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Acoso escolar: ¿Qué hacer cuando nuestro hijo es el que agrede?

Trabajar con el menor responsable del acoso es fundamental para erradicar conductas inapropiadas y brindarle la ayuda que necesita. Muchas veces, el acosador también es víctima.

Por NACHO MENESES

Qué ha podido fallar en nuestra familia

“Mi propio hijo no era consciente ni se había dado cuenta de que estaba haciendo acoso a uno de sus compañeros”, dice la madre de un menor de 14 años que recurrió a la Fundación ANAR, de Ayuda a los Niños y Adolescentes en Riesgo, en busca de ayuda. Solo durante 2021, la fundación recibió un total de 29.638 peticiones de ayuda por situaciones de acoso escolar, de las que atendieron 3.225 casos; la mayoría correspondientes a víctimas, porque las familias de los acosadores aún se resisten a reconocer el problema: “La toma de conciencia es difícil, porque cuesta mucho asumir que nuestro hijo o hija tenga actitudes violentas”, explica Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de ANAR. “Existe una resistencia psicológica que muchas veces es un mecanismo de defensa muy potente. Y eso nos lleva a preguntarnos qué ha podido fallar en nuestra familia y cómo hemos podido llegar hasta ahí”, añade. Y entonces surge la pregunta:

¿Qué podemos hacer si creemos que nuestro hijo o hija es culpable de acoso?

Ante todo, no minimizar el problema. Actuar. Evitar a toda costa los “no pasa nada”, “son cosas de chicos” o “tal vez le provocaron”. La no intervención hará que el problema se perpetúe en el tiempo a través de nuevos episodios con nombres diferentes y que, incluso, llegados a la edad adulta, se transformen en casos de violencia de género, maltrato o acoso laboral. El agresor, a fin de cuentas, es en este caso otro menor de edad que también necesita ayuda. “Tienen que establecerse unas consecuencias lógicas y coherentes con la situación ocurrida, que vayan orientadas a reparar el daño causado y en las que se trabaje la empatía: cómo te sientes, cómo has hecho sentirse a los demás… E incluso pedir ayuda psicológica, porque los padres de las víctimas enseguida vienen al psicólogo, pero los de los acosadores vienen agarrados por las orejas”, afirma Silvia Álava, psicóloga sanitaria y educativa. “Y si tienen que ir al centro a pedir disculpas, como padre o madre, he de conseguir que lo hagan. La violencia no puede ser gratuita, y pedir perdón es importantísimo”, esgrime Díaz.

Identificar todo lo que se esconde detrás de esta situación

Recurrir a la ayuda profesional es de vital importancia y ayudará a identificar todo lo que se esconde detrás de la situación de acoso. Porque, en ocasiones, los mismos agresores sufrieron un abuso en el pasado, y lo pueden estar reproduciendo; o provienen de un entorno familiar en el que la violencia está normalizada. Por eso es fundamental enseñarles a relacionarse de una manera diferente, a tener un comportamiento asertivo en lugar de agresivo y a trabajar la inteligencia emocional y la empatía. “En ocasiones, se trata de chicos, chicas o adolescentes que muestran comportamientos agresivos incluso hacia sus amigos o su propia familia. Insultan, amenazan, coaccionan o mienten; les cuesta mucho empatizar y no se suelen sentir culpables”, describe Álava. Son jóvenes que actúan de forma muy impulsiva, carecen de estrategias no violentas para resolver conflictos y suelen tener una baja capacidad de autocontrol y poca tolerancia a la frustración. “Y luego está el que es agresor porque se ve presionado y entonces apoya al agresor principal. Y, al hacerlo, también se convierte en acosador”, remacha Díaz.

Responsabilidad legal

Conviene recordar, además, que los progenitores tienen una responsabilidad legal sobre los actos de sus hijos en el centro escolar. Porque, aunque el menor tenga edad penal para responder sobre sus actos a partir de los 14 años, los padres continúan teniendo una responsabilidad civil, sea cual sea la edad, hablemos de 13 o de 17 años. La Fundación ANAR gestiona un chat y dos líneas telefónicas de ayuda: la propia (900 20 20 10) y la del Teléfono Contra el Acoso Escolar y los Malos Tratos, del Ministerio de Educación (900 018 018).

Para prevenir hay que empatizar

La prevención ha de empezar a trabajarse en casa y desde edades tempranas, porque si esperamos a hacerlo hasta los 17 años, es fácil que lleguemos tarde. “Practicar la empatía implica enseñarles a ser solidarios y a hacer cosas por los demás, para que vean que en el centro escolar se puede ser líder teniendo una actitud de cooperación”, cuenta la responsable de ANAR. Y añade: “Se debe favorecer muchísimo la cercanía, la comunicación y el diálogo con nuestros hijos e hijas desde las primeras etapas, para saber cómo es su día a día, cuáles son las mejores cosas que les han sucedido y las dificultades que han podido tener, sin olvidarse de fomentar el sentimiento de pertenencia dentro de la familia. A nivel preventivo, es necesario estar muy al tanto de con quién se relacionan y cuáles son los desafíos a los que se enfrentan. Y que te vean como un modelo de referencia y te puedan consultar cualquier duda o problema”.

La semilla de la atención y la comunicación

Sembrar desde el principio la semilla de la atención y la comunicación en el hogar familiar sirve para poner límites tanto en casa como fuera, y que entiendan que ningún objetivo justifica el uso de la violencia. Algo que puede lograrse consensuando las normas y asegurándonos de que están adaptadas a su edad. De esa manera, cuando el menor salga al exterior, sabrá manejarse adecuadamente. “Este es un mensaje muy poderoso para las familias: si yo justifico alguna forma de violencia, sea la que sea, al final estoy dando carta blanca a actuaciones que tienen que ver con la violencia”, reflexiona Díaz. La educación en valores hará el resto: trabajar la autoestima, la autonomía, la conciencia social, la confianza y la resolución de problemas.

En el centro escolar

La prevención, además, se puede y debe cultivar desde el centro escolar: tanto a nivel general, por medio de la celebración de distintos talleres y dinámicas, como dentro de cada aula. El III Informe de Prevención del Acoso Escolar en Centros Educativos, de ANAR y la Fundación Mutua Madrileña, recoge algunas de las recomendaciones de los docentes, como el respeto a la diversidad; el fomento de la escucha, el diálogo y la comunicación; promover la cohesión del grupo y facilitar una metodología didáctica de trabajo cooperativo. “En el centro escolar tiene que haber una conversación necesaria que aborde el por qué y el para qué se ha recurrido a la violencia. Y a partir de ahí, ponernos en manos de profesionales que nos puedan ayudar”, sostiene Díaz.

La importancia de los testigos mudos

Resolver una situación de acoso pasa necesariamente por trabajar con los tres perfiles presentes en cualquier situación de acoso escolar: la víctima, el agresor y el espectador, que con su actitud puede validar e incluso animar los comportamientos violentos. Por eso, conviene enseñarles a no permanecer impasibles ante cualquier situación de abuso o acoso de la que puedan ser testigos. “Se ha de trabajar todo el clima del aula, e incluso de toda la escuela, para saber que aquí funcionamos desde el respeto; y que, en el momento en que haya una falta de respeto, esto se corta. En vez de decirles “tú, si ves algo, no te metas”, insistir en que lo primero de todo es defender a esta persona, ponernos en su lugar y no dejarla sola”, señala Álava. Y esto se puede hacer acudiendo a un profesor de la escuela, que puede ser incluso un mediador, porque hay muchos centros que tienen programas de prevención del acoso. Pero, ante todo, concluye, ni callarse ni mirar hacia otro lado.

FUENTE: elpais.com

Agotamiento emocional en la crianza: ¿Qué es el ‘burnout’ parental?

Siete de cada 10 progenitores españoles admiten sentirse muy cansados por el esfuerzo diario de ser unos padres perfectos, según una encuesta de Lingokids.

Por NACHO MENESES Madrid – 19 NOV 2021 – 05:38 CET

Conciliación familiar

Decir que la crianza es un proceso agotador requiere de una reflexión más profunda. Porque, por mucho que se haya avanzado, sigue sin ser un esfuerzo equilibrado entre uno y otro género; porque la sociedad no termina de facilitar la conciliación familiar y porque los ideales que se reflejan en la televisión y en las redes sociales en poco o nada se parecen a la realidad. Según una encuesta elaborada por Lingokids a 600 familias españolas con hijos de dos a ocho años, un 67 % de los consultados admite “que la importancia que conceden a ser un buen padre o madre y el esfuerzo que destinan a ese fin llega a ser agotador”. Siete de cada 10 progenitores admiten también sufrir estrés laboral (23 % en un grado muy elevado y el 49 % por temporadas), y casi la mitad de ellos (un 46 %) considera que ese sentimiento afecta negativamente a su vida familiar y a su relación con sus hijos.

Burnout o agotamiento parental

Combinar el cuidado de los hijos con un amplio abanico de responsabilidades y circunstancias laborales y familiares puede llevar al conocido como burnout o agotamiento parental, un síndrome en el que el distanciamiento emocional con respecto a los hijos y los sentimientos de estrés, culpa y frustración por no ser capaces de darles todo el cuidado y la atención que les gustaría, se unen a otros síntomas como la tristeza, la irritabilidad, los conflictos con la pareja o los trastornos del sueño. De acuerdo con la misma encuesta, ocho de cada 10 padres se sienten culpables, en mayor o menor medida, por no tener tiempo suficiente para sus hijos (de manera constante para el 18 % de ellos y frecuente para el 27 %) ni para ellos mismos.

Las presiones que rodean a la crianza

Las presiones que rodean a la crianza son muchas, y se perciben desde múltiples ámbitos: “La sociedad actual impone a los padres un grado de perfección marcado por las imágenes idílicas que vemos en la televisión y en las redes sociales, que no es fácil de conseguir. Empeñarse en ser padres perfectos termina debilitando nuestra resistencia, provocando cuadros de estrés, cansancio físico y mental que, agravados por un exceso de intensidad laboral, pueden convertirse en un problema que llegue a afectar a la relación con nuestros hijos”, sostiene Rhona Anne Dick, educadora y directora de Experiencia de Aprendizaje de Lingokids, app que ofrece contenidos en inglés para edades tempranas.

Las mujeres tienen el doble de probabilidades de sufrirlo que los hombres

Estudios previos sobre el agotamiento parental han concluido que las mujeres tienen el doble de probabilidades de sufrirlo que los hombres, consecuencia del rol que las mujeres han asumido tradicionalmente como cuidadoras de los hijos en la familia, y que la pandemia no ha hecho sino empeorar: “Creo que está cambiando, pero en muchos hogares las mujeres siguen ocupándose de la mayoría del trabajo relacionado con la cocina, la limpieza, llevar a los niños al cole… incluso si la pareja se ofrece para ayudar”, afirma Dick. Una idea que también hace suya Laura Baena, fundadora del Club de Malasmadres: “Siete de cada 10 mujeres madres se sienten solas en la crianza, y eso lleva a la incomprensión y al agotamiento extremo. Porque, además, criar en una sociedad que no prioriza la familia y que no valora la maternidad se hace aún más duro”.

Permisos de maternidad más largos

El peso de la crianza, cuenta Baena, no está repartido de manera equitativa, y los distintos agentes sociales todavía tienen mucho que hacer para que esto mejore: “Si no contamos con permisos de maternidad más largos; si no tenemos flexibilidad horaria; si no trabajamos por objetivos o tenemos mecanismos formales que apoyen la crianza en los primeros años; si las empresas no se corresponsabilizan y se dan cuenta de que ellas también tienen mucho que hacer y decir en este tema; y si las instituciones no dan un paso adelante, se hace muy complicado ser madre o padre en España”. Como también es clave, añade, hacer equipo con la pareja, si se tiene; y practicar el autocuidado, “aunque nos cueste y lo hagamos con culpa. Porque sin esos momentos de respirar, de recargar pilas, muy difícilmente llegamos al fin de semana sin sentirnos superadas y superados”. El apoyo mutuo es por eso fundamental, para que ambas partes puedan disfrutar de momentos de desconexión individual.

El impacto de las redes sociales

Las fuentes consultadas para este reportaje coinciden en señalar el impacto negativo que las redes sociales pueden ejercer sobre la maternidad. “Piensa, por ejemplo, que en la época de nuestros abuelos las únicas con quienes podían compararse eran otras personas del barrio, o sus propios padres. Ahora nos comparamos con toda una red global de familias, amigos, gente que ni siquiera conocemos, influencers, expertos… Llegar a sentir que estás haciendo un buen trabajo es todo un desafío”, esgrime Dick. La solución, apunta Baena, pasa por conectar con lo que realmente queremos y no tanto con lo que se espera: “Tenemos que ser fuertes y vivir un poco al margen. Olvidarnos de la presión social de llegar a todo y llegar bien, priorizar lo realmente importante para cada familia y entender que es mucho más importante educar en valores que llenar la agenda de actividades deportivas, de eventos sociales y de visitas culturales. Hay que despertar el espíritu crítico, intentar vivir en pequeño, sin que nos arrastre lo que nos imponen desde fuera”.

Cómo prevenir el ‘burnout’ parental

Lo primero, y aunque parezca una obviedad, es tratar de que ese agotamiento parental no llegue nunca a producirse: “No quieres llegar a ese punto en el que sientes que te derrumbas, porque muchos de los síntomas acaban relacionados con la distancia emocional con tu hijo, y el sentirse culpable por ello”, recuerda Dick. Es necesario recordar que el agotamiento parental no solo sucede por falta de tiempo; sino también por no tener los conocimientos, las estrategias o los recursos suficientes, “no solo sobre cómo educar, sino educar en positivo; sobre cómo establecer límites desde el sentido común (pocos, ajustados a la edad y con consecuencias lógicas y coherentes)”, afirma la psicóloga Silvia Álava. Por eso, apoyarse en las experiencias previas de otros padres y madres siempre puede ser útil.

Educación emocional

“La mejor forma de prevenirlo es con educación emocional, empezando por nosotros mismos. Vamos a pararnos y observar lo que está ocurriendo, no solo a mi hijo o hija, sino a mí. Porque lo que estamos viendo ahora es que prácticamente todos estamos bastante fuera de lo que es nuestra ventana de tolerancia, ese margen donde nos sentimos en control de las cosas”, argumenta Álava. “Con todo lo que hemos vivido en pandemia, en el confinamiento y las restricciones, la incertidumbre de no saber lo que va a pasar… Todo eso hace que nos cueste mucho regular nuestras emociones y, por tanto, las de nuestros hijos”. Se trata, añade, de ver si estamos en condiciones de educar, o si estamos tan desregulados que lo primero que hay que hacer es parar y regularse para, desde ahí, educar de forma diferente, desde la calma y la serenidad, explicándole a mi hija lo que ocurre y sin recurrir al grito, que nos termina por agotar.

Actividades extraescolares

Entre las estrategias más prácticas, Dick recomienda la posibilidad de organizar citas de juegos con las familias de los amigos del colegio, “de manera que puedas llevarle a la casa de su amigo o amiga y que su padre o madre les cuide por dos o tres horas, y te vas turnando con dos o tres familias haciendo eso mismo, y no te cuesta nada”. Las actividades extraescolares son otra de las herramientas disponibles, si el presupuesto familiar lo permite, “aunque también es necesario tener en cuenta que tampoco quieres que el niño se queme, si además de la escuela cada día tiene una actividad diferente: eso hará que estén agotados y se porten mal, lo que te complicará la vida”.

Las pantallas

Las pantallas, por supuesto, son recursos que también están disponibles, siempre que se haga con mesura. Un 30 % de los padres que respondieron a la encuesta de Lingokids afirmaron querer disponer de una fuente de entretenimiento autónomo para sus hijos, mientras ellos se ocupaban de otras tareas: “A la hora de enlazarlo con nuestra app, trabajamos duro para conseguir que los niños no sean zombis enfrente de la pantalla, sino que interactúen con contenidos educativos”, señala Dick. Otros factores reductores del estrés citados por los progenitores fueron buscar más actividades que realizar fuera de casa los fines de semana y contar con ayuda externa para las tareas del hogar o el cuidado de los niños, así como tener tiempo individual para salir a correr o caminar, leer o escuchar música, ver la televisión o ir al gimnasio.

FUENTE: el país.com Puedes seguir De mamas & de papas en FacebookTwitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.

Este verano, los cuadernos de refuerzo también son digitales

Este verano, los cuadernos de refuerzo también son digitales. Las herramientas tecnológicas permiten reforzar contenidos en cualquier lugar y momento, pero también es importante dejar espacio para el descanso y las actividades de ocio al aire libre.

Por NACHO MENESES

Tras un curso difícil y en medio de un verano en el que las noticias sobre el avance de la vacunación se entremezclan con la mayor incidencia en meses, la incertidumbre y el miedo se resisten a desaparecer. Por eso, las largas vacaciones estivales aportan a millones de estudiantes un descanso merecido y muy necesitado que también suele aprovecharse para repasar o reforzar alguno de los contenidos que se aprendieron a lo largo del año: “Tenemos que pensar que el cerebro no entiende de vacaciones, de si estamos en agosto o en septiembre u octubre. El cerebro sigue aprendiendo, y por eso es importante seguir estimulándolo. Pero podemos hacerlo de una forma completamente diferente, sin necesidad de que se sienten a hacer deberes”, explica Silvia Álava, psicóloga infantil.

Aprovechar el verano

Según la experta, el verano es una época ideal para aprovechar con los niños situaciones cotidianas como ir a la compra y practicar el cálculo con los precios y las vueltas, fomentar la lectura leyendo un libro (y que luego nos lo puedan contar) o incluso ponerse a escribir sobre las cosas que han hecho a lo largo del día. Pero la transformación digital acelerada por la pandemia ha potenciado y transformado también otros recursos como los tradicionales cuadernos de refuerzo estivales, incorporando herramientas como la gamificación para aumentar la motivación y el interés de niños y jóvenes a la hora de dedicarle tiempo al estudio. No en vano, el informe anual de Qustodio 2020 sobre los hábitos digitales de los menores destacó que el uso de aplicaciones educativas aumentó un 54 % a lo largo del año, algo especialmente relevante si se tiene en cuenta que España fue el país donde más creció el uso de estas herramientas durante la pandemia.

Para Fran García Ferrández, profesor de Inglés de Secundaria en Alicante, “durante las vacaciones de verano, es importante que los alumnos no desconecten por completo del ambiente escolar. Sería interesante reforzar aquellas materias en las que el resultado puede ser mejorable, así como trabajar la escritura, la comprensión lectora y los idiomas” sin descuidar el aspecto lúdico, como señala Silvia Álava: “Si elegimos cuadernos, que sean cuadernos que puedan llamarles la atención y que sean divertidos; que no los vean como una carga añadida, porque lo último que queremos es que se desmotiven”.

¿Qué aportan los cuadernos digitales?

En unas circunstancias como las actuales, la tecnología brinda no solo la oportunidad de seguir aprendiendo en cualquier lugar y momento, sino también el hacerlo de una forma lúdica y motivadora. “Uno de los resultados que ha originado la pandemia es que ha acelerado nuestro conocimiento de qué funciona en la educación digital y cómo aprovecharlo para optimizar el aprendizaje”, señala Eilert Hanoa, CEO de Kahoot!. Por eso, desde la popular plataforma de aprendizaje se señalan varias ventajas:

  • Aprendizaje en cualquier lugar. Es fácil que, durante estas fechas, la familia se encuentre lejos de su lugar habitual de estudio o trabajo, por lo que las apps educativas posibilitan el dedicar un rato de estudio ya sea en la playa, en la piscina, en el hotel o durante un viaje en coche.
  • Mayor motivación. Los juegos interactivos, los retos digitales o las actividades online suelen resultar más motivadoras y llamativas, ya que presentan desafíos y permiten la competición entre amigos.
  • Interacción social. Las apps educativas hacen posible que los amigos y compañeros sigan en contacto e incluso interactúen y compartan actividades de aprendizaje en grupos o por videollamada.

Ahora bien, ¿qué herramientas es recomendable utilizar, y cuánto tiempo cada día? “Depende mucho del niño o niña, de la edad que tenga y de la velocidad a la que lea, escriba… Más que especificar un tiempo, sería mejor hacerlo por objetivos. Es bueno que desde pequeños les acostumbremos a marcar un objetivo, y que lo importante sea conseguirlo, no estar 45 minutos o una hora con ello”, afirma Álava. “Y tampoco es lo mismo un niño que ha terminado bien un curso que otro que necesita reforzar algo o que tiene dificultades específicas de aprendizaje”. El día da para muchas horas y muchas cosas, explica, aunque también depende de si los padres están o no trabajando y de sus posibilidades de conciliación, “porque una cosa es lo que recomendemos los psicólogos, y otra lo que realmente se pueda hacer”.

“Si nos ponemos en un entorno ideal, en el que no tenemos de estar pendientes de cómo conciliar, lo ideal sería desayunar y descansar un rato, antes de ponerse a hacer estas actividades, de manera que se dejen hechas desde por la mañana y tengamos tiempo libre para el resto, para nuestra recompensa”, añade la experta. Una rápida búsqueda por Internet nos revela una amplia gama de opciones según los aspectos que quieran reforzarse: la lectura, la escritura, el cálculo matemático, los idiomas… Por eso, desde EL PAÍS queremos presentaros nuestra propia selección de apps educativas para este verano:

  • iCuadernos. Los tradicionales cuadernos Rubio se han transformado en herramientas digitales para que los niños aprendan jugandolectoescritura, matemáticas o ejercicios de refuerzo de la psicomotricidad fina desde su tablet.
  • Smartick. Una app española que ofrece distintos packs para afianzar las matemáticas y la lectura, en función de las necesidades de cada niño y gracias al uso de la Inteligencia Artificial. Los padres reciben, además, información instantánea por correo electrónico de las sesiones que completan sus hijos.
  • Kahoot! ofrece tres juegos distintos: para los más pequeños (entre tres y ocho años), Poio les ayuda a aprender a leer jugando; DragonBox para aprender Matemáticas y Drops para cultivar más de 41 idiomas a través de juegos visuales y divertidos.
  • Academons. Una completa app educativa para alumnos de cualquier curso de Primaria, con la que pueden aprender Lengua, Inglés, Ciencias Naturales y Sociales. Al estilo de Pokemon Go, los niños verán como las distintas criaturas presentes en Academons van evolucionando y adquiriendo nuevas habilidades con cada juego resuelto.
  • Lingokids.Una app con cientos de juegos para familiarizarse con el vocabulario en inglés desde edades tempranas.

La importancia de la salud emocional

A punto de cumplir un año y medio de pandemia, e independientemente del refuerzo escolar que escojamos para nuestros hijos, el descanso estival nos brinda la ocasión perfecta “para priorizar la salud emocional de la familia, hablar sobre lo que hemos sentido y cómo estamos. Estamos viendo que la salud de los niños y los adolescentes está muy afectada, y el juego es un vehículo ideal para crear un clima de confianza y que los menores expresen lo que sienten”, apunta Álava. Por eso, y después de tantos meses con restricciones, es recomendable aprovechar al máximo las oportunidades de hacer actividades al aire libre o deportivas, ya que, como recuerda Álava, el deporte está también relacionado con el aprendizaje y el desarrollo de las capacidades ejecutivas, de planificación y organización. Lingokids, por su parte, aporta unas pocas sugerencias:

  • Actividades al aire libre en contacto con la naturaleza, jugando con amigos o en la plaza del pueblo; correr, saltar, hacer guerras de agua o ir en bici; y hacer senderismo o ir a la playa o a la piscina con la familia son algunas de las muchas posibilidades a nuestro alcance.
  • Introducirlos a las tareas “de los mayores”, de forma lúdica y adaptada a su edad. Enseñarles a hacer su cama, dejarles que participen en la preparación de la comida o la cena, recoger la ropa, poner la mesa…
  • Reinventar los juegos en familia, usando cualquier espacio abierto: el escondite, el pañuelo, la gallinita ciega, las carreras de sacos o con un huevo y una cuchara, morder una manzana sumergida en agua…
  • Sacarle partido a las sobremesas, que son el momento ideal para echarse una siesta, leer un libro que ellos hayan elegido expresamente o incluso jugar a la tablet por un tiempo razonable, sin dejar que se enganchen y nunca cerca de la hora de acostarse, para que no interfieran con su rutina de sueño.

FUENTE: Diario El País

Los beneficios de hablar con tu hijo de diversidad sexual

Inculcar que existen muchas maneras de amarse facilita que el menor se muestre tal y como es. Los cuentos pueden ser de gran ayuda a la hora de iniciar esta conversación.

CAROLINA GARCÍA|CAROLINA PINEDO

Este lunes 28 de junio se celebra el Día del Orgullo Gay, una fecha reivindicativa de gran relevancia, ya que el sexo, la identidad y la diversidad sexual siguen siendo tabú en muchas familias. Y la educación y la crianza pueden ayudar mucho a que deje de ser un tema prohibido en estos hogares y se convierta en algo cotidiano y normal. La realidad es que amamos todos, y da igual a quién: este debería ser el punto de partida. ¿Cuáles son los beneficios de educar en diversidad sexual a nuestros hijos desde edades tempranas y de vivir en una casa que normaliza la sexualidad?

Normalización y conocimiento

“La normalización y el conocimiento hacen que poco a poco se acabe con el tabú que sigue existiendo en torno a la sexualidad. Y, además, ambas actitudes despiertan la curiosidad de los niños, lo que promueve que hagan preguntas y que los padres les contesten y les apoyen. No hacerlo tiene riesgos, porque puede provocar que estos niños y adolescentes busquen información en Internet, y todos sabemos lo que van a encontrar allí”, explica Silvia Álava Sordo, psicóloga infantil y autora de libros como Queremos que crezcan felicesQueremos hijos felices.

“Hay bastante investigación que indica, por ejemplo, que los niños que nacen en familias con un modelo diferente, menos numeroso, como es tener dos mamás o dos papás, no crecen con ningún prejuicio, sino más bien al revés, suelen ser pequeños más abiertos y tolerantes”, prosigue Álava. Si los padres hablan con su hijo abiertamente de su relación de pareja, se dan besos y abrazos, “están creando un ambiente agradable y de confianza en el que el niño se siente también libre para hablar de sus sentimientos y emociones”, añade.

Confianza para hablar y preguntar.

De esta forma, según el pequeño vaya creciendo, se sentirá más confiado para hablar y para preguntar: “Los dos puntos fundamentales de la educación sexual son el apoyo y el respeto. Educar en la diversidad a edades tempranas hace que el menor sepa que somos diferentes y que es algo totalmente normal. Que hay chicos que quieren a chicos, chicas a chicas o que hay niños que tienen dos padres o dos madres. Que, al final, todas son formas de amar y que todos los modelos son familias”.

“En definitiva, cuando hablamos de educación sexual, los expertos nos referimos a una educación afectivo-sexual; el afecto no puede estar despegado de la sexualidad, y eso lo deben tener en cuenta los padres. Hablar de diversidad sexual con nuestros hijos desde pequeños hará de ellos personas más abiertas para contarnos sus emociones y dudas, y más tolerantes con ellos, con nosotros y con los demás”, termina Álava.

Ambiente cómodo

Efectivamente, “es adecuado crear un ambiente que sea cómodo para que los hijos puedan hablar sobre su orientación sexual y no dar nada por sentado. Un hogar en el que las niñas y niños puedan desarrollarse con libertad, tanto si están buscando todavía su tendencia sexual, como si ya lo tienen claro”, añade Axel Matías Sarraillé, coordinador general de la asociación ARCÓPOLI, asociación LGTB de Madrid que promueve muchas campañas de ayuda a estos niños y jóvenes. “En mi opinión, esto es incluso más necesario si hablamos de un hijo transexual, ya que muy probablemente estará pasándolo mal, sin saberlo los padres, al ser tratado con unos pronombres y un género que no le corresponden”, añade Sarraillé.

Según mantiene este experto, la búsqueda de la identidad sexual de un niño no es lineal, y resulta normal que se tengan dudas: “Cuando estás creciendo y no sabes que puede existir una alternativa a la heterosexualidad que sea válida”, prosigue, “muchas veces es difícil entender tus propios sentimientos”. “Ahora vemos a gente joven que nunca ha tenido que salir del armario y piensas en todo lo que hemos avanzado. Luego miras al otro lado y te das cuenta de que sigue habiendo personas a las que echan de sus casas, que sufren discriminación o insultos, y piensas en todo lo que nos queda por trabajar hacia la igualdad, hacia la diversidad real”, termina Sarraillé.

Recomendaciones para ayudar a las familias

A este respecto, una encuesta realizada en 2018 por la Asociación Americana de Psicología concluía que muchos adolescentes padecen estrés cuando expresan a sus progenitores su identidad sexual. Y lanzaba algunas recomendaciones para ayudar a las familias. Los expertos explicaban que “salir del armario puede ser algo difícil” y aconsejaban que los progenitores intentaran apoyarles en todo momento: “Algunos jóvenes pueden volverse más conscientes de su identidad a medida que pasan a la pubertad, mientras que otros pueden reconocer cómo se sienten de manera diferente a sus compañeros a una edad mucho más temprana”. Además, incidían en la importancia de aceptar a los hijos totalmente; evitar todo tipo de bromas al respecto; buscar ayuda profesional, si la situación les supera; y acudir a grupos de padres que estén pasando por lo mismo que ellos, si lo necesitan. Porque, si no, el chico o chica puede sufrir.

Aceptación de nuestros hijos tal y como son

La aceptación de nuestros hijos tal y como son es un pilar básico para que construyan su sexualidad de manera sana. “Conviene dejar espacio a los niños y jóvenes para que se muestren tal como son y puedan descubrir y vivir sus deseos, sin importar cuáles sean, ya que estos no responden a una voluntad, sino a un descubrimiento”, añade Miriam Sobrino Olmedo, matrona, enfermera y sexóloga del Hospital Rey Juan Carlos en Móstoles. “Yo sigo viendo dificultad para que chicos, chicas, hombres y mujeres puedan vivir su sexualidad al margen de lo que debería ser”, opina la experta. “Y las consecuencias de reprimir la tendencia sexual derivan en que nuestros hijos se sientan inadecuados, porque lo que desean o aman es inaceptable, equivocado e inoportuno. Este es el riesgo de que los niños y jóvenes traduzcan de nuestras actitudes que la sexualidad, la suya en concreto, no es un valor maravilloso a cultivar y piensen que es algo que deben temer, ocultar o evitar”, concluye la sexóloga.

Cómo y cuándo hablar de diversidad en casa

Son muchos los expertos que han elaborado distintas guías para ayudar a iniciar este tipo de conversaciones con los niños. Esta del hospital infantil de los Ángeles, por ejemplo, es muy práctica, y resume los pasos a seguir en cinco:

  • Conversar con ellos lo antes posible. Hacerlo a una corta edad facilitará conversaciones futuras.
  • Escucha activa: esto posibilitará que el pequeño pueda preguntar lo que quiera, y que los padres entiendan bien lo que está preguntando.
  • Ser honesto: la honestidad en las respuestas creará una relación de confianza que propiciará, además, que su hijo siga preguntando.
  • Propiciar que la conversación continúe en el tiempo: los padres pueden usar recursos que ayuden a que su hijo vaya resolviendo sus dudas y pregunte cosas nuevas.
  • Adecuar la información a la edad del niño. Por ejemplo, en menores de tres a cinco años las respuestas deben ser concretas y concisas, y en un lenguaje que él pueda entender; el uso de canciones o cuentos puede ayudar. Pero de seis a 12, las preguntas de tu hijo serán más concretas y las respuestas tendrán que ser extensas. Los expertos recomiendan usar ejemplos que el menor pueda vivir o experimentar en su día a día.

Estos expertos, además, recomiendan que la conversación se desarrolle en un sitio seguro en el que niño se sienta cómodo, y no interpretar como algo personal lo que esté expresando el menor. Los padres deben tomarse su tiempo para asimilar la situación y así poder ayudar a sus hijos adecuadamente; y si no saben cómo reaccionar o responder a la situación, buscar siempre ayuda profesional.

Cuentos infantiles para hablar de diversidad sexual con tus hijos

Los cuentos pueden ser una gran herramienta para hablar con los niños sobre diversidad sexual. Proponemos estos cuatro, pero hay muchos más:

  • Por cuatro esquinitas de nada (Juventud, 2004), cuyo protagonista es un cuadradito al que le gusta divertirse con sus amigos redonditos, pero no puede reunirse con ellos en la casa grande porque la puerta es redonda. Es un libro sobre la amistad, la diferencia y la exclusión.
  • Billy y el vestido rosa: Una mañana, Billy se despertó convertido en una chica. Su madre le puso un vestido y lo mandó al colegio. Billy no salía de su asombro. ¡Todo había cambiado desde que llevaba un vestido rosa! ¿Lo tratarán distinto por tener aspecto de niña? En este relato, para menores a partir de ocho años, se ponen sobre la mesa muchos de los prejuicios que siguen existiendo en la sociedad en torno a la diversidad y la libertad sexual.
  • ·Dos mamásNormalizar la realidad de las familias homoparentales. Es un cuento sencillo y divertido, que pone en el foco de atención, tanto en los pequeños de la casa como en los adultos, una realidad social que hay que afrontar con total normalidad.
  • I am Jazz: Cuenta la historia de Jazz, quien desde los dos años supo que tenía el cerebro de una niña, pero el cuerpo de un niño. Esta es la historia real de Jazz Jennings, una niña transgénero que nos enseña tolerancia y respeto.

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El juego y la actividad física, esenciales en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños. Colaboración con El País

Por NACHO MENESES

Las pantallas son la principal fuente de ocio de los menores, pero las actividades que implican ejercicio físico son los que provocan una mayor sensación de felicidad

Jugar no es simplemente jugar, sino mucho más. Correr, jugar al pilla pilla, a los médicos, a las cartas, al fútbol, al ajedrez o incluso a un videojuego, son actividades fundamentales en el crecimiento de los niños, porque cuando estos juegan, están a la vez aprendiendo, asimilando valores y consolidando muchos procesos intelectuales, desarrollando sus habilidades sociales y emocionales y construyendo el adulto sano en el que un día se convertirán. Una visión que comparten al menos nueve de cada diez padres, que consideran que el deporte y la actividad física son claves para el desarrollo socioemocional de sus hijos, según el I Estudio sobre los beneficios del juego y la actividad física en niños, elaborado por Galletas Príncipe junto con la psicóloga Silvia Álava y la consultora Ipsos.

Prácticamente la totalidad de los padres que han participado en el informe (más de un millar de progenitores de niños entre cuatro y 12 años) reconocen el papel esencial del juego en el crecimiento de sus hijos. No se trata solo de que disfruten con dichas actividades, sino de que, sin saberlo, aumentan su capacidad de aprendizaje. “Hay una gran cantidad de trabajos científicos que han demostrado que a través del juego se potencian las funciones ejecutivas, se ayuda a mejorar el rendimiento matemático, el desarrollo lingüístico, la inteligencia fluida, la memoria de trabajo y el procesamiento de los niños, entre otras materias”, afirma Silvia Álava. Beneficios que son igualmente críticos en su bienestar emocional y social, ya que los niños establecen lazos de amistad, desarrollan habilidades sociales y promueven las relaciones entre iguales.

¿Qué juegos les hacen más felices?

En este verano, el de la pandemia de coronavirus, seguramente no sorprenda a nadie que cuatro de cada 10 padres reconozcan en este estudio que las pantallas digitales son, con una media de 9,8 horas semanales, la principal fuente de ocio de sus hijos, independientemente de su edad y muy por encima de los juegos tradicionales (6,2 horas), el deporte (5,5) y las manualidades (5,1). A fin de cuentas, la tecnología ha sido uno de los principales aliados de las familias durante el confinamiento, a todos los niveles: profesional, escolar y personal, para entretenernos y para mantenernos cerca de nuestros seres queridos.

Pero cuando se les pregunta por los juegos que hacen más felices a sus hijos, el 50 % de los padres señala al ejercicio físico: “Cuando nos movemos o practicamos deporte, cuando jugamos de esta manera, generamos endorfinas, que es lo que hace que nos sintamos especialmente bien”, sostiene Álava. “Aparte de que, como seres humanos, no dejamos de ser animales que deberíamos estar mucho más en movimiento que sentados”, continúa. “Ahora que estamos en verano y se puede salir a la calle, es importante facilitar que los niños se muevan, que corran al aire libre, que jueguen con la pelota… Sobre todo este año, ya que no sabemos lo que puede pasar cuando empiece de nuevo el colegio”.

De acuerdo con el estudio, los padres consideran que tanto el deporte como los juegos que conllevan actividad física son los que más favorecen el desarrollo cognitivo de sus hijos, ayudándoles a tomar decisiones, a resolver problemas y a entender el mundo. “Les sirven mucho para adquirir la capacidad de autocontrol, primero porque empiezan a controlar su movimiento y porque eso les ayuda a dominar su mente y su conducta. Les hace más rápidos a nivel mental y mejoran mucho la capacidad de inhibición: como sé controlar mi cuerpo, también puedo controlar mi mente y lo que hago”, razona Álava. Este tipo de actividades, además, suele tener un efecto positivo en su autoestima, en bajar una posible ansiedad y que haya menos depresión. “El juego les ayuda a comprender el mundo emocional, tanto sus propias emociones como las de los demás niños; aprenden a regular sus emociones, a calmarse y, desde un punto de vista social, a seguir unas reglas y a resolver conflictos”.

Evitar o no las pantallas es un dilema que separa a la comunidad científica, ya que mientras algunos autores aseguran que no afecta negativamente al desarrollo emocional de los niños, otros sostienen que un uso excesivo de las mismas lleva a mayores niveles de ansiedad y a conductas agresivas. “Las pantallas pueden generar emociones desagradables como enfado y tristeza, por tener que dejar de jugar o no poder hacerlo; algo que no sucede con los juegos tradicionales (de mesa, puzles, construcciones, muñecos) o los de ejercicio físico”, recuerda Álava. Por otra parte, en la actualidad hay numerosos videojuegos diseñados específicamente para mejorar el rendimiento escolar, como el sentido numérico o la competencia lectora.

A cada juego, sus ventajas

De acuerdo con los expertos, el juego es importante siempre, independientemente de la edad de los niños. Pero cuanto más pequeños son, “más importante es dedicar tiempo al juego, sobre todo fuera de las pantallas”, insiste Álava, para desarrollar todos los procesos cognitivos y emocionales, ya que es cuando tienen una mayor plasticidad cerebral y resulta más relevante hacer este tipo de estimulación. “Siempre decimos que los seis primeros años de vida son vitales, pero sobre todo los dos primeros. Si un niño no es correctamente estimulado, hay que tener cuidado, porque puede llegar a pasar factura a nivel emocional e incluso intelectual”.

¿Pero qué beneficio aporta cada actividad? “El juego simbólico (jugar a ser mamás y papás, o médicos, o conductores) favorece mucho el desarrollo emocional y del lenguaje, además de toda la parte de la atención y la función ejecutiva”, recuerda la psicóloga. “Los juegos de reglas favorecen el desarrollo cognitivo, al igual que los juegos interactivos; para el rendimiento matemático, los de construcciones y el ajedrez; para el cálculo, las cartas; y para el autocontrol, la inhibición y la velocidad de procesamiento de la información, los juegos con actividad física”.

FUENTE: ElPais

La importancia del juego en los procesos cognitivos de los niños. Colaboración con el diario El País

En esta colaboración con Nacho Meneses explicamos para el diario El País la mejor manera de gestionar el tiempo libre y la salud emocional de los menores en el verano del coronavirus.

El verano de 2020 está arrojando unas vacaciones sin duda diferentes. Las medidas de prevención adoptadas debido a la pandemia hacen que gestionar el tiempo libre y de ocio de los más pequeños se convierta en todo un quebradero de cabeza para muchas familias, que deben equilibrar ahora las necesidades físicas, sociales y emocionales de sus hijos con la necesaria protección de su salud. De ello hablamos con Silvia Álava, psicóloga infantil y autora de la Videoguía para aprender jugando, un trabajo que realizó durante el confinamiento para, a través de los juegos, explicar cómo trabajar los procesos cognitivos de los niños.

PREGUNTA. ¿Cómo debe ser un ocio infantil saludable y de calidad?

RESPUESTA. Es muy importante dejar a los niños tiempo libre para que jueguen, ya sea solos o con sus hermanos o amigos. Cuando juegan solos, trabajan todos los procesos de función ejecutiva: decidiendo a qué juegan, con qué juegan, cuáles son las normas… Va a ser además un juego mucho más creativo, porque están fomentando ellos solos su creatividad, y la curiosidad que tienen por aprender, y además les estamos enseñando a tolerar la frustración del “¡papá, mamá, me aburro!”.

Como el día es muy largo, tenemos que intentar que haya un rato donde ellos jueguen solos a lo que quieran: a ser posible, sin una pantalla, porque esos juegos están tremendamente dirigidos, y el proceso de atención sostenida te lo hace el mismo juego. Se trata de estímulos que cambian muy rápido a nivel visual y auditivo.

P. ¿Es el juego igualmente importante en todas las edades?

R. A menudo se nos olvida que los niños aprenden muchas cosas a través del juego. Primero, porque estamos transmitiéndoles una serie de valores, pero además porque se fomentan muchos procesos a nivel cognitivo, como la memoria o la velocidad de procesamiento, con la que somos capaces de pensar y generar ideas; también el razonamiento lógico y abstracto; la riqueza y fluidez del vocabulario; o la inteligencia emocional.

El juego tiene beneficios diferentes en cada edad, pero es verdad que cuanto más pequeños son, más importante resulta. Cuando un bebé está jugando colocando unos cubos delante de otros, está trabajando la coordinación visomanual, las destrezas finas, la organización espacial… Siempre hablamos de que los seis primeros años de vida son fundamentales, pero es que, de esos, los dos primeros son los más importantes.

P. Tras el estado de alarma, será necesario recuperar de alguna manera el tiempo perdido.

R. Es fundamental que, cumpliendo todas las medidas de seguridad, haya juegos al aire libre y en los que se fomente la actividad física y el deporte, cuyos beneficios sobre el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños están muy estudiados. Se trabaja mucho la psicomotricidad, tanto a nivel grueso como fino, y el autocontrol, porque al controlar el cuerpo también voy a controlar mi conducta. Es muy importante que corran y se muevan, porque este año, tras los meses de confinamiento, tenemos déficit en ese sentido.

En la medida de lo posible, también es bueno dejar que jueguen con otros niños. Y que lo hagan sin un adulto que funcione como monitor de tiempo libre. Que aprendan, lo primero de todo, a negociar a lo que van a jugar; a saber las normas que van a seguir; y a consensuar y resolver esos conflictos entre iguales.

Silvia Álava, explica la mejor manera de gestionar el tiempo libre con los niños.

P. ¿Cómo animarles a jugar con otros niños en el contexto del coronavirus?

R. Creo que, en estos momentos, es mejor pecar de pesados y recordárselo una y otra vez: si quieren jugar con sus amigos, de acuerdo, pero con la condición de llevar siempre la mascarilla y jugar a juegos que no impliquen contacto físico. También hay que hablar de las emociones que esto genera en los niños, porque les puede no gustar, poner tristes e incluso frustrar. Y para ello, lo primero que hay que hacer es validar sus emociones: entiendo que te sientas así, que no te guste, que te parezca un rollo. Y luego ya trabajamos esa emoción juntos, para que entiendan que este verano, debido al coronavirus, a lo mejor no es posible estar en la piscina haciendo todo lo que queremos, y que hay que jugar con mascarilla, porque si no, nos podemos contagiar, contagiar a los demás e incluso tener que volver a quedarnos en casa. A los niños hay que explicarles mucho lo que está pasando, adaptando el mensaje a cada edad.

P. ¿Deberían evitarse las pantallas este verano?

R. Yo creo que no podemos demonizarlas; máxime cuando venimos de una sobreexposición a las pantallas del 180 %, porque no había otra forma de comunicarse para hablar con los amigos o hacer los deberes. No se trata de proponer un apagón digital; pero sí de poner un límite de uso de tiempo. Que cada familia decida cuál es, y lleguen a un consenso con los niños y adolescentes sobre los minutos que tienen, para que los gestionen como quieran, y sobre las mejores horas para usarlos. Siempre evitando, eso sí, las horas de las comidas, y que nunca se lleven una pantalla a la cama, porque puede interferir en la calidad del sueño.

Todavía hay un riesgo de abuso de las pantallas porque, para empezar, ya nos hemos acostumbrado, y tenemos mucha más inercia a usarlas que antes del confinamiento; y porque las posibilidades de ocio no son las mismas. Antes de los dos años, no deberían tener tiempo de pantalla, y los niños de Infantil no deberían superar la media hora.

P. ¿Es importante que los padres se involucren en el juego de los niños?

R. Es fundamental, porque al final, lo que más les gusta a los niños es que sus papás jueguen con ellos. Si podemos reservar un tiempo para el juego libre en familia, sería maravilloso. Con una simple baraja de cartas trabajas una gran cantidad de procesos cognitivos: la atención sostenida, porque tengo que andar pendiente del juego; la atención selectiva, para ver qué cartas salen y cuáles no; la planificación, la estrategia… Te vas a la playa y te puedes meter unas cartas, que no ocupan espacio, y jugar a juegos de toda la vida, como la escoba, en la que practican el razonamiento numérico; como el burro, con el que usas planificación, estrategia y reflejos… Pero es importante que el adulto también juegue, para sostener el tiempo de juego aún más.

En vídeo, la psicóloga infantil, Silvia Álava, habla sobre la gestión del tiempo libre de los niños durante el verano y su salud emocional.

P. ¿Influye la situación de confinamiento por la que hemos pasado en la gestión que hagamos ahora del tiempo de ocio de los niños?

R. Es muy importante. Por ejemplo, este no es el verano de estar haciendo deberes y deberes. Durante el confinamiento, como no había colegios y el aprendizaje se trasladó a las casas, los niños han estado continuamente intentando hacer esos trabajos con papá, con mamá, a través de la pantalla… Es importante parar y leer o escribir un poquito; podemos trabajar la lectura, pero que sea con una lectura divertida; escribir cartas, o un diario de lo que hacemos en vacaciones.

Hay muchos padres que a lo mejor están un tanto agobiados, porque piensan que sus niños no han aprendido todo lo que necesitaban. Pero si el aprendizaje se ha resentido un poco, ya se tendrá en cuenta cuando empecemos el nuevo curso escolar. Otra cosa importante es que uno de los efectos psicológicos del confinamiento es un aumento de los trastornos de ansiedad o del estrés postraumático, porque para algunos niños puede haber sido una vivencia traumática. A través del juego libre, pueden simbolizar muchas cosas. Por ejemplo, niños que están jugando con muñecos para que no se pongan malos, y que el coronavirus no esté por allí… Es el momento de ver si, a nivel emocional, hay algo que haya podido quedar pendiente de gestionar, debido al confinamiento o porque hayan sufrido alguna pérdida familiar, como la de un abuelo.

P. Tampoco es necesario llenar el día de actividades, ¿verdad?

R. En absoluto. Los niños necesitan tiempo para aburrirse, porque el aburrimiento fomenta la creatividad y la curiosidad, y nos ayuda a tolerar la frustración. También hace que nos conozcamos mejor y que aprendamos a estar a gusto con nosotros mismos, sin tenerlo todo lleno de actividades. Y luego, hay que tener en cuenta que en verano se relaja el horario, pero no la rutina. No hace falta poner el despertador a las siete si no hay que ir al cole o asistir a una clase online, ni que se acuesten a las nueve, cuando aún hay sol, pero tampoco es necesario que a las 12 o una estén aún por la calle. Hay que respetar los horarios de sueño y comidas, aunque se relajen un poco.

FUENTE: Diario El País

¿Por qué los niños suben a redes sus vídeos sexuales? Colaboración con el diario El País

Por Ana Alfageme y t Elisa Silió

Niños que se graban desnudos, en posiciones provocadoras o masturbándose en el baño o su dormitorio. Muchas veces acompañados de amigos o familiares. Luego suben el vídeo en su cuenta de Instagram o YouTube. Quieren seguidores y likes. Los padres no lo saben. La Policía Nacional informó ayer de que había identificado a 110 menores que habían publicado vídeos autoproducidos de contenido sexual a través de Instagram, Periscope, Twitter o YouTube. La mayoría, menores de 13 años, deseaba nuevos seguidores para sus canales de YouTube y más likes en sus publicaciones. Se trata de la primera macrooperación contra la difusión de material de contenido sexual infantil autoproducido, informa la Policía Nacional en una nota.

¿Qué conduce a esos niños a exhibirse así en Instagram o en un vídeo en la red social más potente del mundo? Los expertos coinciden en que en la joven y cambiante selva de las redes sociales se plasma la sexualización precoz entre los preadolescentes y la banalización del sexo.

Guía para padres (e hijos)

  • Consejos de la Policía y de la Fundación Anar para evitar el acceso y publicación de material pornográfico.
  • No hacerse fotos. Hacerse fotos de carácter erótico y/o compartirlas es siempre un error. Puede ocasionar situaciones de chantaje o ciberacoso sexual o acoso en el entorno escolar (grooming o bullying).
  • Información y confianza. Los padres deben crear un clima de confianza con los hijos para tratar estos temas e informarles de los riesgos y de las consecuencias que entraña facilitar datos personales o enviar fotografías y vídeos comprometidos a otras personas.
  • Pactar el uso del móvil. ANAR ha elaborado un contrato para padres y niños para establecer pautas del uso del teléfono antes de que los menores tengan acceso a él.
  • Descargar un sistema de control parental. Hay herramientas que permiten que los menores no accedan a determinadas webs.
    Restricción del wifi. Pactar que el acceso a Internet se limite a lugares comunes para evitar que los pequeños puedan encerrarse en el baño o dormitorio para navegar.

“Desde la sociedad se inculca a los niños una belleza con gran componente sexual”, asegura Benjamin Ballesteros, presidente de la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR), veterana en el estudio del binomio infancia-web. “Los preadolescentes de 12 y 13 años se sexualizan precozmente en un mundo que les ve como objetos sexuales. Luego está la aspiración de los pequeños de formar parte del mundo de los adultos y las redes”.

Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica, ahonda en esta idea: “Me he encontrado casos en los que la policía llama a los padres para alertarles de las fotos que suben sus niñas. No de sexo explícito, pero sí con poses muy sexualizadas para su edad”. Por eso es tajante: “Hay que evitar su sexualización y mucho menos para vender determinados productos o conseguir determinados likes. ¿Qué mensaje estamos dando a la sociedad del futuro?”.

El Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (NCMEC) de Estados Unidos alertó a la Policía española. Desde comienzos de 2018 los agentes detectaron gran cantidad de publicaciones de material de explotación sexual infantil en redes. Verificaron que estas habían sido realizadas por los menores que protagonizaban los vídeos y utilizaban sus cuentas para difundir las imágenes. “Aprovechaban los momentos de intimidad en sus domicilios para grabar las imágenes con un alto contenido sexual”, dice la nota de la Policía, y en ellos “aparecían en muchos casos junto a amigos o familiares de su misma edad”.

“Antes de los 13 años los niños no tienen el suficiente desarrollo cognitivo o madurativo para ser conscientes de lo que puede llegar a trascender el subir una foto de ese tipo”, prosigue la psicóloga Álava. “En ese momento dejas de ser el dueño de la foto, la puedes borrar después de un proceso complicado”.

Por su parte, la profesora de antropología de la universidad de Granada, Nuria Romo, investigadora en violencia sexual entre jóvenes y adolescentes, se muestra impactada y cree que el uso de redes sociales en la infancia está aún poco estudiado. “Niñas de la edad de mi hija, que tiene ocho años, saben perfectamente como manejar YouTube y subir vídeos. Viven rodeados de un mundo tecnológico”. Los críos, dice la experta, repiten unas cuantas posturas provocadoras y sexis, que saben que les reportan likes.

En algunos casos de los perfiles de niños identificados dentro de la operación (de entre 2 y 13 años) “varios adultos habían contactado con ellos solicitándoles estos vídeos a cambio de diferentes contraprestaciones”. Los padres de los menores sabían que sus hijos eran usuarios de las redes, pero no eran conscientes de su actividad en ellas. También se encontraron “vídeos en los que aparecían niños de entre los 2 y 5 años”, siendo sus familiares más cercanos los responsables de estas grabaciones en las que se podía ver a los menores desnudos o semidesnudos. Aunque el material grabado por los familiares se produjese en su entorno lúdico, mantiene la Policía, los niños quedaban expuestos y al alcance de terceros una vez fueron publicados en las redes.

“La primera responsabilidad de la conducta de los niños es de los padres, pero la escuela no puede permanecer ajena y debe de promover buenos programas para combatir que pasen cosas como esta”, sostiene Mar Camacho, directora general de Innovación Educativa en Cataluña. Esta experta en TICS en la escuela reclama que no solo se haga prevención en secundaria, sino en los últimos años de primaria. “Cada vez a los niños se les entrega antes un móvil. Hay una tendencia por el devenir de la sociedad. Antes se lo daban a los 12-13 años y ahora es un regalo de comunión”, cuenta.

Álava no es partidaria de prohibir el móvil sino de “analizar qué quieres subir y por qué quieres gustar a los demás. La forma de tener autoestima no es a través de likes en redes, sino en tu mundo analógico. Hay chicos con muchos seguidores en redes que en su vida real no tienen seguridad. Cuando uno tiene una buena autoestima, no necesita likes para reafirmarse”.

Ellas usan en mayor medida las nuevas tecnologías

Los menores de 14 años no pueden abrir una cuenta en YouTube y los padres son los responsables de que hijos posean un canal propio. Pese a ello, más de la mitad de los niños entre 2 y 5 años usan YouTube, y a partir de los seis años ya empiezan a seguir a otros pequeños. La red social de vídeos tiene unos 1.300 canales en España dirigidos al público infantil, que generan 5,6 billones de reproducciones al mes, según 2btube, la principal empresa española de canales de YouTube.

Los nativos digitales españoles no conciben ya su vida sin las redes sociales. Tanto es así que entre los niños de 10 a 15 años el ordenador está muy extendido (lo tienen el 91,3% de los menores) y aún más el uso de Internet (el 92,8%), según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. El acceso al móvil propio, sin embargo, no está al alcance de todos. El 69,8% de la población de este segmento de edad dispone de teléfono móvil. Por sexo, las niñas usan en mayor medida las nuevas tecnologías. Y a mayor edad, mayor uso de TIC, sobre todo a partir de los 13 años.

Siete de cada 10 niños españoles tiene un perfil en alguna red social, según un estudio de Viacom. Estas cifras contrastan con las de Silicon Valley, la cuna californiana de las puntocom. Allí proliferan los colegios sin tabletas ni ordenadores y las niñeras con el móvil prohibido por contrato, porque los padres no quieren que sus hijos repitan sus patrones de conducta. Los expertos tecnológicos consideran que los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados, mientras que el riesgo de adicción es alto. El 86% de los menores entra a la Red desde ordenadores que no cuentan con ningún sistema de filtrado de contenidos, según un análisis de la web de tendencias Cultture.

FUENTE: Diario El País