Erradicar el acoso el acoso escolar depende de todo el entorno
Alejandro tenía 10 años cuando se suicidó. Se quitó la vida por el acoso escolar que sufría por parte de algunos compañeros y el maltrato de una profesora. Pasó 3 años de insultos hasta que no lo soportó. Una tarde le pidió a su madre una y otra vez que le permitiera no ir al colegio. «Mamá no quiero ir a clase, por favor. Yo le dije pero ¿ha pasado algo? Me dijo no, nada… Subió la persiana, abrió la ventana y se tiró». Es el relato de su madre, destrozada desde entonces. Su único consuelo es luchar para que se apruebe un Plan Nacional contra el acoso escolar y el maltrato.
«A los niños les pido que por favor, por favor, por favor, les cuenten a sus padres lo que les pasa».
Las asociaciones contra el acoso escolar se quejan de que no exista un protocolo estatal, de que cada comunidad tenga sus propios protocolos, que muchas veces no funcionan.
«Falta formación o miran para otro lado», denuncia Carmen Cabestany, presidenta de la asociación NACE y profesora.
Al final, erradicar el acoso depende de cada centro, de que sus profesores y dirección se vuelquen para eliminarlo, implicando a todos: a los alumnos, a las familias y sobre todo, a las de los agresores. Asegura Silvia Álava, psicóloga infantil.
Los «testigos mudos», esos compañeros que presencian el acoso pero no hacen nada son fundamentales. Hay que implicarlos para que pidan ayuda o denuncien la situación, aunque sea en buzones anónimos colocados en los centros.
Silvia Álava
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