¿Por qué no hay que sentirse culpable si se tiene un hijo favorito?

Más que de favoritismos, hay que hablar de compatibilidades. Tener predilección por uno de los vástagos es algo normal, aunque es importante criar en el equilibrio para evitar comparaciones y perjuicios entre hermanos

Por CRISTINA BISBAL DELGADO

Si se pregunta a cualquier niño y, más aún, a un adolescente si sus padres tienen un hijo favorito, hay muchas posibilidades de que su respuesta sea afirmativa y que no se señale a sí mismo, sino a otro hermano como el elegido. Hacer la prueba es sencillo. Y los resultados son casi siempre los mismos. Cristina Prestel (50 años, dos hijos de 18 y 13 años) estaba segura de que el resultado sería que cada uno de sus dos hijos señalara al otro. Y así fue. Eva Carmona (45 años, dos hijos de 14 y 12 años) no lo ha preguntado, pero está convencida de que la respuesta sería la misma.

Conductas, emociones y deseos

De hecho, un estudio publicado en 2020 por la empresa británica de estudios de mercados YouGov afirma que más de un tercio de las personas ha percibido que sus padres tenían hijos favoritos, y la mayoría insiste en que no eran ellos. Esa misma investigación asegura que hasta el 10% de los progenitores ha reconocido tener un hijo favorito. En este punto es importante entender que eso no significa que se le quiera más. Estas emociones van en otra dirección. Lo afirma Natalia Ortega, psicóloga sanitaria y directora de Activa Psicología y Formación: “Creo que habría que hablar de aquel hijo con el que encajamos más por carácter, lo que hace que el nivel de empatía sea mayor, que la comunicación fluya con mayor facilidad y, por tanto, que los choques sean menores; que entendamos mejor sus conductas, emociones y deseos que las de otro hijo. Por lo tanto, no lo enfocaría como el hijo favorito, sino con aquel con el que somos más compatibles”.

Carmen Osorio propósitos Año Nuevo

Querer por igual

Silvia Álava, doctora en Psicología y experta en salud y educación, es categórica en ese sentido: “Querer, querer, se quiere igual a todos los hijos”. “En algunos momentos, por la situación vital en la que nos encontramos, con una problemática en concreto, como puede ser una enfermedad, y teniendo en cuenta rasgos de nuestra personalidad, se puede tener una mayor afinidad con un hijo que con otro. Aun así, no podemos generalizar”, matiza. Eva Carmona reconoce tener la suerte de que con cada uno de sus retoños siente afinidad en un campo: “Con mi hijo, en el amor por los deportes; con mi hija, en el carácter y la sensibilidad”. A pesar de ello, está convencida de que cada uno de ellos cree que mima más al otro.

Las emociones no son estáticas

Todas estas emociones cambian con el tiempo. “Las relaciones entre padres e hijos no son estáticas”, prosigue Álava, “van variando a lo largo de la vida y en función de la edad de los padres, de los niños, de las circunstancias vitales, pero sobre todo de cómo interaccionan entre ellos”. “Nuestro comportamiento genera emociones en los demás, que se van a comportar conmigo en función de esas emociones. Y es algo que los hijos deben aprender, porque también les va a pasar a ellos. Tienen que entender que su conducta va a afectar en los demás”, añade la psicóloga. Para Álava, la conducta de los hijos puede hacer que sus padres estén bien, alegres, orgullosos, satisfechos, pero también lo contrario: “Que se sientan mal, estén tristes, disgustados. Y aunque es algo que nos cuesta mucho asumir, es importante saber que la relación entre padres e hijos se va a ver mediatizada por las emociones que se generan. Y esto va en ambas direcciones: de padres a hijos y viceversa”.

El orden de nacimiento y el género pueden influir

La similitud en el temperamento y las aficiones no son lo único que influye en tener un hijo favorito. “Según diversos estudios, como uno publicado en el Journal of Family Psychology en 2016, titulado Reciprocal links among differential parenting, perceived partiality, and self-worth: a three-wave longitudinal study [Vínculos recíprocos entre crianza diferencial, parcialidad percibida y autoestima: un estudio longitudinal de tres ondas, en español], el primogénito puede ocupar el lugar de favorito por ser el primer hijo deseado, por depositar en él mayores responsabilidades y porque puede existir más complicidad por haber menor diferencia de edad con los padres. Aunque otros concluyen que es el menor por la tendencia a sobreprotegerle. No hay una conclusión firme”, explica la psicóloga Natalia Ortega. Respecto al género, por ejemplo, “las madres a menudo sienten más predilección por el varón y los padres por la mujer, quizás por la atracción que supone el desconocimiento del otro sexo”, incide Ortega.

No debemos sentirnos culpables

En cualquier caso, los padres y madres no deben sentirse culpables por tener predilección por un hijo. “Hay que tratar de normalizar estos pensamientos y emociones como progenitores porque, cuanto más aceptado esté y más conscientes seamos, más fácil resultará no relegar a un segundo plano al otro hijo, sino tratar de equilibrar la atención a todos por igual”, asegura Ortega. En efecto, esta situación podría ser perjudicial tanto para ese hijo como para los demás, según retoma Álava. En concreto, podría afectar en la autoestima de quien se siente relegado. En este sentido, esta última experta afirma que este podría sentir que su hermano vale más o hace las cosas mejor. “Además, podría crecer con mayores inseguridades y más inhibido en sus respuestas y con dificultades en su asertividad”, añade Ortega. Por otro lado, para Álava también podría afectar a la relación entre hermanos cuando son niños, más aún cuando son adolescentes, llegando a ser grave cuando son adultos.

Consejos para criar en el equilibrio hacia todos los hijos

Es habitual que cada hijo piense que el favorito es el otro. «Tendemos a fijarnos más en lo que tienen los demás que en lo que tenemos nosotros. Además, cuando mi papá está con mi hermano, el tiempo pasa muy despacio. Pero cuando está conmigo, pasa mucho más deprisa, por lo que la percepción no tiene que ver con la realidad», asegura la psicóloga Silvia Álava. 

A pesar de ello, es importante tratar de criar a los hijos sin favoritismos.

Según Álava y Natalia Ortega, psicóloga también, es posible si se siguen algunos consejos como estos:

  • No hacer comparaciones entre los hermanos porque favorece su rivalidad y fomenta los celos. 
  • Mostrar afecto incondicional hacia todos.
  • También es relevante potenciar la autoconfianza y autoestima de cada uno de ellos, validando su individualidad y sus emociones.
  • Establecer normas similares para todos los hijos por igual, incluyendo a los padres, aunque teniendo en cuenta las circunstancias de cada uno de ellos. 
  • Es fundamental también dar un espacio y un tiempo a cada hijo.

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¿Cómo hacer que nuestros hijos sean felices?

Si nos preguntaran qué queremos para nuestros hijos, la mayoría de los padres y madres responderían “que sean felices”. ¿Verdad?

Pero hemos de saber que la felicidad constante y permanente no existe. Que la vida es una sucesión de circunstancias y acontecimientos que nos provocan diferentes emociones.

Hemos de aprender a manejar y a experimentar todas ellas, tanto las que nos son más agradables como las que nos son más desagradables, porque todas ellas son útiles.

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Lo esencial a la hora de marcar propósitos de año nuevo con los hijos es no exigirles nada que como padres no vayamos a hacer

La autora y también experta en salud y educación señala que los niños pueden empezar a plantearse metas a partir de los ocho años y que la labor de los padres, además de ser un ejemplo, es motivarles, ayudarles a reconocer sus emociones y a marcarse objetivos realistas.

Por CAROLINA GARCÍA

La Nochevieja es una velada en el que todos, grandes y pequeños, se llenan de esperanza para entrar con buen pie en el nuevo año. Una celebración que, además, suele ir acompañada de buenos propósitos o metas que se pretenden cumplir en los siguientes 12 meses. Los adultos suelen hacerlo, y algunos los cumplen y otros no. Entonces, ¿es positivo que los niños también se marquen objetivos? “Va a depender mucho de la edad del menor, porque marcar unos propósitos implica tener un nivel de metaconciencia bastante alto”, señala Silvia Álava Sordo (Valladolid, 44 años), doctora en Psicología y experta en salud y educación.“Tengo que tener claro quién soy, cómo me comporto, cuáles son mis puntos fuertes y débiles”, prosigue.

Acompañar a sus figuras de referencia

Para la también autora de libros como Queremos hijos felices: lo que nunca nos enseñaron de 0 a 6 años (Liberespacio, 2022) y El arte de educar jugando (Todostuslibros.com, 2021), esto significa que solo a partir de tener esa conciencia el niño podría saber qué cosas mejorar: “Muchas veces los pequeños quieren acompañar a sus padres y también marcarse propósitos, pero es fundamental tener en cuenta la etapa de madurez en la que se encuentra”. ¿Cuál sería la edad para iniciar este tipo de charlas con ellos? Según la experta, a partir de los ocho años ya se puede conversar sobre cuestiones como: ¿Cómo te ha ido el año? ¿Cuáles crees que han sido tus puntos positivos? “Pero de una forma bastante light. En la adolescencia es cuando realmente se puede incluir más contenido”, agrega.

Hacer balance juntos

Álava señala que es importante que los padres y madres también hagan el trabajo de resumir a sus hijos cómo ha sido su año, en qué cosas han mejorado y en cuáles les gustaría hacerlo. “Cuando hablemos con ellos para que nos cuenten sus vivencias estos meses, lo ideal sería que se alejasen de lo material y que mirasen hacia dentro, que piensen en las cosas que les han hecho felices, mucho más allá de haber tenido un móvil nuevo o una consola”. La psicóloga pone varios ejemplos: “Hemos conseguido aprobar el curso; hacer o mantener los amigos, hemos pasado buenos momentos en familia, en definitiva, poner en valor aquellas cosas que, aunque pueden parecer pequeñas, son enormes”. Lo ideal, asegura, es transmitirles lo importante: “Si, por ejemplo, a tu hijo le ha costado un montón sacar el curso, pero al final lo ha conseguido, debe sentirse orgulloso. Es cierto que esto no es un buen propósito, pero sí que lo sería que se intente organizar mejor para que el nuevo año le cueste menos”.

Marcar los objetivos

Una vez explicado todo esto llega la segunda parte de la conversación: “Bueno, ya sabemos lo que hemos conseguido, ¿y ahora que nos gustaría conseguir este 2024? ¿Y qué es lo que puedes hacer para obtenerlo?”, ejemplifica. “A lo mejor, un buen propósito es mantener los amigos”, prosigue Álava, “que, por cierto, sería uno genial, porque fidelizar las amistades en la infancia y la adolescencia no suele ser tan complicado como para los adultos”. “¿Cómo lo puedo hacer?”, se pregunta la experta, “pues voy a ofrecerles mi ayuda, me voy a alegrar por sus éxitos o simplemente llevar un día al cole mis patatas favoritas y compartirlas con ellos…”. Otro ejemplo que señala es si el niño o adolescente quiere sacar buenas notas: “En este caso, habría que marcar pasos muy concretos como que intente estar más atento en clase para que cuando llegue a casa tarde menos en hacer los deberes o que el menor tenga una agenda en la que apunte todo y así no se despiste y pueda planificarse y organizarse mejor”.

Propósitos para toda la familia

Pero el propósito no tiene por qué ser solo a nivel individual, también puede implicar a toda la familia. Un ejemplo que menciona Álava son las tareas que implica tener una mascota: “Si el hijo es mayor, puede proponerse sacar al perro una vez al día para ayudar en casa, pero, en cambio, si es más pequeño, puede participar en tareas más sencillas como limpiarle las patitas o estar pendiente de ponerle el agua. Cosas fáciles, pero que pueden aliviar la carga sobre los otros miembros del hogar”. “En casa somos un equipo y todos somos parte de ese equipo”, incide la experta.

Para que los niños y mayores no se olviden de los propósitos que se han marcado para este 2024 se pueden apuntar, pero para Álava, sobre todo, lo más importante es que estos salgan del propio niño: “Al igual que los adultos se los marcan ellos mismos, también tienen que ser una necesidad propia del menor, un querer mejorar desde el propio yo, no desde el otro”.

¿Cómo pueden fomentar padres y madres que sus hijos quieran mejorar?

“Lo primero que hay que hacer es diferenciar entre motivación intrínseca y extrínseca”, señala Álava. La extrínseca, según refiere la psicóloga, es aquella que viene del exterior, de los otros. Los niños son sensibles a que a sus padres les vean y les refuercen la buena conducta que hacen con frases como “estoy contento porque te estás esforzando”, según la psicóloga. Pero también hay que trabajar con ellos la parte interior, la motivación intrínseca. ¿Cómo? “Preguntarles cómo se sienten al ver que el perro está contento o al mejorar sus notas. Y explicarles que esa emoción se llama orgullo, satisfacción, y que lo va a sentir siempre y cuando se esfuerce en hacer algo”.

Para Álava es importante no poner el foco únicamente en conseguir el objetivo, sino en el esfuerzo de intentar hacerlo: “Esforzarse en conseguirlo es lo realmente relevante”. La psicóloga también aclara que todo lo mencionado hay que ir inculcándolo desde que los niños son muy pequeños y hay que hacerlo poco a poco.

La importancia del ejemplo

Los niños hacen lo que sus padres hagan, copian los comportamientos, por lo que lo importante es que los progenitores sean un buen ejemplo para sus hijos. “Tú imagínate que hablamos todo esto en familia, lo apuntamos en un papel y yo como padre dije que iba a dejar de fumar, y a los dos días vuelvo hacerlo. Esto no puede ser”, relata Álava. “Hay que tener mucho cuidado, yo no te puedo pedir que tú mejores cada año, que tengas una lista de propósitos, si yo luego no hago lo mismo”. Así que lo esencial a la hora de marcarse propósitos de año nuevo es no exigir nada a los hijos que el padre o la madre no vaya a hacer: “Y no solo porque no vayas a ser un buen ejemplo, sino porque le vas a crear en el menor mucha rabia y frustración”.

Álava recalca que educar sobre la premisa de “es que tú tienes que hacer lo que yo te diga, no lo que me ves hacer a mí” crea una presión bastante importante en el niño y en el adolescente y sentimientos de injusticia. En definitiva, prosigue, si los padres y madres no están dispuestos a cumplir y plantearse objetivos que vayan a hacer y que impliquen que ellos mejoren cosas, incluso, estando dispuestos a que sean los hijos quienes marquen esas metas, “mejor que no los hagan”. Los propósitos de año nuevo tienen que ser reversibles y en ellos tienen que participar ambas partes, padres e hijos, con el mismo nivel de responsabilidad: “Si no se hace así puede ser hasta contraproducente”.

FUENTE: elpais.com

¿Sigues la regla de los 4 regalos para hacer la carta perfecta a los Reyes Magos?

«Es fundamental enseñar a los niños a elegir entre todos sus deseos para que pidan solo lo que necesitan o les hace verdadera ilusión», señalan los expertos

Por Carmen Barreiro

La carta a los Reyes Magos no siempre es fácil de gestionar. Ni por los niños, a los que les cuesta decidirse abrumados por tanta oferta; ni tampoco por los propios padres, preocupados por la cantidad de paquetes que pueden llegar a abrir sus hijos en estas fechas, pero a los que también les hace ilusión cumplir sus deseos. «Lo ideal es que haya pocos regalos, pero bien elegidos», subraya la psicóloga infantil Silvia Álava. Pero ¿cuánto es poco? La teoría dice que cuatro, cinco como máximo. «Más no sería positivo para su formación. Al final, no tienen ni tiempo para jugar con ellos y eso hace que no valoren lo suficiente todo lo que les traen. Es fundamental enseñar a los críos a elegir entre todos sus deseos y a poner en la carta solo lo que necesitan o les hace verdadera ilusión», aconseja la experta.

Pero la realidad es otra. La media de regalos por niño en los hogares españoles es de diez, una cantidad que los especialistas consideran desorbitada. «Las fiestas navideñas se convierten muchas veces en un bufet libre de juguetes que no beneficia al desarrollo de los más pequeños. Están hiperregalados e hiperestimulados, con una cantidad de planes impresionante. Tenemos que tener cuidado con este tipo de situaciones porque estamos criando niños insaciables, con muy poca tolerancia a la frustración», lamentan los expertos. De ahí que limitar el número de regalos que los críos piden a los Reyes les parezca una buena estrategia para evitar precisamente este síndrome del niño hiperregalado.

No pueden decidir solos

Por eso es importante que tanto niños como padres tengan claros una serie de requisitos antes de empezar a escribir la carta. «En primer lugar, el catálogo se mira juntos y se seleccionan los juguetes entre todos. Muchos padres piensan que los críos tienen capacidad para elegir ellos solos y no es así. Los niños enloquecen con tanta oferta y es necesario guiarles».

«Además, la publicidad online que consumen en plataformas como YouTube, casi siempre sin supervisión por parte de un adulto, puede llegar a ser muy persuasiva», advierte María del Mar Grandío, profesora de Comunicación de la Universidad de Murcia. En este sentido, la experta alerta sobre el fenómeno de los niños influencers, «que aparecen en los vídeos jugando con productos de determinadas marcas que los críos que los ven son incapaces de identificar como publicidad. De hecho, varios estudios destacan que esta manera de presentar los productos incide directamente en el consumo de los más pequeños, especialmente de los menores de 6 años».

¿Y si lo tuvieses que pagar tú?

Los expertos también aconsejan ponerse de acuerdo con el resto de la familia (abuelos, tíos…) y pedirles que colaboren para consensuar tanto el número de regalos como qué se regala a cada niño. Otra recomendación: para saber hasta qué punto el crío quiere un regalo o simplemente se trata de un capricho, pregúntale si se lo compraría con el dinero de su hucha. Si la respuesta es negativa, bórralo de la lista. Tampoco es malo dejar un regalo pendiente para el año siguiente. «Es una manera de aprender a gestionar la frustración. Tienen que entender que las cosas no siempre suceden cuando ellos quieren».

Un libro, siempre

Teniendo en cuenta los consejos de los expertos, estas son las claves para elaborar «una carta con cabeza» siguiendo la regla de los cuatro regalos. «Uno de ellos debe servir para ponerse (ropa, zapatos…), otro para leer, un tercero que sea algo que necesite (una mochila para hacer deporte, unas botas de fútbol, un kimono para judo, lápices de colores para reponer los rotos…) y, por último, un regalo que le haga muchísima ilusión», resume Silvia Álava. La psicóloga recomienda incluir en esta lista de deseos un juego de mesa para toda la familia. «Aprenden a gestionar la frustración, pero también a respetar las reglas, valores… Y pueden jugar con sus padres, que es una de las cosas que más le gusta a los niños». También es una buena oportunidad para regalar experiencias: una tarde de cine y palomitas con toda la familia, una entrada para ver a su equipo favorito, una merienda especial con los primos…

¿Los Reyes se han pasado?

Si la mañana de Reyes, el niño se ha cansado del regalo a los quince minutos, juega más con los envoltorios que con los juguetes, no le termina de convencer ninguno y quiere más, hay paquetes sin abrir y ni se ha dado cuenta… claramente Melchor, Gaspar y Baltasar se han pasado.

FUENTE: elcorreo.com

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Estas son las razones por las que cometer errores y fracasar puede ser muy beneficioso para los niños.

¿Por qué los errores SÍ pueden ser benéficos para los niños?

Alguna vez te has preguntado ¿por qué los errores SÍ pueden ser benéficos para los niños? ¿Suena contradictorio? Realmente no lo es, porque de los errores se aprende y aquí te lo diremos más a detalle, ya que no siempre fracasar es sinónimo de derrota o de dejarse caer, ¡al contrario! Es la oportunidad perfecta para salir victorioso, esforzarse y hacer las cosas mucho mejor. ¿Quieres saber más?

Por qué cometer errores y fracasar SÍ ayuda a los niños a ser mejores

¿Por qué solemos esconder nuestros errores? Es una pregunta muy común que todos nos hemos hecho alguna vez y esto es porque tenemos el error asociado a la idea de fracaso. Parece que cuando una persona se equivoca es que ha fracasado, lo ha hecho mal y sienten que el resto de las personas le van a juzgar para mala. Por eso es bastante habitual que cuando cometemos un error lo primero que hacemos es intentar que las demás personas no se den cuenta.

Casi siempre, como adultos, intentamos esconder de los demás los errores que cometemos de los demás y sin querer esto es lo que les enseñamos a nuestros hijos: a hacer como que ‘no pasó nada’. Justamente ahí estamos mal como papás porque los niños cuando se equivocan lo que buscan es ver cuál es la reacción de sus padres y como muchas veces lo que ven es que los padres les regañan o incluso los llegan a castigar por el error cometido, mejor intentan evitar que se enteren y llegan a usar la mentira como defensa.

Por eso es importante entender que error no es igual que fracaso, sino que el error es una fuente de aprendizaje. Incluso existe el aprendizaje por ensayo y error, y se llama así precisamente por cómo se produce: cuando acertamos intentamos reproducir esas conductas que hemos hecho para conseguir el éxito y las que hemos errado y que no conllevan el éxito son las que dejamos de hacer.

Para que este aprendizaje por ensayo y error sea efectivo es fundamental dejar que los niños se equivoquen y analicen sus errores, no hay que demoniza esos errores, no hacer énfasis en que han errado, porque entonces volvemos al primer punto: en lugar de corregir el error, ellos creerán que la estrategia correcta es esconderlos y hacer de cuenta que no ha sucedido nada. Y eso NO es lo correcto.

¿Debemos dejar que nuestros hijos se equivoquen para que así aprendan?

¡Por supuesto! Hay que dejar que los niños, que las niñas, que los adolescentes e incluso los adultos nos equivoquemos porque es una forma de aprender. Tan así es una manera de aprender que como curiosidad el 13 de octubre se celebra en Finlandia el Día Nacional del Fracaso y lo que hacen allá es que invitan a grandes directivos de empresa, seres tremendamente exitosos a los colegios y universidades no para contar su éxito, sino para contar los errores que han cometido y qué hicieron para solventarlos. Increíble, ¿no?

Todo esto se trata de visualizar que detrás del éxito no hay una carrera en la que todo sale bien, sino que muchas veces nos equivocamos y qué hacemos para aprender de los errores. Hay una frase muy bonita de Michael Jordan, él decía: ‘He fallado más de 9 mil tiros en mi carrera, he perdido casi 300 partidos, 26 veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el partido y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y es por eso que tengo éxito: porque he analizado los errores y por eso me ha permitido el éxito‘.

¡Qué palabras tan poderosas! De eso se trata precisamente: de enseñar a los niños que cometer errores y fracasar SÍ les ayuda a ser mejores. En caso de error hay tres pasos que vamos a seguir:

  1. No demonizar el error. Parece que cuando alguien se equivoca no hay nada más que hacer, un ‘ya está, ya te equivocaste y no hay marcha a atrás’. Por ejemplo, ‘es terrible rehacer los deberes‘, ‘cómo váis a corregir una redacción?’, ‘¡qué de tiempo vamos a perder en rehacer la cama si está mal hecha!’. Así es como demonizamos el error cuando los niños se equivocan: parece que han hecho algo imperdonable. Así que nunca lo hagas, hay que relativizar y permitirnos fallar
  2. Asumir nuestros errores. Como adultos no tenemos que ocultar nuestros errores, todos los humanos nos hemos equivocado no una ni dos veces ¡incluso mil veces!, y por eso es importante entender que el error es una fuente de aprendizaje, al asumirlo es reconocerlo y trabajarlo. Si yo oculto un error, por mínimo que sea, para que nadie se entere, entonces no estoy aprendiendo nada de ello.
  3. Aprender del error. Cuando nos equivocamos hay que analizar muy bien en qué hemos fallado porque el objetivo es buscar cómo arreglarlo y cómo aprender de esa situación. Los primeros que lo debemos hacer somos nosotros los adultos y solo así podremos enseñar a los niños a hacer lo mismo, a ser críticos con la secuencia de acciones que se han llevado a cabo y hacerlo de manera distinta para conseguir un resultado que sea mucho más exitoso.

Tips para ayudar a nuestros hijos a aprender de sus propios errores

Lo principal es la actitud con la que nos enfrentemos a ese error. Y digo enfrentemos porque es un trabajo propio del adulto, ya que si nosotros lo hacemos desde la regañina, desde decirle frases como ‘lo hiciste mal, te tengo que regañar’ hay que saber que del mal tono y las malas palabras hacia los niños no vamos a aprender, sino que será todo lo contrario,

Para aprender hay que hacerlo desde otro tipo de emociones, por ejemplo desde la calma, desde la serenidad y desde la curiosidad. Justamente esta es otra de las emociones que más fomenta el aprendizaje: la curiosidad, ya que pueden volverse unos detectives. ¿Qué te parece decirle a tu hijo ‘vamos a buscar exactamente dónde estuvo el fallo para no volverlo a cometer’? Esta estrategia te funcionará muy bien.

Hago énfasis en la actitud con la que nosotros como adultos les enseñaremos a buscar dónde está ese error y a ver cómo analizarlo de forma completamente diferente. ¿Por qué insisto en el tema de la actitud? Porque de esta depende mucho la manera con que estaremos trabajando la solución de problemas y el aprendizaje de los errores con los niños.

Con ellos siempre hay que hablar desde la calma, desde la serenidad y fomentando su curiosidad. El querer hacerlo bien como padres para aprender de los errores no se trata de fustigar, no se trata de regañar ni de castigar, sino de ver y analizar dónde está el fallo para la próxima vez no cometerlo. Y lógicamente eso se hace mucho mejor desde la calma y las ganas de hacerlo bien en el futuro.

Puedes leer más artículos similares a ¿Por qué los errores SÍ pueden ser benéficos para los niños?, en la categoría de Aprendizaje en Guiainfantil.com.

La importancia de trabajar las emociones con los niños

Las psicólogas Silvia Álava Sordo y Ruth Castillo Gualda publican ‘Inteligencia emocional en familia’, un libro donde hablan de la inteligencia emocional y la educación socioemocional y ofrecen herramientas a los padres y educadores para que sepan entender lo que sienten sus hijos.

Publicado por Ana M. Longo

Las emociones son respuestas involuntarias a estímulos y forman parte de nosotros. Los padres queremos que nuestros hijos sufran lo menos posible, pero las emociones desagradables también están.

Hablamos con las autoras del manual ‘Inteligencia emocional en familia’ (Editorial Síntesis, 2023)Silvia Álava Sordo y Ruth Castillo Gualda, quienes afirman que no hay que tratar de ser unos padres perfectos, sino mediante el ejemplo, mostrar que también se poseen las estrategias para manejar todas las emociones.

4 habilidades

La inteligencia emocional como apunta Silvia Álava Sordo, doctora en Psicología clínica y de la salud, profesora de universidad y divulgadora científica, está compuesta por cuatro habilidades desde el modelo de Mayer y Salovey (psicólogos norteamericanos, que, en 1990, desarrollan la Teoría de la Inteligencia Emocional) que siguen en su obra:

  • La primera es la de la percepción emocional, esto es, ser capaz de reconocer las emociones, primero en uno mismo -y expresarlas adecuadamente- y también, reconocer las que sienten quienes te rodean.
  • La segunda es la facilitación emocional: Somos conscientes de que no hay emociones buenas ni malas, sino que todas son buenas porque nos dan información que aprendemos a leer y que constata que algo sucede.
  • La tercera es la comprensión emocional, es decir, entendemos la causa y la consecuencia de una emoción y también lo descubrimos en los demás. Además, disponemos de un vocabulario para exponer cómo nos estamos sintiendo.
  • La cuarta es la regulación/manejo emocional: Cuando somos conscientes de la emoción, en lugar de actuar en automático, diciendo o haciendo algo de lo que puede que nos arrepintamos o quedándonos colapsados, de forma consciente elegimos cómo vamos a actuar; también implica regular las emociones de los demás, ayudarlos.

Como refiere la psicóloga sanitaria y educativa,

Existe suficiente evidencia científica acerca de la importancia de trabajar la educación emocional en los niños.

Si como progenitores pretendemos evitar constantemente el dolor o la tristeza a nuestros hijos, la escritora destaca que no se les ejercitará en una óptima educación emocional: “No les permitiremos experimentar las emociones menos placenteras ni que aprendan a convivir con ellas; tampoco les proveeremos de las estrategias más acertadas para regularlas”. Y añade que es crucial hacerlo para prevenir determinados trastornos emocionales, como la ansiedad y el estrés.

Ayudar al niño a regularse emocionalmente

Ruth Castillo Gualda, doctora en Psicología, experta en educación emocional, profesora y consultora del Yale Center for Emotional Intelligence, relata que: “La educación socioemocional es un proceso de acompañamiento por parte del adulto, desde el ámbito familiar o educativo, para favorecer las habilidades de reconocimiento, comprensión, expresión y regulación de las emociones”.

Puntos importantes en la educación emocional en una familia

A modo de conclusión, las autoras señalan los siguientes puntos a tener en cuenta las familias en la educación con sus hijos:

  • Educar en inteligencia emocional, pero primero como adultos sería necesario haber aprendido a identificar y regular las propias emociones.
  • Los niños necesitan que sus padres o profesores hagan una labor de corregulación. Al adulto desde la calma le resultará más fácil ayudar al hijo a regularse. Hay que recordar que el cerebro de niños y adolescentes está en un proceso madurativo; la parte que regula y maneja las emociones no termina de madurar hasta los 25 años.
  • Los adultos hemos de estar receptivos y presentes y generar un clima de confianza, un espacio seguro y respetar lo que dicen. Hablar de emociones no es de débiles.
  • Aceptar consiste en no rebelarse contra aquello que experimentamos. Hay que poner el foco en lo que depende de nosotros y en los aspectos que sí podemos controlar de nosotros mismos o de la situación.
  • Para favorecer la comprensión emocional, con el vocabulario emocional favoreceremos en nuestros hijos su autoconocimiento, su conversación interna y su capacidad para empatizar y captar las emociones de los demás.

FUENTE: SERPADRES.ES

¿Qué errores no debemos cometer en una separación cuando hay niños?

En la mayoría de los casos, son ellos, los hijos, los que más sufren cuando una pareja se separa… Son los daños colaterales cuando la brecha se hace insalvable…

Pueden llegar a vivirlo como una situación de abandono, sus figuras de referencia dejan el hogar, temen que ellos sean los culpables y que acaben por quedarse solos.

Nunca deben convertirse en el arma arrojadiza en medio de la separación, no pueden verse afectado el vínculo con su padre o con su madre.

¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?

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Decálogo para educar con inteligencia emocional en familia

Las emociones son un integrante más de la familia y a pesar de que deberíamos hablar más de ellas, muchas veces es complicado manejar la conversación para que los niños aprendan sobre ellas. El papel de las familias en el desarrollo emocional de los hijos es fundamental y por eso las psicólogas Ruth Castillo Gualda y Silvia Álava Sordo, han preparado el libro ‘Inteligencia emocional en familia’ un manual para trabajar las emociones con los más pequeños.

La inteligencia emocional es un conjunto de destrezas y conocimientos relacionados con el procesamiento de todo aquello que sentimos. Desde pequeños, es muy importante trabajar en este campo desde la familia, el colegio, la calle… para que los niños aprendan a percibir, comprender y regular sus propias emociones.

De hecho, la educación socioemocional es el proceso de formación y conocimiento de las habilidades que permiten expresar, comprender y regular las emociones. El objetivo de esta educación es optimizar y promover el autoconocimiento, la toma de decisiones o la empatía.

‘Inteligencia emocional en familia’ (Ed. Síntesis) es un libro en el que las psicólogas Ruth Castillo Gualda y Silvia Álava Sordo profundizan en la inteligencia emocional y en la educación socioemocional para ofrecer un guía sobre el trabajo de las emociones con los niños.

En una entrevista para EFEsalud, la coautora del libro Silvia Álava nos explica y ofrece diez consejos fundamentales para educar con inteligencia emocional y trabajar en familia los sentimientos y mejores maneras de relacionarnos con nuestras emociones.

Son diez consejos que figuran en el libro a modo de conclusión.

“Las emociones son algo que no se puede reprimir”, afirma Silvia Álava.

1. Las emociones son un signo de fortaleza

Lo primero que debemos reconocer es que las emociones son un rasgo de fortaleza y no una debilidad como creen muchas personas. A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a situaciones complicadas en las que saber gestionar nuestras emociones será un punto a favor.

Además, la emociones son una fuente de información muy valiosa y según explica la psicóloga, no podemos reprimirlas porque representan todo aquello en lo que creemos o sentimos.

2. Todos podemos mejorar nuestra inteligencia emocional

Todos podemos mejorar nuestra inteligencia emocional y, por eso, es muy importante la educación de los niños desde pequeños.

“Cambiar nuestra mentalidad sobre la inteligencia emocional es clave para entender que independientemente de nuestra edad o características personales, todos podemos mejorarla”, destacan en el libro sus autoras.

3. Aceptar para poder manejar

Todas las emociones surgen por un motivo en particular. Para manejarlas de forma inteligente, debemos aceptar que forman parte de nosotros. En ocasiones ocultamos las emociones que nos hacen sentir incómodos o indefensos. En los casos donde la solución no es fácil o no existe lo mejor es aceptarlo y empezar a manejar desde ahí las emociones que estamos experimentando.

“Al final somos nosotros los que les tenemos que enseñar a los niños a entender sus emociones y para ello es importante que lo primero que tengamos claro es que nosotros también aceptamos y manejamos nuestras emociones buenas y malas”, explica la psicóloga Silvia Álava.

4. Expresar honestamente lo que sentimos

La expresión adecuada de nuestros sentimientos requiere buscar una respuesta equilibrada y acorde a nuestros objetivos.

“Tenemos la creencia de que nuestros hijos tendrán inteligencia emocional cuando sean capaces de no enfadarse, pero eso no es así porque siempre habrá situaciones en las que sus emociones les lleven al enfado y es normal “, explica Álava.

La experta afirma: “Tenemos que esforzarnos porque conozcan las emociones, saber cuáles son, ponerles una etiqueta, entender por qué las estamos siguiendo y aprender a convivir con ellas”.

“Son algo que no se puede reprimir, porque cuanto más las reprimimos o las negamos pueden incluso aparecer o transformarse en enfermedad de tipo psicosomática“, sostiene.

5. Identificar nuestros disparadores

A lo largo del libro, se explica que existen dos tipos de disparadores, por un lado los disparadores externos, que son aquellas cosas que suceden a nuestro alrededor como un cambio de planes, una noticia negativa o un comportamiento agresivo.

Por otro lado, los disparadores internos que pueden ser independientes de la situación que estemos viviendo y tienen que ver con nuestras creencias y nuestros pensamientos.

Debemos identificarlos para trabajar en ellos y, sobre todo, la especialista Silvia Álava resalta la importancia de distinguir entre las emociones y los comportamientos.

6. El lenguaje, nuestro mejor aliado

Las expertas están de acuerdo en que siempre deberíamos pedir permiso sutilmente a los niños para hablar de sus emociones.

En este sentido, hay que tener cuidado porque no le puedo preguntar al niño qué le pasa y pretender que me lo cuente al instante. Por ello, la psicóloga prefiere utilizar otro tipo de lenguaje y formular preguntas como: ¿Oye, quieres hablar de lo que te pasa? o ¿Te apetece hablar?

“Tenemos que pedir a los pequeños poco a poco permiso para entrar en su corazoncito”, añade.

Al comunicar sobre todo algo que sabemos que al niño no le va a gustar, es importante utilizar el lenguaje correcto.

“En español tenemos dos verbos muy importantes que son ser y estar y debemos usarlos correctamente. Es decir, si en un determinado momento el niño o la niña ha hecho algo mal, por supuesto hay que corregirlo, pero hay que hacerlo utilizando el verbo estar y no el verbo ser. El ejemplo sería: Oye, ahora en este momento no lo estás haciendo bien, o en este momento estás gritando a mamá“, explica Silvia Álava.

7. Estrategias para manejar lo que sentimos

La regulación emocional es la habilidad más compleja. Entre las técnicas que podemos enseñar a nuestros hijos destaca la de manejar el foco de la atención dirigiéndolo hacia aquellos aspectos de la situación que interesan y aprendiendo a reinterpretar el evento desde una mirada alternativa.

8. Potenciar un ambiente óptimo en familia

Compartir emociones no es fácil y por eso, es importante que los niños se sientan en un clima de confianza plena en el que desenvolverse mejor.

“Hay que crear un espacio para hablar, un espacio en el que nuestros hijos se sientan seguros. Muchas familias viven con prisas y el único momento que tienen para hablar es cuando están en el coche de camino al colegio o de vuelta a casa y esto hace que muchos niños no paren ni se sientan cómodos para hablar”, explica la psicóloga.

Una de las cosas que suelen recomendar los psicólogos y que las especialistas recogen en su libro, es defender las cenas en familia, donde podemos dedicar un tiempo para hablar sobre nuestras emociones y vamos a generar un dialogo tranquilo basado en la inteligencia emocional.

“Para crear un clima cálido y de confianza lo primero es saber qué espacio les da seguridad a nuestros hijos, cuándo es el mejor momento y en tercer lugar, proponer temas de conversación pero no forzarlos, ni convertirlos en un interrogatorio”, expone la experta.

9. Fomentar el vínculo con nuestros hijos

En el libro, las especialistas recomiendan:

  • Conectar, desde la mirada respetuosa, con el mundo interior de los niños.
  • Reflexionar a través de la comunicación.
  • Empoderar haciéndoles confiar en sus propias habilidades.
  • Atender permitiendo sus emociones y necesidades.

10. Somos el ejemplo

“Educar con inteligencia emocional es un reto que debe de estar presente en la familia. Para poder enseñar a los niños a manejar sus propias emociones, tienen que sentir que predicamos con el ejemplo y que como adultos nosotros también sabemos como controlar lo que sentimos” concluye Silvia Álava.

FUENTE: fsalud.com

Pautas para fomentar el bienestar emocional de nuestros hijos

El Colegio Miramadrid organizó el pasado viernes una conferencia titulada con la reconocida psicóloga Silvia Álava para ofrecer pautas que ayuden a las familias a fomentar el bienestar emocional de sus hijos

El bienestar emocional de los hijos es una responsabilidad compartida entre la familia y la escuela. Es crucial que los padres y educadores trabajen juntos para garantizar que los niños crezcan en un ambiente emocionalmente saludable. Por todo ello, el Colegio Miramadrid organizó el pasado viernes una conferencia titulada ¿Cómo fomentar la salud emocional en familia? con la reconocida psicóloga Silvia Álava, doctora en psicología clínica y de la salud, y psicóloga educativa, para ofrecer pautas que ayuden a las familias a fomentar el bienestar emocional de sus hijos.

La escuela juega un papel esencial en la promoción del bienestar emocional de los niños. No es suficiente que los niños aprendan a leer, escribir y hacer matemáticas, también deben aprender a manejar sus emociones. Es por eso que el Colegio Miramadrid ha tomado la iniciativa de invitar a una psicóloga de alto perfil como Silvia Álava, para ayudar a las familias a entender cómo pueden apoyar el bienestar emocional de sus hijos. La iniciativa del Colegio Miramadrid ha sido muy bien recibida, con una asistencia de cerca de 200 personas, prueba evidente de la importancia que los padres dan a la salud emocional de sus hijos.

¿Qué es la salud emocional y por qué es importante?


Álava recordó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar en el que la persona es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. En otras palabras, una persona emocionalmente saludable es alguien que puede manejar sus emociones, trabajar eficientemente y contribuir positivamente a su comunidad.

«La importancia de la salud emocional se ha hecho más evidente en los últimos dos años, debido a los desafíos sin precedentes que hemos enfrentado como sociedad. La pandemia, la guerra, la inflación, entre otros, han impactado profundamente nuestra salud mental, y nuestros hijos no son la excepción», explica la Dra. Álava.

El papel de los padres en el fomento de la salud emocional


Los niños todavía están aprendiendo a manejar sus emociones, y necesitan de los referentes adultos, para guiarlos en este proceso. Silvia Álava enfatiza que, como adultos, «tenemos la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos a regular sus emociones, mostrándoles cómo manejamos las nuestras», por ello «los padres deben convertirse en expertos emocionales para enseñar a sus hijos. Es esencial que nos tomemos el tiempo para entender y nombrar nuestras emociones. Al hacerlo, podemos reconocerlas y procesarlas, lo que resulta en una comunicación más saludable con nuestros hijos», explicó.

Aunque es importante reconocer y expresar las emociones, también hay que aprender a no dejar que consuman a la persona. «A veces, necesitamos desahogarnos, pero luego es importante seguir adelante y encontrar formas de sentirnos mejor. Detenernos, respirar y encontrar cosas que nos hagan felices puede ayudar a mejorar nuestro bienestar emocional».

Silvia Álava destaca la importancia de tener una buena red social como factor protector de la salud mental. «No se trata de la cantidad de amigos que tenemos, sino de la calidad de nuestras relaciones. Sentir que podemos confiar en ciertas personas cuando tenemos un problema tiene un efecto liberador».

Es vital validar las emociones de los hijos y mostrar comprensión. Esto significa reconocer sus sentimientos y ofrecer tranquilidad y apoyo, destacando sus fortalezas y esfuerzos. Se trata de «ilustrar la empatía reconociendo los sentimientos de la persona». La conexión con las emociones y la comprensión de las emociones de los hijos es un componente crucial de la salud emocional en la familia. Validar las emociones y distinguirlas del comportamiento es esencial.

Las actitudes que los padres tienen hacia sus hijos influyen en su comportamiento diario y su socialización en casa. Estas actitudes pueden tener efectos duraderos que van más allá de las etapas infantiles y de la niñez. Por lo tanto, es importante centrarse en cómo se reacciona en situaciones pequeñas, como recoger juguetes o estudiar, y reparar y corregir errores cuando ocurren.

La psicóloga aconsejó a los padres «fomentar la independencia y la toma de decisiones apropiadas para la edad en nuestros hijos. Esto significa prestar atención a sus sentimientos y brindar verdaderas muestras de afecto». No obstante, destacó que las reglas y los límites son fundamentales para fomentar la salud emocional en la familia. Estos deben ser decididos por los adultos responsables, no por los niños. Las consecuencias por infringir las reglas deben definirse claramente, sin recurrir al castigo.

Comprender el impacto de las emociones propias en los demás


Es crucial para fomentar la salud emocional entender el impacto que las emociones de cada uno tienen en los demás. La doctora Álava anima a enseñar a los niños a ser conscientes de las emociones que generan ayuda a desarrollar la empatía y la responsabilidad, así como a crear un ambiente de confianza en el hogar para fomentar la salud emocional en la familia. «Es necesario trabajar activamente en la confianza tanto con adultos como con niños», insistió.

Para finalizar la conferencia, que suscitó gran interés entre las familias del Colegio Miramadrid, Silvia Álava destacó la importancia de crear un espacio de escucha para niños y adolescentes. Las cenas familiares sin dispositivos pueden ser un buen momento para escuchar sabiendo que «debemos respetar los tiempos de conversación de los niños y no obligarlos a hablar». 

El Colegio Miramadrid es una cooperativa de profesores que ofrece educación desde infantil hasta bachillerato ubicado en la localidad madrileña de Paracuellos de Jarama y ofrece una educación concertada durante las etapas obligatorias que apuesta por un modelo plurilingüe y basado en la innovación, el deporte y el cuidado integral de sus estudiantes. 

Silvia Álava es Doctora en psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, conferencista y escritora de varios libros, Con más de 21 años de experiencia, es psicóloga sanitaria, experta en psicología educativa y especialista en Psicoterapia. Es profesora universitaria, divulgadora científica y, además, colaboradora en medios de comunicación, autora de varios libros y miembro del consejo editorial de Éxito Educativo.

FUENTE: comunicae.es