¿Qué castigos son los más eficaces?

Lo mejor es que desaparezca el concepto “castigo”, ya que los niños lo viven como algo impuesto desde fuera y contra lo que nada pueden hacer. A partir de ahora cambiaremos la terminología!

Las cosas hay que ganárselas, y ver la televisión, o jugar un rato con el ordenador o la videoconsola, habrá que ganárselo con el comportamiento correcto.

Sería bueno sentarnos con el niño y explicárselo: “A partir de hoy tendrás que ganar jugar x minutos al ordenador, ver la televisión… y eso se gana realizando los deberes al llegar del colegio, obedeciendo a la primera… (el niño tiene que tener muy claro que es lo que se espera de él, definiendo sus tareas de la forma más concreta posible, y las normas y los límites que tenemos establecidos). De tal forma que cuando el niño incumpla su parte del acuerdo, desaparecerá “te castigo sin ordenador”, si no “hoy no te has ganado jugar al ordenador”.

Así el niño verá que él tiene en su mano la posibilidad de ganar las cosas, que todo está en él y en sus comportamientos.

En la consulta vemos muchos niños que “están castigados a todo” y esto les ha hecho perder toda la motivación para portarse bien, por lo que incluso la situación familiar es todavía más tensa que antes del castigo.

 

Nunca se debe castigar a un niño regañándole y gritándole, ¿por qué no?

En primer lugar, recordemos que la principal fuente de aprendizaje de un niño es el modelado, es decir,  los niños copian lo que ven en sus figuras de referencia, que principalmente son los padres. Si queremos instaurar otros hábitos como el diálogo, y no queremos que ellos griten, no podemos ser nosotros los primeros que lo hagamos.

Además cuando les gritamos y les regañamos, si el niño estaba intentado llamar la atención del adulto, lo consigue, pues lo que ellos viven es “aunque me estés gritando me estás haciendo caso”, es por eso que en esos momentos, como ya hemos explicado es mejor utilizar la extinción, y mostrarnos firmes y sin alterarnos

 

¿Los castigos deben variar según las edades?

La extinción es una herramienta que podemos utilizar en todas las edades, lo que variará en función de la edad del niño, es la duración de la misma:

  • Con los niños muy pequeños (hasta dos-tres años), basta con decirles “así no estoy contigo”, y en el momento que dejen de llorar, que vean que les hacemos caso.
  • Según va creciendo, iremos aumentando el tiempo que estaremos extinguiendo (sin hacerles caso), por ejemplo, para un niño de 5 años, si te digo que por gritar, llorar… vas a estar cinco minutos sin que te hagamos caso, esto será suficiente para el niño se de cuenta que así no consigue atención, y además cinco minutos se recuperan fácilmente, y nos da opción a seguir con las actividades que teníamos pensadas para ese día.
  • Según van creciendo, el tiempo fuera (en el que no estamos con el niño), puede aumentar.
  • Con niños más mayores, (8-10 años), 10 minutos puede ser un tiempo ajustado.

 

¿Qué tipo de castigos se deben poner y cuándo o por qué motivos?

En pocos casos el castigo es efectivo. Para que lo sea, tiene que ser lo más contingente posible a la conducta que quisiéramos castigar, es decir lo más cercano posible, y por un periodo de tiempo corto. De nada sirve castigar a un niño sin ver la televisión el fin de semana si se ha peleado con su hermano el jueves, porque cuando llegue el momento de la aplicación del castigo, primero no se acordará del motivo y, segundo, rompemos la posibilidad de premiar las conductas en ese intervalo del jueves al sábado.

Cuando un niño no se está portando bien, debemos de utilizar la extinción. Así no te voy a hacer caso, no quiero estar contigo, y dejemos de hacerle caso. Está demostrado que cuando los niños están haciendo algo mal, y están realizando una llamada de atención, cualquier intento de diálogo con ellos o de razonamiento es completamente nulo, no nos va a servir. Hay que razonar con los niños, y mucho, pero no en esas situaciones de tensión, si no cuando estén calmados. Pero a lo que siempre son sensibles es al lenguaje no verbal, que tan olvidado queda en estos momentos. No hace falta hablar, y mucho menos gritar,  basta que miremos al niño con seguridad y firmeza y que vea que con esa actitud no va a conseguir nada. Pero tiene que verlo, no escucharlo.

Los niños tienen que aprender que su conducta tiene unas consecuencias, y tenemos que avisarles de cuáles son. Suele ser más útil explicarles que las cosas se las tienen que ganar, y que por eso si gritas, o chillas, no vas a ver la tele porque no te lo has ganado, no es que “yo te castigo sin tele”, sino que tú no te ganas ver la tele hoy, por cómo te has portado. Hay que definir las consecuencias de cada acto, y los niños deben aprender que cuando empiecen a portarse bien de nuevo, recuperan ese privilegio.

Cuando les castigamos a todo, entonces se desmotivan, porque pierden el aliciente, y lo más probable que ocurra es “si ya estoy castigado a todo, ¿para qué me voy a portar bien?”

Otra cosa que ocurre con los castigos muy largos, es que en ocasiones son difíciles de cumplir y muchas veces “se levantan”, por no poder llevarlos a cabo, con lo que el adulto pierde la autoridad sobre el niño. No podemos amenazar con nada que no vayamos a cumplir. Es mejor ser más concreto con la consecuencia, y que sea inmediata.

 

El castigo en la educación de los niños

Este mes he tenido la ocasión de participar en la sección el debate de la Revista Mía, sobre educación, y el tema elegido ha sido el castigo. Durante esta semana, iremos comentando aspectos sobre el mismo. ¡Os invito a participar!

¿Se debe castigar o no a un niño?

La psicología nos ha demostrado que en pocos casos el castigo es efectivo. El objetivo en la educación es consolidar las conductas positivas en los niños y extinguir las conductas negativas, y eso se consigue mucho mejor mediante el refuerzo y la extinción que con el castigo. Consideramos refuerzo a cualquier consecuencia positiva que sigue a la conducta deseada del niño, y ojo, no lo equivoquemos con premios materiales, el mejor refuerzo para los niños puede salirnos muy barato, es la atención de sus padres. Se trata de aprender a reforzarles cuando estén realizando las conductas que queremos instaurar, es decir, esté con ellos y refuerce y premie al niño mientras se porta bien, y no le preste más atención cuando está realizando las conductas disruptivas que queremos que desaparezcan, esto es lo que se llama extinción

 

Pequeñas manías nada inocentes (y IV)

CONSEJOS ÚTILES

  • Lo primero que tenemos que hacer es  aceptar que esas pequeñas manías se han instalado como parte de los hábitos cotidianos de nuestra vida.
  • Nos ayudará muchísimo identificar las situaciones en las que solemos realizar ese comportamiento. Para eso podemos utilizar el registro que presentamos en está página.
  • Gracias a esa autobservación realizada con el registro, nos haremos conscientes del ritual que antecede a esa “manía”, y podremos cortar la costumbre en los pasos previos a su realización.
  • Busca acciones que sean incompatibles con las conductas problemáticas, por ejemplo, sal de casa con el dinero justo para lo que tengas que comprar, ponte un pañuelo en el pelo en la situaciones que has comprobado que más te lo tocas, o coloca una señal en el baño que te recuerde que ya te lavaste las manos y que no es necesaria una segunda vez.
  • Solicita ayuda a tus familiares y amigos para que te avisen cuando estás realizando alguna de estas “manías”  y sobre todo para que te feliciten por tus logros.
  • Nuestra principal arma es sin duda alguna el autocontrol y sobre todo potenciar nuestra fuerza de voluntad.