Los ocho años es una buena edad para dar la paga a los niños. Colaboración con el diario ABC
Su conocimiento de las sumas y restas les permite apreciar el valor del dinero y les motiva a tomar sus decisiones de ahorrar o no para lograr un objetivo
Hablar de dinero siempre cuesta. También es origen de opiniones enfrentadas cuando entre los padres se cuestiona si dar o no una paga a los niños: que si a partir de qué edad, que cuánto se le debe dar, cada cuánto tiempo, que si les va a influir para que sean materialistas, que deben ganarse el dinero por ellos mismos o, por el contrario, que es una forma de inculcarles una cultura financiera, de fomentarles el valor del ahorro…
No hay estudios científicos que evidencien la conveniencia o no de todos estos datos tan precisos. Pero lo que sí hacen los expertos en la materia es dar una serie de orientaciones para que los padres puedan decidir de la forma más acertada esta cuestión.
Según Ana Castillo, responsable de los talleres «Ahorrar en familia» que organiza la escuela Barymont, se trata de una decisión muy personal, «pero consideramos que es positivo que se otorgue una paga a los niños a partir de los ocho años». Explica que en esta etapa los pequeños ya han mantenido su primer contacto con las monedas que les deja el ratoncito Pérez debajo de la almohada, con el dinero que reciben como regalo de cumpleaños, de su primera Comunión… Además, en el colegio ya han aprendido en la clase de matemáticas a sumar y restar, lo que les ayudará a entender mucho mejor lo que implica ahorrar y gastar su dinero.
Aprender a administrar
Respecto a la cuantía que se debe asignar, Ana Castillo considera que depende de muchos factores, pero fundamentalmente de la situación económica de la familia. Aún así, advierte a las familias que no es tan importante la cantidad de dinero que se le asigna a un hijo, como que aprenda a administrarlo correctamente. «Cuando son pequeños, los niños piensan que el dinero fluye de los cajeros del banco y es conveniente que empiecen a entender que cuesta mucho ganárselo y saber guardarlo porque ellos, por su edad, están acostumbrados a pedir y pedir que se les compren caprichos sin ser conscientes del valor del dinero. En la mayoría de los casos, incluso, prefieren tener más monedas que un billete porque asocian que cuanta más cantidad manejen en sus manos, más tienen. En definitiva, se trata de enseñarles que el dinero no cae del cielo y que hay que saber valorarlo y administrarlo».
Establecer prioridades
Lo ideal, según añade Silvia Álava, directora del área infantil en el Centro de Psicología Álava Reyes, es empezar por darles pequeñas cantidades, suficientes para que, en vez de que sean los padres los que le compren una chuche o un cromo, sean ellos quienes lo hagan y comprendan que cuanto más dinero tengan más cosas podrán comprarse y que si se lo gastan tendrán que esperar tiempo hasta reunir más monedas. «Es muy importante porque, de esta forma, son capaces de plantearse metas y objetivos y aprenden a demorar su recompensa y saber que no todo se puede tener de inmediato».
Con pequeñas cantidades de dinero también se contribuye a que tomen sus propias decisiones en función de sus prioridades, puesto que tendrán que elegir si prefieren la chuche o el cromo, o esperar a ahorrar para comprarse un juguete mejor. «Es una forma de fomentar la cultura del esfuerzo para obtener su recompensa, lo que otorga una gran sensación de felicidad», explica esta psicóloga.
Eso sí, advierte esta experta, los padres no deben caer en el error de darles una asignación económica por hacer tareas que se supone que son su responsabilidad, como, por ejemplo, poner la mesa o hacer los deberes, que son su obligación y no algo opcional. «Aunque si no las cumple, sí se les podrá retirar una paga. Otro asunto –matiza– es que si desempeñan un esfuerzo adicional (tipo cortar el césped, lavar el coche…) sí se les pueda recompensar con un dinerillo extra».
Respecto a la periodicidad con la que se le debe dar la paga, Ana Castillo mantiene con firmeza que debe ser semanal y no mensual. La explicación es que los niños pequeños «no tienen la misma noción del tiempo que un adulto», y aprenden más fácilmente si es una vez a la semana porque perciben mejor a corto plazo la relación causa-efecto a la hora de ahorrar y comprar. «Si se les da mensualmente y se les pide que guarden el dinero para poder comprarse algo dentro de seis meses, su interés perderá efecto».
Respecto a la formación finaciera que reciben los pequeños en casa, Laura Nieves González, directora del área de educación financiera de Junior Achievement, explica que un reciente estudio de la Universidad de Murcia, impulsado por Junior Achievement y MetLife, asegura que el 44% de los estudiantes de Primaria declara que es habitual que sus padres les hablen en casa del dinero y de la importancia del ahorro. Tanto es así que el 83% dedica su paga al ahorro, un elevado porcentaje que probablemente refleje una decisión que los padres han tomado por los jóvenes. En Secundaria ahorran el 86,5%. No obstante, este estudio matiza que el 13% de las diferencias en hábitos de consumo, compra y cultura financiera de los alumnos de Secundaria «se deben a que estudian en colegios diferentes y no tanto a las características personales y familiares», concluye.
Herramientas para fomentar el ahorro
Según José Trecet, experto en finanzas personales de Preahorro.com apunta las siguientes medidas:
— La primera herramienta es su paga o la forma que los padres establezcan para que los niños se ganen su dinero. Tenga o no asignación, lo importante es que entren en contacto con el dinero y que lo hagan físicamente. Si es así, siempre es mejor semanal que mensual.
— La segunda herramienta es un bote de plástico. La mayoría de padres opta por el típico cerdito o la hucha de ojalata. La mejor alternativa es un recipiente transparente. De este modo, los niños pueden ver cómo evolucionan sus ahorros.
Puede haber uno o más botes, dependiendo de los objetivos que tenga el niño. Si quiere una nave de Star Wars, tendrá un bote donde él mismo escriba el objetivo. Los padres deben ayudarle a marcarlos y, además, tendrán que darle un valor numérico, que puede ser el precio del juguete.
Lo ideal para quienes están empezando a ahorrar es no fijarse demasiados propósitos (con uno será suficiente) y que no sean muy a largo plazo (un máximo de entre tres y cuatro semanas). Con el tiempo se pueden añadir metas y ampliando marcos temporales.
— La tercera herramienta es la propia familia. Hay cinco acciones concretas que los padres pueden poner en marcha:
• Servir de ejemplo. En otras palabras, ahorrar y demostrar a los pequeños que ellos también ahorran para comprar las cosas que quieren.
• Incentivar el ahorro. Ahorrar puede hacerse duro para los pequeños y pueden necesitar un empujón. Para ayudarles se pueden establecer incentivos como poner una parte de lo que cuesta su objetivo o, todavía mejor, ayudarles a pensar fórmulas para ganar más dinero. De esta manera se fomenta su mentalidad emprendedora.
• Tener objetivos de ahorro en familia. En línea con el primer punto, un objetivo común servirá para cohesionar a la familia y hacer ver a los niños que forman parte de la toma de decisiones en algo tan importante como el dinero. El mejor propósito para empezar: las vacaciones en familia.
• Los cumpleaños y la Navidad son el momento idóneo para trabajar el pensamiento estratégico a largo plazo. En lugar de acumular regalos, se les puede hacer ver que existe la posibilidad de que pidan dinero o junten regalos para conseguir una meta más alta.
• Ahorrar en casa. El ahorro no sólo puede enseñarse a los niños a través del dinero. No malgastar recursos en casa es otra forma inteligente de conseguir inculcar hábitos saludables para las finanzas personales de los pequeños.