Resumen de la jornada firmas en la Feria del Libro de Madrid

Creo que esta foto refleja la emoción que fue estar ayer en la Feria del Libro de Madrid

Muchas gracias a todas las personas que vinisteis, y lo siento, por las que os quedasteis sin el libro! Éxito total, ¡los agotamos todos!

😊

@MadridDirecto vino a la caseta de @HarperCollinsIB para hablar sobre #PorQueNoSoyFeliz Estuve toda la tarde rodeada de lectores, familiares y amigos. Me siento muy agradecida! Muchas gracias a todos y todas los que pudisteis acercaros y los que no pudísteis y me enviásteis mensajes de ánimo. Gracias!!

¿Podemos ser más felices?

Esta pregunta está en la mente de muchas personas: “¿podría ser más feliz?”. Y la respuesta, como siempre, es que depende.

¿De qué? Principalmente, de la definición que hagamos de la felicidad. Si nuestra idea de ser feliz es estar todo el día alegre, haciendo lo que nos gusta y sin sentir emociones desagradables, la respuesta a la pregunta inicial no solo resulta negativa sino que, además, tu felicidad se convertirá en una meta inalcanzable.

La cantidad de creencias erróneas que albergamos sobre la felicidad y las cosas que creemos que “necesitamos” para conseguir sentirnos bien son dos de las principales barreras hacia la felicidad.

Se puede ser feliz y alcanzar el bienestar emocional pero, al mismo tiempo, experimentar emociones desagradables. Es imposible no tener días malos, incluso esos días nos permiten aprender a gestionar mejor nuestras emociones y a valorar más los días en los que nos sentimos bien; tal y como nos recuerda Anabel González en su libro “Lo bueno de tener un mal día: cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor”.

Evita la “adaptación hedonista”

¿Cuántas personas conocemos que creen que serán felices cuando terminen los estudios? ¿O cuando sean independientes, tengan hijos o se muden a una casa más grande? Lo que piensan así no solo se están olvidando de disfrutar del camino, sino que además, cuando consiguen esos objetivos que parecían tan importantes en su vida, descubren que no traen consigo la ansiada felicidad.

Esto se produce, entre otras cosas, por la llamada “adaptación hedonista”, un concepto que acuñaron los autores S. Frederick y G. Loewenstein en 1999. El ser humano tiene una gran capacidad de adaptación, lo que le permite sobrevivir en condiciones extremadamente difíciles, pero hace que se acomode rápidamente con las cosas buenas.

Piensa, por ejemplo, cuando te mudas a una casa más grande. Al principio estás encantado con el espacio pero, poco a poco, empiezas a darlo por hecho y dejas de valorarlo. Ya no te paras a admirar cómo el sol entra por la ventana y el cuadro que colgaste con tanta ilusión pasa a ser un elemento más.

Por esa razón, es tan importante evitar que la adaptación hedonista se instale en nuestras vidas.

Para conseguirlo, hay que valorar de forma consciente todas aquellas cosas que nos gustan o con las que disfrutamos.

Hay que mirarlas como si fuera la primera vez, con “ojos de estreno”, y recordar los atributos que hicieron que nos sintiéramos atraídos por ellas.

Este ejercicio también lo podemos hacer con nuestra pareja. Debemos fijarnos en todo aquello que nos conquistó y “reenamorarnos” de nuevo. Por ejemplo: si te gustó su sentido del humor, fíjate bien durante una semana cada vez que te hace reír y anótalo (aunque sea mentalmente). O si te encandiló su amabilidad, observa cuántas veces hace algo por los demás. Es una buena fórmula para evitar que la adaptación hedonista también se instale en nuestra vida amorosa.

Date permiso para sentir

Otra de las cosas que nos alejan de nuestra felicidad es el miedo a sentir, producto del desconocimiento que tenemos sobre nuestro mundo emocional. Nadie nos ha enseñado a manejarlo y en ocasiones no nos sentimos preparados para experimentar emociones desagradables.

Todavía hay muchas personas que piensan que existen emociones buenas y malas cuando, en realidad, no es así.

Todas las emociones son positivas porque nos dan información y nos dicen que nos ocurre algo. Algunas son agradables, como la alegría, la calma, el orgullo o la satisfacción. Otras, como la rabia o la frustración, resultan desagradables. A nadie le gusta sentir estas últimas, pero eso no significa que sean malas.

Lo que ocurre con las emociones desagradables es que tememos escucharlas y nadie nos ha proporcionado las herramientas adecuadas para manejarlas. Tal y como dice Marc Brackett, director del Yale Emotional Center, es fundamental que nos demos permiso para sentir, que perdamos el miedo a conectar con nosotros mismos y con nuestros sentimientos.

Trabaja tu inteligencia emocional

Para poder gestionar mejor nuestras emociones y así incrementar nuestro bienestar emocional y sentirnos más felices es necesario trabajar nuestra inteligencia emocional. Porque sí, las habilidades emocionales pueden entrenarse.

Muchas personas piensan que la inteligencia emocional es algo novedoso que se ha puesto “de moda” hace unos años. Si bien es cierto que el best-seller de Daniel Goleman titulado “Inteligencia Emocional” hizo famoso este concepto; desde la Grecia clásica ya Platón y Aristóteles nos decían que: “todo aprendizaje tiene una base emocional”.

Charles Darwin, por su parte, ya hablaba en su “Teoría de la evolución de las especies” de la importancia de las emociones. Para él los individuos que más probabilidades tienen de sobrevivir son los que mejor se adaptan al medio. Decía que “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio” y, para eso, las emociones son fundamentales, dado que contienen una información muy valiosa y activan una conducta adaptativa fundamental para la especie.

En el año 1990, Peter Salovey y John Mayer publicaron su teoría sobre la inteligencia emocional, la cual ha servido de fundamento académico de la mayor parte de investigación sobre este constructo. Según ellos, “la inteligencia emocional es la capacidad para percibir con exactitud, evaluar y expresar las emociones; la capacidad para acceder o generar sentimiento cuando estos estimulan el pensamiento; la capacidad de comprender las emociones y el conocimiento emocional y la capacidad para regular las emociones y fomentar el desarrollo emocional e intelectual”.

Es decir, la inteligencia emocional se basa en cuatro habilidades que todos podemos adquirir:

  • La percepción emocional.
  • La facilitación emocional.
  • La comprensión emocional.
  • La regulación emocional.

Aprende a regular tus emociones

No se trata pues de dejar de sentir o no experimentar emociones negativas, sino de aprender a regularlas para ser conscientes del valor adaptativo que tienen en nuestra vida, qué información nos proporcionan y qué función tienen. Y de saber potenciar las emociones positivas o agradables.

Para ello podemos utilizar el “modelo de ampliación y construcción de las emociones positivas” de Bárbara Fredrickson. Esta autora propone un modelo en el que se produce un efecto de bucle que va ampliando las emociones positivas y que funciona en tres pasos:

  1. Las emociones positivas producen un “efecto de ampliación”; es decir, amplían nuestro pensamiento y nuestras acciones, lo que nos hace ver las cosas desde otra perspectiva más realista y nos ayuda a buscar nuevas estrategias de solución.
  2. Esto hace que construyamos nuevos recursos personales para afrontar las situaciones difíciles.
  3. Lo que nos lleva, por último, a la trasformación. Las personas generamos más emociones positivas al vernos capaces y con recursos para solventar las situaciones problemáticas. La capacidad para disfrutar genera a su vez más emociones agradables lo que hace que la espiral crezca de forma ascendente.

En definitiva, no se trata sólo de practicar el pensamiento positivo desde la idealización de la situación, sino de ser realistas. No debemos dejarnos arrastrar por nuestras ideas irracionales, sino que hay que aprender a confiar en nosotros mismos para así entrar en el bucle de la ampliación de las emociones positivas. Profundizar sobre nuestras emociones y pensamientos nos ayudará a conseguirlo.

Si quieres ampliar más información:

  • Álava, S. (2022). ¿Por qué no soy feliz? Vive y disfruta sin complicarte la vida. Madrid: HarperCollins Ibérica
  • Brackett, M. (2020). Permiso para sentir. Barcelona: Diana.
  • Fredrickson, B.L. (1998). What good are positive emotions? Review of General Psychology: Special Issue: New Directions in Research on Emotion, 2: 300-319
  • Fredrickson (2001). The role of positive emotions in positive psychology: The broaden-and-build theory of positive emotions. American Psychologist: Special Issue, 56: 218-226
  • Goleman, D. (2004). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós
  • Frederick, S., & Loewenstein, G. (1999). 16 Hedonic adaptation. Well-Being. The foundations of Hedonic Psychology/Eds. D. Kahneman, E. Diener, N. Schwarz. NY: Russell Sage, 302-329.
  • Gonzalez, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Planeta.
  • Salovey, P., & Mayer, J. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition and Personality, 9, 185-211.
  • Salovey, P., & Mayer, J. (1997). What is emotional intelligence? In P. Salovey y D. Sluytes (Eds.), Emotional development and emotional intelligence: implications for educators (3-31). New York: Basic Books.
  • Salovey, P., Woolery, A., & Mayer, J. D. (2001). Emotional intelligence: Conceptualization and measurement. In G.J.O. Fletcher y M. S. Clark (Eds.). Blackwell handbook of social psychology: Interpersonal processes (279-307). Malden, MA: Blackwell Publishers.

FUENTE: acofarma.com

¿Matará la sobreprotección la Inteligencia Emocional de tu hijo? TEDxManzanares

¿Estamos proporcionando a nuestros hijos las herramientas para enfrentarse a los continuos cambios que, sin duda, les deparará la vida? En esta charla TED os contamos algunas claves sobre este tema.

Las verdaderas razones por las que los padres lloran en las graduaciones escolares de sus hijos

Varias expertas explican el carrusel de sentimientos que afloran cuando los hijos finalizan una etapa escolar

Por Laura PeraitaSEGUIR

Los padres se lo recomiendan unos a otros por estas fechas: «No os olvidéis los pañuelos para secaros las lágrimas». Y es que, año tras año, los actos de graduación escolar de los hijos se han convertido en todo un evento que en muchos colegios no solo se celebran al acabar los alumnos Bachillerato, sino que abarcan desde las primeras etapas de Infantil y Primaria.

No cabe duda de que este tipo de actos son todo un acontecimiento y un motivo de gran alegría tanto para la comunidad escolar, los alumnos y las familias, pero,

¿Qué emociones sienten exactamente los padres para que a una gran mayoría se les salten las lágrimas en una gala tan alegre?

Patricia Jiménez García-Escribano, directora del Máster en Psicología de la Intervención Social y Comunitaria de la VIU ( Universidad Internacional de Valencia), recuerda que la alegría también va acompañada de llanto, no solo la tristeza. Asegura que para los progenitores ver a sus hijos recogiendo un reconocimiento supone una escenificación que representa la celebración del éxito tras un año de madrugones, de luchar para que hagan los deberes, estudien los exámenes, de convencerles para que vayan a extraescolares, de superar múltiples trifulcas familiares para la organización y optimización del tiempo… «En estos actos afloran muchísimos sentimientos al mismo tiempo, lo que puede resultar a veces desconcertante: orgullo, al ver cumplidos logros y metas propuestos durante el curso; alegría y tranquilidad, por ver superada una etapa; tristeza, al finalizar una fase como es la infancia por hacerse mayores; incertidumbre, ante la duda de cómo se van a desenvolver en la siguiente etapa, sobre todo cuando salen de la Universidad y se enfrentan al mundo laboral; sensación de nido vacío, cuando dejan la etapa escolar y se pierde en cierto modo el control sobre ellos por emprender su vida laboral…

Paso del tiempo

En esta misma línea se manifiesta Silvia Álava Sordo, Doctora en Psicología, cuando añade que el cambio de etapa implica, en primer lugar, ser consciente de que ese bebé que entró no hace demasiado tiempo por la puerta del centro escolar va creciendo y superando cursos. «Esa toma de conciencia del paso del tiempo da, en muchas ocasiones, cierto vértigo porque supone mirar hacia atrás y darnos cuenta de que los años pasan muy rápido, casi se nos escapan, y muchos padres reflexionan sobre su propia maternidad y paternidad, sobre si de verdad han aprovechado bien el tiempo al lado de sus hijos y han disfrutado lo suficiente de su infancia».

Llorar, un acto muy humano

Esta Doctora en Psicología, no obstante, advierte que no hay que sentirse mal o avergonzado por soltar lágrimas en actos de este tipo. «Llorar, emocionarse, es un acto muy humano, lo que ocurre es que nos cuesta expresar emociones y ponerles nombre. Ya es hora de eliminar falsas creencias como la de que llorar y emocionarse es símbolo de debilidad, porque no es así».

Verbalizar lo sentido

Otro de los motivos que justifica este tipo de emociones es la gran satisfacción de los progenitores al ser testigos de un evento en el que se conmemoran los logros de su hijo. «Para ellos supone un gran orgullo ver cómo progresa y que sea motivo de celebración. El problema —señala Álava Sordo— es que no sabemos expresar lo que sentimos con palabras y lo exteriorizamos con lágrimas. Deberíamos perder el miedo y poner palabras a todo lo que sentimos porque todos los días nos pasan cosas. Una forma de empezar a hacerlo es aprovechar momentos, como la cena, para hablar con los hijos sobre lo que hemos hecho y cómo nos hemos sentido durante el día».

«A los profesores también nos cuesta no llorar»

En las graduaciones no solo lloran los padres. Celia Prieto, maestra de Infantil del Colegio Alameda, confiesa que llora igual o más que las familias el día que sus alumnos de 5 años celebran su graduación. «Como profesora paso muchísimos nervios ese gran día. Es un momento en el que reflexionas sobre todo el tiempo que has pasado con ellos, en el que recuerdas el día que atravesaron por primera vez la puerta del colegio con tan solo tres añitos y con el miedo instalado en sus caras por separarse, muchos de ellos, por primera vez de sus padres. Te das cuenta de todo lo que han evolucionado. Desde el inicio han aprendido a ser respetuosos, esperar turno, relacionarse con los demás, adaptarse a nuevas rutinas y hábitos saludables… Les has visto crecer y formarse como personitas».

Una faceta nueva de sus hijos

Para los padres es toda una sorpresa y orgullo ver sobre el escenario cómo se desenvuelven sus pequeños y representan un papel que han aprendido e interpretan con gran ilusión. Descubren una faceta nueva de sus hijos, el culmen de todo lo que han trabajado en el día a día en la escuela. «Si a toda actuación se le añade, además, la proyección de imágenes entrañables de los niños durante el curso y la música, la lágrima está más que asegurada porque la emoción va directa al corazón de padres y docentes», advierte Prieto.

Explosión de emociones

Es más, reconoce que cuando coge el micrófono y dedica unas palabras de agradecimiento a sus pupilos «se me entrecorta la voz y tengo que hacer grandes esfuerzos por no llorar. Siento una explosión de emociones con una mezcla de orgullo, de reconocimiento a su esfuerzo, de gran alegría por el trabajo bien hecho durante tres años y, a la vez, de tristeza porque llega el momento de separarme de ellos, de cerrar una etapa y den el salto a una nueva y, en definitiva, se hagan más mayores. Verbalizar todos estos sentimientos cuando clavan sus ojos en los míos es muy difícil lograrlo sin lágrimas».

FUENTE: ABCEducación