¿Estoy consintiendo demasiado a mi hijo?
Ceder continuamente ante las peticiones y deseos de nuestros hijos puede provocar que les acabemos consintiendo demasiado.
Por Alicia Mendoza
«Mamá, ¿me compras esas chuches?» «Papá, ¿puedo estar un rato más con el móvil?» «¿Me regaláis la última versión del videojuego para la Play?». Todas estas son situaciones que se dan en nuestro día a día con los hijos y en las que a veces no sabemos qué hacer: ¿se lo compro y así para de pedírmelo? ¿Me mantengo firme y no lo hago?. A veces el cansancio nos vence y no tenemos más remedio que permitirles, aunque no queramos, que se queden un ratito más con la consola o cedemos y les compramos lo que nos piden.
Aunque no pasa nada por hacer caso y cumplir los deseos de nuestros hijos, ceder continuamente puede provocar que acabemos consintiendo demasiado a nuestros hijos.
¿CÓMO CONVERTIMOS A NUESTRO HIJO EN UN CONSENTIDO?
- Les damos todo lo que quieren y desean. Nuestros hijos cuando nacen necesitan que sus progenitores les cuidemos, les alimentemos y les demos amor. Pero a medida que van creciendo, estas necesidades se juntan con los deseos materiales que tienen y, de la noche a la mañana, nuestro hijo se ha convertido en materialista. Debemos enseñarles el valor de las cosas y para ello podemos desde pequeños ir inculcándoles la diferencia entre querer y necesitar.
- Usamos premios y chantajes. “Las casas en donde más se grita, donde más se castiga, más se premia, más se chantajea y más se amenaza, son las casas en donde se obedece menos”, dice Amaya de Miguel, creadora de Relájate y Educa. Usar los premios y los chantajes hará que nuestro hijo vea el premio como algo a lo que se debe aspirar, pero llegará un momento en el que no habrá compensación ni premio y no querrán acatar la orden o lo que les digamos. Si les premiamos diciendo por ejemplo, “si te comes la verdura, te dejo jugar al ordenador”, cuando no haya recompensa del ordenador, no se querrán comer la verdura.
- No usamos límites firmes y respetuosos
¿CÓMO ACTUAR CUANDO TENEMOS A UN HIJO CONSENTIDO?
No existe una fórmula secreta para que nuestros hijos pasen de hacer lo que quieren a que nos hagan caso y recuperen la confianza. Se necesitará constancia, paciencia y sobre todo vínculo con nuestro hijo o hija. Para ponerlo en práctica podemos seguir alguna de estas claves
- Límites fijos. Debemos aplicar en casa, como señala Amaya de Miguel, unos límites que estén muy marcados, para que el día a día no se guíe por la arbitrariedad, sino que los niños y niñas sepan qué cosas tienen permitidas y cuáles no. “Debe haber unos ritmos muy claros, unas normas clarísimas. No se trata de que hoy como emocionalmente estoy bien te dejo mas cosas, y hoy como emocionalmente estoy mal, te dejo menos cosas; Hoy estoy cansado pues ves la tele más porque así yo puedo descansar”, cuenta Amaya de Miguel.
- Rutinas muy fijas. Si en el día a día de nuestros hijos tenemos unas rutinas muy fijas para hacer las cosas, nuestros hijos sabrán a cada momento que deben de hacer y no querrán evadirse de esas responsabilidades. Por ejemplo, si primero se hacen los deberes durante una hora y tras eso se juega, debemos cumplir con esta rutina e intentar que nuestros hijos no sobrepasen esa hora.
- Autocuidado y autogestión emocional. Muchas veces consentimos a nuestros hijos porque no podemos gestionar las emociones que nos surgen cuando nuestro hijo no se comporta de una manera adecuada. Por eso debemos cuidarnos, aceptar nuestras emociones, nombrarlas, expresarlas para poder acercarnos a nuestro hijo con nuestras emociones en calma.
- Dale una paga adecuada a su edad. La paga es una herramienta educativa que permite que nuestros hijos se responsabilicen de sus gastos y se administren el dinero que les demos. Si reciben una paga mensual o semanal, no podrán pedirnos a nosotros que les compremos cosas, serán ellos los que se tengan que administrar para comprarse aquello que desean. Se puede empezar a dar la paga a un hijo cuando este sepa sumar y restar y cuando sea consciente de la necesidad de dinero, es decir, cuando empiece a pedir cosas, como juguetes en el súper o chuches.
3 EJEMPLOS PARA APRENDER A DEJAR DE CONSENTIR A NUESTROS HIJOS
Con estos tres ejemplos podemos poner en práctica cambios para dejar de consentir a nuestros hijos:
Nos pide chuches y cedemos para que deje de gritar
Una escena muy común cuando los niños salen de la escuela es que pidan chucherías a sus padres, y a veces nuestros hijos se ponen muy insistentes para conseguirlas, gritan o tienen una pataleta. Si queremos que deje de pedirnos todos los días chuches, debemos poner un límite claro que siempre debemos cumplir. Por ejemplo, podemos decirles a nuestros hijos que no todos los días va a haber chuches, solo los viernes. Este límite debemos cumplirlo firmemente, aunque nuestro hijo o hija haya tenido una conducta inadecuada debemos darles chuches. De esta forma, nuestro hijo -con el tiempo- irá adecuándose a este límite y sabrá que para las chuches tendrá que esperarse hasta el viernes.
Quiere estar un ratito más en las pantallas
Si llevamos unos horarios fijos con nuestros hijos y saben que tienen solo una hora para jugar al videojuego y siempre les hacemos dejarlo cuando llega la hora, nuestro hijo se irá acostumbrando al tiempo que tiene para jugar. Debemos explicarles claramente cuál es el horario de uso de las pantallas y su tiempo máximo. Asimismo, podemos avisarles cuando faltan cinco minutos para que estén con preaviso y sepan que deben dejarlo. Si no cumplen con el horario prometido, la psicóloga Silvia Álava ya nos comentaba en este artículo que nunca debemos castigarles por ello, pero sí señalarles una consecuencia lógica por no haber cumplido con su promesa: al día siguiente podrán tener la Tablet, pero a su tiempo habitual se les restará el tiempo que estuvieron jugando de más.
Cuando llega la adolescencia, los hijos nos piden cada vez llegar a casa más tarde. Somos nosotros quienes debemos poner el límite de hora y los que debemos establecer una consecuencia. Antes de que esto ocurra, es recomendable hacer un pacto con nuestro hijo para que esté consensuado qué consecuencias se establecen si llega tarde. Pero no debemos apoyarnos continuamente el el uso de las consecuencias. Como nos dice el psicólogo Alberto Soler: «Las consecuencias pueden estar bien como alternativa a los castigos, aunque ya hemos dicho que en realidad no son más que un tipo especial de castigo. Al igual que no arreglaríamos todos los problemas que puedan surgir con castigos, como tampoco un carpintero lo arreglaría todo con un martillo, no podemos pretender solucionarlo todo a golpe de consecuencias». Por eso, si llega tarde a casa recurrentemente, debemos hablar con nuestro hijo para saber cuál es el motivo por el que llega tarde e intentar buscar una solución.
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