¿Es un inutil emocional? Colaboración con la revista Cosmopolitan

Inutil emocional

SILENCIOS TENSOS, DESAPARICIONES INEXPLICABLES, ENFADOS EXPLOSIVOS… ASÍ PUEDES DESCUBRIR, ENTENDER Y AYUDAR A UN CHICO INCAPAZ DE EXPRESAR SUS SENTIMIENTOS

Escrito por Lola Fernandez

Hablar con él es como hacerlo con la pared: ni siente, ni padece. O eso piensas tú, porque bajo esa apariencia de hombre de piedra puede esconderse un torrente enmarañado de emociones difícil de manejar. Analicemos la paradoja. Por un lado, antes se llevaba lo de educar bajo el mantra de «los chicos no lloran», de forma que a ellos les tocaba cultivar el control, la fortaleza y la competitividad (además, por razones que se nos escapan, nos suele atraer este estereotipo del tipo duro y masculino, con lo que el personaje de hombre imperturbable se refuerza aún más). Pero, por otro lado, necesitamos que la comunicación emocional y la expresión de nuestros afectos fluyan para que la pareja funcione: queremos hablar de lo que sentimos y saber qué experimenta quien tenemos enfrente. La situación es de locos, ¿no? La actriz Emma Watson se refirió a ella en su famoso discurso de 2014 ante las Naciones Unidas, que impulsó su campaña #HeForShe: «Empecé a cuestionar los supuestos de género a los ocho años. (…) Y a los 18, cuando mis amigos varones eran incapaces de manifestar sus sentimientos. (…) He visto a chicos jóvenes que padecen una enfermedad mental y no se atreven a pedir ayuda por temor a parecer menos machos.

(…) Los hombres tampoco gozan de los beneficios de la igualdad». Los especialistas advierten de que tanto ellos como nosotras podemos sufrir carencias de inteligencia emocional, pero los hombres son más reticentes a reconocer el problema y solicitar que les echen una mano. Aunque no lo parezca, la solución es sencilla: la reeducación. Si los hombres están en (re)construcción, ayudémoslos a ello.

A LOS HOMBRES SE LES INCULCA DESDE NIÑOS QUE SI MANIFIESTAN AFECTO SON DÉBILES

PISTAS PARA RECONOCERLE
Existe un río de estudios que confirma que las mujeres tenemos un dominio mayor de la inteligencia emocional: somos más hábiles para percibir, reflejar y comprender estados de ánimo, y también sabemos generar sensaciones que favorecen el crecimiento intelectual y afectivo. De hecho, puede ocurrir que demos por supuestas estas mismas virtudes en nuestra pareja y metamos la pata hasta el fondo. Silvia Álava Sordo, psicóloga del Centro de Psicología Álava Reyes, apunta a algunos comportamientos que pueden ser síntoma de que algo falla en este terreno. «Lo más fácil es fijarse en si habla con normalidad de cómo se siente, si suele comunicar si está triste o enfadado y por qué. En caso de que no lo haga en las conversaciones cotidianas, podemos preguntarle directamente. Si cambia de tema, contesta con evasivas o es parco en palabras, tenemos un indicador. También si se expresa, pero lo hace con un vocabulario muy pequeño». Otra conducta que refleja una mala gestión de los sentimientos son los arranques fuertes de genio. «Cuando te reprimes porque no eres capaz de verbalizar lo que te ocurre pueden suceder dos cosas: que lo somatices en dolores de cabeza, de tripa o erupciones cutáneas o que tengas estallidos emocionales porque no puedes más», explica Álava Sordo. «Lo peor de los ataques de ira es que pueden ocasionar consecuencias desagradables, como gritarle a la otra persona o decirle algo que en realidad no deseabas y de lo que luego te arrepientas», comenta la citada experta.

NO NACE, SE HACE

Y lo cierto es que es imposible agotar la casuística que explica esta llamativa forma de comportarse, tan extendida, por otra parte. Los factores, además de ser múltiples, pueden combinarse entre sí, con lo que lo ideal es acudir a un profesional que te guíe a la hora de desentrañar los motivos de esta incapacidad. Sin embargo, debes tener en cuenta que hay algunos patrones que se repiten con cierta frecuencia. Josefa Galván, psicóloga y coach, menciona el aprendizaje en la familia como uno de los ejemplos más evidentes: cuando la emocionalidad en los varones se interpreta como una debilidad y se inculca así generación tras generación. Si tienes hermanos, seguro que te suenan frases como: «Venga, machote, no te quejes, que no eres una niña». Traducido a la vida cotidiana: nosotras podemos protestar o manifestar debilidad; ellos no. «Se estimula a las hijas para que dialoguen sobre lo que les pasa y se les permite revelar lo que sienten, pero no se propicia con los hijos del mismo modo», añade Josefa Galván. Y la cosa no acaba en casa. En la escuela y en la práctica deportiva también puede fomentarse más la exteriorización de sensaciones negativas (enfado, burlas, críticas e incluso agresión), en el sentido de lo que algunos consideran un mal llamado «endurecimiento» del carácter. Algo parecido sucede en el trabajo y en las relaciones sociales: a los chicos se les presupone un control que tiene como resultado la represión de sentimientos y la falta de herramientas para manejar el estrés y leer las emociones propias y las de otras personas. En este sentido, está claro que ellos se han llevado la peor parte de la educación tradicional y nosotras la mejor. ¡Salimos ganando!

SOLUCIONES PARA NOVATOS
No está todo perdido. Ambas expertas coinciden en que la expresividad se puede adquirir y entrenar. Sólo es necesario querer hacerlo. «Las mujeres son las que primero reconocen que tienen una carencia», explica Silvia Álava Sordo. De hecho, recientes investigaciones han descubierto que ellos suelen sobreestimar su capacidad en este asunto, con lo que convencerlos de lo contrario puede ser aún más complicado. Otro error es dar por supuesto que él puede leer tus estados emocionales, y enfadarte al no ver respuesta ni reacción. «Sí, esto suele pasar, por eso es muy importante en una relación no dar nada por sentado y conversar sobre cómo nos sentimos», aconseja Álava Sordo. «También es recomendable no presionar al otro y, en vez de reprocharle su fallo, hacerle ver que es una necesidad propia. Dile: “Para mí es importante sentirme libre para hablar de lo que siento y que me escuches”, en vez de poner el foco en él». En cualquier caso, lo ideal es acudir a un especialista que guíe el entrenamiento. «Estos temas suelen trabajarse mejor con una tercera persona que con la pareja», confirma Silvia Álava Sordo. «Existen muchos programas que enseñan a percibir, comprender y regular mejor las emociones. Intentarlo en casa es complicado, porque hay tanta implicación que al final se pierde la objetividad».