Depresión postvacacional y vuelta al cole. Colaboración con Noticias Cuatro

Os adjunto el vídeo del reportaje de Noticias Cuatro sobre la llamada depresión postvacional, en el que tengo el placer de participar:

¿Deben los padres violar la intimidad de los hijos? Colaboración con el diario El Mundo

VigilanciaEspiar o no espiar, ésa es la cuestión. Las palabras del juez de menores, Emilio Calatayud, en las que animaba a los adultos a inspeccionar los móviles de sus vástagos han abierto un intenso debate entre partidarios y detractores de ejercer esa vigilancia sobre los nuevos dispositivos tecnológicos.

«Creo que hay que violar la intimidad de nuestros hijos. Antes, nuestros padres nos registraban los cajones, ahora hay que mirar lo que hacen con el móvil… El caso es que no nos pillen». Así de claro lo dejaba el juez de menores Calatayud en una entrevista con ELMUNDO. Muchas personas han alabado la valentía del juez al poner sobre la mesa un tema que trae de cabeza a numerosas familias. Otras, por el contrario, han considerado sus palabras «peligrosas» por intentar convertir la vida de los jóvenes en una especie de Gran Hermano.

Lo cierto es que las declaraciones de Calatayud han servido de bálsamo para bastantes progenitores que se sentían culpables o que se lo pensaban dos veces a la hora de coger a hurtadillas el móvil de sus vástagos y que ahora han visto legitimados sus deseos de espiar a los retoños. Pero, ¿es ético vigilar los móviles de los niños?

«Sí, yo lo he hecho. Creo que hay que darles confianza, pero cuando empezaron con los chats y todos esos rollos, preferí vigilar», confiesa Silvia, madre dos hijos de 14 y 13 años. «Yo no les he espiado pero de vez en cuando sí que les pregunto y les exijo que me lean y me enseñen qué escriben y con quién están wasapeando. Y si fuera menos complicado quizá les cotillearía sus móviles», añade Raquel, con tres criaturas a sus espaldas.

Para la psicóloga Silvia Álava vigilar el móvil de los niños no supone una violación de la intimidad. A su juicio, la mayoría de las veces los menores se dedican a colgar fotos y mensajes en las redes, luego ya no estaríamos hablando de la esfera privada, sino de la pública: «Esto no es lo mismo que leer un diario. No se trata de la intimidad puesto que los contenidos se convierten en algo público».

Una herramienta que se les queda grande

Por su consulta han pasado numerosos chiquillos que se metieron en líos por no saber manejar correctamente las redes sociales: «En algunas circunstancias, los chavales no miden los efectos que tiene subir una imagen. En el momento en el que la foto está colgada, pierdes el control y esa imagen ya no es tuya. A veces, la herramienta se les queda grande y no miden las consecuencias de sus actos. Por eso es importante formar a los hijos y decirles qué se puede subir y qué no; con quién se puede hablar…», asegura esta psicóloga, autora del libro Queremos hijos felices.

Desde el ámbito policial también ven con buenos ojos la propuesta del juez Calatayud. De hecho, en las conferencias que imparten en los institutos, los agentes ya advierten a los alumnos de que deben dejar que los adultos les revisen el móvil, ante las quejas de los asistentes.

«Estoy totalmente a favor de que se haga ese tipo de control. No se trata de violar la intimidad, sino de velar por su seguridad. Cuando llegan los problemas, la responsabilidad legal hasta los 18 años es de los progenitores. Para prevenir es mejor vigilarles», asevera Jorge Pérez, subinspector de policía de las Unidades de Prevención, Asistencia y Protección (UPAP) especializadas en violencia de género.

En ocasiones, los jóvenes incurren en delitos aunque no sean conscientes de ello. Por eso, los policías les alertan en las charlas: «Ojo, que si comienzan los insultos y las vejaciones por whatsapp estamos cometiendo un delito».

La edad mínima para poder usar whatsapp está fijada en los 16 años y en otras redes sociales, en los 13; unas normas que muy pocos respetan, ya que la etapa en la que empiezan a tener móvil es cada vez más temprana. De hecho, este dispositivo se ha convertido en el regalo estrella de las comuniones, que se celebran cuando los niños cumplen 9 años.

La preocupación de la Policía es tal que incluso ha propuesto un contrato para que adultos y menores de 13 años fijen unas normas de uso responsable del teléfono móvil. Entre las reglas establecidas por la Policía figura la de que el joven comenzará a usar las redes con sus mayores y configurará con ellos, las aplicaciones y juegos y la de que el «nuevo usuario debe asumir que sus padres deberán conocer sus códigos de acceso y contraseñas para poder ser supervisados».

Los profesores también valoran de manera positiva que exista un cierto control, siempre que haya un equilibrio entre la protección del menor y la mera curiosidad: «El problema están en delimitar dónde termina el derecho a la intimidad de los menores y dónde empieza la responsabilidad de los padres. La tutela legal es de los progenitores y existe la obligación de proteger a los hijos. Los niños de ahora son muy vulnerables y se dejan seducir fácilmente. Por ejemplo, muchos casos de pederastia empiezan con mensajes a menores. Si los padres hubiesen espiado sus teléfonos móviles, a lo mejor se hubieran podido evitar», opina Felipe de Vicente, presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto.

Como botón de muestra, el caso de una madre que relató en un blog en el Huffington Post que revisó el móvil de su pequeña y lo que vio le dio «escalofríos». Descubrió que el padre de un amigo del colegio le enviaba mensajes a todas horas y le invitaba a dormir a su casa. La madre tomó cartas en el asunto y avisó a la policía, al director del colegio y a las otras familias, pese a que su hija la odió durante meses.

Mientras crece la inquietud de las familias, proliferan las aplicaciones para monitorizar los móviles de los menores. Una de ellas es Ignore no more, que fue creada por Sharon Standifird, una madre de Texas harta de que su hijo nunca contestase a sus mensajes. Esta aplicación permite bloquear a distancia el teléfono del joven si no contesta a las llamadas paternas. No es la única porque las hay de toda clase y condición: para ver qué tipo de mensajes envía, a qué lugares va y con quién, qué páginas web visita…

En contra de un Gran Hermano

Sin embargo, muchos expertos están en contra de convertir la vida de los adolescentes en un espionaje constante. Precisamente, la mayoría de ellos recurre a los móviles y a las redes porque es el único espacio donde no tienen la presencia constante de un adulto.

«Antes, nosotros podíamos bajar a la calle o a la plaza. Ahora, en esta sociedad sobreprotectora no les dejamos. Las redes sociales se han convertido en el nuevo espacio público de los jóvenes y en su válvula de escape», afirma Javier González-Patiño, psicólogo e investigador en educación y medios digitales.

En su opinión, los chavales tienen necesidad de relacionarse más allá del control de una persona adulta y ese deseo debe ser respetado. González-Patiño critica quesiempre se ponga el acento en los peligros de las redes, pero nunca se destaquen los aspectos positivos como su lado creativo o las posibilidades de participación que proporcionan: «Nunca hasta ahora los adolescentes habían podido ser tan visibles en la vida pública».

Además, considera una paradoja que se hable de espiar cuando existe unasobredocumentación de la vida infantil: «¿Para qué vamos a instalarnos programas de rastreo cuando tenemos más información que nunca de lo que hacen los menores?», se pregunta.

Luis Muiño, psicoterapeuta y escritor, también se opone a la idea de Calatayud: «No creo en el espionaje ni en una sociedad convertida en Gran Hermano. La tentación la tenemos todos, pero no es una buena táctica. Si tienes que llegar a espiarles sin su consentimiento, algo está fallando en la educación. Hay que confiar en ellos, aunque sea difícil».

En lo que sí coinciden tanto él como el resto de los expertos consultados por ELMUNDO es en la necesidad de dar una formación básica a los hijos cuando empiezan a navegar en Internet.

No se trata de soltarles una charla para cumplir el expediente sino de acompañarles, aprender las herramientas, crear juntos las cuentas en las redes,comentarles que nuncan den sus datos personales ni chateen con desconocidos ni compartan fotos íntimas u ofensivas… En definitiva, igual que se enseñan modales en la vida real se deben impartir unas normas de educación para la virtual. Al fin y al cabo, la formación suele ser más efectiva que la vigilancia.

FUENTE: Diario El Mundo

Participación en el X Congreso Internacional de Nutrición, Alimentación y Dietética

PARA REDUCIR LOS NIVELES DE ANSIEDAD, AGUA MINERAL NATURAL

Silvia-Alava - X Congreso de Nutrición MadridEn el contexto del X Congreso Internacional de Nutrición, Alimentación y Dietética, celebrado en Madrid durante el mes de abril, lapsicóloga Silvia Álava, del centro psicológico Álava Reyes, puso de manifiesto la importancia de beber agua a lo largo del día para mantener una ‪hidratación adecuada y garantizar así el mantenimiento de una correcta función cognitiva.

Álava, autora del informe “Rendimiento cognitivo, hidratación y agua mineral natural” del Instituto de Investigación Agua y Salud, destacó durante su ponencia que, según las recomendaciones de la ‪‎EFSA, los hombres deben beber 2,5 litros diarios de ‪‎agua y, las mujeres, 2. En el caso de niños, mayores y otros grupos de población más sensibles como las embarazadas, esa cantidad puede ser incluso superior.

Para recordar la necesidad de hidratarnos a lo largo del día, la especialista recomienda tener siempre cerca una botella de ‪agua mineral natural, ya que es una forma sencilla y saludable de recordarnos la necesidad de hidratarnos.

Además, tiene efectos importantes en estados tan determinantes para el correcto funcionamiento del rendimiento cognitivo como la ansiedad. “A los estudiantes les recomiendo que estudien con una botellita de agua que les ayude a mantener la atención y la concentración, y que también la lleven a los exámenes para bajar esos niveles de ansiedad”, señalaba Álava. Y es que la evidencia científica ha constatado que ya con un 1 % o un 2 % de deshidratación empiezan a resentirse la memoria a corto plazo, las tareas de atención selectiva visual, la concentración y el tiempo de reacción. “Los niños no llegan al colegio bien hidratados y eso repercute en su falta de atención, en el cansancio e incluso en la irritabilidad -continuaba Silvia-, y eso se agrava si encima llegan sin desayunar”.

Así, una adecuada hidratación se constituye como un pilar fundamental de nuestra salud que dependerá de que procuremos a nuestro organismo la cantidad recomendada de agua que necesitamos para funcionar correctamente. La ingesta debe realizarse mediante pequeños sorbos, distribuidos a lo largo del día, hasta alcanzar la cantidad recomendada. Por ello, el agua mineral será una gran aliada, gracias a su facilidad de transporte y a la multitud de formatos existentes que nos permitirá hidratarnos de forma saludable en cualquier momento y lugar.

¿Necesitan los más pequeños un teléfono móvil?

RIESGOS DE INTERNET. LOS NIÑOS NO DEBEN QUEMAR ETAPAS. EL MAL USO DE LA TECNOLOGÍA AL EXPONERSE A CONTENIDOS INADECUADOS PUEDE ARREBATARLES SU INOCENCIA Y EXPONERLOS A PELIGROS MAYORES.

Portada Queremos que Crezcan_felicesA los más pequeños de la casa no les hace falta un teléfono móvil para sobrevivir. Así de claro. No lo digo yo, sino la psicóloga Silvia Álava, que en su libro “Queremos que crezcan felices” da un pequeño tirón de orejas a los padres por nuestra excesiva permisividad con el uso de las tecnologías.

Su teoría es clara: si nos pasamos el día advirtiéndoles de los peligros de la calle, si no les dejamos ir solos ni a la vuelta de la esquina, ¿por qué les permitimos navegar en solitario por Internet?

«Los niños no están preparados para tener un teléfono móvil ni para el uso de las redes sociales. Debemos marcarles unas pautas y cerciorarnos de que las cumplan», asegura Álava en el libro.

Es cierto que estamos ante una generación de nativos digitales y que no podemos permanecer ajenos a las tecnologías, pero creo que en ocasiones las cosas se nos están yendo de las manos. ¿Es normal que bebés de año y medio cuenten ya con su propia tableta? Álava recomienda aguardar hasta los 14 años para empezar a tener móvil, una espera que a muchos se nos antoja larguísima. De hecho, pese a mi radical oposición, logré aguantar hasta que mi hija tuvo 11 años para comprarle el dichoso aparato, lo que dice bastante poco en favor de mi firmeza como madre. Eso sí, pacté unas estrictas condiciones: el teléfono solo se utiliza el fin de semana y no tiene redes sociales ni tarjeta de datos.

Las redes sociales conllevan bastante peligros. Los periodistas sabemos muy bien que una metedura de pata te puede costar la reputación de toda una vida. Si nosotros, adultos con experiencia, pensamos una y tres veces a la hora de escribir un mensaje, ¿tiene la madurez suficiente un niño de nueve años para subir una foto en Facebok? ¿Y si cuelga de manera inocente la foto de su herma- no llorando y éste se convierte en objeto de burlas en el colegio?

Niños e internet

Conozco bastantes problemas provocados por el mal uso de redes sociales. Imágenes inapropiadas, perfiles falsos creados para desacreditar a la gente.

Fue un buen día en el que mi marido cogió la tableta y comprobó estupefacto que el historial estaba repleto de contenidos porno. Mi hija y su amiga se habían dedicado a investigar en Google sobre el término pene y sus derivados y, a sus nueve años, habían visto escenas inapropiadas.

Pensé: ¡Si esto me sucede con nueve, qué es lo que me quedará por ver a los 15! Desde entonces, estoy bastante alerta y procuro que permanezcan el menor tiempo posible delante de la tableta y el móvil.

Sé que pueden ser muy útiles para el entretenimiento y el aprendizaje con juegos y vídeos educativos, pero, en otros aspectos, considero que les roban a nuestros hijos parte de la infancia y de la inocencia.

 

FUENTE: Opinion.com

Cómo lidiar con los complejos de nuestros hijos. Colaboración con el diario ABC

A veces ciertos comentarios hechos sin malicia pueden llegar a pasar factura

complejos niñosComparaciones con hermanos, o frases sin aparente intención como «¡Ay mi gordito!» o, por contra, «que delgadito mi espárrago», o nuestros propios comentarios cuando nos vemos frente al espejo en traje de baño pueden provocar consecuencias indeseadas en nuestros hijos. «Hay que tener en cuenta que los niños aprenden por modelado, y que tienen una capacidad de observación impresionante. Son conscientes de simples expresiones que creemos que no van a afectarles pero que a la larga pueden pasar factura», explica la psicóloga Silvia Álava. Porque la imagen que tienen de sí mismos, prosigue esta experta, «es en principio la que les proyectan sus padres. Por eso es tan importante lo que les decimos o cómo les vemos».

Por supuesto las principales figuras de apego son los padres pero tampoco hay que obviar, añade la psicóloga Ciara Molina, «que hay niños que son muy crueles con otros y cuyos comentarios pueden tener más relevancia incluso que lo oído o escuchado en casa. El impacto emocional también puede ser fuerte y el sentimiento de inseguridad del niño puede cobrar fuerza».

Esto puede ocurrir, determina esta terapeuta, hacia los seis años, aproximadamente. «Es en ese momento en el que los más pequeños empiezan a tener más desarrollado su sistema cognitivo y emocional que les permite tener una imagen bastante estable de ellos mismos y de los demás, imagen que favorece la emisión de juicios y comparaciones propias y ajenas. En estas edades además tienen la necesidad de sentirse respetados y queridos, y ciertos comentarios les pueden hacer sentirse más o menos valorados que el resto», apunta Molina.

 Cómo superarlos

A la hora de trabajar los complejos, ambas destacan la importancia del papel de los padres a la hora de proporcionar una respuesta adecuada. Álava propone empezar por escuchar a los niños. «si te cuenta que algo le ocurre, es importante que se sienta escuchado, y que sus padres están ahí para ayudarle. Esta escucha debe ser activa. Es decir, hay que ponerse a la altura de los ojos del niño y no realizar otras actividades como mirar al móvil, o ver la televisión. También puede ayudar mantener el contacto físico mientras lo cuenta, dándole la mano, por ejemplo».

Pero sobre todo, no deben magnificar la cuestión, sino todo lo contrario: ir desmontándola poco a poco. Para eso otra de las recomendaciones hechas por esta psicóloga es trabajar la autoestima del niño a base de minimizar lo supuestamente negativo y focalizar en las virtudes del pequeño: «decir cosas del estilo “qué ojos más bonitos tienes” o “que bien corres”… lo que sea con tal de que el niño aprenda a centrar en lo positivo de una forma autónoma. Que él mismo sea capaz de apreciar todo lo que tiene de bueno y la de momentos agradables que tiene el día».

Junto a esto lo más apropiado sería, continua la también psicóloga Lara Antiquino, trabajar las habilidades sociales de los chicos. «Que aprendan a hacer frente por ellos mismos a este tipo de situaciones incómodas, desde el respeto». Es clave, corrobora Álava, «que el niño sepa cómo tiene que contestar a los otros niños cuando se metan con él».

Pero tampoco debemos obsesionarnos a la hora de tratar los complejos, concluye Antiquino. «Debemos prestarle atención, sí, pero no encaminar toda nuestra atención en el complejo porque si no nosotros mismos le estaríamos dando más relevancia de la que en realidad tiene. Además, todo ayuda en el desarrollo y crecimiento personal».

FUENTE: Diario ABC

Si discutes con tu pareja, hazlo antes de que tu hijo cumpla 4. Colaboración con BuenaVida del diario AS

La lista de consecuencias que las broncas maritales pueden provocar en los hijos asusta. Aunque no lo expresen, los pequeños se enteran. Y lo pasan mal.

Discutir delante de los hijos

En toda relación de pareja es frecuente que surjan discrepancias por temas domésticos, personales o económicos que no siempre se solventan con un diálogo inteligente y civilizado. A veces se eleva el tono. Lo cual está muy mal, pero está aún peor si la discusión tiene lugar en presencia de los hijos. Un conflicto durante la cena o en el coche los convierte en testigos involuntarios. ¿Se percatan, sobre todo cuando son pequeños? ¿Qué sienten cuando ven a sus dos héroes enfrentados? ¿Puede afectar su desarrollo?

Se enteran (y muy bien)

Aunque los especialistas coinciden en que la comprensión de los enfados se va desarrollando con la edad, el psicólogo de Idealoga (Madrid) Eduardo Villalobos advierte que “la captación de estados emocionales negativos se produce desde el momento del nacimiento”. La psicóloga infantil Silvia Álava añade: “Los niños tienen una gran capacidad de observación” y, por lo tanto, son completamente “conscientes de las discusiones entre los padres”. El psicólogo Alberto Fraile, delInstituto de Investigación Psicológica (IIP), en Madrid, añade que “son perceptivos al lenguaje no verbal que presencian: gestos, tono del habla, etc.”. En caso de que su hijo no se inmute, ponga atención: podría tratarse, según Fraile, “de un signo de mal pronóstico, sea por habituación a los conflictos o por el bloqueo de las emociones”. Si se tratase de esto último, “puede generar alteraciones futuras cuyo origen se encuentre enmascarado temporalmente”, añade.

El cambio fundamental, dice Silvia Álava, se produce a partir de los cuatro años. “A esa edad ya pueden desarrollar la empatía y empezarían a comprender cómo pueden sentirse sus padres”. Según van creciendo, especifica la psicóloga, “llegan incluso a verbalizar que no les gustan las discusiones y a pedir a los padres que dejen de discutir o pelearse”. En este sentido, y cuando son más creciditos, agrega la psicóloga Isabel Álvarez, “pueden protestar por tener que acudir a la guardería o al colegio. Piensan: ¿qué pasará si no estoy? Se erigen como guardián de la estabilidad de su casa”.

Las secuelas

“La vivencia repetida de discusiones produce alteraciones a nivel emocional relacionadas con la ansiedad y la depresión”, asegura Alberto Fraile, del IIP. “En un primer instante, no será difícil observar signos como rabietas frecuentes, irritabilidad y llanto; posteriormente, serán apreciables alteraciones del hambre y del sueño (pesadillas)”. Isabel Álvarez señala que a partir de los 18 meses es usual que se pongan a llorar o a gritar durante la discusión. “Lo hacen para acaparar la atención de sus padres e intentar que dejen de reñir”, dice. “Y hacia los tres años, es habitual que adopten comportamientos que ya tenía superados como hacerse pis en la cama o chuparse el dedo”.

Aunque los mismos científicos admiten que hacen faltan estudios más amplios, una reciente investigación de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) descubrió la relación entre la exposición a las discusiones de los padres y un menor volumen de materia gris en el cerebro de los niños. Según los autores del estudio, “el cerebro del niño en desarrollo puede ser sensible a las formas más comunes de problemas familiares”. Aclaran, además, que las secuelas se generan “aunque sean peleas moderadas”. La psicóloga Silvia Álava advierte que la exposición de los hijos a discusiones frecuentes puede derivar en problemas durante la adolescencia, “al extrapolar el comportamiento de sus padres como ‘lo normal’, y lo reproduzcan en su relación de pareja”.

La reconciliación, también ante ellos

Algunos expertos, sin embargo, han sido capaces de ver el lado positivo del asunto. Un estudio realizado por las universidades de Notre Dame y Rochester (EEUU) señala que los niños se benefician al ver a sus padres en desacuerdo e incluso ligeramente enfadados, siempre y cuando se trate de una discusión moderada y constructiva. Si eres incapaz de evitar escenitas delante de tu hijo, procura al menos que ellos estén también presentes durante la dulce reconciliación. “Le ayudará a sentirse seguro y aprenderá que tras el conflicto debemos buscar la calma, puntos de encuentro y reconexión”, dice Fraile.

 

FUENTE: as.com/buenavida

Colaboración con el programa de TVE Seguridad Vital: no descuidemos la hidratación al volante

Os adjunto el enlace al programa Segurida Vital de TVE, donde hablamos sobre la importancia de la hidratación a la hora de conducir.

Pincha en la imagen para ir al programa. Mi intervención, a partir del minuto 21:

Seguridad Vital - hidratación - Silvia Álava

Los castigos más habituales en España y cuándo son delito. Colaboración con Reporte24.net

AMAYA LARRAÑETA

  • La bofetada sigue siendo el castigo físico más habitual. Los expertos dicen que los padres ahora confunden “buena educación con el abuso de castigos”.
  • En España sacar a un niño del coche como castigo y dejarlo abandonado sería delito y podría acarrear hasta cuatro años de prisión.
  • Los correctivos, además de no estar permitidos, son contraproducentes para los niños, según los psicólogos infantiles.
  • Las últimas cifras oficiales hablan de 3.349 niños víctimas de maltrato familiar al año.

Foto de Yamato Tanooka facilitada por su colegio.

Si Yamato Tanooka, el niño japonés abandonado en un bosque como castigo, viviera en España, sus padres se enfrentarían a un delito de “abandono” y cabría imponerles una “pena de prisión de 2 a 4 años” porque las circunstancias —pasó seis días enteros completamente solo en un bosque célebre por albergar muchos osos— pusieron “en concreto peligro la vida, salud e integridad del menor”, explican a 20minutos fuentes policiales.

La Policía española, que dispone de una unidad especializada en delitos en el seno de la familia, la UFAM, informa además de que, ante un caso como el del niño japonés de siete años, “el juez además de imponer la pena privativa de libertad podría inhabilitar a los padres para el ejercicio de la patria potestad y la Comunidad Autónoma puede decretar la situación de desamparo y proceder a su tutela”.

Ahora que Japón investiga si Yamato Tanooka había sufrido con anterioridad al castigo que le ha hecho mundialmente conocido malos tratos psicológicos de sus padres, en España los policías que más saben sobre abusos infantiles aprovechan para recordar que, dentro de nuestras fronteras, “muchos episodios de maltrato infantil no afloran porque la violencia doméstica queda en el ámbito de lo privado, los niños no conocen los recursos asistenciales y menos aún el de denuncia”.

Por ese motivo, los agentes resaltan la importancia de que los profesionales que trabajan con menores (en la escuela, en la pediatría, como entrenadores…) “adquieran conocimientos y habilidades para detectar situaciones de maltrato y canalicen la información a quienes puedan reprimir este tipo de conductas violentas”.

Catalina Perazzo es analista de derechos de infancia en la ONG Save The Children, una organización que lleva varios años reclamando que España apruebe una Ley contra la violencia infantil. “En lugar de hacer intentos desagregados y parciales para acabar con las situaciones de violencia, creemos que hay que prohibir con una ley de manera absoluta e incondicional toda violencia contra la infancia”, expone Perazzo.

Al menos 3.349 niños fueron víctimas de malos tratos en el ámbito familiar en 2014 (último año con datos oficiales disponibles). Fueron 287 más que en 2013, según las cifras que maneja la ONG. Pero estos no son más que la punta del iceberg, se temen las autoridades.

El correctivo ya no es legal

Save The Children editó en el año 2004 un estudio comparativo de las formas de castigo universales más comunes (la bofetada, el azote, la sacudida, la patada, el golpeo con el cinturón, tirón de pelos y orejas, insultos , gritos, humillaciones públicas, culpabilización, motes, rechazo o silencio) e investigó su prevalencia en catorce países, entre ellos España. Su informe concluía que ser golpeado por los padres se consideraba algo normal. En España, en concreto, el 46% de los niños veían “innecesario” pegar para educar, pero el 47% de los menores opinaba que sus padres tenían derecho a pegarles.

Y así era, porque hasta tres años después, en 2007, no se eliminó del Código Civil la frase: “los padres podrán corregir razonada y moderadamente a sus hijos”. Fuentes policiales aseguran que todavía hay progenitores que esgrimen como excusa “el derecho de corrección” cuando se les imputan castigos físicos contra sus hijos. Esas mismas fuentes recuerdan que ese derecho “ya no existe” en el ordenamiento jurídico español.

Parezzo, de Save The Children, explica que a día de hoy, a falta de una ley integral que persiga la violencia contra la infancia, el Código Penal prevé que se puede perseguir el castigo físico y psicológico como “maltrato en el ámbito familiar”. Normalmente las penas que acarrea son “trabajos en beneficio de la comunidad y órdenes de alejamiento, aunque en casos graves también puede haber condena una condena a prisión”.

Para la ONG es muy importante que la nueva regulación sobre violencia infantil tenga en cuenta “la frecuencia, la intención y la gravedad” de los castigos y agresiones para la proporcionalidad de las medidas. “Hay quienes argumentan que puede ser poco beneficioso para una niña que le alejen dos semanas de sus progenitores por una bofetada. Es preciso valorar el interés superior del menor”, explican. La nueva ley podría aprobarse en la próxima legislatura, al menos el proyecto está en todos los programas electorales.

La psicóloga infantil Silvia Álava —autora del libro ‘Queremos hijos Felices’— considera que en España “los padres siguen confundiendo una buena educación con abusar del castigo”. Álava clama contra el castigo físico y psicológico y aboga por sustituirlos por “el refuerzo de las conductas en positivo”. También Save the Children defiende la llamada “parentalidad positiva” que, centrada en los derechos d elos niños, en el afecto y en el establecimiento de normas y límites, busca educar en el buen trato y sin recurrir a castigos ni a humillaciones”.

Consecuencias sí, castigos no

“Eso no quita para que los niños tengan consecuencias por las cosas que están haciendo mal“, puntualiza la psicóloga infantil Silvia Álava. “Pero démosle la vuelta”, pide, “y en lugar de decir al niño que cómo has hecho algo mal voy y te quito algo que te gusta, por ejemplo, la tablet o el ver la tele un rato, deberíamos hacerlo al revés: cuando te lo ganas porque actúas bien, entonces puedes jugar al ordenador o con la tablet o ver la tele”.

La psicología infantil propugana que, ante un conflicto o un mal comportamiento de un niño, lo primero es pararse a observar la situación y detectar si se está buscando atención extra y lo segundo evitar que el adulto pierda el control de la situación. Álava recuerda que los niños “copian a sus adultos de referencia” y en los comportamientos de los progenitores debe primar el cuidado.

Esta experta es defensora de la ‘teoría de la extinción’, que consiste en que los progenitores no hagan nada, más bien le retiren la atención, cuando un niño se porta mal. “Siempre y cuando no haya un ambiente peligroso”, puntualiza Álava, “si el niño está teniendo un mal comportamiento en una carretera y está en peligro, primero le saco de esa situación y después le retiro la atención, en dosis ajustadas a su edad”. Esto es lo que ella hubiera recomendado a los padres del menor nipón abandonado en el bosque.

El estudio de Save The Children sobre el castigo identificaba entre los más habituales en los hogares en España la bofetada, golpes en la cabeza, humillar públicamente, encerrar a oscuras, poner cara a la pared, ridiculizar, mostrar indiferencia, sacudir, insultar, golpes con cinturón, pellizcar, amenazar o hacer comparaciones entre hermanos. Álava describe los principales efectos perniciosos que tienen esta prácticas en la infancia.

La bofetada: “Es uno de los castigos más comunes, pero no es lícito bajo ningún concepto. Demuestra que hemos perdido, como progenitores y adultos, el control de la situación. Sin olvidar que los niños copian a sus adultos de referencia y si le pegamos luego no puede extrañarnos que el niño también agreda. Lo más efectivo es procurar intentar no hacer caso al menor, retirarse antes de caer en el castigo físico”. La especialista recomienda idéntico consejo para los golpes en la cabeza o los pellizcos, en definitiva para cualquier agresión física.

Humillar o ridiculizar públicamente: “Las consecuencias de humillar y ridiculizar son nefastas. Es tremendo. Puede entrar en conflicto con la autoestima y seguridad del menor. Es posible que como padre tengas que corregir una conducta del niño, pero si es en público, será mucho mejor que te acerques al oído y se lo digas solamente a él. Suele funcionar mejor. Aunque lo recomendable es que si por ejemplo si vamos a salir a un encuentro social, conviene dar a los niños las pautas antes de salir de casa y en positivo: “Así es como espero que te comportes. Sé que te vas a portar bien”, se les dice. Si no lo hiciera después, no conviene humillar. La primera vez es mejor acercarse y decirle al oído cómo debe comportarse”.

Encerrar a oscuras: Silvia Álava considera que este castigo fomenta un determinado tipo de miedos. La psicóloga infantil apuesta por retirar al menor a un lado para que pueda calmarse, eso sí, pero nunca a oscuras, porque el niño puede generar una fobia y “las relaciones hijos y padres no pueden estar basadas en el miedo y la inseguridad”.

Cara a la pared: “Es un castigo muy del siglo pasado. En determinados momentos en los que están muy, muy alterados, y sabemos que si seguimos interactuando vamos a terminar en un gran enfado, se puede llevar al niño a otro lugar, pero no tiene porqué ser mirando hacia la pared. Como tampoco veo bien que se castigue “a pensar” a una esquina. Pensar no tiene por qué ser un castigo. El niño va a asociarlo con algo malísimo y le vamos a condicionar. Es mejor decirle: “cuando te portas así no te vamos a hacer caso”, pero no decirles que están castigados a pensar”.

Sacudir: “Cuando un adulto sacude a un niño es el adulto el que ha perdido el controlde sus emociones. Impropio en todo caso”.

Hacer comparaciones con sus hermanos: “Hay que insistir en que comparar esnefasto. Cada niño es un mundo y hay que pedirle exactamente lo que realmente puede hacer. Las normas tienen que estar muy claras, pero no se debe entrar en comparaciones nunca”.

Golpear con el cinturón: “Es todavía más agresivo que el coscorrón, la sacudida o el azote. Todavía peor”.

Indiferencia: “Tenemos que tener cuidado con cómo la aplicamos. El niño tiene que ver que consigue más atención cuando su comportamiento es positivo, que si es negativo. Si te portas correctamente estoy presente, interactuamos. Y justo cuando no lo haces es cuando te dejo de hacer caso. Es la mejor de las opciones planteadas. Calculamos un minuto por edad, evitamos que la situación se descontrole y que el padre termine gritando porque tampoco se ha conseguido regular.

Por su experiencia en el gabinete de psicología infantil, Álava considera que “los padres ahora suelen ser poco constantes y permiten mucho, mucho y si consideran que el niño se ha pasado le castigan con todo”. Sin embargo no promovemos que tengan alicientes. las cosas se las tienen que ir ganando cada día. Los errores deben tener consecuencias, pero no absolutas”. También advierte del error de aplicar castigos muy largos que hacen que el niño se desespere o no sean factibles.

 

FUENTE: Reporte24.net

Campamento de verano para nuestros hijos: ¿sí o no? colaboración con EuropaPress

Respondemos tus dudas en esta colaboración para Europapress: ¿Es bueno llamarles? ¿Hay que obligarles a ir?

campamentos«Muchos padres tienen miedo porque sus hijos son un poco tímidos o inseguros y creen que lo pueden pasar mal en un campamento», asegura la psicóloga infantil Silvia Álava en sus libros Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia (de 6 a 12 años) y Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron (de 0 a 6 años).

Los padres no deben tener miedo de llevar a sus hijos a un campamento. Las experiencias que los niños viven durante esos días tienen beneficios muy positivos. «El hecho de relacionarse con más niños les ayudará a integrarse, por lo que, aunque les pueda costar un poco más entablar amistad, les será muy beneficioso y facilitará su socialización», añade Silvia Álava.

¿A PARTIR DE QUÉ EDAD PUEDEN IR DE CAMPAMENTO?

Los campamentos urbanos son ideales para los niños, pues pueden ir desde muy pequeños, a partir de los 3 años, ya que tienen una dinámica muy parecida a la del colegio. En cambio, si se trata de un campamento que obliga al niño a dormir fuera de casa, habrá que fijarse detenidamente en las características de cada niño. Su madurez y autonomía ayudarán a los padres a decidir cuándo es el momento adecuado.

Si se busca un campamento fuera de nuestro país, con el objetivo de reforzar un idioma, lo aconsejable es esperar hasta que el niño sea más mayor e independiente, hasta los 12 años aproximadamente.

¿QUÉ TIPO DE CAMPAMENTO ELEGIMOS?

Multiaventura y deportes, cultura y aprendizaje… Existen diversas opciones, pero hay que tener siempre en cuenta cuáles son los gustos del niño. Si se trata de una persona muy tímida, deberemos buscar uno en el que se sienta cómodo y nada cohibido. En cambio, si se trata de un niño muy activo e hiperactivo, la adrenalina y la diversión de un deporte pueden ser grandes claves. Si al pequeño no le llama la atención ningún deporte, pero sí se muestra partidario de la naturaleza, será me …

¿VAMOS A VERLES? ¿LES LLAMAMOS POR TELÉFONO?

En los campamentos, los niños deberán acatar las normas que establezcan sus monitores. Una de las reglas más comunes es la restricción del uso del móvil, que ayuda a no interrumpir el funcionamiento previsto para las actividades del día a día.

Si queremos sorprender a nuestro hijo y visitarle, los mejor es ir el día que el campamento lo tenga establecido. También se podrá pactar con el niño lo que él prefiere. El día de la visita, si ve que van los padres de todos sus amigos menos los suyos, lo único que se conseguirá es que se sienta mal.

¿Y SI NO QUIERE IR DE CAMPAMENTO?

Es comprensible que una sensación de miedo e incertidumbre se apodere de ellos al ser una experiencia nueva y diferente. En ocasiones, les provoca cierto reparo no saber cómo actuar en las diferentes situaciones que se les pueden llegar a plantear. No es conveniente que el pequeño vea el campamento como una obligación o castigo. Para poder tranquilizarles, es muy positivo que, durante el año, hayan participado en alguna actividad parecida, como granjas escuela o convivencias.
Si nuestros hijos van a un campamento aprenderán a:

  1. Relacionarse tanto con niños de su misma edad como con otros un poco mayores o más pequeños.
  2. Jugar a través de la diversión y felicidad.
  3. Convivir, en un marco lleno de respeto.
  4. Entender que las normas no existen únicamente en casa con sus padres, también en toda la sociedad. El campamento tiene sus propias normas y horarios.

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