Día del padre

La «hiperpaternidad»: Cuando la #paternidad se torna en exceso. Colaboración con ICON del diario El País

Eres un mal padre, lo sabes y no pones remedio

Los expertos alertan sobre la última tendencia del “padre helicóptero”, que solo consigue hijos inseguros y faltos de carácter

Día del padre

¿Te consideras un buen padre? Quizá eres de los que ayudan a sus hijos a hacer los deberes, actúan como vigilantes de la playa en el parque para que no se hagan daño y exprimen el grupo de whatsapp del colegio hasta que el móvil eche humo. Bien: entonces no eres un buen padre. Eres lo que se denomina un “hiperpadre” o un “padre helicóptero”, que sobrevuela constantemente alrededor de sus vástagos; un perfil cada vez más habitual y, según muchos expertos, cargado de implicaciones negativas para los hijos.

Lo cual no deja de ser curioso: hasta hace muy poco tiempo se acusaba a los padres de no estar lo suficientemente encima de sus retoños. De casa al trabajo y del trabajo al gimnasio, muchos papás pasaban olímpicamente de los niños, que, resignados, pasaban las horas encerrados en su cuarto dándole fuerte a los videojuegos. Al parecer, nos hemos dado cuenta de que eso no hacía ningún bien a los pequeños y nos hemos ido al otro extremo. Igual de perjudicial.

Debemos tener una casa perfecta, un coche perfecto y unos dientes perfectos, y unos hijos perfectos entran en ese cuadro

¡Por mi hijo, mato!

Varias son las causas que han propiciado el alumbramiento del superpapá. “Una es que los árboles genealógicos se han invertido”, explica la autora Eva Millet, que acaba de publicar un libro dedicado precisamente a este tema, Hiperpaternidad (Plataforma Editorial, 2016). “Hoy las familias son nucleares, hay 1,3 niños de media en este país, y los hijos son el centro, el sol: reciben toda la atención”. En la actualidad, además, los tratamientos de fertilidad están a la orden del día. A esos niños, pequeños milagros para sus padres, ¿cómo negarles algo? Esta experta destaca también una fuerte presión social, sobre todo en clases pudientes. “Debemos tener una casa perfecta, un coche perfecto y unos dientes perfectos, y unos hijos perfectos entran en ese cuadro”.

Silvia Álava, psicóloga, autora de libros como Queremos hijos felices (JdeJ Ediciones, 2014) y Queremos que crezcan felices (JdeJ Ediciones, 2015), describe así el concepto de hiperprogenitor: “Son padres que se caracterizan por estar excesivamente encima de sus hijos, anticipándose de tal forma a sus necesidades que se lo dan todo”. Y señala que también les mueve un sentimiento de culpabilidad. “Los padres se sienten culpables porque no están con los hijos todo el tiempo que les gustaría, porque tienen una jornada laboral muy larga y no llegan a recogerlos del cole… Entonces les culpa mucho más decirles que no”, aduce.

Al servicio de los hijos

Pero, ¿de qué clase de atenciones excesivas estamos hablando? Por ejemplo, vestirlos por la mañana o darles el desayuno cuando tienen edad para hacerlo solos. Nos brindamos a ello por comodidad. “Dejar que los niños hagan las cosas solos requiere mucho más esfuerzo, hay que enseñarles. Se pierde mucho más tiempo si tenemos que dejar que el niño se levante, desayune y se vista solo; tardamos menos haciéndoselo nosotros. Pero así no estamos fomentando su seguridad y su autonomía. Es importante ir pidiéndole al niño en cada momento lo que es capaz de hacer”, dice Silvia Álava.

Se pierde mucho más tiempo si tenemos que dejar que el niño se levante, desayune y se vista solo; tardamos menos haciéndoselo nosotros. Pero así no estamos fomentando su seguridad y su autonomía

Algo parecido ocurre con los deberes del colegio. “Los padres no pueden acumular responsabilidad de los niños. Es el niño el que tiene que ser responsable de hacer esos deberes”, añade esta especialista. “Cuando son pequeños, se les puede ayudar a resolver dudas, pero el padre no tiene que estar a su lado haciendo los deberes”.

Un estudio publicado este mismo año por la Universidad de Queensland (Australia) respalda este punto de vista. Sostiene que los progenitores demasiado implicados en los deberes entorpecen el desarrollo de sus hijos: “Una mayor participación de los padres para garantizar la conclusión de los deberes puede evitar la exposición del niño a las consecuencias negativas de no haber asumido la tarea ellos mismos. Irónicamente, los esfuerzos extremos por los padres para promover los logros académicos podrían socavar el desarrollo de la independencia y la adaptación de sus hijos”, determinan los investigadores.

Padres guardaespaldas y padres-mánager

Otra modalidad de padre proceloso es el que merodea alrededor de su hijo en el parque con la misión de prevenir accidentes. Es cierto que nuestra experiencia augura una caída antes de que se produzca, y exponer al niño a ella es duro. Pero es lo que recomiendan los expertos. “El padre tiene que estar a su lado y avisar: ‘Ten cuidado, que a lo mejor te caes’. Pero hay que dejar que el niño se caiga. Y si se cae, el padre no puede gritarle enfadado, sino ayudarle a levantarse, limpiarle las manos… Evitando que el niño se caiga no estamos ayudando a que aprenda a esforzarse; al mismo tiempo, tenemos que enseñarle a levantarse tras cada una de las situaciones que no han salido bien”, aconseja la psicóloga Silvia Álava.

“Los accidentes pueden pasar en cualquier lugar”, dice Eva Millet. “Mi hija se hizo una contusión en la cabeza haciendo ballet en casa. Nos tenemos que relajar, porque los ponemos nerviosos. Si un niño está frustrado y mal, se hará daño en cualquier lado. Si un niño confía en sí mismo, se ve capaz, lo hará bien y hay que dejarlo más suelto”.

Aunque todo esto lo hacemos con la mejor intención, conseguimos el efecto opuesto: un niño hipercustodiado es un niño que crece con problemas

También está ampliamente documentado el caso de los “padres-mánager”, una modalidad que rara vez se da en las madres. “Son aquellos papás que quieren que su hijo sea el nuevo Messi, Ronaldo o Nadal”, define Eva Millet. “Se convierten en sus mánagers y dedican sus energías, dinero y tiempo en crear un futuro astro del deporte. Y ya sabemos que eso no siempre surge. Conozco un caso de un niño que juega superbién al tenis, y desde que era pequeño el padre está detrás, con horas y horas de práctica. Y este crío hace poco ha tenido una crisis de ansiedad, con 13 años, que tuvieron que llamar a la ambulancia. Porque ya no puede más: del tenis, de su papá y de toda la presión que le han puesto”.

Consecuencias negativas

Aunque todo esto lo hacemos con la mejor intención, conseguimos el efecto opuesto: un niño hipercustodiado es un niño que crece con problemas. “Al final no desarrolla sus propias habilidades y competencias”, advierte Silvia Álava. “Si en lugar de que se vista él lo estoy vistiendo yo, cuando vea que sus amiguitos lo hacen y él no, se puede sentir mal. Es peligroso incluso a nivel emocional. Los niños cuyos padres tienen un estilo de educación sobreprotector desarrollan muchas menos competencias emocionales que los que tienen otro estilo de educación. A la larga, los niños van a ser más inseguros, infelices y más probables víctimas de acoso”. Suena fuerte , pero es así: un estudio de la Universidad de Warwick (Reino Unido) relaciona sobreprotección en casa ybullying en la escuela.

Hay que dejar que el niño se caiga. Y si se cae, el padre no puede gritarle enfadado, sino ayudarle a levantarse, limpiarle las manos… Evitando que el niño se caiga no estamos ayudando a que aprenda a esforzarse

“Crea hijos muy agobiados y con pocas ganas de aprender”, añade Eva Millet. “Están quemados: al habérseles inculcado tantas cosas desde pequeños, se les mata un poco la curiosidad. En los más mayores se fomenta una obsesión mercenaria por las notas: un notable les parece poco. Estos niños a los que siempre se les ha dicho que son lo más, tienen una inflada noción de sí mismos, pero, por otro lado, una tolerancia muy baja a la frustración y poca autonomía. El problema de criar a un hijo como a un pequeño príncipe es que puede acabar como Kim Jong-un. Otro tema que me fascina es la cantidad de miedos que tienen los niños hoy. Si tu hija no usa la cisterna porque le da miedo el ruido y tú te pasas diez años haciéndolo por ella, nunca superará ese temor”, remacha Millet.

En su justa medida

De acuerdo: no por ser más esforzados con los hijos vamos a ser mejores padres. Pero dado que nuestro objetivo es ser los mejores papás del mundo, ¿cómo saber cuál es la medida exacta? No es muy complicado. “Los niños nos van dando pistas”, dice Silvia Álava. “Desde pequeñitos ya ves que cogen la cuchara y quieren comer solos. Luego nos vamos a dar cuenta de que cuando se lo pedimos a los niños, son capaces de hacerlo”.

Estos niños a los que siempre se les ha dicho que son lo más, tienen una inflada noción de sí mismos, pero, por otro lado, una tolerancia muy baja a la frustración y poca autonomía

Conviene, pues, levantar el pie del acelerador y aplicar lo que Eva Millet denomina underparenting: aminorar las atenciones (hasta el nivel adecuado). Esta escritora especializada en temas de educación nos aporta cinco trucos para bajar poco a poco la guardia con nuestros hijos:

  1. No les lleves la mochila. “Lo primero que hacen los niños cuando salen del colegio es tender la mochila a los padres, y estos se la cogen. Si pesa mucho, les quitas dos o tres libros, pero la tienen que llevar: aprenden que es responsabilidad suya y que ellos pueden. Es un gesto muy simbólico, pero podría aplicarse a muchas cosas del día a día”, asegura.
  2. Practica una vigilancia distante. “Es lo que yo llamo una sana desatención: observar a los hijos pero sin intervenir a la mínima de cambio”. O lo que es lo mismo, actúa como un árbitro de tenis y no como uno de baloncesto.
  3. Mantente alejado de los deberes. “No hay que hacer las tareas del colegio con ellos ni por ellos. Ayudarles a organizarse su trabajo, eso sí”. Por otra parte: ¿quién necesita ponerse al día en logaritmos y derivadas?
  4. Aligera la agenda. “Confía en ellos y no lo tengas todo programado, que no haya siempre cosas por hacer”. Con el colegio, las extraescolares, la academia de inglés y el partido del sábado ya van bien servidos: no les metamos más presión.
  5. Ignora las odiosas comparaciones. “Hay que evitar ponerse nervioso si el hijo del vecino ha ido a tal sitio o ya está aprendiendo un idioma. Hay tiempo, la vida es muy larga”, sostiene Eva Millet.

En resumidas cuentas, hay que estar al lado de los hijos cuando estos lo necesitan, no 24 horas al día. De lo contrario, el resultado es una tensa estampa familiar de niños y padres estresados. “Los niños necesitan padres relajados”, razona Eva Millet, parafraseando a uno de los científicos que entrevista en su libro. Y añade en tono tranquilizador: “Con buena voluntad y sentido común podemos tener unos hijos fantásticos”.

FUENTE: ICON. El País MIGUEL ÁNGEL BARGUEÑO

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