre el niño. No podemos amenazar con nada que no vayamos a cumplir. Es mejor ser más concreto con la consecuencia, y que sea inmediata.

 

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