Las consecuencias de la sobreprotección de los hijos en sus estudios. Colaboración con la revista Padres y Colegios
Hoy en día son muchos los padres que nos hacen llegar sus dudas sobre cómo tienen que apoyar a sus hijos en los estudios y en las tareas escolares.
Sienten la necesidad de acompañarles y supervisarles a lo largo de todo el proceso de aprendizaje, explicarles los deberes y las lecciones e incluso se sientan a su lado para que los hagan, les corrigen cualquier posible fallo, y al final en ocasiones han dedicado ellos un mayor esfuerzo en hacerlos que sus hijos.
Los padres ante todo son padres. No son profesores. Y los deberes y los estudios son responsabilidad de los niños no de los padres. Por eso es fundamental que desde el primer momento ése sea el mensaje que se trasmita a los hijos. Es más, en muchas ocasiones ocurre que cuando los padres están demasiado encima de las tareas escolares y de los estudios, esto afecta a la relación materno y paterno filial.
Muchos progenitores emplean demasiado tiempo y energía en estos menesteres olvidando otros aspectos fundamentales que fortalecen el vínculo entre padres e hijos. En la vida los estudios son muy importantes, pero no lo único. Por eso, no centralicemos la vida del niño en el éxito escolar. Detrás de este comportamiento muchas veces está el miedo de los padres. Miedo a que si dejamos solo al niño no lo hará tan bien, sus notas bajarán, o presentará sus deberes con errores. Y lo que no nos damos cuenta es que con esta actitud estamos impidiendo que los niños aprendan.
Es verdad que muchas veces gracias a ese ejercicio tan exhaustivo de supervisión por parte de los padres, las notas del niño son más altas y hay un mayor número de sobresalientes, pero seamos realistas ¿a quién le importa más la nota, al padre o al hijo? Hay padres que se niegan a que sus hijos presenten un trabajo de seis o siete si con su ayuda lo pueden hacer de sobresaliente, pero no son conscientes del daño que hacen al chico. ¿No será mejor que el niño saque un seis pero sólo gracias a su esfuerzo, que aprendan que puede conseguir las cosas, que sepa qué aspectos en concreto son en los que debe de reforzar y mejorar, a que el padre saque un diez? Os invito a reflexionar sobre estos aspectos, porque por desgracia hay padres que se sienten evaluados junto a sus hijos. Y la consecuencias de esto las pagan los hijos quienes:
- Sienten que a sus padres sólo les importan las notas.
- Su autoestima y seguridad personal se puede ver afectada.
- Viven como un fracaso calificaciones de seis o siete, incluso algunos llegan a verbalizar que un ocho no es suficiente.
- No aprenden a desarrollar recursos propios ni a supervisar sus trabajos, porque lo hacen sus padres.
- A la larga son más infelices e inseguros.
Por eso la tarea de los padres será educar a sus hijos para sean responsables y autónomos en el estudio, les ayuden a planificarse cuando son más pequeños, e insistan en tareas claves como es la autocorrección. Por ejemplo, que se acostumbren a revisar siempre los deberes, para así poder corregir los posibles errores o las faltas de ortografía, comprobar que no se saltaron ninguna pregunta…
Será más efectivo a medio y largo plazo entrenar a los niños en el proceso de monitoreo de su ejecución, para que luego los chicos sean capaces de repasar y corregir los fallos del examen.
Pero hay una variable más y es que los niños crecen y cada vez es más complicado poder ayudarles. De hecho hay padres que se muestran especialmente preocupados porque incluso creen que si sus hijos se dan cuenta que no saben resolver determinadas ecuaciones de matemáticas o realizar correctamente un análisis morfosintáctico no van a confiar en ellos, o van a pensar que no saben lo suficiente. Admitir las limitaciones en determinadas materias, no tiene porque minar la confianza del niño en sus padres.
FUENTE: Revista Padres y Colegios junio 2015
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