Convertir las rutinas en juego, una alternativa para educar sin estrés
Convertir las rutinas en juego, una alternativa para educar sin estrés. Colaboración con NiusDiario.es
Educar es exigente pero no tiene por qué ser una fuente de estrés
- Hablamos con la psicóloga infantil Silvia Álava, coautora del libro ‘El arte de educar jugando’
- Reflexionamos sobre la necesidad cada vez mayor de muchos padres de aprender a educar: solo con amor no basta
Una de las cosas buenas que ha traído la pandemia, especialmente esos primeros meses de confinamiento, ha sido el despertar de conciencia de miles de padres y madres que se encontraron de la noche a la mañana con la terrible sensación de no tener ni idea de cómo gestionar a sus hijos en esa situación.
La pandemia sacó a muchos padres de las inercias, automatismos y rutinas que hasta entonces les habían permitido sobrevivir en el día a día: de casa al cole, del cole a las extraescolares, luego un rato de pantalla en casa, baño, cena y a dormir…Así, un día tras otro, sin un plan de acción ni un propósito concreto; en el mejor de los casos con la única guía de los patrones educativos aprendidos de nuestros propios padres.
Tal vez este boom de publicaciones para padres que estamos viviendo en los últimos meses, responda a esa necesidad de aprender a educar con la que recientemente nos hemos dado de bruces tantos padres. “Estamos viendo publicaciones de todo tipo, explica la psicóloga infantil Silvia Álava, para que cada padre y madre pueda elegir con la que se siente más cómodo y cubra las necesidades que tiene en estos momentos su hogar”.
El esfuerzo que implica educar
Álava acaba de publicar junto a un equipo de 14 psicólogos El arte de educar jugando (JdeJ Editores y Actitud de Comunicación, 2021), una obra que ofrece claves, juegos y ejercicios para mejorar la vida familiar de forma lúdica, a la vez que estimulamos la inteligencia y atención de los niños, fomentamos su autonomía, autoestima, habilidades sociales y regulación emocional.
“Educar implica esfuerzo, implica tiempo, implica dedicación. Por eso, el juego es una de las cosas que hemos querido rescatar en el libro; aprovechar rutinas del día a día para hacerlo. Por ejemplo, vamos a hacer la compra y entonces trabajamos la función ejecutiva y la planificación de que tienes que hacer la lista, de que vas a ser el ayudante; y el momento del sueño para aprender a relajarnos y dormir; y el momento del baño con los bebés para hacer estimulación multisensorial. Hemos querido rescatar mucha rutina para que no sea una mayor carga de trabajo”.
Para que no sea una carga, una fuente de estrés y de frustración.
Tantos años pasando consulta, esta psicóloga infantil sabe lo importante que es para el correcto desarrollo del niño, el estado desde el que educamos los padres; quizás lo hacemos demasiadas veces desde la frustración por nuestro empeño en que los niños sean quienes nosotros queremos que sean y hagan lo que nosotros queremos que hagan.
Por eso es tan importante en todo momento conocer muy bien qué les podemos exigir a cada niño a cada edad (Silvia Álava, psicologa)
“Una cosa muy importante, explica Álava, es saber qué es lo que hacen los niños en cada edad. Tengo que entender que es normal que un niño de primero de infantil tenga una rabieta en la puerta del colegio y que le tengo que acompañar. Pero si es de primero de primaria, ahí tendré que utilizar otro tipo de estrategia. Es muy importante en todo momento saber qué es lo que podemos pedir a los niños en cada edad. Antes de los 3 o 4 años todavía no está madura esa red de control ejecutivo, es decir, el niño no va a saber salir de su rabieta solo, no tiene estrategias de regulación emocional. Necesita que tú, como adulto, le saques. A partir de los 3-4 años, empieza a madurar. ¿Qué es lo que vas a hacer entonces? Acompañarle y darle estrategias. Y según van creciendo, cada vez van a ser ellos más solos, aunque puede que necesiten de nuestra ayuda. Por eso es tan importante en todo momento conocer muy bien qué les podemos exigir a cada niño a cada edad”.
Ajustarnos a la edad del niño
Esta necesidad de ajustarnos en todo momento a la edad del niño para saber qué le podemos pedir y qué no (y que tanto estrés nos puede quitar) nos lleva inevitablemente a otra necesidad: la de aprender. Porque no debemos caer en esa falacia, insiste Silvia Álava, de decir que con amor todo se puede y todo va a salir siempre bien…
“El amor es imprescindible, porque si no tenemos amor y cariño, tenemos todas, pero todas las papeletas del mundo para que ese niño o esa niña tenga problemas a nivel de salud mental y muchos otros. Pero con amor solamente no basta (…) Por ejemplo, hablamos muchísimo de que no hay que sobreproteger a los niños, ¿por qué? Porque hay mucha investigación detrás que nos dice que los niños cuyos padres tienen un estilo educativo más sobreprotector, es decir son más permisivos, están muy encima, están como ‘¡ay que no le pase nada, ya se lo hago yo, si total, a mí no me cuesta nada’…pues es cierto que les quieren muchísimo, pero están malentendiendo el amor paternal o maternal y, al final, lo que están haciendo es que les están dotando de muchas menos herramientas, de muchos menos recursos. Y cuando esos niños son mayores ¿qué pasa? que desarrollan menos habilidades socioemocionales, que tienen una menor autoestima, que están más inseguros, porque no han aprendido a resolver las cosas por sí solos. Si el mensaje es ‘trae que yo te lo hago porque a mí no me cuesta nada, porque te quiero un montón’, el niño o la niña lo que interpreta es ‘tú puedes, yo no puedo’. Y esto es un mazazo para su autoestima”.
Qué tenemos que aprender los padres
Álava recomienda a los padres aprender técnicas y procedimientos que estén avalados centíficamente; que haya estudios detrás; que haya una evidencia de por qué hay que hacer las cosas de determinada forma. Un buen ejemplo sería el de cómo poner normas y límites hoy en día a los niños.
“Hay que poner límites, pero también hay que explicar las cosas. O sea, cuando hablamos de poner normas y límites ha cambiado el modelo. Podemos decir que a nosotros nos educaban en el ‘hay que hacerlo porque yo lo digo, porque soy tu padre’… bueno, pues esto hoy en día no funciona. Sabemos que funciona mucho mejor el ‘te explico por qué hay que hacerlo, igual que te explico que hay una norma que es por ejemplo que se cruzan los semáforos en verde porque si no viene un coche y te pilla. Te explico que en esta familia nos tratamos con respeto’ ¿por qué? porque nos queremos mucho…En todo momento la norma o límite está claro, pero está explicado, y además está explicado siempre en términos que los niños y las niñas puedan entender”.
Para que una terapia funcione con un niño, niña o adolescente, la variable que va a predecir el éxito es que la familia se implique (Silvia Álava, psicóloga)
Responsabilidad
Otra idea interesante que apunta la psicóloga infantil es que, como padres, debemos tener la humildad de reconocer nuestra responsabilidad si nuestro hijo tiene algún problema por el que necesite ir a terapia. Es muy habitual que los progenitores dejen a sus hijos en la consulta del psicólogo como el que deja el coche en el taller.
“Esto de decir, me traes al niño y ya te lo devuelvo con el cambio de aceite hecho, esto no funciona así. Nosotros siempre trabajamos con la unidad familiar, porque los primeros que necesitan ayuda, por lo general, son los padres. Y si hay un problema y tú sigues haciendo exactamente lo mismo, le podemos enseñar al niño técnicas, le podemos enseñar recursos, pero al final ¿qué es lo que pasa?, que el origen del problema muchas veces no lo vamos a poder trabajar. Entonces, la terapia en el área infantojuvenil, siempre se hace con la familia. Es decir, a los padres se les da pautas (…) Siempre hay una cosa que es fundamental y es que para que una terapia funcione con un niño, niña o adolescente, la variable que va a predecir el éxito es que la familia se implique. Cuando la familia no se implica y tú solamente puedes trabajar con el menor, muchas veces decimos que le ayudamos, pero que es un poco paliativo. Ese niño o niña va a estar mejor porque evidentemente le estamos ayudando, le estamos dando herramientas, de cómo ponerse las tiritas, le estamos diciendo un poco cómo manejarlo. Pero no es lo mismo cuando tú tienes la posibilidad de trabajar con todo el sistema y trabajar con los padres, porque si ellos no cambian, es muy complicado que cambie la situación”.
Juegos y rutinas
No siempre esos cambios tienen que venir de mano de la terapia. No siempre hay que esperar a que nuestro hijo tenga un problema para ponernos manos a la obra y aprender. Muchas veces basta con propuestas -como la que hace Silvia Álava en su último libro- de educar a través del juego, o mejor dicho impregnar de juego las rutinas diarias, con el propósito de educar; con el propósito de canalizar el amor y el cariño hacia donde mejor podamos contribuir al correcto desarrollo de nuestros hijos.
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